El jueves 19 de enero, Francia y España firmaron en Barcelona un Tratado de Amistad y Cooperación cuyo objetivo es elevar y sellar las relaciones bilaterales entre ambos países en un marco teórico permanente.
En esta secuencia, que se basa en el modelo del Tratado del Quirinal, y en el marco de los trabajos del Groupe d’études géopolitiques, le hemos propuesto a diez personalidades españolas de alto nivel y de distintos ámbitos que reflexionen sobre los efectos de la firma del Tratado de Barcelona en la construcción europea, comparándolo con los ejes de cooperación existentes. Para entender esta cuestión desde una perspectiva multidimensional, le pedimos a los participantes que se situaran en una escala de 0 a 5 respondiendo a las dos afirmaciones siguientes:
«En el contexto de las nuevas prioridades europeas impuestas por la guerra de Ucrania y la transición ecológica :
- El eje franco-español se está convirtiendo en un motor de integración europea comparable al motor franco-alemán.
- El eje franco-español se está convirtiendo en un motor de integración europea comparable al franco-italiano.»
Ana Palacio
Abogada internacional, ex Ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España (2002-2004)
La nueva realidad europea se compadece mal con los ejes. Los equilibrios de poder que dábamos por inalterables en la construcción europea hoy no tienen vigencia, ya que partían del impulso centrípeto y comunitarizante del “eje” por antonomasia -el “eje” franco-alemán que viene renqueando al menos desde que se inauguró el equipo rojiverde en Berlín. El liderazgo, si acaso, se ha trasladado al norte y al este. En este contexto de alteración, las asimilaciones al mundo de ayer para proyectar y construir el mundo de mañana, tienen poco recorrido.
Es preciso así, empezar por mirar de frente al desfondamiento de Alemania: sumida en una crisis sin precedentes, anda por libre, sin consultar -ni siquiera comunicar-. El líder de facto de la UE (en tiempos merkelianos) atraviesa una fase de confusión e introspección tan grave como peligrosa para el futuro colectivo del continente. Y esta situación se enmarca en el reto existencial que representa para los europeos la estrategia rusa de brutal y sistemática destrucción de Ucrania. Pero el necesario esfuerzo colectivo de nuestros gobiernos y sociedades en el flanco este, no puede ser a costa de las otras dimensiones estratégicas fundamentales, en particular del Mediterráneo. No nos podemos perder en una mirada exclusivamente centroeuropea. En este equilibrio de prioridades, tanto España como Italia deben jugar un papel avanzado. Francia, por su parte, habrá de asumir -sin ambigüedades- la función de bisagra que su geografía e historia en la construcción europea demandan.
Por lo tanto, la puntuación de estos dos ejes, por desacoplados con el mundo de hoy, no tiene sentido.
Arancha González Laya
Dean de la Paris School of International Affairs en Sciences Po, Ex Ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España (2020-2021)
El 19 de enero España y Francia celebran una nueva cumbre en Barcelona. Este será un momento especial en el que se firmará un Tratado de Amistad y Cooperacion entre ambos países. Apenas dos días después se celebrará el 60 aniversario del Tratado del Eliseo, acuerdo entre Francia y Alemania que abría una nueva era tras dos guerras mundiales que les enfrentaron. Su importancia no es sólo bilateral: sin Francia y Alemania no existiría la Unión Europea. Hace apenas dos meses se ha celebrado también el primer aniversario del Tratado del Quirinale entre Francia e Italia. Como ha ocurrido entre España e Italia, las relaciones entre Francia e Italia han pasado por grandes altibajos de ahí la importancia de este acuerdo para reducir la volatilidad
Es comprensible buscar establecer comparaciones entre estos acuerdos. ¿Queda España elevada a la categoría de socio equivalente a Alemania? ¿adelanta España a Italia en a ojos de Francia? Creo que sería un error buscar establecer un ranking. Cada una de estas relaciones tiene su valor intrínseco y un espacio propio. Todas son hoy esenciales para una mayor integración de la Unión Europea.
