Ya en 2015 Cristina Kirchner le pedía a Lula que hiciera entrar a Argentina en los BRICS. Han pasado ocho años. ¿Por qué la voluntad desde hace tiempo de integrar el grupo de parte de Argentina?
Es correcto, Cristina Kirchner en aquel discurso donde estaba Lula presente le pedía que fuera un gran embajador dentro de los BRICS para que Argentina pudiera entrar. También es un compromiso que asumió el Presidente Alberto Fernández junto con la Vicepresidenta y todo el Gobierno, porque creemos que la integración regional es el camino para el desarrollo de nuestros países. Creemos que con la integración regional vamos a poder tener espacios de mayor negociación y que así vamos a poder generar un equilibrio también en el concierto internacional para poder defender nuestros intereses y para poder tener unas discusiones más simétricas con otros países, con otras regiones, en una situación de crisis global en que se necesita que esas discusiones se puedan equiparar. Entonces creo que es una gran noticia y es fruto también de un trabajo de muchos años de la diplomacia y de la política argentinas en pos de la integración regional: es una herramienta fundamental.
¿Es lo mismo integrar los BRICS ahora –es decir, en 2023-2024– que en 2015, por ejemplo?
Creo que justamente la brecha que hay en esos años muestra cómo los gobiernos neoliberales de derecha no creen en estos espacios y, por lo tanto, no hacen nada. Todo lo contrario, de alguna manera intentan que esta integración no se dé. Lo vimos con el Brasil de Bolsonaro: no solamente no generó los espacios dentro de lo que son nuestros espacios de integración regional –como es el MERCOSUR, la CELAC o la UNASUR–, también hizo todo lo posible para que Argentina no pudiera participar en los BRICS. Lo mismo pasó aquí con el Gobierno de Mauricio Macri durante los años que gobernó. No puso especial atención en el MERCOSUR, buscó desmantelar la UNASUR, no hacer nada con la CELAC, suspender las elecciones de los parlamentarios del PARLASUR; y obviamente, no avanzar en la posibilidad de integrarnos en los BRICS. Además, ahora que esta buena noticia está recorriendo el mundo, es la derecha argentina la que dice que no ve con buenos ojos esta integración con algunas respuestas un tanto inverosímiles –que ni ellos se creen– y que va a trabajar en contra.
¿Cómo explica la evolución de la posición de Macri que se felicitaba de que Argentina fuera invitada a la cumbre de los BRICS de 2018 en Sudáfrica cuando era Presidente y ahora la integración no es una buena noticia?
Yo creo que forma parte de la lógica de estos gobiernos de derecha que creen más en las individualidades y en las conquistas personales más que en un avance real de una integración de los países para pensar y repensar la región para los próximos 40 años. Me parece que siempre que Macri hablaba de una victoria en torno a una “integración de Argentina al mundo” se trataba de visiones individualistas y unilaterales. No tenía esta visión de avance y desarrollo que tenemos nosotros –y creo que esa es una lógica que se repite en casi todos los sectores pero fundamentalmente en las relaciones internacionales–. No me sorprende nada su cambio de posición ni su, de alguna manera, caprichosa posición que no tiene ninguna lógica.
Con esta ampliación, y sobre todo con la entrada de Irán, se ha hablado que se refuerza de cierto modo la dimensión antioccidental del grupo. ¿Qué le parece?
Muchas veces también se buscan etiquetas que son atajos cognitivos para, de alguna manera, encapsular ciertos espacios dependiendo quién habla y generar temor o preocupaciones infundadas. Me parece que estos espacios son para ampliar el comercio, el diálogo, la negociación política: son espacios que suman –a pesar de las diferencias que se dan dentro de los países que los integran–. En esas diferencias yo no creo que sean espacios “anti algo” sino que son pro diálogo, pro multilateralismo, pro equilibrio global, pro reducción de las asimetrías a la hora de que los países puedan negociar. Me parece que lo tenemos que ver de esa manera; así es como nosotros lo vemos y no tanto en que se haga en contra de algunos países o de algún bloque: todo lo contrario.
