La acción común de europeos y de latinoamericanos podría ayudar a romper esta fatalidad del siglo XX: ¿por qué somos oprimidos en nombre de la libertad, esclavizados en nombre de la justicia, asesinados en nombre de la vida? Este azoro paradójico proviene de que hemos alcanzado la desgracia con los instrumentos destinados a la felicidad.
Carlos Fuentes, 1982 1
Para nadie es un secreto que la guerra de conquista que Rusia lanzó en contra de Ucrania en febrero de 2022 constituye uno de los acontecimientos centrales de la primera mitad de este siglo. Como aquellas tragedias a las que se refirió la escritora mexicana Elena Garro alguna vez, se trata de un conflicto armado que hunde sus raíces en la experiencia histórica 2 de una porción del mundo definida por circunstancias geopolíticas especialmente complejas 3. Al mismo tiempo, el retorno de la guerra a Europa en la tercera década de este siglo parece ser la expresión de un fenómeno inquietante: la erosión acelerada del orden mundial que emergió en Occidente en los primeros días de la Posguerra, cuando las democracias liberales que forman parte del mundo atlántico proyectaron sus valores políticos a escala global.
No sin razón, en el verano de 2022 Gilles Gressani y Mathéo Malik apuntaron algo que hoy debería ser evidente: vivimos a la sombra de un momento especialmente peligroso; un periodo de fractura que da cuenta de los muchos desequilibrios geopolíticos del presente 4. Por ello, la manera en la que las sociedades de América Latina han reaccionado al retorno de la guerra en los linderos del continente europeo resulta especialmente desconcertante: en el día de la prueba muchos de los gobiernos de la región respondieron con un silencio oprobioso al llamado a condenar abiertamente la invasión, mientras que algunos otros recurrieron a una estudiada ambigüedad que se ha hecho pasar desde entonces por expresión de prudencia política o verdadero genio estratégico 5. No faltó tampoco quien apostó a jugar en la posición de equilibrista, obligado por las circunstancias a dar razón de su paso a unos y otros.
Estas líneas se escribieron originalmente en la primavera de 2023, cuando —en el marco del asedio a Bajmut— el gobierno del Presidente Zelenski dio a conocer el inicio de una ofensiva general 6 en contra del agresor ruso con el objeto de poner fin a la modalidad de «guerra de desgaste» 7 (attrition warfare), que tan cara ha resultado para ambos beligerantes. Este ejercicio de reflexión se actualiza ahora en la antesala de una primavera que en 2024 se antoja especialmente compleja 8. No sólo por el hecho de que la ofensiva lanzada entonces por Ucrania forma parte de una apuesta estratégica de más largo aliento; sino porque la confrontación geopolítica que enfrenta a Rusia con Occidente se ha ampliado a una escala de la que no escapa ya ninguna porción del mundo.
A un año de distancia, la urgencia de saber quién está ganando realmente este conflicto puede llevar a conclusiones apresuradas. Por eso, a decir de Sir Lawrence Freedman 9 el desafío central consiste en reconocer que las narrativas que prometen una victoria definitiva para unos u otros son prematuras. Lo que resulta urgente no es anticipar desenlaces, sino entender el carácter de una guerra en la que actualmente la defensa predomina sobre la ofensiva. Al mismo tiempo, Valerii Zaluzhnyi ha apuntado recientemente que en 2024 Ucrania no debe olvidar uno de los criterios centrales del arte de la guerra: hacer frente con creatividad a la exigencia de adaptarse a las circunstancias de un paisaje estratégico siempre cambiante. En busca de una nueva teoría de la victoria, quien hasta hace poco era todavía Comandante en Jefe de los ejércitos ucranianos destaca la necesidad de recurrir a sistemas tecnológicos avanzados para dar sustento a un concepto de operaciones renovado. Su salida, apunta Eliot Cohen 10, sólo confirma el principio de supremacía civil en el que descansa la conducción de la guerra en toda sociedad democrática.
