Doctrinas de la China de Xi Jinping

Macron visto desde China, por Song Luzheng

Doctrinas de la China de Xi | Episodio 31

Para Song Luzheng, Francia bien podría representar una excepción en el conflicto que se está cristalizando entre China y Estados Unidos. Su independencia le permitiría trazar una tercera vía, más acorde con los intereses de Pekín. Unos días antes de la visita de Emmanuel Macron, un intelectual chino próximo al Partido juega la carta de la seducción -mediante una visión fantaseada de la herencia gaullista-.

Autor
Alexandre Antonio
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© CHARLES PLATIAU/POOL PHOTO VIA AP

Song Luzheng (1969-) es comentarista asiduo de la política francesa desde China e investigador en la Universidad de Fudan. Ha escrito múltiples artículos de prensa para diversas publicaciones periódicas próximas al gobierno chino, entre las que destaca Qiushi (求实). Con la expresión de una línea cercana a la del Partido, Song Luzheng ha afirmado que el sistema político chino es «superior al occidental» y ha escrito tres libros sobre el tema: China puede ganar (中国能赢), ¿Por qué China duda de los valores universales de Occidente y por qué el sistema político chino es mejor que el occidental?(中国为什么要怀疑西方的 «普世价值»?)y ¿Qué hace que el sistema político chino sea mejor que el occidental?(中国的政治制度何以优于西方).

En la escena internacional, estos «valores civilizacionales» descritos en los libros de Song están son el núcleo de la asociación chino-rusa sin límites, que ha entrado en una nueva dimensión desde la visita de Xi a Moscú, en la que expresó su deseo de fundar un nuevo orden mundial compartido con Rusia y los países del sur, en oposición a Occidente. Song Luzheng reconoce, en el artículo que traducimos1, que Europa se encuentra en un dilema; no tiene más remedio que condenar la nueva doctrina china en nombre de la «necesidad de seguir la postura estadounidense» y aceptar su propia dependencia económica, industrial y comercial de China. Esta dependencia se ve traicionada por las visitas del canciller Scholz y del entonces presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, a Pekín, el pasado noviembre, seguidas de la gira de Wang Yi por las capitales europeas, en febrero, y, también, por la visita conjunta del presidente Macron y de la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que acudirán ahí la próxima semana.

En este contexto, Song Luzheng, hace un llamado a Francia para que, «a diferencia del Reino Unido, que depende de Estados Unidos», aporte una «voz disonante» en Europa basada en lo que considera un necesario retorno a sus orígenes: la «no alineación de Charles de Gaulle» y la defensa por parte de Francia de una disuasión nuclear independiente de Estados Unidos. Song desea que la visita de Emmanuel Macron a China simbolice la encarnación, por parte de Francia, de una «potencia equilibradora», que tendría «cartas que jugar» entre Estados Unidos y China, una posición que, en su opinión, podría proporcionar un terreno común en las relaciones entre Francia y China.

Cuando se piensa en las relaciones sino-francesas, se piensa en Francia, la primera potencia occidental que estableció relaciones diplomáticas con China a nivel de embajadores. Las decisiones geopolíticas tomadas por el visionario general de Gaulle frente a las presiones estadounidenses y, supuestamente, morales han beneficiado a Francia durante décadas. Desde entonces, el Reino Unido fue el primero en adherirse al Banco Africano de Desarrollo; Italia fue la primera en firmar el Memorándum de las Nuevas Rutas de la Seda y el primer dirigente occidental que visitó China tras el XX Congreso del Partido Comunista fue el canciller alemán. La única manera de obtener una ventaja diplomática adicional es estar en primera fila. Esto requiere una sabia previsión política y un dinamismo considerable. En este contexto histórico, se debe entender y asimilar la visita de Macron a China.

Reforzar las relaciones sino-francesas es un beneficio, no un daño

Como los intereses de las grandes potencias son diversos y complejos, tanto en el plano bilateral como en el multilateral, siempre habrá cartas que jugar, pero la clave está en saber jugarlas bien. La relación entre Francia y China no se limita a las dos partes, sino que incluye a la Unión Europea, a Rusia y a Estados Unidos. Esto es similar al periodo de la Guerra Fría, en el que vivió Charles de Gaulle: el establecimiento de relaciones diplomáticas con China fue, también, una respuesta a los intereses franceses en la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética y su visión no se limitaba, en absoluto, a China ni a Francia.

