La Rusia del después

Putin, la guerra

En febrero de 2015, Boris Nemtsov fue asesinado en las calles de Moscú. ¿Su crimen? Denunciar la política de agresión de Vladimir Putin contra Ucrania. Unos meses más tarde, se publicó un informe que condenaba al régimen ruso y a sus vasallos. Más de ocho años después, publicamos largos extractos del informe en un momento en que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos acaba de emitir un dictamen muy crítico sobre la investigación de las autoridades rusas sobre el asesinato. Es una lectura necesaria para comprender los orígenes de la guerra extendida.

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El Grand Continent
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© RAFAEL YAGHOBZADEH, « GUERRE DE TRANCHÉES », 2014.

En la noche del 27 al 28 de febrero de 2015, Boris Nemtsov, opositor liberal del régimen de Vladimir Putin, recibió cuatro disparos mientras caminaba a unos cientos de metros del Kremlin. Dos días después, se iba a celebrar un mitin con Alexei Navalny para protestar contra la situación en Ucrania y el impacto de las sanciones occidentales en la economía rusa. A pesar de las declaraciones oficiales, incluidas las de Vladimir Putin, casi no hay duda de que el asesinato de Boris Nemtsov fue ordenado por o para satisfacción del presidente ruso. 

Dos meses después de su muerte, Ilya Yashin presentó un informe titulado Putin: la guerra en la sede de Solidarnost, el partido de la oposición fundado por Boris Nemtsov, Vladimir Bukovski, Lev Ponomarev y Garry Kasparov. Este texto reúne y completa los elementos de la investigación de Nemtsov sobre la implicación directa de Vladimir Putin y de sus allegados en Ucrania desde 2014, en contra de la narrativa oficial de las autoridades rusas. Combinando entrevistas y análisis de una amplia gama de documentos, es una implacable acusación de la guerra que Rusia ha estado librando contra Ucrania desde 2014. 

En Rusia, sólo se imprimen unos pocos miles de ejemplares del informe y los activistas que quieren distribuirlo tienen grandes dificultades para financiar su impresión. Tras haber sido concejal de la oposición en Moscú, Ilya Yashin pagó caro su compromiso de oposición al régimen de Vladimir Putin. Tras denunciar la masacre de Bucha, fue condenado a ocho años de cárcel por difundir «información falsa» sobre el ejército ruso. La sentencia fue confirmada en apelación el 19 de abril de 2023. 

Durante su detención, no se hizo ilusiones: «Las verdaderas razones de mi detención son políticas, obviamente. Soy un opositor, un diputado [municipal] independiente, un crítico del presidente Putin y un opositor de la guerra en Ucrania». Su audiencia de apelación le brindó la oportunidad de pronunciar un discurso incriminatorio contra el régimen: «La condena que me impusieron es increíble: ocho años y medio de cárcel por un discurso de 20 minutos en Internet. […] Putin es un criminal de guerra y no es imposible que le ceda mi lugar en la cárcel». 

Más de ocho años después de su redacción, este informe aún es un aspecto esencial para entender la cadena de mando que, desde el Kremlin hasta el Donbass, condujo a la agresión que sufre Ucrania desde 2014. 

Mentiras y propaganda

Hasta principios de 2014, la propaganda rusa parecía abominable ante los ojos de algunos. En ocasiones, emisiones dirigidas a la oposición dieron lugar, incluso, a detenciones y procesos penales. Sin embargo, desde los últimos meses de 2013 y desde el inicio de las protestas en Kiev, quedó claro que la propaganda con la que había estado tratando la sociedad rusa había sido bastante «agradable». Es más, los propios propagandistas no ocultaban que, en «tiempos de paz», no trabajaban a toda máquina. En 2011, por ejemplo, Margarita Simonian, directora del canal público Russia Today, dirigido al público occidental, justificó, sin rodeos, la existencia de su canal: «En tiempos de paz, podríamos prescindir de tal, pero, en tiempos de guerra, se hace indispensable, salvo que no se puede crear un ejército una semana antes del comienzo de un conflicto».

La emisión, en marzo de 2012, del documental Anatomía de la protesta en el canal NTV, próximo al gobierno, causó indignación en la oposición. La película pretendía desacreditar a los miembros de la oposición.

