Doctrinas de la Rusia de Putin

Reemplazar a Occidente: una inflexión de la doctrina Putin 

Frente a la maquinaria tecnocrática de la diplomacia rusa, Vladimir Putin pronunció el viernes un importante discurso que actualiza el concepto estratégico de Rusia: de la armamentización del Sur Global a una nueva apertura a los «pueblos de Europa» y a las fuerzas políticas que habrían ganado las elecciones europeas del 9 de junio —pasando por una «propuesta de alto el fuego» que le permitiría engullir una cuarta parte del territorio ucraniano—.

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El Grand Continent
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© AP FOTO/ALEXANDER ZEMLIANICHENKO, POOL

El viernes, por primera vez desde 2021, Vladimir Putin asistió a una reunión con la cúpula del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso. Hemos decidido traducir y comentar esta importante intervención.

En primer lugar, marca un momento tecnocrático dentro del cuerpo diplomático ruso: Putin habló ante varios miembros clave de la administración presidencial y el gobierno, la Asamblea Federal y otras autoridades ejecutivas rusas. Este momento de alineación y coordinación se produce tras las artificiosas elecciones de marzo y, un año después, brinda la oportunidad de actualizar el Concepto de la política exterior en torno a una prioridad: la desoccidentalización del mundo, forjando nuevos lazos diplomáticos y económicos con los países de la «Mayoría Global».

Esta declaración es una clara reacción a los resultados de las elecciones europeas de 2024. Europa, presente con casi cuarenta citas directas, es objeto de una atención relativamente inédita desde la invasión de febrero de 2022, e incluso de una llamada a una nueva consideración de la relación: «El verdadero peligro para Europa no viene de Rusia. La principal amenaza para los europeos reside en su dependencia crítica y creciente, casi total, de Estados Unidos, ya sea en el ámbito militar, político, tecnológico, ideológico o informativo. Europa se encuentra cada vez más marginada en el escenario económico mundial, enfrentada al caos de la inmigración y a otros problemas acuciantes, al tiempo que se ve privada de su propia voz internacional y de su identidad cultural. A veces parece que los políticos europeos en el poder y los representantes de la burocracia europea temen más irritar a Washington que perder la confianza de sus propios pueblos. Las recientes elecciones al Parlamento Europeo así lo atestiguan”. 

Por último, en vísperas de una cumbre en el Bürgenstock, en Suiza, a la que asistieron representantes de más de 90 países, expone por primera vez las condiciones —imposibles de aceptar tal como están: según nuestros cálculos, supondrían la anexión de más del 22% del territorio ucraniano— para un alto el fuego en Ucrania: «Nuestras condiciones son simples: las tropas ucranianas deben retirarse completamente de las Repúblicas Populares de Donetsk y Luhansk, así como de las regiones de Jersón y Zaporiyia, y esta retirada debe abarcar todo el territorio de estas regiones dentro de sus límites administrativos tal y como existían en el momento de su integración en Ucrania. En cuanto Kiev declare su voluntad de tomar tal decisión y comience la retirada efectiva de sus tropas de estas regiones, además de notificar oficialmente el abandono de sus planes de integrarse en la OTAN, ordenaremos inmediatamente un alto el fuego e iniciaremos conversaciones. Lo haremos de inmediato. Por supuesto, también garantizaremos la retirada segura y sin obstáculos de las unidades y formaciones ucranianas.

Muchas gracias, señor Presidente.

El Presidente ruso intervino después de que Sergei Lavrov introdujera el discurso presidencial agradeciendo a Putin su «inquebrantable atención al servicio de la política exterior» y afirmando que este discurso debería permitir a toda la administración «cooperar y coordinarse en la prosecución del rumbo unificado de la política exterior determinado por el Presidente de Rusia. Este rumbo está fijado en el Concepto de la política exterior de nuestro país.» 

Estimados colegas, ¡buenos días!

Me complace darles la bienvenida a todos ustedes, y al comienzo de nuestra reunión y conversación, quisiera agradecerles su duro trabajo en interés de Rusia y de nuestro pueblo.

Nos reunimos con ustedes en un círculo tan amplio a finales de 2021, en noviembre. Durante este tiempo, han ocurrido varios acontecimientos fundamentales, sin exagerar, trascendentales, tanto en el país como en el mundo. Por lo tanto, considero esencial evaluar la situación actual en los asuntos mundiales y regionales, así como establecer las tareas pertinentes para el Ministerio de Asuntos Exteriores. Todas ellas estarán subordinadas al objetivo principal: crear las condiciones necesarias para el desarrollo sostenible del país, garantizando su seguridad y mejorando el bienestar de las familias rusas.

Trabajar en esta dirección en las complejas y rápidamente cambiantes realidades de hoy exige de todos nosotros una concentración de esfuerzos, iniciativa y perseverancia aún mayores, la capacidad no solo de responder a los retos actuales, sino también de elaborar nuestra propia agenda, y a largo plazo además. Junto con nuestros socios debemos proponer y debatir en un debate abierto y constructivo soluciones a las cuestiones fundamentales que no solo nos conciernen a nosotros, sino a toda la comunidad mundial.

Lo diré otra vez: el mundo está cambiando rápidamente. La política global, la economía y la competencia tecnológica mundiales ya no serán las mismas que en el pasado. Cada vez son más los Estados que buscan fortalecer la soberanía, la autosuficiencia y la identidad nacional y cultural. Los países del Sur y del Este Globales están pasando a un primer plano, y el papel de África y América Latina es cada vez mayor. Desde la época soviética, siempre hemos hablado de la importancia de estas regiones. Pero hoy la dinámica es muy diferente, y se está haciendo notar. También se ha acelerado de manera sensible el ritmo de transformación en Eurasia, donde se están implementando activamente varios proyectos de integración a gran escala.

Sobre la base de la nueva realidad política y económica se están formando hoy los contornos de un orden mundial multipolar y multilateral, y este es un proceso objetivo. Refleja la diversidad cultural y civilizatoria que, a pesar de todos los intentos de unificación artificial, es orgánicamente inherente al ser humano.

Sin duda, estos cambios profundos y sistémicos inspiran optimismo y esperanza, porque la instauración de los principios de multipolaridad y multilateralismo en los asuntos internacionales, incluidos el respeto del Derecho Internacional y una amplia representatividad, permiten resolver juntos los problemas más complejos en beneficio común, construir relaciones mutuamente beneficiosas y una cooperación entre Estados soberanos en aras del bienestar y la seguridad de los pueblos.

Tal imagen del futuro coincide con las aspiraciones de la inmensa mayoría de los países del mundo. Lo vemos, entre otras cosas, en el creciente interés por la labor de una asociación universal como el BRICS, cuyos principios están basados en una cultura especial de diálogo confiado, igualdad soberana de los participantes y respeto mutuo. En el marco de la presidencia rusa de este año, facilitaremos la inclusión sin sobresaltos de los nuevos miembros del BRICS en las estructuras de trabajo de la asociación.

Pido al Gobierno y al Ministerio de Asuntos Exteriores que continúen el trabajo sustantivo y el diálogo con nuestros socios para llegar a la cumbre del BRICS en Kazán en octubre con un conjunto sustancial de decisiones acordadas que establecerán el vector de nuestra cooperación en política y seguridad, economía y finanzas, ciencia, cultura, deportes y lazos humanitarios.

En general, creo que el potencial del BRICS le permitirá eventualmente convertirse en una de las principales instituciones reguladoras del orden mundial multipolar.

En este sentido, me gustaría señalar que el debate internacional sobre los parámetros de la interacción entre los Estados en un mundo multipolar y sobre la democratización de todo el sistema de relaciones internacionales, por supuesto, ya está en marcha. Así, con nuestros colegas de la CEI, hemos acordado y adoptado un documento conjunto sobre las relaciones internacionales en un mundo multipolar. Hemos invitado a nuestros socios a hablar de este tema en otras plataformas internacionales, principalmente la OCS y el BRICS.

El Secretario de Estado ruso – Viceministro de Asuntos Exteriores Evgeny Ivanov (segundo por la izquierda), el Jefe de la Dirección Principal del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia – Jefe Adjunto del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia Igor Kostyukov (segundo por la derecha) y el representante ante el Consejo de la Federación Rusa del órgano ejecutivo del poder estatal de la región de Sajalín Grigory Karasin (derecha) antes del inicio de la reunión. © Dmitry Azarov/Kommersant/Sipa USA

Estamos interesados en que este diálogo se desarrolle seriamente en el seno de la ONU, incluso sobre un tema tan básico y de vital importancia para todos como es el establecimiento de un sistema de seguridad indivisible. En otras palabras, consideramos crucial el establecimiento del principio global de que la seguridad de unos no puede garantizarse a expensas de la seguridad de otros.

Permítanme recordar a este respecto que a finales del siglo XX, tras el final de un agudo enfrentamiento militar-ideológico, la comunidad mundial tuvo una oportunidad única de construir un orden fiable y justo en el ámbito de la seguridad. Para ello no hacía falta mucho: se necesitaba la simple capacidad de escuchar las opiniones de todas las partes interesadas y la voluntad mutua de tenerlas en cuenta. Nuestro país estaba decidido a hacer precisamente ese tipo de trabajo constructivo.

Sin embargo, prevaleció otro enfoque. Las potencias occidentales, encabezadas por EEUU, creían que habían ganado la Guerra Fría y que tenían la prerrogativa de determinar el orden del mundo. La expresión práctica de esta perspectiva fue el proyecto de expansión ilimitada de la OTAN en el espacio y en el tiempo, aunque, por supuesto, había otras ideas sobre cómo garantizar la seguridad en Europa.

