En las elecciones más esperadas de este año, los europeos no tienen derecho a voto. Aunque hay que admitir que el futuro del mundo lo pueden decidir unos miles de votantes en Pensilvania, también hay que entender las implicaciones de esta paradoja. En la revista, seguimos las elecciones estadounidenses con cifras, entrevistas y análisis: el debate de esta noche entre Trump y Harris será comentado por el historiador de Princeton David A. Bell. Para recibir un avance, suscríbete al Grand Continent
¿Qué dinámicas en materia de política exterior está configurando la campaña presidencial estadounidense?
El pueblo estadounidense está ahora unido bajo una serie de cuestiones clave. Independientemente de su afiliación política, los ciudadanos se concentran principalmente en tres grandes preocupaciones: la economía, la gestión de las fronteras y la delincuencia. Al mismo tiempo, una parte importante de la población, que suele hacerse oír menos debido a la dinámica que rodea a ciertas cuestiones en la «cultura woke», expresa una preocupación creciente. Sienten que la izquierda ha cruzado una línea, y esta preocupación es cada vez más palpable.
Esta dinámica es especialmente visible entre los votantes pertenecientes a minorías y las personas de color. Aunque estos grupos suelen votar por los demócratas, tienden a mantener posiciones filosóficamente más conservadoras. Este conservadurismo latente podría convertirse en un factor determinante en las próximas elecciones. Es importante señalar que el Partido Demócrata depende en gran medida del apoyo de los votantes pertenecientes a minorías. Sin embargo, algunas de las posiciones adoptadas por el partido, en particular sobre la financiación de la policía y las políticas fronterizas, afectan directamente a tales comunidades. Estas cuestiones podrían influir en la forma en que estos votantes se movilicen en futuras elecciones.
En lo que respecta a la política exterior, el contraste entre los dos candidatos es especialmente llamativo. El presidente Trump, que ya estuvo cuatro años en el cargo, ha dejado claras sus prioridades: insiste firmemente en que Europa debe pagar una parte equitativa de los costos de defensa. Esta postura se mantendrá, especialmente mientras prosiguen los combates en Ucrania. En cuanto a la vicepresidenta Kamala Harris, como aún no tiene un historial sólido en este ámbito, tendrá que convencer a los votantes de su capacidad para gestionar estas complejas cuestiones.
Las posiciones de la vicepresidenta Harris sobre una serie de cuestiones de política exterior siguen sin estar claras. Por ejemplo, no está clara su postura sobre la situación en Ucrania, la expansión de la OTAN o el ascenso de China y su apropiación de islas en el Mar de China Meridional. Harris aún no ha construido un historial sólido sobre estos temas, y muchos periodistas han señalado que incluso en su página dedicada a temas de actualidad, estos temas están ausentes. Esto deja algunas dudas sobre cómo podría diferir su política de la de la actual administración de Joe Biden, que tampoco ha sido siempre muy clara.
¿Qué papel desempeñará la política exterior de la futura administración en este ciclo electoral?
Aunque la política exterior es obviamente crucial, su impacto en la elección de los votantes sigue siendo limitado. En realidad, las preocupaciones inmediatas de los estadounidenses se concentran en otros temas. Vivimos uno de los periodos más complejos de la vida estadounidense, marcado por la subida de los precios de la gasolina y de los productos de primera necesidad, una inflación galopante, crecientes dificultades para acceder a la propiedad y elevadas tasas de interés. Esta tendencia a centrarse en los problemas internos no es exclusiva de Estados Unidos, pero es especialmente marcada aquí. Cuando la situación interna se deteriora, eso es naturalmente lo que acapara toda nuestra atención y relegamos a un segundo plano las cuestiones de política exterior.
