Hay una diferencia muy grande entre la bipolaridad de la Guerra Fría, y la confrontación a dos bandas, con China y Rusia, que tienen actualmente Estados Unidos y sus aliados. Pero las formas de esa confrontación son similares: espionaje, represalias diplomáticas, propaganda, detención de periodistas y empresarios, competencias por recursos en terceros países, censuras a disidentes, y críticas desde Washington, Beijing y Moscú para deslegitimar a los oponentes sobre sus sistemas políticos y actuaciones en el orden internacional.

La primera diferencia crucial es que el enfrentamiento no es entre capitalismo y comunismo como en la Guerra Fría. Las denominadas “grandes potencias” e intermedias operan en el mismo sistema capitalista. Políticamente, la Administración de Joe Biden indica que hay una lucha existencial entre Democracia y Autoritarismo, proyectada en un orden internacional basado en reglas. Pero abundan las zonas grises. 

La democracia enfrenta serios problemas: llegan al poder políticos autoritarios por la vía electoral (Italia, Suecia, Hungría, Estados Unidos, entre otros); y es amplia la adhesión social a gobiernos semi democráticos (India y Turquía) o represivos (China y Rusia). Respecto de ese orden liberal internacional, ha servido durante décadas a los intereses de los países del Norte, mientras crecen las críticas y propuestas de reformas y alternativas desde países del Sur, además de las de China y Rusia.  

La segunda diferencia, es que en la Guerra Fría Estados Unidos estaba en el auge de su poder global. Ahora, tiene una grave crisis interna, su alcance ha disminuido, y China le disputa parte de la hegemonía. Un ejemplo reciente es que, pese al masivo apoyo diplomático y militar que Biden ha dado a Israel para su ofensiva sobre Gaza en respuesta al ataque de Hamas del 7 de octubre, el primer ministro Benjamin Netanyahu ha rechazado los pedidos de la Casa Blanca de permitir mayor acceso de ayuda humanitaria y cesar los ataques a objetivos civiles.

La tercera diferencia es que la bipolaridad ha sido sustituida por un mundo con múltiples actores estatales, con poderes y capacidades diferentes, pero en el que ninguno es capaz de imponer totalmente su voluntad sobre los otros. Los alineamientos, lealtades y pactos no son ideológicos sino pragmáticos, fluidos, y flexibles. Otros actores no estatales ejercen, además, mayor influencia de la que tenían en la Guerra Fría. 

Ahora ningún país es capaz de imponer totalmente su voluntad sobre los otros.

MARIANO AGUIRRE

El sistema multilateral, campo de batalla

Cuando el pasado septiembre se inauguraron las sesiones de la Asamblea General de la ONU 2023 reinó un clima de escepticismo sobre el papel del Consejo de Seguridad. Algunos observadores recordaron los peores momentos de la Guerra Fría. Durante el período que se extendió desde el final de la Segunda Guerra Mundial (1948) hasta la caída de la Unión Soviética (1991) la aprobación de resoluciones en el Consejo era muy difícil. Actualmente ocurre algo similar respecto de cuestiones de seguridad, mandatos para operaciones de mantenimiento de la paz y humanitarias, y acuerdos sobre cambio climático, digitalización, derechos humanos, y refugiados. 

Mientras los desacuerdos debilitan el sistema multilateral y la escasa capacidad de decisión de la ONU, “China y Estados Unidos están dando pasos muy fuertes en su guerra de espionaje en la sombra” con el fin de conseguir inteligencia sobre “liderazgo político” y “capacidades militares”1. Recientemente el teórico de la Escuela Realista de las Relaciones Internacionales John Mearsheimer escribió: “la política de las grandes potencias se caracteriza por una competencia incesante en materia de seguridad, en la que cada Estado trata no solamente de ganar en influencia relativa, sino también de impedir que el equilibrio de poder se incline en su contra. Este objetivo, conocido como “equilibrio” (balancing), puede lograrse aumentando su poder o formando una alianza con otros Estados que se vean igualmente amenazados”2.  

Durante la Guerra Fría las luchas en la ONU y el espionaje fueron poderosas herramientas utilizadas por Estados Unidos y la ex URSS, en la competencia que menciona Mearsheimer, tanto para conocer intenciones políticas, estrategias, y avances tecnológicos aplicados a las armas (especialmente nucleares). Estructuralmente estas políticas están presentes en la actualidad.  

