Un año después del 23J, en el que la izquierda salvó los muebles a pesar de la victoria del PP de Feijóo, la situación política en España no ha hecho más que cambiar. Todo comenzó con las protestas en Ferraz por la imposibilidad de la derecha de llegar a la Moncloa —todo ello, a la vez que se producía la fallida sesión de investidura de Feijóo y, más tarde, la de Sánchez, que sí logró superar—. Después, con los supuestos escándalos de corrupción en torno a Koldo y, más tarde, a la esposa del presidente del Gobierno. Todo ello, con un calendario electoral endiablado entre medias, que nos ha llevado desde Galicia a Europa, con una parada en Euskadi y otra en Cataluña, en apenas unos meses.

Mientras tanto, hemos podido ver la ruptura de Podemos con Sumar, lo que les llevó a enfrentarse en las elecciones al Parlamento Europeo y que, más tarde, provocó la dimisión de Yolanda Díaz al frente de la coalición —que no del Gobierno—, o la irrupción de Se Acabó La Fiesta (SALF), de Alvise. Un competidor a la derecha de Vox; algo que nos hubiera parecido imposible hace tan sólo unos meses.

Por todo ello, y con motivo del final del curso político antes del verano —y de la publicación del último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)—, donde el Congreso de los Diputados, el Senado y el conjunto de las comunidades autónomas echan el cierre por las vacaciones, es un buen momento para analizar en qué punto se encuentra la política en España, y sus protagonistas, los partidos políticos, un año después.

Con Se Acabó La Fiesta, de Alvise, llega un competidor a la derecha de Vox; algo que nos hubiera parecido imposible hace tan sólo unos meses.

Alejandro Solís

1 — Un Partido Popular que se mantiene en primera posición, pero sin un rumbo claro

Uno de los principales perjudicados del curso político ha sido el PP de Feijóo, que le dio inicio después de una trágica ‘victoria pírrica’ el 23J al calor de las encuestas, pero que se prolongó por la insistencia en celebrar una sesión de investidura que, a todas luces, estaba condenada al fracaso, con el único objetivo de desgastar a Sánchez. Toda esta operación para que el que acabase con un liderazgo desgastado fuese el propio Feijóo.

Unos meses después de los comicios, mientras que los populares no hacían más que despegar en las encuestas hasta situarse por encima del 37% de los votos, el liderazgo de su líder no hacía más que debilitarse. Un número cada vez menor de sus propios votantes señalaban a Feijóo cuando eran preguntados por su preferencia para ocupar la Presidencia del Gobierno. Pasó del 73,1% al 54,8% en sólo dos meses, mientras que el «Ninguno/a de ellos/as» y, especialmente, Isabel Díaz Ayuso, crecieron notablemente.

Más allá del relato, Ayuso lleva siendo durante muchos años el elefante en la habitación del Partido Popular1. Mientras que en el resto de partidos políticos las figuras que rivalizan con el liderazgo de sus principales líderes —ya sean Sánchez, Díaz o Abascal—, se encuentran fuera, en el PP el principal rival de Feijóo se encuentra dentro de sus propias filas. Mientras que Abascal nunca llegó a ser una alternativa, Ayuso es la que ha logrado cosechar unas mayores cotas de apoyo entre los populares, llegando a ser la favorita de cerca de un 15% de su electorado.

Ayuso lleva siendo durante muchos años el elefante en la habitación del Partido Popular. Mientras que en el resto de partidos políticos las figuras que rivalizan con el liderazgo de sus principales líderes se encuentran fuera, en el PP el principal rival de Feijóo se encuentra dentro de sus propias filas.

Alejandro Solís

Además, Ayuso es capaz de lograr algo que Feijóo nunca logró hacer: ser competitiva entre el electorado de Vox —y, por si fuera poco, de SALF—. Desde el 23J, y cada vez más, los votantes de Vox que eligen a un líder del PP como su preferido para ocupar la Presidencia del Gobierno se decantan por Ayuso. De hecho, ya ha logrado superar a Feijóo en este sentido en más de una ocasión. 