Para el Kremlin, esta «guerra» comenzó en la plaza Maidán a finales del otoño de 2013. Los medios de comunicación oficiales rusos retrataron a los partidarios de la integración europea (pues, entonces, sólo se hablaba de eso) como herederos de la colaboración con la Alemania nazi y con nacionalistas radicales dispuestos a llevar a cabo una auténtica limpieza étnica. El nombre de la organización ultranacionalista, Pravy Sektor, incluso, ha superado, por mucho, al partido «Rusia Unida» de Putin en el número de veces que se ha mencionado en los medios de comunicación rusos, a pesar de que este partido no obtuvo más del 2 % de los votos en las últimas elecciones en Ucrania.

Tras la huida de Viktor Yanukovich, las televisoras rusas nunca se refirieron a los nuevos dirigentes de Ucrania como otra cosa que «la junta de Kiev» y describieron sistemáticamente la operación militar en el Este del país como «punitiva».

La propaganda rusa le concede, desde hace tiempo, gran importancia a la Gran Guerra Patria y Vladimir Putin la ha convertido en un tema central de su ideología. En 2005, la agencia oficial de noticias RIA Novosti, incluso, lanzó una nueva tradición para las celebraciones del 9 de mayo, para lo que sistematizó el uso de la cinta de San Jorge y el lema «Recuerdo y estoy orgulloso». De este modo, la más legítima de las fiestas soviéticas se convirtió en el día festivo más importante de la Rusia de Putin, lo que, a primera vista, no tenía nada de criticable, hasta que se explotó por completo con el inicio del conflicto ucraniano.

© Rafael Yaghobzadeh, « Guerre de tranchées », 2014.

La Gran Guerra Patria es el nombre que se le da a la Segunda Guerra Mundial en Rusia. La victoria sobre la Alemania nazi se celebra el 9 de mayo. Desde hace casi una década, la sociedad rusa está especialmente implicada en esta conmemoración mediante la práctica de los desfiles de los «regimientos inmortales», durante los cuales los rusos imprimen fotografías de sus antepasados que lucharon contra Alemania y desfilan con ellos. 

Los acontecimientos actuales han resucitado la retórica de la Segunda Guerra Mundial. Para la propaganda del Kremlin, los dirigentes ucranianos se han convertido en banderovtsy y «nazis», mientras que Rusia ha vuelto a su papel de 1941-1945: luchando de nuevo contra los fascistas. De símbolo de recuerdo, la cinta de San Jorge se ha convertido en atributo obligatorio de la resistencia: quien la lleva apoya la secesión de Crimea y Donbass de Ucrania y lucha contra los banderovtsy, los enemigos. La retórica antifascista servida por los medios oficiales ha desplazado, así, una crisis política al campo semántico de la guerra de exterminio. Uno de los episodios clave de esta guerra mediática fue el reportaje sobre el «niño crucificado» emitido por el canal público Pervy Kanal. En el programa estrella del primer canal del país, una mujer afirmaba haber visto cómo la Guardia Nacional ucraniana crucificaba a un niño de seis años en Slaviansk tras la marcha de los separatistas. No había pruebas que respaldaran estas afirmaciones. Peor aún: resultó que la entrevistada nunca había estado en Slaviansk. El canal se vio obligado a dar explicaciones. Tras una visita a Slaviansk, el músico ruso Andrei Makarevitch fue perseguido. Había dado un concierto para los habitantes y refugiados de una ciudad cercana a Slaviansk, ocupada por el ejército ucraniano. Según los medios oficiales rusos, Makarevitch cantó para los «opresores» en un concierto descrito como «sucia farsa antirrusa». Los partidarios del Kremlin calificaron a Makarevitch de enemigo de la nación e, incluso, exigieron que se le retiraran las condecoraciones nacionales.