A la búsqueda de aliados

En ese período de la historia contemporánea, la ex URSS y Estados Unidos compitieron por la lealtad de gobiernos alrededor del mundo. Washington buscaba contener la expansión del comunismo soviético. Moscú trataba de ampliar la lista de aliados con el fin de romper el cerco que le imponía Occidente.

Durante medio siglo, la ex URSS y Estados Unidos compitieron por la lealtad de gobiernos alrededor del mundo.

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En una línea similar, pero en el marco de la confrontación geopolítica con China, y prosiguiendo el “giro hacia Oriente” iniciado por Barack Obama, Biden ha visitado en el último año Filipinas, para renovar los acuerdos militares, y Vietnam con el objetivo de atraer a ese país a su órbita. Así mismo ha ampliado la cooperación militar con Australia, reforzado la alianza con India, y promocionado el acercamiento entre Corea del Sur y Japón.  

La Administración Biden sabe que, a diferencia de la Guerra Fría, cuando la cooptación de aliados era un juego de todo o nada, no puede ganar totalmente a Vietnam, que tiene fuertes relaciones con China y Rusia. Pero toma posiciones para ser uno de los jugadores con más influencia en la región Asia-Pacífico. 

China, por su parte, ha tejido a lo largo de las últimas décadas vínculos con países del Sur, adaptándose a cada continente y circunstancia mediante inversiones en infraestructura, créditos y asistencia al desarrollo sin condiciones, inclusión en las cadenas de producción chinos para la exportación, acuerdos comerciales, y comprando bienes primarios.

Rusia tiene menos capacidades que China, Estados Unidos y Europa, pero las votaciones en Naciones Unidas con motivo de la guerra de Ucrania han mostrado que cuenta con un considerable número de gobiernos que no le condenan gracias a que les vende energía; metales; productos agrícolas; y armas (segundo exportador mundial). A la vez, pesa el recuerdo del apoyo de la ex URSS a causas como el movimiento anti Apartheid. 

China ha tejido a lo largo de las últimas décadas vínculos con países del Sur, adaptándose a cada continente y circunstancia.

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Ayer proxy wars, hoy shadow operations

En el curso de la Guerra Fría Washington y Moscú promovieron y financiaron guerras en países del Sur que peleaban por su liberación nacional contra los imperios coloniales europeos en declive. Su influencia desvirtuó estas luchas, convirtiéndolas en campos de batalla de guerras por delegación (proxy wars) entre comunismo y capitalismo. Colaboraron así a promover divisiones políticas en los movimientos anticoloniales, y profundizar las disfunciones de las excolonias, dificultando los procesos de construcción del Estado. La herencia de aquella época es, en parte, el medio centenar de Estados frágiles del presente.  

El concepto “Guerra Fría” describía la alta tensión entre potencias que no se enfrentaban militarmente de forma directa. La interferencia en las luchas de liberación nacional completó la definición: tensión entre potencias nucleares, batallas reales en la periferia3

Actualmente esto, parcialmente, ha cambiado. Estados Unidos ha dejado de lado el financiamiento abierto a grupos insurgentes contra gobiernos considerados enemigos, y después de los fracasos en Vietnam, Irak y Afganistán evita implicaciones masivas de sus tropas. Se inclina, en cambio, por operaciones secretas, con limitados número de efectivos en 154 países. Solo en África las fuerzas especiales cuentan con 29 bases para sus operaciones4. En la doctrina militar estadounidense, la “Competencia entre Grandes Potencias” debe complementarse con “guerra no convencional” llevada a cabo por este tipo de fuerzas5

En el curso de la Guerra Fría, la influencia soviética y estadounidense desvirtuó las luchas coloniales, convirtiéndolas en campos de batalla de guerras por delegación entre comunismo y capitalismo.