Sea como sea, lo cierto es que a la defensa armada de Ucrania se suman hoy nuevos escenarios de conflicto a escala global. El último año da cuenta del asalto lanzado por Azerbaiyán en contra de la población armenia en Nagorno-Karabaj y de la concentración de tropas serbias en las fronteras con Kosovo. También, de la ola de golpes de Estado que han sacudido a los países del Sahel y del uso de los flujos migratorios como instrumento de desestabilización en toda la cuenca del Mediterráneo. Por si esto fuera poco, el inicio de la guerra de Sucot, que enfrenta a Hamas con Israel en la franja de Gaza, anticipa un nuevo ciclo de inestabilidad política para Medio Oriente que podría conducir a un conflicto general en la región. La guerra se amplía.
Por ello, el propósito de estas líneas no es políticamente inocente. Se trata, a un tiempo, de una invitación y de una advertencia. La invitación es sencilla: gira simplemente en torno al llamado a abandonar de una vez por todas la ambigüedad en la que México se ha mantenido hasta ahora con relación a la guerra de independencia de los ucranianos. En contraste, la advertencia es más ominosa: consiste en señalar que el posicionamiento definitivo de México con relación a ese conflicto ejercerá una influencia decisiva sobre el modo en el que la sociedad mexicana imagine el lugar de su país en el orden futuro del mundo. Por demás está decir que se trata de una advertencia que también concierne a muchas otras sociedades de América Latina en el presente.
¿»Dentro de la guerra» o fuera? La lucha ucraniana vista desde el otro gran continente
Como era de esperarse, la guerra que Rusia lanzó contra Ucrania hace dos años encontró a la sociedad mexicana distraída en su esfuerzo por dar respuesta a graves problemas de orden interno. De cierto modo, la magnitud de la violencia mexicana nos ha impedido prestar atención a lo que sucede en el mundo. Ante la exigencia de pensar la «guerra» 11 en nuestras tierras, en los hechos los mexicanos hemos sido incapaces de entender los alcances del retorno de la guerra a gran escala para un pueblo que en esa lucha se juega su supervivencia. A esta circunstancia se suma un hecho adicional: el agotamiento de la «cultura estratégica» 12 que México forjó a lo largo del siglo pasado a la sombra del régimen autoritario que emergió tras la gran guerra civil de 1910 –acaso la primera guerra total librada en el continente americano, si se da crédito a lo dicho con relación a este tema por el eminente historiador británico Alan Knight 13–.
Esto, como lo ha señalado Ulrike Franke 14 al referirse a la experiencia histórica de su propio país, es una mala noticia para México, pues sugiere que la sociedad civil mexicana carece del vocabulario político-conceptual para orientarse ante las realidades geopolíticas del presente. En la antesala del que será el más amplio proceso político-electoral de su historia moderna, la sociedad mexicana carece de consensos mínimos con relación a su agenda de seguridad nacional 15.
No obstante, lo sucedido en Ucrania nos concierne en primer lugar porque esa guerra ha hecho que el mundo sea hoy un lugar más peligroso e inestable. Sociedades como la mexicana no participan directamente en la guerra, pero están insertas en ella dada la magnitud de los intercambios globales. En mayo de 2022, en el marco de un coloquio celebrado en la Sorbona organizado por el Grand Continent para dimensionar la complejidad del conflicto, Etienne Balibar postuló esa tesis al referirse a otras sociedades situadas en los linderos de Occidente: “Esos países no están «en guerra», pero sí «en la guerra»”. Si esto es así para los pueblos de África y Medio Oriente, con mayor razón debe resultar de interés para las sociedades de América Latina, el otro gran continente allende el mar que históricamente fue constituido por la reinvención de los valores de Occidente.