A nuestras justas preguntas se respondía con excusas de que nadie iba a atacar a Rusia y la expansión de la OTAN no estaba dirigida contra nuestro país. Las promesas hechas a la URSS y luego a Rusia a finales de los 1980 y principios de los 1990 sobre la no inclusión de nuevos miembros en el bloque se olvidaron. E incluso si se recordaban, se aludía con sorna al hecho de que estas garantías eran verbales y, por tanto, no vinculantes.

Tanto en la década de 1990 como posteriormente, señalamos invariablemente el rumbo erróneo elegido por las élites de Occidente. No nos limitamos a criticar y advertir, sino que ofrecimos opciones, soluciones constructivas, y subrayamos la importancia de desarrollar un mecanismo para la seguridad europea y mundial que conviniera a todos; quiero subrayarlo, a todos. Una simple enumeración de las iniciativas que Rusia ha presentado a lo largo de los años llevaría varios párrafos.

Recordemos al menos la idea de un tratado sobre seguridad europea, que propusimos ya en 2008. Los mismos temas se plantearon en el memorando del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, que se entregó a EEUU y a la OTAN en diciembre de 2021.

Pero todos nuestros intentos -y han sido numerosos, no se puede enumerar todos- de hacer entrar en razón a nuestros interlocutores, nuestras explicaciones, exhortaciones, advertencias y peticiones no han encontrado respuesta alguna. Los países occidentales, confiados no solo en su propia rectitud, sino también en su poder y capacidad para imponer cualquier cosa al resto del mundo, se limitaron a ignorar otras opiniones. En el mejor de los casos, proponían debatir cuestiones menores que, de hecho, tenían poco que ver con algo serio, o temas que eran favorables exclusivamente a Occidente.

Mientras tanto, pronto se hizo evidente que el esquema occidental proclamado como el único correcto para garantizar la seguridad y la prosperidad en Europa y en el mundo no funcionaba. Recordemos la tragedia de los Balcanes. Los problemas internos -por supuesto que lo eran- que se habían acumulado en la antigua Yugoslavia se vieron fuertemente exacerbados por la cruda injerencia exterior. Ya entonces, el principio fundamental de la diplomacia al estilo de la OTAN -un principio profundamente defectuoso e infructuoso a la hora de resolver complejos conflictos intestinos- se mostró en todo su esplendor, a saber, acusar de todos los pecados a una de las partes, que por alguna razón les cayó en desgracia, y desatar sobre ella todo el poder político, informativo y militar, las sanciones económicas y las restricciones.

Como sabemos muy bien, posteriormente los mismos enfoques se aplicaron en diferentes partes del mundo: Iraq, Siria, Libia, Afganistán, etc. No trajeron nada más que el agravamiento de los problemas existentes, el destino roto de millones de personas, la destrucción de Estados enteros, el crecimiento de los desastres humanitarios y sociales y la creación de grupos terroristas. De hecho, ningún país del mundo es inmune a engrosar esta triste lista.

Ahora Occidente se esfuerza por implicarse impúdicamente en los asuntos de Oriente Medio. En su día monopolizaron este ámbito, y el resultado es comprensible y obvio para todos hoy. El Cáucaso Sur, Asia Central. Hace dos años, en la cumbre de la OTAN celebrada en Madrid, se anunció que la alianza se ocuparía ahora de cuestiones de seguridad no solo en la zona euroatlántica, sino también en la región de Asia-Pacífico. Dicen que tampoco allí la gente puede prescindir de su ayuda. Obviamente, detrás de esto hay un intento de aumentar la presión sobre aquellos países de la región cuyo desarrollo han decidido frenar. Como sabemos, nuestro país, Rusia, encabeza esta lista.

Permítanme recordarles que fue Washington quien socavó la estabilidad estratégica al retirarse unilateralmente de los tratados sobre defensa antimisiles, sobre eliminación de misiles de alcance intermedio y de menor alcance y, junto con sus satélites de la OTAN, destruyó el sistema de medidas de fomento de la confianza y de control de armamentos en el espacio europeo que se había formado en Europa durante décadas.

En última instancia, el egoísmo y la arrogancia de los Estados occidentales han conducido al actual estado de cosas, extremadamente peligroso. Nos hemos acercado de forma inaceptable al punto de no retorno. Los llamamientos a una derrota estratégica de Rusia, que posee los mayores arsenales de armas nucleares, demuestran el aventurerismo extremo de los políticos occidentales. Parece que no comprenden la magnitud de la amenaza que ellos mismos plantean o están obsesionados con creer en su propia impunidad y excepcionalismo. Ambas cosas pueden resultar en una tragedia.

Obviamente, estamos asistiendo al colapso del sistema de seguridad euroatlántico. Hoy simplemente no existe. De hecho, hay que crearlo desde cero. Todo ello exige que elaboremos nuestras opciones para garantizar la seguridad en Eurasia junto con nuestros socios, con todos los países interesados, que son muchos, y que luego las propongamos para un amplio debate internacional.

Esta fue la orden dada en el Mensaje a la Asamblea Federal. Se trata de formular en un futuro próximo un esquema de seguridad igual e indivisible, de cooperación mutuamente beneficiosa, equitativa y de desarrollo en el continente euroasiático.

¿Qué se debe hacer para ello y sobre qué principios?

En primer lugar, necesitamos establecer un diálogo con todos los participantes potenciales en este futuro sistema de seguridad. Y para empezar, les pido que resuelvan las cuestiones necesarias con los Estados que estén abiertos a una cooperación constructiva con Rusia.

Durante mi reciente visita a la RPC, discutimos estas cuestiones con el Presidente chino Xi Jinping. Observamos que la propuesta rusa no contradice sino que, por el contrario, complementa y concuerda plenamente con los principios básicos de la iniciativa china de seguridad global.

En segundo lugar, es imprescindible partir de la premisa de que la futura arquitectura de seguridad está abierta a todos los países euroasiáticos que deseen participar en su creación. La frase «a todos» implica a los países europeos y a los de la OTAN, por supuesto. Vivimos en un solo continente, y pase lo que pase, no podemos cambiar de geografía. Tendremos que coexistir y trabajar juntos de una forma u otra.

El vicejefe de gabinete del gobierno ruso, Elmir Tagirov (izquierda), antes del inicio de la reunión. © Dmitry Azarov/Kommersant/Sipa USA

Sí, las relaciones de Rusia con la UE y con varios países europeos se han degradado, y lo he subrayado muchas veces, no por culpa nuestra. Una campaña de propaganda antirrusa en la que participan personalidades europeas de muy alto nivel va acompañada de especulaciones de que Rusia supuestamente va a atacar Europa. He hablado de ello en repetidas ocasiones, y no hace falta repetirlo muchas veces en esta sala: todos aquí entendemos que esto es un absoluto disparate y se trata de una justificación para una carrera armamentística.

A este respecto, me permitiré una pequeña digresión. El peligro para Europa no procede de Rusia. La principal amenaza para los europeos es la dependencia crítica y cada vez mayor, casi total, de EEUU: en las esferas militar, política, tecnológica, ideológica e informativa. Europa se ve cada vez más empujada a los márgenes del desarrollo económico mundial, sumida en el caos de la migración y otros problemas agudos, y privada de su subjetividad internacional e identidad cultural.

A veces parece que los políticos europeos en el poder y los representantes de la burocracia europea tienen más miedo de caer en desgracia ante Washington que de perder la confianza de su propio pueblo, de sus propios ciudadanos. Las recientes elecciones al Parlamento Europeo también lo demuestran. Los políticos europeos se tragan la humillación, la grosería y los escándalos con la vigilancia de los líderes europeos, mientras que EEUU los utiliza en su propio interés: les obliga a comprar su gas caro -por cierto, el gas es tres o cuatro veces más caro en Europa que en EEUU- o, como ahora, por ejemplo, exigen a los países europeos que aumenten el suministro de armas a Ucrania. EEUU hace exigencias constantes en varios ámbitos. Imponen también sanciones, por ejemplo, contra los operadores económicos de Europa. Las imponen a tutiplén, sin pudor.

Ahora les obligan a aumentar los suministros de armas a Ucrania y a ampliar sus capacidades para producir proyectiles de artillería. Miren, ¿quién necesitará estos proyectiles cuando acabe el conflicto en Ucrania? ¿Cómo puede esto garantizar la seguridad militar de Europa? No está claro. El propio EEUU está invirtiendo en tecnologías militares, y en las tecnologías del mañana: en el espacio, en drones modernos, en sistemas de ataque basados en nuevos principios físicos, es decir, en aquellos ámbitos que en el futuro determinarán la naturaleza de la lucha armada y, por tanto, el potencial militar y político de las potencias, sus posiciones en el mundo. Y a estos países les asigna otro papel: invertir dinero donde lo necesita EEUU. Pero esto no aumenta el potencial europeo de ningún modo. Si lo quieren, vale. Tal vez sea bueno para nosotros, pero de hecho, no hay nada bueno para ellos.

Si Europa quiere preservarse como uno de los centros independientes de desarrollo mundial y polos culturales y civilizados del planeta, ciertamente necesita mantener buenas, amistosas relaciones con Rusia, y nosotros, lo que es más importante, estamos preparados para ello.

Esto, que es realmente simple y obvio, lo entendieron muy bien los políticos de escala realmente paneuropea y mundial, patriotas de sus países y pueblos, que pensaban en categorías históricas, y no los extras que siguen la voluntad e indicaciones ajenas. Charles de Gaulle habló mucho de ello en los años de la posguerra. También recuerdo bien cómo en 1991, durante una conversación en la que tuve la oportunidad de participar personalmente, el Canciller alemán Helmut Kohl subrayó la importancia de la asociación entre Europa y Rusia. Confío en que tarde o temprano las nuevas generaciones de políticos europeos retomen este legado.

