Con la publicación del informe Draghi, que el Grand Continent ha acompañado en las distintas lenguas de la revista, la Unión se prepara para entrar en una nueva fase. A partir de hoy, damos la palabra a investigadores, economistas, ministros e industriales para que reaccionen ante una de las propuestas más ambiciosas de transformación de la Unión. Si aprecias nuestro trabajo y puedes permitírtelo, considera la posibilidad de suscribirte al Grand Continent

En este mundo roto donde las complejidades del contexto geoeconómico actual amenazan de paralizarla, la Unión necesita una visión y una dirección claras si quiere prosperar —de hecho, si quiere sobrevivir—. El informe Draghi presenta varios elementos interesantes bajo la forma de recomendaciones que son muy pormenorizadas y ambiciosas en algunos ámbitos. Serán claves para enfrentar el futuro de la Unión.

El punto de partida —quizá el elemento más importante— es que debemos buscar y encontrar un liderazgo estratégico que tenga una identidad europea propia. Este es el mensaje fundamental. Es un diagnóstico compartido con una visión de liderazgo hacia delante de la propia Unión; un liderazgo estratégico en tecnologías que son clave —o que lo van a ser—, ya sean verdes, digitales, pero también en toda su cadena de valor. En ese sentido, del informe Draghi, pero también del informe previo que Enrico Letta publicó hace unos meses sobre el mercado interior, se desprende claramente este mensaje: tenemos que centrarnos en avanzar hacia delante, cubrir esa brecha que se ha abierto en competitividad y productividad, sobre todo en los últimos años, e intentar ser líderes en estos sectores estratégicos. Esto es el gran esfuerzo que tenemos que aprender todos. Y tenemos que hacerlo en un contexto dinámico, de enorme competencia con las grandes potencias y los grandes líderes mundiales. 

Al hablar de una visión europea propia, hay que destacar cinco elementos donde creo que tenemos una especificidad propia a la Unión que tenemos que usar precisamente en beneficio propio en este contexto de lucha de los liderazgos mundiales

El primer elemento es la defensa del multilateralismo. El segundo es la política fiscal. El tercero es la dimensión verde de la Unión Europea con la economía verde como motor de crecimiento y competitividad a largo plazo. El cuarto es un elemento genuino de la Unión: nuestro modelo de bienestar. Constituye una parte de nuestra identidad y nuestro modo de vida. El quinto es la reforma necesaria del sistema de gobernanza que se ha tornado excesivamente complejo. Cuando empecemos a añadir los nuevos miembros será aún más urgente reformar nuestros mecanismos de gobernanza para que seamos capaces de evitar esa sensación de frustración al tener buenas guías como los informes Draghi y Letta sin poder llevarlas a cabo. Hay que evitar que estos informes terminen en un cajón. Debemos ser capaces de tener una gobernanza que nos permita responder a los retos que nos esperan. Tenemos que conseguir que estas cinco características propias que nos definen sean parte de nuestras fortalezas hacia adelante. 

Debemos buscar y encontrar un liderazgo estratégico que tenga una identidad europea propia. Este es el mensaje fundamental.

CARLOS CUERPO

Hemos visto en los últimos años que la Unión Europea es muy buena respondiendo en modo crisis. Lo hemos visto ante la pandemia y también, por supuesto, ante la guerra en Ucrania. Ahora estamos ante otro tipo de reto que es más a medio y largo plazo, pero cuya urgencia en las medidas que tenemos que tomar se presenta de manera inmediata. En ese sentido, el informe Draghi es bastante taxativo y nos invita a considerar que las reformas necesarias para la supervivencia tienen que empezar ya. Esta llamada a la urgencia de las medidas para prepararnos ante la competencia en este nuevo contexto geopolítico mundial tiene que ser una llamada de atención para que nos movamos.

El riesgo es que estas grandes recomendaciones no se puedan llevar a cabo y acaben generando un elemento de frustración adicional. Por lo tanto, esta va a ser nuestra tarea. En los próximos meses, los políticos, los ministros, los jefes de Estado de la Unión debemos identificar una hoja de ruta que sea ambiciosa, pero también viable, práctica y factible. Esto es importante porque tenemos que hacer de todo ello un éxito colectivo. 

La defensa del multilateralismo

La primera dimensión que quiero abordar es nuestra visión multilateral, la visión de economía abierta que tenemos y que es, al fin y al cabo, lo que somos en la Unión Europea. 