El término «banderovtsy» hace referencia a los seguidores de Stepan Bandera (1909-1959). Este nacionalista ucraniano colaboró con la Alemania nazi para asegurar la independencia de Ucrania de la URSS. A principios del verano de 1941, apoyó ejecuciones de judíos, presentados como la vanguardia del imperialismo soviético. Rápidamente, fue descartado por poco colaborador por los alemanes, que lo encerraron en el campo de Sachsenhausen antes de liberarlo, en otoño de 1944, con la esperanza de que pudiera azuzar a Ucrania contra los soviéticos. Fue asesinado en Alemania, en 1959, probablemente, por la KGB. Desde finales de los años 2000, su figura ha sido resucitada por una parte de la población ucraniana en un momento en el que se extiende un nacionalismo fuertemente marcado por el rechazo hacia Rusia. La propaganda rusa explota hábilmente este resurgimiento, como nos explicó Olivier Schmitt en una entrevista:

Desde el momento en el que los rusos son los antifascistas, hay un interés estructural en representar a los adversarios como nazis en potencia. Esto juega también con la compleja relación entre Rusia y Ucrania, con la figura de Stepan Bandera que, por nacionalismo ucraniano, decidió hacer un pacto con el diablo, un pacto con la Alemania nazi para conseguir una Ucrania independiente. Por lo tanto, pueden jugar con un hecho histórico probado para afirmar que Bandera estaba del lado de los nazis. La consecuencia que sacan de ello es que los ucranianos que se identifican con Bandera son nazis, cuando la mayoría de ellos lo hacen por nacionalismo ucraniano y no por ninguna adhesión ideológica neonazi.

© Rafael Yaghobzadeh, « Guerre de tranchées », 2014.

La guerra de Ucrania también ha mostrado la diversidad de la propaganda rusa en función de la audiencia y de los medios utilizados. La televisión, como medio de comunicación de masas, tiene que mostrar una imagen muy general y abstracta y evitar detalles superfluos. Las noticias televisivas se dirigen a un consumidor pasivo que no quiere verse abrumado por detalles innecesarios. Por ejemplo, los canales federales son vagos al referirse al comandante separatista de Slaviansk, Igor Girkine (alias Strelkov), muy conocido por los internautas. Sin embargo, no hay ni rastro de Girkin (que participó en la anexión de Crimea) en la película Crimea: retorno a la patria, en la que Vladimir Putin confirma, por primera vez, la presencia y el papel del ejército ruso en el archipiélago. Por otra parte, Girkin se convirtió en el niño mimado de la prensa rosa y de las radios informativas, medios cuyos usuarios están acostumbrados a diversificar sus fuentes sin conformarse con los canales oficiales. Se trata de un público que no comprará la historia del «niño crucificado» y que exigirá un enfoque más sofisticado. Por eso, Semion Pegov, corresponsal de Life News, y Dmitri Stechin y Alexandre Kots, periodistas de Komsomolskaya Pravda, pudieron ofrecerle a su audiencia hechos que los canales federales habían ignorado. Cubrieron abiertamente la venta de armas rusas a los separatistas y las luchas de poder en el seno de las autoproclamadas repúblicas. En cuanto a la escena extraída de un reportaje de Life News, en la que un comandante separatista apodado Givi obliga a prisioneros ucranianos a comerse sus insignias, habría sido demasiado chocante para el programa de Vremia.

Vremia («El tiempo») es una revista informativa emitida en horario de máxima audiencia en el primer canal federal, Pervy Kanal. Es el programa informativo más antiguo de la televisión, ya que comenzó a emitirse el 1° de enero de 1968 en la Televisión Central Soviética. 

Sólo el programa Vesti nedeli («Noticias de la semana»), de la cadena pública Rossia 1, puede competir con la prensa rosa y los medios de comunicación en línea. Siguiendo el modelo de las revistas de información americanas, desempeña un papel decisivo en la superación de los límites de lo tolerable en el panorama audiovisual ruso. Desde el comienzo del conflicto en Ucrania, su presentador, Dmitri Kisselev –una de las personalidades sancionadas por Occidente–, director de la antigua agencia federal RIA Novosti, libra una guerra personal contra Ucrania y afirma que Rusia está dispuesta a reducir a Estados Unidos a «cenizas radioactivas». Su colega Vladimir Soloviev, presentador de un programa similar en el mismo canal, intentó llegar a su nivel sin lograr igualarlo nunca. La moderación de Soloviev podría explicarse por el hecho de que posee una casa en Italia y de que, por lo tanto, no querría ser objeto de sanciones, aunque sus emisiones en Rossia 1 y Maiak destilan el mismo «tufillo a odio».

