Tras más de un año de resistencia contra la invasión rusa, Ucrania no muestra ninguna intención de negociar con su agresor. La determinación de las fuerzas armadas ucranianas de defender la soberanía y la integridad territorial de su nación aún es inquebrantable. Cuentan con el apoyo unánime de la sociedad y el respaldo de una élite política ampliamente unida. Todos los demás aspectos de la sociedad ucraniana, ya sean económicos, sociales o académicos, están igualmente centrados en resistirse contra los planes de Rusia para su país.

Por supuesto, el Occidente global ha desempeñado su papel, pero, en esta guerra, Ucrania fue la primera en actuar y establecer sus objetivos; Occidente se limitó a reaccionar. Ucrania hizo valer su autoridad; Europa y sus aliados decidieron apoyar al país invadido en la consecución de sus objetivos. Esto se materializó en ayuda financiera, política y militar. Una elección diferente habría llevado a Europa por un camino de autodestrucción en sus relaciones con Rusia.

Las razones de la decisión europea van más allá de la necesidad de asegurar su flanco oriental. Tras la confusión inicial, Europa y Ucrania alinearon sus intereses políticos: Rusia no podrá seguir con su agenda imperialista. Rusia tampoco sentará ningún precedente para otros regímenes autoritarios. Así que Ucrania ha hecho retroceder firmemente la división Este-Oeste hasta sus fronteras rusas.

En esta guerra, Ucrania fue la primera en actuar y establecer sus objetivos; Occidente se limitó a reaccionar.

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Los días de la zona tapón entre la OTAN y Rusia ya terminaron. En esta utopía realista, los países «tapón» o «pequeños Estados» eran considerados demasiado confusos en su identidad como para tener aspiraciones claras que desafiaran el «equilibrio de las grandes potencias». La posición de Ucrania en la guerra hacía insostenible este escenario. La Europa poscolonial y Estados Unidos se han visto obligados a reconocer el poder de los países pequeños.

Al dejar de ignorar la lucha de Ucrania por su soberanía e independencia, Europa ha demostrado su voluntad de abandonar el principio de las «esferas de influencia», que la había llevado a capitular ante las «preocupaciones de seguridad» de Rusia. Europa Occidental ya no considera legítimas las pretensiones de las «grandes potencias», una opinión que los países de Europa Central y Oriental nunca han compartido. Ucrania ha obligado a Europa no sólo a adaptarse a las exigencias de seguridad contemporáneas, sino, también, a acelerar su programa de descolonización.

La conversación ha dado algunos pasos adelante desde que Jürgen Habermas y Jacques Derrida la abandonaran en 2003, cuando instaron a Europa a superar sus tendencias hacia el poder colonial. No obstante, la transformación dista mucho de haberse completado. Europa existe, pero aún no ha surgido una clara identidad europea transnacional.

Para ir más lejos, la adaptación de la Unión requiere no sólo ganar la guerra, sino, también, ganar la paz. Esto significa garantizar la inversión a largo plazo de la Unión Europea y de Estados Unidos en la reconstrucción democrática de Ucrania tras la guerra. Con el fin de crear el espacio político para una cooperación más estrecha con Ucrania, la Unión tendrá que tomar medidas aún más audaces para rechazar el eurocentrismo y las jerarquías de poder en política exterior.

La adaptación de la Unión requiere no sólo ganar la guerra, sino, también, ganar la paz.

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Adaptación también significa revisar el proceso de ampliación de la Unión Europea para que Ucrania, Moldavia, Georgia y los países de los Balcanes Occidentales participen desde el principio en el proceso de toma de decisiones de la Unión. Y significa hacer una autorreflexión para entender por qué el Sur y el Este mundiales no apoyan la lucha de Ucrania por la soberanía y la independencia.

Cómo Ucrania le puso fin al sistema de las zonas tapón 

Las grandes estrategias que implican zonas tapón y esferas de influencia y que sugieren que los países pequeños pueden sacrificarse por los intereses nacionales de las grandes potencias forman parte de la herencia imperialista o colonial. Éste es el tipo de discurso que Rusia utiliza y entiende. Cuando Ucrania, Moldavia, Georgia y, más recientemente, Bielorrusia empezaron a mostrar un interés creciente por un futuro democrático, europeo y protegido por la OTAN, Rusia desarrolló «preocupaciones de seguridad».

