Poner a prueba la guerra civil, una conversación con Quentin Deluermoz y Jérémie Foa

Trabajo interdisciplinar, el libro editado por Quentin Deluermoz y Jérémie Foa explora la guerra civil como un momento de incierta rearticulación de las normas implícitas que sostienen una sociedad. Desde las guerras de religión hasta los conflictos en Ucrania y Colombia, el libro examina lo que persiste, cambia o se derrumba bajo la incertidumbre.

Quentin Deluermoz y Jérémie Foa (dir.), Épreuves de la guerre civile, París, Éditions de la Sorbonne, «Homme et société», 2022, 334 páginas, ISBN 9791035107963

Son especialistas en periodos separados por casi tres siglos. ¿Cómo se les ocurrió la idea de reunir a modernistas y contemporáneos? Siempre que el enfoque cronológico sea amplio, ¿por qué no incluir a especialistas en historia medieval (con la excepción de Patrick Boucheron, quien firma el prólogo) e, incluso, en historia antigua?

Jérémie Foa

Teníamos la idea de quedarnos en las áreas que ambos conocíamos: los siglos XVI y XIX, hasta el siglo XX. Una figura que nos parecía muy importante para pensar en la guerra civil tal como la entendíamos era el Estado, que no existía en el sentido moderno del término en la época medieval ni en la Antigüedad. No queríamos caer en una descripción tan amplia que resultara blanda y poco rigurosa. Circunscribir el estudio a épocas en las que la institución central en su forma estatal era poderosa nos permitió comparar las situaciones.

Quentin Deluermoz

Ya habíamos trabajado juntos en la Comuna de París (1871): Jérémie Foa me había acompañado en una investigación sobre la usurpación de funciones públicas. Su perspectiva del siglo XVI me reveló cosas que no pude ver en los archivos. Por ejemplo, era muy sensible a las cuestiones de nombres: exprefecto de Policía, exarzobispo… Por otra parte, la abundancia (relativa) de fuentes en el siglo XIX permitió realizar investigaciones que eran imposibles para las Guerras de Religión en el siglo XVI, sobre las trayectorias sociales de los actores ordinarios, por ejemplo, lo que planteó otras cuestiones. De ahí, surgió la idea de proseguir este fructífero encuentro.

Sin embargo, lo que nos une también es una aproximación a la historia bien nutrida de ciencias sociales, que nos permite movernos en distintos terrenos y cruzarlos. En el libro, se aborda «a ras de piso» la experiencia de guerras civiles que presentan similitudes reales a la vez que se sitúan en épocas diferentes, pero era necesario circunscribir el tema: de ahí, el límite cronológico moderno y contemporáneo que Jeremías motivó. Esta barrera no es tan original. Como nos decía recientemente el medievalista Jean-Claude Schmitt, si hay una frontera en la historia que rara vez se cruza, incluso en los enfoques interdisciplinarios, hablamos del siglo XVI. El prólogo del medievalista Patrick Boucheron pretende presentar la pertinencia del cuestionario para periodos anteriores (desde la Antigüedad hasta la Edad Media) y, de este modo, sugerir pistas para futuras investigaciones, al mismo tiempo que permite centrar el estudio colectivo en el periodo posterior al siglo XVI.

En Europa, parece que el paradigma de la guerra civil sufrió una transformación en el siglo XVI. ¿Se le puede atribuir esto a las guerras de Italia o a las Guerras de Religión o existe un vínculo entre ambas?

Jérémie Foa

Por supuesto que existe un vínculo entre ambos. Las guerras italianas marcaron un momento de embrutecimiento de las sociedades europeas, como ha demostrado Jean-Louis Fournel. Los franceses que fueron a luchar a Italia incorporaron prácticas de violencia en Italia que, más tarde, se encontrarían en las Guerras de Religión. Este vínculo también es importante en la construcción de una forma de concebir el Estado. El pensamiento de Maquiavelo o de Guichardin se utilizó en el contexto de las Guerras de Religión para reflexionar sobre el vínculo entre la razón de Estado y otros imperativos, como la moral o la religión.

¿Han transformado los acontecimientos del periodo ultracontemporáneo -desde la guerra civil libanesa hasta el genocidio tutsi en Ruanda- la forma en la que los historiadores trabajan sobre la guerra civil?

