Alicia Bárcena: un nuevo consenso sobre el desarrollo
Con la visita a México del Secretario de Estado estadounidense, Blinken, hay que concentrarse en la doctrina global de México. Dando un paso más hacia el polilateralismo, Alicia Bárcena, ministra de Asuntos Exteriores de AMLO, busca cambiar el paradigma y dar todo el protagonismo a la cooperación Sur-Sur. Con una introducción de Mario Pezzini, presentamos su discurso clave ante la ONU y su invitación a "salir juntos del Laberinto".
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- Mario Pezzini •
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- EL SECRETARIO DE ESTADO DE EEUU, ANTONY BLINKEN, VISITA MÉXICO EL 6 DE OCTUBRE CON ALICIA BÁRCENA © AP FOTO/MARCO UGARTE
Las voces apasionadas, visionarias y expertas son escasas. Una de ellas es sin duda Alicia Bárcena, que encarna un compromiso inquebrantable con el progreso equitativo e integrador y el desarrollo sostenible. Este compromiso la ha llevado a convertirse ahora en Ministra de Asuntos Exteriores de México. También ha expresado este impulso durante décadas en el marco de las Naciones Unidas, ocupando puestos cruciales en Nueva York, dentro de un sistema que conoce íntimamente, y como Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), un prestigioso cargo desde el que ha defendido sin descanso la integración regional como una prioridad absoluta.
Dos razones, entre otras, invitan a una lectura atenta de su discurso.
En primer lugar, Alicia Bárcena reclama un nuevo consenso sobre narrativas y políticas de desarrollo, retomando un debate que iniciamos junto a ella y Stefano Manservisi titulado «Development in transition». La cooperación internacional debe dejar de ser una forma de caridad centrada exclusivamente en la pobreza extrema, para convertirse en una relación de solidaridad y diálogo entre «iguales» para abordar no sólo la pobreza, sino también sus causas: las desigualdades persistentes, las asimetrías, la lenta construcción de bienes públicos globales y las transformaciones sociales, productivas y climáticas cada vez más necesarias. Sin duda Bárcena no está aislada en esta visión. La nueva ley española de cooperación hace referencia explícita al «development in transition», y otros países también se están inspirando en ello. Las críticas a la «ayuda al desarrollo» van en aumento, sobre todo en los países del Sur, donde la cooperación Sur-Sur parece ir en aumento. En resumen, un cambio de paradigma es urgente y esencial, y debe seguirse atentamente su evolución.
En segundo lugar, la Ministra explicita aspectos clave de la agenda de relaciones internacionales de México. En particular, reitera urbi et orbi lo ya expresado unos días antes en La Habana, en la cumbre del G77+China: la intención de volver a formar parte de este grupo, del que el país se había separado en 1994 para ingresar en la OCDE. La decisión de 1994 fue histórica: la OCDE, el llamado «Club de los Países Ricos», inauguraba una fase de «outreach» a las economías emergentes, tras años de indiferencia ante la descolonización, que entretanto había redibujado el mapa mundial. México se encontró ante una alternativa, pero esta fase parece ya superada: el país deja de ver su pertenencia como exclusiva y busca representar a los «pueblos del Sur global», a los que se siente históricamente perteneciente, por convicción y por los muchos retos económicos y sociales que comparte. En esencia, Bárcena quiere dar al país un papel más incisivo en el escenario internacional, dando un paso más hacia el polilateralismo, el multialineamiento o el no alineamiento, como prefiera llamarse. Para ello cuenta con la larga tradición mexicana de diplomacia internacional y con su incuestionable compromiso.
Señor presidente, reciba a nombre de México nuestras fraternas felicitaciones por su elección al cargo. América Latina y el Caribe se siente plenamente representada bajo su presidencia, muestra del compromiso de nuestra región con los propósitos de esta entrañable Organización.
