Olha Aivazovska es presidenta del Consejo de Administración de OPORA, una importante ONG ucraniana creada originalmente para supervisar las elecciones y el proceso político en Ucrania. Desde el comienzo de la invasión rusa en 2022, OPORA ha ampliado sus actividades. La asociación documenta ahora los crímenes de guerra en Ucrania, la situación en los territorios ucranianos ocupados por Rusia y la situación de la sociedad durante la guerra.
Esta entrevista forma parte de una serie de publicaciones que nos ayudan a comprender las profundas transformaciones de un país y una sociedad en guerra contra el agresor ruso. Si crees que este trabajo es importante y merece apoyo, te invitamos a suscribirte.
¿Cuál es el ambiente en Ucrania en estos momentos?
Mucha gente está pensando en un Plan B.
El mes pasado oí en la conferencia de seguridad de Múnich que tenemos suficientes misiles de defensa antiaérea para proteger nuestras ciudades durante 40 días. Por supuesto, no todos los ucranianos son conscientes de estos retos, pero la posibilidad de que nos quedemos sin protección aérea es un escenario trágico. No soy pesimista, sino realista: si Estados Unidos no decide liberar la ayuda militar —me refiero concretamente al envío de material militar, no a apoyo financiero— será un desastre para Ucrania, y para Europa.
Para responder a la pregunta: el ambiente, el estado de ánimo general en Ucrania está directamente relacionado con la ayuda militar, con el hecho de que nuestros sistemas de defensa aérea son débiles y de que no tenemos suficientes misiles para proteger las infraestructuras civiles ucranianas. Así que no se trata sólo de la situación en el campo de batalla o de la necesidad de artillería, sino también de la seguridad de los civiles. Es posible que hayan visto el artículo publicado por The Economist sobre el hecho de que 20 millones de refugiados ucranianos podrían ir a Europa si Ucrania pierde la guerra. Me parece mucho más racional que Europa gaste dinero en seguridad ahora en lugar de ayudar a millones de refugiados en el futuro.
Porque el nivel de inseguridad vuelve a ser impredecible: la línea del frente es ahora muy flexible. Avdivka era una ciudad muy pequeña pero importante. Rusia ha ocupado otras tres ciudades y posiblemente otro distrito en los últimos días… y todo esto influye obviamente en el estado de ánimo de la sociedad.
Hace ahora dos años que Rusia comenzó su invasión a gran escala. ¿Cómo ha visto evolucionar y cambiar a la sociedad civil en este periodo?
La sociedad civil ucraniana siempre ha estado muy comprometida, y no sólo durante los dos años de la invasión a gran escala. Para nosotros, la guerra empezó hace más de diez años, con las primeras víctimas del Maidán, cuando más de cien personas fueron asesinadas porque la sociedad ucraniana quería defender los derechos humanos y el Estado de derecho en su país. La sociedad ucraniana se ha mostrado activa de muchas maneras en los últimos diez años. Ha aumentado el número de movimientos voluntarios, nunca habíamos tenido tantos grupos activos intentando ayudar al ejército, al Estado y al país en general. Y hay que subrayar que, aunque la sociedad ucraniana siempre ha sido muy activa, siempre lo ha sido de forma pacífica. Hoy es diferente: hablamos de la protección física de nuestro país.
En lo que respecta a mi ONG, antes de febrero de 2022 participábamos en actividades para desarrollar el país mediante reformas internas, fomentando el proceso de democratización, elecciones libres y justas, etcétera. Entonces nos dimos cuenta de que podíamos utilizar estas competencias con fines de seguridad. Teníamos abogados, personas con conocimientos jurídicos, que ahora podían trabajar para documentar crímenes de guerra o ayudar a proteger a la gente bajo la ley marcial para dejar espacio a la democracia. Era lo mismo para todos nosotros, teníamos que utilizar nuestros conocimientos, contactos y experiencia para ayudar a proteger a la sociedad y al país. Muchos colegas que hablaban otros idiomas usaron sus conocimientos para intercambiar con socios en el extranjero, otros con experiencia en medios de comunicación la emplearon para sensibilizar a la opinión pública sobre la situación en Ucrania. Esto no siempre se hace con delicadeza, porque nuestros socios tienen que entender que ésta es una lucha por nuestra supervivencia.