Sin embargo, los estadounidenses seguirán cuestionando nuestra implicación en Ucrania. Ya está surgiendo una conversación en torno a esta prolongada implicación, que plantea la cuestión de lo idóneo de destinar fondos al extranjero, cuando muchos estadounidenses consideran que esos recursos podrían emplearse mejor en casa. Este sentimiento se ve reforzado por la preocupación por la inmigración. Más de 8 millones de inmigrantes ilegales han entrado a Estados Unidos en los últimos tres años y medio, una cifra que aviva el debate sobre las prioridades nacionales. En este contexto, muchos se preguntan si la ayuda al extranjero no debería reevaluarse a la luz de los retos internos a los que se enfrenta el país.
La situación en Medio Oriente, en particular el continuo apoyo de Estados Unidos a Israel, es también una fuente importante de preocupación. La forma en que la administración Harris gestionará este apoyo, especialmente ante las acciones de Benjamin Netanyahu en Gaza, es un tema crucial de debate. Los votantes se preguntan qué palancas podría utilizar la administración para influir u orientar la política israelí.
Ambas campañas presidenciales parecen coincidir en la necesidad de que Israel encuentre una solución, pero los detalles de este planteamiento siguen sin estar claros. ¿Cómo debe proceder Israel para recuperar a los rehenes? ¿Cuáles serán las condiciones para cumplir el deseo de Netanyahu de destruir a Hamás? La apertura de un nuevo frente con Hezbolá añade otra complejidad. En caso de un ataque iraní, esto podría convertirse en un grave problema para Estados Unidos, sobre todo teniendo en cuenta nuestro actual despliegue en la región. La gestión de estas tensiones y de la política exterior se convertirá entonces en una cuestión crítica para el futuro presidente. Los estadounidenses también pueden expresar su preocupación por el papel de Estados Unidos en una posible escalada del conflicto. Aunque la mayoría de los ciudadanos –a pesar de lo que digan algunos medios de comunicación– apoyan a Israel, es crucial definir claramente la responsabilidad de Estados Unidos: si entramos en una guerra prolongada, ¿qué papel tendrá que desempeñar exactamente nuestro país y cuáles serán nuestras responsabilidades ante tal escenario?
¿Qué influencia podría tener la polarización de la sociedad en las cuestiones de política interior?
Pase lo que pase en las elecciones de noviembre, es probable que Estados Unidos se polarice aún más. Si gana Trump, la situación podría volverse especialmente difícil. Las reacciones a su presidencia suelen ser muy viscerales y emocionales. Si gana, es probable que los próximos cuatro años estén marcados por un intenso dramatismo y división.
Es difícil predecir si la polarización será más o menos pronunciada después de las elecciones, pero es tentador esperar que pueda disminuir. Si Trump es reelegido, podría adoptar políticas similares a las de sus primeros cuatro años, lo que podría provocar cambios notables. Por ejemplo, antes de su toma de posesión, anunció que muchas empresas invertirían en construcción en Estados Uunidos, lo que impulsó inmediatamente el mercado.
Incluso antes de su toma de posesión, los indicadores económicos positivos habían empezado a dispararse, alimentando una gran energía en torno a Trump. Esta dinámica ha irritado especialmente a sus oponentes, aunque los beneficios económicos de su presidencia, como el descenso del desempleo, sobre todo entre la comunidad negra, son innegables.
Si Kamala Harris resulta elegida, tendrá que hacer frente a las divisiones internas de su partido, sobre todo en el ala más progresista. Ante esta situación, es probable que opte por concentrarse en un programa nacional, aplicando las reformas que han estado en el centro de su carrera política, como Medicare para todos, su ampliación a los inmigrantes ilegales, una reevaluación de las prácticas policiales, etc. Son puntos clave del programa que muchos de sus partidarios esperan que cumpla. Si gana, puede sentirse obligada a cumplir estas expectativas, lo que podría condicionar significativamente su presidencia.
¿Y sobre cuestiones de política exterior?
La política exterior podría plantear un problema mayor para los demócratas. Los republicanos, y Trump en particular, parecen decididos a poner fin al conflicto en Ucrania. Trump siempre se ha mostrado escéptico respecto a la intervención militar exterior, y prefiere centrar los esfuerzos de Estados Unidos en cuestiones internas en lugar de en guerras en el extranjero.