Tenemos que continuar siendo un socio fiable, tenemos que defender —como ya estamos haciendo desde España— la red financiera global y los países más vulnerables. Además, tenemos que seguir apostando por un orden internacional —en términos financieros, pero también en términos comerciales— basado en reglas. La cuarta Conferencia de Naciones Unidas para la financiación para el desarrollo se celebrará en Sevilla en el año 2025. Va a ser una oportunidad excelente para seguir impulsando medidas y reformas de enorme calado en este contexto internacional. En particular, en cuanto a la red de seguridad financiera a nivel global, seguiremos fomentando en los países menos desarrollados la apuesta por el desarrollo con una descarbonización creciente y progresiva de sus economías. 

El plan de recuperación para España ha supuesto un elemento diferencial. España es un caso de éxito en cuanto a la implementación de este tipo de políticas de incentivos positivos para invertir donde creemos que hay que hacerlo.

CARLOS CUERPO

La transición verde como motor de competitividad

La Unión ha sabido defender la complementariedad que tiene la apuesta por la sostenibilidad medioambiental con el crecimiento económico —también en el corto plazo—. Un ejemplo claro lo constituyen los fondos NextGeneration. Pusimos en marcha esos 750.000 millones de euros con una vocación doble: una de recuperación económica inicial tras la pandemia, y una de medio plazo, transformadora, modernizadora del sistema productivo, en clave verde y digital. Eso fue en 2021, hace tres años. Está más vigente hoy que entonces. 

El plan de recuperación para España ha supuesto un elemento diferencial. España es un caso de éxito en cuanto a la implementación de este tipo de políticas de incentivos positivos para invertir donde creemos que hay que hacerlo — y para llevar a cabo también las reformas estructurales que son necesarias—. Los datos de crecimiento que está teniendo España no son sólo positivos en términos absolutos, sino aún más cuando los comparamos con las grandes economías a nivel europeo.  Tanto analistas domésticos como internacionales reconocen que España está siendo capaz de capear la situación de la mejor manera. 

Estamos avanzando hacia esa sostenibilidad medioambiental. Todos los indicadores —más allá de los indicadores típicos de crecimiento—, eficiencia energética, reducción de gases de efecto invernadero, autoconsumo eléctrico, producción con energías renovables están avanzando en paralelo a este vector de crecimiento. Este año hemos tenido algunos días acercándonos al 70% de la producción de electricidad con energías renovables —o un promedio de más del 50%—. 

Esto tiene un componente económico sumamente importante para nuestras empresas y para la atracción de inversión en nuestra competitividad. De hecho, este es quizá el inicio más potente del informe Draghi en el que señala que es precisamente este elemento energético en el cual tenemos que trabajar también hacia adelante para poner un punto de salida de igualdad de condiciones en términos de costes entre nuestras empresas y las estadounidenses o asiáticas. 

Asimismo, tenemos una oportunidad única de replicar el modelo de éxito que estamos viendo en países como España a nivel de la Unión. Debemos aprovechar, como decía Letta en su informe, la escala del mercado único para desarrollar un mercado mayorista que genuinamente también europeo. 

Draghi rescata la propuesta del régimen 28. Propone un régimen único para los 27 Estados miembros como si hubiera un Estado 28 ficticio para las interconexiones energéticas; un régimen administrativo homogéneo para que puedan agilizarse los distintos procedimientos de entrada, que se reduzcan los costes y que se incentive la inversión. 

En torno a este punto de facilitación de los trámites administrativos para empresas en un mercado que puede estar fragmentado, como es el mercado interior de la Unión, nosotros ya estamos explorando el impacto que pueda tener este tipo de mejoras en el ámbito nacional. 

Podemos bajar esta recomendación a la escala nacional: tenemos diecisiete unidades administrativas de siete comunidades autónomas que tienen también su elemento de heterogeneidad en cuanto a requisitos y trámites administrativos. Entonces, de la mano de las comunidades autónomas vamos a trabajar en establecer un régimen 18 que pueda ayudar a nuestras empresas de sectores concretos y agilizar esos proyectos. Por lo tanto, se trata de impulsar de manera adicional, nuestra productividad y competitividad.

Luego, tenemos en marcha también otro proyecto rompedor de cara a avanzar en la productividad empresarial. Mientras trabajamos, como señala el informe Draghi, en reducir las cargas administrativas y las barreras, a corto plazo queremos dar también una solución práctica a nuestras PYMES, sobre todo a nuestro sector empresarial. La idea es poner a su disposición herramientas de inteligencia artificial que les permitan facilitar las labores administrativas más tediosas, que suponen un porcentaje mayor de su día a día y liberar así horas para tareas más productivas. Esto supone de manera directa una ganancia enorme de competitividad y productividad. 