Por eso organizaciones como OPORA hacen este trabajo. Hemos empezado a documentar crímenes de guerra en Ucrania y en otros lugares, y tenemos experiencia para redactar leyes y proyectos de ley, y seguimos haciéndolo, pero en el ámbito del derecho internacional humanitario. Tenemos una larga experiencia de trabajo con el Parlamento ucraniano, desde la supervisión de su labor hasta la puesta en marcha de proyectos para desarrollar las relaciones entre la sociedad y el Parlamento. Aprovechamos ese conocimiento para trabajar con parlamentos en el extranjero. Hace unas semanas, por ejemplo, organizamos audiencias en el Parlamento británico. Yo misma testifiqué ante el Congreso de Estados Unidos el año pasado. También tenemos experiencia en big data, que utilizamos para vigilar las redes sociales durante los periodos electorales. Ahora lo usamos para analizar la correlación entre el bombardeo de infraestructuras energéticas civiles, los cortes de electricidad y la decisión de la población de abandonar Ucrania el año pasado. Por último, seguimos de cerca la situación en los territorios ocupados y el modo en que Rusia intenta cambiar la identidad ucraniana y destruir el patrimonio.
En estas condiciones, ¿es posible que usted y otras organizaciones de la sociedad civil sigan trabajando en cuestiones relacionadas con los derechos humanos y la democracia en el país?
Como muchos otros países desarrollados, Ucrania no está libre de violaciones de los derechos fundamentales y todavía tenemos que proteger la democracia. Es un trabajo diario. Como decía Larry Diamond, mi profesor en Stanford, la democracia no es un estado: es un proceso.
Luchamos por los valores democráticos todos los días. Pero está claro que la guerra y la ley marcial no son los mejores momentos para el desarrollo de las instituciones democráticas. En estos momentos no podemos supervisar las elecciones porque no podemos celebrarlas. Los medios de comunicación están, hasta cierto punto, censurados, ciertos datos e información no son accesibles al público. Pero seguimos haciendo nuestro trabajo. Seguimos el proceso político, continuamos trabajando en las reformas —OPORA participa en ocho grupos de trabajo en el Parlamento— estamos implicados en los trabajos sobre la legislación para regular los grupos de presión, estamos trabajando muy duro en la legislación electoral de posguerra, seguimos el espectro político y los partidos políticos.
Dos años después de la invasión rusa, Volodimir Zelenski es ahora mucho más criticado como presidente: su decisión de despedir a Valeri Zalouzhnyi disgustó a mucha gente, y el proyecto de ley de movilización que se debate en el Parlamento también es muy controvertido. ¿Ha desaparecido la unidad política en Ucrania?
Yo creo que no. Simplemente porque nunca ha habido unidad política. Lo que había y sigue habiendo es acuerdo sobre la dirección del país, sobre la identidad del enemigo, sobre la necesidad de ser protegidos, sobre el hecho de que nuestro ejército necesita recursos para defender los territorios y al pueblo de Ucrania. Pero al mismo tiempo, la libertad de expresión seguía existiendo y muchas personas continuaban criticando la labor y las decisiones del presidente. Esto fue probablemente menos visible porque no hubo emisiones políticas tras el inicio de la invasión a gran escala, porque muchos diputados estaban implicados en otras actividades, no parecía un proceso político normal, y eso es porque ya no hay un proceso político en Ucrania como lo había en tiempos de paz.
Por eso no creo que tengamos que pensar en términos de unidad o división: tenemos unidad política en la cuestión de quién es el enemigo y qué debemos hacer. La cuestión es cómo hacerlo, y ahí es donde tenemos debates. Porque el debate forma parte de la identidad ucraniana: siempre debatimos sobre todo. Se ha criticado mucho, por ejemplo, el hecho de que Jerson y otras regiones del país no hayan sido protegidas adecuadamente: ¿quién cometió ese error?, ¿cómo ocurrió?, ¿por qué no se minaron y fortificaron adecuadamente esas regiones?, etcétera. Siempre ha habido críticas, pero no las hemos llevado a los medios internacionales porque se trata de nuestro debate interno y necesitamos que nuestros socios se centren en los objetivos correctos.