Esa es una visión que se tiene más desde la derecha o desde los espacios hegemónicos que buscan dominar el poder de manera unipolar y no realmente tener una discusión que necesitamos tener. Una discusión mucho más abierta y con más voces y diferencias para discutir los grandes retos que tenemos a nivel global en términos de comercio, en materia de combatir las desigualdades, el hambre, el narcotráfico, la desigualdad financiera –con la necesidad de una reforma de la estructura financiera global–. Más que nunca, con los grandes problemas como la pandemia, como la lucha contra el cambio climático, necesitamos una mayor coordinación y mayor multilateralismo que sea real, que no sea cínico y que no lo manejen solamente un par de países, sino que realmente pueda ser un concierto de voces.
¿Argentina ingresaría entonces a los BRICS más bien para hacer oír su voz y lograr una mejor representación del mundo en desarrollo en las instituciones existentes que para de cierto modo desafiar el orden internacional –como puede ser la línea rusa y china?
Yo tampoco etiquetaría así a los países de manera tan taxativa, me parece que nosotros tenemos que defender la garantía de derechos, la democracia, la distribución de ingresos, el acceso de los derechos de las personas a salud pública, educación, a cubrir necesidades básicas, a la transparencia, a la participación ciudadana. Esos son los valores e ideales que defendemos. Y dentro de ello, también cabe trabajar por defender nuestros intereses como país y como región, para poder tener una política exterior inteligente que, justamente, sea en el marco de las diferencias que tenemos entre los países y que eso nos lleve a encontrar soluciones viables que no sean de suma negativa o suma cero, sino que podamos realmente ampliar el desarrollo, el crecimiento y siempre con una visión de sostenibilidad. En eso estamos muy de acuerdo con Brasil –que es un gran socio y aliado estratégico, no solamente en cuestiones comerciales o económicas, sino también políticas, sociales, medioambientales–. Es hacia donde también queremos trabajar en el marco internacional.
Ha hablado de la necesidad de reformar la estructura financiera mundial. ¿Cuál es el rol de la integración a los BRICS de un país como Argentina en el marco de las discusiones actuales sobre instituciones financieras internacionales y cambio climático?
Venimos de injusticias históricas que forman la realidad que hoy tenemos. Específicamente con la crisis climática: los países en desarrollo del Sur Global no somos quienes más hemos contribuido a esta crisis climática y, sin embargo, somos los que más sufrimos sus impactos. Y, aún así, teniendo países altamente endeudados y con grandes desigualdades, se nos dificulta el acceso al financiamiento necesario –en el que los países desarrollados se han comprometido ya en el año 2009 y mucho antes para poder darle respuesta a esta crisis climática–.
Actualmente no somos de los países que más emitimos. Ya son más de 200 años de acumulación y de desarrollo de los países a costa de un presupuesto de emisiones que tenemos, que se achica en términos de cantidades y que se va acumulando. Por ello tenemos que tener verdaderas discusiones desde el Sur Global y en el marco de la cooperación Sur-Sur. Los BRICS nos dan también un espacio político e institucional para que nuestras voces sean escuchadas; para que realmente puedan tener alguna incidencia y para que el Nuevo Pacto Financiero Global no sea solamente una narrativa muy bonita, sino que también se lleve a la práctica. Y debe ser con cuestiones concretas, con mayor financiamiento para los países en desarrollo, para que los multilaterales realmente puedan tener fondos frescos para financiar las grandes transiciones y las grandes obras de infraestructura, para que dejen de ser conservadores y sean más audaces en las necesidades que tenemos –muchas de ellas quizás no generan rendimientos o ganancias, pero sí futuros ahorros por el impacto de la crisis climática, cuando viene una sequía, una inundación, un huracán o una ola de calor–.