Desde el punto de vista francés, se trata de la necesidad de promover la autonomía estratégica de la Unión Europea, de la necesidad de ponerle fin, cuanto antes, al conflicto ruso-ucraniano y de la necesidad de no perjudicar el juego estratégico entre China y Estados Unidos. China es necesaria para cada uno de estos objetivos, en especial, para los dos últimos, que tienen un impacto directo e inmediato en los intereses vitales de Francia. 

Sobra decir que el conflicto ruso-ucraniano le ha causado muchas pérdidas importantes a Europa desde el momento de quitarle a EEUU: Europa se ha visto obligada a pagar un enorme precio diplomático y económico por abandonar la tecnológicamente avanzada, barata y bien servida 5G de Huawei; EEUU no se ha comunicado plenamente con la UE, ha ignorado sus preocupaciones sobre los refugiados y se ha retirado unilateralmente de Afganistán, lo que viola el principio de «dentro y fuera» de la OTAN. EEUU también utilizó la creación de AUKUS para robarle a Francia su contrato de submarinos por un valor de 66000 millones de dólares; utilizó los llamados derechos humanos para exigir que Europa se uniera a las sanciones contra China, al mismo tiempo que congelaba el acuerdo de inversión sino-europeo; obligó a Europa a abandonar el enorme mercado chino a través de la guerra de los chips; introdujo un proyecto de ley antiinflación que afectó gravemente la reindustrialización de Europa. Europa ha hecho muchos sacrificios por Estados Unidos sin recibir ninguna compensación; al contrario, la han apuñalado por la espalda en repetidas ocasiones.

China y Occidente tienen opiniones radicalmente opuestas sobre los derechos humanos. Occidente ha acusado a China de graves violaciones de los derechos humanos en la provincia de Xinjiang, lo que ha provocado el bloqueo, durante casi dos años, del acuerdo global de inversiones entre China y la Unión Europea. El partido esgrime, ahora, un argumento de peso frente a las acusaciones de violación de los derechos humanos: gracias a sus políticas, 800 millones de personas han salido de la pobreza en China desde hace varias décadas.

Las acciones de Europa demuestran que, aunque no está optando verbalmente por un bando entre Estados Unidos y China, de hecho, se ha visto obligada a seguir a Estados Unidos en cuestiones importantes. Si hay una diferencia adicional en términos militares, como China y Europa están demasiado lejos, las limitadas capacidades de proyección de Europa no pueden entrar en conflicto con China. Por lo tanto, el dilema actual de Europa y Francia es su incapacidad, por diversas razones, para mantenerse realmente independientes entre Estados Unidos y China y para aguantar firmes; ello, a pesar de que la Unión Europea, y, dentro de ella, Francia y Alemania, quieren marcar la diferencia y visitan China frecuentemente.

Objetivamente, Francia, como potencia mundial, tiene muchas cartas que jugar contra China y muchas de ellas, como las relaciones diplomáticas, tienen el efecto de matar dos pájaros de un tiro. Por ejemplo, la visita de Macron a Estados Unidos fue un fracaso; no consiguió nada en materia de precios de la energía ni exenciones para los autos eléctricos en Europa, que son realmente necesarias. Si Estados Unidos tiene capacidad para tomar represalias contra Europa, es poco probable que vuelva a entrar en guerra con ella ante el conflicto ruso-ucraniano y ante el auge de China. Cuando Charles de Gaulle se retiró de la OTAN y estableció relaciones diplomáticas con China, lo hizo porque era improbable que Estados Unidos le correspondiera en el contexto de la Guerra Fría y no podía hacer mucho más que hablar de dientes para afuera. 

Una de las ideas principales del artículo de Song Luzheng es la descripción de lo que él considera una oposición «histórica» y estructurante entre Francia y Estados Unidos. Uno de los ejes simbólicos de la política de De Gaulle fue la afirmación de la independencia nacional de Francia frente a Estados Unidos, que, por otra parte, no abandonó la Alianza Atlántica, sino sólo su mando integrado. Para Song, una de las «cartas por jugar» de Francia con China, en la actualidad, es afirmar su «estatus histórico de gran potencia» inspirándose en esta política de De Gaulle. Esto podría implicar el establecimiento de relaciones estrechas e «independientes con el bloque liderado por Estados Unidos», lo que redundaría en interés de Pekín y de su «nuevo orden mundial». 