Hoy estamos inmersos en una guerra de larga duración. Evidentemente, es muy diferente de la conmoción que siguió a la invasión a gran escala. Así que tenemos que pensar en lo que podemos hacer a largo plazo. La cuestión ahora es cuáles fueron las líneas de defensa tras la pérdida de Avdivka; si se pusieron en marcha adecuadamente. Tenemos que discutirlo, sin destruirnos unos a otros. Y luego aprender las lecciones.
El presidente Zelenski no será más popular al final de la guerra que en los primeros meses de la invasión. A la gente no le gustan los políticos, y el apoyo público hacia ellos disminuirá aunque hayan sido héroes. Se trata de un proceso normal en todas partes, excepto en Rusia o Bielorrusia. Por eso Putin será presidente por quinta vez, lo que nunca ocurriría en Ucrania. Nunca. Es un proceso natural que pone de relieve el hecho de que todavía tenemos democracia y libertad de expresión.
Algunas personas en Ucrania, a menudo oponentes políticos de Volodimir Zelenski, han sugerido varias alternativas a la gestión del Estado bajo la ley marcial. Petro Poroshenko ha pedido que se forme un gobierno de unidad nacional, en el que participarían representantes de todas las fuerzas políticas, mientras que el diputado Dmytro Razumkov ha defendido que los poderes presidenciales se transfieran al parlamento una vez finalizado el mandato presidencial de Zelenski anterior a la guerra. ¿Qué opina de estas sugerencias?
Un gobierno de unidad nacional es una idea muy pertinente, pero no estoy segura de que sea realista hoy en día.
Si nos fijamos en las distintas experiencias de la historia, vemos que tales gobiernos se han creado generalmente en el periodo inicial de una guerra o de una gran tragedia, como reacción a un gran desafío exterior, de modo que un gobierno compuesto tanto por la oposición como por el partido en el poder pudiera asumir esta responsabilidad conjunta. Ya pasamos ese momento, dejamos pasar esa oportunidad: no creo que un gobierno de unidad nacional pueda ayudarnos a resolver nuestros debates internos. No sucederá. Lo que sí podría ocurrir es el nombramiento de nuevas personas como ministros: no de los viejos partidos políticos, sino de nuevos grupos, voluntarios, quizá militares.
En cuanto al Parlamento, desgraciadamente no creo que tenga capacidad para gobernar en lugar del presidente en cuestiones de seguridad. Pero no puedo decir que haya problemas con la Constitución ni con ninguna otra legislación: de momento, todo se está haciendo de acuerdo con la Constitución ucraniana. El Parlamento tiene que funcionar y el presidente es legítimo, hasta que haya un nuevo presidente electo al frente del Estado.
Pero eso no ocurrirá hasta que termine la ley marcial. No estoy diciendo después del final de la guerra, porque no creo, por desgracia, que termine pronto. Pero la ley marcial podría expirar antes de eso.
¿En qué condiciones cree usted?
Si la línea del frente se hace tangible y predecible, si podemos garantizar la seguridad en determinadas zonas de Ucrania, entonces podremos empezar a hablar de posibles elecciones. Mientras tanto, el Parlamento debe ser activo, resistente e independiente.
¿Es independiente en la actualidad?
No, en estos momentos no es un poder verdaderamente independiente. En primer lugar porque el partido mayoritario es el Servidor del Pueblo, que apoya a Volodimir Zelenski, pero también porque muchos de los diputados elegidos en 2019 no han desarrollado sus propias capacidades a lo largo de los años. Esto no tiene nada que ver con la agresión rusa: este parlamento fue elegido porque la gente sentía que un nuevo presidente necesitaba una mayoría en el parlamento, y votaron por personas sin carrera política ni visibilidad. Esto supuso un problema porque muchos de esos representantes electos eran desconocidos y todavía lo son hoy, y porque no están activos. En general, estas «caras nuevas» no han conseguido ser influyentes.
Ucrania es ahora un Estado democrático que lucha por su supervivencia. Bajo la ley marcial, es un Estado democrático sin elecciones.
La democracia no es sólo una cuestión de elecciones.