De hecho, para decirlo sin rodeos, estos «tufillos de odio» han contaminado, realmente, todo el panorama audiovisual ruso. Cuando todo esto termine, Rusia aún tardará mucho tiempo en recuperarse y en librarse de las normas éticas y de comportamiento impuestas por la propaganda de 2014-2015.   

Aquellos soldados hechos pasar por voluntarios

Kozlov cumplió su misión en Crimea. Una fotografía publicada en mayo de 2014 por su padre, en Vkontakte, da fe de ello.

Según el tío del paracaidista, la foto fue tomada en los pasillos del Parlamento de Crimea mientras Kozlov participaba en la ocupación del edificio, disfrazado de policía ucraniano. Tras esta operación, regresó a Ulianovsk, condecorado con la medalla «Por el regreso de Crimea», y se casó.

Fue enviado al Donbass en agosto de 2014, al comienzo de la vasta operación militar rusa para bloquear la ofensiva ucraniana contra las posiciones separatistas. Kozlov participó en los combates durante quince días. Según sus allegados, su misión incluía neutralizar puestos de artillería del ejército ucraniano.

Sergei Kozlov relató cómo el destacamento de su sobrino cayó en una emboscada cuando intentaba liberar a algunos de sus camaradas que habían sido hechos prisioneros. El 24 de agosto, fueron bombardeados. A Kozlov, le volaron una pierna. Lo llevaron al otro lado de la frontera, al hospital de Rostov, y lo trasladaron a Moscú.

Tras la contraofensiva de agosto dirigida por los separatistas con el apoyo de unidades del ejército ruso, se iniciaron negociaciones en Minsk entre el presidente ucraniano Petro Poroshenko y su homólogo ruso. Las partes alcanzaron un acuerdo de cese al fuego y los combates se congelaron durante un tiempo.

Los enfrentamientos se reanudaron a finales de 2014. A principios de 2015, los soldados rusos volvieron a participar en los combates contra el ejército ucraniano apoyando el asalto separatista al objetivo estratégico de Debaltseve. Sin embargo, esta vez, antes de acudir a la zona de combate, los soldados rusos tuvieron que presentar su dimisión a sus mandos. El diario Kommersant informó a detalle estos hechos en su edición del 19 de febrero de 2015. El corresponsal del periódico pudo entrevistar a cuatro militares rusos contratados, que confirmaron que, ya en el periodo de instrucción, sus superiores no ocultaban su intención de enviarlos a combatir a Ucrania. En vísperas de su traslado a la zona, presentaron su dimisión para ser identificados como voluntarios y no como soldados en caso de ser capturados o de morir.

Estos soldados también señalaron que, a diferencia de la operación militar rusa del verano pasado, cuando las unidades cruzaron la frontera en convoyes enteros, esta vez, los traslados se hicieron en pequeños grupos de tres hombres.

¿Quién dirige el Donbass? 

En abril de 2014, Donetsk y Lugansk se declararon «repúblicas soberanas» afirmando su independencia de las autoridades ucranianas. Sin embargo, este anuncio no tiene más valor que algo declarativo. En la práctica, las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk (DNR y LNR, respectivamente) están controladas desde el exterior por Moscú y todas las decisiones importantes son tomadas por las autoridades y emisarios políticos rusos. Es más, el Kremlin nunca ha reconocido legalmente la independencia de las dos repúblicas autoproclamadas y considera, oficialmente, que siguen formando parte de Ucrania. Tras el referéndum sobre la independencia de la DNR, en mayo de 2014, Donetsk estableció su propio gobierno. El ciudadano ruso de Moscú Alexander Borodai se hizo cargo de la administración de la «República de Donetsk» convirtiéndose en primer ministro. Otro ciudadano ruso, Marat Bachirov, politólogo cercano al Kremlin, se convirtió en primer ministro de la DNR.