Sin embargo, estas preocupaciones eran infundadas. El Occidente global no suponía ninguna amenaza para Rusia. Al contrario, potencias europeas como Alemania y el Reino Unido eran sus socios comerciales. A lo largo de la década de 1990, Rusia también fue un socio de paz para la OTAN, pero el posterior auge de las reivindicaciones democráticas en países vecinos sentó un precedente que amenazaba a Vladimir Putin y su régimen autoritario.

Los líderes de Europa Occidental tomaron en cuenta las preocupaciones de Rusia y han mantenido a los vecinos del Este a distancia. La región se encuentra en una zona geopolítica gris. La UE y la OTAN han hecho, a veces, gestos a favor de una política de apertura hacia estos países celebrando, retóricamente, los esfuerzos de democratización, pero sin pasar nunca a la acción.

Sólo ahora, con su determinación de luchar contra Rusia, Ucrania le ha puesto fin a su condición de pilar del sistema de zonas tapón.

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Lo más cerca que Occidente estuvo de la idea de estrechar lazos con Ucrania fue en la cumbre de la OTAN celebrada en Bucarest, en 2008, cuando varios jefes de Estado, entre ellos, el expresidente George W. Bush, apoyaron la adhesión de Ucrania y Georgia a la OTAN. No obstante, no se produjo ninguna acción concreta. Francia, Alemania y otros Estados de Europa Occidental se opusieron enérgicamente y alegaron «preocupaciones de seguridad» de Rusia. Ni a Ucrania ni a Georgia les ofrecieron ningún plan de acción para la adhesión; la declaración de la cumbre tampoco dio lugar a una agenda de la OTAN para futuras ampliaciones. Desde entonces, Ucrania y Georgia han sido participantes marginales en los planes de la OTAN.

La invasión de Rusia a Georgia, en 2008, no animó a la OTAN a invertir más en sus propias capacidades militares ni, mucho menos, en las de países como Ucrania, Georgia o Moldavia. La ayuda americana para Georgia, tras la invasión, se centró en la reconstrucción y no pretendía incluir ayuda militar. Incluso después de febrero de 2022, la excanciller alemana Angela Merkel mantuvo su decisión de oponerse a un plan de acción para la adhesión de Ucrania.

Sólo ahora, con su determinación de luchar contra Rusia, Ucrania le ha puesto fin a su condición de pilar del sistema de zonas tapón.

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Ganar la paz

La sociedad ucraniana se encamina, ahora, hacia una rápida transformación. Los ucranianos están eligiendo la identidad europea que reclamaban Habermas y Derrida. Llegó el momento de que Europa se identifique con los ucranianos y responda al llamado de Ucrania a la Unión.

Los ucranianos están eligiendo la identidad europea que reclamaban Habermas y Derrida.

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Esta elección podría parecer contradictoria con el argumento pacifista esgrimido por Habermas y Derrida en el contexto de la invasión de Irak, pero es coherente con su mensaje más amplio. Si Europa decide que ya no le interesa una Ucrania libre e inviolable y si deja de ayudar a crear un entorno en el que Ucrania pueda alcanzar sus objetivos, Ucrania perderá la guerra. El resultado no será una población dócil y feliz de renunciar a su soberanía y territorio a cambio de seguridad personal. Al contrario, este país fuertemente armado y forjado por la guerra descenderá al caos social y político. En este escenario, Rusia ganará y Europa perderá.

Sin embargo, no basta con ganar la guerra. Para ganar la paz, Europa debe acelerar su política exterior de descolonización y oponerse a la existencia de una jerarquía internacional. Debe admitir su error al aceptar la teoría de las «esferas de influencia» y redefinir su papel geopolítico.

Revisar cómo funciona la política de ampliación es una parte fundamental de esta agenda. Años de ayuda (insuficiente) para Moldavia, Ucrania y los Balcanes Occidentales han demostrado que la asistencia financiera no es un catalizador del cambio. Los países candidatos deben ser tratados en pie de igualdad y participar en el proceso decisorio y legislativo de la Unión desde el inicio de las negociaciones de adhesión.

En este mundo alternativo, un Estado como Macedonia del Norte no necesitaría superar los últimos obstáculos para la adhesión para participar en el proceso de toma de decisiones de la Unión en los demás capítulos «cerrados provisionalmente». La participación de los países candidatos en la reestructuración de los distintos ámbitos políticos de la Unión antes de la adhesión, con pleno derecho de voto, situaría la relación entre la Unión y los posibles nuevos miembros en pie de igualdad. También, ayudaría, en el proceso de adhesión, a recuperar parte de la credibilidad que ha perdido tras años de promesas incumplidas en los Balcanes Occidentales.

