Doctrinas de la China de Xi Jinping

¿Una nueva Guerra de Invierno?

Los comentarios de Qin Hui ofrecen una perspectiva china especialmente original sobre la invasión de Ucrania. David Ownby nos presenta aquí una de sus tesis en el momento del principio de la guerra: el riesgo de que Ucrania se convierta en una nueva Finlandia.

Autor
David Ownby
Portada
© AP PHOTO/NOAH BERGER

Cuando este artículo se publicó en la versión china del Financial Times el 10 de abril de 2022, las fuerzas ucranianas, entonces aisladas en Mariupol, llevaban más de cuarenta días luchando a la espera de que llegara la ayuda. Este es el cuarto comentario de Qin Hui en una serie de artículos sobre el conflicto en Ucrania.

Qin Hui (nacido en 1953), que enseñó en la Universidad de Tsinghua hasta su reciente jubilación, es historiador y uno de los intelectuales públicos más destacados de China. Qin me envió un correo electrónico a principios de marzo pidiéndome que tradujera una serie de textos que está escribiendo sobre la invasión rusa de Ucrania, que se están publicando en FT Chinese. La voz de Qin es ciertamente única en China, y quizás en el mundo. Desde entonces he sabido que FT está editando los textos de Qin, suavizando algunas de las asperezas y las críticas implícitas a Xi Jinping, y Qin nos pidió que tradujéramos sus textos originales en lugar de las versiones editadas -lo que hacemos aquí-.

Inicialmente, la guerra de Ucrania generó una gran cantidad de comentarios entre los intelectuales públicos chinos, algunos simplemente explicando el contexto histórico y geopolítico del conflicto, otros previsiblemente apoyando las declaraciones del gobierno chino, y otros escépticos o ligeramente críticos. En este contexto, los textos de Qin Hui son extremos y poco representativos. Su objetivo es triple. En primer lugar, quiere demoler por completo todas las justificaciones de la invasión rusa, ya sean ofrecidas por Putin o por los admiradores de Putin en China. En segundo lugar, quiere recordar a sus lectores las similitudes entre Putin y Hitler, y entre Rusia y la Alemania nazi, para subrayar que la Tercera Guerra Mundial es una posibilidad real. Y en tercer lugar, denuncia el apaciguamiento occidental y el apoyo chino a la guerra de Rusia en Ucrania (recordando incluso a Xi Jinping que Putin condenó a Lenin y al comunismo).

En el texto traducido aquí, Qin continúa explorando los paralelos entre la situación actual y la historia de la Segunda Guerra Mundial, en particular el fascinante episodio de la «Guerra de Invierno» entre la Unión Soviética y Finlandia en 1939-1940. Las pretensiones soviéticas sobre Finlandia eran casi idénticas a las rusas sobre Ucrania, y Rusia poseía una superioridad militar similar y suponía que la invasión sería pan comido. Sin embargo, al igual que los ucranianos, los finlandeses se defendieron con valentía —en gran medida solos, porque las potencias europeas estaban asustadas y ocupadas de otro modo—, aunque la Unión Soviética acabó ganando, con grandes costos y una considerable vergüenza. Cuando Alemania se volvió contra la Unión Soviética, Finlandia trató de vengarse uniéndose a los alemanes y librando la «Guerra de Continuación» contra los soviéticos entre 1941 y 1944, en la que los finlandeses se defendieron bien, pero finalmente volvieron a perder contra los soviéticos, en gran medida debido a la política de apaciguamiento occidental.

El objetivo de Qin es recordarnos que la «resistencia valiente» no siempre conduce a la victoria y que las guerras tienen consecuencias que se prolongan durante años e incluso décadas.  En ausencia de una postura firme y decidida por parte de Estados Unidos y Europa, gran parte de la región entre Rusia y Europa Central puede convertirse en un barril de pólvora a punto de explotar.

Su línea podría resumirse así: Ucrania no es la República Checa ni la Polonia de la preguerra inmediata, pero aún puede convertirse en la Finlandia de la Guerra de Invierno.