Si Francia no quiere ofender directamente a Estados Unidos, aún puede jugar otras cartas. Por ejemplo, podría anunciar su participación en el tercer foro de las «Nuevas Rutas de la Seda», previsto para este año, convertirse en el primer dirigente occidental en asistir al foro y programar su visita a China en esas fechas. Entonces, se pondría de relieve la singularidad de la visita de Macron a China. También, podría ir allí y afirmar su apoyo en cuanto a la reunificación con Taiwán, en lugar de limitarse a reiterar su apoyo en cuanto al principio de una sola China. Ambas cartas no le costarían nada a Francia y los beneficios serían significativos. A lo sumo, sólo provocarían la enemistad de Estados Unidos y las críticas de la opinión pública, pero ¿cuándo le han importado a Estados Unidos las críticas públicas, cuando siempre ha actuado en el llamado «interés nacional», que es su principio supremo? La retirada de Trump del acuerdo climático de París y el abandono de Biden del gobierno afgano han suscitado críticas en todo el mundo, pero a Estados Unidos no le preocupa para nada.

Desde 1964, cuando De Gaulle decidió establecer relaciones diplomáticas formales con la República Popular de China, Francia ha mantenido esta posición oficial de «una sola China». Desde 1971 y desde la entrada de la RPC a las Naciones Unidas en detrimento de Taiwán, esta postura de «una sola China» es, de hecho, algo que todos los Estados miembros de la ONU comparten. Esto no impide que Francia mantenga relaciones diplomáticas no oficiales con Taiwán, a través de oficinas de representación en Taipei y París, que no son embajadas, pero funcionan como tal. 

En Occidente, Francia es el único país verdaderamente independiente. Es autónoma en términos de seguridad (dispone de una fuerza nuclear independiente), de energía (es la segunda central nuclear del mundo) y de economía (tiene industrias muy importantes y está relativamente bien equipada); su estatus de gran potencia no depende del exterior, a diferencia del Reino Unido, que depende de Estados Unidos o de Alemania y Japón. Por definición, es perfectamente capaz de jinetear el juego geopolítico en función de sus intereses nacionales.

© Jacques Witt/SIPA

Históricamente, la diplomacia francesa ha sabido destacarse con frecuencia: gracias a ella, un país destinado a ser masacrado al perder una guerra sale indemne o, incluso, se convierte en uno de los grandes beneficiados. Napoleón, por ejemplo, provocó una guerra en toda Europa que acabó en derrota. Sin embargo, tras la derrota, Francia no pagó reparaciones, sino que, simplemente, devolvió los objetos y obras de arte saqueados, al mismo tiempo que se apoderaba de varias ciudades-Estado. Y lo que es más importante: Francia aprovechó el Congreso de Viena para firmar un tratado secreto de alianza defensiva con Gran Bretaña y Austria contra Rusia y Prusia, lo que le puso fin a la alianza antifrancesa.

Invertir la disfunción diplomática

No se trata de un caso aislado. Durante la Segunda Guerra Mundial, Francia se apresuró a capitular, pero, después de la guerra, consiguió convertirse en miembro permanente de las Naciones Unidas.

Sin embargo, hoy, Francia se encuentra en un estado de disfunción diplomática: ha invertido enormes recursos en la diplomacia rusa y ha fracasado, se ha rendido ante los consejos de Estados Unidos: sus operaciones militares en África han terminado mal. Ahora, frente a China, está claro que tiene cartas que jugar y puede protegerse de Rusia y Estados Unidos.

Al final, históricamente, los países continentales, representados por Francia y Alemania, han dependido, en gran medida, de políticos fuertes. Cuando estos países tuvieron gigantes históricos, supieron hacer que se oyera su voz; en Francia, fueron Luis XIV y Napoleón, Charles de Gaulle o los maestros de la diplomacia Richelieu y Talleyrand. Si los políticos se ciñen a las normas y no son capaces de liberarse de sus valores, no sólo no protegerán los intereses de su país, sino que se debilitarán a sí mismos y a los demás en un juego de grandes potencias altamente competitivo.

Notas al pie
  1. 国际关系/马克龙访华能打手好牌吗?\宋鲁郑Ta Kung Pao, 25 de marzo de 2023
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