Su trabajo sobre la Compañía Británica de las Indias Orientales ha abarcado dos décadas: desde White Mughals (2002) hasta The Anarchy (2019), ha dedicado cuatro libros al tema, todos reunidos en el Company Quartet. Usted ha explorado constantemente el papel de la Compañía en la configuración de la historia de la India. ¿Qué ha motivado este continuo interés por la Compañía, y cómo ha evolucionado su comprensión de su impacto a lo largo de este trabajo?

Cuando uno ve estos libros ahora presentados en una sola carpeta, disponible en las librerías con el nombre de Company Quartet, es como si estuviera presenciando un plan brillantemente ejecutado hace dos décadas, y realizado a la perfección durante un largo periodo de tiempo. De hecho, fue una idea que tuvo mi editor tras la publicación del cuarto libro –The Anarchy–. El proyecto original que yo había aceptado era ligeramente distinto. Debía ahondar más en las raíces de la historia mogol en lugar de centrarme exclusivamente en la historia de la Compañía Británica de las Indias Orientales.

Afortunadamente, tuve el privilegio de contar con editores increíblemente comprensivos y colaboradores que me permitieron seguir el hilo cambiante de mis intereses. Con el tiempo, me fascinó cada vez más la Compañía de las Indias Orientales, una entidad corporativa singular con un ejército y un imperio. Es a la vez fascinante y aterrador ver cómo representa un oscuro ejemplo de hasta qué punto una corporación puede ejercer el poder. Al mismo tiempo, me intrigó profundamente el concepto más amplio de colonialismo y sus complejas implicaciones.

A diferencia de los temas que pueden perder relevancia con el paso del tiempo, la importancia de la Compañía de las Indias Orientales no ha hecho más que crecer con los años.

WILLIAM DALRYMPLE

En el Reino Unido hemos vivido un proceso único: el público británico tardó casi 70 años en empezar a comprender realmente las consecuencias de su política colonial en el resto del mundo. En cierto modo, fue más fácil para países como Alemania, que experimentaron la derrota y luego empezaron a hacer introspección tras el fin del nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, como vencedores, los británicos nunca hicieron ese examen de conciencia. Sólo ahora, con la aparición de una nueva generación de británicos de origen indio, estamos empezando a ver el mundo desde esta nueva perspectiva. 

Vivir en la India, donde paso la mayor parte de mi vida, me ha dado un nuevo sentido de lo que significa ser británico. A diferencia de otras potencias coloniales que vivieron intensos conflictos, Gran Bretaña no tuvo un equivalente a la Guerra de Argelia. No hubo un enfrentamiento decisivo al final de la India británica en 1947. De hecho, las cifras son asombrosas: mientras que 1,5 millones de personas murieron durante la partición, sólo 16 de ellas eran británicas. Ciegos ante este trauma final, los británicos nunca iniciaron realmente un proceso de introspección en profundidad.

Además, en los años 1970, cuando el Reino Unido ingresó en la Unión Europea, el debate público se alejó de la historia colonial. Los programas de humor de la época, como Monty Python, presentaban los debates sobre el imperio de forma desenfadada, a menudo burlándose del tema o ridiculizando a los nostálgicos de la época colonial. Aunque estos programas eran entretenidos, no lograban captar plenamente la gravedad del colonialismo –las masacres, las expropiaciones y la opresión–. Se trataba casi como una broma pomposa, pasando por alto la inmensa violencia de la época. 

En las dos últimas décadas ha resurgido el interés por la historia colonial, acompañado de una creciente conciencia del poder que ejercen las empresas multinacionales. El panorama tecnológico ha cambiado radicalmente; plataformas como Google, Facebook y Twitter, que no existían –o apenas existían– hace veinte años, se han convertido en gigantes mundiales. Este nuevo contexto hace aún más urgente el estudio de las primeras multinacionales. La Compañía Británica de las Indias Orientales es un ejemplo sorprendente. Era una entidad colosal con el doble de efectivos que el ejército británico en su apogeo en 1799.

En las dos últimas décadas se ha renovado el interés por la historia colonial, acompañado de una mayor conciencia del poder que ejercen las empresas multinacionales.

