1 – Un secuestro histórico: puntos de comparación
Según las últimas estimaciones, casi 150 personas han sido secuestradas por Hamás y llevadas a Gaza. Este secuestro no tiene precedentes en Israel.
De hecho, tiene pocos equivalentes a escala mundial. Dos comparaciones parecen posibles: Colombia, donde las FARC practicaron una política de secuestros casi sistemática durante varias décadas; y Nigeria, donde los secuestros masivos, en particular de niñas, se han producido con regularidad desde que 276 niñas de secundaria, la mayoría cristianas, fueron secuestradas en la ciudad de Chibok en la noche del 14 de abril de 2014. En ambos casos, se trata de Estados que han perdido el control de amplias zonas de sus territorios y cuyas competencias en materia de seguridad no tienen nada que ver con Israel. Se trata de una terrible bofetada a los servicios de inteligencia.
Además de haber aterrorizado profundamente a la población israelí por su mera magnitud, esta toma de rehenes materializa una de sus peores preocupaciones: la captura de civiles, especialmente mujeres, niños y ancianos. Por su vulnerabilidad, pero también por el lugar especial que ocupan las mujeres en la cultura judía, esta toma de rehenes representa una verdadera ruptura simbólica.
2 – Los orígenes históricos y religiosos de la doctrina de los rehenes en Israel
La preocupación de Israel por la suerte de los rehenes hunde sus raíces en profundas tradiciones históricas y religiosas. La práctica del rescate entre correligionarios ha sido una experiencia central de pertenencia a la comunidad judía desde la Antigüedad, actuando como vehículo de solidaridad y reconocimiento mutuo. Cuando un judío era capturado, sobre todo por no judíos, la dimensión religiosa de la detención y el criterio de rescate estaban intrínsecamente ligados a su identidad.
Posteriormente, el derecho rabínico profundizó y consolidó esta sensibilidad. Primero, a finales de los siglos IV y V, en el Talmud de Babilonia, y después, en el siglo XII, bajo el impulso de Maimónides. En su Mishné Torah, el rabino propuso una codificación del «rescate de cautivos». La convirtió en la primera de las mitzvot (prescripciones), es decir, el primer deber del creyente, y definió los criterios para evaluar el rescate. Según el texto, el importe debía respetar dos límites: la preservación del equilibrio de las fuerzas presentes -lo que hoy significaría no reforzar excesivamente al enemigo- y una relativa proximidad a las sumas pagadas por otras comunidades, para no convertir a los judíos en objetivos privilegiados.
Estas directivas, aunque deliberadamente vagas, situaban la cuestión del rescate de los cautivos en el centro de la identidad judía y proporcionaban una estructura para los debates de las generaciones venideras.
3 – Un contrato moral entre el ejército y los ciudadanos israelíes
Además de esta doble herencia, el ejército israelí ha forjado un profundo contrato moral con la sociedad en la época contemporánea. Su esencia misma está ligada al modelo de reclutamiento obligatorio implantado en el país. Cada familia de un joven ciudadano judío que realiza el servicio militar tiene implícitamente asegurado el apoyo indefectible de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) para garantizar el regreso de su ser querido en caso de captura, ya sea vivo o muerto. Los soldados son considerados, por utilizar una expresión célebre, «las hijas e hijos de todos» y suelen estar en el centro de los intercambios de prisioneros con Hamás o Hezbolá.
Otra característica de este contrato está relacionada con los valores de fraternidad y solidaridad que forman parte del código ético de las FDI. Al igual que a otros, a los combatientes israelíes se les anima regularmente a asumir riesgos para ayudar a los heridos o recuperar cadáveres del campo de batalla. En este contexto, la incapacidad de proteger a un hermano de armas se considera una fuente de vergüenza, a la que se añade el riesgo para la seguridad de ver la captura explotada por grupos armados.
4 – Una lógica social de obligación mutua
En un país del tamaño de Israel, los sentimientos de unidad e identificación se acentúan en respuesta a la captura de un ciudadano.
Los medios de comunicación se han acostumbrado a dar a los familiares una gran tribuna mediática, lo que lleva a la opinión pública a movilizarse regularmente para defender la causa de los rehenes ante las autoridades políticas. Esto se aplica evidentemente a los rehenes vivos, pero también, lo que es más sorprendente, a sus cadáveres. Para las familias en particular, ver el cuerpo de su ser querido desaparecido, incluso en circunstancias trágicas, es una etapa fundamental del duelo y del ritual funerario, la Tehora.
5 – Numerosos precedentes históricos
Desde principios de la década de 1970, Israel ha tenido que hacer frente a dos fenómenos relacionados, aunque distintos: la toma de civiles como rehenes, ya sea en territorio israelí o en el extranjero; y el secuestro de soldados.
