Total y a la vez limitada1, no global pero sí mundializada2, la guerra de Ucrania se extiende «del mercado al comercio, de las tecnologías digitales al imaginario»3… también a la música4. Conflicto armado interestatal en el corazón de Europa, tiende a despertar a los habitantes del continente de un cierto letargo post-1989. Ha dado lugar a un aumento de los presupuestos de defensa, sobre todo en Alemania, a peticiones de adhesión a la OTAN de Estados neutrales como Finlandia y Suecia, y a una vinculación entre el llamado a la sobriedad energética y la lucha contra la dependencia de los recursos naturales rusos bajo el disfraz de una «ecología de guerra»5. No exenta de un componente nuclear6, esta guerra acentúa la recomposición mundial en curso. Hace aún más urgente definir una dirección en un mundo muy difícil de descifrar desde el fin de la bipolaridad. Una dirección posible es el neoidealismo, un «enfoque moral de la búsqueda geopolítica de intereses que hace hincapié en el derecho a la autodeterminación de todos los Estados democráticos, incluidos los más pequeños«7. Lo encarnan figuras como Volodimir Zelenski, Kaja Kallas, Sanna Marin y muchos líderes de Europa del Este. Pero, ¿es suficiente? ¿Es adecuada esa forma de ver el mundo? Y como señaló Bruno Latour al develar el contenido de Fractures de la guerre étendue: «¿dónde está la Tierra”8 en el neoidealismo? Si bien su posición tiene la ventaja de ofrecer un diagnóstico refrescante, no abre un camino tan amplio como podría parecer. Parece más apropiado un neosolidarismo que reconozca la espiral planetaria en la que estamos inmersos. Este neosolidarismo no es otra cosa que un sentido de la Tierra. 

[Si encuentra nuestro trabajo útil y quiere que el GC siga siendo una publicación abierta, puede suscribirse aquí.]

El neoidealismo: una posición estimulante, una revisión necesaria

Defender una tercera vía siempre es complicado. Es lo que proponían los defensores del neoidealismo en el corazón de nuestros años veinte. Situado a equidistancia entre los realismos conformados por una visión trágica de las relaciones internacionales y los internacionalismos liberales cuyo proyecto decae a escala mundial, el neoidealismo despeja otro camino. Profundamente apegado a las ideas de progreso y a la necesidad de tener en cuenta los regímenes políticos para entender la política exterior, se opone a un orden mundial oligárquico confiscado por las grandes potencias. Esto explica sus críticas a ciertos expertos y teóricos estadounidenses que se agruparon en una «coalición de moderación» tras las guerras de Irak y Afganistán; su lectura del sistema internacional sigue centrándose exclusivamente en el comportamiento del Estado más armado del mundo. Sobre todo, el neoidealismo reconoce la metamorfosis de los intereses, cada vez menos estrechamente nacionales debido al entrelazamiento de las sociedades9

Defender una tercera vía siempre es complicado.

FRÉDÉRIC RAMEL

Tal postura neoidealista tiene dos ventajas. Desde un punto de vista metodológico, rehabilita el papel de las ideas y los valores. Se trata de un precepto que la mayoría de los realistas suelen pasar por alto o incluso denigrar abiertamente, ya que se dice que la conducción de los asuntos internacionales se basa exclusivamente en una evaluación racionalista de las relaciones de poder. Tener en cuenta las ideologías y, más en general, la naturaleza de los regímenes políticos no sería de ninguna ayuda para los responsables de la toma de decisiones ni para los observadores. Esa posición fue criticada en plena Guerra Fría por Raymond Aron, que resultó ser «too realistic to be a realist», en palabras de Pierre Hassner10. Es una posición aún más criticable hoy en día, dadas las divisiones entre autoritarismo y democracia. Desde un punto de vista ontológico, la posición neoidealista también rehabilita el papel de los Estados pequeños. También en ese caso, escapan a la mirada realista, totalmente centrada en las grandes potencias, a las que consideran las únicas capaces de configurar el orden mundial a través de las grandes guerras que libran entre sí. En Europa, los pequeños Estados tienen un discurso y una política antiimperialistas en nombre de los valores democráticos, con una fuerte coherencia entre la protección del Estado de derecho en el interior y la defensa de las democracias atacadas o en peligro de serlo en el exterior. El neoidealismo se basa así en el reconocimiento de Estados a menudo olvidados en el proceso de construcción europea, en detrimento de la pareja franco-alemana asociada a la verdadera locomotora de la integración

