Varsovia, 14 de marzo de 2023. La activista Justyna Wydrzyńska es condenada por un tribunal polaco por suministrar una píldora antiabortiva a una mujer que no podía viajar fuera del país para interrumpir su embarazo. El Partido Ley y Justicia, defensor de una de las leyes de aborto más restrictivas de Europa, aplaude a rabiar. 6 meses después, durante las elecciones parlamentarias, el 57% de las mujeres votó a Coalición Cívica, consiguiendo así, con su participación masiva, devolver a Polonia a la senda democrática y al corazón de la construcción europea.
Washington, 24 de junio de 2022. El Tribunal Supremo de Estados Unidos anula la Sentencia del caso Roe contra Wade de 1973 por 5 votos a 4, y desprotege así a millones de mujeres estadounidenses permitiendo a los Estados regular el derecho al aborto en los primeros tres meses de embarazo. Apenas 5 meses después, durante las elecciones de medio mandato o “midterms” las mujeres contribuyeron a que el partido demócrata resistiera el embiste republicano.
Ambos casos sirven para ilustrar el gran poder de las mujeres en los procesos electorales. Las polacas y estadounidenses, con sus votos, consiguieron ser protagonistas de su propio destino.
Volvamos ahora al presente. En este aluvión de votos y urnas del superaño electoral que tenemos por delante, hay dos citas ineludibles que incidirán en el curso de la turbulencia global que vivimos. Estados Unidos y la Unión Europea. Apenas unos meses separan ambas convocatorias en un momento de recesión democrática. Y, de entre los casi 600 millones de electores, seremos las mujeres, a ambos lados del Atlántico, las que jugaremos un papel fundamental. ¿Seremos capaces esta vez de actuar como muro de contención en un momento de regresión de nuestros derechos e influir en el futuro de la relación transatlántica en un contexto de enorme tensión geopolítica?
El voto femenino puede hacer volcar o reforzar las democracias
Empecemos por Estados Unidos; si en 2022 no contaban con la resistencia demócrata gracias a la participación de mujeres y jóvenes, en esta ocasión hay otros factores que pueden movilizar el voto. Nos encontramos con varias sentencias contra Donald Trump, concretamente una por abuso sexual y difamación por el que ha sido condenado a pagar 86 millones de dólares. El Me Too ya se manifestó claramente contra él. En las presidenciales de 2020 el apoyo de las mujeres a Biden fue mayoritario, con un 57% frente a un 42% que votaron a Trump. Biden lo sabe, y ya ha anunciado medidas para paliar los efectos de la sentencia del Tribunal Supremo contra el aborto, de cara a las elecciones presidenciales de noviembre. La firme convicción de las mujeres estadounidenses para luchar por sus derechos sexuales y reproductivos ya ha quedado de manifiesto en la movilización masiva en diferentes Estados donde se ha votado a favor de la interrupción voluntaria del embarazo.
Las claves de un mundo roto.
Desde el centro del globo hasta sus fronteras más lejanas, la guerra está aquí. La invasión de Ucrania por la Rusia de Putin nos ha golpeado duramente, pero no basta con comprender este enfrentamiento crucial.
Nuestra época está atravesada por un fenómeno oculto y estructurante que proponemos denominar: guerra ampliada.
Al otro lado del Atlántico, en Europa, las encuestas pronostican un aumento considerable de los partidos de ultraderecha, lo que podría poner en riesgo el centro de gravedad europeo históricamente representado por la socialdemocracia y la democracia-cristiana, y por lo tanto, muchas de las políticas europeas en materia de cambio climático, igualdad y derechos de las mujeres. Hay dos puntos clave. Por un lado, en los países del Este, donde se da –de media– una muy baja participación en las elecciones al parlamento europeo. Está por ver si la guerra de Ucrania y la amenaza de Putin y sus aliados populistas moviliza la participación de las mujeres a favor de una Europa más fuerte y más democrática, siguiendo el modelo de Polonia. Y, por otro lado, nos encontramos el flanco occidental, donde los partidos de ultraderecha y extrema derecha han avanzado en los últimos años. Es el caso de Francia, España e Italia. En 2022 se movilizaron consiguiendo un segundo mandato para Macron frente a Le Pen. La interrupción voluntaria del embarazo en Francia –que Simone Veil consiguió legalizar cuando en casi toda Europa era ilegal–, se acaba de incluir como derecho en la Constitución gala. En 2023 las mujeres españolas fueron decisivas para mantener al gobierno de coalición de centro-izquierda ante un partido de ultraderecha –Vox– que amenazaba con poner fin a la legislación sobre violencia contra las mujeres y que ya había comenzado a tomar medidas contra algunas políticas de igualdad a nivel local y regional. En Italia, se dio el caso contrario; con una alta abstención general y aún más alta de las electoras, del total del voto a Meloni, apenas un tercio provenía de las mujeres. Alemania –el país con mayor número de votantes– será la gran incógnita. ¿Responderán las mujeres alemanas ante el auge de Alternative für Deutschland que figura ya como primera fuerza en varias encuestas?