Rusia lleva más de 40 días librando una guerra a gran escala contra Ucrania. Desde el principio he dicho que la guerra cambiaría la opinión de la gente, no por la ayuda que Occidente proporcionaría, sino por la valentía de los ucranianos. Los 40 días de guerra lo han confirmado. Kiev, la capital, y Kharkiv, la capital secundaria, ambas atacadas desde el primer momento, se han mantenido firmes bajo la tenaz resistencia de los ucranianos, desde el presidente hasta los soldados sobre el terreno. Las tropas rusas sólo han tomado hasta ahora una capital de provincia, Kherson, después de sufrir grandes bajas. Cabe destacar el caso de Mariupol, la capital de la zona controlada por los ucranianos en el Donbas, que fue atacada ferozmente al principio de la guerra y pronto quedó rodeada por una extensa zona ocupada por los rusos. Toda la ciudad quedó casi completamente destruida por el fuego de artillería, pero el ejército ucraniano, con sólo unos pocos miles de tropas regulares, ayudadas por 10 mil milicianos y voluntarios internacionales, sigue resistiendo y matando a un gran número dentro de las tropas invasoras, entre ellos el general de división ruso Andrey Sukhovetsky (1974-2022), el general de división Oleg Mityaev (1974-2022) y el vicealmirante Andrey Nikolaevich Paliy (1971-2022) de la Flota del Mar Negro.

A pesar del ultimátum ruso de rendición y del permiso concedido por el presidente ucraniano para evacuar, los soldados de Mariupol siguen luchando hasta la muerte. Se podría decir que, aunque Mariupol caiga, aunque los defensores estén agotados y abrumados, si evacuan o se rinden habrán conseguido una victoria moral y un milagro militar, mientras que el ejército invasor ha demostrado estar en bancarrota moral y ser militarmente incompetente, e incluso si en virtud de la superioridad absoluta toman esa ciudad aislada con sus montañas de huesos y su mar de sangre, ya están deshonrados por completo.

En la actualidad, aunque el ejército ruso se haya retirado de los alrededores de Kiev, no soy demasiado optimista sobre la situación general. Es cierto que la gente del mundo ve a Ucrania con un nuevo respeto, y que la euforia de los «fanáticos de Rusia» y la desesperación de los justos durante los primeros días de la guerra se ha invertido, de modo que los primeros están ahora estupefactos, y los segundos, optimistas. Sin embargo, sigo temiendo que los ucranianos, tras demostrar que no son los checos de 1938 ni los polacos de 1939, acaben inevitablemente como los finlandeses de 1940.

En referencia a los Acuerdos de Múnich de 1938 y la posterior campaña polaca de 1939.

Volvamos a la historia

La Guerra de los Cien Días entre soviéticos y finlandeses, también conocida como la «Guerra de Invierno», que duró del 30 de noviembre de 1939 al 12 de marzo de 1940, fue uno de los momentos trágicos de la Segunda Guerra Mundial. Después de devorar a los tres pequeños Estados bálticos, el colosal Imperio Rojo de la Unión Soviética lanzó una gran ofensiva contra la pequeña nación ártica de Finlandia y trató de aniquilar al ejército finlandés de un solo golpe y reclamar lo que una vez fue el «territorio histórico» del Imperio zarista (que es exactamente lo que Putin dice sobre Ucrania). También fue una guerra para «desmilitarizar» y «desnazificar» Finlandia (cualquiera que no le gustara a la Unión Soviética era un nazi): el líder comunista finlandés Otto Wilhelm Kuusinen (1881-1964), que vivía en Moscú en ese momento, ya había formado un gobierno soviético finlandés y estaba dispuesto a unirse a la Unión Soviética. 