Lo sabemos: va a confiar más en los europeos para que hagan más, para que actúen más; es el patio trasero de Europa, no el nuestro. Eso es lo que vamos a oír de los partidarios de Trump, y probablemente algunos republicanos se unan a ellos. Por lo tanto, la situación podría volverse más difícil para Ucrania en ciertos aspectos si gana Trump y si también gana la Cámara de Representantes y el Senado.
A la inversa, la situación podría volverse más favorable para Israel si Trump es reelegido. El Partido Republicano siempre ha apoyado a Israel, lo que podría reforzar las relaciones bilaterales. Sin embargo, en el bando demócrata, es probable que la cuestión provoque divisiones internas, sobre todo dada la importante presencia de voces contrarias a Israel dentro del partido. Esta división podría suponer un verdadero reto para los demócratas, sobre todo en estados clave como Michigan, Wisconsin y Minnesota. Estas tensiones internas, combinadas con la creciente preocupación de algunos votantes, podrían debilitar la posición del partido y dañar sus posibilidades electorales.
La agenda de cambio de los conservadores estadounidenses es objeto de propuestas detalladas en el Project 2025, un documento programático elaborado por la Heritage Foundation. ¿Podría ponerlas en práctica una segunda administración Trump? ¿Cuáles serían las consecuencias para la política de defensa, en particular con respecto a la OTAN, la Unión Europea y Ucrania?
Durante su campaña, Donald Trump se distanció del Project 2025 de la Heritage Foundation.
Habiendo trabajado para su administración, he comprobado que Donald Trump confía sobre todo en sus propios consejos: por tanto, es prudente mantenerse escéptico ante las afirmaciones de los think tanks u otras entidades que pretenden formular las políticas de la próxima administración Trump, que siempre se ha sentido dueña de sus propias ambiciones políticas. Las personas que representan el establishment de cada partido –tanto republicanos como demócratas– se le opusieron desde el principio, lo que alimentó la desconfianza de Trump hacia los republicanos históricos y la política partidista en general.
En cuanto a Ucrania, es probable que Trump intente negociar, del mismo modo que hizo con Kim Jong Un. También es muy probable que ponga a Europa en una posición incómoda exigiendo más a Alemania, Francia y la OTAN.
¿Qué quiere decir Trump cuando afirma que está dispuesto y es capaz de poner fin a la guerra en Ucrania en “menos de 24 horas”?
En caso de una victoria de Trump y de negociaciones, probablemente comenzarán con Zelenski, pero Europa tendrá un papel importante que desempeñar. Sería entonces muy inteligente prepararse para las negociaciones antes de que Trump tome el poder. Sea cual sea el resultado de las elecciones, es esencial que Europa y la OTAN adopten una postura firme y empiecen a presentar ideas para preparar el terreno para la próxima administración presidencial estadounidense.
Porque sea cual sea el resultado de las elecciones, es de esperar que surjan muchas personas descontentas. Si gana Trump, los demócratas podrían denunciar a Estados Unidos como un país racista y misógino. Por otro lado, si Trump pierde, es inevitable que argumente que el sistema es corrupto. En ambos escenarios, parece inevitable que se produzcan disturbios importantes. Por lo tanto, es crucial que Europa se anticipe y se prepare desde ahora para el próximo año, en lo que respecta a las cuestiones relacionadas con Ucrania y Rusia.
¿Hasta qué punto es creíble la sugerencia de Trump de que Estados Unidos se retirará de la OTAN?
No creo que Trump retire a Estados Unidos de la OTAN, por varias razones.
Es cierto que no es un presidente ortodoxo, pero desde luego no es temerario. Salir de la OTAN enviaría una fuerte señal a Putin, una que Trump probablemente no tendría intención de enviar. Seamos claros: ha expresado su hostilidad hacia la OTAN, pero no ha ido tan lejos como para abandonarla. Lo que busca por encima de todo es una alianza que considere justa para el pueblo estadounidense.