En cuanto al propio EEUU, los continuos intentos de las élites liberales y globalistas que hoy gobiernan allí de extender su ideología a todo el mundo por cualquier medio necesario, de preservar su estatus imperial y dominio no hacen sino agotar cada vez más al país, llevarlo a la degradación y entrar en clara contradicción con los auténticos intereses del pueblo estadounidense. Si no fuera por este camino sin salida, el mesianismo agresivo, mezclado con la creencia en sus capacidades de Mesías y exclusividad, las relaciones internacionales se habrían estabilizado hace mucho tiempo.

En tercer lugar, para promover la idea de un sistema de seguridad euroasiático, es necesario intensificar significativamente el proceso de diálogo entre las organizaciones multilaterales que ya funcionan en Eurasia. Nos referimos principalmente al Estado de la Unión, la OTSC, la UEEA, la CEI y la OCS. Vemos la perspectiva de que otras asociaciones euroasiáticas influyentes, desde el Sudeste Asiático hasta Oriente Medio, se unan a estos procesos en el futuro.

En cuarto lugar, creemos que ha llegado el momento de iniciar un amplio debate sobre un nuevo sistema de garantías bilaterales y multilaterales de seguridad colectiva en Eurasia. Al mismo tiempo, a largo plazo, es necesario reducir gradualmente la presencia militar de potencias externas en la región euroasiática.

Somos conscientes, por supuesto, de que esta tesis puede parecer poco realista en la situación actual, pero eso es ahora. Si construimos un sistema de seguridad fiable en el futuro, no habrá necesidad de una amplia presencia de contingentes militares extrarregionales. De hecho, para ser sinceros, hoy en día tampoco hay tal necesidad: se trata de ocupación y nada más.

En definitiva, creemos que los Estados y las estructuras regionales de Eurasia tienen que identificar áreas específicas de cooperación en el ámbito de la seguridad conjunta sin ayuda ajena. Sobre esta base, ellos mismos deben construir también un sistema de instituciones, mecanismos y acuerdos que funcionen y sirvan realmente a los objetivos comunes de estabilidad y desarrollo.

En este sentido, apoyamos la iniciativa de nuestros amigos bielorrusos de elaborar un documento programático: una carta sobre la multipolaridad y la diversidad en el siglo XXI. Puede formular no solo los principios marco de la arquitectura euroasiática basada en las normas básicas del Derecho Internacional, sino también, en un sentido más amplio, una visión estratégica de la esencia y la naturaleza de la multipolaridad y el multilateralismo como nuevo sistema de relaciones internacionales que sustituya la idea del mundo centrado occidental. Lo considero importante y por ello solicito que dicho documento se elabore a fondo con nuestros socios y todos los Estados interesados. Quisiera añadir que, al debatir cuestiones tan delicadas y complejas, necesitamos, por supuesto, la máxima y amplia representación y la consideración de diversos enfoques y posturas.

En quinto lugar, una parte imprescindible del sistema euroasiático de seguridad y desarrollo deberán ser las cuestiones económicas, el bienestar social, la integración y la cooperación mutuamente beneficiosa, abordando problemas comunes como la superación de la pobreza, la desigualdad, el clima, el medio ambiente, el desarrollo de mecanismos para responder a las amenazas de pandemias y crisis en la economía mundial. Todos estos ámbitos son muy  importantes.

Con sus acciones, Occidente no solo ha socavado la estabilidad militar y política en el mundo, sino que, mediante sanciones y guerras comerciales, ha desacreditado y debilitado instituciones de mercado clave. Utilizando al FMI y al Banco Mundial y torciendo la agenda climática, está ahogando el desarrollo del Sur Global. Perdiendo en la competencia, incluso bajo las reglas que Occidente ha escrito para sí mismo, utiliza barreras prohibitivas y todo tipo de proteccionismo. Por ejemplo, EEUU ha abandonado de hecho la OMC como regulador del comercio internacional. Todo está bloqueado. Y presionan no solo a sus competidores, sino también a sus satélites. Basta ver cómo ahora están «sacando jugo» a las economías europeas, que se equilibran al borde de la recesión.

Los países occidentales han congelado parte de los activos y reservas de divisas rusos. Ahora están pensando en cómo proporcionarles alguna base legal para apropiarse finalmente de ellos. Por otra parte, a pesar de todas las artimañas, el robo sin duda no puede sustituirse por otro concepto y no quedará impune.

La cuestión es aún más profunda. Al robar los activos rusos, darán un paso más hacia la destrucción del sistema que ellos mismos crearon y que durante varias décadas garantizaba su prosperidad; les permitía consumir más de lo que ganaban y atraer dinero de todo el mundo a través de deudas y pasivos. Ahora está quedando claro para todos los países, empresas y fondos soberanos que sus activos y reservas distan mucho de estar seguros, tanto desde el punto de vista jurídico como económico. Y el siguiente en la fila para la expropiación por parte de EEUU y Occidente podría ser cualquiera: por ejemplo, estos mismos fondos extranjeros.

Ya existe una creciente desconfianza en el sistema financiero basado en las monedas de reserva occidentales. Hay una salida de fondos de los valores y obligaciones de deuda de los países occidentales, así como de algunos bancos europeos, que hace poco se consideraban absolutamente fiables para almacenar capital. Ahora ya están sacando oro de ellos. Y están haciendo lo correcto.

Creo que debemos intensificar seriamente la formación de mecanismos económicos exteriores bilaterales y multilaterales eficaces y seguros, alternativos a los controlados por Occidente. Esto incluye ampliar las liquidaciones en monedas nacionales, crear sistemas de pago independientes y construir cadenas de suministro que eviten los canales bloqueados o comprometidos por Occidente.

Por supuesto, es necesario proseguir los esfuerzos para desarrollar corredores internacionales de transporte en Eurasia, es decir, en el continente cuyo núcleo geográfico natural es Rusia.

Doy instrucciones al Ministerio de Asuntos Exteriores para que maximice la ayuda al desarrollo de acuerdos internacionales en todos estos ámbitos. Son extremadamente importantes para reforzar la cooperación económica tanto de nuestro país como de nuestros socios. Esto también debería dar un nuevo impulso a la construcción de una gran asociación euroasiática, que, de hecho, podría convertirse en la base socioeconómica de un nuevo sistema de seguridad indivisible en Europa.

El Presidente del Comité de la Duma Estatal Rusa para Asuntos de la Comunidad de Estados Independientes, Integración Euroasiática y Relaciones con Compatriotas, Leonid Kalashnikov (centro), antes del inicio de la reunión. © Dmitry Azarov/Kommersant/Sipa USA

Estimados colegas,

El sentido de nuestras propuestas es formar un sistema dentro del cual todos los Estados confíen en su propia seguridad. Entonces, por cierto, podremos adoptar un enfoque diferente y verdaderamente constructivo para resolver los numerosos conflictos que existen en la actualidad. Los problemas de inseguridad y falta de confianza mutua no afectan solo al continente euroasiático; en todas partes se observa una tensión creciente. Constantemente vemos lo interconectado e interdependiente que está el mundo, y un trágico ejemplo para todos nosotros es la crisis ucraniana, cuyas consecuencias repercuten en todo el planeta.

Me gustaría aclarar las cosas: la crisis en torno a Ucrania no es un conflicto entre dos Estados, y mucho menos entre dos pueblos, causado por algunos problemas entre ellos. Si así fuera, no cabe duda de que los rusos y los ucranianos, que comparten una historia y una cultura comunes, valores espirituales, millones de lazos de parentesco, familiares y humanos, habrían encontrado una manera de resolver cualquier cuestión y desacuerdo de forma justa.

Pero la situación es diferente: las raíces del conflicto no están en las relaciones bilaterales. Los acontecimientos en Ucrania son el resultado directo del desarrollo global y europeo de finales del siglo XX y principios del XXI, de la política agresiva, sin miramientos y absolutamente aventurera que Occidente ha llevado a cabo y sigue haciéndolo todos estos años, mucho antes de que comenzara la operación militar especial.

Estas élites de los países occidentales, como ya he dicho hoy, tras el final de la Guerra Fría fijaron el rumbo para una mayor reestructuración geopolítica del mundo, para la creación e imposición del notorio orden basado en reglas, en el que los Estados fuertes, soberanos y autosuficientes simplemente no encajan.

De ahí la política de contención de nuestro país. Sus objetivos ya se declaran de manera abierta por algunas figuras en EEUU y Europa. Hoy hablan de la notoria descolonización de Rusia. En realidad, este es un intento de proporcionar una base ideológica para el desmembramiento de nuestra Patria según líneas nacionales. De hecho, hace mucho tiempo que se habla del desmembramiento de la URSS y de Rusia. Todos los presentes en esta sala son conscientes de ello.

Al implementar dicha estrategia, los países occidentales han adoptado una línea de absorción y desarrollo político-militar de los territorios cercanos a nosotros. Ha habido cinco y ahora seis oleadas de expansión de la OTAN. Intentaron convertir Ucrania en su cabeza de puente y hacerla una Anti-Rusia. Para lograr estos objetivos, invirtieron dinero, recursos, compraron políticos y partidos enteros, reescribieron la historia y los programas educativos, alimentaron y cultivaron grupos de neonazis y radicales. Hicieron todo lo posible para socavar nuestros lazos interestatales, dividir y enfrentar a nuestros pueblos.