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Se trata de una bestia singular en la historia. Aunque las primeras sociedades anónimas, como la Muscovy Company o la horrible Royal African Company, responsable de gran parte del comercio de esclavos en los inicios del Imperio Británico, fueron importantes, ninguna alcanzó la escala de la Compañía Británica de las Indias Orientales. Su influencia se extendió por vastas regiones, convirtiéndola en dueña de importantes territorios en la India ya en la década de 1780. También construyó una sofisticada red comercial, orquestando el comercio de opio indio de contrabando a China. Los beneficios de este comercio le permitieron adquirir el preciado té chino, destinado a las costas de India, Europa y América. Este té, símbolo de ese comercio, fue arrojado con desdén al puerto de Boston en los albores de la Revolución Americana. Esta multinacional tenía tentáculos que se extendían por todos los continentes, controlando e influyendo en Estados de la India, China y más allá. 

En las dos últimas décadas, la importancia histórica de la Compañía ha pasado a ocupar un lugar central en el pensamiento histórico. Hace veinte años no podía esperar semejante evolución, pero ha sido fascinante observarla. A diferencia de otros temas que pueden perder relevancia con el paso del tiempo, la importancia de la Compañía de las Indias Orientales no ha hecho más que crecer con el paso de los años.

En su conclusión de The Anarchy, escribe que la Compañía de las Indias Orientales es una de las advertencias más impresionantes de la historia sobre el potencial abuso de poder de las corporaciones y cómo los intereses de los accionistas pueden confundirse con los del Estado. ¿Existen equivalentes contemporáneos, en Estados Unidos o en otros países?

La Historia tiene un ritmo único que no se repite de la misma manera. Como dijo Mark Twain: «La historia rima, pero nunca hace eco». El panorama contemporáneo es radicalmente distinto y, aunque personas como Bill Gates y Elon Musk tienen una influencia considerable, no controlan submarinos nucleares ni siquiera regimientos de infantería, como antaño hizo la Compañía de las Indias Orientales.

Narendra Modi durante la inauguración del Corredor Kashi Vishwanath Dham, una pasarela que une el sagrado Ganges con el templo secular dedicado a Shiva en Benarés, India, el 13 de diciembre de 2021. © Rajesh Kumar Singh/AP/SIPA

En cuanto a las multinacionales contemporáneas, no existen entidades con ejércitos capaces de emprender auténticas operaciones de conquista territorial. Desde 1945, algunas empresas, como la United Fruit Company, la Anglo-Persian Company en Irán o la ITT en el caso de Chile, han podido desempeñar un papel considerable en la decisión de desestabilizar gobiernos extranjeros, pero no se trata del mismo tipo de poder. 

Dicho esto, las multinacionales actuales ejercen un tipo de poder diferente. Más que en su poderío militar, su influencia radica en su capacidad para llevar a cabo complejas estrategias de elusión fiscal, que les permiten evadir impuestos en los propios países en los que operan. A través de paraísos fiscales o aprovechando leyes fiscales como las que ofrecen los países que pretenden jugar a la competencia fiscal, evaden los niveles esperados de tributación. Esta singular forma de poder les permite operar minimizando sus obligaciones.

Además, la dinámica de poder contemporánea gira en torno al control de los datos. La recopilación de información a través de nuestros teléfonos permite a las empresas predecir nuestro comportamiento, preferencias e incluso inclinaciones íntimas. Este poder basado en los datos es diferente del poder militar tradicional, pero no por ello menos notable o amenazador. A medida que nos adentramos en la era de la inteligencia artificial, la trayectoria potencial de este poder sigue siendo incierta.

El trabajo de Shoshana Zuboff en Surveillance Capitalism (2019) ofrece una perspectiva que invita a la reflexión sobre el extraordinario poder que ejercen las empresas tecnológicas. Aunque no es directamente comparable al poder militar y colonial de la Compañía de las Indias Orientales, este nuevo tipo de poder tiene un peso enorme. Es similar en su capacidad para moldear e influir en la sociedad, aunque por medios diferentes. Esta transformación de la dinámica del poder sugiere que, aunque las formas de poder han evolucionado, la preocupación subyacente por la influencia incontrolada de las grandes empresas sigue siendo una cuestión central en el discurso contemporáneo.

A la luz de su investigación sobre la Compañía Británica de las Indias Orientales, ¿cree que el legado y las consecuencias de esta empresa colonial siguen manifestándose en la India actual?

El legado perdurable de la Compañía de las Indias Orientales es innegable e influye en la India contemporánea de muchas maneras: las huellas de esta empresa colonial perduran y resuenan hasta nuestros días.