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Las tropas de élite de Estados Unidos, como las británicas y francesas, son expertas en contrainsurgencia, contraterrorismo, entrenamiento y asistencia a las fuerzas de seguridad propias y de otros países, guerra no convencional y “acción directa” (asesinatos de terroristas). Los acuerdos con gobiernos o milicias extranjeras no tienen en cuenta si violan los Derechos Humanos, un paralelismo con la asistencia militar a dictaduras y guerrillas anticomunistas –como la contra nicaragüense, y el grupo angolano UNITA– durante la Guerra Fría6

Las Fuerzas de Operaciones Especiales rusas han actuado en la toma de Crimea el Este de Ucrania (2014), en Siria desde 2015, y en la invasión a Ucrania (2022). Sus acciones se complementan con grupos armados paraestatales como Wagner que han estado o están presente en Ucrania, Libia, República Centroafricana, Mali, Sudán, y Siria. Estos grupos oficial o semi oficialmente rusos apoyan a gobiernos aliados, participan en guerras civiles y en economías ilícitas en África

El caso Wagner ilustra la tendencia a utilizar grupos mercenarios o para estatales tanto por parte Rusia como de Estados Unidos (en Irak y Afganistán), pero también por parte de potencias intermedias. Turquía ha financiado mercenarios de Siria para apoyar en Libia al General Khalifa Haftar, del Liberation National Army (LNA)7. Moscú ha transportado a milicianos de Sudán y Chad a ese país con el mismo objetivo. Colombia es un gran exportador de mercenarios, formados en su ejército. Durante la Guerra Fría el Reino Unido, Francia, Bélgica, Estados Unidos y Sudáfrica usaron mercenarios para interferir en el entonces Tercer Mundo. Posteriormente, grupos privados de seguridad han actuado, por ejemplo, en Sierra Leona y Liberia en los 2000. Por su parte, China ha desarrollado sus fuerzas de operaciones especiales, en el marco de la reorganización de sus fuerzas armadas, pero no están desplegadas en ningún país extranjero.

Peligro nuclear y distensión

Confrontarse, pero evitar la guerra era un comportamiento de las grandes potencias durante la Guerra Fría. La expresión más acabada fue la diplomacia del control de armamentos sobre los arsenales nucleares, químico-bacteriológicos y convencionales. A diferencia del desarme, el arms control comprende “todas las formas de cooperación militar entre potenciales enemigos militares en interés de reducir la posibilidad de guerra, su alcance y violencia si ocurriese, y los costes políticos y económicos de prepararse para ello”. A los períodos de menor tensión durante la Guerra Fría, gracias a estas negociaciones, se les denominaba distensión, detente o deshielo, conceptos que están de regreso.

El caso Wagner ilustra la tendencia a utilizar grupos mercenarios o para estatales tanto por parte Rusia como de Estados Unidos (en Irak y Afganistán), pero también por parte de potencias intermedias.  

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En la actualidad los tratados sobre reducción de los arsenales estratégicos nucleares y acerca de armas contra armas (Anti-Ballistic Missiles o ABM) han sido congelados por Washington y Moscú. China no forma parte de ninguna negociación sobre armamento, consecuencia de que todos los tratados fueron acordados durante la Guerra Fría. Por su parte, el Tratado de no Proliferación de Armas Nucleares (TNP) se encuentra estancado. 

Esta falta de negociaciones unidas a la innovación tecnológica de las armas convencionales y nucleares, y la guerra de Ucrania, han resucitado el temor a una guerra nuclear8. “La Guerra Fría ha vuelto con una venganza, pero con una diferencia”, dice el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. “Los mecanismos y salvaguardas que existían en el pasado para gestionar los riesgos de escalada ya no están presentes”9.  

[Leer más: descubre nuestra serie sobre los capitalismos políticos en guerra]

El adjetivo “fría”, por lo tanto, describe una realidad de tensiones en múltiples campos en la que hay un delicado equilibrio asociado a la incertidumbre. De hecho, estas son variables presentes en torno a Taiwán y la guerra de Ucrania10. En el primer caso, recuperar la soberanía de la isla es algo existencial para China mientras que Estados Unidos indica que defenderá militarmente su independencia. Pero un enfrentamiento militar ocasionaría pérdidas humanas, de infraestructuras, económicas, tecnológicas y comerciales que no interesan a ninguno de los tres países.   

El concepto distensión está de regreso.

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En el caso ucraniano, Washington y los aliados de la OTAN tratan de manejar el equilibrio entre armar a Kiev, que solicita armas cada vez más sofisticadas, evitar que sean usadas contra Rusia –algo que ya ocurre–, y que Moscú no considere que la OTAN le está atacando.                 