El motor franco alemán sigue siendo una condición necesaria para el avance europeo. Pero como se ha demostrado en tiempos recientes es hoy insuficiente. Una UE confrontada al desafío mayúsculo de existir como actor económico pero también geopolítico en un mundo cada vez más impulsando por relaciones de poder necesita de motores adicionales que le ayuden a construir consensos europeos. Estos esfuerzos hoy han de centrarse en la construcción de mayores capacidades defensivas en Europa así como en la construcción de la Unión de la Energía.
El nuevo tratado entre España y Francia es la plasmación del concepto de “España nodal” recogido en la Estrategia española de Accion Exterior de abril del 2021. La capacidad de España de influir de manera decisiva en la construcción de consensos europeos a través de alianzas a geometría variable.
Que se firme en Barcelona envía también una señal muy fuerte de la importancia que para ambos países tiene la vecindad mediterránea de la Unión Europea. Mientras ambos países apoyan sin fisuras la resistencia ucraniana frente al invasor ruso, lo cierto es que la UE debe prestar mayor atención a su flanco sur, fuente de grandes oportunidades para Europa pero también necesitado de una mayor y mejor gestión de los riesgos provenientes del Sahel y su entorno.
Bienvenido sea este nuevo Tratado entre España y Francia. Y busquemos en el futuro próximo alcanzar uno entre Italia y España que ancle la relación en tierra firme.
Josep Piqué
Consejero Delegado y Editor de Estudios de Política Exterior, ex Ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España (2000-2002)
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El eje franco-alemán ha sido históricamente el motor de la integración europea. Y seguirá siéndolo. Sin la colaboración de ambos países no es factible ningún avance significativo. Por lo tanto, no tiene sustitutivos. En todo caso, deben ser complementarios y si se establecen vínculos más estrechos con Francia o con Italia, deben ser coherentes e ir en paralelo con un especial énfasis en la cooperación con Alemania.
Es cierto que en las actuales circunstancias (post-pandemia y guerra de Ucrania), Alemania parece iniciar un camino más autónomo, que se refleja en la Zeitenwende, que supone, si se concreta, un auténtico nuevo paradigma en el que Alemania podría asumir un rol de liderazgo que hasta ahora siempre había supeditado a los avances en común. Lo vemos también en sus medidas anticrisis, aprovechando que dispone de un claro mayor margen fiscal que Francia, Italia y España, y que le permiten actuaciones y ayudas a empresas que, por su magnitud, podrían distorsionar el mercado único y las condiciones de competencia. Por ello, es importante que los tres países latinos se coordinen entre sí, para delimitar y compatibilizar sus intereses con los de Alemania. Pero en ningún caso pueden sustituir o neutralizar el papel de Alemania. A la construcción europea le interesa que vayamos todos juntos, aunque sigue siendo cierto, en cualquier caso, que el eje franco-alemán hoy por hoy es imprescindible y que los demás no pueden suplir.
Claudi Pérez
Director adjunto de El País
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Le doy un 1 sobre 5 a la primera afirmación: estoy claramente en desacuerdo. Nada, nadie puede sustituir al eje franco-alemán. Por demografía, por historia, por poderío económico, por influencia en las instituciones europeas. Europa era, es y será una especie de apaño entre las reglas alemanas y la discrecionalidad francesa. Ni siquiera ahora, con un Gobierno alemán en horas bajas y con un Gobierno francés que ha hecho un acercamiento hacia otras constelaciones. Me acuerdo de El Puente de los espías, de Spielberg, donde uno de los personajes viene a decir (cito de memoria): «Al libro de las reglas lo llamamos Constitución. Y aceptamos las reglas. Eso nos hace estadounidenses». El libro de las reglas europeo es la primacía del eje franco-alemán. Con las tres últimas crisis se han esfumado certidumbres y violado tabús, se han cruzado líneas rojas y reescrito las reglas. Pero el eje sigue ahí. Intacto.