Aunque muy estimulante, la posición neoidealista tropieza con dos dificultades. La primera es que se limita geográficamente a Europa. Es cierto que dirigentes como Kaja Kallas comparten sus experiencias fuera del continente y consideran que la defensa de los valores democráticos y de los derechos humanos no se detiene en sus fronteras. Sin embargo, el neoidealismo parece circunscribirse principalmente al suelo europeo. No asume realmente las reivindicaciones decoloniales y postoccidentales o, simplemente, las posiciones neutrales o incluso indiferentes expresadas por algunos Estados del Sur con respecto a la guerra ruso-ucraniana. La mayoría de los votos en la Asamblea General de las Naciones Unidas fueron críticos con la conducta de Rusia. Pero las abstenciones y el distanciamiento de Occidente se mantienen (32 para la última resolución votada el 22 de febrero de 2023), e incluso se multiplican cuando surge el fantasma del doble rasero occidental en materia de derechos humanos, como en el caso de la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos adoptada el 7 de abril de 2022 (58 abstenciones y 24 votos en contra).

La primera dificultad del neoidealismo es que se limita geográficamente a Europa.

FRÉDÉRIC RAMEL

La segunda dificultad reside en la propia terminología. El idealismo nunca ha tenido buena reputación en la historia política porque es sinónimo de utopía y ceguera. Los defensores liberales de la Sociedad de Naciones en el periodo de entreguerras sufrieron esa etiqueta. Sin embargo, eran lúcidos y modestos en sus planteamientos, perfectamente conscientes de que no existía una armonización espontánea de intereses entre Estados y convencidos de la absoluta necesidad de educar para cambiar la mentalidad de las personas. La paz mediante el derecho es también una cuestión de voluntad política. Los neoidealistas critican con razón «la denigración de los idealistas del pasado»11. Pero entonces, ¿por qué usar un término que ha sido repelente, por no decir anatema? ¿Por qué promover una concepción del mundo usando esa etiqueta? ¿No deberíamos ser más explícitos? En eso consiste el neosolidarismo mundial. Se trata de situar la comprensión de la guerra en el centro de la planetización del mundo.

La espiral planetaria: de las guerras de expansión a las guerras de compresión 

Globalización no es planetización. La primera no es lo mismo que el capitalismo o el auge de los intercambios comerciales, sino que se refiere a la supresión de las distancias gracias a las tecnologías de la información y la comunicación cada vez más rápidas. La segunda es harina de otro costal, aunque también tenga relación con el espacio. La planetización reside en la aparición de una noosfera, una esfera pensante que está vinculada a la biosfera y al mismo tiempo procede de ella, ya que es una «continuación auténtica y directa del proceso evolutivo»12. Hasta entonces, ninguna otra forma viva había extendido su influencia, su impacto, su huella por todo el planeta. Hasta que entramos en una nueva era, bajo la influencia de esta noosfera que se ha convertido en una «fuerza geológica»13: el Antropoceno. En otras palabras, está «cambiando la faz de la Tierra»14

A semejanza de la trayectoria de una curva que se alarga hasta envolver a toda la humanidad, el movimiento de planetización está puntuado por dos secuencias. La primera es una dilatación a partir de la cual los humanos prosperan biológicamente y pueblan progresivamente toda la superficie del planeta. Comparable a una «expansión geográfica»15, esta fase presenta las características de una expansión humana que se extiende desde el Paleolítico hasta la modernidad tardía. La segunda secuencia corresponde a una compresión, que empuja a los humanos a discernir vínculos cada vez más densos entre las unidades políticas que han formado. Nos encontramos en el centro de tal compresión. Genera un aumento del Reflejo de la Humanidad sobre sí misma, es decir, un mayor grado de conciencia de cada uno de los elementos que la componen. En otras palabras, «la Tierra sigue organizándose; su temperatura psíquica aumenta»16.