En aquel momento, la Unión Soviética estaba tan segura de sí misma que su principal comandante, Kliment Yefremovich Voroshilov (1881-1969), afirmaba que la capital finlandesa podía ser tomada en seis días, y el cuartel general soviético llegó a advertir a sus oficiales y soldados que no cruzaran la frontera con Suecia (Finlandia está entre la Unión Soviética y Suecia) después de tomar toda Finlandia. Pero, inesperadamente, los finlandeses resistieron hasta la muerte con 200 mil defensores con el equipo más básico —no sólo no tenían tanques, sino pocas armas antitanque— frente a 1.2 millones de soldados soviéticos que formaban parte del segundo mejor ejército del mundo (después del de la Alemania nazi, que se consideraba invencible en aquel momento), que poseía un gran número de tanques, aviones y artillería pesada. Ése era el resultado de la unidad del pueblo finlandés, la valentía de los oficiales y soldados, su habilidad para luchar en regiones de frío extremo, la solidez de las fortificaciones y, sobre todo, la fuerza y la competencia del líder finlandés Carl Gustaf Emil Mannerheim (1867-1951), así como el hecho de que el ejército soviético acababa de perder un gran número de buenos oficiales en las sangrientas «Grandes Purgas» de Stalin, que afectaron a la calidad del ejército soviético. En los primeros días de la guerra, los finlandeses provocaron sorprendentemente que los soviéticos sufrieran repetidas derrotas y pérdidas, y mantuvieron la línea Mannerheim durante más de 50 días, lo que supuso una vergüenza para los soviéticos. 

La Línea Mannerheim era una línea de fortificaciones defensivas construida en el istmo de Carelia por Finlandia para protegerse de la Unión Soviética.

Como país democrático, Finlandia pidió repetidamente ayuda a las potencias democráticas de Europa Occidental, y Gran Bretaña y Francia simpatizaron, pero sólo de dientes para afuera, y se aferraron a su habitual política de apaciguamiento —y es cierto que estaban demasiado ocupados en su propia guerra contra Alemania para pensar en nadie más—, por lo que sólo ofrecieron una insignificante ayuda material. 

Finalmente, después de más de tres meses de amargos combates, con el envío de más tropas por parte de Stalin y un bombardeo implacable, el pequeño país de Finlandia se rindió, tras haber sufrido 70 mil bajas (26 mil muertos). Los soviéticos obtuvieron una dolorosa victoria con el alto precio de 320 mil bajas (127 mil muertos). Stalin, intimidado por la voluntad de resistencia de los finlandeses, abandonó su ambición de anexionar el país, instaló a Kuusinen como títere y «simplemente» hizo que Finlandia cediera territorio, pagara reparaciones y se desarmara (al igual que Putin hoy ha abandonado su ambición de eliminar Ucrania y destruir su ejército, y «simplemente» busca tierra y paz). Finlandia tuvo que aceptar la alianza y perdió toda su costa norte y su segunda ciudad más grande, Vyborg, así como gran parte de su territorio y población.

Kuusinen fue colocado por la URSS al frente de un efímero gobierno de la República Democrática Finlandesa en la ciudad fronteriza finlandesa de Terijoki (actual Zelenogorsk, en Rusia). 

Pero en el frente moral, la maltratada Finlandia se ganó la simpatía del mundo, y el milagro de la resistencia finlandesa se ganó aún más respeto. Cuando estalló la guerra soviético-alemana, mientras Gran Bretaña y Francia seguían con su política de apaciguamiento, Mannerheim, sediento de venganza, hizo un pacto con el diablo y cooperó con los alemanes en la «Guerra de Continuación» (en contraposición a la «Guerra de Invierno»), y las fuerzas finlandesas equipadas con alemanes no sólo retomaron su territorio perdido y atacaron Carelia (que se le había cedido a Rusia como resultado de la Guerra de Invierno), sino que avanzaron hasta las afueras de Leningrado.

Carelia es una república, un sujeto federal situado en el noroeste de Rusia.

Más tarde, cuando Alemania fue derrotada, Finlandia no tuvo más remedio que romper con Alemania en el último momento y volver a ceder ante los soviéticos. Sin embargo, como el comportamiento de la Unión Soviética durante la Guerra de Invierno había sido tan atroz, Finlandia seguía con hambre de venganza, Occidente se avergonzaba de su política de apaciguamiento, y todos se oponían a castigar a Mannerheim. Incluso la Unión Soviética se sintió secretamente culpable y, después de volver a exigirle a Finlandia territorio, reparaciones y neutralidad (hoy Ucrania también reclama que puede ser neutral), dirigió su atención a otra parte y dejó marchar a Mannerheim. En la Segunda Guerra Mundial, todos los que se aliaron con Alemania (incluidos los que renunciaron a la alianza en el último momento) fueron generalmente castigados como criminales de guerra. La única persona que no tuvo que rendir cuentas por sus crímenes, pero que sigue siendo considerada un héroe por el pueblo y celebrada por los historiadores del mundo, es ese hombre.

