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Mientras que el consenso de la modernidad verde parece imponerse en todas partes, aún podemos elegir nuestro modelo. Más allá de la alternativa estéril entre el capitalismo descarbonizado y el apocalipsis, Europa posee los medios necesarios para presentar una propuesta política menos dependiente del espíritu de conquista de las de China y Estados Unidos.

El tecnopopulismo surge de una desconexión entre la política y la sociedad: lejos de resolver esta separación, los tecnopopulistas la exacerban, erosionando los fundamentos de la representación democrática. La clave para dar a una respuesta a este reto que plantea el tecnopopulismo reside en la búsqueda de nuevas formas de intermediación política.

Se suele considerar que el derecho penal es uno de los derechos más vinculados a la soberanía nacional y, como tal, el menos susceptible de armonización. Paradójicamente, el universalismo jurídico –que sustenta la noción de crímenes contra la humanidad– y la nueva brecha creada por la globalización y el aumento del comercio han fomentado el desarrollo de la delincuencia transnacional. En un momento en que urge la necesidad de armonización, le pedimos a Luis Arroyo Zapatero que reflexionara sobre los métodos que podrían permitir un universalismo contextualizado en materia penal.

Mientras que, en el marco de la crisis sanitaria, pareciera que los Estados redescubren los atractivos del proteccionismo y el aislacionismo, la necesidad de una gobernanza global de los bienes comunes ante los retos que enfrenta toda la humanidad es más evidente que nunca. Bajo la dirección de la profesora Mireille Delmas-Marty, publicamos el segundo número de la Revue européenne du droit, cuyas contribuciones tratan de prever los rasgos de una gobernanza mundial plural y las herramientas jurídicas capaces de encarnarla, con el fin de garantizar la unidad en la pluralidad.