Con la publicación del informe Draghi, que el Grand Continent acompañó en los distintos idiomas de la revista, la Unión Europea se prepara para entrar en una nueva fase. Desde hace varias semanas, damos la palabra a investigadores, comisarios europeos, economistas, ministros e industriales para que reaccionen ante una de las propuestas más ambiciosas de transformación de la Unión. Si aprecias nuestro trabajo y dispones de los medios para hacerlo, considera la posibilidad de suscribirte al Grand Continent

El esperado Informe Draghi representa el punto culminante del pensamiento estratégico europeo contemporáneo. Expresión de una época marcada por la fragmentación geoeconómica, este documento pretende devolver la brújula a una Unión construida sobre el presupuesto de un mercado mundial abierto. Hace sonar la alarma de que, en términos de desarrollo económico, la Unión se está quedando cada vez más rezagada con respecto a Estados Unidos y China, y lleva así más de veinte años. Por si estas malas noticias no fueran suficientes, la intensificación de las tensiones entre las dos grandes potencias está transformando cada vez más la interdependencia económica entre la Unión Europea y el resto del mundo en una fuente de vulnerabilidad política.

Atrapada en las tenazas, la Unión debe por tanto encontrar rápidamente una salida.

Y sin embargo, en un momento en que Washington y Pekín se esfuerzan por trazar «las líneas del siglo XXI», 1 el informe Draghi no consigue sacar a los europeos de su ceguera, principalmente debido a que tiene varios puntos ciegos.

El prisma imperfecto de la innovación

El informe Draghi parte de una constatación: comparada con los datos macroeconómicos de China y, sobre todo, de Estados Unidos, la Unión destaca por su menor crecimiento del PIB. Esta diferencia se atribuye entonces a un menor dinamismo de la productividad, cuya razón fundamental es la debilidad de la actividad innovadora en el viejo continente. Lógicamente, para invertir esta tendencia habría que activar la palanca de la innovación. En el informe, la insuficiencia de la innovación se asocia esencialmente al subdesarrollo del capital riesgo. Este segmento de la financiación está más extendido en Estados Unidos, lo que explica sus mejores resultados innovadores y, en última instancia, macroeconómicos. Este diagnóstico lleva a una conclusión evidente: hay que promover la liberalización de los mercados de capitales en Europa.

El sector estadounidense de la alta tecnología es en gran medida el resultado de un «Estado desarrollista oculto» que no sólo interviene en la investigación básica, sino que también apoya la innovación hasta la comercialización.

Benjamin Bürbaumer

En nuestra opinión, la validez de esta cadena causal es cuestionable. El ideal de un rendimiento innovador superior garantizado por el pleno despliegue de los mecanismos de mercado no corresponde con la realidad de la economía estadounidense. Es cierto que el capitalriesgo está mucho más desarrollado en Estados Unidos que en Europa, pero sería excesivo deducir una relación directa con la innovación. De hecho, el capital riesgo contribuye relativamente poco a la financiación de la innovación. Los datos estadounidenses correspondientes a los años 1990 y 2000 —en los que se produjo el auge de las tecnologías de la información y la comunicación— muestran que, por cada dólar gastado en capital riesgo, el gobierno de Estados Unidos gastó cuatro dólares en financiar empresas en fase inicial y semilla. 2 La proporción varía de un año a otro, pero en conjunto los órdenes de magnitud no dejan lugar a dudas: el impulso a la innovación procede ante todo de los poderes públicos. Además, paradójicamente, el capital riesgo estadounidense es más bien reacio al riesgo: cuando interviene, pone fondos a disposición en una fase relativamente tardía, cuando la mayor parte del riesgo ya ha sido absorbida por el sector público. 3

Aparte de la financiación, el sector estadounidense de la alta tecnología es en gran medida el resultado de un «Estado desarrollista oculto» que no sólo interviene en la investigación básica, sino que también apoya la innovación hasta la comercialización. 4 En los últimos quince años —mucho antes de las políticas industriales del presidente Joe Biden— la política industrial estadounidense ha ganado incluso en alcance. 5

La reticencia empresarial europea

Además de fomentar la reproducción de un modelo de financiación que supuestamente está en la raíz del rendimiento innovador superior de Estados Unidos, el informe Draghi propone una segunda idea: el problema del retraso de la productividad de la Unión también se ve agravado por las dificultades de comercialización que encuentran los inventores domiciliados en Europa. En otras palabras, el rendimiento de los ingenieros e investigadores en Europa no encontraría un mercado adecuado. Este argumento puede desglosarse en dos partes. En primer lugar, la investigación realizada en los centros públicos de investigación quedaría sin explotar por falta de interacción con el mundo empresarial. Se trata de un argumento sorprendente: la economista de la innovación Mariana Mazzucato ha demostrado que los vínculos universidad-empresa no están mejor desarrollados en Estados Unidos. 6