Es por ello que, mientras que el PP de Feijóo no sea capaz de gestionar las expectativas, es probable que la caricatura del ‘sanchismo’, que se creó con el objetivo de movilizar a su electorado para desalojar rápidamente a Sánchez del Gobierno, se vuelva contra su líder. Cuando cayó Casado, Feijóo fue encumbrado como herramienta para hacer frente a Sánchez. Un año después, no lo ha logrado después de seis convocatorias electorales. 

De hecho, los populares no han hecho más que caer de ese 37% en el que se situaron tras la victoria de Rueda en Galicia según las encuestas. Los modestos resultados en Euskadi y Cataluña, así como el susto de la «remontada» del PSOE en las elecciones al Parlamento Europeo no han hecho más que perjudicar al PP. En estos momentos, sólo se situaría uno o dos puntos por delante del PSOE; una situación muy similar a la del 23J.

Para poder sobrevivir como líder, Feijóo necesita llevar a su partido a la Moncloa. Algo que, sin elecciones a la vista, resulta bastante difícil. Más aún tras la irrupción de un competidor en el bloque de la derecha, lo que está radicalizando aún más a Vox, su «socio» preferente. Por lo tanto, cómo los populares —y, sobre todo, Feijóo— sean capaces de gestionar esta situación, que tiene su eco en Europa, será fundamental para su futuro. Más aún con la aritmética imposible que podría derivar de la división de la derecha tras la aparición de SALF.

Cuando cayó Casado, Feijóo fue encumbrado como herramienta para hacer frente a Sánchez. Un año después, no lo ha logrado después de seis convocatorias electorales. 

Alejandro Solís

2 — Un PSOE ante el reto de mantener el Gobierno sin un apoyo a su izquierda

El PSOE, que llegó al 23J habiendo perdido la práctica totalidad de su poder territorial, pero con la expectativa de que se produjera una carambola, continúa un año después al frente del Gobierno de España. No sólo eso, sino que parece que se encuentra en un buen momento, aún más reforzado que entonces, sobre todo en el espacio de la izquierda. No obstante, el PSOE sigue sin ser capaz de superar al PP, por lo que recuperar la primera posición en el Congreso de los Diputados sigue siendo una quimera; lo que, a la larga, será fatal para sus expectativas de mantenerse en el Gobierno.

A lo largo de este curso político, aunque sufrió una importante derrota en Galicia, los resultados en Euskadi, que han propiciado un Gobierno Vasco con un mayor peso para el PSE-EE, y, sobre todo, en Cataluña, están sosteniendo las expectativas electorales de los socialistas. En este sentido, hace ya tiempo que el centro de gravedad del PSOE está virando desde Andalucía hacia Cataluña. 

Aunque la región andaluza sigue siendo —por una cuestión poblacional— una plaza que no se puede despreciar, fue en Cataluña donde se cimentó la diferencia de escaños entre el PSOE y el PP que posibilitó la «carambola» del 23J. Más aún cuando, como todo parece indicar, Cataluña será el principal baluarte del PSOE en el ámbito autonómico si se termina produciendo la investidura de Salvador Illa.

En este sentido, el PSOE se encuentra en un momento dulce. Después de la carta de Pedro Sánchez a la ciudadanía, su electorado está movilizándose de nuevo. Además, hace ya tiempo que han logrado acabar con las fugas de votantes hacia el PP, siendo capaces de retener a 3 de cada 4 votantes —lo que, en un momento en el que no hay elecciones a la vista, es una cifra muy considerable— y, por si fuera poco, la amenaza que podrían haber supuesto Yolanda Díaz y Sumar para su electorado se ha esfumado. 

La situación a la izquierda del PSOE ha provocado que apenas un 5% de los votantes del PSOE prefieran a Díaz por encima de Sánchez para ocupar la Presidencia del Gobierno, mientras que hace tan sólo unos meses esta cifra llegó situarse muy cerca del 15% de su electorado. Asimismo, menos de un 5% de los votantes del PSOE en el 23J votarían ahora por Sumar, una cifra que, si nos fijamos en los primeros momentos de Sumar —hace apenas un año— contrasta ampliamente. Así pues, la principal amenaza para el PSOE ha dejado de ser el PP o Sumar. En estos momentos, su principal peligro se encuentra en la desmovilización de su propio electorado.

