El triunfo de Javier Milei en la segunda vuelta de las presidenciales de 2023 provocó una gran conmoción en la política argentina. Al menos cuatro elementos alimentaron esta conmoción. Primero, el ascenso rápido de Milei quebró la organización de la competencia electoral entre dos coaliciones, una de centro-izquierda dominada por el peronismo de los Kirchner, otra de centro-derecha conducida por el partido Propuesta Republicana (PRO) de Mauricio Macri (Juntos por el Cambio). Esta estructuración de la competencia se había consolidado a partir de 2015, y había dado a la política argentina un componente ideológico inédito a la luz de su historia, marcada por un bipartidismo basado en clivajes más culturales (peronismo/antiperonismo) que ideológicos1. En 2015, luego de un ciclo peronista de centro-izquierda de 12 años, le siguió un gobierno de centro-derecha, que luego de su fracaso en el terreno económico fue sucedido por un nuevo gobierno de la coalición peronista de centro-izquierda. En 2023, la coalición de centro-derecha no logró capitalizar el fracaso del gobierno peronista. En cambio, una fuerza de extrema derecha, que criticó con dureza a los líderes de ambas coaliciones, a quienes trató de “casta política”, logró representar el descontento y llegar al poder. Esta sorpresa quizá es menos marcada si se tiene en cuenta que el ascenso de Milei se dio en un contexto de profunda crisis económica y de disputas abiertas entre las diferentes facciones que componen las principales coaliciones electorales.
Segundo, el nuevo presidente es un verdadero outsider que llegó al poder con un vehículo electoral débil, La Libertad Avanza (LLA), creado en 2021 para apoyar su candidatura en las elecciones legislativas en la ciudad de Buenos Aires. Milei es un economista e influencer libertario que adquirió popularidad en programas de variedad política en televisión, a partir de su aparición en 2018. El alto conocimiento que le valió su intensa exposición mediática desde entonces, le permitió establecer una relación de relativa cercanía con públicos despolitizados. Convencido del poder de ese contacto directo, el poder de una “celebridad”, eligió no invertir en la construcción de una organización política. En cambio, mantuvo el control de su imagen pública, de su discurso y de su acción proselitista en manos de su hermana, un puñado de jóvenes especialistas en el manejo de redes sociales y unos pocos armadores políticos de segunda línea que negociaron con líderes locales conservadores o con dirigentes marginados por los partidos tradicionales el establecimiento de una cobertura nacional para LLA.
La debilidad de este armado quedó demostrada en el mal desempeño de esa fuerza en las elecciones para elegir gobernadores provinciales. Al final de la ronda de elecciones provinciales, a pesar de que Milei no cesaba de crecer en popularidad y en intención de voto, LLA no obtuvo ni una sola gobernación. A diferencia de Trump, que era un empresario de larga data y que logró ser nominado por el partido Republicano, así como de Jair Bolsonaro, quien había sido diputado federal por el estado de Río de Janeiro entre 1991 y 2018 y contó con el apoyo de una buena parte de las Fuerzas Armadas y de las iglesias evangélicas, Milei es un líder personalista sin organización, estructura militante, ni cuadros políticos. Y sin embargo logró llegar a la presidencia de Argentina tras dejar afuera de la segunda vuelta a Juntos por el Cambio y tras vencer al peronismo en esa instancia definitiva.
Tercero, la victoria de Milei también sorprende por la radicalidad de sus discursos, tanto en las formas como en el contenido. Se trata de una propuesta programática que combina componentes libertarios –posiciones radicales anti-Estado que siempre habían sido marginales en Argentina– con una crítica violenta a las élites políticas, a quienes califica de “casta”, inspirado en el discurso del Movimiento 5 Stelle en Italia –antes había sido Podemos en España quien había utilizado esta fórmula–. La performance populista de Milei movilizó un lenguaje verbal y corporal agresivo para con las élites políticas plasmado en expresiones como: “¡Políticos de mierda, váyanse a la concha de su madre!”, o: “Podrás ver a las MIERDAS de los políticos pelear fuertemente pero siempre se pondrán de acuerdo en una sola cosa de modo instantáneo: subirnos impuestos. CHORROS DE MIERDA BAJEN EL GASTO PÚBLICO LA CONCHA DE SUS PUTÍSIMAS MADRES. SON UNOS MALPARIDOS.
Con este discurso logró representar el descontento de buena parte de los votantes con la situación económica del país, que vive una larga crisis iniciada en el gobierno de Macri y continuada en el gobierno peronista de 2019-2023. Además, en ocasiones Milei coquetea con las posiciones ultraconservadoras en materia cultural y de seguridad, aunque las utiliza de manera oportunista, es decir en función de los públicos y de coyunturas en que considera que puede sacar provecho de ellos, sin que formen parte del núcleo de su discurso. Ciertamente, es su vicepresidenta, Victoria Villarruel, quien representa una ruptura más abierta con los consensos en materia de derechos humanos en la democracia argentina, al contestar las políticas de memoria, verdad y justicia que terminaron por ser compartidas por la mayor parte de las fuerzas políticas del país.