Señor presidente, jefes de Estado y de Gobierno, colegas ministras y ministros, excelencias, señoras y señores:
Hoy, Naciones Unidas tiene ante sí un reto de enormes dimensiones para cumplir con la esencia de su mandato: preservar a la humanidad del flagelo de la guerra, promover y
proteger todos los derechos humanos, asegurar la vigencia del derecho internacional, y promover el bienestar de las personas con sostenibilidad ambiental.
Me emociona regresar a esta sede de la Organización de las Naciones Unidas, a la que serví con orgullo por décadas, en esta ocasión representando al Gobierno de mi país, México, que hoy vive un proceso de profundas y progresistas transformaciones. Es un honor portar su voz y representación en el mundo. Reciban el cálido saludo de nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador.
Nuestros pueblos enfrentan serias amenazas a la paz y a la seguridad internacionales con: 50 conflictos armados activos y la proliferación de armas nucleares, el agravamiento de la multiplicidad de crisis desde humanitarias hasta climáticas, la migración forzada de millones de personas; el incremento más alto de la desigualdad, y la pobreza con 165 millones de nuevos pobres en tres años, el desafío de la salud y el riesgo de nuevas pandemias, en un contexto de crecientes cuestionamientos sobre la pertinencia del multilateralismo y sus instituciones.
No cabe duda que nuestra acción internacional pierde legitimidad cuando nuestras resoluciones no se traducen en beneficios concretos para las personas, el planeta, la prosperidad y la paz.
No podemos olvidar el impacto desgarrador y el desconcierto que resultó de la pandemia de COVID-19 y la importancia de la solidaridad fraterna entre los pueblos.
La Agenda 2030 requiere de una acción urgente para “rescatarla”, de acuerdo con las propias palabras del secretario general, António Guterres. La pandemia sin duda inhibió el avance hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Sin embargo, la trayectoria antes de la pandemia no era alentadora y el contexto actual de incertidumbre macroeconómica exige medidas ambiciosas e inmediatas.
El estancamiento en el cumplimiento de los ODS no es una métrica abstracta. Estamos hablando de centenas de millones de personas que viven en la pobreza, de la inseguridad alimentaria para niñas y niños y un medioambiente en crisis.
El futuro de las personas y el planeta no depende del azar, sino de las decisiones y acciones políticas que tomemos, guiados por la Agenda 2030. La desigualdad es el gran desafío. No basta con reducir la pobreza, se requiere un cambio de paradigma de
desarrollo que redistribuya el poder y la riqueza, y que cierre las inaceptables brechas y asimetrías entre ricos y pobres y entre países.
La igualdad no solo se trata de titularidad de derechos; la desigualdad es ineficiente y por ello, es necesario igualar para crecer y crecer para igualar”.
Ya no estamos en una época de cambios, sino en un verdadero cambio de época. Esto requiere repensar el desarrollo y poner a la igualdad en el centro.
Tanto a escala nacional como internacional, el logro de los ODS depende de una visión de justicia social y solidaridad, con la movilización consecuente de los recursos financieros necesarios, incluyendo a través de instituciones financieras internacionales que tengan como prioridad el desarrollo incluyente y sostenible. En este sentido celebramos la declaración aprobada por unanimidad.
Ante este complejo contexto internacional, México sigue encontrando fuerza e inspiración para su acción internacional en los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas; en el andamiaje institucional que aquí hemos construido a lo largo de casi 80 años para encauzar la cooperación internacional.
México ha liderado y seguirá proponiendo y acompañando toda iniciativa que busque mejorar la vida de las generaciones presentes y futuras, propugnando por una paz y seguridad duraderas; un desarrollo sostenible igualitario, resiliente e incluyente; y un pleno e irrestricto respeto de todos los derechos humanos y la dignidad inherente a todas las personas.
El anhelo de transformación y el quehacer del gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador se ha volcado precisamente hacia una transformación del modelo de desarrollo para construir más y mejores bienes públicos; a garantizar derechos con responsabilidad fiscal sobre la base en una premisa básica: ¨por el bien de todos, primero los pobres. Este gobierno ha evidenciado la urgencia de recuperar el rol del Estado, esencial para regular las relaciones entre mercado, Estado y sociedad e implementar políticas estructurales transformadoras.
