La guerra en Ucrania día a día

Contra Putin en un frente inverso: en Ucrania, en las trincheras de la guerra con las armas de la historia

Desde Ucrania se ha desatado una fatalidad contra el proyecto imperialista de Putin. Según Konstantin Reutskyi, que lucha a diario con soldados del ejército ruso, será imposible no desmantelar Rusia. Para entener cómo se combate el relato histórico imperial ruso con la misma ferocidad y violencia que el combate cuerpo a cuerpo en las trincheras, introducimos y traducimos este texto ucraniano.

Periodista ucraniano y activista de derechos humanos, Konstantin Reoutskyi se alistó voluntariamente en las Fuerzas de Defensa Territorial, donde ha servido como oficial en primera línea desde que Rusia invadió su país el 24 de febrero de 2022. Su vida ya había dado un vuelco en 2014, tras la desestabilización rusa del Donbass, cuando se vio obligado a abandonar su ciudad natal de Luhansk debido a la persecución política. 

Con sede en Kiev, en 2014 fundó la asociación humanitaria «Vostok SOS» para ayudar a la población del Donbass afectada por la guerra. En las semanas que siguieron a la invasión, esta asociación evacuó, en situación de máximo peligro, a más de 30.000 personas, entre ellas unas 3.000 que sufrían demencia y trastornos mentales, recogiéndolas hasta el último kilómetro y buscándoles después un lugar donde alojarse.

En este texto, vuelve sobre los orígenes de la guerra en Ucrania, considerando que no es sólo el resultado de una deriva autoritaria de Rusia, sino la culminación de un modelo de construcción imperial. Argumenta contra la idea, muy extendida en los países occidentales, de que sería posible democratizar Rusia dentro de sus fronteras actuales, y pide que no tengamos miedo a la desintegración de Rusia. 

Este ensayo pretende ser una advertencia a quienes todavía creen que puede existir una Rusia democrática, y que puede existir dentro de sus fronteras «imperiales». Pero, ¿no ha refutado Rusia sistemáticamente esta tesis a lo largo de los siglos?

La democracia es un veneno mortal para los imperios por su apego a la idea y la práctica de la justicia. Sin embargo, Rusia es, en su esencia misma, un imperio fundado en la mentira y la coacción. Este régimen no puede democratizarse mientras siga siendo un imperio y, por tanto, mientras siga existiendo dentro de sus fronteras actuales.

Quienes piden la preservación de la Rusia «eterna» a toda costa proponen, de hecho, ratificar las injusticias y la violencia sobre las que se construyó, y mantener así un imperio que declara la guerra a la civilización europea cada vez que tiene fuerzas para hacerlo. ¿Por qué empeñarse en salvar a quien quiere matarte?

Rusia es, en su esencia misma, un imperio fundado en la mentira y la coacción. ¿Por qué persistir en tratar de salvar al que quiere matarte?

KONSTANTIN REUTSKYI

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La experiencia de los años 1990 demostró que una democratización cuidadosa no podía eliminar las inclinaciones imperiales de Rusia. Los países occidentales pecaron de ingenuos al pensar que la agresión desaparecería con la democratización. Hoy, la democracia ha sido aplastada y el imperialismo ha vuelto. Una vez más, el mundo está al borde del abismo.

No se puede obligar a un lobo a hacerse vegetariano. Así que no tiene sentido hacerse ilusiones sobre el advenimiento de una Rusia democrática dentro de sus fronteras actuales. La injusticia está en la raíz de la ideología imperial rusa y de su práctica política. La clase dirigente rusa ha considerado durante mucho tiempo la honradez como una debilidad y la sumisión como una virtud. 

Durante los últimos cinco siglos, Rusia ha aplicado sistemáticamente una política de expansión a costa de sus vecinos. Sus dirigentes niegan el carácter sangriento de estas conquistas, dando la impresión de una asimilación voluntaria. Sin embargo, los hechos históricos hablan por sí solos. 

Estas apropiaciones territoriales se lograron no sólo por la fuerza, sino también mediante «artimañas». Las autoridades concluían primero acuerdos de protectorado favorables a los nuevos «aliados», antes de violarlos brutalmente y darles la vuelta a su favor. Los «aliados» de ayer se convertían de repente en súbditos y propiedad del imperio; su sociedad era purgada de sus opositores y saqueada de sus recursos.

No se puede obligar a un lobo a hacerse vegetariano. Durante los últimos cinco siglos, Rusia ha seguido una política de expansión a expensas de sus vecinos.

KONSTANTIN REUTSKYI

Moscovia inició esta expansión en el siglo XVI a costa del kanato de Kazán y parte de Siberia occidental, y en el siglo siguiente extendió sus conquistas al Extremo Oriente y, por otro lado, a la orilla izquierda del Dniéper, en Ucrania. En el siglo XVIII, el imperio absorbió el Janato de Crimea, así como parte de los territorios que hoy conforman Kazajstán, Bielorrusia y, sobre todo, el sur, el centro y parte del oeste de Ucrania. En el siglo XIX, se apoderó del Cáucaso Norte y Sur, así como de gran parte de Asia Central, Besarabia, Finlandia y parte de Polonia. Por último, en el siglo XX, se apoderó de los territorios restantes de Ucrania, Bielorrusia y Prusia Oriental. Y no olvidemos que, tras la Segunda Guerra Mundial, el imperio soviético estableció regímenes títeres en seis países de Europa del Este.