¿No deberíamos ser más explícitos? En eso consiste el neosolidarismo mundial. Se trata de situar la comprensión de la guerra en el centro de la planetización del mundo.

FRÉDÉRIC RAMEL

La espiral planetaria así descrita tiene dos dimensiones complementarias17. Por un lado, revela una convergencia de trayectorias que nos expone a retos y amenazas comunes, que traspasan las fronteras, pero también configuran las condiciones de los seres vivos en un mismo planeta. La segunda dimensión corresponde a la personalización, es decir, a un aumento de las capacidades reflexivas -un movimiento de cerebralización- que va acompañado de una mayor autoexpresión en su singularidad. Esto podría describirse como la contribución de los individuos a la evolución de la especie.  

La violencia y el uso de la fuerza armada han acompañado tal despliegue global. La extensión de la primera secuencia se caracteriza por la conquista, la colonización y la occidentalización del mundo a partir del siglo XVI, fenómeno que condujo a una extensión global de la forma en que los europeos establecieron el orden internacional entre ellos. En cuanto a la segunda secuencia, fue el fermento de las guerras de compresión por tres razones principales. En primer lugar, la asfixia: «como en un tren en hora pico, empezamos a asfixiarnos en la Tierra. Y en ese estado de asfixia, las naciones y los individuos intentan liberarse y salvar, por aislamiento, sus costumbres, su lengua y su país. En vano, de hecho, ya que los pasajeros siguen subiendo…»18. Las políticas exteriores neopopulistas destinadas a proteger las identidades nacionales consideradas congeladas en el tiempo pueden interpretarse como respuestas a esa asfixia.  Es también esa asfixia la que refuerza las divisiones internacionales en torno a los valores, en particular los derechos humanos. Los diferencialismos reivindicados por ciertos actores, como los defensores de una concepción islámica de los derechos, o la oposición al reconocimiento de las personas LGBTQI+, tanto en Occidente como en los países del Sur, son cada vez más notorios. Se están apoderando del propio funcionamiento de las organizaciones intergubernamentales, poniendo en peligro sus supuestos, como ilustran los debates de la Organización Internacional del Trabajo en junio de 2023 sobre la inclusión de la orientación sexual y las identidades de género en la sección dedicada a la igualdad de género, la no discriminación y la inclusión en el mundo laboral. Esos diferencialismos también están vinculados al uso de la fuerza. El imperialismo no es la única matriz ideológica detrás de la guerra de Rusia. Alimentada por el rechazo a que Ucrania se emancipe como unidad política soberana, aunque tenga una trayectoria histórica diferenciada19, la guerra emprendida por V. Putin es también producto de una compresión que se resiente no sólo en el plano estratégico (avance de la OTAN), sino también en el ideológico (defensa del conservadurismo y la ortodoxia). 

La violencia y el uso de la fuerza armada han acompañado tal despliegue global.

FRÉDÉRIC RAMEL

Pero las guerras de compresión (o los «estados de guerra» de compresión) también se manifiestan en los espacios comunes20, tan esenciales para el funcionamiento de las sociedades de la modernidad tardía porque por ellos circulan mercancías, personas e información. Esos espacios no terrestres no son propiedad de nadie, sino que son accesibles a todos: espacio aéreo internacional, espacio extraatmosférico, altamar, ciberespacio. Estados Unidos, que ya no disfruta de un monopolio en ellos, se ve cada vez más desafiado por otras potencias, que despliegan estrategias para denegar el acceso o incluso balcanizar los espacios comunes. En otras palabras, se intensifican las tendencias nacionalistas y neomercantilistas. Florecen los llamados a flexibilizar o incluso abolir las regulaciones internacionales, como demuestra la Ley de Libre Empresa del Comercio Espacial Estadounidense aprobada por la Cámara de Representantes en 2018. Promueve la idea de que el espacio extraatmosférico no debe considerarse un espacio común. Tal interpretación allana el camino para una creciente militarización, es decir, el uso de activos situados en esos espacios para apoyar operaciones militares. En el espacio extraatmosférico, por ejemplo, esto se refleja en la presencia de defensas contra misiles balísticos exoatmosféricos o en el refuerzo de las capacidades antisatélites, con el consiguiente aumento de la contaminación orbital y, en particular, del síndrome de Kessler, bien explicado en la película Gravity (2013). En el entorno cibernético, el recurso a virus como Stuxnet, o a las fake news, que conciernen a la capa social superior del dominio, se inscriben en una desestabilización general de los regímenes políticos, desestabilización que se amplifica en tiempos de guerra, como puede verse en el enfrentamiento entre las fuerzas ucranianas y rusas desde febrero de 2022.