Por ejemplo, las instituciones que forman la columna vertebral de la India actual. Muchas de ellas fueron creadas por la Compañía Británica de las Indias Orientales. El ejército indio es un ejemplo perfecto: muchos regimientos se remontan a la época de la Compañía, sobre todo Skinner’s Horse y Gardner’s Horse. Fundados originalmente por la Compañía, estos regimientos siguen figurando entre los más prestigiosos del ejército moderno. Este vínculo directo une el pasado con el presente, subrayando ciertos efectos de continuidad, más allá de las rupturas que han marcado la historia de la India desde finales del siglo XVI. 

El legado de la Compañía es algo más que una nota a pie de página en la historia; es un hilo vivo entretejido en la trama de la sociedad india contemporánea.

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Además, la influencia de la Compañía de las Indias Orientales se extiende a diversos sectores, como el sistema judicial, las instituciones educativas, la policía y muchos otros. Los cimientos sentados por la Compañía se han integrado con fluidez en la India moderna, configurando su paisaje institucional. El legado de la Compañía es algo más que una nota a pie de página en la historia; es un hilo vivo entretejido en la trama de la sociedad india contemporánea.

Pero su influencia no se limita a las instituciones formales. También se refleja en las actitudes y comportamientos que impregnan la sociedad. La forma en que los funcionarios y la policía interactúan con los ciudadanos tiene ecos del pasado. A veces hay un innegable tinte de desprecio cuando se interactúa con funcionarios o miembros de las fuerzas del orden. Esta actitud, que se observa a menudo cuando se viaja por la India, puede considerarse un vestigio del periodo colonial, o incluso directamente de la Compañía Británica de las Indias Orientales en su trato con la población local. 

En resumen, el legado de la Compañía de las Indias Orientales sigue estrechamente ligado a la India contemporánea, haciéndose eco a través del tiempo en instituciones, comportamientos y dinámicas sociales. Este impacto duradero da fe de los efectos profundos y de largo alcance que las empresas coloniales pueden tener en la trayectoria de una nación.

¿Y en el Reino Unido? ¿Qué legado dejó la Compañía? 

La relación del Reino Unido con el legado de la Compañía es fascinante y a menudo está determinada por los cambios en la conciencia histórica británica. Inicialmente, la influencia de la Compañía se había desvanecido, pero un reciente resurgimiento del interés ha alterado radicalmente esta perspectiva. Este año se publicarán multitud de libros dedicados a la Compañía y al Imperio Británico, como muestra de un redescubrimiento que también se asemeja a una revisión histórica. 

Durante mucho tiempo, las novelas, el cine y la televisión británicos presentaron el Raj como una época elegante de encanto pintoresco, trajes impecablemente confeccionados, sombrillas y césped cuidado. Las películas de Merchant-Ivory fueron un ejemplo de esta estética, cultivando una visión de orden y refinamiento que desplazaba a la India la fantasía de una Gran Bretaña inmemorial e idílica. 

Su legado, sin embargo, es mucho más ambivalente. Está claro que la Compañía, como precursora de las multinacionales, dominaba el arte de influir en la política utilizando su poder financiero para dar forma a la legislación, asegurarse aliados políticos y conseguir honores y cargos, hasta llegar a la Cámara de los Lores. Esta práctica, que se originó en el siglo XVIII, aún persiste de forma distintiva en la sociedad británica contemporánea.

Durante mucho tiempo, las novelas, las películas y la televisión británicas presentaron el Raj como una época elegante de encanto pintoresco, trajes impecablemente confeccionados, sombrillas y césped cuidado. 

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Aunque la Compañía de las Indias Orientales es una reliquia del pasado, quedan vestigios de su influencia. Sorprendentemente, el Ministerio de Asuntos Exteriores sigue utilizando mobiliario con el emblema de la Compañía de las Indias Orientales para sus reuniones oficiales. Esta conexión tangible con la historia es palpable; sillas y retratos encarnan este efecto de continuidad a través de los siglos. Caminando por los pasillos del Foreign Office, nos recibe una serie de retratos de importantes figuras de la Compañía, como Richard Wellesley y Robert Clive. La presencia de este último es especialmente marcada, con cuatro imágenes distintas colocadas estratégicamente por todo el edificio. El simbolismo que encierran estos objetos subraya el encuentro entre la historia y la diplomacia contemporánea. 

Antes ha mencionado otras compañías, ninguna tan próspera como la Compañía de las Indias Orientales. ¿Cómo explica este éxito?

El auge de la Compañía de las Indias Orientales se basó en una multitud de factores y en la convergencia de ventajas estratégicas que allanaron el camino para su excepcional éxito.