Pero las intenciones de llevar a cabo esa política de forma aún más descarada y flagrante las impidió el sudeste de Ucrania, es decir, los territorios que durante siglos formaron parte de la gran Rusia histórica. Allí vivía y sigue viviendo la gente que, incluso después de la declaración de independencia de Ucrania en 1991, abogaban por relaciones más buenas y estrechas con nuestro país. Son las personas, tanto rusas como ucranianas, representantes de distintas nacionalidades, que estaban unidas por la lengua rusa, la cultura, las tradiciones y la memoria histórica.

Los entonces Presidentes y políticos ucranianos que lucharon por este cargo y se beneficiaron de los votos de estos votantes simplemente deberían considerar y tener en cuenta la postura, el estado de ánimo, los intereses y los votos de estas personas: millones de personas que viven en el suroeste. Pero, utilizando estos votos, luego cambiaron de chaqueta, maniobraron, mintieron mucho, hablaron de la llamada opción europea. No se atrevieron a apostar por una ruptura total con Rusia, porque el sudeste de Ucrania tenía otro punto de vista, y era imposible no contar con él. Esta ambivalencia siempre ha sido inherente a las autoridades ucranianas durante todos los años posteriores al reconocimiento de la independencia.

Occidente, por supuesto, lo vio. Hace tiempo que vio y comprendió los problemas que existen allí y que pueden volverse a su favor, comprendió el valor disuasorio del factor sureste, así como el hecho de que ninguna cantidad de propaganda a lo largo de muchos años puede cambiar la situación de la raíz. Por supuesto, se hizo mucho, pero era difícil cambiar el rumbo.

No era posible distorsionar la identidad histórica y la conciencia popular de la mayoría del sureste ucraniano, eliminar de la gente, incluidas las generaciones más jóvenes, una buena actitud hacia Rusia y el sentido de nuestra comunidad histórica. Y por lo tanto, otra vez decidieron actuar por la fuerza para doblegar sin más a la población del sureste e ignorar su opinión. Para ello, dispusieron, organizaron, financiaron, por supuesto, se aprovecharon de las dificultades y complejidades de la naturaleza política interna en Ucrania, pero aun así prepararon de forma consecuente y deliberada un golpe de Estado armado.

Una ola de actos de vandalismo, violencia y asesinatos se extendió por las ciudades de Ucrania. Los radicales finalmente capturaron y usurparon el poder en Kiev. Sus agresivas consignas nacionalistas, incluida la rehabilitación de los secuaces nazis, fueron elevadas al rango de ideología estatal. Proclamaron la abolición de la lengua rusa en las esferas estatal y pública, aumentaron la presión sobre los creyentes ortodoxos y la interferencia en los asuntos de la iglesia, lo que llevó el asunto al cisma. Nadie parece darse cuenta de esta interferencia, como si fuera lo que debe ser. Si uno intenta hacer algo diferente en otro lugar, habrá tanto silbido artístico que se te caerán los oídos. Pero en nuestro caso es posible, porque está dirigido contra Rusia.

Millones de residentes en Ucrania, principalmente en sus regiones orientales, se opusieron al golpe, como es bien sabido. Fueron amenazados con represalias y terror. Y, sobre todo, las nuevas autoridades de Kiev empezaron a preparar un ataque contra la Crimea de habla rusa, que en su día, en 1954, había sido transferida de la RSFS de Rusia a Ucrania violando todas las normas del derecho y los procedimientos, incluso los vigentes en la URSS en aquel momento. En esta situación, por supuesto, no podíamos abandonar y dejar desprotegidos a los habitantes de Crimea y Sebastópol. Tomaron su decisión, y en marzo de 2014, como saben, se produjo la histórica reunificación de Crimea y Sebastópol con Rusia.

En Járkov, Jersón, Odesa, Zaporiyia, Donetsk, Lugansk y Mariúpol comenzaron a reprimirse las manifestaciones pacíficas contra el golpe de Estado, y el régimen de Kiev y los grupos nacionalistas desataron el terror. Probablemente no sea necesario recordarlo, todo el mundo recuerda muy bien lo que ocurrió en estas ciudades.

En mayo de 2014, se celebraron referendos sobre el estatus de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, en los que la mayoría absoluta de los residentes se pronunció a favor de la independencia y la soberanía. Inmediatamente surge la pregunta: ¿podría la gente haber expresado su voluntad de esta manera, podría haber declarado su independencia? Los que están sentados en esta sala entienden que, por supuesto, podían; tenían todo el derecho y toda la razón para hacerlo de conformidad con el Derecho Internacional, incluido el derecho de los pueblos a la autodeterminación. No hace falta recordárselo, pero como los medios están trabajando también, diré que el artículo 1, párrafo 2 de la Carta de la ONU otorga a la gente este derecho.

A este respecto, permítanme recordar el tristemente célebre precedente de Kosovo. Ya hemos hablado de ello en repetidas ocasiones, y ahora lo diré de nuevo. Se trata de un precedente que crearon los propios países occidentales: en una situación absolutamente similar, reconocieron como legítima la secesión de Kosovo de Serbia, que se celebró en 2008. Luego siguió la famosa decisión de la CIJ de la ONU, que el 22 de julio de 2010, basándose en el artículo 1, párrafo 2 de la Carta de la ONU, dictaminó, cito: «De la práctica del Consejo de Seguridad no puede inferirse ninguna prohibición general contra las declaraciones unilaterales de independencia». Y la siguiente cita: «El Derecho Internacional general no contiene ninguna prohibición aplicable a las declaraciones de independencia». Además, dice que las partes de un país, cualquiera que sea, que decidan declarar la independencia no están obligadas a dirigirse a los órganos centrales de su antiguo Estado. Todo está escrito allí сon sus propias manos, sin faltar punto ni coma.

Entonces, ¿tenían estas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk [el derecho] a declarar su independencia? Por supuesto que sí. La cuestión ni siquiera podría abordarse de otra manera.

¿Qué hizo el régimen de Kiev en esta situación? Ignoró por completo la decisión del pueblo y desató una guerra a gran escala contra los nuevos Estados independientes -las repúblicas populares de Donbás- utilizando aviones, artillería y tanques. Comenzó los bombardeos de ciudades pacíficas y los actos de intimidación. ¿Y qué ocurrió después? Los habitantes de Donbás tomaron las armas para defender sus vidas, hogares, derechos e intereses legítimos.

Occidente repite ahora la tesis de manera constante de que Rusia inició la guerra en el marco de una operación militar especial y es un agresor, y por lo tanto es posible golpear su territorio, incluso con el uso de sistemas de armamento occidentales; supuestamente, Ucrania se está defendiendo y puede hacerlo.

Quiero enfatizar una vez más: Rusia no empezó la guerra, fue el régimen de Kiev, repito, después de que los habitantes de parte de Ucrania declararan su independencia de acuerdo con el Derecho Internacional, el que inició las hostilidades y las continúa. Esto es una agresión si no reconocemos el derecho de estos pueblos que vivían en estos territorios a declarar su independencia. ¿Cómo que no? Entonces, ¿qué es? Es una agresión. Y quienes han estado ayudando a la maquinaria militar del régimen de Kiev durante todos estos años son cómplices del agresor.

El recurso a principios derivados de la Carta de las Naciones Unidas es típico de la retórica de Putin, que consiste en tergiversar los hechos —y el derecho— movilizando una referencia implícitamente presentada aquí como occidental. Como señaló Alain Pellet en nuestras páginas, «rara vez, con excepción de la Alemania nazi en su día, un Estado ha violado tantos principios y normas del derecho internacional en tan poco tiempo. No cabe duda de que se trata de una política deliberada, parte del deseo del dictador ruso de desafiar el orden jurídico internacional de posguerra —al tiempo que finge querer restaurarlo a su pureza original—.”

Entonces, en 2014, los habitantes de Donbás no lo soportaron. Las formaciones de resistencia se mantuvieron firmes, se enfrentaron a los castigadores y los expulsaron de Donetsk y Lugansk. Esperábamos que así se les pasara la borrachera a los que desencadenaron esta masacre. Para detener el derramamiento de sangre, Rusia hizo los llamamientos a las negociaciones habituales, y estas comenzaron con la participación de Kiev y representantes de las repúblicas del Donbás, con la ayuda de Rusia, Alemania y Francia.

Las negociaciones fueron difíciles, pero a pesar de ello en 2015 se concluyeron los Acuerdos de Minsk. Nos tomamos en serio su aplicación y esperábamos poder resolver la situación en el marco del proceso de paz y del Derecho Internacional. Esperábamos que esto condujera a la consideración de los intereses y demandas legítimos de Donbás y a la consagración en la Constitución de su estatus especial y los derechos fundamentales de las personas que viven allí, preservando al mismo tiempo la unidad territorial ucraniana. Estábamos listos a ello, y estábamos dispuestos a persuadir a las personas que viven en estos territorios para resolver las cuestiones de esta manera, y en más de una ocasión propusimos diversos compromisos y soluciones.

Pero al final todo fue rechazado. Kiev tiró a la papelera los Acuerdos de Minsk. Como confesaron más tarde representantes de la cúpula ucraniana, no estaban satisfechos con ninguno de los artículos de dichos documentos, simplemente mintieron y giraron las cosas lo mejor que pudieron.

La ex Canciller alemana y el ex Presidente francés, que de hecho fueron coautores y, por así decirlo, garantes de los Acuerdos de Minsk, de repente también admitieron más tarde que no había planes para aplicarlos; solo necesitaban mantener la situación en calma para ganar tiempo para crear formaciones armadas ucranianas y bombearlas con armas y equipos. Nos timaron una vez más, nos estafaron.