Todo ello, con el objetivo central de devolver a nuestro pueblo la esperanza de un país más justo, igualitario e incluyente para no dejar a nadie atrás y a nadie afuera. Los resultados son tangibles: 5.1 millones de personas abandonaron la pobreza. Experimentamos el mayor aumento del salario mínimo de nuestra historia, y una densa red de programas sociales ha extendido derechos sociales a segmentos cada vez mayores de nuestra población. Aspiramos a una visión de igualdad que prevalezca entre las naciones donde se cierren las brechas y asimetrías entre países.Apostamos a la eliminación de la cultura de los privilegios, privilegios que niegan derechos.
México reitera la importancia de la sostenibilidad ambiental como parte fundamental de las estrategias de desarrollo y no como una externalidad, y la relevancia de transitar hacia una política industrial verde y azul que genere empleo; que se base en la innovación; que disminuya la huella ambiental y que apuntale un crecimiento sostenido, además de métricas más incluyentes que incorporen la contribución del medioambiente y la complejidad de los ecosistemas y sus servicios a la economía y el bienestar.
Tuve el honor de firmar el Acuerdo relativo a la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica marina de las zonas situadas fuera de la jurisdicción nacional (BBNJ, por sus siglas en inglés), y hacemos votos por su pronta entrada en vigor.
El cambio climático es la mayor falla del mercado de todos los tiempos,como lo dijo claramente Nicholas Stern, y hoy uno de los mayores riesgos globales. Las estimaciones de los costos derivados de sus efectos muestran que no sólo afectará el crecimiento económico, sino a los sectores más vulnerables. Reiteramos nuestro compromiso con el Acuerdo de París, y enfatizamos la importancia del financiamiento para enfrentar el cambio climático y de dar prioridad a la adaptación, en particular a favor de las naciones más vulnerables.
En complemento a esta Asamblea General, México participó con un sentido de urgencia y espíritu constructivo en la Cumbre sobre los ODS;el Diálogo sobre la financiación para el desarrollo; la Cumbre sobre la Acción Climática, y la reunión preparatoria para la Cumbre del Futuro. Abogamos por una profunda reforma de la arquitectura financiera internacional que atienda las profundas asimetrías entre países; que ponga prioridad a los países altamente endeudados con nuevos instrumentos, con una redistribución de derechos especiales de giro para ampliar el espacio fiscal de países en vías de desarrollo o bien el alivio de la deuda a cambio de servicios ambientales. Nos sumamos a la iniciativa de Bridgeton 2.0 propuesto por Barbados.
América Latina y el Caribe aprendió una dura lección durante la pandemia por la falta de solidaridad global y la imperante urgencia de impulsar desde la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños –CELAC–, iniciativas como el Plan de Autosuficiencia Sanitaria, la Agencia Regional de Medicamentos y el Fondo de Adaptación Climática. La diplomacia mexicana privilegia la búsqueda de acuerdos en todos los temas de la agenda multilateral. Nos interesa acercar posiciones, sin excluir a nadie, para la construcción de consensos.
Pero vivimos tiempos inéditos que requieren la suma de más voluntades para darle la voz a todos los pueblos del Sur Global, al que México pertenece por historia y convicción.
Por tanto, México está considerando participar en los debates y empeños del Grupo de los 77 más China, en aquellos temas y foros en los que podamos contribuir a fortalecer la posición negociadora del Sur Global. Pronto someteremos una propuesta al Grupo de los 77 más China para su análisis.
Un mundo de paz
México históricamente ha construido vías de diálogo y entendimiento en favor de la paz y, especialmente, en el arreglo pacífico de las controversias. Se trata de una vocación que se nutre de nuestro recorrido como nación independiente, y de nuestras más hondas convicciones para la defensa decidida de las mejores causas de la humanidad. Hemos asumido nuestra responsabilidad con la paz de nuestra región, al participar como país garante de la Mesa de Diálogos de Paz entre el Gobierno de la República de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional.