El PSOE sigue sin ser capaz de superar al PP, por lo que recuperar la primera posición en el Congreso de los Diputados sigue siendo una quimera; lo que, a la larga, será fatal para sus expectativas de mantenerse en el Gobierno.

Alejandro Solís

Ahora bien, ¿hasta qué punto es suficiente esto para mantenerse al frente del Gobierno? Aunque hay quienes intenten negar lo evidente, para que el Gobierno de coalición pueda reeditarse una vez más, el PSOE necesita que el espacio a su izquierda sea competitivo en el plano electoral. Y esto, con la izquierda partida en dos —y por debajo del 10% de los votos—, es imposible. Con Sumar y Podemos por separado, no hay forma de reeditar el Gobierno, aunque la derecha se divida en tres2

3 — La disyuntiva de Vox: echarse al monte para parar a Alvise

Tras salvar los muebles el 23J, hubo quienes dieron por muerto a Vox antes de tiempo, especialmente tras el fracaso en Galicia —un fracaso que, a pesar de serlo, era lo previsto—. Sin embargo, un buen resultado en Cataluña y una notable resistencia en las encuestas, situándose siempre por encima del 10% de los votos —lo que parece ser su suelo electoral—, han impedido que el partido de Santiago Abascal caiga en desgracia. 

De hecho, con el resultado de las elecciones al Parlamento Europeo, siendo capaz de reeditar ese 10% de los votos, así como con una tendencia al alza en las encuestas, parece que Vox está más vivo que nunca. Sin embargo, esta ‘victoria’ ha ido acompañada de un mal presagio: la aparición de un competidor, Se Acabó La Fiesta, a su derecha

Además, el comienzo de la legislatura en Europa también ha venido acompañado de un terremoto en el terreno de la ultraderecha. Después de los intentos de conformar un único grupo parlamentario que reuniese a las distintas corrientes de la ultraderecha y la derecha radical, que fracasaron, el Parlamento Europeo no tendrá ni uno, ni dos, sino tres grupos parlamentarios en ese espacio ideológico. Por un lado, la ultraderecha de Meloni, el ECR. Por otro lado, el nuevo grupo parlamentario de Viktor Orbán, que reúne a Le Pen, Salvini y, ahora, a Vox, Patriotas por Europa. Y por último, el nuevo grupo de Alternativa por Alemania, que parecía que iba a acoger a Alvise, pero que no lo ha hecho finalmente.

En este contexto, Vox, de la mano de Jorge Buxadé, que lleva años adquiriendo un peso cada vez mayor en el partido, se ha dejado llevar de lleno por la «deriva Buxadé»3. Este movimiento tiene dos vertientes. En primer lugar, en Europa, con el abandono de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), liderado por Giorgia Meloni, por, entre otros motivos, su intención de formar parte de las instituciones en Europa de la mano del Partido Popular europeo (PPE). En segundo lugar, en España, con la ruptura de los Gobiernos autonómicos con el PP de Feijóo con la excusa del reparto de menores migrantes. 

De esta manera, Vox se coloca al otro lado de un cordón sanitario que nunca existió en España, pero sí en Europa, para evitar la contradicción que supondría romper con los populares en Europa, pero no en España. Además, adquiere un discurso aún más beligerante contra la inmigración y le suma el rechazo al establishment y la antipolítica, que son las principales banderas de Se Acabó La Fiesta y Alvise, que hace ya tiempo que acusaban a los de Santiago Abascal de formar parte de la misma «partitocracia»4 que el PP y el PSOE. De la «derechita cobarde» a la «ultraderechita cobarde». Ese era el miedo.

Parece que Vox está más vivo que nunca. La incógnita está en qué ocurrirá con ellos cuando el partido de Alvise adquiera una mayor estructura. 

Alejandro Solís

Las consecuencias de este movimiento son inciertas, pero es innegable que, después del 9J, Vox se encuentra en un buen momento. No sólo están por encima de su suelo electoral, sino que parecen estar creciendo a pesar de la irrupción de SALF. La incógnita está en qué ocurrirá con ellos cuando el partido de Alvise adquiera una mayor estructura. 