Me parece que estos espacios nos pueden generar las herramientas para tener una voz más clara y más ventaja a la hora de negociar y tener nuevas condiciones. Lo mismo en la discusión con el FMI con los hechos especiales de giro, con limitar también o eliminar los sobrecargos a los países altamente endeudados que estamos teniendo grandes impactos y mermas en nuestros ingresos y exportaciones por la crisis climática, como fue la sequía en Argentina donde perdimos más de 20.000 millones de dólares en un año. Son cuestiones concretas que demandan acciones concretas. Se va a realmente poder avanzar en una agenda realista si se tiene el poder necesario y si se crean los marcos de discusión que no sean solamente con los mismos países de siempre –como es el G7– que se cierran entre ellos y siguen haciendo gatopardismo: en la cuestión climática emprenden solo algunos cambios que a ellos les vengan bien pero no las transformaciones de fondo que necesita el mundo entero.
¿Cómo afrontar los diversos intereses y visiones en cuanto a transiciones socio-ecológicas dentro de los BRICS? ¿Existe complementariedad de intereses en ciertas áreas?
Existe muchísima complementariedad, por ejemplo, con Brasil. Argentina y Brasil son un grupo negociador que va en conjunto: compartimos recursos naturales y una misma visión de ponernos en valor estos bienes comunes que tenemos. Pero eso significa también que pueda ser un incentivo para que como acreedores ambientales podamos solventar nuestras deudas financieras y que, a su vez, podamos solucionar el hecho de que los países ricos que son deudores ambientales –actuales e históricos– pero también son nuestros acreedores financieros. Me parece que eso es muy importante.
¿Cuál cree que podría ser el papel del Nuevo Banco de Desarrollo?
Ejerce un gran rol pudiendo financiar proyectos que estén en países del Sur Global y que tienen muchas de estas características y taxonomías climáticas y ambientales. Creo que también en el concierto de los países puede ser menos conservador que los bancos o los países desarrollados a la hora de prestar, a la hora de fijar las tasas de interés o las condiciones de los préstamos en términos de devoluciones en una determinada cantidad de años. Me parece que va a ser un brazo ejecutor de la política climática para nuestros países: es fundamental. Ese creo que es uno de los objetivos que va a tener y un rol muy destacado.
Brasil hace entrar en el grupo su principal socio en la región: ¿cómo puede el hecho de tener a Argentina y Brasil en los BRICS favorecer la integración regional?
De alguna manera Brasil es una gran locomotora para el desarrollo económico y para la integración regional; y todos los vagones tenemos que empujar para ir todos para un mismo lado –vagones llenos y cubiertos, con la gente adentro, con la producción, con las capacidades, con la ciencia y con la tecnología–. Eso tiene que estar en marcha y en movimiento para que pueda permitir una acción encadenada de beneficios para el resto de los países. Esa es la lógica: no se trata de que se desarrolle uno para que luego imponga sus condiciones al resto, sino la integración se ve justamente como un espacio en donde el avance de todos haga que esas mejoras y beneficios se multipliquen y sean exponenciales.
Cuanto mejor le vaya a Colombia, Ecuador, Chile, Uruguay, Brasil, Paraguay, Argentina, nos va a ir a todos mejor como región latinoamericana en general, y también en nuestras individualidades en particular como países: esa es la visión que tenemos. Por eso me parece que también es una buena noticia para el resto de países de la región y en un futuro quizás puedan formar parte de los BRICS. Mientras tanto, los otros espacios de integración que tenemos, como el MERCOSUR a nivel económico-comercial, pero también a nivel político como la CELAC o la UNASUR, también van a poder ser partícipes de los beneficios que pueda traer esta integración.
Podría esto favorecer aún más la cooperación con Brasil en, por ejemplo, la transición socio-ecológica o temas económicos como el proyecto de moneda de uso común?
Por supuesto y yo creo que ese es el camino dentro de los BRICS, dentro de MERCOSUR, dentro de UNASUR: tenemos que ir hacia políticas específicas de convergencia que nos permitan sumar nuestras capacidades y que eso haga que los beneficios se multipliquen y sean exponenciales. Me parece que es una gran oportunidad. Además, no puedo dejar de resaltar que Brasil fue el gran promotor de que Argentina integrara el grupo. Lula lo hizo muy vocal en la reunión: no se sabía finalmente si se iba a tratar o no la inclusión de nuevos países. Lula fue el gran impulsor, no solamente de los nuevos países, sino –y fundamentalmente– de que la Argentina pudiera ingresar. Entonces eso da cuenta de la importancia estratégica y la vocación real y práctica que tiene Brasil para que esta integración se traduzca en cuestiones concretas. Así podremos avanzar en la política climática, en la política financiera, en eventualmente empezar a trabajar la idea de una moneda común; es una aspiración que tenemos y que forma parte de la hoja de ruta de una integración en todos los órdenes políticos, sociales, culturales y en lo monetario dentro del MERCOSUR.