La primera de estas ventajas fue el hábil modo en que la Compañía aprovechó el declive del Imperio mogol. Este declive creó un vacío de poder que la Compañía se apresuró a llenar. Sorprendentemente, los puntos fuertes de la Compañía coincidieron perfectamente con las vulnerabilidades de los Estados que sucedieron a los mogoles. Aunque los británicos no eran necesariamente bien recibidos, su fiabilidad y disciplina fiscal jugaron a su favor. Los banqueros y financieros indios, aunque no apreciaban especialmente a los británicos, reconocían la capacidad de la Compañía para cumplir puntualmente sus obligaciones financieras. Este enfoque pragmático fue esencial para ganarse el apoyo de estos prestamistas.

En contraste con el tumultuoso panorama de la época, la Compañía de las Indias Orientales encarnaba la modernidad y la eficacia profesional. Frente a los riesgos e incertidumbres asociados a los tribunales indígenas, funcionaba como una empresa contemporánea. Las transacciones financieras se realizaban de forma transparente, con contables y mecanismos de reembolso bien organizados. Esta habilidad comercial los diferenciaba y creaba un sentimiento de confianza entre sus socios.

Lo que también es destacable es que el ascenso de la Compañía de las Indias Orientales fue orquestado por un puñado de funcionarios y oficiales militares, que sabiamente reclutaron mercenarios indios. Esta estrategia contribuyó al excepcional éxito de la Compañía, ya que la inmensa mayoría de su ejército estaba formado por fuerzas indias (casi el 95%). Pero esta dependencia de los soldados indios desempeñó un papel decisivo en el declive de la Compañía, y su importancia quedó de manifiesto con la revuelta de Cipaye –que comenzó como un motín entre las tropas de la Compañía– en 1857, que estuvo a punto de derrocarla.

La eficaz gestión de la Compañía se extendió también a sus transacciones financieras. El préstamo de dinero a prestamistas indios, que adoptaban un enfoque contable, era crucial. Estos prestamistas comprendieron que, a pesar de sus diferencias culturales y sus reservas hacia los británicos, contaban con un modelo fiable que garantizaría sus fondos. Puede que los británicos no les gustaran o no les comprendieran del todo, pero eran dignos de confianza cuando se trataba de cumplir con sus obligaciones financieras. Esta postura pragmática condujo a alianzas financieras duraderas.

Esta dependencia de los soldados indios desempeñó un papel clave en el declive de la Compañía, y su importancia se puso de manifiesto con la revuelta de Cipaye.

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En lugares como Calcuta, la dinámica era similar a la de paraísos fiscales contemporáneos como Dubai o Singapur. Era posible acumular riqueza sin la carga de pesados impuestos. Para los prestamistas indios, acostumbrados a tratar con gobernantes locales que a menudo eran depredadores económicos, los británicos ofrecían un entorno económico más favorable en el que una gran proporción de sus ganancias permanecía intacta. Familias como los Marwari, que apoyaron a los británicos, prosperaron en este entorno, y su legado sigue siendo palpable hoy en día.

Hoy, en el norte de Calcuta, las casas de estas familias son testimonio del legado perdurable de sus decisiones estratégicas. Aunque sus residencias principales se han trasladado a menudo a metrópolis modernas, las antiguas mansiones permanecen como tributo al éxito perdurable de quienes tuvieron el pragmatismo de apoyar a los británicos.

¿Así que, en última instancia, el éxito de la Compañía residió en su capacidad para equilibrar la violencia extrema con la habilidad contable?

Absolutamente, el enfoque de la Compañía era dual, combinando finamente la habilidad contable y la violencia extrema. Esta dicotomía marcó la trayectoria de la Compañía y, después de ella, la del Imperio Británico: un dominio de las estrategias militares, influido en particular por el pensamiento de Federico el Grande sobre armamento y tácticas, unido a una aptitud para las maniobras financieras, gracias a su adopción de los métodos holandeses de gestión de los mercados monetarios y de creación de bolsas de valores.

El enfoque de la Compañía era dual, combinando finamente la habilidad contable con la violencia extrema. 

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Cabe señalar que los británicos impusieron un concepto innovador –la sociedad por acciones– que sigue siendo esencial en el panorama empresarial moderno. Aunque se pueden encontrar ecos de estructuras similares en los gremios y en diversas hermandades árabes, la forma innovadora de la sociedad por acciones, desarrollada por primera vez por la Compañía Moscovita en 1585, supuso una auténtica revolución. Este ingenioso concepto permitió a las empresas de éxito obtener un importante respaldo financiero, abriendo de hecho las puertas a una financiación casi ilimitada.