Precisamente, a ese continente se refirió en 1958 el historiador mexicano Edmundo O’Gorman al postular que la invención de América es el hecho fundante de la ontología del Nuevo Mundo 16. Se trata del orbe indiano 17 que a decir de David Brading puede ser considerado como la América primera –o, si se quiere, ese «Extremo Occidente» 18 de Alain Rouquié en el que la hegemonía estadounidense siempre ha ejercido una influencia desorbitada sobre las sociedades latinoamericanas–. Al apuntar este hecho es fácil incurrir en la tentación de destacar aquello que los habitantes de América Latina han sabido desde hace más de un siglo: que Estados Unidos es un gigante siempre a las puertas de ese continente, y que –como lo señaló con especial lucidez Octavio Paz en su Posdata de 1970– caminar a su lado siempre es peligroso 19. Lo que importa hoy es entender que ese gigante comparte un destino común con sociedades a ambos lados del Atlántico que tienen el potencial de enriquecer su propio universo.
En México, como en Europa, ese origen común podría sembrar la semilla de un nuevo entendimiento: un lazo para sentar las bases de una acción concertada frente a la amenaza de una guerra que pone en entredicho los valores compartidos por ambos continentes. “No sé si unos y otros, europeos y latinoamericanos, podremos restaurar la validez de lo trágico en un mundo ahíto de sangre”, apuntó Fuentes en 1982 20.
En todo caso no hay que olvidar que, en las décadas que nos separan de ese apunte, México se convirtió –nuevamente en expresión de Rouquié– en una «Estado norteamericano» 21 de pleno derecho. No hace pocos años David Haglund planteó, precisamente, lo imposible: el ingreso del país a la OTAN 22 como parte de una premisa que en 2020 también fue recuperada por quienes ven en esa posibilidad una oportunidad 23 para renovar los lazos de Estados Unidos con los integrantes de la Alianza Atlántica en Europa. Tal imposibilidad ya no es descartada del todo en el presente. A fines de septiembre del año pasado ISDR, un destacado laboratorio de ideas mexicano, organizó un foro para imaginar el papel de México en materia de seguridad internacional desde una clave transatlántica 24. En un horizonte de largo plazo el planteamiento es claro: México puede y debe asumirse como una potencia media capaz de establecer una presencia propia en el mundo atlántico. Desde luego, para que todo esto pueda tener verificativo, la sociedad mexicana tendrá que emprender una tarea que hasta ahora ha pospuesto de modo indefinido: impulsar una transición militar 25 que garantice un control civil democrático efectivo y definitivo sobre sus Fuerzas Armadas.
En cualquier caso, la invitación de Fuentes cobra hoy más sentido que nunca. Al igual que otras sociedades de América Latina, México se encuentra amenazado por una recesión autoritaria de escala global que promete desmantelar lo poco o mucho que hemos logrado a ambos lados del Atlántico. Para entender por qué esto es así, hay que volver al examen de la realidad: al momento geopolítico de la tercera década de este siglo.
Sociedades lejos de la guerra
No es posible hablar con rigor de ese momento sin saber de qué se habla realmente. “Que la historia de las instituciones pueda derivar de la historia de las doctrinas no quiere decir que las dos historias deban ser confundidas,” escribió Norberto Bobbio hace ya más de treinta años 26. Con esto quiso decir que el estudio del Estado debe ser situado en el marco de los procesos históricos que lo han hecho posible, ello con independencia de los arreglos teórico-doctrinales que posteriormente le han dado justificación o han pretendido explicarlo. Este apunte resulta especialmente útil para entender que otro tanto puede decirse sobre la relación entre el espacio y el ejercicio del poder político: los fenómenos geopolíticos emergen en el marco de la modernidad como parte de un proceso de transformación en la conducción de lo político 27 (Die Politik) que precedió por varios siglos la configuración de aquellos saberes y disciplinas que hoy pretenden estudiarlos 28. Así, la intuición con relación a la utilidad de la «geopolítica» 29 como un saber práctico se inscribe en el marco de eso que la tradición de Occidente definió como arte del Estado (statecraft) y que hoy llamamos «gran estrategia» 30 –es decir, ese proceso que permite establecer una clara relación entre fines y medios al más alto nivel de decisión política bajo un horizonte de largo plazo–.