En segundo lugar, cuando las empresas europeas innovan, no pueden recoger los frutos debido a los obstáculos burocráticos. Por ello, es necesario agilizar los procedimientos administrativos. Aunque sin duda pueden mejorarse, no deja de ser llamativo que los resultados de Estados Unidos se basen precisamente en una administración muy presente en la organización de la innovación. Además de una presentación inadecuada del papel de las autoridades públicas en la innovación, el informe subestima otro hecho crucial: en la Unión Europea, el gasto en investigación y desarrollo es significativamente inferior al de Estados Unidos. El problema de Europa no es tanto la comercialización de la innovación como la voluntad de innovar. El contraste es sorprendente: en 2022, el gasto en I+D en la Unión Europea será del 2,24% del PIB, frente al 3,59% en Estados Unidos.

Y la diferencia es cada vez mayor. Mientras que en 2000 el gasto en I+D de la Unión era el 69% de su equivalente estadounidense, los últimos datos disponibles para 2022 lo sitúan en el 62%. A modo de comparación, durante el mismo periodo la proporción de China en el gasto en I+D de Estados Unidos ha pasado del 34% al 71%. Ante esta observación, y teniendo en cuenta los órdenes de magnitud, podríamos incluso estar tentados a decir que la traducción del gasto en I+D en productividad es bastante eficiente en Europa: tanto en 2005 como en 2024, la productividad europea se sitúa en torno al 85% de su equivalente estadounidense. Sin embargo, es difícil estar satisfechos con esto. El problema del retraso europeo existe, y es necesario identificar las causas. En este sentido, no parece derivarse tanto de un fracaso a la hora de explotar comercialmente la innovación como de una falta de actividad innovadora como tal.

El problema de Europa no es tanto la comercialización de la innovación como la voluntad de innovar.

Benjamin Bürbaumer

Así que vuelve a plantearse la cuestión de la financiación. ¿Las empresas europeas carecen de fondos para I+D? Hay buenas razones para pensar que no. Por término medio, los países de la Unión tienen un déficit de financiación negativo del 6%. Este déficit se refiere a la diferencia entre la inversión y la autofinanciación. En presencia de una diferencia negativa, la segunda es mayor que la primera. Tal estado de cosas es sorprendente desde el punto de vista de la gestión empresarial. Como señalan los economistas Tristan Auvray, Thomas Dallery y Sandra Rigot, 7 es de temer que este déficit de financiación indique «una dinámica de reducción y distribución: los proyectos de inversión se reducen y los beneficios se distribuyen entre los accionistas». Más que falta de financiación, las empresas carecen de confianza en el futuro.

El elefante chino en la habitación

La lectura del informe Draghi también crea una extraña sensación de desequilibrio.

Aunque China ocupa un lugar destacado en una apreciable profusión de gráficos, el análisis no parece extraer todas las consecuencias. 8 Y sin embargo, a lo largo de las páginas del documento, es a menudo el Reino Medio el que muestra las curvas alcistas más pronunciadas. Por tanto, un análisis sobrio de los factores que subyacen al espectacular ascenso del poder tecnológico chino podría resultar instructivo para los europeos, especialmente en un informe que pretende promover la aceleración de la recuperación del retraso.

Recuperar el retraso es esencial para que la Unión no caiga a largo plazo en una situación de atraso tecnológico. Para comprender plenamente este reto, resulta instructivo hacer un análisis de las olas tecnológicas. 9 Los cambios de paradigma tecnológico y económico evolucionan en oleadas, produciendo oportunidades excepcionales que pueden permitir a los países tecnológicamente atrasados dar un salto cualitativo hacia adelante. En general, el desarrollo tecnológico es un proceso acumulativo: los rezagados siempre siguen a los países precursores, al menos cuando nos mantenemos dentro del mismo paradigma. Cuando se introduce un nuevo paradigma, la ventaja en competencias y conocimientos de ingeniería y equipos asociados acumulada por los precursores durante el paradigma anterior pierde en gran medida su valor. En este momento crucial, los contadores se ponen a cero, o casi. Así pues, la introducción de un nuevo paradigma tecnoeconómico crea una situación muy poco frecuente: una o dos veces por siglo, los rezagados tienen la oportunidad, comprometiéndose decididamente con el desarrollo de las tecnologías del nuevo paradigma, de impulsarse hasta la frontera del conocimiento. Esto se debe a que el pequeño núcleo de tecnologías clave de cada oleada tiene una característica única: son tecnologías de aplicación general. Esto significa que no se limitan a un único campo, sino que impregnan todos los sectores de la economía. En términos generales, los países a la vanguardia de estas tecnologías podrán asegurarse cómodas ventajas competitivas en todos los sectores.