Quentin Deluermoz

En primer lugar, hay que señalar que, en esta obra, nunca nos encontramos con una situación de guerra civil químicamente pura simplemente porque las definiciones varían. Por eso, adoptamos un enfoque relacional y pragmático que se centra en las dinámicas de la guerra civil: éstas van desde el conflicto armado declarado como tal hasta «formas paroxísticas de cuestionar lo taken for granted, lo que establece la sospecha en el corazón de lo familiar», por utilizar la expresión de Laurent Gayer en relación con un estudio de un distrito de Karachi, Pakistán. Esta rejilla de lectura permite considerar situaciones de destrucción casi total de los órdenes sociales anteriores, como en Yugoslavia en la década de 1990, y otras en las que dichos órdenes, afectados y transformados, resultan menos radicalmente dañados, como durante la «guerra después de la guerra» en la España de los años 1939-1950.

Obviamente, la guerra civil libanesa (1975-1990) y el genocidio tutsi de Ruanda han hecho visibles la presencia e importancia de estas situaciones y han contribuido a esta definición abierta. Su actualidad, escala e intensidad han exhortado a las ciencias sociales a reconsiderar las situaciones de guerra civil, las divisiones sociopolíticas y, más ampliamente, a considerar la cuestión de la violencia y la incertidumbre. Ésta, por ejemplo, ha transformado la forma en la que los investigadores contemplan una masacre de vecinos que, como ha demostrado Hélène Dumas1, no se correspondía con ninguna de las formas o reglas tácitas que se habían considerado relevantes anteriormente. Esto ha llevado a antropólogos, sociólogos e historiadores a cuestionarse una serie de consideraciones, incluido, a su vez, el estudio de los conflictos desde la antigüedad.

Jérémie Foa

Patrice Chéreau, en La Reine Margot, es quien mejor muestra este entrecruce de épocas. Mientras rodaba Saint-Barthélémy, contemplaba imágenes de la limpieza étnica en la antigua Yugoslavia y del genocidio de los tutsis en Ruanda. El trabajo de Hélène Dumas sobre Ruanda me ha permitido, personalmente, aplicar una reflexión sobre la masacre de vecinos el día de San Bartolomé. Sobre el tema del Líbano, las imágenes de la guerra civil libanesa fueron omnipresentes durante los años de formación de la generación de investigadores a la que pertenecemos. Era la actualidad cotidiana de los años 80, sin dejar de ser una forma de «sufrimiento a distancia», como dice Luc Boltanski2, vivida a través de la televisión.

El hilo conductor de las contribuciones de este libro es el modo en el que la guerra civil es un momento en el que todo lo que era ordinario en una sociedad se convierte en sospechoso. Se establece una nueva gramática semiótica: se trata de sobresignificar la pertenencia a un bando o, por el contrario, de enmascararla mediante gestos que antes no se cometían. ¿Puede volver a hablar sobre esta intuición inicial y sobre cómo se ilustra en diferentes casos?

Quentin Deluermoz

Esta atención a la explicitud procede, en primer lugar, de las reflexiones de Jérémie Foa sobre la guerra civil en el siglo XVI, antes de perfeccionarse a medida que avanzaba nuestro diálogo. La idea principal es que la guerra civil es un momento en el que todo lo que era «normal» (que sólo lo parece a posteriori) deja de serlo, deja de funcionar: desde los acentos hasta las formas de vestir, pasando por las marcas de pertenencia religiosa. El objetivo de esta hipótesis es doble: por un lado, comprender mejor lo que está en juego en una guerra civil; por otro, revelar el orden social tácito en el que vivimos y respiramos sin prestar nunca toda nuestra atención.

La idea principal es que la guerra civil es un momento en el que todo lo que era «normal» deja de serlo.

