¿Marcó la guerra de Sucot un punto de inflexión en el conflicto palestino-israelí?

Todavía hoy es difícil decirlo. La segunda Intifada, por ejemplo, estuvo marcada por el aumento de las tensiones entre Israel, Líbano y Hezbolá. Este precedente hizo temer que la frontera entre Israel y Líbano pudiera desembocar en una guerra tras el atentado de Hamás del 7 de octubre. Era un riesgo real. Afortunadamente, a pesar de los numerosos intercambios de disparos entre Hezbolá e Israel, no se produjo ninguna escalada. Por el momento, la situación no ha degenerado en un conflicto a gran escala. 

También existía un riesgo importante de que individuos, espoleados por países u organizaciones terroristas, llevaran a cabo atentados en Estados Unidos o Europa, donde el peligro era especialmente grande, tras los numerosos atentados perpetrados en países europeos en la última década. También era de temer la violencia contra las poblaciones inmigrantes. Esto podría haber debilitado considerablemente la arquitectura mundial de seguridad. 

Todo el mundo es consciente de que las consecuencias mundiales podrían ser terribles si la situación en Israel se descontrolara por completo. 

JONATHAN WINER

En general, estos temores no se han materializado. No debemos pasar por alto las repercusiones de la guerra más allá del Levante mediterráneo. Por un lado, ha habido casos de desinformación que forma parte de la estrategia rusa para desestabilizar a los países occidentales –pienso en particular en la pintada de edificios en París con estrellas de David–. Por otra parte, ha habido casos horribles pero aislados de violencia. En Estados Unidos, por ejemplo, un niño musulmán fue asesinado en Chicago; en Vermont, tres estudiantes palestinos murieron tiroteados por uno de sus vecinos; en California, un anciano judío fue asesinado por un manifestante propalestino. El hecho es que el conflicto se ha limitado en gran medida a Israel. 

Esto es sin duda difícil de entender para la opinión pública, pero es un verdadero logro haber conseguido contener las repercusiones, que podrían haber sido potencialmente dramáticas. La relativa moderación observada en este episodio es quizá el indicador más revelador de su singularidad y su potencial perturbador. Todo el mundo es consciente de que las consecuencias globales podrían ser terribles si la situación en Israel se descontrolara por completo. 

¿Los atentados del 7 de octubre han destruido realmente cualquier posibilidad de paz en los próximos 50 años? 

La posibilidad de una paz duradera depende de una serie de factores, algunos de los cuales aún se desconocen.

Empecemos por la cuestión de Israel y Hamás. El primero no puede coexistir con el segundo. Es inconcebible que ese grupo terrorista pueda seguir gobernando un territorio como Gaza cuando acaba de cometer las atrocidades del 7 de octubre contra civiles inocentes que estaban de fiesta o simplemente en casa.

Hay pocos ejemplos de grupos terroristas que hayan gobernado y administrado territorios. La conquista del Estado Islámico de amplias zonas de Siria e Irak ha sido insoportable para las poblaciones civiles locales. La brutalidad de la organización y las reiteradas violaciones de los derechos humanos han devastado la vida de millones de personas, empezando por las mujeres. Este modelo totalitario, basado en ideologías de terror, es intolerable.

Hamás, que es una organización terrorista, controla la Franja de Gaza desde hace 15 años. Bajo su administración, según la Organización Internacional del Trabajo, el territorio figura regularmente entre las regiones del mundo con las tasas de desempleo más elevadas, en particular entre los menores de 30 años. Antes del 7 de octubre, la situación social en Gaza era desastrosa, marcada por las escasas oportunidades de empleo que apenas permitían sobrevivir. Esta penuria económica ha convertido a Gaza en un enclave donde, para la mayoría de la población, es imposible llevar una vida normal. En lugar de hacer todo lo que estaba en sus manos para convertirla en un lugar donde la gente común y corriente pudiera mejorar su vida, Hamás se dedicó exclusivamente a un proyecto demencial, la destrucción de Israel: era un camino claro hacia el desastre, tanto para los palestinos como para los israelíes.

Es impensable que Hamás pueda desempeñar el más mínimo papel en el futuro político de los palestinos. Este grupo ha demostrado su incapacidad para gobernar tanto por la violencia reiterada que ha cometido como por su estrategia masiva de toma de rehenes. ¿Cómo se puede secuestrar a un bebé? ¿Cómo se puede secuestrar a niños pequeños y a sus madres y ser considerado civilizado? Eso es lo que hizo el Estado Islámico. Eso es lo que hizo Hamás el 7 de octubre. Eso no es lo que hace un gobierno responsable. 