En meses anteriores, otros ciudadanos rusos habían irrumpido en Ucrania y desempeñado un papel decisivo en el auge de la resistencia armada ante las autoridades locales del Donbass. Entre los más conocidos, el antiguo oficial de los servicios especiales rusos Igor Girkin (Strelkov) tuvo tiempo, incluso, de participar en la anexión de Crimea antes de crear un grupo separatista armado en Slaviansk; logró resistir, durante algún tiempo, el asalto del ejército ucraniano y mantener la ciudad bajo su control.

Borodai y Girkin se conocen desde hace mucho tiempo. Cuando Girkin dirigía el departamento de seguridad del fondo de inversión Marshall Capital, propiedad del empresario ruso Konstantin Malofeev, Alexandre Borodai trabajaba allí como asesor.

© Rafael Yaghobzadeh, « Guerre de tranchées », 2014.

La justicia ucraniana acusa a Malofeev de ser uno de los principales proveedores de fondos para los separatistas del Este de Ucrania. Desde julio de 2014, ha estado bajo investigación por parte de la fiscalía ucraniana por «creación ilegal de un grupo armado o paramilitar» (artículo 260 del Código Penal de Ucrania).

Borodai y Girkin llegaron al Donbass a principios de mayo de 2014, tras la anexión de Crimea. Borodai nunca ocultó que viajaba a menudo a Moscú para organizar, con las autoridades rusas, su acción en Ucrania. El 16 de junio de 2014, llegó a decir: «Puedo asegurarles que las autoridades rusas saben perfectamente cómo resolver los problemas de la DNR y están dispuestas a trabajar en ello al más alto nivel. Hace tiempo que conozco y respeto al asesor presidencial Vladislav Sourkov, que siempre ha apoyado a la República de Donetsk. No exagero si digo que Sourkov es nuestro hombre en el Kremlin».

El ideólogo y apparatchik Vladislav Sourkov lleva en el Kremlin desde el 2000. Ha ocupado diversos cargos, pero, siempre, ha sido uno de los asesores más cercanos a Vladimir Putin. Sourkov desempeñó un papel decisivo en la creación del partido presidencial «Rusia Unida». Kiev ha denunciado, oficialmente, la implicación de Sourkov en la guerra del Donbass.

El hecho de que las decisiones importantes de Donetsk se tomen en Moscú quedó ilustrado por otro episodio similar. El 18 de julio de 2014, el presidente del Consejo Supremo de la DNR, Denis Pushilin, dimitió. Comentando el suceso, el portavoz adjunto del parlamento separatista, Vladimir Makovich, explicó que la dimisión de Pushilin había sido ordenada por Moscú.

Los cuadros políticos de ambas repúblicas secesionistas proceden, con frecuencia, de organizaciones o proyectos políticos directamente vinculados con el Kremlin. Por ejemplo, el cargo de viceministro de Energía de la DNR, lo ocupa Leonid Simunin, que, anteriormente, fue miembro de la asociación pro-Kremlin Mestnye y cuyo nombre aparece en las deposiciones de miembros de la organización neonazi BORN que se declararon culpables de varios asesinatos con la creencia de que cumplían las órdenes del Kremlin. En el gobierno de la república de Lugansk, figura el politólogo Pavel Karpov, responsable, en el pasado, del apoyo a grupos nacionalistas en el seno de la administración presidencial rusa.

Mestnye significa «los de aquí» en ruso. Esta organización nacionalista moscovita se ha distinguido, sobre todo, por las violentas redadas que ha llevado a cabo contra poblaciones inmigrantes en los suburbios de la capital.