Quentin Deluermoz

El éxito de este proyecto radica en el hecho de que todos los colaboradores aceptaron aplicar esta rejilla analítica en su campo y ponerla a prueba. Los momentos de la guerra civil se ven reveladores, momentos de explicitación de usos y costumbres sociales: una identidad religiosa que había sido relegada a la esfera privada se convierte, de repente, en un marcador esencial. Y uno de los cambios importantes que surgieron en el transcurso de los intercambios es que, también, son momentos en los que se establecen nuevas normas tácitas (por ejemplo, nuevos hábitos de vida o el uso de nuevas categorías de identificación social, como «blanco» y «rojo» en la Ucrania de los años 1918-1920). Hay una explicitación y reconstrucción de lo implícito, pero, esta vez, se caracterizan por su inestabilidad. Ésta es la diferencia con lo que los sociólogos llaman, para los tiempos supuestamente «normales», «sentido común» y «apoyarse en la institución». El sentido de los periodos de guerra civil será, para las víctimas o las poblaciones, escapar de la muerte o estabilizar reglas comunes, cuya pertenencia no radica en todos y que permanecen en constante cambio.

Jérémie Foa

Uno de los puntos originales de esta reflexión es la sociología pragmática y, en particular, la obra de Luc Boltanski. Su concepto de incertidumbre nos permitió abordar la guerra civil no de forma esencialista, partiendo de una definición, sino desde un ángulo procesual: no nos preguntamos qué es la guerra civil, sino qué hace la guerra civil (considerándola como un momento que provoca incertidumbre en el tejido social y, por lo tanto, a través de las tácticas con las que se intenta reducir esta incertidumbre). El artículo de Sophie Wahnich desarrolla, así, una lectura de la Revolución Francesa como un momento de crisis de confianza. En torno a estos conceptos de incertidumbre y confianza, proponemos una rejilla analítica para preguntarnos qué hace que la guerra civil colapse lo que nos parece obvio en tiempos de paz. Tomamos la guerra civil como un laboratorio de lo obvio, como una revelación de lo que, en tiempos «normales», tiene lugar sin estar sujeto a ninguna duda o desconfianza. La hipótesis fundacional de este libro es que la guerra civil es un momento en el que todas esas cosas implícitas que nos han permitido vivir juntos, al menos, desde el siglo XVI, se debilitan, se exponen, se cuestionan y se hacen explícitas. Básicamente, nos interesaban los procesos de reflexividad creciente en la crisis (explicitación), así como los fenómenos de «regresiones hacia el habitus» (Michel Dobry). Así, les propusimos a nuestros colaboradores trabajar sobre cuatro cuestiones fundamentales: sobre las personas, sobre las palabras, sobre el espacio y sobre las cosas.

En tiempos normales, existe una especie de tautología de la existencia: una prenda es una prenda; un barril es un barril. Cuando surge la incertidumbre, un barril siempre puede esconder a un traidor o una bomba o una prenda siempre puede ocultar una identidad oculta. Toda una serie de hechos y fenómenos que normalmente no se cuestionarían se convierte en objeto de duda. El sociólogo estadounidense Harold Garfinkel intentó reproducir este tipo de crisis en el laboratorio pidiéndoles a sus alumnos que hablaran con sus padres como si fueran extraños, que hicieran implícita a su familia, que problematizaran la extraordinaria vida cotidiana. Cuestionar lo obvio en una situación normal es exponerse a que piensen que uno está loco, a que lo etiqueten a uno de anormal. En tiempos de paz, pedirle a alguien que revele su identidad, exigirle registrar su bolso, revisar lo que lleva debajo de la ropa no es normal. Como muestra Luc Boltanski3, en una situación de guerra civil, este ultraescepticismo o proliferación de investigaciones, que podría pasar por paranoia en una situación ordinaria, ya no es locura, sino prudencia. También, los límites de lo normal y de lo patológico son lo que se desplaza en la guerra civil.

La situación que describe es una en la que ya hay guerra civil. Pero, ¿cómo se entra en una guerra civil?

