El ataque de Rusia a Ucrania ha obligado a Alemania y a Europa a adaptarse de verdad a las nuevas realidades geopolíticas de un mundo que se ha vuelto más áspero y brutal. La dependencia de las importaciones rusas de energía se ha reducido rápida y forzosamente. 

La cuestión de cómo reorganizar las relaciones comerciales de Europa merece mucha atención. Las numerosas dependencias existentes, sobre todo, de China, podrían convertirse, rápidamente, en un problema para los europeos si se intensifican las tensiones entre China y Estados Unidos.

Dado que los intercambios económicos con China se están convirtiendo en un negocio cada vez más arriesgado, Europa se beneficiaría del desarrollo de relaciones comerciales alternativas, lo que le abriría puertas a otras áreas y sectores. En el ámbito de la transición energética, en rápido crecimiento, la apertura de nuevos mercados representa una gran oportunidad de diversificación. Cuando se abren nuevas perspectivas de inversión, no es necesario cortar los vínculos existentes como parte de tal diversificación.

Dado que los intercambios económicos con China se están convirtiendo en un negocio cada vez más arriesgado, Europa se beneficiaría del desarrollo de relaciones comerciales alternativas, lo que le abriría puertas a otras áreas y sectores.

VERONIKA GRIMM, CLAUDIA SCHMUCKER y GUNTRAM WOLFF

La doctrina económica de Biden y de su asesor Jake Sullivan demuestra que Estados Unidos desea, ahora, limitar sus relaciones comerciales con el resto del mundo. En este contexto, la Unión puede y debe enviar señales diferentes en los ámbitos en los que la política comercial tiene un impacto positivo sobre la prosperidad y el bienestar. No es una visión contraintuitiva, sino profundamente realista porque, a diferencia de Estados Unidos, no podemos contar, en modo alguno, con reducir las dependencias únicamente reforzando nuestras capacidades nacionales. Mientras que, en Estados Unidos, esta estrategia puede resultar especialmente costosa, en Europa, nuestras capacidades de producción de energía verde y las materias primas a nuestra disposición son, sencillamente, insuficientes. Por lo tanto, las economías abiertas de la Unión necesitan el comercio internacional para prosperar y generar recursos suficientes a largo plazo para reforzar la seguridad energética y las capacidades de defensa. En lugar de deslocalizar, debemos reforzar nuestra capacidad de resistencia en las relaciones comerciales.

Hay muchas oportunidades de diversificar en términos de relaciones comerciales, pero la negociación de grandes acuerdos suele llevar años o, incluso, décadas. La Unión Europea negocia, actualmente, numerosos acuerdos con países industrializados y emergentes de la región de la ASEAN, del Indo-Pacífico y de América Latina. 

Recientemente, se firmó un acuerdo comercial con Nueva Zelanda. En junio de 2019, tras casi 20 años de negociaciones, se alcanzó un acuerdo comercial con los países del Mercosur. 

Ahora, debería ratificarse rápidamente. Al tratarse de un acuerdo comercial ya negociado, pero aún no ratificado, representa una oportunidad inmediata para aumentar, cuanto antes, la resistencia geopolítica de Europa frente a China. 

A diferencia de Estados Unidos, no podemos contar, en modo alguno, con reducir las dependencias únicamente reforzando nuestras capacidades nacionales.

VERONIKA GRIMM, CLAUDIA SCHMUCKER y GUNTRAM WOLFF

España, cuya presidencia de la Unión, en el segundo semestre de 2023, coincidirá con la presidencia de turno de Brasil en Mercosur, se había comprometido, junto con el primer ministro brasileño Lula, a impulsar la conclusión del acuerdo de Mercosur. Como escribió el ministro Albares en estas páginas: «España considera que América Latina y el Caribe conforman la región más «eurocompatible» del planeta, por los valores que compartimos y los intereses que nos unen». Así pues, hay buenas razones para aprovechar la ventana de oportunidad de la presidencia española para concluir el acuerdo. Después, el contexto no será tan fácil: las elecciones europeas tendrán lugar a mediados de 2024, tras las cuales Hungría asumirá la presidencia del Consejo de la UE (julio-diciembre de 2024). 

Gracias al acuerdo UE-Mercosur, las empresas europeas tendrían acceso a un mercado de más de 260 millones de consumidores. Los elevados aranceles de los cuatro países del Mercosur, sobre todo, Brasil y Argentina, se reducirían masivamente. Esto afectaría a sectores como el automovilístico, el de maquinaria y el de tecnologías de la información y la comunicación. Al mismo tiempo, se reducirían los derechos de aduana sobre productos agrícolas, que, a veces, alcanzan entre el 20 % y el 35 % en el caso de vinos, licores y quesos. Otras medidas importantes serían la reducción de barreras no arancelarias sobre el comercio de mercancías, la eliminación de regímenes fiscales discriminatorios sobre las importaciones, la mejora de oportunidades de establecimiento para servicios y la mejora de acceso para mercados de contratación pública. 

