Subscriba nuestra Newsletter para recibir nuestras noticias actualizadas
La invasión de Ucrania por el ejército ruso en febrero de 2022 abrió, en opinión de la mayoría, un nuevo periodo en la historia europea y mundial. Como suele ocurrir, la guerra no se detiene en el frente militar, el sufrimiento y la muerte. Visto desde un poco más lejos, difunde a su alrededor un aura económica, geopolítica, ideológica y, ahora, ecológica, que este número de GREEN, una de las revistas científicas del Grupo de estudios geopolíticos, trata de captar.
En retrospectiva, la esperanza de un orden liberal universal basado en la libre circulación de capitales y la garantía de las libertades formales del individuo parece una dulce ilusión. Alimentada inicialmente por la victoria de los Aliados en 1945, y luego por el colapso de la Unión Soviética después de 1989, esta ilusión se derrumbó bajo los golpes del imperialismo y las crisis contemporáneas. El sueño de estabilidad política que animaba a las democracias liberales está en peligro por un imperio decidido a cambiar los dividendos de la paz por la oportunidad de la expansión territorial, pero también, hay que decirlo, por sus defectos internos. A esta constatación, que llega demasiado tarde, hay que añadir el reloj climático, que se acelera cada vez más, lo que obliga a examinar también el modelo de crecimiento y los equilibrios geopolíticos existentes1.
Desde este punto de vista, el año 2022 marca un hito histórico cuya importancia parece difícil de sobreestimar. Si superponemos las vastas redes de dependencia energética desplegadas por la Rusia de Putin, el deseo de la Unión Europea de recuperar una forma de independencia estratégica en su giro ecológico, la inflación provocada por la guerra y el atasco de los circuitos económicos, los daños acelerados del cambio climático y el estrangulamiento de la deuda y la infrainversión que frena al Sur global, el cuadro histórico que surge es tan complejo como trágico.
Complejo porque las medidas que hay que tomar para abordar cada uno de estos problemas por separado no siempre son coherentes entre sí, y trágico porque lo que está en juego en este momento es la acumulación de tensiones de ruptura absolutamente decisivas, en las que están en juego la estabilidad y la prosperidad mundiales, y quizás incluso la habitabilidad de la Tierra.
En otras palabras, la crisis climática está trastornando la estructura misma de las rivalidades geopolíticas al plantear la amenaza de una guerra en la que todos los actores perderían, o de una paz imposible en un mundo perpetuamente inestable.
Este número de GREEN se propone describir y analizar lo que el historiador Adam Tooze llama la «policrisis» de este inicio de siglo XXI. En el «interregno» ya descrito en las páginas de le Grand Continent2, la historia avanza a tientas: los conjuntos de poder, capital, recursos y movimientos sociales que conforman la situación actual sufren una innegable desestabilización, sin que surja un orden claro. Las ciencias sociales están llamadas a asumir estas incertidumbres y, en ocasiones, a formular hipótesis sobre posibles futuros. Esto es lo que hicimos la primavera pasada, durante las primeras semanas de la guerra en Ucrania, al arriesgar la idea de una «ecología de guerra»3.
La historia avanza a tientas: los ensamblajes de poder, capital, recursos y movimientos sociales que conforman la actualidad sufren innegables desestabilizaciones, sin que surja un orden claro. Las ciencias sociales están llamadas a asumir estas incertidumbres y, en ocasiones, a formular hipótesis sobre posibles futuros.
Un número dirigido por Pierre Charbonnier.
La centralidad de la cuestión energética tanto en esta guerra -a través de las sanciones impuestas mutuamente por Rusia y el bloque occidental- como en las políticas climáticas hace inseparables los principios de seguridad internacional y sostenibilidad ecológica. La «ecología de guerra» se refiere, pues, a un contexto en el que se entrelazan la reinvención de una economía mantenida dentro de los límites planetarios y las relaciones de poder internacionales. La ecología política, por un lado, se ve redefinida por la geopolítica en la medida en que la orientación hacia la sostenibilidad puede basarse en la necesidad de luchar contra un rival estratégico -en este caso Rusia, un agresivo petroestado-; la geopolítica se ve afectada recíprocamente por el imperativo climático, que redibuja el mapa de activos y obstáculos en la transición.
El primer conjunto de textos describe el panorama actual de las relaciones de poder tal y como se ven modificadas, directa o indirectamente, por la guerra en Ucrania. La marginación de Rusia por las sanciones occidentales ha provocado un reajuste parcial de los actores estatales, en función de las oportunidades del momento, y una aceleración en la búsqueda de una identidad geopolítica para la Unión Europea, definida precisamente por la intersección entre seguridad y sostenibilidad. Así lo proponen los textos de Helen Thompson, autora de un reciente estudio de referencia sobre la geopolítica de la energía4, Laurence Tubiana, Mona Ali, Tim Sahay, y Stefan Aykut y Amy Dahan.
Una segunda parte se centra en la economía política de la transición y la conquista de la sobriedad. El aumento y la inestabilidad de los precios de la energía, tras la guerra, trastornan el modelo económico dominante y confirman algunas hipótesis ecologistas sobre su falta de estabilidad fundamental. Pero el desarrollo de una arquitectura institucional alternativa sigue siendo objeto de acalorados debates, sobre todo por las resonancias históricas entre la economía de guerra y la economía planificada. Este es el tema de las contribuciones de Éric Monnet, Massimo Amato, Magali Reghezza-Zitt, Cédric Durand y Razmig Keucheyan.
[El mundo está cambiando. Si le resulta útil nuestro trabajo y quiere contribuir a que el GC siga siendo una publicación abierta, puede descubrir nuestras ofertas de suscripción aquí.]
Por último, también se apela al pensamiento político, ya que la soberanía del Estado, el ideal de autonomía nacional y la dinámica de las alianzas geoeconómicas se redefinen por los principios de seguridad y sostenibilidad. Del mismo modo que la Primera Guerra Mundial dio origen a un nuevo mundo, donde la explosión del capitalismo liberal y del colonialismo imperial dio lugar a experiencias comunistas, luego fascistas y totalitarias, la guerra en Ucrania puede entenderse como una guerra revolucionaria, en el sentido que Élie Halévy dio a este término en L’ère des tyrannies5: una guerra que señala el estado de descomposición de un orden, que libera sus demonios y sus posibilidades de superación.
Esta sección reúne nuestra contribución sobre la ecología de guerra, seguida de las de Angélique Palle, Adrien Estève y Adrien Opillard, Etienne Balibar y Bruno Latour.
Notas al pie
- Este análisis será objeto del próximo número de la GREEN, que se publicará en noviembre de 2022 y que dirigirá Laurence Tubiana.
- Le Grand Continent, Politiques de l’interrègne, Paris, Gallimard, 2022.
- Pierre Charbonnier, « El nacimiento de la ecología de guerra », el Grand Continent, 18 de marzo de 2022.
- Helen Thompson, Disorder : Hard Times in the 21st Century, Oxford, Oxford University Press, 2022.
- Élie Halévy, L’Ère des tyrannies : études sur le socialisme et la guerre, Paris, Gallimard, 1938.