Quentin Deluermoz

Su pregunta es muy importante porque la búsqueda de los orígenes es un clásico de la historia. Sin embargo, plantea un problema. Presupone una definición estable (y esencializada) de en lo que uno «entra» y su elección guía la interpretación de los hechos. Por ejemplo, para la Comuna de París, que conozco mejor, no propondrá la misma interpretación si parte de la guerra franco-prusiana de 1870 (la Comuna sería, entonces, el resultado de la contingencia) o de los movimientos de «reuniones públicas» de finales de la década de 1860 (esta vez, sería el producto de un movimiento político y popular). Para evitar este problema, sin renunciar a la explicación, los investigadores de Historia y Ciencias sociales movilizaron el llamado enfoque procesual, que es el que se utilizó en el libro. Para analizar el surgimiento de estas nuevas situaciones, se distingue entre «condiciones de posibilidad», que no conducen necesariamente a un cambio brusco, elementos desencadenantes y, por último, la propia dinámica de la crisis, con su propia eficacia transformadora. Básicamente, el cuándo y el por qué se explican por el cómo. Esto permite también pensar en la manera en la que el pasado persiste o se transforma en el presente de la crisis o, en este caso, de la guerra civil, pero también ser sensibles ante los momentos en los que lo evidente se desgarra. Por último, nos invita, como dijimos, a aprehender las lógicas específicas de este nuevo universo de significados y prácticas, muy particular, al que conduce este proceso.

Jérémie Foa

La cuestión del origen no nos ha resultado problemática. También lo veo en la masacre de San Bartolomé, donde la cuestión del origen movilizó energías desproporcionadas en relación con los resultados que produjo. Ampliando lo que decía Quentin, al neutralizar esta cuestión de la causa, de la chispa (que, por supuesto, aún es una cuestión legítima), preferimos situarnos en el momento en el que los actores lo dicen o lo sienten e intentar matizar los momentos que atraviesan. Por supuesto, no todos los actores consideran que están en una guerra civil; así ocurrió, por ejemplo, en la Revolución Francesa. Cuando algunos observadores hablan de guerra civil, otros prefieren describir los acontecimientos como disturbios, motines, rebelión, «guerra de bandas», etcétera. Al negarnos a partir de una definición impuesta desde arriba, preferimos situarnos a ras de piso, en el momento mismo en el que los actores consideran que se encuentran en una situación de incertidumbre radical con respecto al conjunto de lo que podrían vivir y hacer cotidianamente.

¿El intento de comprender históricamente la guerra civil permite definir mejor la guerra «clásica»? ¿Es muy porosa la línea que separa ambos fenómenos?

Jérémie Foa

En realidad, creo que hay un largo continuo entre estos dos estados de «guerra». En estado químicamente puro, son dos fenómenos radicalmente opuestos. Teóricamente, una guerra en sentido clásico (se hablaba de «guerra justa» en la Edad Media) enfrenta a dos Estados o países que no se reconocían previamente como miembros de una misma comunidad. Del mismo modo, la guerra clásica tiene lugar en un tiempo supuestamente enmarcado, en un lugar circunscrito, a lo largo de un frente en el que luchan personas designadas para el combate, mientras que, en la retaguardia, continúa una vida social que protege a civiles, mujeres y niños en un refugio más o menos seguro. En la guerra civil, estas distinciones entre frente y retaguardia, amigo y enemigo, civil y combatiente, las temporalidades del combate, la dimensión reconocible del enemigo, todo ello se desbarata. Así, durante las Guerras de Religión, se puede luchar en una calle, en una habitación, matar a alguien en domingo o por la noche, atacar a mujeres o niños, desarmar pueblos, etcétera. Todas estas divisiones son las que la guerra civil desplaza. Sin embargo, cuanto más nos acercamos al terreno a través de los estudios de caso, más se difumina esta oposición teórica.

Quentin Deluermoz

Las aclaraciones de Jeremías son importantes para comprender los fenómenos observados e identificar las cuestiones en juego. También sirven para recordarnos que las guerras civiles rara vez funcionan de forma aislada, aunque se definan de forma más estricta (por ejemplo, siguiendo a Jean-Clément Martin en su contribución, como una dinámica que divide a una comunidad que antes se consideraba unida y que está provocada por la competencia de grupos que luchan por el control del poder y el ejercicio de una violencia considerada legítima). Muchas veces, se combinan con guerras internacionales, a veces, con procesos de limpieza étnica o con una voluntad de destrucción de una parte de la población y, otras veces, por el contrario, con una dinámica revolucionaria portadora de un proyecto de justicia social y de igualdad popular. Una parte de un país puede estar en paz y otra en situación de guerra civil o secesión, como ocurrió en México a finales del siglo XX. Cada uno de los casos explorados en el libro es un recordatorio de este entrelazamiento de situaciones, que explica los conflictos entre bandos por la denominación de la situación: «guerra civil», «guerra», «lucha contra el crimen», «acción terrorista», «sucesos», «revolución», etcétera.