En lugar de un verdadero proceso de paz y una política de reintegración y reconciliación nacional de la que a Kiev le gusta despotricar, Donbás ha sido bombardeada durante ocho años. Se cometieron atentados terroristas, asesinatos y se organizó un bloqueo brutal. Todos estos años, los habitantes de Donbás (mujeres, niños, ancianos) han sido declarados personas de segunda clase, subhumanos, y se les ha amenazado con represalias, diciendo que vendrán y se vengarán de todos. ¿Qué es esto sino un genocidio en el centro de Europa en el siglo XXI? Pero Europa y EEUU fingieron que no pasaba nada, que nadie se daba cuenta de nada.

A finales de 2021 y principios de 2022, el proceso de Minsk fue finalmente enterrado, y fue enterrado por Kiev y sus patrocinadores occidentales, y se planeó de nuevo un ataque masivo en Donbás. Un gran grupo de FF.AA. ucranianas se preparaba para lanzar una nueva ofensiva sobre Lugansk y Donetsk, con depuraciones étnicas y enormes pérdidas de vidas humanas y cientos de miles de refugiados, por supuesto. Estábamos obligados a impedir esta catástrofe y proteger a la gente. No podíamos tomar otra decisión.

Rusia ha reconocido finalmente a las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. Después de todo, no las reconocimos durante ocho años, seguíamos esperando llegar a un acuerdo. Ahora se conoce el resultado. Y el 21 de febrero de 2022 concluimos tratados de amistad [cooperación] y asistencia mutua con estas repúblicas, que hemos reconocido. Pregunta: ¿tenían derecho las Repúblicas Populares a recurrir a nosotros en busca de apoyo si reconocíamos su independencia? ¿Y teníamos nosotros derecho a reconocer su independencia del mismo modo que ellos tenían derecho a declarar su soberanía de acuerdo con los artículos que he mencionado y las decisiones de la CIJ de la ONU? ¿Tenían derecho a declarar la independencia? Lo tenían. Pero si tenían ese derecho y lo ejercieron, entonces nosotros teníamos derecho a concluir un tratado con ellos, y así lo hicimos, y repito: en plena conformidad con el Derecho Internacional y el artículo 51 de la Carta de la ONU.

Grigory Karasin (derecha), representante ante el Consejo de la Federación Rusa del órgano ejecutivo del poder estatal en la región de Sajalín, e Igor Kostyukov (izquierda), Jefe de la Dirección Principal del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia – Jefe Adjunto del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, antes del inicio de la reunión. © Dmitry Azarov/Kommersant/Sipa USA

Al mismo tiempo, hicimos un llamamiento a las autoridades de Kiev para que retiraran sus tropas de Donbás. Puedo decirles que mantuvimos contactos y les dijimos directamente: retiren sus tropas de allí y todo acabará. Esta propuesta fue rechazada casi de inmediato y simplemente ignorada, a pesar de que ofrecía una oportunidad real de cerrar el asunto de forma pacífica.

El 24 de febrero de 2022, Rusia se vio obligada a anunciar el inicio de la operación militar especial. Dirigiéndome a los ciudadanos rusos, a los habitantes de la RPL, la RPD y a la sociedad ucraniana, expuse los objetivos de esta operación: proteger a la población de Donbás, restablecer la paz, desmilitarizar y desnazificar Ucrania y desviar así las amenazas de nuestro Estado, y restablecer el equilibrio de seguridad en Europa.

Al mismo tiempo, seguimos considerando prioritario alcanzar estos objetivos por medios políticos y diplomáticos. Permítanme recordarles que ya en la primera fase de la operación militar especial, nuestro país entabló negociaciones con representantes del régimen de Kiev. Se celebraron primero en Bielorrusia y luego en Türkiye. Intentamos transmitir nuestro mensaje principal: respeten la elección de Donbás y la voluntad de la gente que vive allí, retiren sus tropas y pongan fin al bombardeo de ciudades y pueblos pacíficos. No hace falta nada más, resolveremos el resto de las cuestiones luego. La respuesta fue: no, lucharemos. Obviamente, esta fue la orden de los curadores occidentales, y ahora también lo comentaré.

En aquel momento, en febrero-marzo de 2022, como saben, nuestras tropas se acercaron a Kiev. Hubo muchas especulaciones al respecto tanto en Ucrania como en Occidente, entonces y ahora.

¿Qué quiero decir al respecto? Nuestras formaciones sí estuvieron cerca de Kiev, y los departamentos militares y el bloque de seguridad tenían varias propuestas sobre opciones para nuestras posibles acciones posteriores, pero no hubo una decisión política de asaltar la ciudad de tres millones de habitantes, no importa lo que alguien dijera o especulara.

De hecho, no fue más que una operación para obligar al régimen ucraniano a hacer las paces. Las tropas estaban allí para empujar a la parte ucraniana a negociar, para tratar de encontrar soluciones aceptables y poner fin así a la guerra desatada por Kiev contra Donbás allá por 2014, para resolver cuestiones que suponen una amenaza para la seguridad de nuestro país, para la seguridad de Rusia.

Curiosamente, el resultado fue que sí fue posible alcanzar acuerdos que, en principio, convenían tanto a Moscú como a Kiev. Estos acuerdos fueron puestos sobre el papel y rubricados en Estambul por el jefe de la delegación negociadora ucraniana. Esto significa que las autoridades de Kiev estaban satisfechas con esta solución del problema.

El documento se denominó Tratado sobre Neutralidad Permanente y Garantías de Seguridad para Ucrania. Era de naturaleza conciliadora, pero sus puntos clave coincidían con nuestras exigencias de principio y resolvían las tareas que se habían declarado como principales, incluso al comienzo de la operación militar especial. Incluía -por extraño que pueda parecer, llamo su atención a este hecho- los puntos de la desmilitarización y desnazificación de Ucrania. Hemos logrado encontrar coyunturas difíciles también a este respecto. Son complicadas, pero se encontraron. A saber, se trataba de aprobar la ley ucraniana sobre la prohibición de la ideología nazi y de cualquiera de sus manifestaciones. Todo está escrito allí.

Además, a cambio de garantías internacionales de seguridad, Ucrania limitaría el tamaño de sus fuerzas armadas, aceptaría la obligación de no unirse a alianzas militares, de no permitir bases militares extranjeras, de no desplegarlas ni permitir la presencia del contingente, y de no realizar ejercicios militares en su territorio. Todo está escrito sobre el papel.

Nosotros, por nuestra parte, al entender también las preocupaciones ucranianas en materia de seguridad, acordamos que Ucrania, sin adherirse formalmente a la OTAN, recibiría garantías prácticamente similares a las que tienen los miembros de esa alianza. Para nosotros no fue una decisión fácil, pero reconocimos la legitimidad de las demandas ucranianas para garantizar su seguridad y, en principio, no nos opusimos a la formulación propuesta por Kiev. Son las formulaciones propuestas por Kiev y, en general, no nos opusimos a ellas, teniendo en cuenta que lo principal es terminar con el derramamiento de sangre y la guerra en Donbás.

El 29 de marzo de 2022, retiramos nuestras tropas de Kiev porque se nos garantizó que debíamos crear las condiciones necesarias para la finalización del proceso de negociación política, para la finalización del proceso. Y que era imposible que una de las partes firmara tales acuerdos, como decían nuestros colegas occidentales, con una pistola en la cabeza. Vale, estábamos de acuerdo con eso.

Pero, de golpe, el día después de la retirada de las tropas rusas de Kiev, los dirigentes ucranianos suspendieron su participación en el proceso de negociación, organizando una conocida provocación en Bucha, y rechazaron la versión preparada de los acuerdos. Creo que hoy está claro por qué era necesaria esta provocación sucia: para explicar el rechazo de los resultados que se habían logrado durante las negociaciones. El camino hacia la paz fue nuevamente anulado.

Esto se realizó, como ahora sabemos, al dictado de los gestores occidentales, incluido el ex primer Ministro británico, durante cuya visita a Kiev se dijo públicamente: no hay acuerdos, tenemos que derrotar a Rusia en el campo de batalla, lograr su derrota estratégica. Y empezaron a nutrir a Ucrania de armas y a hablar de la necesidad de infligirnos, como les acabo de recordar, una derrota estratégica. Y algún tiempo después, como todos saben perfectamente, el Presidente ucraniano emitió un decreto por el que prohibía a sus representantes e incluso a sí mismo mantener cualquier tipo de negociación con Moscú. Este episodio con nuestro intento de resolver el problema por medios pacíficos volvió a quedar en nada.

En este pasaje, Putin reescribe completamente el curso de los acontecimientos al afirmar que hace público un informe sobre el progreso de las negociaciones —obviamente inverificable— que habían sido suspendidas por los «manipuladores occidentales». Sabemos que la principal razón por la que las tropas rusas no entraron en Kiev fue su inferioridad táctica. Sin embargo, es interesante observar que este discurso es uno de los pocos, si no el primero, en el que Vladimir Putin se esmera tanto en entrar en los detalles —engañosos— de los primeros meses de la guerra.

Además, a propósito de las negociaciones, quisiera hacer público otro episodio en esta audiencia. Hasta ahora no he mencionado este episodio públicamente, pero algunos de los presentes lo conocen. Después de que el Ejército ruso ocupara partes de las provincias de Jersón y Zaporiyia, muchos políticos occidentales ofrecieron su mediación para terminar pacíficamente el conflicto. Uno de ellos realizó una visita de trabajo a Moscú el 5 de marzo de 2022. Y aceptamos sus esfuerzos de mediación, sobre todo porque durante la conversación se refirió al hecho de que se había asegurado el apoyo de los líderes alemanes y franceses, así como de representantes destacados de Estados Unidos.