No obstante, Abascal corre un peligro: que su liderazgo no está, ni de lejos, en su mejor momento. A la externa, ya hemos visto cómo hace ya tiempo que no representa una alternativa al liderazgo de Feijóo entre los votantes del PP, por lo que una posible vía de crecimiento a costa de este electorado es algo que resulta muy difícil. Ahora bien, su verdadero problema se encuentra entre su propio electorado.

Abascal está dejando de ser un líder atractivo para los votantes de Vox desde que se dejó de plantear la posibilidad de seguir creciendo y, eventualmente, que se produjera el sorpasso. Al igual que Sumar, sufre el síndrome del «socio menor», por lo que casi 1 de cada 4 votantes de Vox señalan a Feijóo como su líder político preferido para ocupar la Presidencia del Gobierno. Además, entre el electorado de la derecha ocurre algo que no está pasando a la izquierda: la existencia de una líder, Ayuso, que atrae la atención del electorado sin ser la líder de un partido. 

En este caso, Ayuso ha llegado a ser, en más de una ocasión, más atractiva para los votantes de Vox que el propio Feijóo. De hecho, tras la irrupción de Alvise, estamos viendo cómo hay cuatro líderes en el espacio político de la derecha para sólo tres partidos, uno de ellos que aún está naciendo. Es por eso que, en estos momentos, sólo un 48,1% de los votantes de Vox elige a Abascal, al que le siguen, Feijóo, Ayuso y Alvise, además del ‘Ninguno/a de ellos/as’, que representa la desafección política.

De esta manera, la situación de Vox y Abascal es peligrosa. Aunque resisten electoralmente, sus últimos movimientos tienen un carácter de «todo o nada», tanto por la contestación interna que pueden tener, que ha sido notable, como por la respuesta del electorado, que aún es incierta. 

4 — Sumar: un «Frente Amplio» sin unión, amplitud o liderazgo

Algo más de un año después de la presentación de Sumar en Magariños, que tuvo el objetivo de recomponer el espacio a la izquierda del PSOE, ya no queda nada de esa supuesta «unidad». No sólo eso, sino que el pésimo resultado de Sumar en las elecciones al Parlamento Europeo, que ha dejado fuera a Izquierda Unida, ha terminado de acabar con el liderazgo orgánico de Díaz, por lo que el futuro de Sumar —o, al menos, su configuración— está en el aire.

Una construcción apresurada, en la que se menospreciaron las consecuencias de la —¿inevitable?— ruptura con Podemos y, a su vez, se fió todo al liderazgo carismático de Díaz sin una estructura que fuera capaz de sostener a la organización, han llevado a Sumar a una situación de máxima debilidad en la que los pésimos resultados en Galicia, Euskadi —e incluso Cataluña, donde Comuns Sumar no ha tenido muy buen resultado, aunque suficiente— y, por último, Europa han acabado con todo su capital político para ser el paraguas bajo el que se construya la «unidad». 

De hecho, los resultados de Sumar en las elecciones al Parlamento Europeo, en los que ni siquiera llegaron al millón de votos, han colocado al partido en el ámbito nacional en una situación en la que apenas obtendrían una decena de diputados. Una situación a partir de la cual es imposible articular ningún «Frente Amplio», puesto que ni hay un frente común, ni este sería amplio. 

Desde la ruptura con Podemos, la intención de voto entre el electorado de Sumar en el 23J se ha fracturado. En principio, los de Yolanda Díaz conseguían retener a un 50% – 55% de sus votantes. Algo más de un millón y medio, mientras que Podemos sólo se hacía con un 15% y, después, el PSOE ni llegaba al 10%. Esta situación, que ya de por sí es catastrófica, les situaba en el entorno de los 15 o 20 escaños, mientras que Podemos sólo era capaz de obtener 1 o 2 escaños.