Las formas de la guerra «convencional» han cambiado en las últimas décadas: son menos convencionales, menos lineales, más irregulares.

Quentin Deluermoz

La investigación debe permanecer atenta a estas realidades plurales y a estas luchas por el sentido. En otras palabras, trabajar sobre las guerras civiles es, a la vez, poder distinguirlas de la guerra convencional, y, por lo tanto, incluso, definir esta última, pero también es permitirnos captar mutaciones que no corresponden a las categorías clásicas de guerra y paz forjadas en los siglos XIX y XX. Esto se aplica tanto en el pasado como en el presente. Las formas de guerra «clásica» han cambiado en las últimas décadas: son menos convencionales, menos lineales, más irregulares. Y, al derrumbarse los perímetros, se rompen las distinciones. El enfoque que se adoptó en el libro y la diversidad de los casos tratados pueden ayudar a comprender mejor, utilizando el lenguaje de los sociólogos Dominique Linhardt y Cédric Moreau de Bellaing4, la forma en la que se entrelazan la guerra y la paz, el derecho y la violencia, el interior y el exterior.  

Si la cuestión de la entrada en guerra civil puede neutralizarse, no puede decirse lo mismo de la salida de la guerra civil. ¿Cómo se produce el regreso, aunque sea parcial, a la normalidad?

Jérémie Foa

Esta cuestión nos movilizó más porque implica la cuestión de la institución, según Boltanski, como reductor de incertidumbre. ¿Cómo se recrea la certidumbre? Los autores del libro se interesaron por diversos procesos de institucionalización que pretenden ponerle fin a la inestabilidad y contribuir, así, a la pacificación. La institución, un Estado fuerte, por ejemplo, es lo que restablece el poder tautológico del lenguaje, los objetos, las normas y las monedas. Un ejemplo de institucionalización es el diccionario: el establecimiento de un significado circunscrito para las palabras («un penique es un penique»; «un repollo es un repollo») frente a la proliferación semántica de palabras que ya observó Tucídides durante la Guerra del Peloponeso. Otro ejemplo: los documentos de identidad (que dicen que las personas son lo que dicen ser) o un sello estatal; todos esos procesos de certificación que evolucionan tecnológicamente en la historia. En lugar de centrarnos en las grandes decisiones de paz desde arriba, favorecimos, de nuevo, una observación, a ras de piso, de los procesos de institucionalización que conducen a un retorno gradual a la paz.

Quentin Deluermoz

Desde hace varios años, el estudio de las salidas de la guerra se ha desarrollado mucho en historia –pienso, en particular, en los trabajos de Bruno Cabanes–; los trabajos sobre las salidas de la guerra civil serían bastante importantes, en la medida en que se plantea la cuestión de la institución, de la adecuación de las palabras a las cosas, del restablecimiento de la confianza en las rutinas o de la aceptación de las tensiones en un marco pacífico. Es decir, un cambio, una vez más, de orden antropológico. El ángulo que se toma en el libro puede dar algunas pistas sobre cómo entender esta difícil labor de sutura en el plano político y jurídico, pero, también, en el social, cultural e íntimo. Elisabeth Claverie muestra, por ejemplo, la importancia del Tribunal Penal Internacional en la salida de la situación de la guerra civil en Yugoslavia en los años noventa (y de la dificultad de aplicar categorías jurídicas en el desorden absoluto que había entonces). Sin embargo, los capítulos también nos recuerdan que la cuestión de la distinción entre el antes y el después, entre lo ordinario y lo extraordinario se entreteje, con frecuencia, con las continuidades. Así, incluso cuando existen marcadores claros para señalar política y simbólicamente el final de la guerra civil, el trauma, ya sea individual o colectivo, indica la persistencia del sufrimiento en el mundo posterior. En su famoso libro sobre la separación de la India y Pakistán en 1947, la antropóloga Veena Das5 mostró el poder del sufrimiento psicológico e íntimo que repercute en las relaciones personales, en los cuerpos y en las palabras mucho tiempo después de los hechos (a veces, incluso, durante varias generaciones).  Muchos capítulos del libro toman en cuenta estas continuidades. Otros plantean la cuestión del final de la guerra civil, en los casos en los que dura varias décadas, como en Líbano, o cuando esta «salida» nunca llega a promulgarse o a hacerse efectiva, como en el Urabá colombiano. La decadencia sostenible también es un posible resultado de las salidas de la guerra civil.