Si el voto femenino se ha convertido en un factor determinante en la mayoría de citas electorales recientes, es todavía más importante tener en cuenta las nuevas tendencias de comportamiento electoral entre los jóvenes, donde se produce una doble paradoja. Por un lado, su movilización es más determinante. Por ejemplo, en las últimas elecciones europeas la franja de edad que más aumentó su participación fue la de 18 – 39. Y, por otro lado, esta movilización está cada vez más polarizada. La generación Z ya no es una sino dos 1. Las mujeres jóvenes son cada vez más progresistas y los hombres jóvenes más conservadores. Por ejemplo, en Polonia, solo el 16% de mujeres jóvenes votaron a los partidos de derecha. En España –uno de los países donde el feminismo está más politizado– esta brecha ideológica es de las más altas.
El aumento de la polarización en las democracias consolidadas ha sido un caballo de Troya para el feminismo. Lo pretenden disfrazar de guerra cultural o identitaria, pero no lo es. Se trata de una seria amenaza a la consolidación de nuestros derechos materiales. Esta batalla se traslada al espacio digital a través de la desinformación contra las mujeres, que se ha convertido en un fenómeno en sí mismo formado por un alto volumen de ataques en redes sociales deliberadamente orquestados por terceros países y/o grupos de extrema derecha para socavar derechos y dañar las democracias. Un ejemplo concreto lo encontramos en el informe del Centro de Excelencia de Comunicación Estratégica de la OTAN que analizó el acoso online al que fueron sometidas las mujeres del anterior gobierno finlandés liderado por Sanna Marin durante la pandemia 2. Es solo uno de muchos.
Tres razones para votar en las elecciones europeas
Nos encontramos en una encrucijada de gran calado donde las mujeres nos jugamos mucho. El momento geopolítico nos interpela de forma directa. Tres son las razones principales por las que necesitamos una gran movilización del voto de las mujeres en las elecciones europeas y las presidenciales de Estados Unidos de 2024.
La primera; porque el feminismo debe contraatacar. Sufrimos un ataque directo a nuestros derechos materiales. Se trata de derechos irrenunciables. No podemos ser armas arrojadizas de intereses partidistas ni de luchas geopolíticas. Es más necesario que nunca volver a la senda institucional de los grandes consensos que propiciaron las mayores cuotas de igualdad entre mujeres y hombres. Pero mientras ello ocurre, debemos movilizarnos. Debemos construir una gran alianza internacional como dique de contención que haga resistir a las democracias liberales.
Segunda, porque es en Europa donde se fragua la base de las legislaciones que nos protegerán en caso de ataque a los derechos de las mujeres en los Estados miembros. Tenemos el ejemplo reciente de la recién adoptada directiva sobre violencia contra las mujeres. Es desde las instituciones europeas donde se han conseguido los permisos de paternidad y maternidad y la paridad en los Consejos de Administración de las grandes empresas. Quedan muchas decisiones que tomar. La próxima legislatura europea será clave. Si queremos que el siglo XXI se parezca a nosotras, tenemos que estar presentes en los centros de poder tecnológicos y en el ámbito de la Inteligencia Artificial, donde hay grandes sesgos por razón de sexo.
Y, tercera, porque no solo decidimos sobre nuestra propia agenda. Decidimos sobre el futuro de la democracia. Los derechos de las mujeres y el feminismo tienen una dimensión más geopolítica que nunca. Elegimos sobre nuestros derechos y sobre el orden internacional basado en reglas en el que queremos vivir. Las estrategias del partido demócrata en Estados Unidos y de los partidos pro europeos, tendrán que hacer un gran esfuerzo en captar el voto femenino. Y esto no se hace solo apelando al feminismo o al miedo a la ultraderecha. Tampoco invocando únicamente los temas que históricamente han estado asociados a las preocupaciones de las mujeres –como la salud, los cuidados o los temas sociales–. Tenemos agenda propia, pero decidimos por la agenda global. Nosotras decidimos sobre la guerra en Ucrania, nosotras decidimos sobre el cambio climático, nosotras decidimos sobre el futuro de la política de defensa europea. Son estos los temas que más preocupan a los europeos, a las mujeres y a los hombres casi por igual.
Hace unas semanas escribí, junto a otros colegas del mundo académico, un artículo en Foreign Affairs en el que explicábamos cómo la Unión tenía que blindarse frente a un segundo mandato de Trump. Ahora, es el feminismo el que tiene que blindarse ante Trump y ante el auge de las fuerzas populistas y de ultraderecha a ambos lados del Atlántico. Desde que las mujeres pudimos votar, hemos sido las protagonistas de las grandes transformaciones sociales, hacia un mundo de progreso, igualdad y democracia. Tenemos una cita con la historia. No podemos dejar que otros decidan por nosotras. Esta vez votamos también por las que no pueden votar y viven bajo el yugo de la dictadura y de las bombas. Votamos por nosotras y por las mujeres de Afganistán, de Irán, de Gaza, de Bielorrusia, y de Rusia, por las que no tienen derechos y por las que pueden perderlos. Pero también por las que podemos seguir conquistándolos.
Por nosotras. Y por ellas.
Notas al pie
- John Burn-Murdoch, « A new global gender divide is emerging », Financial Times, 26 de enero de 2024.
- Van Sant, K., Fredheim, R., & Bergmanis-Korats, G. (2021). Abuse of power : coordinated online harassment of Finnish government ministers. Riga : NATO Strategic Communications Centre of Excellence.