A pesar de lo dramático de la situación, estaba clara la hegemonía de Sumar. Sin embargo, un sinfín de derrotas en el ámbito autonómico, la incapacidad de Sumar dentro del Gobierno de coalición, así como una interminable disputa de carácter interno entre las distintas formaciones políticas que forman parte de la coalición, ha terminado de construir una imagen de Sumar muy poco atractiva para el voto. Un «Partido-Ministerio»5 cuya única baza era la labor de Díaz al frente de la cartera de Trabajo.

El pésimo resultado de Sumar en las elecciones al Parlamento Europeo, que ha dejado fuera a Izquierda Unida, ha terminado de acabar con el liderazgo orgánico de Díaz, por lo que el futuro de Sumar —o, al menos, su configuración— está en el aire.

Alejandro Solís

Sin embargo, después de la catástrofe en Europa —donde Alvise casi supera a Sumar y Podemos logró sólo un escaño menos—, la dimisión de Díaz y la situación de «impasse» en la que se ha colocado Sumar, donde su líder está, pero a la vez no está, y tampoco termina de haber un sustituto, ha dejado a la coalición completamente dividida.

En estos momentos, sólo un 42,5% de sus votantes repetiría la papeleta de Sumar. Mientras tanto, 1 de cada 4 elegiría la de Podemos, un 12,5% la del PSOE y hay un 13% de indecisos. De hecho, lo más llamativo de todo esto es que, al contrario de lo que algunas voces afirman, los votantes de Sumar en el 23J, ante la situación de ruptura, no se van al PSOE. Casi un 70% de este electorado, una cifra muy parecida a la que había antes de la crisis, continúa en el entorno de Sumar o Podemos. No acuden al PSOE. 

De hecho, esta transferencia de voto no crece, sino que se mantiene muy estable en torno al 10%, como hemos podido ver antes. Los 3 millones de votantes de Sumar de hace un año pertenecen a este espacio político, no son un «voto prestado» del PSOE, como llegó a ocurrir hace ya casi una década. Ya sea en Unidas Podemos, Podemos o Sumar, este es un voto que hay que movilizar, sacar a la calle, no arrebatárselo a otros partidos. La incógnita se encuentra en el vehículo a partir del cual comenzar esa reconstrucción y la necesaria movilización.

Por otro lado, la crisis de Sumar no sólo ha acabado con sus expectativas de voto, sino con la imagen de Díaz, que, hasta hace no tanto, llegó a ser —durante varios años— la líder política mejor valorada por encima de Sánchez o Feijóo6.

Desde hace ya tiempo, la valoración de Díaz entre su propio electorado no ha hecho más que caer. Antes, se mantuvo ininterrumpidamente por encima del 7,5. Sin embargo, los resultados de Sumar comenzaron una caída de algo más de un punto. Mientras tanto, ocurría lo mismo entre los votantes del PSOE, aunque más ligeramente. Esto, sumado al rechazo que su figura causa entre el resto de electorados, como el PP, Vox o, incluso, ERC o EH Bildu —que valoran mejor a Sánchez—, es un motivo suficiente para provocar su caída.  

De hecho, esto también se puede apreciar en la preferencia para ocupar la Presidencia del Gobierno. Aunque es cierto que al ser Sumar el «socio menor», Sánchez ocupa un espacio importante, antes del 23J este no superaba el 25%. sin embargo, la caída de Díaz desde que se produjeron los comicios ha sido dramática, pasando del 62,5% a un 29,1% en favor de Sánchez, que ya es el líder preferido para los votantes de Sumar, seguido de la propia Díaz, el «Ninguno/a de ellos/as» —la desafección política—, Irene Montero e Ione Belarra.

En definitiva, aunque Sumar se encuentra en una posición complicada ante la amenaza de Podemos a su izquierda, la de un PSOE con intención de asimilar a su electorado a su derecha, una pésima situación a la interna y un liderazgo herido, la construcción de lo que queda de Sumar, así como la dirección de Díaz —que está tocada, pero no hundida—, será fundamental a lo largo del nuevo curso político. Todo ello, con la intención de superar, de algún modo, esta situación, puesto que los mimbres actuales llevan, inequívocamente, a la caída del Gobierno de coalición.