En última instancia, creo que comprende la importancia de la OTAN, que durante más de 75 años ha sido un pilar de la seguridad mundial. La OTAN, con Estados Unidos en el centro, sigue siendo un ancla esencial para la estabilidad en Europa, y representa la influencia norteamericana en el continente. Así que no creo que se arriesgue a sacarnos de ahí. Sin embargo, es probable que intente por todos los medios hacernos creer que esa decisión es realmente posible.
¿Por qué cree que Joe Biden terminó por retirarse de la carrera presidencial y dio su apoyo a la candidatura de Kamala Harris?
Hasta el último momento hubo incertidumbre sobre si Joe Biden iba a retirarse o no de la carrera presidencial. Se barajaban varios candidatos para sustituirlo, incluido su vicepresidenta, que tenía un índice de popularidad inferior al de Dan Quayle hace unos meses. Nadie la creía capaz de tomar el relevo. Esta falta de confianza en Kamala Harris obligó a los demócratas a mantener a Biden en la carrera. No fue hasta después del debate cuando los donantes decidieron dejar de financiar a Biden y lo obligaron a retirarse.
El verdadero problema fue que el Partido Demócrata no celebró unas verdaderas primarias. Descartaron a cualquiera que pudiera suponer una amenaza para Biden, creando una situación problemática. Al hacerlo, sofocaron cualquier competencia interna, impidiendo la aparición de nuevas figuras dentro de su propio campo.
En segundo lugar, es vicepresidenta, y en Estados Unidos el bloque de votantes más fuerte son las mujeres negras –más constantes que cualquier otro grupo– y el 98% de ellas apoyan a los demócratas. Esto hace imposible desbancarla. Seguro que buscaron soluciones alternativas, quizá explorando la posibilidad de promover a Gavin Newsom o a otro candidato. Debieron de haber habido muchas estrategias para sortear esta situación. Pero, al final, se encontraron atrapados por su propia política identitaria, igual que Biden cuando anunció que elegiría a una mujer negra para el Tribunal Supremo.
¿Qué podemos esperar de una administración de Harris?
Kamala Harris es la gran desconocida de la ecuación. Destaca por sus ideas muy progresistas, pero ha intentado acercarse al centro, ya que el Partido Demócrata está perdiendo terreno ahí, sobre todo entre las comunidades de color, especialmente por la situación económica. Los estadounidenses se preguntan por qué deben gastar miles de millones en políticas progresistas cuando el precio de los alimentos sigue subiendo. Esto crea mucha incomprensión, y no sólo entre las comunidades de color, sino entre todos los sectores de la población estadounidense.
Si centramos el debate en este tipo de cuestiones, Trump resulta más aceptable. Mucha gente que lo apoyó recuerda su situación financiera bajo su mandato: mejores salarios y ahorros, precios más bajos para las necesidades básicas… los votantes votan en función de sus bolsillos.
Mientras que Biden era visto como un centrista pragmático, lo que le valió el apoyo de algunos republicanos, Harris probablemente seguiría esta política pero de forma más dinámica. Esta reorientación de la política de Harris no sería fácil de llevar a cabo, ya que tendría que lidiar con partidarios de diferentes ideologías y, al mismo tiempo, ganarse a los votantes independientes.
En cuanto a Trump, aunque personalmente no me inclino a apoyarlo, no se puede negar que su mandato ha aportado cierta estabilidad en la escena internacional. Así que muchos estadounidenses se preguntan si realmente pueden confiar en Kamala Harris para manejar complejas negociaciones de política exterior, dada su falta de experiencia en política en este campo.
¿Cuál podría ser su programa de política exterior?
Es difícil predecir con exactitud cuál será la postura de Kamala Harris sobre Ucrania, ya que no ha adoptado ninguna posición pública al respecto. Durante su visita a Ucrania, dos días antes de la invasión de Putin, no dio señales claras que pudieran haber influido en los acontecimientos. Su falta de experiencia en la escena internacional es preocupante, especialmente en un momento en el que Estados Unidos necesita mostrar su fuerza y liderazgo.