Asimismo, México viene participando en la búsqueda de soluciones para el diálogo político en Venezuela, siempre apegado a nuestros principios constitucionales de respeto a la autodeterminación de los pueblos, la solución pacífica de las controversias y la no intervención. México es anfitrión de las negociaciones entre el Gobierno venezolano y la Plataforma Unitaria de Venezuela, facilitadas por Noruega.
De igual forma, respaldamos la implementación de los acuerdos firmados en noviembre de 2022 en la Ciudad de México y mantenemos las puertas abiertas a fin de reanudar el proceso para alcanzar una solución en beneficio del pueblo venezolano.
En relación con el conflicto entre Ucrania y Rusia, nuestra postura es inequívoca: condenamos la invasión de Rusia a Ucrania por ser violatoria de la Carta de las Naciones Unidas y del derecho internacional y por el indecible sufrimiento de millones de personas especialmente niños y niñas.
Reconocemos que todo Estado soberano tiene derecho a contar con los medios adecuados para recuperar su integridad territorial, pero es igualmente cierto que la carrera armamentista nos aleja todavía más de una solución pacífica. Tenemos que dejar de hablar de guerra y empezar a hablar de paz.
México continuará su lucha en favor del desarme y la no proliferación de las armas nucleares como lo acreditan el Tratado de Tlatelolco y el Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares esenciales para prevenir y erradicar sus catastróficas consecuencias humanitarias, que la Asamblea General ha declarado intrínsecamente inmorales y cuya amenaza es en sí misma contraria al derecho internacional. Observamos Con suma preocupación el desmedido aumento del tráfico ilícito de armas de fuego. Simplemente, 200,000 armas de fuego se trafican cada año a nuestro país, las cuales caen en las manos de la delincuencia organizada produciendo innumerables víctimas fatales. México asume de buena fe sus compromisos internacionales para combatir el tráfico de drogas. Pero todo esfuerzo será limitado si los países de fabricación y de origen de armas traficadas no asumen su responsabilidad ante este flagelo y toman medidas más enérgicas para disminuir la amplia disponibilidad de armas de fuego en su territorio. Las empresas fabricantes y distribuidoras también deben asumir su responsabilidad y adoptar medidas diligentes para evitar que estas armas sean desviadas al mercado ilícito.
En nuestra región estamos devastados por la situación en Haití, un país que se encuentra ahogado en la violencia de bandas de delincuentes que prosperan en gran medida debido al tráfico ilícito de armas, a pesar del régimen de sanciones establecido por el Consejo de Seguridad en la resolución que facilitó México, y esperamos que una vez que se apruebe la resolución respectiva, la comunidad internacional actúe decisivamente para apoyar a ese país a recuperar su estabilidad. Aprovechamos nuevamente esta tribuna para refrendar el compromiso de México con la solución de dos Estados, Israel y Palestina, viviendo lado a lado en paz y con fronteras seguras.
Pongamos fin igualmente a situaciones aberrantes como el continuo embargo económico que sufre Cuba, totalmente injustificado, contrario al derecho internacional y ajeno a los valores y a la convivencia pacífica que prevalece entre los países de América Latina. Igualmente demandamos que Cuba deje de ser considerada como un país que auspicia o alienta el terrorismo.
Hace 64 años esta Asamblea General fue presidida por uno de los mejores diplomáticos mexicanos, Luis Padilla Nervo, quién dijo y cito: “La victoria no se decidirá en los campos de batalla, sino en las conciencias de los hombres (y mujeres). Debido al carácter de esta lucha, las mejores armas de las democracias son los principios morales, el escrupuloso respeto de los tratados, y el principio de que las dificultades y controversias de los países no se deben resolver por las armas, sino mediante la negociación”.
México aspira a ser un actor que promueva la paz por el derecho. Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para apoyar cualquier esfuerzo genuino de diálogo entre las partes, y toda iniciativa que conduzca a la solución pacífica y definitiva del conflicto. “La política exterior de México se basa en la renuncia de la guerra como instrumento de política internacional”, como bien dijo en algún momento nuestro célebre diplomático Genaro Estrada.
