
La autora de La lengua de los dioses puede admitirlo hoy: la Grecia de la que habla es fantaseada, imaginaria. En el Mediterráneo, lugar de continuo sufrimiento, Grecia es una excepción, por su gloriosa antigüedad y su lengua, pero también por las escalas que moviliza. Para comprenderlas, hay que viajar a través del tiempo, incluyendo las épocas más desconocidas.