Hoy, a los dirigentes rusos les gusta presionar la conciencia de los europeos recordándoles las prácticas coloniales de su país en África, Asia y Sudamérica. Con la conciencia tranquila, los europeos olvidan que la historia de sus países no se hizo de la noche a la mañana y que los valores que hoy se defienden no son los de ayer.

Para Rusia, en cambio, la conquista por la fuerza y la astucia sigue siendo actual e incluso una visión de futuro. Porque, en realidad, todo va mal dentro del país. Rusia no pertenece al pueblo ruso. No hay elecciones libres. Los derechos y las libertades han sido abolidos. La crítica es imposible. El poder está usurpado y no sirve a los intereses del pueblo. Los recursos del país son confiscados en beneficio de una pequeña oligarquía. 

¿Por qué los rusos soportaron las constantes humillaciones de los «boyardos» y consintieron en participar en los crímenes del imperio? Este asentimiento está sin duda vinculado al contexto estructural diseñado para controlar la sociedad en este vasto conjunto heterogéneo. Sólo la fuerza bruta y la mentira descarada podían frenar las fuerzas centrípetas latentes y superar las contradicciones culturales, religiosas y económicas de los territorios del imperio.

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Así pues, la cuestión es si hay que fomentar o impedir la desintegración de Rusia. Impedir la desintegración de Rusia significa avalar la injusticia y las mentiras sobre las que se construyó. La Rusia imperial es la antítesis de la democracia porque su cultura política propugna la arbitrariedad, el gobierno del más fuerte, el sometimiento de los débiles, ya defienda «la ortodoxia, la autocracia, el pueblo» como en la época zarista, «el futuro radiante y la construcción del comunismo» como en la época soviética, o «el mundo ruso» como en la época de Putin.

Impedir la desintegración de Rusia significa avalar la injusticia y las mentiras sobre las que se construyó.

KONSTANTIN REUTSKYI

Cada vez que este consenso social sadomasoquista se ha tambaleado, el territorio ruso se ha reducido, como ocurrió tras la revolución de 1917 y tras el colapso de la Unión Soviética en 1991. Por el contrario, en cuanto la potencia imperial consigue reforzar su dominación e imponer este consenso, Rusia se expande a costa de los países vecinos. Justifica esta injusticia en nombre de objetivos superiores, mientras condena a quienes se atreven a disentir a la tortura, el encarcelamiento, la deportación o la ejecución.

El consentimiento de la injusticia y la aceptación de la opresión forman la columna vertebral –llamada «skrepa» en ruso– del imperio. El gobierno ruso invierte enormes recursos en promover y difundir esta cultura de la sumisión en toda la sociedad. 

Tomemos el ejemplo de Tatarstán o de cualquier otra región con recursos propios. ¿Qué puede aportar Rusia? ¿Una lengua y una cultura? ¡Tienen las suyas propias! ¿Grandeza? ¿Qué clase de grandeza es esa si tenemos en cuenta el estado de decadencia y pobreza de regiones remotas? ¿Seguridad? No se engañen. ¿De qué tipo de seguridad estamos hablando si el país está gobernado por un tirano sediento de poder que está empujando al mundo hacia un conflicto nuclear?

Los rusos se comportan como matones, saqueando los bolsillos de sus vecinos y territorios, sin dejarles más que un poco de calderilla para una tortada o una migajas. Temiendo la ira de la metrópoli, las provincias rusas no se emanciparon. En realidad, no tenían más razón para seguir siendo súbditos de Moscú que la simple costumbre de soportar su yugo.

El consentimiento de la injusticia y la aceptación de la opresión forman la columna vertebral del imperio. El gobierno ruso invierte enormes recursos en promover y difundir esta cultura de la sumisión en toda la sociedad. 

KONSTANTIN REUTSKYI

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Por supuesto, no existe una democracia ideal. La lacra de la injusticia penetra incluso en las democracias sólidas. Sin embargo, la injusticia se considera un mal que hay que superar, no un pilar del Estado. La tolerancia de la injusticia se disuelve con la democracia: no sólo permite la aparición de espacios públicos de reflexión, sino que plantea preguntas a las que el poder imperial no puede responder.

La democracia acabaría con el imperio en Rusia, devolvería al país a sus fronteras de 1478, año en que el principado de Nóvgorod fue sometido por Moscovia, y liberaría a todos los pueblos esclavizados desde entonces. Esto supondría un enorme alivio para los vecinos de Rusia, para el mundo entero y para los propios rusos.

Los países occidentales deben reconocer que cualquier intento de mantener la integridad de Rusia dentro de sus fronteras actuales es una perpetuación de la enfermedad del imperio y sus «efectos secundarios» de megalomanía, expansionismo, militarismo, opresión y saqueo de los pueblos conquistados.

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