Y en el hall de acceso a esta Asamblea General, se encuentra una loza de obsidiana: la piedra sagrada que los aztecas llamaban Itztli, convencidos de que su origen era la huella de los rayos al golpear las rocas de los volcanes, la síntesis de lo celestial y lo terrestre. Esta pieza incluye una placa grabada que define el cimiento de nuestra diplomacia.
La pronunció hace 156 años el primer presidente indígena de Latinoamérica, Benito Juárez: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Un mundo que garantice la dignidad de todas las personas
Con esta visión humanista, México encara el reto de la movilidad humana donde nos ha puesto la geografía ineludiblemente. México tiene una brújula clara: la migración debe ser una opción y no una obligación.Cuando una persona migra, debe hacerlo de manera segura, ordenada y regular. El fenómeno migratorio, sin precedentes en los últimos años, concierne a la comunidad internacional en su conjunto.
México insiste en la urgencia de invertir en la atención de las causas estructurales de la migración. Reafirmamos la importancia de fortalecer el Desarrollo Integral de los países de origen que sume las voluntades y recursos de los países involucrados, así como socios externos y el sistema de las Naciones Unidas.
Se requiere del apoyo y contribución de todos los países, especialmente de los que más se benefician del trabajo y aportaciones de las personas migrantes. (En Estados Unidos los migrantes aportan cerca de 500 mil millones de dólares en impuestos).
Es fundamental también que evolucionemos hacia modelos de gestión migratoria que ofrezcan espacios de inserción laboral y financiera que faciliten la integración en las sociedades de acogida. Modelos que protejan los derechos humanos de las personas migrantes en todo el ciclo de la migración y que les permita, si así lo desean, retornar a sus países de origen.
Como bien lo señaló el Secretario General, a 75 años de la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es momento de poner fin a la persecución y demonización de los migrantes.
No aceptamos que se ponga en duda el carácter progresivo de los estándares internacionales en materia de igualdad de género que tanto ha costado edificar, y que encontraron su expresión más completa a partir de la Plataforma de Acción de Beijing de 1995. Abogamos por avances en igualdad de género y evitar retrocesos, con acciones contundentes e innovadoras.
México fue el primer país del sur en proclamar una Política ExteriorFeminista, porque estamos empeñados en transformar las estructuras que impiden el adelanto de las mujeres y el pleno goce de sus derechos humanos. Ello implica la promoción de la participación sustantiva de las mujeres en la toma de decisiones y también la transversalización de la perspectiva de género, poniéndola al centro en todos los espacios, foros, organismos y acuerdos internacionales, para abordar de manera efectiva los retos que enfrentan las mujeres en su diversidad, en particular las más vulnerables, porque cada vez que rompemos el techo de cristal, tenemos un avance civilizatorio.
Un mundo más integrado
El tema de esta 78ª Asamblea General es pertinente y preciso: reconstruir la confianza y reactivar la solidaridad mundial. Éste debe ser el eje central de nuestros esfuerzos.
El majestuoso espacio en el que nos encontramos reunidos no debe hacernos olvidar la crisis de confianza que enfrentan las instituciones internacionales, incluyendo a estas Naciones Unidas. Nuestras deliberaciones deben reflejarse en resultados concretos para las personas, el planeta, la prosperidad y la paz, y nuestras decisiones deben incorporar a las ciudadanas y ciudadanos que representamos como sujetos activos.
Debemos estar atentos. El multilateralismo no debe perder su rumbo en la polarización y las rivalidades geopolíticas. El oficio diplomático debe prevalecer sobre los imperativos políticos de corto plazo y las reacciones en redes sociales. Si las Naciones Unidas no cumplen con su mandato de paz y desarrollo, alimentaremos la insatisfacción y el desconcierto y sufrirán las instituciones internacionales que hemos construido.
Apostamos por un multilateralismo cercano a la gente, oportuno y eficaz, comprometido con la provisión de bienes públicos globales, apostamos por lo colectivo, lo de todos.