El acuerdo reforzaría considerablemente la alianza con el mercado sudamericano y les ofrecería a las empresas europeas un mejor acceso a los mercados y, sobre todo, la cooperación con actores locales. 

También, implica la aceptación, por parte de nuestros socios, de las normas europeas, lo que reforzaría sustancialmente la influencia geopolítica de la Unión. Con 770 millones de consumidores, el acuerdo UE-Mercosur creará la segunda mayor zona comercial del mundo. No hay que subestimar este potencial: la creación de nuevas zonas comerciales contribuirá a diversificar el comercio europeo, lo que podría reducir, a largo plazo, nuestra dependencia hacia China.

La creación de nuevas zonas comerciales contribuirá a diversificar el comercio europeo, lo que podría reducir, a largo plazo, nuestra dependencia hacia China.

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Este acuerdo también facilitaría el acceso a nuevos mercados clave como parte de la transición hacia la neutralidad climática. En colaboración con socios regionales, debería facilitarse la extracción y transformación de materias primas críticas, lo que le permitiría a la Unión encontrar alternativas a China como proveedor. 

América Latina es un gran productor de cobre y tiene las mayores reservas conocidas de litio del mundo. La eliminación de monopolios de exportación y la reducción o supresión de impuestos sobre la exportación que Argentina, por ejemplo, sigue aplicando sobre el cobre y el litio fomentarían el comercio y la diversificación en estas áreas cruciales, tanto así que Brasil ya previó impuestos sobre la exportación similares a los de Argentina. 

Una cooperación más estrecha en términos de materias primas críticas sobre la base del acuerdo podría estimular una dinámica de inversión positiva en el sector de materias primas y contrarrestar, así, las ambiciones de China en Sudamérica. En los últimos años, China ha ampliado masivamente su comercio y sus inversiones con América Latina, en particular, para asegurarse materias primas. Es cierto que el stock de inversión directa extranjera de la Unión Europea en América Latina es, ahora, 3.5 veces mayor que el de China. Sin embargo, desde el 2000, la inversión directa china ha crecido mucho más deprisa que la de la UE. Aunque las empresas occidentales aún son líderes en la extracción de litio en Argentina, las empresas chinas han invertido, recientemente, miles de millones en este sector. Cuando se trata de nuevas inversiones, China lleva, claramente, la delantera, por lo que es posible que la situación cambie.

Una cooperación más estrecha en términos de materias primas críticas sobre la base del acuerdo podría estimular una dinámica de inversión positiva en el sector de materias primas y contrarrestar, así, las ambiciones de China en Sudamérica.  

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La importación de hidrógeno y de fuentes de energía verde basadas en el hidrógeno de Sudamérica a la Unión también se acelerará considerablemente con la conclusión del acuerdo UE-Mercosur. En vista de las grandes cantidades de materias primas críticas y de energía climáticamente neutra que Alemania necesita a corto plazo, esto parece absolutamente necesario. Precisamente, para estas nuevas necesidades, deberíamos empezar a diversificar nuestras importaciones ahora, cuando los mercados aún están en auge. En este sentido, la profundización de las relaciones comerciales con Mercosur puede suponer un valioso contrapeso con China (para materias primas críticas) y con el Norte de África y Medio Oriente (para energía).

La cuestión reside en qué significa el acuerdo para la protección del medio ambiente y la selva tropical. A menudo, se argumenta que el comercio adicional iría en detrimento del medio ambiente. Por ello, las principales fuerzas del Parlamento Europeo y la sociedad civil piden que se suspenda el acuerdo o, al menos, que se adopte un acuerdo complementario para proteger la selva tropical. 

Europa no debe hacerse ilusiones al respecto. Países como Brasil no sólo miran a Europa o Estados Unidos, sino, también, a China, para perseguir sus intereses estratégicos. Por ejemplo, actualmente, Brasil exporta a China mineral de hierro por un valor de 28000 millones de dólares. Esto le permite a China aumentar el exceso de capacidad de producción mundial de acero a gran escala y a bajo costo. Este acero es, a su vez, uno de los principales motores del cambio climático y los precios baratos chinos hacen que se utilice cada vez más en todo el mundo. Esto hace que, al acero verde, le resulte mucho más difícil conquistar mercados. Es más: periódicamente, se revela que las inversiones masivas de China en materias primas críticas están asociadas con riesgos medioambientales considerables.