Los actores no estatales también codician esos espacios. En el espacio extraatmosférico, gigantes de internet como Space X, de Elon Musk, y Blue Origin, de Jeff Bezos, están invirtiendo sumas colosales. También estamos asistiendo a la aparición de operadores que pretenden reparar satélites en órbita en forma de «servicio espacial». En aguas internacionales, se han producido una serie de descubrimientos de yacimientos submarinos de recursos naturales como el gas, o de recursos pesqueros diversificados cuya explotación atrae a diversos inversionistas. El aumento del tráfico marítimo, con buques portacontenedores cada vez más grandes y puertos que aumentan su capacidad de tonelaje para acogerlos, también revela ventanas de oportunidad para el enriquecimiento a través del comercio acelerado. Esta injerencia de los agentes sociales está fomentando la tensión entre las res communes (cosas comunes que no pueden ser objeto de apropiación; nadie puede poseerlas) y las res nullius (cosas que no pertenecen a nadie, o cosas sin dueños, sin propietarios, pero que sin embargo pueden ser objeto de apropiación por parte de particulares o incluso de colectivos). Existe un riesgo de confusión entre ambas por la apropiación incontrolada de algunos de esos espacios comunes y de sus recursos.

El Gran Lago Salado aparece en el fondo del «Muelle en espiral» de Robert Smithson, en la orilla noreste del Gran Lago Salado, cerca de Rozel Point, en Utah, el 1 de febrero de 2022. El año pasado, el Gran Lago Salado alcanzó su nivel más bajo en 170 años y ha seguido descendiendo, alcanzando un nuevo nivel de 1.277,2 metros en octubre. © AP Foto/Rick Bowmer

Por último, la actual espiral planetaria va acompañada del fantasma de una disyunción entre el hombre y la naturaleza o, más concretamente, «gracias a la acción humana, la noosfera se desliga progresivamente de la biosfera y se independiza cada vez más, y todo ello con una aceleración y una amplificación de los efectos que no cesan de aumentar. Al mismo tiempo, en una especie de contragolpe, la hominización ha introducido riesgos formidables en el curso de la vida»21. Los preocupantes diagnósticos relativos a los nuevos límites planetarios22 dan testimonio de tal espectro, que adopta la forma de «guerras climáticas» bajo la pluma de Bruno Latour (l’Humanité contre Gaïa). 

La actual espiral planetaria va acompañada del fantasma de una disyunción entre el hombre y la naturaleza o, más concretamente, «gracias a la acción humana, la noosfera se desliga progresivamente de la biosfera y se independiza cada vez más, y todo ello con una aceleración y una amplificación de los efectos que no cesan de aumentar.

FRÉDÉRIC RAMEL

Las guerras de compresión ligadas a la asfixia (primera forma), al control de los espacios comunes (segunda forma), a la separación de la biosfera y la noosfera (tercera forma) nos invitan a tomar conciencia de la espiral planetaria en la que evolucionamos. También, y sobre todo, ponen en tela de juicio nuestra forma de actuar, dando a la idea de solidaridad una necesidad patente.

