Sabemos cuánto le costó llegar a la presidencia y cómo se quiso impedir que se concretara la elección de una mayoría de guatemaltecos. En este contexto y después de cinco semanas en el poder, ¿cómo describiría el ambiente en el que intenta navegar por ahora?
Me voy a permitir retomar las palabras de un observador que decía en estas semanas que Guatemala es un país que recuperó la sonrisa. Creo que la gente está muy satisfecha y muy contenta de que, efectivamente, todo este esfuerzo cívico que se puso en marcha para resistir a los intentos de ese poder corrupto por mantenerse en el poder fue fructuoso.
El resultado es que la voluntad libremente expresada en las urnas prevaleció. Y esto hay que considerarlo en términos precisos: el resultado es entendido no como una victoria de Bernardo Arévalo, ni como una victoria del movimiento Semilla, es entendida como una victoria colectiva –de toda nuestra sociedad–. Es decir, es visto como un logro que genera ese bienestar y el compromiso de ahora traducirlo en medidas de desarrollo que son las que necesita la población para sentir que ese voto por la esperanza, ese voto de confianza estaba justificado.
¿Logrará gobernar y aplicar todas las reformas que quiere? Contra viento y marea, logró ser elegido, contra viento y marea logró ser investido, ¿es así que gobernará también, contra viento y marea?
No, yo creo que no. Me parece que ya es muy evidente que el nivel de turbulencia ha bajado, en particular en el Congreso de la República. En este momento hay una junta directiva que no es hostil, en las Cortes se han distanciado de aquellas mecánicas de los grupos corruptos. Sin embargo, está claro que seguimos con problemas en la Fiscalía General y en algunos juzgados. Pero creemos que son problemas puntuales que tendremos que ir resolviendo a medida que vamos avanzando.
No somos ingenuos, la gente problemática por su corrupción explícita no ha desaparecido. La red que se dedicó a enriquecerse del poder público durante dos décadas sigue estando ahí. Es diversa, está extendida. Pero es innegable que se ha replegado. En otros términos, los individuos en cuestión no están ocupando posiciones de poder. Esta situación nos va a permitir, precisamente, reforzar la vigencia de toda esa parte de la sociedad que rechaza a esas personas, que rechaza la corrupción.
Justamente, usted se encuentra en una posición de cierto modo compleja. Su principal reto es restablecer el Estado de derecho y para ello, quizá tendrá que coquetear con las fronteras del mismo Estado de derecho removiendo por ejemplo a funcionarios corruptos que impiden el funcionamiento de la democracia. ¿Cómo encontrar el buen equilibrio para que no se le acuse de violar a su vez el Estado de derecho cuando intenta precisamente preservarlo y reforzarlo?
Bueno, lo primero que tengo que hacer es asegurarme de que todo lo que haga se inscriba en el marco de la ley. Si uno empieza a tomarse libertades alrededor de una ley que se decide ignorar en una situación en particular, en un momento u otro, está por supuesto mal. Eso es estar en el mal camino y repetir precisamente lo que se hizo antes –y lo que queremos combatir–. Por lo tanto, eso no lo haremos.
Pero que quede claro: dentro del marco de la ley haremos todos los esfuerzos –porque tampoco somos ingenuos– para tratar de encontrar y aplicar los mecanismos que nos permitan remover y neutralizar a los altos cargos corruptos.
Las claves de un mundo roto.
Desde el centro del globo hasta sus fronteras más lejanas, la guerra está aquí. La invasión de Ucrania por la Rusia de Putin nos ha golpeado duramente, pero no basta con comprender este enfrentamiento crucial.
Nuestra época está atravesada por un fenómeno oculto y estructurante que proponemos denominar: guerra ampliada.
Un caso paradigmático siguiendo el mismo hilo es el del periodista José Rubén Zamora. ¿Qué se puede hacer cuando hay que seguir el proceso de una justicia en la que usted mismo –y con razón– no confía?
Nosotros seguimos con mucha atención el caso de José Rubén Zamora. En primer lugar, hemos tomado medidas para terminar con las condiciones casi de tortura en la que se lo mantenía por parte del régimen en sus condiciones de detención. Eso lo hemos hecho al día siguiente de que tomamos posesión.
Dicho esto, claro, nosotros no podemos intervenir en el proceso judicial. No podemos tomar y dar una orden para liberarlo. Pero estamos estudiando la medida en que podemos encontrar formas para poder interceder entrando en el juicio como terceros. Estamos viendo todo eso. Y además hay que agregar y destacar que no estamos analizando únicamente el caso de José Rubén Zamora; sino estamos entendiendo de qué manera y mediante cuáles mecanismos que nos permite la ley, podemos apoyar a todas esas personas que han quedado con casos abiertos por parte del grupo corrupto contra el que estamos luchando –y que tanto daño le ha hecho a nuestra democracia–.