Le doy un 4 con asterisco a la segunda afirmación. El asterisco está necesariamente marcado por las circunstancias. Una posfascista o neofascista dirige en estos momentos a Italia, la tercera economía europea. Un país en crisis perpetua desde hace un cuarto de siglo. Con una deuda que supera el 200% del PIB, con una industria declinante, con voces que cuestionarán el euro si el riesgo de una crisis de deuda termina materializándose. Con unas credenciales europeístas que están claramente en entredicho a pesar de las declaraciones de la propia Meloni. España, en cambio, ha demostrado que sus credenciales europeístas, después del agujero que dejó Aznar, cotizan claramente al alza. Está presentado papeles en Bruselas. Busca alianzas con Alemania, con Francia, incluso con Holanda en las reglas fiscales. El europeísmo acrítico y declarativo ha sido uno de los males de España durante mucho tiempo; esta vez parece diferente. Pero el asterisco sigue ahí porque con el actual Gobierno y con la actual situación política esas credenciales están aseguradas, pero los acentos –y la capacidad de influencia– estaban mucho más abajo en plena Gran Recesión, cuando España tuvo que pedir un rescate y su influencia se desvaneció, como para dar por hecho que la citada influencia está ahí para quedarse.
Cristina Monge
Politóloga y profesora en la Universidad de Zaragoza, donde imparto clases de sociología, presidenta de +Democracia
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En el contexto de las nuevas prioridades europeas impuestas por la guerra en Ucrania y de la transición ecológica, el eje franco-español se convierte en un motor de la integración europea comparable tanto el eje franco-alemán como al franco-italiano, en la construcción de un nuevo modelo energético que permita cumplir los objetivos del Pacto Verde Europeo y hacer realidad el principio de autonomía estratégica en materia de energía, clave a su vez para el resto de sectores.
Este eje franco-español debe garantizar un mapa de conexiones energéticas que posibilite la superación del aislamiento de la península ibérica que dió lugar a la “excepción ibérica” y aproveche el potencial de la misma en desarrollo de renovables para hacer llegar energía limpia al conjunto de la Unión Europea. El potencial que España tiene en el despliegue de los diferentes tipos de energía renovable, el desarrollo de tecnología, así como su robusta red eléctrica, le convierte en un enorme generador de energías verdes aptas para la exportación, lo que, alcanzado un determinado volumen, supondría un abaratamiento de la energía para el conjunto de Europa. A esto hay que sumar, en clave de futuro, el potencial de generación de hidrógeno verde de un país con aproximadamente 8000 km de costa.
Esta cumbre hispano-francesa, en vísperas de que España ocupe la presidencia del Consejo de la Unión, tiene ante sí enormes desafíos, si bien, la acumulación de evidencias sobre el ritmo al que avanza la crisis climática y la guerra de Ucrania hacen más urgente, si cabe, que los temas relativos a la transición ecológica en general y al cambio de modelo energético en particular, ocupen un lugar destacado.
Pol Morillas
Director del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB)
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Con la firma del tratado de Barcelona, o de amistad franco-española, el próximo jueves, Emmanuel Macron intentará diversificar el número de países con los que Francia mantiene una relación privilegiada en pro de una mayor integración europea. El contexto de la cumbre viene marcado por las consecuencias de la guerra de Ucrania, el necesario avance en la autonomía estratégica europea y la consolidación de un orden internacional bipolar caracterizado por la rivalidad entre China y Estados Unidos.
Pedro Sánchez, por su parte, se presentará como un socio fiable para avanzar en la unión energética, la reforma de las reglas económicas y fiscales, el pacto de migración y asilo o el aumento de capacidades europeas en seguridad y defensa, en vistas a la presidencia española del Consejo de la UE el semestre que viene. Ambos dirigentes comparten la necesidad de repensar el tejido de alianzas en la UE, y revalorizar la posición de Francia y España como países clave en las negociaciones en curso. La relación entre Francia y Alemania no pasa por su mejor momento, pero ningún país (tampoco España y menos con un canciller socialdemócrata) pretende ocupar el lugar de Berlín en sus relaciones con París. En cambio, Italia se ha convertido en un socio más impredecible, con Giorgia Meloni como primera ministra, lo que abre una ventana de oportunidad para Madrid en su tradicional rivalidad con Roma.