La fuerza de los británicos residía en su capacidad para fusionar a la perfección estos elementos aparentemente dispares.

Usted cuestiona los trabajos recientes que matizan la visión de la India del siglo XVIII como un periodo de tumulto social y político. En concreto, escribe que el revisionismo histórico ha ido demasiado lejos. ¿Qué le ha llevado a adoptar esta postura alternativa?

Durante mucho tiempo prevaleció la visión de un siglo XVIII anárquico, sobre todo porque así lo describían las fuentes inglesas y persas. Sin embargo, los años 1980 introdujeron una nueva perspectiva, en la que la aparición de los Estados sucesores (de los mogoles) se considera un terreno fértil para el advenimiento del capitalismo. Sin embargo, mi perspectiva difiere de la planteada, por ejemplo, por Christopher Bayly.

Sacerdotes hindúes rezan en el Ganges tras la inauguración del corredor Kashi Vishwanath Dham, una pasarela que une el sagrado Ganges con el templo secular dedicado a Shiva en Benarés, el 13 de diciembre de 2021. © Rajesh Kumar Singh/AP/SIPA

Para mí está claro que vastas zonas del centro y el norte de la India se encontraban en un estado de anarquía total. Eran regiones donde los mercaderes no se atrevían a aventurarse sin formidables escoltas militares, cuando no verdaderos ejércitos. La verdad es que grandes zonas del país eran esencialmente inaccesibles al comercio y al desarrollo. Las otrora gloriosas ciudades de Delhi y Agra permanecieron en ruinas durante gran parte del siglo XVIII.

Ofrezco una perspectiva matizada. Para mí, es totalmente plausible que estas dos realidades –la anarquía y la aparición de un capitalismo floreciente– pudieran haber coexistido. Imaginemos la anarquía reinante en corazones históricos como Delhi y, al mismo tiempo, la aparición de instituciones capitalistas y centros bancarios en lugares como Bana. Se trata de dos relatos paralelos que, lejos de ser contradictorios, se entrecruzan y entrelazan.

Su estilo es muy vivo. Por ejemplo, hace retratos sorprendentes de sus protagonistas. ¿Cómo navega entre la precisión histórica y una forma de brillo narrativo a la hora de reconstruir las vidas y motivaciones de estos individuos?

En primer lugar, quiero subrayar que mis libros se basan en una investigación rigurosa. No hay lugar para adornos ficticios ni libertades creativas. Si digo que el sol brilló un día concreto de la historia, es porque tengo una fuente que lo confirma. Esta meticulosa investigación es la razón por la que encontrará unas 120 páginas de notas a pie de página en The Anarchy. Cada afirmación está respaldada, cada detalle apoyado.

Si tomo el comienzo de White Mughals, me sumerjo en un extraordinario informe en el que funcionarios británicos interrogan a William Kirkpatrick (1754-1812) sobre su vida personal. Esta fuente, que abarca varias páginas y se asemeja a los interrogatorios policiales modernos, capta la dimensión humana de este momento histórico. Es como entrar en una conversación del pasado y vivirla en directo.

Lo verdaderamente notable es la abundancia de archivos disponibles del siglo XVIII. La gente de aquella época documentaba cada rincón de su vida, conservando cartas, diarios y memorias. Este tesoro ofrece una representación polifacética de la época. Otro elemento clave que ha enriquecido mi trabajo es la inclusión de fuentes persas hasta ahora inexploradas. Estas traducciones, realizadas por Bruce Wannell, mi traductor y amigo fallecido justo antes de la publicación de The Anarchy, revelaron historias que nunca antes habían salido a la luz. Estas fuentes, combinadas con la excepcional fluidez y rigor académico de Bruce, han insuflado una vida increíble a esta historia. 

Si digo que el sol brillaba un día concreto de la historia, es porque tengo una fuente que lo confirma.

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Bruce, que era a la vez traductor y verdadero erudito, desempeñó un papel esencial en esta labor de investigación y crítica documental. Tenía una habilidad única para adentrarse en los textos persas y extraer de ellos una prosa bella y elaborada. Sus meticulosos comentarios en los márgenes de mis primeros borradores también garantizaron que la historia se mantuviera fiel a nuestras fuentes. Hoy le echo muchísimo de menos.