Si usted logra cumplir esos retos durante su mandato, Guatemala podría convertirse en un ejemplo democratico en la región –y casi una excepción en el contexto actual de Centroamérica–. ¿Le interesaría tomar las responsabilidades de un líder centroaméricano y aprovechar para promover la integración regional?
Lo que nosotros queremos en primer lugar es, efectivamente, que Guatemala retome su carácter democrático. Y si ese ejemplo le puede servir a la región y al mundo, perfecto.
En segundo lugar, nosotros sí entendemos que hemos logrado remontar este embate de las fuerzas de la corrupción gracias al apoyo internacional que hemos tenido. Y desde ese punto de vista, nosotros también tenemos un deseo de contribuir a nivel internacional en los esfuerzos por luchar contra la corrupción y preservar la democracia.
Se le criticó cuando saludó y felicitó –quizás demasiado temprano– la reelección de Nayib Bukele en El Salvador. ¿Cuál es su relación con el presidente salvadoreño?
Mire, en general, con todos los países de la región, sobre todo con nuestros vecinos inmediatos con quienes compartimos frontera, tenemos una necesidad de mantener y desarrollar relaciones de cooperación y de colaboración. Porque es únicamente a partir de ese tipo de relaciones que vamos a poder darle respuesta adecuada a los retos, a los problemas y a las oportunidades conjuntas que vamos a enfrentar.
Hablaba hace un momento de la comunidad internacional. Está ahora terminando aquí en Madrid una importante gira europea en la que fue recibido por los principales mandatarios y altos cargos de la Unión. ¿Cuál es la señal que ha querido dar con este viaje al inicio de su mandato?
Estoy haciendo y terminando un tal viaje en Europa para mostrar que el esfuerzo valió la pena. Para mostrarle a todos los europeos que nos apoyaron y a todos los guatemaltecos, los millones de guatemaltecos honrados que creyeron en la esperanza y que votaron por nosotros, que hemos logrado prevalecer ante el embate corrupto.
La señal que queríamos dar también es que estamos trabajando para lograr que las instituciones funcionen. Queremos consolidar las instituciones de la democracia, recuperar las instituciones de la justicia y, así, lograr que funcione el desarrollo. De esta forma estamos invitando a los países y a los pueblos democráticos del mundo a que nos acompañen en este camino.
Usted ha condenado rotundamente la invasión rusa de Ucrania e incluso se reunió hace unos días con Zelenski. Son gestos y actitudes no tan comunes en América Latina, cuando se habla por ejemplo del auge del llamado “Sur Global”. ¿Cuál es su posición al respecto? ¿Cómo Guatemala buscará inscribirse en el escenario internacional bajo su presidencia?
Nosotros creemos en la necesidad de construir, reconstruir y fortalecer un sistema multilateral fincado, anclado y cimentado en el derecho internacional. Tiene que obedecer normas que son el resultado de una discusión entre Estados soberanos en donde los distintos Estados –grandes y pequeños– tenemos igualdad de condiciones para poder sentarnos a una mesa.
Un sistema internacional regido por este tipo de principios es la mejor garantía que tenemos países como los nuestros de mantener nuestros objetivos y preservar nuestros derechos en ese mismo sistema. En consecuencia, nuestra presencia internacional va a estar marcada por esa búsqueda de la colaboración, de la cooperación a partir de la convicción en los principios de la democracia y en la resolución pacífica de las controversias.
En este momento clave del segundo aniversario de la invasión rusa a gran escala de Ucrania, ¿qué puede hacer Guatemala –y que debería hacer según usted quizá toda la región latinoamericana en este tema–?
En general, el mundo tiene que ayudar en la búsqueda de mecanismos que permitan encontrar una solución pacífica a la situación actual. Tenemos que encontrar una salida pacífica y negociada a la guerra en Ucrania –y a todo el resto de controversias y conflictos internacionales–.
Creemos que ésta es una oportunidad para lograr redoblar esfuerzos y empezar a pensar en soluciones a las crisis y fracturas que el mundo está sufriendo.
¿Cuál es el mayor reto, según usted, que le espera ahora en Guatemala?
Tenemos que terminar con la corrupción en el país. Esta plaga no únicamente hace desaparecer los fondos, sino que además destruye las instituciones y corroe las instituciones. Por lo tanto, nos estamos encontrando con un Estado que tiene dificultades para funcionar de manera efectiva.
Nuestro reto principal es lograr reconstruir estas instituciones para que recuperen su capacidad de acción efectiva y comenzar a dar respuestas a la población en cuestiones tangibles de salud, de educación, de carreteras y de desarrollo.
¿Y el principal peligro?
El peligro principal al que nos enfrentamos creo que es la posibilidad de que, desde el aparato de justicia todavía cooptado, se vuelva a intentar hacer algún tipo de lawfare espurio en contra del Gobierno.