No en vano, aumenta el debate en Estados Unidos y dentro de la OTAN sobre la necesidad de negociar y las especulaciones sobre cómo podría “congelarse” esta guerra11

Entre tanto, algunos halcones en Estados Unidos consideran que además de defender la soberanía de Ucrania se trata de “vencer” a Rusia, algo que recuerda las proxy wars de la Guerra Fría. Por ejemplo, Eliot A. Cohen dice que “necesitamos ver masas de rusos huyendo, desertando, disparando a sus oficiales, hechos cautivos o muertos. La derrota rusa debe ser un desastre inconfundiblemente grande y sangriento”12.

Un cambio geopolítico relevante es que la –peligrosa– “confrontación sin guerra nuclear” se ha desplazado también al Sur. India y Pakistán son potencias nucleares con disputas por territorio y minorías. A la vez, entre India y China hay litigios territoriales y ambiciones de liderazgo regional en Asia y en el marco de los BRICS. En ambos casos ha habido enfrentamientos militares.

En Oriente Medio, la proliferación nuclear es un peligro. Israel posee un arsenal nuclear –aunque no lo admite formalmente–. Irán cuenta con un programa nuclear civil que puede transformarse en militar si fracasan las actuales y difíciles negociaciones con Estados Unidos y Europa para volver al acuerdo que la Administración Trump anuló. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) negocian con Washington contar con tecnología nuclear para programas civiles pero que podrían ser militares, como una condición para establecer relaciones diplomáticas con Israel. Y el gobierno israelí amenaza cíclicamente con atacar a Irán.  

La crisis violenta entre Israel y Hamas a partir del 7 de octubre, que podría proyectarse en un enfrentamiento entre Irán e Israel, ha puesto en alerta a los países de la región, a Bruselas y Washington. Durante la Guerra Fría se temía que un enfrentamiento local pudiese llevar a un enfrentamiento de las grandes potencias con armas nucleares. Ahora un conflicto local puede escalar a regional, con uno de los actores amenazando con usar armas nucleares13

El imposible divorcio

En el curso de 2022 Estados Unidos lanzó la idea de que su economía, y especialmente el sector tecnológico productivo, debía “desvincularse” (delinking) de China. Empresas estadounidenses y europeas lo rechazaron: el coste de cerrar plantas de producción de bienes en China, y terminar programas tecnológicos totales o parciales conjuntos, alterar las cadenas de suministros, y los consiguientes cierres de mercados y represalias tendría un coste muy alto para China, pero también altísimo para Occidente14

Ahora un conflicto local puede escalar a regional, con uno de los actores amenazando con usar armas nucleares.

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La remodelación de “la geografía de las cadenas de suministro”, escribe Jean-Michel Bezat, resultará en mayores costos para las empresas y los consumidores que se abastecen de países más caros: sería un alto precio para garantizar la seguridad de Estados Unidos. Más importante aún, la política de reubicación en países amigos –Vietnam, Tailandia o Malasia– o cercanos –como México y Canadá– está lejos de haber aislado a la robusta industria china, que representa el 29% de la base instalada mundial, un tercio considerable más que hace diez años”. Muchos bienes que ahora se importan desde estos terceros países a Estados Unidos son fabricados con licencias y tecnologías chinas. 

Estados Unidos necesita, además, las denominadas “tierras raras”, el 60% de las cuales se extraen y el 90% se refinan en China. Los “estadounidenses compran menos en China que antes, pero están importando más de países con estrechos vínculos industriales con Beijing” (…) El FMI ha advertido sobre el riesgo de fragmentación geoeconómica, y es probable que un nuevo impulso proteccionista frene la actividad global en el mediano plazo”15.

Estados Unidos y China “están tan igualados que esta vez no puede haber ganadores, sólo perdedores”, opina Andrew Browne del Brunswick Group China Hub. “En consecuencia, dice, la primera señal de un verdadero deshielo llegará cuando ambos países reconozcan que ninguno puede dominar al otro”16.  Algunas empresas occidentales se han marchado de China, otras se quedan y reorientan su producción para el mercado interno, y 6 de cada 10 no han tomado una decisión17.

En septiembre el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan se reunió con el ministro de Exterior chino Wang Yi en Malta con el fin de “revivir la diplomacia de alto nivel entre los dos países, mantener abiertas líneas de comunicación y gestionar la relación de forma responsable”18. En noviembre se reunieron los presidentes Xi Jinping y Biden en San Francisco, con el fin de disminuir las tensiones.