La composición de su equipo será crucial para entender su futura posición sobre Ucrania. Normalmente, la elección de asesores, como el consejero de Seguridad Nacional o el secretario de Estado, da una indicación de la política futura. Si se rodea de figuras favorables a la OTAN o procedentes de think tanks partidarios de un enfoque proactivo, podría adoptar una postura más pronunciada que Trump. Sin embargo, también es posible que opte por delegar, adoptando una actitud de repliegue similar a la de Biden. Dada la velocidad a la que se desarrollan los acontecimientos, no está claro quién formará parte de su círculo íntimo.
A menos de dos meses de las elecciones, los votantes parecen saber todavía poco de Kamala Harris. ¿Cree que esto podría perjudicarla?
Parece ser que la estrategia actual es mantener cierto misterio en torno a Kamala Harris. A pesar del apoyo masivo de los medios de comunicación, ha estado relativamente alejada de la prensa: pocas entrevistas, ninguna rueda de prensa y una presencia controlada en los medios.
Esta estrategia de comunicación es importante, ya que permite a la gente proyectar sus esperanzas sin saber realmente qué esperar. Sin embargo, este enfoque también puede ser preocupante: es crucial saber qué defiende y cómo se posicionará en cuestiones clave.
Probablemente tendremos una imagen más clara después del debate. Revelará no sólo la capacidad de Trump para mantenerse centrado en los temas importantes, sino también cómo atacará a Harris. Es esencial que se centre en cuestiones relevantes para el pueblo estadounidense, en lugar de caer en ataques personales o mezquinos.
Trump tendrá que navegar con cuidado, especialmente cuando se enfrente a una mujer negra, para evitar ser percibido como una bestia. Aunque tiene sus partidarios acérrimos, necesita convencer a los votantes independientes, que ya se muestran escépticos sobre las calificaciones de Harris para la presidencia. Estos votantes pueden dudar de su capacidad para liderar, pero también son reacios a expresarlo abiertamente por miedo a ser percibidos como racistas o sexistas.
Trump no sólo tendrá que declarar que Kamala Harris no está calificada para gobernar, sino también demostrarlo de forma convincente. Mucha gente, incluidos algunos demócratas, no la ven como la mejor opción. Dependerá de Trump recordar a los votantes que sus sospechas son fundadas, utilizando las acciones y palabras de Harris en su contra.
¿Qué papel desempeña la relación entre la Casa Blanca y el Pentágono en la aplicación de la política exterior estadounidense?
Dimití junto al secretario Mattis el 31 de diciembre de 2018. La dinámica entre el Pentágono y la Casa Blanca varía de acuerdo a las administraciones. Con Mattis, durante el primer año de la presidencia de Trump, la Casa Blanca dejó al Pentágono relativamente autónomo, permitiendo a James Mattis dirigir el departamento y las fuerzas armadas como mejor le pareciera. Este periodo se caracterizó por un alto nivel de confianza entre el presidente Trump y su secretario de Defensa, lo que dio lugar a una relación de trabajo armoniosa.
Sin embargo, esta dinámica depende en gran medida de la confianza que el presidente deposite en la persona que dirige el Pentágono. A medida que las diferencias entre Trump y Mattis se hicieron más evidentes, en particular sobre la gestión de las alianzas y asociaciones internacionales, la relación se volvió tensa… hasta que James Mattis dimitió.
Para la próxima administración, la relación entre el presidente y el secretario de Defensa será crucial, especialmente en un contexto global cada vez más inestable. La elección del Secretario determinará la capacidad de Estados Unidos para navegar a través de este periodo de crisis.
¿A quién cree que elegiría Kamala Harris para el puesto?
Necesitamos a alguien que pueda hacer lo necesario por las tropas y defender los intereses de Estados Unidos, por encima de los caprichos políticos de un presidente. Un líder como Mattis supo equilibrar estas cuestiones de forma competente. Es probable que Trump, si es elegido, quiera poner fin a los conflictos en curso, como ha declarado a menudo. Si su secretario de Defensa no adopta plenamente esta visión, la relación podría volverse muy difícil y efímera.