Personalmente, creo que uno de los objetivos de Hamás era provocar deliberadamente reacciones extremas de los israelíes para inclinar la balanza del poder y la simpatía a favor de los palestinos: estoy firmemente convencido de que fue una provocación calculada. Ningún país, y menos aún Israel, puede quedarse de brazos cruzados ante una masacre que incluye mutilaciones físicas, violencia sexual, ataques a personas en sus hogares o el asesinato de padres delante de sus hijos. 

Dicho esto, también debemos admitir que las políticas de Netanyahu han favorecido a Hamás al impedir la aparición de cualquier alternativa política. Cuando trabajaba para el gobierno estadounidense, mis colegas de Estados Unidos e Israel coincidían en que Benjamin Netanyahu había demostrado durante décadas que era incapaz de crear las condiciones necesarias para la paz. Por lo tanto, es más que necesario que se produzcan cambios importantes en el gobierno israelí. La salida de Netanyahu podría crear las condiciones para un cambio en la dinámica israelo-palestina.

Para avanzar, es imperativo adoptar una solución de dos Estados que reconozca la existencia y los derechos tanto de palestinos como de israelíes. Desde este punto de vista, el momento que estamos viviendo bien podría ser un punto de inflexión, aunque el establecimiento de una paz a largo plazo siga siendo muy incierto.

La salida de Netanyahu podría crear las condiciones para un cambio en la dinámica israelo-palestina.

JONATHAN WINER

Más allá de los actores locales, uno de los factores clave a tener en cuenta es la gobernanza de Gaza. No es realista pensar que el territorio pueda pasar a estar bajo control israelí. Los ejemplos históricos, como la ocupación estadounidense de Irak, demuestran regularmente que una fuerza de ocupación se enfrenta casi sistemáticamente a la resistencia de la población, como ocurrió también en Checoslovaquia y Hungría durante la Guerra Fría. Es una reacción natural resistirse a la dominación extranjera.

Pero queda un reto importante, sin el cual será imposible poner fin al conflicto: la gobernanza de Gaza. Es imposible que Israel gestione Gaza de forma permanente. Además, la reticencia de Egipto a gobernar ese territorio viene de lejos: se debe a su oposición a Hamás, rama de los Hermanos Musulmanes, que el presidente Al Sissi ha reprimido activamente con apoyo emiratí. La Autoridad Palestina en Cisjordania, dirigida actualmente por un líder envejecido y percibido como ineficaz, tampoco es una solución. A pesar de ello, la Autoridad Palestina intenta colaborar con Israel para estabilizar Cisjordania y evitar posibles crisis. Por último, cabe destacar el trabajo de Jordania, que ha sido un actor clave en los intentos de estabilizar Cisjordania y que podría ser parte de la solución. 

En última instancia, si se quiere resolver la crisis, es esencial que surja un gobierno palestino capaz de administrar eficazmente tanto Gaza como Cisjordania, garantizando al mismo tiempo la seguridad de Israel. Esto requiere no sólo liderazgo político, sino también una conexión geográfica entre las dos regiones, que es un requisito previo absolutamente necesario para la creación de un Estado palestino unificado.

¿Cómo le ayuda su experiencia en materia de consolidación y reconstrucción del Estado, especialmente en Libia, para comprender la situación actual? 

Durante mi misión como enviado especial a Libia, se estableció una cooperación con la ONU para ayudar a los libios a formar un gobierno de transición de uno a dos años de duración. El objetivo era poner fin a la guerra civil sustituyendo a los dos gobiernos rivales que existían en ese momento. Esa iniciativa puso fin a la guerra civil durante unos años. Duró un tiempo, antes de que el general Haftar, un señor de la guerra, intentara sin éxito convertirse en dictador.

Tal compromiso no habría sido posible sin la cooperación de varios países, entre ellos Francia, Reino Unido, Alemania, Italia, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Qatar, Turquía, Argelia, Marruecos, Estados Unidos y Canadá. Todos ellos trabajaron para lograr una solución satisfactoria que permitiera a las distintas facciones libias acordar un plan para crear un gobierno provisional bajo la dirección de un primer ministro provisional. Dicho esto, a pesar de los inmensos esfuerzos diplomáticos, la solución no fue duradera: hoy, Libia sigue siendo inestable y se mantiene dividida. 