¿Se convertirá Ucrania en Finlandia? Los oscuros nubarrones de la guerra del Donbas 

¿Puede desaparecer la política de apaciguamiento mientras la agresión continúa? La respuesta a esta pregunta la tienen los líderes de los países actuales. 

Al igual que Stalin hizo ajustes tras el revés inicial de la guerra entre la Unión Soviética y Finlandia, Putin ha modificado su estrategia tras el revés inicial de la guerra entre Rusia y Ucrania.  El 25 de marzo, los rusos anunciaron que sus misiones en otros frentes estaban «básicamente completadas» y que en adelante se concentrarían en «liberar el Donbas». El asedio ruso a Mariupol y el bombardeo indiscriminado de civiles y soldados se intensificaron, y en la región de Luhansk, también intensificaron el asedio a la capital provisional ucraniana de Donetsk del Norte, visto especialmente en el ataque a su frontera noroeste, la pequeña ciudad de Rubinzhny, que está más al oeste, un intento evidente de cortar la retirada y destruir a los defensores ucranianos de la capital provincial provisional. 

Más recientemente, las tropas rusas han comenzado a atacar la estratégica ciudad de Slavyansk, en la zona controlada por Ucrania de la provincia de Donetsk, desde Ijum, cerca de Járkov, en un aparente intento de cooperar con la ofensiva hacia el oeste de las tropas rusas en el frente del Donbas, con el objetivo de rodear y destruir las principales fuerzas de los ucranianos del Donbas y ocupar las zonas restantes controladas por Ucrania de dicha provincia, incluida Kramatorsk, la capital provincial provisional. Mi conjetura es que Putin, que, en más de 40 días de guerra, sólo ha conseguido tomar una capital provincial, Kherson, además de su rabia y vergüenza, todavía quiere tomar las dos capitales provinciales temporales de la región del Donbas y apoderarse de todo el territorio de Donetsk y Luhansk, para lograr su objetivo recientemente declarado de «liberar el Donbas», sólo después de lo cual estará dispuesto a hablar de paz, tras haber desmembrado Ucrania y ocupado más territorio que antes del 24 de febrero. Para ello, Putin está dispuesto a utilizar decenas de miles de tropas rusas como carne de cañón y obtener un resultado del que pueda presumir ante sus súbditos, con el fin de permanecer en el trono y evitar el colapso de su gobierno y el juicio como criminal de guerra. 

Aunque la presión militar rusa sobre Kiev, en el norte, y Járkov, en el noreste, se ha reducido considerablemente, Ucrania y Occidente aún no se atreven a tomarse las cosas a la ligera, y empiezan a creer que las tropas rusas no se están retirando, sino que simplemente se están replanteando su despliegue. Los ucranianos, que siempre han estado en desventaja en términos militares, lograron los ilustres resultados de matar a ocho generales soviéticos y aniquilar a más de 10 mil tropas soviéticas, resistiendo al enemigo desde el interior de ciudades fortificadas sin abandonar demasiado territorio, pero sus pérdidas también han sido bastante cuantiosas.

A principios de abril, los rusos evacuaron efectivamente toda la región de Kiev, dejando atrás más armamento del esperado, y por vergüenza y rabia llevaron a cabo la horrible masacre de Bucha. Pero la fuerza ucraniana sólo recuperó su territorio perdido, y la otrora rumoreada guerra para aniquilar al ejército ruso en el norte no se materializó. Mientras se aliviaba el peligro de Mykolaiv en el sur, la contraofensiva de Kherson avanzaba con dificultad. El alivio del asedio de Kiev dio al ejército ucraniano más fuerza para rescatar Mariupol, y los refuerzos que se dirigen al sur también obtuvieron una victoria en Hulyaipole hace unos días, pero un vistazo al mapa muestra que todavía están a 144 kilómetros de Mariupol, y a pesar de su victoria, será difícil que las fuerzas ucranianas avancen, pues carecen de cobertura frente a la superioridad aérea de los rusos. Es difícil ser optimista en cuanto a que las fuerzas ucranianas aisladas en Mariupol, que llevan luchando más de cuarenta días, puedan resistir hasta que llegue la ayuda.