También reside en la capacidad de la sociedad para expresar sus opiniones sobre el proceso político, la gobernanza y la gestión del Estado. Por ejemplo, hace poco se nombró a un nuevo director de la Agencia Nacional de Prevención de la Corrupción, y no estoy del todo segura de que este nombramiento sea aceptable para el presidente personalmente. Porque fue nombrado de forma independiente, en gran parte gracias a la influencia de la sociedad civil. Este es sólo un ejemplo entre muchos para demostrar que la democracia es el poder del pueblo, pero que ese poder puede expresarse a través de diferentes procesos.
También podemos pensar en la forma de actuar del presidente con respecto a la nueva ley de movilización, que la población no ha apreciado.1 En este caso, actuó para preservar su índice de popularidad. Esto puede considerarse populismo, pero también es cierto que en Ucrania los políticos tienen el deber de escuchar a la sociedad. La misma cuestión se ha planteado recientemente sobre los negocios en Ucrania: un destacado empresario fue detenido recientemente en relación con un caso de privatización de tierras que tuvo lugar en Kiev hace más de diez años. Grupos empresariales grandes y pequeños reaccionaron inmediatamente para criticar el proceso, a las fuerzas del orden y al fiscal general que participaron en la detención. Esto obligó a la oficina del presidente a reaccionar y organizar consultas con representantes empresariales sobre estas cuestiones.
No soy tan romántica como para creer que todas las cuestiones pueden resolverse mediante esos debates. Pero esto es la democracia, diferentes partes interesadas con diferentes mandatos e intereses, y cada rama del gobierno, así como grupos no gubernamentales o empresariales, participan en los debates y, por tanto, en el proceso de toma de decisiones.
¿Cuánto cree que durará esta situación?
No lo sabemos porque no sabemos cuánto durará la guerra. En la Conferencia de Seguridad de Múnich, el presidente dijo que, en lugar de preguntarnos cuánto iba a durar la guerra, deberíamos preguntarnos por qué Rusia seguía siendo capaz de continuar con su agresión. Lo mismo se aplica a la democracia: no hay que preguntarse cuánto tiempo va a estar Ucrania sin elecciones, sino cómo ayudar a Ucrania a ganar la guerra lo antes posible.
Tenemos libertad para trabajar, tenemos influencia, hace poco tuvimos un éxito pequeño pero real con la legislación sobre grupos de presión: algunos grupos habían decidido castigar a las organizaciones de la sociedad civil que consideraban demasiado influyentes en Ucrania, y querían que se registraran como grupos de presión. Conseguimos influir en ese proceso, dando como resultado una legislación que no será un desastre para la sociedad civil en Ucrania. Es el resultado de un proceso democrático, la prueba de que la sociedad se expresa, de que es activa y de que tiene influencia.
Entonces, ¿cree que la sociedad civil puede, si no sustituir a la democracia, al menos hacer que funcione en ausencia de elecciones?
Creo que sí. Pero depende de todos nosotros. Una vez más, la democracia es algo más profundo que las elecciones, se trata de la influencia del pueblo. Y veo que los ciudadanos ucranianos siguen teniendo influencia, y con ello me refiero a los ciudadanos de a pie, a los voluntarios que trabajan activamente en el país.
La adhesión a la Unión Europea es una de las prioridades de nuestra sociedad. Si queremos ser miembros de la Unión en el futuro, tendremos que llevar a cabo reformas acordes con los criterios de Copenhague. Por eso, la adhesión a la Unión también supone salvar la democracia en Ucrania. Por nuestra parte, las ONG ucranianas y los grupos de la sociedad civil haremos todo lo posible para ser miembros de la Unión Europea en el futuro. Y digo que la democracia se salvará en Ucrania cuando se abra el camino hacia la adhesión a la Unión, porque ningún político ucraniano luchará contra la adhesión. La idea de entrar a la Unión Europea goza de un apoyo muy amplio en la sociedad, y es una línea roja para los políticos: cualquier líder político que intente rechazar esta vía de adhesión será destruido.