Uno de los responsables de la situación actual en Gaza es Benjamin Netanyahu, que cercó Gaza y la dejó como estaba. 

JONATHAN WINER

Ahora bien, si nos fijamos en la situación actual de Gaza, cualquier esfuerzo fracasará mientras Benjamin Netanyahu esté en el poder. Fue él quien cercó Gaza y la dejó como estaba, considerándola una amenaza que había que contener en lugar de una zona cuya población necesitaba empleos y oportunidades para construir una sociedad sostenible. Fue una estrategia deliberada por su parte. Estados Unidos considera peligrosa la negativa de Netanyahu a negociar una solución de dos Estados, que amenaza la supervivencia de Israel a largo plazo y contribuye a deteriorar la situación de los palestinos. 

Por el contrario, Washington lleva mucho tiempo comprometido con una solución de dos Estados y creía que era posible alcanzarla. En la década de 1990 se lograron inmensos avances que ofrecían la perspectiva de una resolución del conflicto israelo-palestino. Por desgracia, todavía sentimos las consecuencias del asesinato de Isaac Rabin. 

¿Qué opina de la respuesta internacional? 

La actual falta de coordinación internacional es problemática. En primer lugar, tenemos la impresión de que las potencias occidentales son totalmente impotentes. Por otra parte, Turquía promueve el neootomanismo, que se ha convertido en la opción preferida de Erdogan. China guarda silencio. En cuanto a Rusia, que apoya a Hamás junto a Irán, es un actor clave en el deterioro de la situación en Oriente Próximo. Queda por ver cuál era exactamente la naturaleza de este apoyo antes del atentado y qué sabían Vladimir Putin y su entorno sobre su preparación. Yo he llevado a cabo una amplia investigación sobre esta cuestión y los datos disponibles sugieren que Rusia desempeñó un papel importante. Habrá que esperar a un análisis profundo en el que participen agencias de inteligencia, investigadores independientes y académicos para confirmarlo. 

Todavía sentimos las consecuencias del asesinato de Isaac Rabin. 

JONATHAN WINER

¿Qué sabemos hoy al respecto? El 15 de marzo de 2023, Rusia invitó a Moscú a los dirigentes militares y políticos de Hamás. Al final de la reunión, estos últimos dijeron que la situación había cambiado debido a lo que estaba pasando en Ucrania. En aquel momento, un año después de la invasión de Ucrania, la guerra estaba estancada: la dinámica rusa parecía agotada. Esta reunión fue quizás una forma de que Rusia diera luz verde a Hamás para crear tensiones en otros lugares con el fin de debilitar la determinación de Occidente en Ucrania.  

Si nos fijamos en los demás actores internacionales, y a la espera de una solución negociada, hay otras soluciones distintas a dar el control de Gaza a Hamás o a Israel. Creo que una fuerza multinacional árabe, a la que también se sumaría Turquía, sería la solución provisional más probable para estabilizar Gaza antes de que se relancen las negociaciones para una solución de dos Estados. Aunque esta propuesta, que implica una forma de neootomanismo, no es perfecta, parece ser la solución más plausible para garantizar la estabilidad, la seguridad y los medios de subsistencia palestinos a la espera de un acuerdo político negociado más amplio entre Israel y Palestina.

En la actualidad, Israel afirma que tiene la intención de mantener su presencia en Gaza hasta que Hamás sea eliminado. Las víctimas palestinas seguirán aumentando: tal estrategia no puede mantenerse indefinidamente. Hay que poner fin al conflicto lo antes posible, porque un final rápido es una de las condiciones que podrían favorecer la aparición de un gobierno alternativo no vinculado a Hamás. 

Personalmente, creo que uno de los objetivos de Hamás era provocar deliberadamente reacciones extremas en los israelíes. 

JONATHAN WINER

Por encima de todo, debe cesar la pérdida de vidas humanas. Sin ello, será imposible establecer la paz. Nunca debemos dejar de esperar que las generaciones futuras sean capaces de superar los traumas de este interminable conflicto. Las sociedades pueden curarse de los peores horrores: así lo demuestran casos como el de Ruanda tras el genocidio o el de Francia y Estados Unidos tras la guerra de Vietnam. 