Al final de agosto de 2023 altos representantes de China y Estados Unidos manifestaron su voluntad de reestablecer las buenas relaciones económicas (que alcanzan actualmente alrededor de 700.000 millones de dólares al año)19. Todos pasos que recuerdan los períodos de crisis y distensión de la Guerra Fría.

Tendencias

Observando las tendencias actuales, surgen dos interrogantes hacia el futuro. 

Primero, si servirán los beneficios de la vinculación entre China y Estados Unidos y Europa para disminuir la tensión política, sostener la competencia económico-tecnológica, y establecer mecanismos de seguridad entre las tres partes. El pragmatismo y la búsqueda de beneficio lo recomienda. Sin embargo, la lógica militarista, los intereses de la industria militar, y diferentes manifestaciones del nacionalismo extremista podrían llevar a enfrentamientos armados. Tampoco es descartable que una cadena de sucesos en Ucrania o Taiwán termine provocando un choque militar entre grandes potencias que ningún gobierno quiere. O las consecuencias imprevisibles de un conflicto regional, como en Oriente Medio.

Para Estados Unidos, la confrontación con China y la guerra –por delegación– con Rusia en Ucrania le sirve para relanzar su papel de líder de la OTAN cuando su crisis institucional y política interna es inmensa. A la vez, su apoyo a Israel y despliegue militar en el Mediterráneo oriental es una demostración de fuerza. Pero la hegemonía global que tenía ya no existe. Si Trump regresa al poder en 2024 habrá consecuencias y dilemas graves para Europa respecto de la guerra en Ucrania. Como en la Guerra Fría, este continente quedará en el centro de la tormenta, entre Estados Unidos y Rusia, y quizá sin el apoyo ni liderazgo de un aliado en el que ha confiado durante demasiado tiempo.

También habrá incertidumbres sobre el futuro de la OTAN y peligros para las negociaciones internacionales sobre cambio climático, refugiados, pandemias y cómo sostener un sistema multilateral reformado. Y aunque los Republicanos no lleguen a la Casa Blanca, la diplomacia estadounidense, sea en Ucrania o en Oriente Medio, no parece tener ideas novedosas, más allá de proveer armas masivamente. La propuesta del secretario de Estado Antony Blinken de revivir la solución de los dos estados para Israel y Palestina mientras Netanyahu arrasa Gaza es simplemente cínica o absurda.       

El sistema internacional está inmerso en serias tensiones entre potencias, y entre poderes regionales y locales. La época actual tiene diferencias sustanciales con la Guerra Fría. Pero en muchas de sus formas y tendencias hay peligrosas similitudes, aunque con más complejidad y menos instrumentos de control de posibles escaladas.  