El neosolidarismo planetario como sentido de la Tierra

El neosolidarismo planetario es una densificación del solidarismo surgido en los albores del siglo XX. A medio camino entre el liberalismo y el socialismo, se desarrolló esencialmente dentro de las fronteras del Estado. Proporciona «un marco de referencia para trazar las grandes líneas del derecho y de las instituciones del Estado republicano, marco en el que se ha construido y ha evolucionado nuestra sociedad política hasta nuestros días»23. Hoy en día, varias corrientes reivindican basarse en él, con orientaciones más o menos críticas con el modelo económico capitalista. El marco sigue siendo esencialmente el de la nación24, y lo que está en juego es el destino actual del Estado del bienestar. Sin embargo, los diseñadores originales del solidarismo reclamaban una extensión internacional, siguiendo el ejemplo de Léon Bourgeois y su «Sociedad de Naciones», cuyos contornos superaban el marco puramente interestatal de la Sociedad de Naciones desarrollada por Wilson. Esa idea aboga por un multilateralismo social, cuyo objetivo es mejorar las condiciones sociales y económicas en las que viven los individuos. Actualizar esa extensión -a su vez firmemente arraigada en una fe robusta, como revela el discurso de aceptación del Premio Nobel de Léon Bourgeois25– presupone la movilización de una contranarrativa al colapso, con el fin de hacerla más densa26. Dicha contranarrativa resuena perfectamente con el sentido de la Tierra definido por Teilhard de Chardin como «el sentido apasionado del destino común que arrastra a la fracción pensante de la Vida cada vez más hacia adelante»27. Un sentido que aprieta. Un sentido que consolida. Un sentido que «al revelar a cada individuo que hay una parte de sí mismo en todos los demás, saca a la luz, entre la masa de los seres vivos, un principio de afecto universal y nuevo: el gusto y la devoción del elemento por el elemento, en el corazón del mismo Mundo en progreso»28

[Si encuentra nuestro trabajo útil y quiere que el GC siga siendo una publicación abierta, puede suscribirse aquí.]

Ese neosolidarismo es, pues, un estado de ánimo que se inscribe en un «impulso vital», según los términos de Bergson. Si nos fijamos bien, ese estado de ánimo surgió a mediados del siglo XIX con el auge de la cooperación internacional en forma de organizaciones intergubernamentales, cuyo papel y desarrollo no han dejado de crecer. Si bien es necesario analizar el malestar actual que rodea al multilateralismo, sobre todo a la luz de las divisiones normativas ya mencionadas, ello no debe ocultar esa dinámica tan arraigada. Hay varios indicios de ello. 

El primero es el reconocimiento de un interés colectivo que trasciende las fronteras nacionales29. Esto se refleja ante todo en la adopción de textos fundamentales, a pesar de un ambiente que podría parecer aletargado, por no decir refractario, al derecho internacional. Por ejemplo, el Tratado de Altamar ilustra la protección de la biodiversidad marina y sitúa el 30% de los océanos en zonas protegidas30. El reconocimiento de ese interés colectivo también se observa en la evolución presupuestaria de las organizaciones intergubernamentales. La epidemia de Covid-19 ha sensibilizado a la Organización Mundial de la Salud sobre la insuficiencia de las contribuciones obligatorias (20%) -que garantizan el funcionamiento ordinario- frente a las contribuciones voluntarias (80%), sobre las que los Estados pueden imponer sus puntos de vista. La Asamblea Mundial de la Salud ha decidido aumentar las contribuciones obligatorias hasta el 50% del presupuesto general a más tardar en 2031. Esa decisión supone admitir que la organización desempeña un papel importante en la prevención y gestión de la salud mundial, a pesar de las críticas que ha recibido desde 2020. Debe dotarse de recursos financieros más sostenibles, porque ello redunda en interés de todos, ya que la salud de unos depende de la salud de otros a escala mundial. 