Lo dicho hasta ahora también resulta útil para entender que esta manera de aproximarse a la realidad internacional forma parte de una tradición intelectual que (con la notable excepción de Brasil 31 y algunas otras naciones del Cono Sur) es ajena a la experiencia de la mayoría de las sociedades latinoamericanas. Sería sencillo decir que esta circunstancia explica la relativa indiferencia latinoamericana con relación al conflicto en Ucrania. No obstante, tal afirmación carece de sustancia, especialmente cuando se considera que América Latina 32 es desde hace tiempo una arena de disputa entre Rusia y aquellas otras sociedades que se han pronunciado abiertamente a favor de la causa ucraniana.
En realidad, la tesis de que el conflicto armado librado en Ucrania es una guerra por delegación (es decir, una guerra librada por Occidente en contra de Rusia 33) ha sido difundida en América Latina en el marco de una campaña de desinformación 34 cultivada con especial cuidado por los servicios de inteligencia de la Federación Rusa. El planteamiento omite un hecho central: la decisión de invadir el territorio de una nación soberana como Ucrania descansa exclusivamente en las manos del presidente Vladimir Putin, quien desde un principio sostuvo que la ofensiva lanzada en contra de Ucrania es apenas una operación militar especial (специальной военной операции) 35. Una operación militar que en realidad pronto abandonó la modalidad de la guerra sin contacto 36 para convertirse en una guerra industrial 37 de nuevo cuño, librada con una combinación de medios convencionales y recursos tecnológicos de última generación.
Se olvida así que toda guerra es siempre un duelo entre comunidades políticas a gran escala: una prueba de fuerza alimentada por la voluntad política de las sociedades en pugna. De ahí que Balibar señale que esta guerra es una lucha existencial para el pueblo ucraniano –especialmente en la medida que esto revela la agencia política de los ucranianos como un fenómeno que tomó por sorpresa al mundo–. En todo caso, se trata de un conflicto que parece anunciar un nuevo momento en la historia del presente. Un momento que, en palabras de los estudiosos del Centro de Gran Estrategia 38 de King’s College London, ha generado “consecuencias en cascada que apenas estamos empezando a comprender”. De hecho, su sombra se extiende ya sobre esa otra porción del mundo que es escenario de una disputa geopolítica especialmente compleja: el Indo-Pacífico.
Cómo Putin armamentiza el concepto de «Sur Global»
En 1949, cuando la Guerra Fría apenas cobraba forma, el pensador mexicano Daniel Cosío Villegas 39 planteó una pregunta —¿qué podemos esperar de la Rusia soviética en América Latina?— a la que vale la pena volver en el presente 40. Para los latinoamericanos que se hicieron esa pregunta en el medio día del siglo pasado la respuesta guardó relación con una expectativa sobre el socialismo real que antes había sido proyectada sobre Inglaterra, Francia y Estados Unidos: la posibilidad de ofrecer un modelo para la reforma de nuestras sociedades y una ruta para marchar hacia el progreso 41. En el presente no es posible repetir una afirmación semejante: el totalitarismo de nuevo cuño que ha prosperado en la Rusia de Putin desde el inicio de este siglo nada puede ofrecerle a las sociedades de América Latina. La Federación Rusa no es hoy una sociedad de derechos, sino una distopía que amenaza con destruir los fundamentos de su propia cultura.
Se trata, por lo demás, de un proyecto hegemónico destinado al fracaso no sólo en virtud de sus contradicciones internas sino, fundamentalmente, debido a que su apuesta en términos gran-estratégicos también resulta equivocada: la pretensión de recurrir a la guerra para redefinir por la fuerza las fronteras de Europa es una vuelta al pasado que ninguna sociedad democrática puede o deba apoyar. Por lo demás, es evidente que la pretensión de comportarse como una gran potencia escapa a las capacidades de Rusia en el largo plazo. Sometida a las contradicciones internas que genera toda guerra de desgaste, la sociedad rusa ha pagado un alto costo en términos humanos, materiales y morales al secundar la aventura imperial de sus dirigentes. Para dar sustento a esa aventura, el régimen encabezado por Vladimir Putin no ha dudado en recurrir al concurso de otras naciones apelando a la causa del «Sur Global».