Algunos ejemplos de toma de rehenes civiles han sido especialmente traumáticos. Un ejemplo es la «masacre de Ma’alot» del 15 de mayo de 1974, perpetrada por el Frente Democrático para la Liberación de Palestina, después de que un centenar de alumnos fueran tomados como rehenes en una escuela de Ma’alot. El dramático episodio se saldó con la muerte de 22 alumnos y tres profesores. Dos años más tarde, el 22 de junio de 1976, un vuelo de Air France fue secuestrado por terroristas del FPLP y cómplices alemanes con destino al aeropuerto de Entebbe, en Uganda. Los 103 pasajeros judíos fueron rápidamente separados del resto y amenazados con ser ejecutados. Una operación de salvamento acabó rescatándolos, pero no sin la muerte de Yonatan Netanyahu, hermano mayor del actual primer ministro, que comandaba las fuerzas especiales israelíes movilizadas para la ocasión.
También se han producido numerosos secuestros de soldados desde la intervención militar israelí en Líbano en 1982. Algunos casos siguen siendo emblemáticos. En 1986, Ron Arad, teniente de las fuerzas aéreas israelíes, desapareció tras una misión en Líbano. Capturado por la milicia libanesa Amal, fue objeto de numerosas búsquedas, alimentadas por las dudas sobre su suerte que mantenían sus captores. El 25 de junio de 2006, Gilad Shalit, sargento del ejército israelí, fue capturado cerca de la Franja de Gaza. Tras cinco años de cautiverio, y tras la presión nacional e internacional, fue finalmente liberado en 2011 a cambio de 1 027 prisioneros palestinos.
6 – El creciente costo de vidas israelíes
En 30 años, el Estado de Israel ha liberado a casi 7 mil prisioneros a cambio de la liberación de 19 israelíes y la recuperación de los cuerpos de otros ocho. Esas negociaciones sentaron importantes precedentes y establecieron un marco temporal para los secuestradores.
Ante lo que parecen ser concesiones cada vez mayores, el Estado hebreo ha intentado cambiar su doctrina, sin éxito hasta ahora. A principios de la década de 2010, creó la llamada comisión «Shamgar», que debía establecer líneas rojas. Aunque no se han hecho públicas, algunas fuentes mencionan el deseo de restablecer intercambios más proporcionados y la negativa a liberar prisioneros vivos a cambio de la repatriación de cadáveres. Por último, Israel ha ampliado su abanico de acciones implicando a intermediarios internacionales y utilizando la presión diplomática y económica.
7 – La ética de la firmeza y sus límites
Frente a esta política de negociación, una parte de la sociedad israelí defiende un enfoque firme. En su discurso prevalece la idea de que el Estado debe dar prioridad a los intereses a largo plazo de la nación.
Se esgrimen tres argumentos principales. El primero se refiere al rechazo a recompensar los secuestros y a convertir a los ciudadanos israelíes en objetivos prioritarios. Se trata, sobre todo, de no mostrarse sensible o débil ante el chantaje de Hamás o Hezbolá. La segunda es la necesidad de no reforzar a esos grupos enemigos, ya sea mediante concesiones políticas o la liberación de prisioneros. Es cierto que, en el pasado, varios palestinos liberados durante intercambios de este tipo han llevado a cabo ataques asesinos contra civiles israelíes. La tercera se refiere a las tradicionales escenas de júbilo por el regreso de los prisioneros palestinos, que a menudo sirven a fines propagandísticos y de reclutamiento. En otras palabras, los partidarios de la firmeza sostienen que la responsabilidad de Israel hacia cada soldado no es tal como para compensar los riesgos estratégicos.
Sin embargo, es crucial matizar este argumento de seguridad. En primer lugar, muchos de los prisioneros no son combatientes experimentados y son liberados bajo estrictas condiciones, incluidas restricciones geográficas. En segundo lugar, los razonamientos que establecen apresuradamente una causalidad directa entre la liberación de un prisionero y el atentado que éste cometió después olvidan considerar un escenario contrafactual: ¿quién podría afirmar que el atentado no se habría producido gracias a otro combatiente del grupo? No faltan voluntarios. Por último, tras el intercambio, el ejército israelí tiene capacidad para realizar nuevas detenciones y llevar a cabo asesinatos selectivos. Hay muchos ejemplos de antiguos prisioneros eliminados unos meses o años después.
En cualquier caso, estos debates están calando en la sociedad, con ciudadanos y políticos tomando postura. La familia de Ron Arad, por ejemplo, ha manifestado que se opone a cualquier negociación encaminada a recuperar su cuerpo a cambio de posibles concesiones. El caso del primer ministro Benjamin Netanyahu ilustra sin embargo la dificultad de tal posición crítica: firme partidario, fue él quien concluyó el intercambio que condujo a la liberación de Gilad Shalit a cambio de 1 027 prisioneros palestinos.
8 – Firmeza llevada a veces al extremo: el «procedimiento Aníbal”
Expresión exagerada de firmeza, el recurso ocasional al «procedimiento Aníbal» atestigua la dificultad de Israel para adoptar una política clara en materia de rehenes e ilustra algunas de sus contradicciones.