Otra pista está surgiendo en forma de llamado a la seguridad mundial. Varias iniciativas pretenden vincular la seguridad con la supervivencia del planeta, ya sea mediante la creación de un Consejo del Sistema Tierra31 o la Iniciativa de Seguridad Planetaria financiada por el Ministerio holandés de Asuntos Exteriores32. Esas propuestas tienen a veces dificultades para desmarcarse de las interpretaciones tradicionales de la seguridad33, porque están apegadas a concepciones geopolíticas que hacen de la lógica del poder el principal incentivo para entender la seguridad climática. Sin embargo, la seguridad global no puede confundirse con el poder. Lo trasciende. O, más exactamente, la seguridad global se caracteriza por la imbricación de la seguridad económica, alimentaria, sanitaria y medioambiental. Es necesario responder a dicha imbricación. Sobre todo, debemos reconocer la convergencia de la exposición y la sensibilidad a ese entretejido, lo que significa que las vulnerabilidades son cada vez más similares dondequiera que vivan las personas. El neosolidarismo planetario ofrece una gran cantidad de recursos para hacer frente a esas vulnerabilidades. Sustenta programas destinados a vincular ámbitos, como «una sola salud», que propugna un enfoque integrado, sistémico y unificado de la salud pública (animal, humana y medioambiental).

La seguridad global se caracteriza por la imbricación de la seguridad económica, alimentaria, sanitaria y medioambiental. Es necesario responder a dicha imbricación.

FRÉDÉRIC RAMEL

El neoidealismo tiene el innegable mérito de proponer un cambio de orientación ante la guerra entre Rusia y Ucrania. Pero no tiene en cuenta la espiral planetaria en la que se desarrolla la guerra, ni las demás guerras de compresión declaradas o en ciernes, en particular la disyuntiva entre el ser humano y la biosfera. Tener en cuenta esta espiral ofrece la oportunidad de hacer más densa la herencia del solidarismo en el mundo actual. Este enfoque tiene innegables resonancias con pensadores no occidentales, que a veces plantean enfoques similares, pero a su manera34. ¿No sería ésta una oportunidad para lanzar un diálogo mundial sobre este sentido de la Tierra?

