Donald Trump y el movimiento trumpista nunca estuvieron realmente interesados en lo que ocurría en Europa. El lema «America First» cobró fuerza durante el mandato del expresidente y candidato presidencial: durante una visita a Washington en abril de 2018, los líderes de los tres Estados bálticos fueron sermoneados por Trump por tener responsabilidad en la guerra de Yugoslavia. Como en tantas ocasiones durante su mandato, el expresidente demostró su desconocimiento de la geografía, confundiendo los Bálticos con los Balcanes1.

Esta anécdota no es baladí, sino que ilustra el pensamiento que ha caracterizado a la Casa Blanca de 2017 a 2021: para restaurar la grandeza de Estados Unidos, debe replegarse sobre sí misma, poniendo fin a lo que algunos conservadores -en particular el presidente de la Heritage Foundation, Kevin D. Roberts- describen como el «nuevo orden wilsoniano» defendido por Barack Obama (2009-2017) y luego por Joe Biden2.

Los preparativos para el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ya son palpables en Estados Unidos y a escala internacional:

  • De forma cada vez más evidente en los últimos meses, los congresistas republicanos reciben sus instrucciones directamente del expresidente y ya no de la cúpula.
  • A pesar de que su relación es cuando menos inestable, el líder de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, ha dado finalmente su apoyo a Donald Trump, de forma bastante inesperada3. Unos días antes, había anunciado que dimitiría en noviembre, después de las elecciones. El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, apoya totalmente a Trump.
  • También los europeos parecen abrazar cada vez más la posibilidad del regreso de Trump y sus consecuencias para la ayuda militar a Ucrania, entre otras cosas. Además de un cese total de las entregas de equipos, su reelección en noviembre también podría suponer el fin de la ayuda estadounidense en términos de imágenes por satélite, inteligencia, herramientas de guerra electrónica, etc.
  • Japón -que reforzará su alianza de seguridad con Estados Unidos el 10 de abril cuando el primer ministro Kishida visite Washington- también se prepara para el regreso de Trump: las autoridades japonesas se disponen a llamar al antiguo intérprete de Shinzo Abe, Sunao Takao -alabado por su «familiaridad» con Trump- para «reforzar el diálogo con la campaña del candidato republicano […] con la esperanza de evitar cualquier choque político para Tokio»4.

El segundo mandato de Trump también se prepara a nivel subnacional, en el corazón de Europa. El sábado 23 de marzo, el EU-US Forum organizó su primer acto en Roma, para el que se destinó un presupuesto de 250.000 dólares a una campaña mediática «dirigida a la agenda política de extrema izquierda de la Unión»5. Además de pancartas lanzadas desde aviones sobre la capital italiana, el acto inaugural (coorganizado con el Partido Identidad y Democracia) apareció también en Il Sole 24 Ore y Corriere della Sera6.

Lanzado la semana pasada por dos exmiembros de la administración Trump, Matt Mowers (exasesor del Departamento de Estado) y Joseph Grogan (exdirector del Consejo de Política Interior de la Casa Blanca), el EU-US Forum es una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo declarado es «salvar la civilización occidental arrojando luz sobre las políticas perjudiciales de la Unión Europea para evitar que se extiendan a Estados Unidos y al resto del mundo»7.

Anteponiendo la Unión Europea a Estados Unidos, esta nueva plataforma reunió en Roma a varios dirigentes de partidos de extrema derecha europeos (Matteo Salvini, André Ventura, Harald Vilimsky, Gerolf Annemans, etc.), así como a destacados conservadores estadounidenses.

  • El punto de partida de la organización es la constatación de que «las peligrosas políticas aplicadas en Europa» (sobre todo en materia de inmigración ilegal y «censura») «se están infiltrando en Estados Unidos»8.
  • El objetivo de estos dos ex funcionarios de la administración Trump es «poner fin a las políticas radicales de la Unión y garantizar que se convierta en un hogar para las políticas de sentido común que han ayudado a la civilización occidental a prosperar durante cientos de años»9.
  • En Roma, se pudo oír a Vivek Ramaswamy abogar por un «nacionalismo positivo» que «haga más fuertes a nuestras naciones» para crear un «mundo mejor», en marcado contraste con la agenda de política exterior de Joe Biden10.
  • Para el ex candidato y potencial futuro vicepresidente de Donald Trump, «la verdadera medida de la salud de una democracia es el porcentaje de personas que se sienten libres de decir lo que realmente piensan en público»11 -un eco directo de la promoción de la Primera Enmienda y la total libertad de expresión reclamada por la Heritage Foundation y por Donald Trump-.

Aunque ausente, Donald Trump estuvo representado en Roma por Ramaswamy -que ahora respalda plenamente al ex presidente12– de la misma manera que lo estuvo en Munich en febrero por intermedio del senador republicano J. D. Vance. Este esfuerzo por crear un eje transatlántico de nacionalistas es un indicador de la consigna que podría caracterizar la relación entre Estados Unidos y la Unión Europea en caso de reelección de Donald Trump: «contraatacar» el «extremismo medioambiental y el exceso de regulación» de Bruselas, la «censura política y digital» y fomentar políticas migratorias más duras13.