
Entre un ministro que habla de «reemplazo étnico» y unos derechos humanos amenazados por decreto, el ejecutivo romano mantiene su ambivalencia, acompañando una normalización con sus socios europeos con una agenda conservadora, incluso nacionalista, en política interior.
En su última mutación genética, la política italiana de la era de Giorgia Meloni demuestra una vez más que puede separar la retórica de la acción concreta -y que la coacción exterior sigue siendo la fuerza motriz-.