Los problemas de Europa no son los mismos que los del resto del mundo

La postura neutral o antioccidental de los países del Sur en cuanto a la guerra entre Rusia y Ucrania es un nuevo llamado para que los europeos reconsideren su visión colonialista del mundo, para que reconozcan sus errores y expliquen mejor sus intenciones.

Aunque el término «Sur global» no refleja la diversidad de los países que abarca, la mayoría de ellos están unidos por una postura común sobre la guerra entre Rusia y Ucrania. Se niegan a tomar partido e, incluso, critican a Occidente por haberse extralimitado una vez más. Según encuestas, más del 60 % de la población mundial es neutral o está a favor de Rusia. Estas opiniones predominan en América Latina, África y Asia. Ningún país de África ni de América Latina le ha impuesto sanciones a Rusia. Occidente está cada vez más aislado.

Sin embargo, esto no es sólo el resultado de una desconfianza histórica hacia Europa Occidental y Estados Unidos. También, es el resultado de la desinformación europea y americana y de la apología proimperialista. La idea de que la Unión EuropeaEste artículo se publica conjuntamente con Eurozine y Voxeurop. y la OTAN se han extendido demasiado hacia la «esfera de influencia» de Rusia ha sido ampliamente popularizada por figuras públicas y responsables políticos occidentales que conservan la visión colonial del mundo en la que los derechos e intereses nacionales de las «grandes potencias» priman sobre los de los «pequeños Estados».

Occidente debería reconocer, ante una audiencia mundial, que los ucranianos llevan décadas luchando solos por su independencia de la injerencia rusa, sin la ayuda de la UE ni de la OTAN.

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Para contrarrestar la influencia de estas narrativas, Europa debería invertir ingentes recursos económicos y diplomáticos en informar e implicar a los líderes y públicos del Sur en su proceso de toma de decisiones. De este modo, Europa puede demostrar que ya no desatiende la acción de Estados a los que, anteriormente, les había conferido un estatus subalterno de «pequeña nación».

En lugar de presentarse como en una postura de dominio, Occidente debería reconocer, ante una audiencia mundial, que los ucranianos llevan décadas luchando solos por su independencia de la injerencia rusa, sin la ayuda de la UE ni de la OTAN. Occidente también debería reconocer que los países del Sur tienen preocupaciones legítimas sobre su adhesión a un orden mundial dirigido por Occidente que no se ha actualizado para incluir las preocupaciones económicas ni de seguridad del mundo en desarrollo.

Una política exterior europea acertada animaría a los países del Sur a pedirle cuentas a Occidente por su falta de apertura ante las demandas de ayuda e inclusión de Ucrania antes de la invasión de 2022.

La batalla por la paz en Ucrania

Debería ser obvio para todos los responsables políticos que los ucranianos se están preparando para ganar la guerra. Para lograr esta victoria, harán lo que consideren necesario, durante todo el tiempo que puedan y hasta el límite de su capacidad militar y política. Esto implica una negativa total a negociar; los ucranianos no quieren construirle a su enemigo un puente de oro por el que pueda retirarse. Cualquier punto de vista que no reconozca la justicia de la demanda de Ucrania y que no comprenda la deuda de apoyo que Occidente ha acumulado hacia lo que, durante mucho tiempo, ha percibido como naciones pequeñas y prescindibles sigue estando en deuda con la agenda colonial.

Debería ser obvio para todos los responsables políticos que los ucranianos se están preparando para ganar la guerra. Para lograr esta victoria, harán lo que consideren necesario, durante todo el tiempo que puedan y hasta el límite de su capacidad militar y política.

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El futuro poscolonial de Europa estará determinado por cómo actúe y por cómo salga de la batalla por Ucrania. El resultado de esta batalla no se determinará únicamente en el frente oriental. También, será una batalla por la paz en Ucrania.

La respuesta de Europa al llamado de Ucrania para que apoye su reconstrucción democrática de posguerra, simplemente, no es opcional. Si Europa decepcionara a Ucrania, significaría abandonar su incipiente resistencia contra sus propias tendencias imperialistas y contra las de otros. Significaría perder la independencia, la soberanía, la democracia y la estabilidad de posguerra de Ucrania.

Créditos
Este artículo se publica conjuntamente con Eurozine et Voxeurop.