De la mano de las comunidades autónomas vamos a trabajar en establecer un régimen 18 que pueda ayudar a nuestras empresas de sectores concretos y agilizar esos proyectos.

CARLOS CUERPO

Ya estamos intentando aterrizar estas propuestas y para ello también nos va a ser muy útil el Consejo de Productividad que hemos creado recientemente. Está poniéndose en marcha y una de sus principales tareas iniciales va a ser precisamente aterrizar, para el caso español, las recomendaciones que se están dando en el ámbito europeo con estos grandes informes. 

Si bien estas medidas están hechas para favorecer la competitividad a nivel doméstico, también tienen mucho que ver con la política comercial. Esta es competencia de la Unión —más precisamente de la Comisión Europea—. Pero se trata de un ámbito en el que la Unión debe encontrar su propio espacio. Atendiendo a esta nueva realidad y apostando por un sistema basado en reglas, no tenemos que dar por perdido este enfoque abierto, por supuesto; pero tampoco tenemos que ser ingenuos. 

Estamos en una carrera por el desarrollo de las industrias estratégicas, y tenemos que conseguir que nuestras empresas compitan en condiciones de igualdad con las empresas que entran en nuestro mercado. Esto es un punto que todos tenemos muy en consideración. De hecho, el informe Draghi señala que tenemos que ser capaces de hacer algo que hasta ahora no hemos hecho: coordinar las políticas en materia energética con tres ámbitos adicionales —las políticas en materia comercial, las políticas industriales y las políticas de competencia—. Esto es un reto mayúsculo. Si queremos tener una aproximación completa a este problema tan complejo tenemos que empezar a verlo desde todos estos prismas de manera simultánea. 

En un multilateralismo abierto dentro del marco del cumplimiento de las normas de la Organización Mundial del Comercio, tenemos que abogar que Europa promueva soluciones negociadas y que agote siempre las opciones de diálogo. Por precisamente el carácter abierto de Europa, nosotros no estamos interesados en entrar en ningún tipo de conflicto o de guerra comercial —ni tampoco en una carrera de subsidios—. Nuestro enfoque es el que tenemos que desarrollar hacia adelante para proteger nuestros intereses y equilibrar las relaciones tanto comerciales como de inversión con los grandes actores mundiales. 

Tenemos que conseguir que nuestras empresas compitan en condiciones de igualdad con las empresas que entran en nuestro mercado. 

CARLOS CUERPO

Sostenibilidad y responsabilidad fiscal 

Europa se encuentra en el contexto de una unión fiscal incompleta e inacabada. Una parte de la idiosincrasia europea está reflejada de manera incontestable en el informe de Mario Draghi: si queremos cumplir todos los objetivos que nos hemos puesto en el ámbito industrial, en el ámbito verde, en el ámbito de seguridad, se van acumulando necesidades de inversión —y por lo tanto, necesidades de financiación de esas inversiones—. La estimación del informe habla de alrededor de 800.000 millones de euros al año —es decir, cerca del 5% del PIB de la Unión—. Para tener una idea de la magnitud de estas necesidades de financiación, el presupuesto conjunto de la Unión está en el entorno del 1 o 1,1% de su PIB; es un esfuerzo histórico en términos de la financiación que vamos a necesitar. 

El punto de partida es una realidad incontestable. Si queremos hacer frente a estos grandes objetivos, necesitamos inversión. La gran pregunta es entonces cómo financiarla. Por supuesto, tenemos que ahondar en la participación del sector privado —tiene que ser parte de la solución—. Tenemos que aprovechar nuestros mercados de capitales, avanzar en esta hoja de ruta que aún debemos completar en esa unión de mercado de capitales. Tenemos que canalizar el ahorro europeo, como lo decía también Letta en su informe, hacia las empresas que genuinamente quieren empezar y desarrollar su actividad en Europa. 

Tenemos que ser capaces de hacer algo que hasta ahora no hemos hecho: coordinar las políticas en materia energética con tres ámbitos adicionales —las políticas en materia comercial, las políticas industriales y las políticas de competencia—. 

CARLOS CUERPO

Sin embargo, queda una duda relevante sobre la velocidad a la que vamos a ser capaces promover este objetivo tan ambicioso de canalizar el ahorro europeo —y cuánto de las necesidades de los 800.00 millones de euros va a ser capaz de cubrir el ahorro del sector privado—. Evidentemente, todas las estimaciones apuntan a que vamos a necesitar elementos adicionales. 