Durante la conversación, nuestro colega extranjero preguntó, es un episodio curioso, dijo: si están ayudando a Donbás, ¿por qué están las tropas rusas en el sur de Ucrania, incluyendo las provincias de Jersón y Zaporiyia? La respuesta por nuestra parte fue que esa fue la decisión del Estado Mayor ruso para planificar la operación. Y hoy añado que el plan era rodear algunas de las zonas fortificadas que las autoridades ucranianas habían construido durante ocho años en Donbás, principalmente para liberar Mariupol.

Luego, el señor extranjero me formuló una aclaración -es un hombre profesional, debo rendirle homenaje-: ¿permanecerán nuestras tropas rusas en las provincias de Jersón y Zaporiyia, y qué ocurrirá con estas provincias después de que se alcancen los objetivos de la operación militar especial? A esto respondí que, en general, no descarto que se mantenga la soberanía ucraniana sobre estos territorios, pero con la condición de que Rusia tenga un fuerte vínculo terrestre con Crimea.

Es decir, Kiev debe garantizar la denominada servidumbre, un derecho de acceso jurídicamente exigible para Rusia a la península de Crimea a través de las provincias de Jersón y Zaporiyia. Se trata de una decisión política esencial. Y, por supuesto, la versión final no se adoptaría unilateralmente, sino sólo después de consultar con el Consejo de Seguridad, con otras instituciones y, por supuesto, después de debatir con los ciudadanos, con el público de nuestro país y, sobre todo, con los residentes de las provincias de Jersón y Zaporiyia.

Eso es lo que hicimos finalmente: pedimos la opinión del pueblo y celebramos referendos. Actuamos como decidió el pueblo, incluso en las provincias de Jersón y Zaporiyia y en las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.

El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, introduce el discurso de Putin. © Dmitry Azarov/Kommersant/Sipa EE.UU.

Entonces, en marzo de 2022, el socio negociador dijo que en el futuro se dirigiría a Kiev para continuar la conversación ahora con sus colegas de la capital ucraniana. No estábamos en contra de esto, ni de los intentos en general de encontrar una solución pacífica al conflicto, porque cada día de lucha significaba nuevas víctimas y pérdidas. Pero en Ucrania, como quedó claro más tarde, los servicios del mediador occidental no fueron aceptados y, al contrario, como ya supimos, le acusaron de adoptar posturas prorrusas de forma bastante dura, pero eso ya son detalles.

Ahora, como ya he dicho, la situación ha cambiado radicalmente. Los ciudadanos de Jersón y Zaporiyia han expresado su posición en referendos, y las provincias de Jersón y Zaporiyia, así como las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, han entrado en la Federación de Rusia. Y no se puede hablar de violar nuestra unidad estatal. La voluntad del pueblo de estar con Rusia es firme. La cuestión está cerrada para siempre y ya no se discute.

En su introducción, Lavrov hizo hincapié en la acción de su ministerio: «Además, me gustaría señalar que estamos ayudando activamente al establecimiento de relaciones exteriores de Crimea, las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, y las provincias de Zaporiyia y Jersón. Con este fin, el Ministerio de Asuntos Exteriores ha establecido sus oficinas de representación en Donetsk y Lugansk y ha reforzado las capacidades de la oficina de representación en Simferópol.»

Quiero repetir una vez más que fue el Occidente quien preparó y provocó la crisis ucraniana, y ahora está haciendo todo lo posible para prolongar esta crisis infinitamente, para debilitar y endurecer mutuamente a los pueblos ruso y ucraniano.

Están enviando cada vez nuevas cargas de municiones y armas. Algunos políticos europeos han empezado a hablar de la posibilidad de desplegar sus tropas regulares en Ucrania. Al mismo tiempo, como ya he mencionado, son los actuales y verdaderos amos ucranianos -que, por desgracia, no son el pueblo ucraniano, sino las élites globalistas del otro lado del océano- los que están tratando de cargar al poder ejecutivo ucraniano con la responsabilidad de tomar decisiones impopulares, entre ellas rebajar aún más la edad de reclutamiento.

Ahora, como sabemos, es de 25 años, la siguiente etapa puede ser de 23, entonces – 20, 18 o 18 a la vez. Y luego, por supuesto, se desharán de las figuras que tomen estas decisiones impopulares bajo la presión del Occidente, las expulsarán por inútiles, haciendo recaer sobre ellas toda la responsabilidad, y colocarán a otras personas en su lugar, también dependientes del Occidente, pero todavía no con una reputación tan dañada.

De ahí, quizás, la idea de cancelar las próximas elecciones presidenciales ucranianas. Ahora los que están en el poder lo harán todo, luego los desecharán… y después seguirán haciendo lo que crean necesario.

A este respecto, me gustaría recordarles algo que ahora Kiev prefiere no mencionar, y el Occidente prefiere tampoco hablar de esto. ¿De qué estamos hablando? En mayo de 2014, el Tribunal Constitucional ucraniano dictaminó que, textualmente, «el Presidente es elegido por cinco años, independientemente de si es elegido en elecciones extraordinarias u ordinarias». Además, el Tribunal Constitucional ucraniano señaló que, textualmente, «el estatuto constitucional del Presidente no contiene normas que establezcan un mandato distinto de cinco años». Y punto. La decisión del tribunal era definitiva, inapelable. Y ya está.

¿Qué significa en relación con la situación actual? El mandato presidencial del líder ucraniano anteriormente elegido ha finalizado junto con su legitimidad, que no puede ser restaurada mediante ningún truco. No voy a hablar en detalle de los orígenes de la decisión del Tribunal Constitucional ucraniano sobre el mandato presidencial. Está claro que estaba relacionada con los intentos de legitimar el golpe de Estado de 2014. Pero, a pesar de todo, existe tal veredicto, y es un hecho jurídico. Pone en duda todos los intentos de justificar el espectáculo de hoy con la cancelación de las elecciones.

De hecho, la trágica página actual de la historia ucraniana comenzó con una toma del poder por la fuerza, como ya he dicho, un golpe anticonstitucional en 2014. Repito: el origen del actual régimen kievita es un golpe de Estado armado. Y ahora el círculo se ha cerrado – el poder ejecutivo en Ucrania es de nuevo, como en 2014, usurpado y mantenido ilegalmente, es de hecho ilegítimo.

Diré más: la situación con la cancelación de las elecciones es una expresión de la propia naturaleza, la verdadera tripa del actual régimen kievita, que surgió a raíz del golpe armado de 2014, está vinculada a él y tiene sus raíces en él.

El recurso a circunloquios pseudojurídicos también es habitual en los discursos de Putin, que no se avergüenza de las numerosas contradicciones que salpican sus intervenciones a lo largo del tiempo: en discursos anteriores, ha negado lisa y llanamente la existencia y la soberanía del país del que dice aquí ser experto constitucional.

Y el hecho de que, habiendo cancelado las elecciones, sigan aferrados al poder es una acción expresamente prohibida por el artículo 5 de la Constitución de Ucrania. Cito textualmente: «El derecho a determinar y cambiar el orden constitucional en Ucrania pertenece exclusivamente al pueblo y no puede ser usurpado por el Estado, sus órganos o funcionarios». Además, tales acciones entran en el ámbito del artículo 109 del Código Penal de Ucrania, que se refiere precisamente al cambio o derrocamiento por la fuerza del orden constitucional o a la toma del poder del Estado, así como a la conspiración para cometer tales acciones.

En 2014, tal usurpación se justificó en nombre de la revolución, y ahora por acciones militares. Pero el significado de esto no cambia. En esencia, estamos hablando de conspiración entre el poder ejecutivo del Gobierno ucraniano, la cúpula de la Rada Suprema y la mayoría parlamentaria controlada por ella, destinada a usurpar el poder del Estado (no hay otra forma de llamarlo así), lo que es un delito penal según la legislación ucraniana.

Además, la Constitución ucraniana no prevé la posibilidad de anular o aplazar la elección del Presidente del país ni la continuación de sus poderes en relación con la ley marcial, a la que ahora se hace referencia. ¿Qué establece la ley fundamental ucraniana? Que durante la ley marcial se pueden aplazar las elecciones de la Rada Suprema. Este es el artículo 83 de la constitución del país.

Así, la legislación ucraniana ha previsto la única excepción cuando los órganos del poder estatal prolongan sus funciones durante la ley marcial y no se celebran elecciones. Y esto se aplica únicamente a la Rada Suprema. Por lo tanto, se ha designado el estatus del Parlamento ucraniano como organismo de funcionamiento permanente bajo la ley marcial.

En otras palabras, es la Rada Suprema la que hoy es un órgano legítimo, a diferencia del poder ejecutivo. Ucrania no es una república presidencial, sino una república semiparlamentaria. Esta es la esencia.

Además, el Jefe de la Rada Suprema, actuando como Presidente, en virtud de los artículos 106 y 112, está investido de poderes especiales, incluso en el ámbito de la defensa, la seguridad, el mando supremo de las Fuerzas Armadas. Todo está escrito sin afeites ni retoques.

Además, en el primer semestre del año, Ucrania firmó un paquete de acuerdos bilaterales de cooperación en materia de seguridad y apoyo a largo plazo con varios países europeos. Ahora existe un documento similar con Estados Unidos.

Desde el 21 de mayo del año pasado, ha surgido lógicamente la cuestión de la autoridad y legitimidad de los representantes ucranianos que firman tales documentos. Como se dice, no nos importa, que firmen lo que quieran. Está claro que aquí hay un componente político y propagandístico. Estados Unidos y sus satélites quieren de alguna manera apoyar a sus peletes y darles peso y legitimidad.