Evidentemente, los soldados y civiles ucranianos han ido más allá de las expectativas y han hecho todo lo posible por luchar heroicamente, pero aún no han podido cambiar el rumbo de la guerra. Todavía se encuentran en la fase estratégica de paralización del ejército ruso, y su contraataque es sólo táctico. Dada la moral nacional ucraniana, todavía debería haber una reserva de tropas. El problema es que el equipo aún no está disponible. Las misiles occidentales como los Javelins y los Stingers occidentales son muy útiles para defender las ciudades y bloquear el ataque del enemigo, y el apoyo de inteligencia e información occidental es crucial para los ataques de guerrilla del ejército ucraniano. Sin embargo, si el ejército ucraniano quiere pasar de una postura defensiva a una ofensiva, para destruir al enemigo en guerra abierta, los aviones, tanques y otras armas ofensivas son indispensables.

Si el ejército ruso de verdad se aferra a una campaña concentrada en el este, la densidad de las tropas en el frente aumentará, y ya no será como en la primera oleada de la guerra, con sus incursiones en paracaídas, sus ataques blindados y sus tropas aisladas, y las fuerzas ucranianas tendrán más dificultades para explotar su ventaja en las tácticas de guerrilla, con sus armas bien adaptadas que encuentran oportunidades para explotar. En otras palabras, los Javelins y los Stingers apenas pueden utilizarse para atacar ciudades y tomar territorios, e incluso los Starlights (o Starstreaks) y los Switchblades son armas defensivas. Para recuperar el territorio perdido y derrotar al ejército ruso, el ejército ucraniano no puede confiar en sus tácticas actuales. 

Durante la guerra de Afganistán, los muyahidines no necesitaron atacar las ciudades y ganar territorio, sino que se apoyaron únicamente en guerrillas armadas con Stingers para derribar helicópteros, y las tropas soviéticas se alejaron cojeando, derrotadas, porque no pudieron reemplazar lo que los afganos destruyeron. En la guerra de Vietnam, si bien Vietnam del Norte se equipó finalmente con un gran número de tanques soviéticos en la toma de Saigón, antes de esto fue el alto costo impuesto por la guerra de guerrillas lo que ahuyentó a los imperialistas estadounidenses. ¿Podrán los ucranianos hacer lo mismo? Me parece difícil. Tanto los vietnamitas como los imperialistas estadounidenses sufrieron pérdidas, pero el sistema democrático minó a las fuerzas norteamericanas porque no quiso soportar las bajas; Vietnam pudo permitirse la muerte de más de 900 mil voluntarios, pero después de 50 mil muertos, Estados Unidos perdió la voluntad de luchar. Cuando Afganistán y la Unión Soviética se encontraban en la misma situación, fue el avance de Gorbachov hacia la democracia lo que creó la misma presión antibélica. ¿Funcionaría esa estrategia si se enfrentaran a alguien como Hitler, a quien no le importaba cuánta gente muriera? Casi todas las zonas ocupadas por los nazis en la Segunda Guerra Mundial tuvieron movimientos de resistencia, como Tito en Yugoslavia, que recibió ayuda de los aliados occidentales en el Adriático (no de la lejana Unión Soviética) al final de la guerra, con más de 800 mil «partisanos» con tanques, aviones y fuerzas navales, pero la victoria final requirió la entrada de los soviéticos. Está claro que durante la Segunda Guerra Mundial ningún movimiento partisano sobrevivió a los nazis.

¿Pueden los ucranianos ganar ahora e infligir altos costos al ejército ruso? Si pueden, será con la ayuda del movimiento antiguerra ruso. En cuanto a la represión interna, he señalado que Putin todavía no es Hitler, pero es mucho más tirano que Gorbachov. El movimiento antiguerra en Rusia, que tuvo cierto impulso al principio de la guerra, está ahora moribundo, con más de 10 mil personas detenidas y la mayor parte de la élite antiguerra huyendo bajo la represión de Putin. Putin se ha visto acorralado por su propia desventura, y si pierde la guerra, se convertirá en un criminal de guerra, lo que le da aún más motivación para oponerse al movimiento antiguerra. Aunque se arrepienta, su única opción es encubrir sus primeros crímenes con otros aún mayores, y no admitirá fácilmente la derrota. 