Una vez superada la cuarta ola tecnoeconómica, la del petróleo y el automóvil, nos encontramos precisamente en el momento crucial de la siguiente ola, cuyo núcleo son las tecnologías de la información y la comunicación. China ha aprovechado esta oportunidad. Así lo demuestra la introducción del Plan Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico a Mediano y Largo Plazo para 2006-2020, que encarna el cambio estratégico de Pekín, que ha pasado de imitar tecnologías extranjeras a desarrollar tecnologías nacionales. Este nuevo enfoque prevé una orientación tecnológica planificada centralmente que pondrán en práctica las empresas estatales, los gigantes privados de la tecnología china y las autoridades públicas locales. 10 Para promover un aumento de la potencia tecnológica acorde con estas directrices, el gobierno se ha lanzado directamente a la batalla y está aportando además una serie de medidas complementarias: habilitar generosos presupuestos, mejorar las infraestructuras físicas, reforzar las colaboraciones entre investigación e industria, recurrir a pedidos públicos y animar a las empresas a realizar inversiones estratégicas en el extranjero destinadas a adquirir tecnologías.

El catch-up tecnológico organizado por Pekín no sólo da lugar a empresas más eficientes, sino que aumenta —y de forma sostenible— la capacidad de China para configurar la infraestructura técnica que hace comercializables los bienes en todo el mundo.

Benjamin Bürbaumer

Este cambio estratégico puede apreciarse fácilmente en los datos sobre patentes en sectores de alta tecnología. Hasta principios de la década de 2000, China era inexistente en ese ámbito. Desde entonces, no sólo ha superado a la Unión Europea, sino también a Estados Unidos. Y no tiene intención de detenerse ahí: el XIV plan quinquenal para 2021 eleva por primera vez la autosuficiencia tecnológica a la categoría de pilar estratégico.

Este aumento del poder tecnológico no sólo permitirá a las empresas chinas situarse a la cabeza de una serie de cadenas de valor: también les permitirá influir decisivamente en la infraestructura técnica de la economía mundial. El término se refiere en particular a la elaboración de normas técnicas que rigen la producción: en una economía organizada en cadenas de valor mundiales, estabecer normas permite a las empresas líderes determinar qué producen los proveedores (normas de producto) y cómo lo hacen (normas de proceso). La elaboración de normas técnicas es, por tanto, una actividad lucrativa con efectos duraderos. Permite a quienes disponen de las capacidades tecnológicas y financieras necesarias, así como de un conocimiento detallado de los procedimientos de normalización, generar una ventaja competitiva institucionalizada a escala mundial. 11 Como dijo el gran industrial alemán del siglo XIX Werner von Siemens, fundador de la empresa del mismo nombre: «quien posee las normas posee el mercado».

Hace veinte años, China participaba poco en los organismos internacionales de normalización (ISO, CEI), pero ahora es el participante más activo en los comités técnicos. 12 Sin embargo, estos organismos no son la única palanca que está utilizando Pekín para extender sus normas técnicas más allá del territorio nacional. Se persigue una doble estrategia: configurar las normas internacionales a la medida de los intereses chinos —y tratar de difundirlas a otros países, sobre todo a través de las Nuevas Rutas de la Seda— 13 y, al mismo tiempo, eludirlas en caso de fracaso o de condiciones desfavorables en los organismos internacionales.

En resumen, el catch-up tecnológico organizado por Pekín no sólo da lugar a empresas más eficientes, sino que aumenta —y de forma sostenible— la capacidad de China para configurar la infraestructura técnica que hace comercializables los bienes en todo el mundo. En otras palabras, China no sólo intenta conseguir mejores cartas en el juego económico mundial: pretende reescribir las reglas.