A Kamala Harris le convendría nombrar al frente del Ministerio de Defensa a una persona muy fuerte, capaz de comprender las cuestiones estratégicas de los conflictos actuales y de proporcionarle un asesoramiento sólido. Dado que las cuestiones de defensa no son su área de especialización, un nombramiento de este tipo sería esencial para garantizar una política de defensa coherente. En este contexto, el papel del Pentágono podría llegar a ser mucho más importante bajo una administración de Harris que bajo una de Trump.
¿Qué cambiará la elección para la política estadounidense en relación con Ucrania?
La pregunta fundamental que Estados Unidos, y quizá incluso el mundo, aún no se ha planteado realmente es: ¿qué podemos aceptar sobre Ucrania? Trump tiene una forma directa de plantear las preguntas esenciales, y es probable que aborde esta cuestión desde un nuevo ángulo.
Putin invadió Ucrania y no da señales de detenerse. Aunque dicho país resiste con valentía, nadie parece preguntarse realmente qué pasará a largo plazo. Rusia está equivocada, eso está claro, pero es esencial que el mundo –Europa, la OTAN, Estados Unidos, Ucrania, e incluso hasta cierto punto Rusia– piense en un posible desenlace.
Está claro que Putin ha anclado firmemente su posición, lo que hace aún más difícil encontrar una solución al conflicto. Nadie parece saber qué tiene que hacer Ucrania para obligar a Rusia a detener esta guerra.
¿Cómo afecta la creciente polarización y extremismo del discurso político a la forma en que Estados Unidos ve su papel en el mundo?
El interés de Estados Unidos por la política exterior está intrínsecamente ligado a su sensación de seguridad interior. En estos momentos, Estados Unidos atraviesa un periodo de gran agitación interna. Crisis como la epidemia de fentanilo, que se ha convertido en la principal causa de muerte entre los adultos jóvenes, y la afluencia de inmigrantes ilegales están alimentando una sensación generalizada de vulnerabilidad. Además, crece la percepción de que Europa no se enfrenta a los mismos retos, lo que refuerza la idea de que las prioridades estadounidenses deben centrarse ante todo en los problemas internos.
Para los estadounidenses, la implicación en los asuntos internacionales sólo está justificada en la medida en que se sientan protegidos y bien atendidos por su propio gobierno. Si no existe este sentimiento de seguridad, su interés por conflictos internacionales como los de Ucrania, Israel u otros lugares disminuye considerablemente. Este tipo de retórica ya está presente entre algunos republicanos, que cuestionan la implicación de Estados Unidos en Ucrania y que preferirían privilegiar cuestiones de política interior.
Esta situación abre una oportunidad única para Europa: con Estados Unidos distraído por sus propias crisis internas, Europa podría desempeñar un papel más activo y decisivo en la configuración del orden mundial. Esta ventana de oportunidad existirá hasta el final de las elecciones de 2024, periodo durante el cual Estados Unidos se verá inevitablemente absorbido por sus propios problemas. Incluso más allá de las elecciones, Estados Unidos podría seguir centrándose principalmente en sus retos internos, si tenemos en cuenta la naturaleza de las crisis actuales.
Si Kamala Harris se convierte en presidenta, es probable que tenga dificultades para establecerse rápidamente en la escena internacional. Su relativa inexperiencia podría complicar la gestión de los asuntos mundiales, sobre todo porque tendrá que demostrar su legitimidad como líder ante crisis tanto internas como externas. Esto podría prolongar el periodo de distracción de Estados Unidos, dando a Europa aún más espacio para tomar la iniciativa.
Por el contrario, si Donald Trump vuelve al poder, podría estar mejor equipado para gestionar las turbulencias internacionales, dada su experiencia pasada. Los estadounidenses, aunque consideran a Trump imprevisible, podrían tolerar sus excentricidades si su situación económica mejora.