¿Qué opina sobre la posición de México, donde AMLO señaló recientemente, antes de la cumbre en Sudáfrica, que prefería acentuar sus relaciones con América del Norte y todos los países latinoamericanos por sobre la integración a los BRICS?
Yo creo que las lógicas nacionales hay que entenderlas en su debido contexto. Lo que decíamos antes: estas integraciones o estrategias no son en contra de otros espacios, sino que son a favor de ir sumando donde realmente vale la pena y donde están todas las condiciones para que se puedan sumar. Hay que entender la complementariedad y simbiosis que hay entre la economía mexicana y la economía estadounidense –y López Obrador lo entiende muy bien–.
México es un país soberano. Tenemos que no solamente respetar las decisiones que toma cada país, sino encontrar en ello los posibles beneficios u oportunidades que puedan ser también para nuestros espacios. Con México tenemos una fantástica relación política y económica, tenemos mucha cooperación científica, cultural, literaria. Eso nos va a permitir tejer cada vez más redes: México es un gran referente en la relación con Estados Unidos. Creo que también esas son brújulas que hay que mantener y cuidar.
¿Cree que en este contexto se debería ratificar el acuerdo Unión Europea-Mercosur?
Sí, pero depende: una de las lecciones que estamos aprendiendo es que hay que trabajar en las negociaciones –que yo veo con buenos ojos– donde podamos sumar valor entre diferentes espacios comerciales. Pero volvemos a lo que mencionamos al principio: ¿cómo reducimos las asimetrías para que realmente estas relaciones sean sostenibles y puedan crear valor para ambas partes –y no solamente para una, o más para otra–? Me parece que hay muchas cuestiones que todavía hay que saldar en la discusión, en la integración y en el acuerdo de comercio entre el MERCOSUR y la Unión Europea. Estoy convencida que hay buena voluntad para que eso sea así, pero hay que trabajar mucho para que no sean acuerdos que luego aumenten las desigualdades, sino todo lo contrario: que puedan sumar valor entre ambos espacios.
Recientemente de visita en Paraguay, el candidato de Unión por la Patria, Sergio Massa, señalaba que Argentina no se iba a “atar a la agenda de quienes buscan escapar del condicionante del gas ruso”, reivindicando el papel del gas de Vaca Muerta para la soberanía energética de América Latina. ¿Cómo asegurar la complementariedad de los intereses?
Muchas veces la discusión internacional está minada de cinismo; dependiendo de lo que a mí me convenga lo defiendo para mí, pero no para mis socios o para los otros países. Para que realmente podamos avanzar, encontrar un equilibrio y además una herramienta de solución a los problemas del multilateralismo, nos debemos todavía mucha franqueza. La importancia en el caso nuestro del gas natural, por ejemplo, lo entendemos bien: no es una solución a largo plazo para la cuestión de la transición climática y energética, porque es un combustible fósil. Ahora bien, sobre todo para un país como la Argentina con una región como América del Sur, es un vector para la transición fundamental para el corto y mediano plazo. Es un vector para la soberanía energética, para dejar de utilizar dólares e importar combustibles líquidos, para poder empezar a exportar, para fortalecer nuestras divisas y ayudar en la transición a otros países.
Cuando no se necesitaba eventualmente el gas de Argentina, los países europeos no apoyaban, no financiaban, no potenciaban la posibilidad de desarrollar Vaca Muerta. Ahora que lo necesitan están mirando con mejores ojos. Por supuesto, no hay que ser ingenuos, entendemos muy bien que también estas cuestiones se mueven por intereses nacionales, pero lo que sí me parece que nos debemos es franqueza. Tenemos que encontrar oportunidades para todos los países y no solamente cuando a unos les convenga o estén en aprietos.