Aunque Patrick Boucheron, quien cita a Nicole Loraux en su prefacio, recuerde las virtudes de un cierto uso del anacronismo, el ejercicio es siempre peligroso para la disciplina histórica, más aún cuando se trata de aplicar conocimientos históricos en el análisis del presente. Sin embargo, la manifestación del 8 de enero de 2023 en Brasil, como, quizás, la del 6 de enero de 2021 en Washington, reaviva el espectro de la guerra civil en el presente político de ciertos países. ¿Qué perspectiva pueden aportar las contribuciones de los Épreuves de la guerre civile para estos acontecimientos contemporáneos?

Jérémie Foa

Como bien dice, la historia no da lecciones y, cuando las da, siempre podemos tomarnos la libertad de decidir seguirlas o no. No da lecciones, pero arroja luz sobre las opciones, por lo que creo que el marco de lectura que nuestro libro propone para las guerras civiles del pasado puede tener cierta relevancia en el presente. 

La historia no da lecciones, pero arroja luz sobre las opciones.

Jérémie Foa

Quentin Deluermoz

La diversidad de las escenas tratadas en el libro ya nos recuerda que, en realidad, a escala mundial, estas situaciones de discordia y desgarre son recurrentes. Dicho esto, es cierto que el contexto en el que vivimos desde hace treinta años, marcado por el aumento de las desigualdades, la crisis medioambiental, el auge de los nacionalismos, la desconfianza en las instituciones representativas y el éxito de las teorías conspirativas en las redes sociales, explica, en parte, por qué, en los dos países que menciona, Brasil y Estados Unidos (pero hay otros), las poblaciones acaban por dividirse en bandos que parecen irreconciliables, bandos que socavan los principios de la democracia liberal aceptados hasta ahora (como admitir la derrota en las elecciones). Por el momento, sin embargo, se mantienen bien. En este sentido, Les épreuves de la guerre civile saca estas situaciones «extra-ordinarias» del ámbito de lo excepcional y nos recuerda, por desgracia, su regularidad. Ofrecen un medio de familiarizarse con universos en los que nada «se da por sentado», de estar atento a las mutaciones contemporáneas, pero, también, a la necesaria descentralización de los puntos de vista. Como nos recuerda el escritor sirio Yassin al haj Saleh en un reciente número de la revista Sensibilités, a la que pertenezco, desde el punto de vista de Siria y de Oriente Medio, el funcionamiento normal del mundo es un estado reservado para las sociedades llamadas occidentales, que, en sus regiones, se asemeja a una especie de ficción lejana. 

¿Hay algún conflicto o tema que le hubiera gustado tratar en este libro y que se haya quedado de lado?

Quentin Deluermoz

Mucho, por supuesto. El espacio subsahariano, antiguo o pasado, está demasiado ausente de nuestro panorama. En cuanto al siglo XIX, con el que estoy más familiarizado, las guerras civiles españolas de principios de siglo o, en especial, la Guerra Civil estadounidense (1860-1865) habrían merecido obviamente una pequeña mención. Por lo demás, se abordan numerosos aspectos que no platicamos aquí, como el papel de la conflictividad y sus efectos en las posiciones políticas abordadas por Malika Rahal para la Argelia de finales de los años ochenta. Sin embargo, me parece que la cuestión del derecho o de los imaginarios, sin estar siempre ausente (como se muestra en el capítulo sobre Karachi o sobre el fortalecimiento del Estado tras las guerras civiles del siglo XVI), habría merecido un mayor desarrollo. Además, incluyo, para la época contemporánea, el papel de los actores internacionales (ONGs, medios de comunicación, Estado o comunidad de Estados). Hay que recordar, no obstante, que el libro pretende exponer los hitos y abrir interrogantes. Como señalamos en la introducción, el trabajo de comparación, aunque, ahora, es posible gracias al enfoque, sigue pendiente de una aplicación más concreta.