El punto ciego del poder estructural

Al dotarse de los medios para escribir las reglas del juego —en este caso, las reglas técnicas—, China está dejando claras sus ambiciones. No pretende simplemente convertirse en una potencia intermedia de algún tipo: su objetivo es ejercer un «poder estructural» —en el sentido de Susan Strange— sobre la economía mundial. Para ello, le gustaría controlar las infraestructuras del capitalismo global, que abarcan desde el ámbito técnico hasta las infraestructuras físicas, militares y monetarias. En todos estos ámbitos, Pekín pretende metódicamente sustituir la globalización, cuya infraestructura ha sido supervisada durante décadas por Washington, por un mercado mundial centrado en China. 14 Ésta es la razón subyacente de las actuales tensiones sino-estadounidenses.

China no sólo intenta conseguir mejores cartas en el juego económico mundial: pretende reescribir las reglas.

Benjamin Bürbaumer

A pesar de estar en la vanguardia del pensamiento estratégico europeo, Mario Draghi no tiene plenamente en cuenta este factor en su informe. En un momento en que las reglas del mercado mundial están cambiando, su propuesta consiste básicamente en animar a la Unión a jugar mejor con las viejas reglas centradas en Estados Unidos, que, como bien ilustra el informe, no le han sido especialmente favorables. Al fin y al cabo, la ambición de una «nueva estrategia industrial para Europa» —y las políticas militar y medioambiental asociadas— 15 corre el riesgo de parecer un tiro en la oscuridad. Con sus propuestas concretas sobre el capital riesgo impregnadas de «ideología californiana», 16 el informe Draghi bien podría haber promovido una mayor liberalización financiera, un paso con repercusiones tecnológicas más que inciertas. A menos de que los 400 mil millones de euros de nuevo gasto público previstos por Draghi vean realmente la luz en el marco de una aceleración tecnológica estratégicamente planificada y sensible a los problemas estructurales de poder que sacuden el mundo actual.

Notas al pie
  1. Giovanni Arrighi, Adam Smith in Beijing : Lineages of the Twenty-first Century, Verso, 2007.
  2. Matthew R. Keller y Fred Block, «Explaining the transformation in the US innovation system: the impact of a small government program», Socio-Economic Review, 11-4, 2013, pp. 629-656.
  3. William Lazonick y Mariana Mazzucato, «The risk-reward nexus in the innovation-inequality relationship: who takes the risks? Who gets the rewards?», Industrial and Corporate Change, 22-4, 2013, pp. 1093-1128.
  4. Fred Block, «Swimming Against the Current: The Rise of a Hidden Developmental State in the United States», Politics & Society, 36-2, 2008, pp. 169-206.
  5. Fred Block, Matthew R. Keller y Marian Negoita, «Revisiting the Hidden Developmental State», Politics & Society, 52-2, 2024, p. 208-240.
  6. Mariana Mazzucato, The Entrepreneurial State: Debunking Public vs. Private Sector Myths, Londres, Penguin Books Ltd, 2018, p. 60.
  7. Tristan Auvray, Thomas Dallery y Sandra Rigot, L’entreprise liquidée. La finance contre l’investissement, París, Michalon, 2016, p. 118.
  8. La versión detallada del informe le dedica un recuadro resumido de menos de una página (p. 231).
  9. Carlota Pérez, «Technological revolutions and techno-economic paradigms», Cambridge Journal of Economics, 34-1, 2010, p. 185-202.
  10. Cecilia Rikap y Bengt-Åke Lundvall, The Digital Innovation Race: Conceptualizing the Emerging New World Order, Londres, Palgrave Macmillan, 2021; Bengt-Åke Lundvall y Cecilia Rikap, «China’s catching-up in artificial intelligence seen as a co-evolution of corporate and national innovation systems», Research Policy, 51-1, 2022, p. 104395.
  11. Benjamin Bürbaumer, «TNC Competitiveness in the Formation of the Single Market: The Role of European Business Revisited», New Political Economy, 26-4, 2021, p. 631-645.
  12. AFNOR, Baromètre international 2024, La Plaine-Saint-Denis, AFNOR, 2024.
  13. Tim Nicholas Rühlig y Tobias ten Brink, «The Externalization of China’s Technical Standardization Approach», Development and Change, 52-5, 2021, p. 1196-1221.
  14. Benjamin Bürbaumer, Chine/États-Unis, le capitalisme contre la mondialisation, París, La Découverte, 2024.
  15. Samuel B. H. Faure, «Après le rapport Draghi, pour un nouveau régime militaro-industriel européen : 4 propositions», le Grand Continent, 23 de septiembre de 2024.
  16. Cédric Durand, Technoféodalisme, París, Zones, 2020, capítulo 1.