En The Anarchy, como en varios de sus artículos, usted insiste en que el Imperio, como fenómeno político y geopolítico, es una constante, una permanencia. ¿Cómo ve la evolución de este fenómeno en el contexto actual? ¿Dónde están los imperios de hoy? ¿Y son diferentes de los imperios del pasado?

Aunque cada imperio tiene sus propias características, el hilo conductor es la ambición de las potencias dominantes de extender su dominio sobre territorios más débiles, de extraer recursos, mano de obra y servicios. No creo que este impulso desaparezca nunca. 

La evolución del Imperio en nuestro tiempo revela toda una serie de continuidades y adaptaciones. China, por ejemplo, no es una potencia que asociemos con los imperios tradicionales. Sin embargo, si se examina más de cerca, encarna la esencia misma del imperio. La influencia de China sobre regiones como el Tíbet y Xinjiang recuerda a las empresas coloniales del pasado, basadas en la gobernanza centralizada, la extracción de recursos y la explotación laboral. Los ecos del pasado son innegables y, en algunos casos, sorprendentemente amplificados. Ver a los chinos en Xinjiang es como ver a los británicos en la Bengala del siglo XVIII. 

Y luego está el Imperio estadounidense –otra extraña bestia–. How to Hide an Empire: A Short History of the Greater United States, de Robert V. Remini, capta perfectamente su complejidad. Es una exploración fascinante de las sutilezas que definen a este coloso.

La influencia de China sobre regiones como Tíbet y Xinjiang recuerda a las empresas coloniales del pasado, basadas en el gobierno centralizado, la extracción de recursos y la explotación laboral.

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Usted es un historiador de la India que vive en el país. En un artículo de 2014 para The New Statesman, justo antes de la elección de Modi, recordó su papel en la masacre de Gujarat de 2002 y retomó las críticas que lo consideraban un neofascista o un «Putin indio». Después de casi diez años, ¿ha superado el «modismo» sus peores expectativas?

Si me hubieran hecho esta pregunta hace cinco años, quizá habría cuestionado mi análisis inicial. Durante sus primeros cinco años, hubo cierta moderación, no muy diferente de las coaliciones anteriores. Pero con el inicio de su segundo mandato, hace cuatro años, se produjo una transformación radical. En este periodo surgieron políticas mucho más extremas en relación con los musulmanes, la gestión de Cachemira, las ambiciones geopolíticas de India y la promoción del concepto de una «Gran India». Esta idea ha llegado incluso al mapa que se exhibe en el Parlamento indio, que incluye países como Pakistán, Bangladesh, Nepal y Bután dentro de India.

Lo que no preveía cuando escribí ese artículo era la notable eficacia de este gobierno en varios frentes. Económicamente, el crecimiento de India se ha disparado hasta un impresionante 7,5%, lo que la convierte en la gran economía de más rápido crecimiento del mundo, superando incluso a China. Sin embargo, esta eficacia no se ha limitado a los asuntos económicos. También se ha extendido a la supresión de la libertad de prensa, la limitación de la libertad académica y la represión de la oposición. Una forma extrema de islamofobia hindú combinada con un nacionalismo violento ha ganado terreno mucho más allá de lo que hubiera podido imaginar. Esta ideología ha ganado en popularidad, sobre todo en el Norte.

En el centro de todo esto está la eficacia de la administración Modi, que tiene algo de bismarckiano. La forma en que han conseguido acallar las voces de la oposición, silenciar el mundo académico y controlar la disidencia es realmente inquietante. Este control se ejerce con una eficacia que va más allá de lo que cabría esperar normalmente de un gobernante indio. Confieso que había subestimado las capacidades de Modi. 

Pero aunque esta eficacia ha contribuido al fortalecimiento económico de India, ha tenido un coste terrible. El mandato de Modi ha ido en detrimento de los derechos humanos, la libertad política y la libertad de expresión. Incluso yo he optado en parte por autocensurarme. Por ejemplo, evito expresar esas opiniones en plataformas como Twitter…

¿Diría usted que, al igual que Putin y Erdogan, Modi está utilizando la historia al servicio de su agenda nacionalista hindú? Si es así, ¿cuál es su versión de la historia?

Hay una notable diferencia de sofisticación histórica entre ellos. El enfoque de Putin consiste en profundizar en los libros de historia sobre figuras como Catalina la Grande e Iván el Terrible. Su lectura de la historia se refleja en sus maniobras estratégicas (lo que no quiere decir que realmente la entienda). En cambio, los dirigentes del BJP no tienen una profundidad histórica comparable: no se preocupan realmente de leer historia. Esta falta de sofisticación histórica es particularmente evidente en el enfoque de Modi.