El multilateralismo es una herramienta para el desarrollo colectivo, y la labor de las Naciones Unidas debe crear una paz justa, ampliar libertades, construir igualdad, profundizar en la democracia, reforzar la solidaridad entre los diferentes estratos y grupos sociales, y salvaguardar la seguridad ciudadana. En definitiva, crear esperanza.
El compromiso político es clave para transitar a un nuevo multilateralismo que permita reestructurar las relaciones de poder económicas y sociales internacionales donde los temas de desarrollo ganen espacio frente al énfasis exclusivo y excesivo en la liberalización de los mercados.
Aspiramos que esta misma visión de igualdad prevalezca entre las naciones para lograr un mundo más justo, donde se reduzcan las asimetrías. Apostamos al multilateralismo para alcanzar este fin.
Proponemos un multilateralismo más cercano a las necesidades de las personas; un multilateralismo congruente con los principios y propósitos de las Naciones Unidas; un multilateralismo contundente, oportuno y eficaz, que ofrezca resultados para el bienestar de las personas, y un multilateralismo comprometido con las mejores causas de la humanidad.
Amigas y amigos, los desafíos que encaramos son enormes. Sobre la mesa está ni más ni menos que la incertidumbre sobre nuestra sobrevivencia. No hay tiempo para modestias graduales, que a veces sólo son coartadas para mantener el status quo. El actual modelo de desarrollo global es insostenible. La promesa de un progreso inevitable e ilimitado se ha topado con el muro inconmovible de la naturaleza. El 2030 está a la vuelta de la esquina ylos mínimos esenciales que convenimos en el año 2015 como tarea común se avizoran frustrados.
Debemos contagiarnos de rebeldía y sentido de urgencia. Es en esta generación y en sus líderes sobre quienes recae la responsabilidad irrenunciable de atajar el desastre que la ciencia ha descrito. Y no será con pequeños pasos que lo lograremos. No será con la parca timidez que intenta, discreta, no incomodar la estructura de poder que nos ha llevado a este punto. Será con saltos audaces y valientes. Será con el coraje de decir y hacer un mundo igualitario y justo, donde los derechos no sean mercancías ni la naturaleza la víctima inevitable de nuestros patrones de producción y consumo.
La obscena concentración de riqueza y su corrosiva influencia en la distribución de poder no son compatibles con el proyecto humano.
Hace 78 años dimos forma a esta institución, aterrados ante el precipicio,cuando contemplamos la posibilidad de sucumbir todos en el fuego de la guerra.
Hoy el precipicio se acerca, tan intimidante y real, y acaso más feroz. Nuestros esfuerzos han de estar a la altura.
Amigas y amigos:
A mediados del siglo XX, esta organización ensayaba apenas sus primeros pasos, las huellas devastadoras de la última guerra mundial se mantenían frescas. Un entonces joven diplomático mexicano borroneaba los párrafos del ensayo fundamental sobre los rasgos de identidad de mi patria. Esas cuartillas llevarían por título “El Laberinto de la Soledad”, y su autor ganaría más tarde el Premio Nobel en reconocimiento a su obra universal, su nombre era Octavio Paz.
Concluyo esta intervención citando sus líneas de aquel momento:
“Todo ha pasado como no debería haber pasado, decimos para consolarnos. Pero somos nosotros los equivocados, no la historia. Tenemos que aprender a mirar cara a cara la realidad. Inventar, si es preciso, palabras nuevas e ideas nuevas para estas nuevas y extrañas realidades que nos han salido al paso(…) Vivimos, como el resto del planeta, una coyuntura decisiva y mortal, huérfanos de pasado y con un futuro por inventar. La Historia universal es ya tarea común. Y nuestro laberinto, el de todos los hombres (y mujeres)”.
Y para esa tarea: garantizar a las nuevas generaciones un mundo y una vida posibles, salir juntos del Laberinto, cuenten hoy y siempre con la voluntad fraterna y comprometida de México.
Muchas gracias.