Esta combinación entre debilidad política y ambición programática conlleva una paradoja: Milei será el presidente con el programa de reformas más ambicioso en el actual ciclo democrático al mismo tiempo que contará con la menor cantidad de recursos para llevarlas a cabo. Para ello buscará establecer una coalición con el PRO y con sectores conservadores del peronismo, disidentes de sus facciones de centro-izquierda. El PRO y algunos de sus aliados dieron un apoyo abierto a Milei en la segunda vuelta, lo que compensó la debilidad organizativa de LLA al proveer recursos humanos para la fiscalización en las mesas de votación –en un país extenso geográficamente como Argentina, donde aún se vota con boletas de papel– y terminó de cimentar el traspaso de votos de la derecha mainstream a la derecha alternativa. Según los estudios el 92% de los votantes de la centroderecha fueron en la primera vuelta fueron a Milei en la segunda2.
Con esta coalición entre dos tipos de derechas, Milei se impuso por más de 11 puntos al candidato peronista (55,7% contra 44,3%). Ganó en todo el país, a excepción de tres provincias. Su triunfo se extendió a 352 de los más de 500 distritos electorales del país, entre departamentos, comunas y partidos (entidades territoriales a medio camino entre municipios y provincias). En algunas provincias como Córdoba, la segunda en población tras la provincia de Buenos Aires, la diferencia respecto del candidato peronista fue de casi 50 puntos. En Mendoza, San Luis, Santa Fe, Entre Ríos, San Juan y Neuquén, en tanto, la diferencia fue de más de 20 puntos. Pero antes de este triunfo amplio en segunda vuelta, ya se había producido la cuarta sorpresa que conlleva el ascenso de Milei: la extensión geográfica y social de su voto. Esta amplitud da cuenta de que su ascenso significó un desafío no solo para Juntos por el Cambio, que construyó su bastión en el núcleo de la zona de producción agraria del país, donde Milei hizo pie con firmeza, sino también tanto al peronismo, que vio amenazados algunos de sus bastiones electorales en las clases populares.
Un avance en tres pasos
Las elecciones presidenciales argentinas tienen tres instancias: las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), un dispositivo híbrido que combina la selección de candidatos, una barrera para impedir la proliferación de pequeñas fuerzas minoritarias (deben reunir al menos el 1,5% de los votos válidos emitidos) y la obligatoriedad del voto aún en las fuerzas que no presentan más internas, lo que vuelve a esta elección un test que prefigura el escenario de la primera vuelta electoral. En esta última instancia, para ser electo presidente, el candidato más votado debe obtener el 45% de los sufragios o el 40% y una diferencia de 10 puntos con el segundo postulante. En caso contrario, los dos candidatos más votados pasan a la segunda vuelta. Milei obtuvo 30% de los votos en la primera vuelta.
En tanto el voto a LLA no varió sustancialmente entre las PASO y la primera vuelta3, vale la pena detenernos en este voto para entender su composición geográfica, que da cuenta de los apoyos más o menos sólidos en que se basó el crecimiento de su figura en la arena electoral. Tanto en las primeras como en la primera vuelta, Milei obtuvo alrededor de un 30% de los votos (29,86% y 29,99, respectivamente). Se hizo fuerte principalmente en terreno electoral de Juntos por el Cambio, ya que ganó en el corazón de la región agraria argentina, donde nació la oposición social y económica al peronismo de centro-izquierda en las protestas masivas de 2008 contra una modificación en el régimen de impuestos a las exportaciones de granos y se construyó una nueva mayoría de centroderecha en 2015, que logró compensar el peso del peronismo en la poblada periferia popular de la ciudad de Buenos Aires (el llamado “conurbano”). Así, en las provincias de Córdoba, Santa Fe y el sur de Entre Ríos, LLA se impuso a la candidata apoyada por Macri. En este sentido el fenómeno Milei representa una renovación de las derechas en Argentina, a partir del descontento de parte de su electorado con la derecha mainstream, en especial tras la imposibilidad de llevar a cabo las reformas que se propuso el gobierno de Macri4. Milei representaría una promesa más radical y definitiva de orientación económica neoliberal, esta vez con un neto cariz anti-Estado. Pero Milei representa algo más que eso. En especial porque disputó parte del electorado del peronismo, lo que puede verse en sus victorias en provincias tradicionalmente peronistas del noroeste, como Salta, Tucumán y La Rioja –en las últimas dos ganó en las PASO y obtuvo buenos resultados en la primera vuelta (34,9% y 37,6% respectivamente–. En definitiva, el peronismo perdió poder en manos del descontento capitalizado por Milei. Solo en la provincia de Buenos Aires y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la estructura bicoalicional anterior mantuvo cierta vigencia, con alrededor del 70% de los votos distribuidos entre el peronismo y Juntos por el Cambio.