Tenemos el elemento de la financiación pública a nivel nacional con el espacio fiscal de cada uno de los países. Este viene determinado por el marco de las reglas europeas. Todos debemos cumplir con esa progresiva consolidación de nuestras cuentas —y más cuando tuvimos que responder a la pandemia, lo que supuso una subida de nuestro déficit y de nuestra deuda—. En los últimos años, España está siendo también un caso de éxito con esa parte del crecimiento que tiene un punto importante: la responsabilidad fiscal. 

Si nos fijamos en la evolución de la deuda pública, esta subió a su máximo en el primer trimestre del 2021 —en torno al 126% del PIB— donde como consecuencia a la respuesta al Covid, tuvimos que incrementar nuestra emisión de deuda. Este año, esperamos terminar más de 20 puntos por debajo de esta cifra. En apenas cuatro años habremos bajado en más de 20 puntos nuestra deuda con respecto al PIB. Esto es importante, no sólo porque traslada un mensaje de responsabilidad, sino también porque cuando miramos el déficit, vemos una apuesta por entrar dentro de los márgenes de las cifras europeas. Este año, queremos terminar en el 3%. La credibilidad de este objetivo es lo que ha permitido que la Comisión Europea nos sitúe entre los buenos alumnos del continente.

Este punto resalta aún más cuando lo ponemos en comparación con lo que está sucediendo en algunos de los países de nuestro entorno. Esta responsabilidad fiscal está siendo además compatible con un elemento de crecimiento de moderación de precios que nos sitúa en un círculo virtuoso que protege y potencia las inversiones públicas. Estos elementos están completamente alineados con la estrategia de Mario Draghi

Dentro de los elementos que hay que agregar en esta ecuación, tenemos que mirar ahora hacia la dimensión europea. Resulta coherente con la naturaleza de bien público genuinamente europeo, que tiene muchas de estas inversiones que queremos llevar a cabo —en materia ambiental, infraestructuras de interconexión energética, materia de defensa—. Como dice el informe Draghi, debemos valorar de nuevo todas las opciones existentes. Aquí, una de ellas es aprovechar las instituciones que ya tenemos, como el brazo financiero de la Unión que es el Banco Europeo de Inversiones. Desde luego, ya está la presidenta del BEI Nadia Calviño trabajando para que la financiación que provee el Banco vaya también en esta dirección. 

Pero hay que dar un paso más allá. El informe Draghi habla también de cómo aumentar los recursos de la Unión para hacer frente a estas necesidades de inversión y pone sobre la mesa algunas discusiones importantes. Bien sabemos que cada vez que hay una renegociación del marco financiero de la Unión, el incremento de los recursos es siempre un punto que requiere reflexión y que permitiría también dotar de una mayor flexibilidad la capacidad de respuesta del presupuesto europeo. 

Estas medidas también serían insuficientes ante la magnitud del desafío. De hecho, tampoco pueden ir en contra de otros grandes objetivos de la Unión como es el de cohesión regional. En cuanto a la discusión sobre la priorización de los gastos a nivel europeo, el elemento de convergencia es parte también de nuestro ADN —que hay que reforzar—. 

Hay que poner sobre la mesa desde ya la necesidad de crear un instrumento permanente de emisión de deuda conjunta.

CARLOS CUERPO

Hay que poner sobre la mesa desde ya la necesidad de crear un instrumento permanente de emisión de deuda conjunta. Esto es una discusión enmarcada en las necesidades de financiación: esta nueva herramienta tiene que inscribirse en el abanico de capacidades que tenemos por ahora. Además, esa justificación de una financiación conjunta para estos bienes que tienen externalidades positivas para el conjunto de Europa y enormes ventajas financieras en el desarrollo de un mercado más profundo y líquido de deuda europea, redunda no sólo en menores costes para los Estados miembros, sino también en favorecer el desarrollo de los mercados de capitales europeos. Es un elemento de sinergias y de ventajas que se van complementando unas con otras. Será sin duda de los grandes retos que tendremos hacia adelante. 

La defensa del modelo social europeo

La apuesta por la competitividad no puede caer en la trampa de abandonar el ángulo social que caracteriza a la Unión desde su creación. No son objetivos enfrentados. Al contrario, la justicia social alimenta un crecimiento que sea sostenible a largo plazo. Aquí, desde luego, nos encontramos frente a un fenómeno a nivel internacional. En Estados Unidos lo bautizaron vibecession; es decir, una suerte de recesión de los sentimientos a pesar de lo que dicen los números. Es como un desacople entre la percepción de los ciudadanos y lo que dicen los grandes datos agregados. Esto se debe en muchos casos a la desinformación pero también a un proceso genuino de desafección. Este fenómeno nos lleva también a pensar en el efecto que puede tener la polarización dentro de nuestras sociedades. Esto no sólo es un riesgo para el crecimiento económico, sino también para nuestra esencia democrática. 