Igor Girkin, que fue ministro de Defensa de la DNR entre mayo y agosto de 2014, ha hecho mucho por arrojar luz sobre el papel que ha desempeñado el Kremlin en los nombramientos dentro de las repúblicas secesionistas. Dice abiertamente que dimitió del gobierno por presiones del Kremlin. «No diré que me fui por voluntad propia. Me hicieron entender que, de lo contrario, no habría más entregas [de armas] de Rusia y, sin estas entregas, ya no podríamos luchar. El Kremlin eligió una línea política basada en la negociación; así que necesitaban a alguien que fuera conciliador. Yo nunca he sido conciliador. Por eso, no tenía el perfil. Por eso, me vi obligado a dimitir», explicó Girkin en enero de 2015. También, precisó que los nombramientos y las cuestiones políticas para el Donbass eran responsabilidad exclusiva del exdirector adjunto de la administración presidencial de Vladislav Sourkov. Aleksandr Borodai, que, también, abandonó el gobierno de Donetsk, en agosto de 2014, explicó así su dimisión y la de Girkin: «Yo mismo fui un firme partidario de la dimisión de Strelkov [Girkin] porque entendía que podría surgir una apariencia de paz y que hombres como Strelkov y yo ya no tendríamos nuestro lugar. Imagínense que yo, moscovita, hubiera tenido que firmar los acuerdos de Minsk. Nuestro equipo político debía servir de transición. Cumplimos nuestra misión, servimos a la DNR y, luego, nos fuimos».

Por desgracia, el control remoto de Moscú no favorece el respeto de la ley en las repúblicas separatistas, en las que abundan el despotismo y la corrupción.

Donetsk y Lugansk se han visto sacudidas por repetidos escándalos relacionados con la distribución de ayuda humanitaria procedente de Rusia. El coordinador del Fondo de Ayuda del Donbass, Gleb Kornilov, denuncia: 

Todos los comandantes y residentes informan saqueos masivos de los convoyes humanitarios. Según estos informes, la mayor parte de la ayuda ha sido saqueada; de hecho, nueve de cada diez convoyes han sido saqueados. Y, aunque la población de Donetsk y Lugansk ha recibido algo, una ración mensual, y, aun así, sólo para un número muy limitado de personas (mayores de 70 años y familias numerosas), en las ciudades más pequeñas, no han recibido nada en absoluto. Alexei Mozgovoi, que vive en Altchevsk, por ejemplo, no ha visto nada de estos «convoyes humanitarios», tampoco Pavel Dremov, en Pervomaisk. Me refiero, obviamente, a la gente corriente y a las instituciones públicas. La situación es dramática, sobre todo, porque se han dado casos de venta de paquetes de alimentos en los mercados.

Del mismo modo, se han identificado «tribunales populares», fuera del ámbito legislativo de los tribunales de las autoproclamadas repúblicas. En otoño de 2014, supimos que unos 300 habitantes de Altchevsk habían votado la pena de muerte de un hombre «sospechoso» de violación y que habían condenado a otro a ir al frente.

En enero de 2015, un nuevo testimonio ilustró los vínculos entre las «repúblicas populares» y el Kremlin. Sergei Danilov, antiguo experto de un grupo de trabajo encargado de desarrollar el sistema bancario de la DNR, se dirigió a los partidarios de la independencia del Donbass en Moscú: 

¿Quién puede decirme cuántas cabezas tiene el Kremlin? He aquí una situación paradójica: mi grupo de trabajo fue a Moscú. Entre nosotros, estaba Boris Litvinov, que, más tarde, se convertiría en presidente del Consejo Supremo de la DNR. Se reunió tres veces con Sourkov, esta lumbrera política que, ante sus ojos, era el administrador legítimo de Novorossia y a quien todos le juraron lealtad. Cuando regresamos [al Donbass], nos preguntaron si nos había enseñado su mandato. No, no nos lo enseñó. ¿Nos enseñó algún documento que demostrara que es el responsable de estos asuntos? No lo hizo porque, oficialmente, está a cargo de un sector completamente distinto.

Su testimonio fue filmado y publicado en Internet. No cabe duda de que Vladislav Sourkov es una de las figuras clave encargadas por el Kremlin de la administración a distancia de las repúblicas separatistas. Oficialmente, el hombre está a cargo de la cooperación de Rusia con Abjasia y Osetia del Sur, pero, tan pronto como fue nombrado asesor del presidente, en otoño de 2013, quedó claro que Ucrania también formaría parte de su cometido. Han visto a sus allegados en Kiev en numerosas ocasiones durante los acontecimientos del Maidán. De hecho, durante las conmemoraciones de los tiroteos de febrero de 2014 en la plaza Maidán, Valentin Nalivaitchenko, director del Servicio de Seguridad de Ucrania, acusó públicamente a Sourkov de haber sido el cerebro de la operación asesina. La política del Kremlin hacia las repúblicas separatistas es cerrada y opaca. Sin embargo, la intervención directa en la administración de estas llamadas repúblicas autónomas es imposible de ocultar. Moscú ha creado un pseudoestado, en el Este de Ucrania, que puede utilizar como palanca contra Kiev.