Mientras que Putin es un observador meticuloso del pasado, el uso que Modi hace de la historia es más simplista. Su versión de la historia gira en torno a una visión bastante burda de un glorioso pasado hindú. Esta narrativa se remonta a la antigüedad y celebra la magnificencia, la cultura y el esplendor de la antigua India. Para Modi, su colapso es atribuible a diversos factores históricos, como las invasiones islámicas y el colonialismo, por erosionar supuestamente la grandeza de la India. La esencia de la narrativa histórica de Modi se centra a menudo en los agravios que los musulmanes y los británicos infligieron a India. Sus discursos insisten con frecuencia en estos dos puntos, que resuenan con fuerza entre sus partidarios. 

Mientras que Putin es un meticuloso observador del pasado, Modi hace un uso más simplista de la historia.

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Además, a veces hace un uso extraño de referencias históricas o mitológicas. Por ejemplo, en la inauguración de un hospital, se refirió a Ganesh, el dios con cabeza de elefante, como ejemplo de la antigua cirugía plástica, para vergüenza del público. 

En una entrevista concedida a The National el pasado mes de enero, afirmó que, en su opinión, el «apogeo del hipernacionalismo» estaba menguando en India. ¿Por qué piensa así? ¿Qué margen de maniobra tienen las regiones para contrarrestar el poder central?

En las recientes elecciones parciales de Karnataka, centro neurálgico del sector tecnológico indio, el partido del Congreso tomó la delantera, desafiando al BJP. Aunque se trata de una elección aislada, podría indicar el inicio de una tendencia más amplia en el Sur, donde el nacionalismo hindú de derechas está encontrando cierta resistencia.

Esta distinción regional es especialmente visible en estados como Kerala y Tamil Nadu, que se han mostrado menos proclives a abrazar el discurso nacionalista hindú que el Norte. Dicho esto, el Norte tiene un peso electoral importante debido a su densidad de población, sobre todo en estados como Uttar Pradesh, donde la popularidad de Modi sigue siendo muy alta, alcanzando a veces el 80%.

El atractivo de Modi, reforzado en particular por su retórica y sus acciones antimusulmanas, ha impulsado aún más su popularidad. Además, su discurso sobre el renacimiento de la India se ve reforzado por éxitos como el reciente lanzamiento del cohete Chandrayaan a la Luna. También se destaca la posición de India como potencia mundial emergente. El país ya ha superado al Reino Unido, lo que fue celebrado. Ahora la ambición declarada es superar a Alemania y Japón en la próxima década.

A pesar de la oposición de ciertas regiones, la influencia de Modi sigue siendo imponente, transmitiendo una visión de una India más fuerte que resuena profundamente. Las esperanzas de la oposición residen en la resistencia de ciertas regiones, sobre todo del Sur, donde podría arraigar un contradiscurso. En última instancia, el objetivo es unificar las fuerzas de la oposición para configurar un panorama político más integrador. Además, los partidos de la oposición ya han dejado de librar batallas estériles. 

India ya ha superado al Reino Unido, y eso se ha celebrado. Ahora la ambición declarada es superar a Alemania y Japón en la próxima década.

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Aunque el Sur puede servir de contrapeso al hipernacionalismo, hay que admitir que el atractivo del nacionalismo de Modi es abrumador en el panorama político actual. Personalmente, estoy convencido de que ganará las próximas elecciones.

Un grupo de musulmanes se aprieta en la parte trasera de un minicamión y abandona la zona con sus pertenencias tras la violencia comunal del martes en Nueva Delhi, India, el 26 de febrero de 2020 © Rajesh Kumar Singh/AP/SIPA

Usted se ha pasado la vida combatiendo los mitos anglocéntricos. ¿En qué se diferencian de las narrativas indocéntricas? 

Es un tema en el que estoy trabajando intensamente en estos momentos, porque el libro que estoy escribiendo actualmente trata sobre la expansión de las ideas indocéntricas en los primeros siglos del primer milenio después de Cristo. Creo que este tema puede interesar especialmente a los admiradores de Modi. Crea un contraste interesante. Por un lado, resuena entre la gente que aprecia las ideologías de Modi, alineándose con ciertas perspectivas hinduocéntricas. Pero, por otro lado, también señalo que el nacionalismo hindú está encontrando una fuerte resistencia en las universidades del Sudeste Asiático en la actualidad.