Jérémie Foa

Evidentemente, los hay. Pienso, en particular, además de en lo que se acaba de mencionar, en la Fronda del siglo XVII y en Irlanda en el siglo XX. La serie de estudios de caso sigue abierta y podría ampliarse. Sobre todo, estas cuestiones, tal como las hemos construido a partir de nuestros respectivos enfoques de las Guerras de Religión y de la Comuna, también se beneficiarían, creo, al ser cuestionadas y afinadas por una ampliación de los casos estudiados.

La «guerra civil» (temida, fantaseada o preparada) es un tema muy puntual en el imaginario de la derecha radical. ¿Cómo puede explicarse eso? ¿Podría derivarse del sentimiento de haber sido «derrotado» por la Historia? ¿Se vería como una situación que sólo la confrontación violenta podría revertir?

Jérémie Foa

Tienes razón; el fantasma de la guerra civil recorre el pensamiento de la extrema derecha. Podemos verlo todos los días en los canales de noticias de Francia y Estados Unidos. Para volver a los orígenes de la extrema derecha contemporánea, podemos ver que Edouard Drumond o Charles Maurras estaban obsesionados con el día de San Bartolomé y por la idea del enemigo invisible en el seno de la sociedad. Esta obsesión está presente en Éric Zemmour, quien también establece un paralelismo entre el protestantismo y el islam, dos «partidos invisibles» que amenazan a Francia desde adentro al pretender extraer lecciones de las decisiones que tomaron Catalina de Médicis, Richelieu y, luego, Luis XIV para luchar contra los reformados. El paradigma de la guerra civil oculta está en el corazón del pensamiento de extrema derecha.

El fantasma de la guerra civil ronda el pensamiento de la extrema derecha.

JÉRÉMIE FOA

Quentin Deluermoz

Hay que recordar, sin embargo, que la denuncia de la guerra civil no es exclusiva de la derecha. Es un motivo que se encuentra desde la antigüedad. Como ha demostrado el historiador Jean-Claude Caron, en la Francia del siglo XIX, la guerra civil es la figura del mal absoluto a la que se refieren los diferentes bandos porque significa la negación de la concordia. Así, fue utilizada por las autoridades para unir a la población en torno a ella o por los insurgentes para denunciar un poder asesino de masas y deseoso de conservar sus posiciones; se movilizó tanto a la izquierda como a la derecha con intenciones evidentemente diferentes. La versión más visible, hoy en día, en Francia, Estados Unidos y otros lugares (se trata, en efecto, de un fenómeno transnacional), es la de la derecha radical. Este discurso denuncia, a veces, una guerra civil de narcotraficantes y delincuentes contra gente honrada y, otras veces, una lucha civilizatoria y, otras veces, una auténtica guerra racial. Estas descripciones fantaseadas se apoyan en una perspectiva bastante clara: pretenden responder a un regreso al orden, a un endurecimiento autoritario del poder (demasiado «blando»), al fin de la intolerancia considerada culpable y a una imposición firme de las normas sociales, raciales y culturales consideradas esenciales. En este sentido, se trata de un discurso clásico de extrema derecha. El libro también recuerda cómo esta noción de «guerra civil» puede instrumentalizarse, en las zonas estudiadas, dentro de las luchas políticas.

Notas al pie
  1. Hélène Dumas, Le génocide au village : le massacre des Tutsi au Rwanda, Paris, Éditions du Seuil, 2014
  2. Luc Boltanski, La souffrance à distance. Morale humanitaire, médias et politique, Paris, Métailié, 1993.
  3. Énigmes et complots : Une enquête à propos d’enquêtes, Paris, Gallimard, 2012
  4. Dominique Linhardt, Cédric Moreau de Bellaing, «Ni guerre, ni paix. Dislocations de l’ordre politique et décantonnements de la guerre», dans Politix, n°104, 2013/4, p. 7-23.
  5. Veena Das & al., Remaking a World Violence, Social Suffering, and Recovery, Berkeley, University of California Press, 2001.
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