Vista del puerto de Santos durante la ceremonia de inauguración de la terminal portuaria BTP (Brasil Terminal Portuario) el 28 de noviembre de 2013. © Luiz Fernando Menezes/Fotoarena/Sipa EE.UU.

En cambio, el acuerdo UE-Mercosur contiene normas vinculantes en materia laboral, medioambiental y de protección del clima. Sin el acuerdo con la Unión, es de esperarse que los países del Mercosur intensifiquen su cooperación con China y concluyan acuerdos con objetivos de sostenibilidad mucho menos ambiciosos. Por otra parte, el Mercosur, Brasil, en particular, rechaza la exigencia de la Unión de que los objetivos de protección del clima se sancionen mediante un acuerdo suplementario. 

Sin el acuerdo con la Unión, es de esperarse que los países del Mercosur intensifiquen su cooperación con China y concluyan acuerdos con objetivos de sostenibilidad mucho menos ambiciosos.

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Una actitud demasiado agresiva por parte de la Unión podría, incluso, resultar contraproducente y provocar resistencias políticas adicionales, cosa que obstaculizaría una rápida ratificación. Sería una evolución preocupante desde el punto de vista europeo: menos protección del clima, menos diversificación de nuestras relaciones comerciales y, en caso de duda, riesgos aún mayores en lo que se refiere al acceso a materias primas críticas. 

La necesidad de lograr la resistencia necesaria en nuestra transición geopolítica mediante la diversificación debería ser un incentivo urgente para que Europa se establezca como socio confiable de los países democráticos de todo el mundo y para que entable una cooperación atractiva en pie de igualdad. Los países industrializados occidentales necesitan desarrollar su poder económico en cooperación con sus aliados de todo el mundo para mantener el equilibrio en el orden mundial emergente, más orientado al poder. En este contexto, es vital reducir las barreras para el comercio, sobre todo, con las grandes economías emergentes. 

La Unión Europea y Alemania adoptan, cada vez más, una postura crítica en la búsqueda de una estrategia unificada para China –y con razón–. Sin embargo, es sumamente importante abrir nuevas áreas comerciales con otros socios. Es correcto reducir la dependencia de China en el marco de un “de-risking”, pero enfrentarse a China con esta demanda sin crear, al mismo tiempo, nuevas alternativas no es creíble y, de hecho, es extremadamente arriesgado. Así pues, aunque la visita del gobierno chino a Berlín, en junio de 2023, puede describirse como una oportunidad para mantener contactos, no está claro cómo pretende el gobierno federal reducir el riesgo del país en términos concretos. La estrategia nacional de Berlín hacia China es un paso en la dirección correcta. Además de la reducción de riesgos, aboga por generar nuevas dinámicas de diversificación a través de acuerdos comerciales. No obstante, lo que falta, hasta ahora, son medidas concretas para estimular nuevas dinámicas económicas y reforzar la posición de Europa frente a China en el mundo. No basta con confiar en las empresas si no se amplía su margen de maniobra política.

Un rechazo general del acuerdo basado en estos intereses particulares iría en detrimento de la prosperidad y la resistencia de Europa en su conjunto. 

VERONIKA GRIMM, CLAUDIA SCHMUCKER y GUNTRAM WOLFF

Existen, pues, razones económicas y geopolíticas urgentes para concluir el acuerdo y limitar, al mismo tiempo, los riesgos climáticos. En la mayoría de los casos, los intereses agrícolas son los que se oponen al acuerdo. En Francia, en particular, el poderoso lobby agrícola es el que teme la competencia de importaciones más fáciles de productos agrícolas procedentes de Mercosur. En este caso, es absolutamente esencial prever amortiguadores sociales, cosa que, también, la política agrícola común de la Unión proporcionaría. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que un rechazo general del acuerdo basado en estos intereses particulares iría en detrimento de la prosperidad y la resistencia de Europa en su conjunto. 

En los países latinoamericanos, la Unión Europea se describe, a menudo, como un modelo, pero, también, como un socio difícil. China no es un modelo, pero es un socio fácil. Nos corresponde a nosotros demostrar que también podemos ser un socio real. Tampoco se trata de rebajar las normas medioambientales. Al contrario, el reforzamiento de la cooperación UE-Mercosur sobre la base del acuerdo debería contribuir más a la protección del clima que la pérdida estratégica de Mercosur frente a China, un país con normas mucho menos estrictas y emisiones mucho más elevadas.