Con todo, si más adelante se realiza en Estados Unidos un examen jurídico serio de un acuerdo de este tipo (no me refiero a la esencia, sino al componente jurídico), sin duda surgirá la pregunta: ¿quién firmó estos documentos y con qué autoridad? Y resultará que todo esto es un farol y que el acuerdo es nulo, y toda la construcción se derrumbará, por supuesto, si existe el deseo de analizar la situación. Se puede pretender que todo es normal, pero ahí no hay nada normal, lo he leído. Todo está escrito en los documentos, todo está escrito en la Constitución.

Les recuerdo también que, tras el inicio de la operación militar especial, el Occidente lanzó una campaña enérgica y bastante displicente en un intento de aislar a Rusia en la arena internacional. Hoy es claro y evidente para todos que este intento ha fracasado, pero, por supuesto, el Occidente no ha renunciado a su plan de construir alguna apariencia de coalición internacional antirrusa y de presionar a Rusia. También entendemos esto.

Como saben, han empezado a promover activamente la iniciativa de celebrar en Suiza una supuesta conferencia internacional de alto nivel sobre la paz en Ucrania. Y planean celebrarla inmediatamente después de la cumbre del G7, es decir, el grupo de los que, de hecho, provocaron el conflicto en Ucrania con su política. Lo que proponen los organizadores de la reunión en Suiza no es más que otra maniobra para desviar la atención de todo el mundo, intercambiar la causa y el efecto de la crisis ucraniana, dirigir el debate por el camino equivocado y, en cierta medida, volver a dar una apariencia de legitimidad a las actuales autoridades ejecutivas de Ucrania.

Por lo tanto, es evidente que en Suiza no se van a debatir las cuestiones verdaderamente fundamentales que se encuentran en el centro de la actual crisis de seguridad y estabilidad internacionales y las verdaderas raíces del conflicto ucraniano, a pesar de todos los intentos de que la agenda de la conferencia parezca más o menos decente.

Ya podemos esperar que todo se reduzca a una charla demagógica general y a una nueva serie de acusaciones contra Rusia. La idea es muy simple: atraer al mayor número posible de Estados por cualquier medio y, como resultado, presentar el caso como si las fórmulas y normas occidentales fueran compartidas por toda la comunidad internacional, lo que significa que nuestro país debería aceptarlas incondicionalmente.

Como saben, como es lógico, no fuimos invitados a la reunión en Suiza. De hecho, no se trata de negociaciones, sino del deseo de un grupo de países de seguir impulsando su propia línea y de resolver a su discreción cuestiones que afectan directamente a nuestros intereses y a nuestra seguridad.

Quiero subrayar a este respecto: sin la participación rusa, sin un diálogo honesto y responsable con nosotros, es imposible alcanzar una solución pacífica en Ucrania y en la seguridad global europea en general.

Si bien es cierto que Suiza no envió una invitación a la parte rusa —previendo una oposición de principio—, el Ministro suizo de Asuntos Exteriores, Ignazio Cassis, declaró que «no [habría] proceso de paz sin Rusia».

Hasta ahora, el Occidente ignora nuestros intereses, al tiempo que prohíbe a Kiev negociar y nos insta hipócritamente a negociar. Parece una estupidez: por un lado, se les prohíbe negociar con nosotros, mientras que, por otro, nos instan a negociar e insinúan que nos negamos a negociar. No tiene sentido. Pero vivimos en la torre de marfil.

Pero, primero, deberían dar a Kiev la orden de levantar la prohibición, la autoprohibición de negociar con Rusia, y segundo, estamos dispuestos a sentarnos a la mesa de negociaciones incluso mañana mismo. Comprendemos las peculiaridades de la situación jurídica, pero allí hay autoridades legítimas, incluso de acuerdo con la Constitución, como acabo de decir, y hay personas con las que negociar. Sí, estamos dispuestos. Nuestras condiciones para iniciar esa conversación son sencillas y se reducen a lo siguiente.

Ahora voy a dedicar algo de tiempo a recordar toda la cadena de acontecimientos, para que quede claro que para nosotros lo que voy a decir no es la coyuntura de hoy, sino que siempre hemos mantenido una determinada posición, siempre hemos deseado la paz.

Así pues, estas condiciones son muy simples. Las tropas ucranianas deben retirarse completamente de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, de las provincias de Jersón y Zaporiyia. Y, señalo a su atención el hecho de que es de todo el territorio de estas provincias dentro de sus límites administrativos, que existían en el momento de su entrada en Ucrania.

Contrariamente a lo que afirma Putin, sus exigencias a cambio de un alto el fuego parecen estar estrechamente vinculadas a la situación sobre el terreno.

Antes de la invasión a gran escala, el ejército ruso controlaba alrededor del 7% del territorio ucraniano. Con 25.961 km², Crimea representa por sí sola el 4,33% de la superficie total del país. 

Hasta la fecha, Moscú está presente en 80.098 km² en las cuatro provincias del sur y el este del país afectadas por las reivindicaciones rusas: Jersón, Zaporiyia, Luhansk y Donetsk. Del 17,71% del territorio ucraniano, la propuesta de Moscú aumentaría su control al 21,92% según nuestros cálculos, más de una quinta parte de la superficie total del país. Putin exige que Kiev le ceda 131.222 km² de territorio (incluida Crimea), lo que equivale a la superficie de Grecia.

De hecho, el avance del ejército ruso en Ucrania se ha mantenido relativamente estancado desde finales de 2022, ocupando alrededor del 18% del territorio. Con sus exigencias, Putin desearía claramente volver a los niveles anteriores a la ofensiva ucraniana en la región de Járkov en septiembre-octubre de 2022.

Tan pronto como Kiev declare que está preparada para tal decisión y inicie la retirada efectiva de las tropas de estas provincias, así como notifique oficialmente que abandona sus planes de adherirse a la OTAN, de nuestra parte saldrá inmediatamente, literalmente en el mismo minuto, una orden de cese de fuego y de inicio de las negociaciones. Repito: lo vamos a ordenar inmediatamente. Por supuesto, al mismo tiempo garantizaremos la retirada segura y sin obstáculos de las unidades y formaciones ucranianas.

Por supuesto, esperamos que esta decisión sobre la retirada de las tropas, sobre el estatus de no alineado y sobre el inicio del diálogo con Rusia, del que depende la futura existencia ucraniana, se tome en Kiev de forma independiente, basada en las realidades actuales y guiada por los auténticos intereses nacionales del pueblo ucraniano, y no al dictado del Occidente, aunque, por supuesto, existen grandes dudas al respecto.

A pesar de todo, ¿qué quiero decir de nuevo a este respecto, qué debo recordarles? He dicho que me gustaría repasar una vez más la cronología de los acontecimientos. Dediquemos algo de tiempo a esto.

Así, durante los acontecimientos del Maidán en Kiev en 2013-2014, Rusia ofreció repetidamente su ayuda para la resolución constitucional de la crisis, organizada en realidad desde el exterior. Regresemos a la cronología de los acontecimientos de finales de febrero de 2014.

El 18 de febrero comenzaron en Kiev los enfrentamientos armados provocados por la oposición. Varios edificios, entre ellos el ayuntamiento y la Casa de los Sindicatos, fueron incendiados. El 20 de febrero, francotiradores desconocidos abrieron fuego contra manifestantes y policías, lo que significa que quienes preparaban un golpe armado estaban haciendo todo lo posible para empujar la situación aún más hacia la violencia y la radicalización. Y las personas que en aquellos días estaban en las calles de Kiev y expresaban su descontento con el gobierno de entonces, fueron utilizadas deliberadamente para sus propios fines egoístas, como carne de cañón. Hoy están haciendo exactamente lo mismo, realizando  movilización y enviando a la gente al matadero. Y, a pesar de todo, entonces existía la oportunidad de encontrar una salida civilizada a la situación.

Reunión entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y los responsables del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores (MAE) en el centro de prensa del MAE ruso. Zamir Kabulov (izquierda), director del segundo departamento asiático del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, y Yuri Ushakov (derecha), asistente del presidente ruso, antes de la reunión © Dmitry Azarov/Kommersant/Sipa USA

Se sabe que el 21 de febrero se firmó un acuerdo entre el entonces Presidente ucraniano y la oposición sobre la solución de la crisis política. Sus garantes, como es sabido, fueron representantes oficiales de Alemania, Polonia y Francia. El acuerdo preveía la vuelta a una forma de gobierno semiparlamentaria, la celebración de elecciones presidenciales anticipadas, la formación de un gobierno de confianza nacional, así como la retirada de las fuerzas del orden del centro de Kiev y la entrega de armas por parte de la oposición.

Debo añadir que la Rada Suprema aprobó una ley que excluye la persecución penal de los manifestantes. Existía ese acuerdo, que habría puesto fin a la violencia y devuelto la situación al campo constitucional. Este acuerdo se firmó, aunque tanto en Kiev como en el Occidente prefieren no recordarlo tampoco.

Hoy voy a decir algo más sobre otro hecho importante que tampoco se ha mencionado antes públicamente, a saber, que literalmente a las mismas horas del 21 de febrero tuvo lugar una conversación con mi vis-a-vis estadounidense por iniciativa de la parte de Estados Unidos. La esencia de la misma fue la siguiente: el dirigente estadounidense apoyó sin ambages el acuerdo entre las autoridades y la oposición kievitas. Además, lo calificó de verdadero avance, una oportunidad para el pueblo ucraniano de asegurarse de que la violencia que había surgido no traspasara todos los límites imaginables.

Y luego, en el curso de nuestras conversaciones, elaboramos conjuntamente la siguiente fórmula: Rusia asegurará que el entonces Presidente ucraniano actúe con calma, que no utilice al Ejército ni a las fuerzas del orden contra los manifestantes. Y Estados Unidos, en consecuencia, según se dijo, llamaría a la oposición, como se dice, al orden, a desocupar los edificios administrativos, a mantener la calma en la calle.