Desafortunadamente, quien hoy dice Sur Global en realidad quiere engañar: el ejemplo de aquellas naciones que se presentan como parte de ese colectivo pocas veces responde a la idea de sociedades progresistas en proceso de construcción. No se equivoca Bruno Tertrais cuando afirma que se trata de una categoría que encubre líneas de fractura profundas entre sociedades con intereses no siempre coincidentes. Y sin embargo, concluye el politólogo francés, “su uso crea un hecho social que construye distinciones artificiales”. Así, el mosaico de una realidad global mucho más compleja pretende ser desdibujado mediante el uso de un término que la propaganda rusa ha movilizado deliberadamente para crear corrientes de opinión favorables a su causa 42.
En su esfuerzo por extender los alcances de su confrontación con Occidente, los dirigentes de la Federación Rusa han recurrido a esa expresión para cultivar la impresión de que está en marcha una insurgencia de alcance global en contra de las sociedades del mundo atlántico. Al amparo de un amplio ejercicio de comunicación estratégica 43, sus servicios de inteligencia promueven esta idea 44 que, en América Latina como en tantos otros lugares, se ha puesto sus esperanzas en un proceso emancipatorio fundado en el equívoco de una guerra de conquista.
Sea como sea, el llamado a hacer eco de una insurgencia global contra Occidente no es ya inconsecuente. El inicio de la guerra de Sucot demuestra que la acción de Rusia en Medio Oriente tiene el potencial de desestabilizar a la región en su conjunto.
Aunque resulta difícil estimar cuál fue el papel que jugó inicialmente el régimen de Putin 45 en el asalto lanzado por Hamas en contra del Estado de Israel, lo cierto es que Irán —su aliado más firme en la región— es un protagonista central del nuevo conflicto. Al momento de escribirse estas líneas la ofensiva que Israel ha lanzado sobre la franja de Gaza abre las puertas a la posibilidad de que estalle un conflicto regional con un desenlace difícil de predecir.
La estela de este nuevo escenario de conflicto no debe ser desestimada. Lo que sucedió en Israel a partir de la segunda semana de octubre de 2023 hizo saltar por los aires el consenso que la opinión pública de Occidente había alcanzado con relación a la necesidad de seguir respaldando el esfuerzo de guerra ucraniano en una perspectiva de largo aliento. De ahí que la demanda presentada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia no resulte inconsecuente: al sostener que Israel puede estar cometiendo actos genocidas en Gaza, Sudáfrica abrió en diciembre del año pasado un nuevo frente en la disputa por la hegemonía global: el del lawfare 46. “Debemos demostrar con nuestras palabras y hechos que esa acusación es falsa”, apuntó en noviembre del año pasado Josep Borrell al considerar la posibilidad de que Europa recurra a un doble estándar al referirse a Ucrania e Israel. Vindicar el derecho a la legítima defensa no exime a quien lo esgrime de prestar atención a las exigencias del derecho internacional humanitario sobre el terreno. Precisamente, eso es lo que debe distinguirnos de los criminales de guerra rusos.
No obstante, el gobierno de unidad nacional encabezado por Benjamin Netanyahu no ha moderado su posición en los últimos meses. Al convertirse en una tragedia humanitaria de grandes proporciones, la ofensiva de Israel en Gaza le ha regalado a Rusia una victoria inmediata en la disputa por la corte de la opinión pública internacional: demostrar que el contrainsurgente ha obrado con desproporción frente a una insurgencia que nunca dudó en usar a la población civil de Palestina para alcanzar sus propósitos. Señores de horca y cuchillo, los dirigentes de Hamas saben que el sufrimiento de los gazatíes será capitalizado a favor de su causa. La Rusia de Putin no es menos consciente de este hecho.