Mientras tanto, se celebrarán elecciones, como ocurrió en el Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial. El Reino Unido tuvo el mismo Parlamento durante diez años, entre las elecciones generales de 1935 y las de 1945, y entonces Winston Churchill no ganó las elecciones y perdió el poder. Y nuestro presidente no ganará unas elecciones cuando acabe la guerra, eso es seguro: su popularidad habrá caído demasiado, al contrario que en Rusia, donde Putin sigue gozando de un enorme apoyo. Esto es Ucrania, donde sólo un presidente ha conseguido ser elegido dos veces, y no en elecciones libres y justas.
Sé que nuestros socios temen las elecciones y la democracia en Ucrania. Pero es el activismo de la sociedad ucraniana, su fuerza, esta costumbre que tenemos de implicarnos en todo, en cada reforma, en cada escándalo, en cada caso, lo que salvará la democracia. El proceso de adhesión a la Unión Europea también contribuirá a ello. Por eso no me preocupan la democracia ni las elecciones, sino el hecho de que no tendremos suficiente apoyo militar para proteger físicamente a nuestro pueblo. Temo que no podamos ver el final de esta guerra a corto plazo, una guerra que está destruyendo la salud física y mental del pueblo ucraniano.
Más allá de la adhesión, ¿qué cree que puede hacer la Unión Europea a muy corto plazo para apoyar la democracia en Ucrania?
Lo primero que hay que hacer es abrir las negociaciones de adhesión con la Unión Europea, eso está claro. En segundo lugar, una vez abiertas las negociaciones, tiene que haber una hoja de ruta de reformas muy clara, directa y detallada, que explique qué tipo de reformas hay que hacer, cómo y cuáles serán los resultados de tal o cual reforma. Esto ayudará a la sociedad civil ucraniana a defender esas reformas. Por desgracia, el paquete más importante se centrará en la economía y no en los derechos humanos o la democracia. Por eso es especialmente importante centrarse en las recomendaciones directas cuando se trata de cambios en el panorama democrático o en los derechos humanos y otras cuestiones que no son prioritarias para la Unión en comparación con los mercados laborales, la economía o la sostenibilidad financiera.
También creo que la Unión debería consultar a las organizaciones de la sociedad civil ucraniana sobre el aspecto democrático de las negociaciones de adhesión y que este punto debería incluirse en una hoja de ruta. Esta sería una excelente oportunidad para hacer avanzar esta cuestión en Ucrania y garantizar el progreso porque, como ya he mencionado, ninguno de los políticos ucranianos rechazará lo que la Comisión Europea proponga incluir en la hoja de ruta. El nivel de apoyo a la adhesión a la Unión en Ucrania es tan alto que sería muy peligroso para los políticos ucranianos desviarse de ese camino.
También sería conveniente establecer un programa de prevención de conflictos con determinados grupos de la Unión. Ucrania tiene un fuerte sector agrícola, vital para la economía del país. Pero cuando vemos estas grandes manifestaciones de agricultores en la Unión, nos damos cuenta de que no se trata sólo de Ucrania, sino de la asignación de dinero en general. Sería un desastre enorme que los agricultores de otros países empezaran a bloquear las fronteras, como los polacos. Eso es malo para todos, para las buenas asociaciones y para la seguridad, y por eso necesitamos una sección sobre prevención de conflictos.
¿Qué piensa del futuro de la democracia ucraniana?
Soy muy optimista. Sólo necesitamos las herramientas, y que la Unión Europea nos ayude a conseguirlas. Entonces tendremos conversaciones de adhesión, desarrollaremos la democracia y será incluso mejor que antes. He asistido a muchas elecciones en Ucrania y siempre ha sido un reto. Pero lo que siempre tenemos es una sociedad que nunca aceptará un gobierno autoritario en Ucrania, no importa quién intente imponerlo. Por eso estoy segura de que Ucrania seguirá siendo un Estado democrático. Seguiremos luchando cada día: por la libertad de trabajo de los periodistas, por las ONG, por la legislación, por los nuevos nombramientos en los órganos anticorrupción. No nos conformamos con esperar a las elecciones. Hay muchos retos, pero nuestros socios se equivocan al pensar que la democracia se reduce a las elecciones. De hecho, hace poco hubo elecciones en Bielorrusia. Nadie habló de ello porque, por desgracia, no es una democracia.