Al igual que otras extremas derechas en el mundo, el voto de Milei tiene un sesgo inicial masculino, muy fuerte en el bautismo electoral de 2021 y que se fue moderando en 2023 (aunque según un estudio, en la primera vuelta, seis de cada diez votantes son varones5). Y, especialmente, tiene un sesgo juvenil: es en la franja de menos de 30 años donde el libertario hizo la mayor diferencia respecto de sus competidores6. El predominio de la oferta de extrema derecha en el segmento etario donde hasta hace unos años se imponía el peronismo da cuenta de la intensidad del descontento con las élites políticas establecidas, así como del debilitamiento del discurso progresista en un contexto de penuria económica prolongada.
En el terreno de los segmentos sociales el voto de Milei también muestra rasgos de interés: su voto representa tanto a los sectores productivos medios altos y altos defraudados con Juntos por el Cambio como a los “pequeños”, sectores económicos bajos, con empleos informales. Estos sectores miran con recelo al sector público, a la estabilidad laboral de los empleados del Estado –un segmento subrepresentado entre los votantes de Milei7– y a un mundo público percibido como expoliador del esfuerzo del trabajo. Esta animadversión hacia lo público tiene un punto de inflexión en la pandemia, cuando los trabajadores informales percibieron una gran desigualdad con los empleados públicos que percibían sus salarios, y luego fue en aumento a medida que la alta inflación desorganizó aún más la vida de los sectores populares8. La dimensión antiestablishment del discurso de Milei estuvo dirigida a estos grupos. La promesa de que el ajuste económico que hará en su gobierno lo pagará “la casta” y sus aliados y no “los argentinos de bien”, una categoría imprecisa que opone a esos sectores que roban a quienes “viven de su trabajo”, va en ese sentido. De hecho, buena parte de sus votantes no apoya abiertamente políticas de austeridad que puedan afectar a los sectores populares. Por caso, según algunos estudios una amplia mayoría considera que el Estado debe proporcionar buenas jubilaciones, una de las principales erogaciones del presupuesto público en Argentina.
La fuerza de este impulso asociado al descontento de “los pequeños” constituyó la base sobre la que se erigió el núcleo más amplio de votantes de Milei. En la segunda vuelta, el rechazo al gobierno peronista y al kirchnerismo en particular terminó de consolidar la vasta mayoría que lo llevó a la presidencia. Pero estos apoyos electorales no se traducen en apoyos institucionales igualmente abrumadores. Al contrario, Milei llegó a la presidencia sin gobernadores de su partido, con un bloque de 38 diputados sobre 257 y de 7 senadores sobre 72. La debilidad institucional lo vuelve dependiente de acuerdos con otras fuerzas políticas, en especial con el PRO y sus aliados y con sectores peronistas disidentes del peronismo oficial. Aunque se trata de un poder insoslayable para una fuerza nueva, con débil estructuración y casi nulos mecanismos de coordinación entre sus partes, la radicalidad de su programa, en especial en materia de reducción del presupuesto público, abre una pregunta sobre su viabilidad. Este interrogante es aún más profundo si tenemos en cuenta la escasez de personal político de LLA. ¿Con qué recursos contará el nuevo gobierno para lograr el apoyo de nuevos aliados en el congreso? ¿Con qué recursos enfrentará la protesta social que probablemente llegue frente a los recortes del presupuesto público y a otras reformas que afecten al poder de los sindicatos? El descontento social, la crisis económica prolongada y los problemas internos de las dos coaliciones principales empujaron a Milei al gobierno. No queda claro cuáles serán los efectos de este impulso inesperado sobre la democracia argentina, que acaba de cumplir cuarenta años justo en el momento en que muestra signos de fatiga y amenazas de deterioro.
Notas al pie
- Virginia Oliveros, Gabriel Vommaro, « Argentina 2021 : elecciones en contexto de crisis », Revista de ciencia política (Santiago), vol. 42 no.2, 2022.
- Ernesto Calvo, « Dos PASO y un balotaje », El Estadista, 21 de noviembre de 2023.
- Gabriel Vommaro, « Elecciones Argentina 2023 : La política amenazada por la crisis económica », Más Poder Local, (54), 2023, p. 135-139.
- Gabriel Vommaro, Mariana Gené, « Policy Legacies, Sociopolitical Coalitions, and the Limits of the Right Turn in Latin America : The Argentine Case in Comparative Perspective », Latin American Politics and Society, 64(1), 2023, p. 47-71
- Víctor Amaya, « Así es el votante argentino del polémico Javier Milei », La Razón, 3 de octubre de 2023.
- Juan Elman, « Milei, el candidato argentino de los jóvenes enojados », Open Democracy, 9 de agosto de 2023.
- « Una encuesta describe el perfil del votante de Milei : sus motivos y a quién eligió en 2019 », El Cronista, 20 de septiembre de 2023.
- Gabriel Kessler, Gabriel Vommaro, « Conflictos y consensos sociopolíticos en la Argentina pospandemia » (documento de trabajo).