Argentina integraría los BRICS el 1 de enero de 2024. Los candidatos de las coaliciones (La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio) que salieron primera y segunda en las PASO han dicho que, bajo sus eventuales gobiernos, Argentina no estaría en el grupo. ¿Todo esto sería entonces en vano?
No, por supuesto que en vano no es. Esta adhesión forma parte de las razones fundamentales para convencer a los ciudadanos y a las ciudadanas de Argentina, que las propuestas de la derecha no han sido otra cosa que traer más retraso, más pobreza, menos desarrollo y menos inclusión; nos están diciendo en la cara que no les interesa poder avanzar ni generar mayor empleo y comercio con otros países, sino que solamente se ciñen a cuestiones ideológicas que son un tanto caprichosas.
¿Por qué con unos países sí y con otros no? Esto es un tema que hay que discutir y que ponerlo blanco sobre negro. Esto realmente me preocupa porque no es una simple amenaza de campaña. Está claro que en el caso de Argentina y de América Latina –lo hemos visto con Bolsonaro, incluso con Donald Trump que decidió salirse del Acuerdo de París–, la derecha tiene una posición y un fanatismo sistemático por salirse de los espacios de acuerdos y de integración a nivel global. Ahora bien, creo que les va a durar poco, porque en este escenario global, sin el comercio con China, con Brasil, con India o Rusia, creo que nos iría bastante mal.
¿Cómo explica el surgimiento, los resultados y los desafíos que representa Javier Milei? ¿Cómo ganarle?
Hay muchas lecturas y análisis que se han hecho. Creo que la situación de Argentina no escapa a la situación global del avance de la extrema derecha, de alguna manera también cómo en contraposición del avance y del logro que hemos adquirido para gran parte de la población. Muchos dicen que es para las minorías, pero las mujeres no somos una minoría, somos una mayoría. Hemos trabajado también para las personas excluidas, más pobres. El progresismo tiene agendas de mayorías. Pero, está claro que la situación de la pandemia ha hecho exacerbar los discursos de odio, de fragmentación, individualizados y potenciados por las redes sociales –y Argentina no escapa a ello–. No escapó Francia, no escapó Estados Unidos ni escapó Brasil; y muchos países de América Latina y del Caribe tampoco están libres de esto.
Luego, a ello también se le suma una necesidad de hacer autocrítica de los partidos y los espacios políticos con vocación de gobernar. Tenemos que dar solución y respuesta a una nueva clase de pobreza, que es el trabajador empobrecido, la persona que es profesional, las personas de clase media que se han desarrollado y que están siendo excluidas del sistema. Están enfrentándose a una mayor precarización, nuevas normas laborales que imponen nuevos modos de producción –como son las grandes plataformas o las grandes tecnológicas– que expulsan a muchas de estas personas del sistema, al concentrar aún más la riqueza.
Yo me acuerdo cuando empezaba todo el tema de la economy sharing que en pocos años pasó a la economy platform; es decir, pasó de compartir y alquilar tu casa en Airbnb, a que grandes empresas inmobiliarias o especuladoras compraran 20 departamentos en un edificio y las pusieran a disposición del turista extranjero. Así se golpea el mercado de alquiler de las familias y personas comunes que necesitan vivir en determinadas ciudades. Es un fenómeno global que también se está dando en Argentina. Entonces, una de las grandes responsabilidades que tenemos como dirigentes políticos y como dirigentes progresistas es volver a conectar con las bases, con las necesidades de las personas. Tenemos que encontrar y darle a la gente las soluciones efectivas en estas situaciones críticas que estamos viviendo –financieras, económicas, sociales, climáticas–.
En esa dinámica de autocrítica que se está dando, ¿hay errores que se hayan cometido en particular que permitieron que Milei haya logrado captar una parte de esas mayorías de las que habla?