Forjada en respuesta a los secuestros de los soldados Yosef Finj y Rafael Alsheikh en 1986, esta directiva no reconocida oficialmente, pero hecha pública en 2003 por una investigación periodística, propone un enfoque radical: en caso de captura de un soldado, el ejército israelí podría atacar el convoy enemigo.
Dos interpretaciones son posibles para explicar esta doctrina original.
Una primera interpretación del procedimiento Hannibal sugiere que se trata de un intento de salvar al rehén creando el caos, aunque ello implique un mayor riesgo para la vida del soldado. El objetivo sería desorganizar a los secuestradores, lo que posiblemente permitiría al rehén escapar o al ejército israelí intervenir. Según esta interpretación, la vida del rehén es lo primero: si el riesgo de hacerle daño es demasiado alto, la acción no debe llevarse a cabo.
Una segunda interpretación, más dura, hace hincapié en el posible sacrificio del soldado. Este punto de vista se ve reforzado por los testimonios de soldados israelíes que afirman que preferirían morir antes que ser utilizados como moneda de cambio. En este análisis, la pérdida de un soldado es preferible a la complejidad de negociar su liberación con vida.
Ambas interpretaciones pueden haber prevalecido en distintos momentos. Lo cierto es que el uso más reciente del procedimiento Aníbal demuestra una gran firmeza. El 1 de agosto de 2014, en Rafah, al sur de Gaza, Israel decidió bombardear el convoy que acababa de capturar a Hadar Goldin, un joven militar de las FDI. Los ataques fueron intensos y numerosos, y provocaron la muerte de varias decenas de palestinos, según las investigaciones publicadas posteriormente por las ONG. Más allá de estas tragedias, es difícil entender cómo se pudo preservar la vida del rehén…
La intención -ya sea humanitaria, para salvar a un rehén, o estratégica, para privar a Hamás de una posible herramienta de negociación- no puede en ningún caso excusar el alto precio pagado por los soldados israelíes y los civiles palestinos. Si las exigencias de liberación del enemigo resultan desproporcionadas, es responsabilidad del Estado de Israel encontrar una alternativa razonable a la negociación o rechazarla por completo. El 1 de agosto de 2014, la reacción de las FDI contribuyó sobre todo a socavar el contrato moral entre el ejército y sus soldados y a reforzar la narrativa promovida por Hamás, exacerbando la sensación de injusticia que sienten muchos palestinos.
9 – ¿Cuál era el objetivo de la toma de rehenes del 7 de octubre?
La intención de Hamás es clara: echar a perder el conflicto. A diferencia de otros atentados terroristas a gran escala, como el del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos o el del 13 de noviembre de 2015 en Francia, el secuestro de casi 150 ciudadanos israelíes confiere una nueva temporalidad al atentado del 7 de octubre de 2024. Prolonga, potencialmente de forma indefinida, la tragedia vivida por Israel, impidiendo el duelo y la reconstrucción hasta que todos los rehenes hayan sido repatriados.
En segundo lugar, desde el punto de vista de la negociación, los secuestros colocan al Estado hebreo en una posición sin precedentes y particularmente compleja: el número de rehenes dificulta hacer concesiones similares a las realizadas en el pasado, es decir, el intercambio de varios centenares de individuos por un ciudadano israelí, so pena de liberar a la casi totalidad de los prisioneros palestinos. Sin embargo, Hamás debería jugar su carta al máximo, consciente de que una operación de rescate por la fuerza, principal alternativa a la negociación, sigue siendo muy compleja de llevar a cabo: ¿cómo recuperar a los rehenes encerrados en distintos lugares de una zona hostil, la más densamente poblada del mundo, sin arriesgar la vida de muchos soldados?
Por último, desde un punto de vista táctico, el secuestro masivo complica considerablemente la respuesta del ejército israelí. Es muy probable que los ciudadanos secuestrados sean utilizados como escudos humanos, lo que permitiría a Hamás protegerse de los ataques aéreos o terrestres israelíes y culpar de cualquier muerte de rehenes a la acción de las FDI. Los dirigentes de Hamás también han amenazado con ejecutar a un rehén cada vez que muera un civil en Gaza por un ataque israelí.
10 – ¿Cuáles son los posibles resultados?
Aún es demasiado pronto para decirlo con certeza, pero el bloqueo israelí sobre Gaza está claramente diseñado para desgastar a Hamás y a la población gazatí, obligándolos a buscar una solución.
A la espera de que esta táctica demuestre su eficacia, lo más probable por el momento es que el Estado hebreo adopte un enfoque que combine el uso ocasional de la fuerza con intentos de negociación. En función de su identidad, su estado físico y moral y su ubicación dentro de la banda, los rehenes podrían ser liberados gradualmente, en grupos.
Por último, no se puede descartar que algunos de los demás rehenes se pierdan, como ha ocurrido en el pasado. Sigue entonces un largo camino de angustia y dudas para las familias, que puede durar años.