Mucha gente dice que las sanciones de Occidente están golpeando fuerte, que la economía rusa está sufriendo y que las pérdidas de la guerra son inesperadamente altas, y de esto concluyen que Putin no podrá pagar el precio. Esto es cierto cuando comparamos a Rusia con Occidente, pero si comparamos a Rusia con Ucrania, mi sensación es que Ucrania está en una posición peor.  Después de todo, la guerra se está librando en territorio ucraniano y, tal y como están las cosas actualmente, no hay forma de que Ucrania haga retroceder la guerra.

Esto significa que, aunque su moral nacional sea alta, la guerra vaya bien y, en términos absolutos, las pérdidas de la guerra hayan sido menores para Ucrania que para Rusia, no obstante, las bajas civiles, las pérdidas económicas y el desgaste nacional son ciertamente mucho más graves en Ucrania que en Rusia. Las pérdidas en las que incurre Rusia debido a las sanciones occidentales, aunque son cuantiosas, son, al fin y al cabo, temporales, y en cuanto se levanten las sanciones, la economía mejorará, y hay quienes en Occidente han defendido todo el tiempo la eliminación de las sanciones en cuanto Rusia acceda a un cese al fuego. Pero gran parte de las ciudades ucranianas han sido bombardeadas hasta convertirse en escombros, y la pérdida de infraestructura y de capacidad de fabricación (el pilar de la economía ucraniana) no puede reconstruirse en un par de años. 

Mucha gente dice que la ayuda material de Occidente ayudará a Ucrania a seguir adelante, y yo también creo que, aunque Occidente quiera evitar la guerra, se siente inspirado por Ucrania, deplora el mal en el que está metida Rusia y se avergüenza de su política de apaciguamiento, por lo que al final estará dispuesto a gastar para que Ucrania pueda tener lo suficiente para comer, luchar contra la guerra y establecer un gobierno que funcione. Pero, ¿cómo puede producirse la recuperación económica mientras continúan los bombardeos rusos indiscriminados? Después de todo, un país normal no puede vivir únicamente de la ayuda. 

Algunos dicen que la reconstrucción de Ucrania tras la guerra podría pagarse con los activos rusos que congeló Occidente, transformados en reparaciones de guerra, pero, a menos que Rusia sea completamente derrotada y se rinda, esto parece poco probable. La política de apaciguamiento de Occidente es tal que incluso cuando Putin lanzó una invasión insensata, iniciando una gran guerra, Occidente sólo congeló los activos rusos, y no los confiscó. Incluso Suiza se sumó, lo que ilustra la ira que ha inspirado Putin. Pero si Putin simplemente deja de atacar sin rendirse, y la guerra termina en un pacto, no creo que Occidente sea capaz de subir el nivel del castigo escalando la congelación a la confiscación y entregando los bienes a Ucrania. Y si Occidente no confisca esos bienes y Rusia no es completamente derrotada, ¿pagará reparaciones? 

Por lo tanto, si la guerra actual sigue el camino de la Guerra de Invierno, el resultado puede ser que Rusia consiga una «mala» victoria», mientras que Ucrania, como Finlandia en su momento, seguirá orgullosa de la derrota. Por supuesto, la otra cara de la moneda es que, a pesar de su orgullo, perdieron de todas formas, la fuerza triunfó sobre el derecho, y el futuro es sombrío.