Me parece que en algún punto nos enfrascamos en discusiones entre los dirigentes o en la política que se debate en los medios de comunicación, y dejamos de entender las necesidades de la ciudadanía de a pie. Debemos reconectar más con las bases, con los barrios. Está claro que la izquierda y el progresismo han perdido gran parte de la batalla mediática, porque en los grupos de poder se concentran los medios de comunicación que responden a intereses concentrados y sobre todo de la derecha. Por ello tenemos que volver a las discusiones que nosotros podemos representar, a las de las grandes mayorías que son personas reales. Luego, también tenemos que trabajar por propuestas innovadoras: creo que las soluciones que teníamos a fines del siglo pasado y a inicios de este siglo ya no son las mismas.
Me parece que tenemos que repensar y ser más innovadores y creativos a la hora de dar estas respuestas para encontrar soluciones concretas. Debemos escuchar mucho más de lo que hablamos. Y, luego, seguir dando las batallas: no hay que bajar los brazos ni hay que ser derrotistas, sino que hay que tomar impulso, sin dar ningún paso para atrás. Todos los derechos conquistados tenemos que seguir defendiéndolos y conquistar nuevos derechos, pero que eso siempre sea en beneficio de esas mayorías que defendemos.
¿En qué medida el caso español reciente puede ser una brújula frente al derrotismo, al ver que las izquierdas pueden lograr coaliciones e, incluso, una victoria que parecía escaparse?
Yo lo seguí muy de cerca, es verdad que allí confluyeron diferentes temas y no fue fácil la integración en la izquierda que tiene muchas diferencias. Hay veces que uno se da cuenta de que los problemas son más al nivel de las personas que de las ideas. Entonces hay que ver cómo podemos superar esos sesgos que todos tenemos para realmente poder trabajar por un plan o un bien común, que es superior y que trasciende a las personas. Luego, también es preciso ampliar o encontrar roles y cuáles son los mensajes que debemos transmitir. En eso el ex Presidente Zapatero ungió un rol fundamental, en donde él, sin presentarse a ningún puesto, sólo defendía al Presidente actual y su legado.
Creo que, a veces, nos pasa que dejamos de trabajar en equipo; en eso, el PSOE junto con Sumar y los espacios de Podemos finalmente lo lograron, como un engranaje en donde cada uno tenía su rol y su papel, más allá de las diferencias que tienen. Es así como vamos a poder lograr vencer a la derecha y superar los grandes desafíos que tenemos. Y también vale para la integración regional y el acuerdo entre países. Es muy difícil hoy en día ganar una elección de manera unilateral, sacar adelante un país o resolver los problemas que tenemos en la región.
¿Hasta qué nivel de coaliciones se podría llegar para impedir una hipotética victoria de Milei?
Hay que impedirlo con todas las herramientas de la democracia que tenemos. Debemos entender la reacción y la elección de la ciudadanía que está votando y que está eligiendo; y también entender que no es una gran mayoría. Si bien ahora estamos hablando de una elección de tercios, entonces, hay un gran, gran porcentaje de personas, entre 11 y 13 millones de personas que no fueron a votar. ¿Qué pasa también con esas personas que no han querido expresar su voto? ¿Qué pasa con las personas que eligen votar a la extrema derecha?
Lo que nos tiene que convocar al final es seguir luchando y defendiendo lo que creemos: darle respuestas a la gente para que puedan vivir mejor, para que puedan ser felices y para que realmente nos podamos desarrollar en igualdad de condiciones y siendo libres. La libertad viene entendida y eso es pudiendo también tener al alcance las herramientas para desarrollarte como ser humano en un país tan maravilloso como lo es la Argentina, en América Latina y el Caribe. Forjar ese sueño y esa idea, eso es por lo que peleamos.
Nosotros tenemos una complicación que lo hace más difícil –a diferencia del caso español– que es la situación económica y, sobre todo, la situación macroeconómica producto de la irresponsabilidad del Gobierno de Macri que tomó un préstamo que nos dejó este lastre de más de 44.000 millones de dólares. Ese condicionante es un gran peso que tenemos. Pero nuestro candidato a Presidente está trabajando día y noche, no solamente representando la mejor opción de nuestro espacio, sino también trabajando como Ministro de Economía, dándole una respuesta a la gente en este contexto feroz, que nos dejó la pandemia, las guerras, la sequía, ese préstamo del FMI. Estoy convencida de que vamos a poder encontrar una salida.