El budismo, una religión típicamente india, ha viajado por toda Asia, imponiendo conceptos indios por el camino. Aunque la India no conquistó militarmente el sudeste asiático, la región absorbió voluntariamente conceptos indios, como la cosmología, la astronomía, etc. La influencia fue profunda, lo que llevó al nacionalismo hindú a ser una de las religiones más antiguas de Asia. La influencia fue profunda y condujo a la adopción de ideas indias en Camboya, Vietnam, Tailandia y Birmania. No obstante, este vínculo dinámico contrasta con la idea de una conquista colonial india de la región, que merece una cuidadosa matización.

En mi próximo libro también cuestionaré las percepciones centradas en China que se han difundido ampliamente en Occidente. Por ejemplo, cuestiono la importancia de la Ruta de la Seda, noción que pongo en tela de juicio, sugiriendo que sólo fue temporal. Por el contrario, sostengo que la India desempeñó un papel más central en la vinculación de Occidente y Oriente, con pruebas de importantes interacciones comerciales. Notablemente, las pruebas sugieren que una parte significativa del presupuesto militar romano procedía de los aranceles sobre las importaciones de la India, como el marfil y la seda. Los barcos surcaban regularmente los mares entre la India y Kerala, fomentando un comercio que unía diversas regiones.

Personalmente, usted ha sido blanco de los nacionalistas hindúes, como durante la polémica que siguió al anuncio de la publicación de Delhi Riots 2020: The Untold Story1. En otras ocasiones, le han comparado con los colonizadores sobre los que trabajó durante décadas. ¿Es muy difícil para un extranjero trabajar hoy en la historia de la India?

Trabajar en la historia de la India como académico extranjero te expone hoy a este tipo de acusaciones. Este incidente puso de relieve la complejidad de mi papel en la India, en particular mi participación en el Festival de Literatura de Jaipur, que cofundé y sigo codirigiendo. Esto ha dado lugar a acusaciones y ha suscitado dudas sobre mi posición. En concreto, se me ha acusado de cerrar el festival a los autores indios… 

Siempre hay retos cuando trabajas en el extranjero, especialmente en un país con una historia tan rica y compleja como la de la India. Pero a pesar de estos retos, el festival siempre ha sido un éxito. 

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Pero a pesar de estos retos, la India me ha dado una cálida bienvenida durante más de tres décadas. Es donde mis libros encuentran su mayor número de lectores y donde mi podcast «The History of India» es más popular. También tengo el privilegio de colaborar con algunos de los académicos más destacados de la India. Estas interacciones han enriquecido mi comprensión y profundizado mi compromiso con el país.

La clave, creo, es la sinceridad. La pasión por el tema es primordial. Mi fascinación por la India es sincera y nace de una auténtica curiosidad académica. Por supuesto, siempre hay retos cuando se trabaja en el extranjero, especialmente en un país con una historia tan rica y compleja como la India. Sin embargo, estos retos son también los que hacen que el trabajo sea tan gratificante.

La India contemporánea está en una encrucijada. Se enfrenta a retos internos y externos. Su papel en la escena mundial no deja de crecer, y con él la necesidad de comprender su historia y su cultura. En este contexto, me parece que las contribuciones de los historiadores extranjeros son aún más valiosas.

Notas al pie
  1. Disturbios en Delhi 2020: The Untold Story, publicado en 2020, pretendía revelar la verdad sobre los sangrientos disturbios antimusulmanes ocurridos en Delhi en febrero de 2020. Los autores atribuían la responsabilidad a los «yihadistas», así como a los «naxalitas urbanos», un término que apareció en 2018 en el léxico de Modi para designar a la oposición de izquierdas. Este análisis es cuestionado por varias organizaciones de derechos humanos, entre ellas Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Publicado inicialmente por Bloomsbury India, la editorial se retiró ante el escándalo provocado por el anuncio del libro. Una editorial próxima al nacionalismo hindú, Garuda Prakashan, tomó rápidamente el relevo y recibió un gran número de pedidos anticipados. Los autores, académicos y abogados vinculados al gobierno, alegaron que se estaba coartando su libertad de expresión. Presentaron una denuncia formal contra Bloomsbury India, acusando a la empresa de abuso de confianza y otros delitos penales. También acusaron a algunos intelectuales, entre ellos William Dalrymple, de sembrar el odio entre comunidades. La situación polarizó a la comunidad intelectual, lo que llevó a varios autores a romper lazos con Bloomsbury India.