Por qué América Latina apoya a Putin
Signo de los tiempos que corren, la admiración por los hombres fuertes se encuentra al alza en América Latina. No faltan los mandatarios que han declarado su simpatía abierta o velada por el régimen de Vladimir Putin. Muchos de ellos cultivan una dependencia de nuevo cuño frente a hegemonías globales en ascenso como China, mientras que otros son la cabeza de experimentos iliberales que pretenden cerrarse al mundo. Así sucede, por cierto, entre las autocracias que han encarcelado a algunas de las sociedades de Centroamérica y el Gran Caribe, pero también en el México del Presidente López Obrador 47, mandatario que aspira a consolidar una nueva hegemonía política que sólo nominalmente 48 se encuentra a la izquierda del espectro político.
De este modo, quienes anhelan el retorno de los hombres fuertes en nuestras sociedades encuentran referentes claros en figuras como Donald Trump, Nayib Bukele 49 o Elon Musk, nuevo profeta del tecno-utopismo autoritario. Pero más allá de los hombres están las sociedades: por eso es importante desmentir a quienes encuentran en Irán –donde las mujeres son abatidas por vindicar la defensa de sus derechos–, o en Nicaragua –donde el autócrata de turno ha ordenado el cierre de universidades y otros centros de pensamiento–, referentes para construir el futuro de América Latina. Por ello, la notoriedad que Putin ha alcanzado en nuestra región contrasta con la indiferencia frente al liderazgo de mujeres inteligentes y determinadas como Kaja Kallas en Estonia o Sanna Marin en Finlandia. ¿Qué decir de las miles de mujeres ucranianas 50 que han tomado las armas para defender a su patria de un invasor que no ha dudado en matar y violar a su paso?
Para los descreídos, la orden de arresto girada por la Corte Penal Internacional 51 en contra del mandatario ruso no ha sido suficiente. Con todo, se trata de una decisión que guarda relación con un planteamiento de orden simbólico especialmente significativo: situar a Rusia fuera de la comunidad de naciones, al considerar a su régimen como hostis humani generis. Tampoco bastó para ellos el hecho de que las muchas iniciativas que en los últimos meses han hecho un llamado al cese al fuego en Ucrania carecen de fundamentos. En la gran mayoría de los casos, esas propuestas exigen a los ucranianos algo inaceptable: deponer las armas frente a un invasor que no ha reconocido su responsabilidad en el estallido de esta guerra.
Es por ello que vale la pena volver a lo dicho por el Presidente Zelenski en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en septiembre del año pasado, cuando apuntó que “el objetivo de la actual guerra contra Ucrania es convertir nuestra tierra, nuestra gente, nuestras vidas, nuestros recursos en un arma contra ustedes, contra el orden internacional basado en normas”. “Muchos asientos del Salón de la Asamblea General podrían quedar vacíos si Rusia tiene éxito en su traición y agresión”, agregó inmediatamente después el mandatario ucraniano. Se trata de una advertencia que Carlos Fuentes también apuntó cuatro décadas antes al considerar que América Latina y Europa quedarían a merced de un intercambio nuclear entre las superpotencias. “Este mundo podría estar deshabitado”, concluyó, citando a Beckett.
La guerra dentro de nosotros mismos
Convocado en Valencia para conmemorar el encuentro que cincuenta años antes reunió a un destacado grupo de escritores en dicha ciudad en abierto desafío al fascismo, en 1987 un poeta mexicano apuntó que la guerra civil que desgarró a España a partir de 1936 fue una “guerra mundial de las conciencias” 52. Otro tanto puede decirse de la guerra que hoy libran las mujeres y los hombres de Ucrania en defensa de su nacionalidad. Ello es así porque, como apuntó Octavio Paz en aquel encuentro, el teatro de todo conflicto armado también se libra al interior de nuestras conciencias:
La realidad que vemos no está afuera sino adentro: estamos en ella y ella está en nosotros. Somos ella. Por esto no es posible desoír su llamado y por esto la historia no es sólo el dominio de la contingencia y el accidente: es el lugar de la prueba. Es la piedra de toque.