Mario Monti ha publicado recientemente un libro titulado Demagonia —la agonía de la democracia—. Monti señala que las soluciones fáciles en un mundo donde los problemas son altamente complejos pueden llevar precisamente a una agonía de nuestras democracias liberales. Por lo tanto, tenemos que defender el Estado de bienestar característico de la Unión Europea. Posiblemente esto nos lleve a reflexionar sobre una renovación de la agenda social que pueda dar respuestas a estas demandas de los ciudadanos y refuerce la sostenibilidad de nuestro crecimiento. Para dar dos datos ilustrativos que vienen del Eurobarómetro, el 81%  de los ciudadanos consideramos que la desigualdad de la renta es demasiado elevada en la Unión. El 78% considera que el gasto social debería aumentar. 

En ese sentido, la aproximación que propone la profesora de la London School of Economics Minouche Shafik es interesante. Se refiere a dos elementos clave, según ella, para renovar el contrato social hacia adelante. Uno es la confianza y el otro, las oportunidades que le demos a nuestras sociedades. Estas oportunidades incluyen capacitación, habilidades, educación, formación orientados a ese nuevo mercado laboral que es mucho más cambiante ahora —contribuyendo a lo que los estadounidenses llaman acertadamente la cadena de valor del talento—.

La apuesta por la competitividad no puede caer en la trampa de abandonar el ángulo social que caracteriza a la Unión desde su creación. No son objetivos enfrentados.

CARLOS CUERPO

Agilizar la gobernanza 

Aparte de ser conscientes de la urgencia del momento, es necesario ser capaces de reconciliar esa urgencia con la agilidad. El objetivo es ser capaces de tomar decisiones. Draghi señala en el informe que la Unión necesita diecinueve meses para adoptar un acto legislativo. En ese lapso pueden pasar tantas cosas en una industria como, por ejemplo, la Inteligencia Artificial. Hay que ser prácticos y realistas. 

El informe recoge numerosas propuestas desde el mayor uso de la mayoría cualificada o el recurso a acuerdos inter-gubernamentales. Es importante aterrizar los diferentes elementos mencionados en soluciones factibles para poder avanzar. En ese sentido, podríamos proponer otra propuesta: si algunos Estados miembros muestran un interés en querer avanzar en la integración de algún aspecto preciso, podrían definir junto con la Comisión Europea unas condiciones legales operativas específicas para el funcionamiento de este proyecto piloto. Se pondría en marcha de manera inmediata y, durante el tiempo que se considere, con un horizonte temporal muy limitado, se ofrecería al resto de Estados miembros la opción de incorporarse en el momento que lo consideren necesario. Una vez terminado, se evaluaría el impacto y se estimaría su resultado; si es positivo para el conjunto de la Unión en la integración, se podría entonces poner en marcha —sin esperar una aprobación que se habría demorado dos o tres años—. Así debe conjugarse la agilidad con el sentido de urgencia. 

Josep Borrell dice que la Unión Europea no puede ser herbívora en un mundo de carnívoros. Podríamos darle un giro más a esta metáfora: ¿en Europa no podríamos ser omnívoros?

CARLOS CUERPO

Desde la Unión tenemos que avanzar con esta meta de buscar un liderazgo estratégico, pero sin dejar de lado nuestra esencia europea. Debemos aprovechar nuestros valores para adaptarnos a los imperativos del nuevo contexto, avanzando con nuestra visión europea que es diferente del resto de los grandes actores mundiales. 

En este proceso, estamos todos conscientes que nos vamos a enfrentar a grandes desafíos y que van a requerir decisiones difíciles, complejas y, a veces, políticamente poco atractivas. Pero la contribución que hace el informe Draghi nos ayuda a navegar en este proceso de decisiones tan complicado gracias a su calidad técnica, su exhaustividad y la crudeza de su tono —además del carácter ambicioso de las propuestas—. 

Josep Borrell dice que la Unión Europea no puede ser herbívora en un mundo de carnívoros. Podríamos darle un giro más a esta metáfora: ¿en Europa no podríamos ser omnívoros? Sin olvidar nuestros orígenes y nuestra identidad, deberíamos poder adaptarnos más fácilmente en una competencia mundial cada vez más evolutiva.