Todo esto fue para crear las condiciones para que la vida en el país volviera a la normalidad, al ámbito constitucional y legal. Y, en general, acordamos trabajar juntos por una Ucrania estable, pacífica y en normal desarrollo. Cumplimos plenamente nuestro compromiso. El entonces Presidente ucraniano, Yanukóvich, que en realidad no pensaba utilizar el Ejército, no lo hizo y, además, incluso retiró de Kiev unidades policiales adicionales.

¿Qué podemos decir de nuestros colegas occidentales? En la madrugada del 22 de febrero y durante todo el día siguiente, cuando el Presidente Yanukóvich partió hacia Járkov, donde se iba a celebrar un congreso de diputados de las provincias del sudeste de Ucrania y Crimea, los radicales, a pesar de todos los acuerdos y garantías occidentales (tanto europeos como, como acabo de decir, estadounidenses), tomaron por la fuerza el control del edificio de la Rada, la administración presidencial, y tomaron el Gobierno. Y ni uno solo de los garantes de todos estos acuerdos sobre el arreglo político, ni Estados Unidos ni los europeos, ha estado cruzado de brazos para cumplir sus obligaciones, para pedir a la oposición que libere las instalaciones administrativas tomadas y que abandone la violencia. Está claro que este curso de los acontecimientos no sólo les convenía, sino que parece que ellos fueron los autores de que los sucesos se desarrollaran de esta manera.

Además, ya el 22 de febrero de 2014 la Rada Suprema, violando la Constitución ucraniana, adoptó una resolución sobre la llamada autoeliminación del Presidente Yanukóvich del cargo de presidente y fijó elecciones extraordinarias para el 25 de mayo. En otras palabras, se ha producido un golpe de Estado armado, provocado desde el exterior. Los radicales ucranianos, con el apoyo y directo del Occidente, frustraron todos los intentos de resolver la situación pacíficamente.

Luego persuadimos a Kiev y a las capitales occidentales para que iniciaran un diálogo con la población del sureste ucraniano y respetaran sus intereses, derechos y libertades. No funcionó, porque el régimen que llegó al poder como resultado del golpe de Estado eligió la guerra y lanzó acciones de castigo contra Donbás en la primavera y el verano de 2014. Rusia ha vuelto a pedir la paz.

Hemos hecho todo lo posible para resolver los graves problemas surgidos en el marco de los Acuerdos de Minsk, pero el Occidente y las autoridades de Kiev, como ya he subrayado, no iban a aplicarlos. Aunque nuestros colegas occidentales, incluido el jefe de la Casa Blanca, nos han asegurado con palabras que los Acuerdos de Minsk son importantes y que esto, en su opinión, permitiría salir de la situación en Ucrania, estabilizarla y considerar los intereses de los habitantes del este. En lugar de esto, han organizado un bloqueo, como ya he dicho, de Donbás. Las Fuerzas Armadas ucranianas se preparaban sistemáticamente para una operación a gran escala destinada a destruir las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.

Los Acuerdos de Minsk han sido finalmente enterrados por las manos del régimen de Kiev y del Occidente. Volveré sobre esto una vez más. Por eso en 2022 Rusia se vio obligada a lanzar una operación militar especial para poner fin a la guerra en Donbás y proteger a los civiles del genocidio.

Al mismo tiempo, desde los primeros días, hemos vuelto a proponer opciones para una solución diplomática de la crisis, y hoy ya he hablado de esto. Se trata de negociaciones en Bielorrusia, Turquía, la retirada de las tropas de Kiev para crear las condiciones necesarias para la firma de los Acuerdos de Estambul, que en principio fueron aceptados por todos. Pero incluso estos intentos fueron finalmente rechazados de nuevo. El Occidente y Kiev fijaron un rumbo para derrotarnos. Pero, como sabemos, todo esto fracasó.

Hoy hacemos otra propuesta de paz concreta y real. Si Kiev y las capitales occidentales también la rechazan, como antes, entonces finalmente es asunto suyo y su responsabilidad política y moral mantener el derramamiento de sangre. Obviamente, las realidades sobre el terreno y en la línea de separación continuarán cambiando no a favor del régimen kievita. Y las condiciones para el inicio de las negociaciones serán diferentes.

Quiero insistir en el punto principal: la esencia de nuestra propuesta no es una especie de tregua temporal o suspensión del fuego, como quiere el Occidente, para restablecer las pérdidas, rearmar al régimen kievita y prepararlo para una nueva ofensiva. Repito: no se trata de congelar el conflicto, sino de ponerle fin definitivamente.

Ucrania anunció inmediatamente que no accedería a las exigencias rusas, que considera ultimátums «oídos muchas veces». Al mostrar públicamente unas condiciones que Kiev ha considerado inaceptables en el pasado, Putin pretende restar importancia a la cumbre de paz que Ucrania organizó este fin de semana en Suiza.

Y lo diré una vez más: tan pronto como Kiev acepte un curso de los hechos similar al que se propone hoy, acepte una retirada completa de sus tropas de la RPD y la RPL, de las provincias de Zaporiyia y Jersón, e inicie realmente este proceso, estaremos dispuestos a empezar las negociaciones sin aplazarlas.

Repito: nuestra posición de principio es la siguiente: el estatus neutral no alineado no nuclear de Ucrania, su desmilitarización y desnazificación, sobre todo porque estos parámetros fueron generalmente acordados por todos en el curso de las conversaciones de Estambul en 2022. Todo estaba claro allí sobre la desmilitarización, todo estaba detallado: el número de tanques e etc. Todo estaba acordado.

Por supuesto, deben garantizarse plenamente los derechos, libertades e intereses de los ciudadanos rusoparlantes de Ucrania, y deben reconocerse las nuevas realidades territoriales y el estatus de Crimea, Sebastópol, las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, y las provincias de Jersón y Zaporiyia como entidades constitutivas de la Federación de Rusia. En el futuro, todas estas estipulaciones básicas y de principio deberán fijarse en forma de acuerdos internacionales fundamentales. Por supuesto, esto implica también la anulación de todas las sanciones occidentales contra Rusia.

Creo que Rusia propone una opción que permitirá terminar realmente con la guerra en Ucrania, es decir, pedimos pasar la trágica página de la historia y empezar a restablecer las relaciones de confianza y buena vecindad entre Rusia y Ucrania y en toda Europa, aunque sea difícil, gradualmente, paso a paso.

Tras haber solucionado la crisis ucraniana, nosotros, incluso junto con nuestros socios de la OTSC y la OCS, que hoy siguen aportando una contribución significativa y constructiva a la búsqueda de una solución pacífica de la crisis ucraniana, así como los Estados occidentales, incluidos los europeos, que están dispuestos al diálogo, podríamos empezar la tarea fundamental que he mencionado al principio de mi discurso, a es decir, la creación de un sistema indivisible de seguridad euroasiática que tenga en cuenta los intereses de todos los Estados del continente sin excepción.

Por supuesto, es imposible volver literalmente a las propuestas de seguridad que presentamos el 25, el 15 o incluso hace dos años, ya que han pasado demasiadas cosas y las circunstancias han cambiado. Pero los principios básicos y, sobre todo, el objeto mismo del diálogo no han variado. Rusia es consciente de su responsabilidad en la estabilidad mundial y reafirma su disposición a dialogar con todos los países. Pero esto no debe ser una imitación del proceso de paz para servir a la voluntad egoísta de alguien, a los intereses personales de alguien, sino una conversación seria y profunda sobre todos los temas, sobre toda la gama de cuestiones de seguridad mundial.

Estimados colegas, estoy seguro de que todos ustedes son muy conscientes de las tareas de gran escala a las que se enfrenta Rusia y de lo mucho que tenemos que hacer, también en el ámbito de la política exterior.

Les deseo sinceramente éxito en este difícil trabajo para garantizar la seguridad rusa, nuestros intereses nacionales, reforzar la posición del país en el mundo, promover los procesos de integración y las relaciones bilaterales con nuestros socios.

Por su parte, la cúpula del Estado seguirá prestando al departamento diplomático y a todos los que participan en la ejecución de la política exterior rusa el apoyo necesario.

Gracias una vez más por su trabajo, gracias por su paciencia y atención a lo que se dice. Confío en que tendremos éxito.

Muchas gracias.

Vladimir Putin al final de su discurso. © AP Foto/Alexander Zemlianichenko

Serguéi Lavrov

Estimado Vladímir Putin,

Muchas gracias por su valoración de nuestro trabajo.

Hacemos todo lo que podemos. La vida nos obliga a hacerlo aún más. Lo haremos. Todos comprenden que esto es necesario para el destino del país, de nuestro pueblo y, en cierta medida, para el destino del mundo.

Cumpliremos sus órdenes, que acaba de exponer, detallando el concepto de seguridad euroasiática, de manera muy concreta junto con nuestros colegas de otros órganos.

Colaboraremos en la resolución de las distintas situaciones conflictivas, entre las que la crisis ucraniana es sin duda prioritaria para nosotros, en el contexto de la construcción de un sistema de seguridad nuevo, justo e indivisible, basado en los mismos principios.

Utilizaremos su nueva iniciativa en diversas situaciones, incluso en nuestro trabajo dentro del BRICS, la OCS, con la República Popular China, con los países de América Latina y África, que también están presentando sus propias iniciativas, pero que hasta ahora han sido completamente ignoradas por quienes gobiernan Ucrania.

Muchas gracias. Seguiremos trabajando mucho.

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