Es imperativo evitar una situación en la que las personas se vean privadas de esperanza, oportunidades profesionales, empleos y un futuro viable. En la situación actual de Gaza, gobernada por Hamás, abandonar a los jóvenes al no ofrecerles oportunidades laborales expone a la sociedad a consecuencias potencialmente graves. Esta situación, como mínimo, crea problemas socioeconómicos peligrosos y, en el peor de los casos, alimenta la retórica de los grupos terroristas. 

¿Cuáles son los riesgos de una escalada? ¿Podría este conflicto local convertirse en regional? ¿Hasta qué punto es peligrosa la situación en la frontera libanesa

Inmediatamente después del atentado, existía un riesgo real de que Hezbolá e Irán movilizaran a individuos que habían pasado por Siria e Irak para llevar a cabo secuestros o atentados contra Europa o Estados Unidos. Peor aún, durante un tiempo temí realmente que Hezbolá, por orden de Irán o de acuerdo con él, actuara directamente en Israel, pero eso no ocurrió. He visto informes de intentos de secuestro y ataques contra fuerzas estadounidenses en el vecino Kurdistán. Al mismo tiempo, ha habido ataques con cohetes y contraataques israelíes. Pero no hubo escalada. 

Para evitarla, Estados Unidos y los países occidentales hicieron un uso eficaz de sus servicios de inteligencia para protegerse y asegurar las zonas donde son vulnerables. La presencia de dos destructores estadounidenses en la región ha animado claramente a Hezbolá a mantener una actitud prudente. Para esa organización, que ejerce un control estable sobre gran parte de Líbano y dispone de importantes recursos financieros, el estallido de un conflicto con Israel pondría en peligro esos logros. Tampoco les interesa estratégicamente hacerse con el control de Gaza o de una ciudad del norte de Israel. Aunque la retórica de Hezbolá pueda causar inquietud en Israel, su puesta en práctica sigue siendo prácticamente inexistente. Y aunque Hezbolá afirme que existe una coherencia total entre su retórica y sus acciones, éste era el momento ideal para invocar la solidaridad con los palestinos y así justificar una acción militar, pero no lo hizo. Esta es la prueba de que no buscará una escalada de la situación. 

Desde el punto de vista de Hezbolá, que ejerce un control estable sobre gran parte de Líbano y dispone de importantes recursos financieros, el estallido de un conflicto con Israel pondría en peligro esos logros.

JONATHAN WINER

Este ejemplo ilustra la estabilidad de las organizaciones políticas que controlan la región. En general, son muy reacias a abandonar posiciones que a menudo han ganado con dificultad. Esta es una de las razones por las que hoy confío más que hace un mes en que el conflicto pueda contenerse, a pesar de la naturaleza deplorable del ataque inicial contra Israel y su devastadora respuesta. 

¿Cree que los Acuerdos de Abraham sobrevivirán al conflicto actual?

Cuanto menos se hable de los Acuerdos, mejor. Los Emiratos Árabes Unidos mantienen una larga relación comercial con Israel, que incluye frecuentes intercambios comerciales con Dubái y la venta de mucha tecnología israelí al gobierno de los Emiratos Árabes Unidos. En cuanto a los Acuerdos de Abraham, si yo asesorara a cualquiera de las partes implicadas, insistiría en que no se pusiera el tema sobre la mesa por el momento, para esperar al final del conflicto y evaluar la situación. 

La opinión pública europea, a diferencia de la estadounidense, lleva mucho tiempo dividida sobre la cuestión del conflicto israelo-palestino. Pero el consenso estadounidense parece tambalearse ahora: se percibe un cambio, sobre todo en el seno del Partido Demócrata, donde la franja más izquierdista se opone a Joe Biden. ¿Podría esto repercutir en las próximas elecciones presidenciales? 

Es cierto que una parte del electorado –los jóvenes y algunas minorías– se identifica con los palestinos. No es una tendencia nueva, pero se ha reactivado con el horror actual. Esta tendencia también se ve exacerbada por la tendencia al extremismo en los campus universitarios. Los estudiantes –y yo viví las turbulencias de finales de los sesenta y los setenta– no son conocidos por sus posiciones matizadas ni por su propensión a adoptar una postura equilibrada…

Es cierto que una parte del electorado –los jóvenes y algunas minorías– se identifica con los palestinos. No es una tendencia nueva. 