A mediados de febrero de 2014, los enfrentamientos entre la policía de Yanukovich y los manifestantes en el centro de Kiev dejaron decenas de muertos. La investigación aún no ha concluido, pero es posible que las autoridades hayan intensificado deliberadamente la violencia, en particular, mediante el uso de francotiradores. Valentin Nalivaitchenko fue destituido en junio de 2015. En el verano de 2014, había denunciado, repetidamente, la invasión de Ucrania por las fuerzas rusas. 

El 12 de febrero de 2015, el periodista Andrei Kolesnikov publicó, en el diario ruso Kommersant, un relato de su viaje a Minsk, donde tuvieron lugar las negociaciones entre el presidente ruso Vladimir Putin, la excanciller alemana Angela Merkel, el expresidente francés François Hollande y el expresidente ucraniano Petro Poroshenko. Su artículo muestra la influencia de Vladislav Sourkov en las decisiones tomadas por los dirigentes de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. Las negociaciones entre los jefes de Estado y de gobierno duraron toda la noche, con los representantes de las repúblicas separatistas excluidos de los debates y esperando el veredicto detrás de la puerta.

© Rafael Yaghobzadeh, « Guerre de tranchées », 2014.

Fragmento del artículo publicado por Andrei Kolesnikov en Kommersant al día siguiente de las negociaciones: 

Sólo quedaba un detalle por resolver: conseguir que firmaran el «paquete de medidas» los líderes separatistas Alexander Zakhartchenko, por el DNR, e Igor Plotnitski, por el LNR, que esperaban en el centro de conferencias donde se reunía el grupo de contacto. El asesor del presidente Putin, Vladislav Sourkov, fue el encargado de obtener las firmas de los líderes separatistas. Lo vi escabullirse de la sala de negociaciones y dirigirse a la salida [del Palacio de la Independencia]. No sabíamos a dónde iba Sourkov, pero una cosa era segura: el ritmo de los acontecimientos se estaba acelerando… De repente, el presidente ucraniano salió de la sala de negociaciones… Estaba profundamente disgustado. Entonces, quedó claro lo que pasaba: Alexander Zakhartchenko e Igor Plotnitski se negaron categóricamente a firmar el texto. Este acuerdo, entre sus muchas implicaciones, significaba el fin de sus carreras políticas (si no algo peor). De hecho, este acuerdo representaba un riesgo para todos los implicados en las negociaciones… Fue un terrible fracaso. Catorce horas de negociaciones resueltamente perdidas. A las 10 h 40, Vladislav Sourkov regresó al Palacio de la Independencia y subió al tercer piso para reunirse con Vladimir Putin. François Hollande y Angela Merkel se unieron a ellos poco después. Es posible que haya sido ahí donde se enteraron de la negativa de los separatistas… Entonces, ¿qué ocurrió en el tercer piso? Pude reconstruir los acontecimientos. Según mis fuentes, Putin les explicó a sus colegas que era imperativo demostrarles a Alexander Zakhartchenko y a Igor Plotnitski que estaban equivocados. «No puedo presionarlos», habría repetido varias veces. ¿Qué se podía hacer, entonces? Angela Merkel propuso aprovechar la apertura del Consejo de Ministros de la UE en Bruselas para hacer entrar en razón a los separatistas. Sugirió imponer un ultimátum de dos horas, al término del cual Hollande y Merkel se marcharían para no volver jamás, lo que le habría puesto fin a cualquier negociación futura. El presidente ruso tenía que aceptar el plan. Y lo hizo. Así que esperaron. Vladimir Putin abandonó la sala de negociaciones dos minutos antes del cierre del ultimátum. Al volver a la sala, les anunció a sus homólogos que había recibido una llamada de Vladislav Sourkov y que le había dicho:

«Ya firmaron».

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