Notas al pie
  1. Julian E. Barnes y Edward Wong “In Risky Hunt for Secrets, U.S. and China Expand Global Spy Operations”, The New York Times, 17 de septiembre, 2023. https://www.nytimes.com/2023/09/17/us/politics/us-china-global-spy-operations.html
  2. John Mearsheimer,  “Pourquoi les grandes puissances se font la guerre”, Le Monde diplomatique, agosto 2023. https://www.monde-diplomatique.fr/auteurs/john-mearsheimer (Traducido en Le monde diplomatique en español: “Realismo y rivalidad entre grandes potencias”, agosto, 2023).
  3. Para una discusión sobre el concepto de Guerra Fría ver capítulo 1 de Michael Doyle, Cold Peace. Avoiding the New Cold War, Liveright Publication Corporation, New York, 2023.
  4. Nick Turce y Alice Speri,“How the Pentagon Uses a Secretiove Program to Wage Proxy Wars”,  The Intercept, 1 de julio, 2022.  https://theintercept.com/2022/07/01/pentagon-127e-proxy-wars/
  5. Nick Turce, “Will the Biden Administration Shine Light on Shadowy Special OPS Programs?”, The Intercept, 20 de marzo, 2021. https://theintercept.com/2021/03/20/joe-biden-special-operations-forces/
  6. Charlie Savage y Eric Schmitt, “Rules for Pentagon Use of Proxy Forces Shed Light on a Shadowy War Power”, The New York Times, 14 de mayo, 2023. https://www.nytimes.com/2023/05/14/us/politics/military-proxy-niger-somalia-human-rights.html 
  7. Alia Brahimi, “Libya has a mercenaries problem. It’s time for the international community to step up”, The Atlantic Council, 21 de mayo, 2021. https://www.atlanticcouncil.org/blogs/menasource/libya-has-a-mercenaries-problem-its-time-for-the-international-community-to-step-up/
  8. “A new nuclear arms race looms”, The Economist, 29 de Agosto, 2023. https://www.economist.com/international/2023/08/29/a-new-nuclear-arms-race-looms?itm_source=parsely-api
  9. Ewen MacAskill, “Syria crisis has brought cold war back with a vengeance – UN”, The Guardian, 13 de abril, 2018. https://www.theguardian.com/world/2018/apr/13/cold-war-un-secretary-general-antonio-guterres-syria-douma-gas-skripal-salisbury 
  10. Sobre la lógica Realista y las grandes potencias aplicadas a cuestiones actuales ver John J Mearsheimer, “Great power rivalries: the case for realism”, Le monde diplomatique English edition, agosto, 2023, https://mondediplo.com/2023/08/02great-powers  ; traducido en “Por que as grandes potências fazem guerra”, Le monde diplomatique Brasil, 1 de agosto, 2023.  https://diplomatique.org.br/por-que-as-grandes-potencias-fazem-guerra/
  11. Steven Erlanger, “As Ukraine’s Fight Grinds On, Talk of Negotiations Becomes Nearly Taboo”, The New York Times, 1 de septimbre, 2023. https://www.nytimes.com/2023/09/01/world/europe/ukraine-fight-negotiations.html?smid=nytcore-android-share ; Cristian Segura, “Ucrania teme que la guerra acabe en una división del país como en la península de Corea”, El País, 24 de septiembre, 2023. https://elpais.com/internacional/2023-09-24/ucrania-teme-que-la-guerra-acabe-en-una-division-del-pais-como-en-la-peninsula-de-corea.html
  12. Eliot A. Cohen, “It’s Not Enough for Ukraine to Win. Russia Has to Lose”, The Atlantic, 19 de mayo, 2023. Ver Katrina vanden Heuvel, “The War Party Is Back”, The Nation, 7 de septiembre, 2023. https://www.thenation.com/article/world/war-ukraine-russia-putin-military/
  13. “China, Iran, Arab nations condemn Israeli minister’s statement about dropping a nuclear bomb on Gaza”, Associated Press, 14 de noviembre, 2023. https://apnews.com/article/israel-nuclear-weapons-gaza-iran-china-1e18f34dcec40582166796b0ade65768
  14. Jean-Michel Bezat, ‘Economists fear the effects of a decoupling of China and the United States’, Le Monde (English edition), 29 de Agosto, 2023. https://www.lemonde.fr/en/opinion/article/2023/08/28/economists-fear-the-effects-of-a-decoupling-of-china-and-the-united-states_6112061_23.html
  15. Ibidem.
  16. Andrew Browne et al. “Biden wants a ‘thaw’ with China. What would that take?”, The Washington Post, 16 de enero, 2023. https://www.washingtonpost.com/opinions/2023/06/16/china-blinken-visit-thaw-experts/?utm_medium=email&utm_source=newsletter&wpisrc=nl_opinions&utm_campaign=wp_opinions
  17. Yuan Yang y Patricia Nilsson, “Western companies take slow steps towards China ‘de-risking’”, Financial Times, 25 de septiembre, 2023. https://www.ft.com/content/6e903c40-a024-4299-9025-f358882813bb
  18. Demetri Sevastopulo, “US and China Officials Meet in Malta Ahead of Possible Bidden Xi-summit”, Financial Times, 17 September, 2023.   https://www.ft.com/content/716bad5d-3ecc-4987-a1a9-7fd75173268f
  19. Joe Leahy, “Raimondo maintains red lines on national security in Beijing visit”, Financial Times, 28 de Agosto, 2023. https://www.ft.com/content/86a43671-211e-4599-99b2-40507aef4e68?emailId=811d39b0-6d2e-4a3e-8c8d-d80699ee1a7f&segmentId=13b7e341-ed02-2b53-e8c0-d9cb59be8b3b