Después de que los finlandeses perdieran la «Guerra de Invierno» y buscaran una oportunidad para vengar su vergüenza, se dio la Guerra de Continuación. Dada la miseria que inflige Rusia, es igualmente improbable que los ucranianos olviden. Sólo cuando perdieron esa guerra, los finlandeses se «sometieron» finalmente a los soviéticos, lo que también fue resultado de la política de apaciguamiento occidental con los soviéticos en el período final de la Segunda Guerra Mundial.  Pero la situación actual es muy diferente. No sólo Ucrania no aceptará la «finlandización» impuesta en los años 50, sino que incluso Finlandia quiere entrar a la OTAN tras la locura de Putin. Incluso si Ucrania sufre una orgullosa derrota como la de Finlandia en la «Guerra de Invierno», puede haber cualquier cantidad de Guerras de Continuación, pero Putin —a diferencia de Stalin en su momento— no tendrá el apoyo de Occidente por haberse vuelto contra Alemania (a menos que China y Rusia se vuelvan la una contra la otra como lo hicieron la Unión Soviética y Alemania). Si eso ocurre, la región eslava oriental se convertirá en un polvorín de injusticias, como los Balcanes en aquel entonces y Medio Oriente en la actualidad. Y como esta región es mucho más grande que los Balcanes y más o menos del mismo tamaño que Medio Oriente, y como es una región de confrontación de grandes potencias, incluyendo no sólo las guerras indirectas obre el terreno sino también el factor del arma nuclear, entonces, una vez que el polvorín tome forma, puede acabar siendo más peligroso que los Balcanes o que Medio Oriente, y será mucho más probable que acabe en catástrofe humana.

Por lo tanto, detener por completo la locura de Putin no sólo tiene que ver con las relaciones entre Rusia y Ucrania y Rusia y Occidente, sino también con el futuro de la humanidad. 

Por supuesto, si Ucrania puede mantenerse firme hasta el punto de desgastar a Putin, creo que el ejército y el pueblo ucranianos y su presidente tienen la determinación de seguir luchando. Pero para ello es necesario que Occidente abandone su postura de apaciguamiento, es decir, que al menos apoye a Ucrania con el armamento necesario para el campo de batalla. No hay que hablar de «conquistar Berlín», pero Ucrania debería ser capaz de lanzar una contraofensiva y recuperar sus fronteras anteriores a 2014, recuperar su territorio y ganar esta guerra defensiva de una vez por todas. 

Occidente no abandonó completamente la política de apaciguamiento después del 24 de febrero, pero, ¿qué ha hecho Occidente hasta ahora? 

Insisten en que no enviarán ni un solo soldado, así que de acuerdo. Todos los días, Zelenski denuncia el apaciguamiento ante algún parlamento occidental, y derrama lágrimas pidiendo una zona de exclusión aérea. Muchos parlamentarios occidentales también se emocionan hasta las lágrimas y se ponen de pie para aplaudir, pero de ninguna manera van a aplicar la zona de exclusión aérea. 

De acuerdo, no hay zona de exclusión aérea, pero ¿qué tal si se le dan a Ucrania armas suficientes para resistir a los rusos? ¿Qué ha dado Occidente hasta ahora? Además de los Javelins originales, los Stingers y los Switchblades, que vinieron después, también está el Starlight, que se dice que es un misil antiaéreo más avanzado que el Stinger con un poco más de alcance. Pero todas ellas siguen siendo armas defensivas portátiles o ligeras. Como se mencionó anteriormente, estas cosas son realmente útiles para la defensa y la disuasión, pero para el contraataque y la recuperación del país, simplemente no son suficiente.

Zelenski pide constantemente aviones y tanques, pero no los productos occidentales más avanzados, sino material que quedó en Europa del Este antes del colapso de la Unión Soviética, como los aviones MiG 29, o los tanques T72 y T80, armas de estilo soviético producidas hace décadas. Occidente aún no los manda. Los países de Europa del Este, como Polonia y la República Checa, han hablado de ello. Rumanía y otros están dispuestos a entregar sus aviones soviéticos a Ucrania, y Estados Unidos expresó su apoyo y prometió que se podrían proporcionar a dichos países aviones estadounidenses más avanzados, como el F16, para sustituir los viejos aviones soviéticos. Pero los polacos, temerosos de disgustar a Putin, dijeron que primero enviarían sus aviones a las bases estadounidenses en Alemania, para que EUA pudiera pasárselos a Ucrania.