La evidencia de que las tropas del invasor han cometido crímenes de guerra sobre el terreno no ha sido suficiente para convencer a quienes todavía hoy creen ver en Rusia un referente para el futuro de las sociedades latinoamericanas. Por eso, dimensionar lo sucedido en Ucrania a partir del 24 de febrero de 2022 es apelar a un sentido de responsabilidad histórica que hasta ahora parece ausente en los debates latinoamericanos sobre este tema.
No se trata de apelar a fórmulas diplomáticas doctrinales convenientes que nos eximen de tomar partido, sino de reconocer que ante lo que ha sucedido en Bucha 53 o Mariupol 54 esas fórmulas carecen de justificación. De lo que se trata es de entender que Ucrania es hoy, nuevamente, el lugar de la prueba: el lugar en el que se decidirá el orden futuro del mundo; el lugar donde latinoamericanos y europeos tenemos, en suma, una nueva cita con la historia.
Notas al pie
- Carlos Fuentes, “Europa y Latinoamérica”, Revista de la Universidad, no. 12 (1982), p. 13
- ISTOR 85: Más allá de Rusia – ECOS
- “El germen trágico está en el principio de las generaciones y éstas, como los caballitos de las ferias, hacen la ronda alrededor del tiempo”, apuntó Garro en La casa junto al río, novela publicada en 1983 por Grijalbo.
- Gilles Gressani y Mathéo Malik, “Nous vivons le retour d’un entre-deux-guerres”, Le Monde (15 de mayo de 2022). Disponible en: https://www.lemonde.fr/idees/article/2022/05/15/nous-vivons-le-retour-d-un-entre-deux-guerres_6126192_3232.html
- Al respecto consúltese Kevin Parthenay, “L’Amérique latine face à la guerre russo-ukrainienne”, La vie des Idées (2023). Disponible en:https://laviedesidees.fr/L-Amerique-latine-face-a-la-guerre-russo-ukrainienne.html
- Ukraine’s Counteroffensive Will Start in Two Months, Zelensky’s Aide Says
- Ukraine is fighting a grim war of attrition. Only Nato can help change that | Jack Watling | The Guardian
- Alexis Herrera, “México frente a Ucrania: una vez más, ‘el lugar de la prueba’”, Otros Diálogos (01 de abril de 2023). Disponible en: https://otrosdialogos.colmex.mx/mexico-frente-a-ucrania-una-vez-mas-el-lugar-de-la-prueba
- Who is winning the war in Ukraine? – New Statesman
- Zelensky Finds a General
- Pensar la «guerra» en México: algunas consideraciones para el debate – PEV
- México en el espejo de Alemania | Foreign Affairs Latinoamérica
- Vista de Guerra total: México y Europa, 1914
- A Millennial Considers the New German Problem After 30 Years of Peace – War on the Rocks
- ‘Seguridad nacional’: concepto necesario – Nexos
- Edmundo O’Gorman, La invención de América, México, D. F., Fondo de Cultura Económica (1958), pp. 72-84
- I. El orbe de David A. Brading | Letras Libres
- Introduccion Al Extremo Occidente – Rouquie, Alain PDF
- “Es imposible detener a un gigante; no lo es, aunque tampoco sea fácil, obligarlo a oír a los otros: si escucha, se abre la posibilidad de la convivencia”. Octavio Paz, Posdata, México, D. F., Siglo XXI Editores (1970), p. 15
- Esa visión compartida, concluía entonces el gran novelista mexicano, “requiere trascender el maniqueísmo brutal de la historia moderna para comprender la existencia como conflicto de valores. Esto, y no la oposición entre el bien y el mal, es lo propio de la esfera trágica”. Fuentes, Op. cit., p. 12
- Le Mexique (Grand format – Broché 2013), de Alain Rouquié | Éditions Fayard
- Pensando lo imposible: Why Mexico Should Be the Next New Member of the North Atlantic Treaty Organization
- Seek membership for Mexico – Atlantic Council