De entre todos los ámbitos de cooperación que rubricará el tratado de Barcelona, la transición verde y la construcción de nuevas infraestructuras energéticas estará en el radar de todos los observadores. Tras meses de intensas dudas sobre el MidCat, con Francia luchando por mantener su centralidad y modelo propio en el mercado energético europeo y Alemania presionando para aumentar las interconexiones europeas, la solución del H2Med se presenta como una apuesta de futuro, aunque todavía por concretar: una infraestructura para el hidrógeno verde, europeísta gracias al apoyo de Bruselas, y con vocación de alterar las dinámicas de la geopolítica energética en Europa, dando una mayor centralidad a los países del sur de la Unión.
Ruth Ferrero
Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la Universidad Complutense de Madrid
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El eje hispano-francés se corresponde con la necesidad que tiene Europa de comenzar a trabajar sobre la base de geometrías variables en función de las distintas necesidades coyunturales que vayan apareciendo. En este caso, la crisis energética y la necesidad de buscar alternativas a la importación de hidrocarburos así como de reforzar la conectividad en el marco de la UE.
Francia aprovecha la actual debilidad alemana para ganar influencia entre otros socios europeos, mostrando que Paris se quiere convertir en el motor del proyecto europeo. Por tanto, estas aproximaciones se realicen desde la visión de la subalternidad de su contraparte correspondiente. Al contrario que el eje franco-alemán, en este tipo de alianzas estratégicas no existe una dinámica, ni un plan estratégico a largo plazo de avance en el proyecto de integración europeo, más allá de la estricta necesidad en cuestiones sectoriales concretas, tales como la energía.
España e Italia, como potencias medias europeas son indispensables para reforzar el proyecto de integración europeo, sin ellas esto no es posible. Sin embargo, las capacidades industriales, económicas y la influencia política que Italia o España puedan tener, no alcanza para sustituir a la potencia alemana en ninguno de esos ejes.
La guerra abierta en Ucrania está configurando unos nuevos sistemas de alianzas geopolíticos y estratégicos en el seno de la UE que rompen con el motor clásico del proyecto europeo y que plantean visiones y propuestas de avance alternativas que superan la dualidad Francia-Alemania. Probablemente, a partir de ahora no haya que hablar de ejes lineales, sino de estrategias multivectoriales y fluidas entre los EEMM.
Lilith Verstrynge
Secretaria de Estado para la Agenda 2030 y secretaria de organización de Podemos
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Las actuales circunstancias globales han colocado a la Unión Europea ante un dilema que implica que tenga que tomar decisiones y superar lógicas del funcionamiento del pasado. En este sentido, creo que la Unión necesita autonomía estratégica y, para ello, necesita avanzar hacia un escenario que supere la visión de competencia entre países y se articule en torno a los intereses comunes que tenemos como región en el actual panorama mundial.
A este respecto, nuestro país ha sido clave durante la pandemia, por ejemplo en torno a la apuesta por la mutualización de la deuda que finalmente se alcanzó en torno a la herramienta del Next Generation UE o, en la actualidad en la búsqueda de una reforma común del mercado de la energía.
Por esta razón, creo que también en nuestra visión debemos superar enfoques que reproducen visiones que han funcionado en el pasado de la Unión pero que no son útiles para el futuro ya que, en muchos casos, está más relacionadas con cuestiones coyunturales que con grandes acuerdos políticos para avanzar. En este caso en concreto, por ejemplo, el supuesto eje Francia – España está más relacionado con la cuestión energética que por un proyecto común para la Unión Europea.
Si apostamos por una UE con capacidad de hablar globalmente desde sus propios intereses y principios y reafirmando su posición de potencia normativa tenemos que generar miradas sobre la Unión como actor unitario.
El ejemplo del eje franco-italiano es una buena muestra de esto que planteamos. La búsqueda de un motor de integración en torno a determinados países nos impide ver en ocasiones hasta qué punto son circunstancias coyunturales las que terminan formando estos ejes. Y eso es claramente una fuente de debilidad. Lo que en 2021 parecía un nuevo eje se ha convertido en una ilusión tras unas elecciones que han llevado a Meloni al poder.