Sin embargo, Estados Unidos no estaba dispuesto a hacerlo, y prefería que Polonia los entregara directamente a Ucrania. Como resultado, no se ha entregado ni un solo avión entre el 5 de marzo y hoy. Lo mismo ocurre con los tanques soviéticos, no porque no estén dispuestos a suministrarlos, sino porque tienen miedo de enfadar a Putin, y hay las mismas luchas sobre cómo hacerlos llegar a Ucrania. Zelenski les dice a los gobiernos occidentales: «Estamos conteniendo a los invasores rusos, y no necesitamos sus tropas, pero si pudieran darnos sólo el 1% de sus tanques, podríamos vencer a Putin». Sus oyentes aplauden y lloran lágrimas de cocodrilo, pero los sentimientos son sólo sentimientos, y no se ha entregado ni un solo tanque. 

Más tarde, dijeron que suministrarían sistemas de defensa aérea de largo alcance al estilo soviético, como el S300. Dado que los misiles de mano como los Stinger sólo pueden alcanzar objetivos de vuelo bajo, son realmente una gran amenaza para los aviones rusos que carecen de capacidad de ataque de precisión y sólo pueden atacar objetivos militares a baja altura, pero son inútiles contra los aviones rusos que bombardean indiscriminadamente a media y alta altitud. El S300 puede llenar este vacío hasta cierto punto. Estados Unidos dijo una vez más que si los países de Europa del Este entregan a Ucrania esos viejos sistemas de estilo soviético, Estados Unidos los sustituirá por nuevos sistemas de defensa aérea de fabricación estadounidense como el Patriot. En ese momento, los simpatizantes ucranianos estaban entusiasmados, creyendo que los S300 eran probablemente un truco, lo que significaba que los vehículos de lanzamiento serían de fabricación soviética, pero que los misiles serían sustituidos por otros más nuevos de fabricación estadounidense. Pero el truco todavía tenía que llevarse a cabo. De nuevo, debido al problema de la transferencia, no se ha conseguido nada. Y todo ello por el miedo a Rusia, que es simplemente demasiado vergonzoso. 

Por supuesto, como las atrocidades rusas son cada vez peores, la resistencia de Ucrania no sólo conmueve a la gente, sino que acelera los cambios de actitud en Occidente (estos cambios pueden ser muy lentos en las democracias), y Occidente ha hecho claros progresos desde el 24 de febrero. Las denuncias contra Rusia son cada vez más estridentes en la opinión pública, en el discurso parlamentario, en las declaraciones de los líderes nacionales, y la gente también está reflexionando más sobre su apaciguamiento pasado. Personas como Angela Merkel han sido criticadas por su política de apaciguamiento de Rusia, y expertos como John Mearsheimer (nacido en 1947) han sido criticados por poner a Nixon de cabeza y argumentar que Estados Unidos debería unirse a Rusia para oponerse a China. Una y otra vez, vemos videos en los que los representantes de tal o cual país se emocionan, se levantan y aplauden cuando Zelenski denuncia la política de apaciguamiento del país al que se dirige. 

Véase el siguiente pasaje de una entrevista con Mearsheimer: «Deberíamos pivotar fuera de Europa para enfrentarnos a China como un láser, número uno. Y, en segundo lugar, deberíamos trabajar más para crear relaciones amistosas con los rusos. Los rusos forman parte de nuestra coalición de equilibrio contra China. Si vives en un mundo en el que hay tres grandes potencias -China, Rusia y Estados Unidos- y una de esas grandes potencias, China, es un gran competidor, lo que quieres hacer si eres Estados Unidos es tener a Rusia de tu lado. En cambio, lo que hemos hecho con nuestras estúpidas políticas en Europa del Este es llevar a los rusos a los brazos de los chinos. Esto es una violación básica de la política de equilibrio de poder.»

Esto fue especialmente cierto en el caso de la masacre de civiles en Bucha durante la ocupación rusa, que se descubrió a principios de abril, cuando el ejército ucraniano reconquistó la ciudad: fue un horror que conmocionó al mundo. A decir verdad, en un artículo anterior sostuve que el ejército ruso no era tan malo como la SS alemana después de todo, y que si bien Putin parecía peor que Hitler en una comparación de Crimea y el Sudetenland, en otros aspectos parecía mejor, esto basado en videos de los primeros días de la guerra donde el ejército ruso, rodeado de gente con teléfonos celulares, no disparaba contra la resistencia ucraniana. Ahora parece que estaba equivocado, y cuando no hay teléfonos móviles presentes, las tropas rusas son capaces de una terrible vileza.

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