- “Por su ubicación estratégica, peso económico global, extensión territorial y acceso bioceánico, México debe asumirse como una potencia regional en ascenso y un actor relevante dentro del sistema internacional”, se apunta en el programa de dicho foro. La iniciativa fue organizada por el Institute for Strategy and Development Research (ISDR) en colaboración con la Konrad Adenauer Stiftung en México, y la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Instituto Tecnológico de Monterrey. Al respecto, consúltese: http://isdr.mx/wp-content/uploads/2023/09/Mexico_VisionTransatlanticaV2.pdf
- La transición militar
- Norberto Bobbio, Estado, gobierno y sociedad: Por una teoría general de la política, Ciudad de México (1989), pp. 68-70
- The Clausewitzean Traditions: Die Politik and the political purpose of Strategy – Enlighten Publications
- Para situar el surgimiento de los fenómenos geopolíticos en su larga duración histórica consúltese Jordan Branch, The Cartographic State: Maps, Territory, and the Origins of Sovereignty, Cambridge, Cambridge University Press (2014), pp. xiv-219 y Jeremy Black, Geopolitics and the Quest for Dominance, Bloomington, Indiana University Press (2016), pp. xiii-335, entre otros. Por lo que toca a la historia de la recepción del término «geopolítica» en el mundo atlántico véase Florian Louis, De la géopolitique en Amérique, Paris, Puf (2023), pp. 435
- Geopolitics and grand strategy
- The History of a Concept | The Oxford Handbook of Grand Strategy
- América Latina y su gran estrategia: entre la aquiescencia y la autonomía | Revista CIDOB d’ Afers Internacionals
- A Hesitant Hemisphere: How Latin America Has Been Shaped by the War in Ukraine
- Disinformation Roulette: The Kremlin’s Year of Lies to Justify an Unjustifiable War – United States Department of State
- https://www.cidob.org/es/content/download/81784/2629502/version/8/file/17-24_CARME%20COLOMINA.pdf
- Vale la pena volver a las reflexiones vertidas por Sir Lawrence Freedman con relación al cálculo estratégico del presidente ruso a un día de iniciado el conflicto. Al respecto consúltese: Lawrence Freedman, “A Reckless Gamble”, Substack (25 de febrero de 2022). Disponible en: https://samf.substack.com/p/a-reckless-gamble
- La pensée militaire russe : « Guerre sans contact, guerre sans victoire » | Cairn.info
- The Return of Industrial Warfare | Royal United Services Institute
- https://twitter.com/kcl_cgs/status/1629041905068638208
- Daniel Cosío Villegas – El Colegio Nacional
- Daniel Cosío Villegas, “Rusia y América Latina” en Extremos de América, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica (2004), pp. 189-201
- Ibid., p. 199
- “No es el «Sur Global» como tal lo que hay que abandonar, sino esta actitud reductora y condescendiente hacia los miles de millones de personas que viven en él”, concluye Aude Darnal en otra pieza de análisis publicada el año pasado en El Grand Continent.
- NATO Strategic Communications Centre of Excellence Terminology Working Group Publication No. 3
- How Russia uses the Israel-Gaza Crisis in its disinformation campaign against the West | International Centre for Counter-Terrorism
- How the Hamas-Israel Conflict Benefits Russia | TIME
- Understanding South Africa v. Israel at the International Court of Justice | Lawfare
- AMLO’s Final Act – Dissent Magazine
- Ramón I. Centeno, The Mexican Question — Sidecar
- Así nace una dictadura | EL PAÍS América
- Women At War: Ukraine’s Female Soldiers Dream Of Freedom, Fight For Survival
- Rusia: La Corte Penal Internacional emite una orden de arresto contra Putin | Noticias ONU
- Octavio Paz, “El lugar de la prueba (Valencia 1937-1987)” en Pequeña crónica de grandes días, Ciudad de México (2018), pp. 94-106
- Their Final Moments: Victims of a Russian Atrocity in Bucha – The New York Times
- Putin’s Mariupol Massacre is one of the 21st century’s worst war crimes – Atlantic Council