Notas al pie
  1. Jean-Marie Guéhenno, «Totale et limitée : un premier bilan de la longue guerre d’Ukraine», Le Grand Continent; Fractures de la guerre étendue, París, Gallimard, 2023, p. 25 y s.
  2. Bertrand Badie, «Les surprises de la guerre mondialisée». Attac. Les possibles. 34. Septiembre de 2022. https://france.attac.org/IMG/pdf/badie-possibles_34.pdf
  3. Gilles Gressani, Mathéo Malik, «Fractures de la guerre étendue», Le Grand Continent; Fractures de la guerre étendue, op. cit. p. 20.
  4. Damien Mahiet, Ramel Frédéric, «Commentary Series on Putin’s War: The Shattered Frame of Cultural Exchange?». H-Diplo 446, 6 de julio de 2022. https://hdiplo.org/to/E446
  5. Pierre Charbonnier, «El nacimiento de la ecología de guerra», el Grand Continent, 18 de marzo de 2022. https://legrandcontinent.eu/es/2022/03/18/el-nacimiento-de-la-ecologia-de-la-guerra/
  6. Jean-Pierre Dupuy, «Desbaratar el final: pensar la guerra nuclear que viene», el Grand Continent, 27 de marzo de 2023.
  7. Benjamin Tallis, «Qui soutient Zelenski ? Naissance et doctrine du néo-idéalisme», Le Grand Continent; Fractures de la guerre étendue, op. cit., p. 83.
  8. Bruno Latour, «Postface», Le Grand Continent, op. cit. p. 226.
  9. Benjamin Tallis, op. cit., p. 94.
  10. Pierre Hassner, «Raymond Aron: too Realistic to Be A Realist?», Constellations, 14, 4, 2007, pp. 798-505.
  11. Benjamin Tallis, op. cit., p. 89.
  12. Pierre Teilhard de Chardin. La place de l’homme dans la Nature. Le groupe zoologique humain, París, Albin Michel, 1996, p. 218.
  13. Vladimir I. Vernadsky «The Biosphere and the Noosphere», American Scientist, 33, 1, enero de 1945, p. 9.
  14. Albert Le Roy, Les origines humaines et l’évolution de l’intelligence, París, Boivin, 1928.
  15. Pierre Teilhard de Chardin, La place de l’homme, op. cit., p. 190.
  16. Pierre Teilhard de Chardin, L’activation de l’énergie. París, Seuil, 1963, Tomo VII, p. 83.
  17. Michel Camdessus, «Mondialisation et avenir de l’humanité». Discurso introductorio Coloquio de los amigos del padre Teilhard de Chardin, Nueva York, 7 de abril de 2005.
  18. Teilhard de Chardin, L’activation de l’énergie, París, Seuil, 1963, p. 358.
  19. Arthur Kappeler. Russes et Ukrainiens. Les frères inégaux du Moyen-Age à nos jours. París, CNRS Editions, 2022.
  20. David Ronfeldt, John Arquilla, Whose Story Wins: Rise of the Noosphere, Noopolitik, and Information-Age Statecraft. Santa Monica, CA: RAND Corporation, 2020, p. 65 y s.
  21. David Pitt, Paul R. Samson, «Introduction. Sketching the Noosphere» dans Mikhael Gorbatchev, David Pitt, Paul R. Samson, ed., The Biosphere and Noosphere Reader. Global Environment, Society and Change, Londres, Routledge, 1999 (1a ed.), p. 5.
  22. En abril de 2022, la revista Nature señalaba que se había cruzado el sexto límite (el ciclo del agua dulce). Sólo tres no se han superado aún: la acidificación de los océanos, el agotamiento de la capa de ozono y la concentración de aerosoles en la atmósfera. Los otros límites que ya se han superado son el cambio climático, la erosión de la biodiversidad, los ciclos del nitrógeno y el fósforo, el uso del suelo y la contaminación química (que también se superará en 2022).
  23. Robert Lafore. «Solidarité et doctrine publiciste. Le solidarisme juridique hier et aujourd’hui» dans Solidarité(s). Perspectives juridiques. Toulouse, Presses de l’Université Toulouse Capitole, 2009. https://doi.org/10.4000/books.putc.220
  24. Benjamin Chapas, Virgile Chassagnon, «Pour un nouveau solidarisme politique», Télos, 3 de abril de 2022. https://www.telos-eu.com/fr/politique-francaise-et-internationale/pour-un-nouveau-solidarisme-politique.html
  25. Bourgeois Léon, «La raison de vivre de la Société des Nations», de M. Léon Bourgeois al Comité Nobel del Parlamento noruego, diciembre de 1922. https://www.nobelprize.org/prizes/peace/1920/bourgeois/26046-leon-bourgeois-conference-nobel/
  26. Patrice van Eersel, Noosphère, París, Albin Michel, 2021.
  27. Pierre Teilhard de Chardin, L’énergie humaine, París, Seuil, 1962, p. 39.
  28. Ibid., p. 44.
  29. Para un análisis reciente de esa tendencia, ver Guillaume Devin, «Pour une politique multilatérale audacieuse. Policy Paper : de la nécessité d’une coopération internationale au service de l’intérêt collectif». Journal du multilatéralisme. 3 de mayo de 2023. https://observatoire-multilateralisme.fr/publications/pour-une-politique-multilaterale-audacieuse/?highlight=devin
  30. Este texto es la continuación de los compromisos contraídos en la COP15 sobre biodiversidad celebrada en Montreal en 2022, cuyo objetivo es proteger un tercio de la biodiversidad mundial terrestre y marina (de aquí a 2030) («30 por 30»).
  31. Anthony Burke et al., «Planet Politics : A Manifesto from the End of IR», Millennium: Journal of International Studies, 44, 3, 2016, p. 522.
  32. https://www.planetarysecurityinitiative.org/about-psi
  33. Judith Nora Hardt et Jürgen Scheffran, «L’(in)sécurité planétaire vue par le réseau de la Planetary Security Initiative : une approche critique de l’expertise face à l’Anthropocène», Les Champs de mars, 2020/2, 35, p. 101-126.
  34. Ver por ejemplo, el pensador bengalí Tagore (1861-1941): Giorgio Shani, «From “Critical” Nationalism to “Asia as Method”: Tagore’s Quest for a Moral Imaginary’ and Its Implications for Post-Western International Relations», Global Studies Quarterly, 2, 4, octubre de 2022, ksac069, https://doi.org/10.1093/isagsq/ksac069