JONATHAN WINER

En Estados Unidos se ha producido un giro significativo hacia la identidad política. Obviamente, este nuevo discurso trasciende las divisiones existentes, ya que es la identidad –racial, cultural o de género– la que determina la posición política. Este fenómeno se ve exacerbado por acontecimientos de gran repercusión, como la guerra israelo-palestina. Pone de manifiesto un problema más amplio de la sociedad estadounidense que exige recuperar el sentido de comunidad: los estadounidenses deben esforzarse por volver a conectar con la idea de que forman parte de una gran nación, diversa pero unida por intereses comunes. Desde este punto de vista, la promoción de la diversidad humana y la creación de condiciones iguales para todos es una idea política fundamental que puede encontrar un fuerte eco en Estados Unidos, pero también en Europa y en el resto del mundo. Sin embargo, no creo que debamos exagerar el impacto de la identidad política –o más aún relacionarlo con el conflicto israelo-palestino– en las próximas elecciones. 

Después de Ucrania, la guerra de Sucot es el segundo conflicto que desvía a Estados Unidos de su eje Indo-Pacífico. ¿Puede durar? 

No creo que ese eje sea cuestionado a largo plazo, porque ya está bien establecido. En realidad, la cuestión no es si puede mantenerse, sino por qué tuvo que plantearse. El objetivo original de la «transición indo-pacífica» era crear un equilibrio de poder entre Estados Unidos, China, las naciones del Pacífico, América del Sur y el Sudeste Asiático, así como Australia y Nueva Zelanda. Esta nueva alianza reequilibraría las relaciones con China y fomentaría la prosperidad regional.

Muchos prejuicios culturales obstaculizaron el desarrollo de este proyecto. La iniciativa liderada por Kurt Campbell, que fue nombrado subsecretario de Estado, pretendía crear oportunidades que beneficiaran a todas las partes, incluida China –porque, en última instancia, la diversificación ayuda a China más de lo que la perjudica–, fomentando una diversificación que beneficiara a toda la región. Permítanme insistir en este punto: aunque no se hubiera consultado previamente a China, el enfoque no era antichino, sino que se centraba en fomentar la diversificación, una idea fructífera desde el punto de vista económico, político y medioambiental.

El eje Indo-Pacífico no será cuestionado. 

JONATHAN WINER

Por eso Estados Unidos ha seguido esta política. Y aunque no se ha aplicado plenamente, se han sentado las bases. Estados Unidos se ha acercado a India y ha explorado oportunidades de desarrollo económico. Su compromiso en el Sudeste Asiático y Oceanía se ha intensificado, con socios como Indonesia, Malasia, Vietnam, Australia, Nueva Zelanda y Filipinas. Ese acercamiento es principalmente comercial y no militar, con el objetivo de aumentar la prosperidad general. Este enfoque recuerda la relación equilibrada entre Estados Unidos y Europa, en la que los intereses de ambas regiones se influyen mutuamente. 

El único defecto del eje fue el deseo estadounidense de desviar su atención de Medio Oriente y reducir su implicación en la región: personalmente, nunca he estado de acuerdo con este planteamiento. Ambas políticas no deberían excluirse mutuamente. 

¿Qué opina del eje vertical de la geopolítica europea actual? 

Es una región crucial. En mi opinión, Francia, Italia y España han perdido oportunidades de fortalecer África en su conjunto impulsando el comercio con el Magreb. Por ejemplo, apoyando al sector agrícola de Túnez, Argelia y Marruecos. Estos países también podrían haber creado oportunidades de empleo promoviendo el desarrollo tecnológico en las ciudades costeras y contribuyendo al progreso económico y técnico de los países africanos.

Hay muchas razones por las que esto no sucedió. La retirada francesa de África Occidental es, en mi opinión, trágica y hoy no hay forma de remediarla. Los rusos se han aprovechado de ello para sustituir a los franceses en los países que se han abierto a ellos. Desde el punto de vista estadounidense, la presencia francesa en el África francófona era, obviamente, preferible a la influencia rusa.

Esto plantea una vez más la cuestión de Rusia y la influencia mundial de Vladimir Putin, quien, en mi opinión, está contribuyendo al caos mundial al promover regímenes autoritarios e intentar remodelar otras naciones a imagen y semejanza de Rusia. Su espíritu de venganza lo lleva a querer reconstruir la Unión Soviética: esta visión tiene un impacto negativo en la seguridad mundial.