Más allá de esta búsqueda coyuntural de diferentes actores que funcionen como motores de la integración, creo que el foco deberíamos ponerlo en las circunstancias globales que nos fuerzan a tomar decisiones colectivas dirigidas a una mayor integración y construcción de soberanía y autonomía estratégica.
El ejemplo perfecto de esto lo tenemos con el actual debate en torno a la necesidad de responder a la ley de subsidios de EEUU. Mientras nuestro supuesto aliado lleva a cabo medidas que perjudican a nuestra industria y nuestras economías la Unión Europea tiene que avanzar de manera rápida y eficaz en la construcción de herramientas normativas y de inversión que puedan hacer frente a las mismas. Esos serán los motores de la integración vinculadas a las cuestiones estructurales que definirán nuestro futuro. La conclusión es clara: la lógica de bloques debilita la integración.
Máriam Martínez-Bascuñán
Profesora de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y colaboradora en El País
No estoy segura de que se pueda hablar ya de ejes, de dos países que impulsan la integración europea: creo que la guerra de Ucrania de alguna forma ha hecho explotar el paradigma de los famosos ejes tradicionales.
Yo creo que ahora la línea divisoria fundamental es la de aquellos países que piensan que la guerra en Ucrania es una lucha existencial de la democracia contra el totalitarismo, y que entonces hay que hacer todo lo posible, y si hay que borrar Rusia del mapa, se borra, y esa es la línea más dura, que defienden sobretodo los polacos y los bálticos, que han denunciado además con vehemencia la vacilación de Berlín, la renuncia de Scholz a entregar armas pesadas a Ucrania, han visto muy mal la insistencia de Macron en los contactos telefónicos con Putin y la idea de que no había que humillar a Rusia.
La otra línea que se ha abierto, divisoria en Europa, es la que encarnaría, hasta la salida de Draghi, la que protagonizaron Alemania, Francia, la Italia de Draghi, que eran los que defendían que a largo plazo lo hay que hacer es mantener una lógica de buena vecindad y que a Rusia no se la puede borrar del mapa. Lo que se combate aquí no es una población sino personas y los proyectos de esas personas.
Creo que hay una nueva Europa, de alguna forma, que desconfía de Rusia y que forma ese nuevo eje, protagonizado sobre todo por Polonia, y luego una vieja Europa, en la que el cambio de gobierno en Italia está haciendo vacilar su posición. España tiene una magnífica oportunidad para ocupar ese lugar de la “vieja Europa” en la posición que hay que mantener en la guerra en Ucrania.
El motor franco-alemán está bastante oxidado, y que la próxima cumbre entre Francia y Alemania quizás es un intento por restablecer otra vez relaciones, pero está claro que Francia y Alemania se entendían mucho mejor cuando estaba Merkel al mando y sobre todo, fuera del contexto de la guerra.
Y ahora mismo no existe el eje franco-italiano porque Italia ha dejado de ser un país con una importancia sistémica dentro de la Unión Europea desde el cambio de gobierno. El eje franco-español puede sustituir ahora mismo al papel que Italia estaba jugando en la Unión Europea.
Cristina Narbona
Presidenta del PSOE y Vicepresidenta primera del Senado español
Considero que en estos momentos el eje franco español puede compararse con el eje franco alemán por varias razones. La más destacable es sin duda la interconexión energética y los proyectos comunes de transición ecológica. España tiene un potencial muy superior al de Italia para jugar un papel tractor a escala europea en este ámbito, dado nuestro desarrollo en el sector de las energías renovables y del hidrógeno verde, que nos convierte en un socio estratégico para Francia. La excesiva dependencia de dicho país en relación con la energía nuclear, cuyas dificultades económicas, técnicas y sociales irán en aumento, favorece esta alianza , muy oportuna también para España (y para Portugal), teniendo en cuenta el aislamiento de la península ibérica en términos de conexión energética.