Cómo puede cambiar la Tierra: una introducción a los puntos de inflexión

Punto de inflexión es la expresión utilizada para describir el momento preciso de un sistema en el que un ligero cambio da lugar a grandes transformaciones.

Es el caso, por ejemplo, de cuando un pequeño aumento del calentamiento global desencadena un cambio radical en los extremos climáticos, y el debilitamiento de las corrientes calientes (jet streams)1 se convierte en uno de los factores que permiten que una despiadada «cúpula de calor» se extienda por Norteamérica y queme una ciudad en poco tiempo2; o ese momento en que el capitán de un buque portacontenedores intenta desesperadamente corregir su rumbo errático, amplifica sus oscilaciones, lo atasca en el Canal de Suez y bloquea repentinamente el flujo de mercancías a lo largo de las cadenas mundiales de suministro, lo que provoca una escalada de precios en todo el mundo.

Una erupción del volcán Fagradalsfjall en Islandia en julio de 2023. © Solent News/SIPA

Los puntos de inflexión se producen en sistemas con alternancia de estados dinámicamente estables. Como la vida y la muerte en un organismo, la guerra y la paz en una sociedad o la autocracia y la democracia en un sistema político. En un punto de inflexión, un sistema abandona un estado y acelera hacia otro. Los puntos de inflexión pueden producirse gracias a lo que los científicos e ingenieros llaman retroalimentación «positiva»: un ligero cambio inicial tiene consecuencias que lo amplifican. El cambio adicional da la vuelta al bucle, amplificándose aún más, y así sucesivamente. Un ejemplo concreto: esto es lo que ocurre cuando se derrite la capa de hielo del Ártico y deja al descubierto una superficie oceánica mucho más oscura que absorbe más luz solar, lo que acelera el calentamiento y derrite más hielo. Lo mismo ocurre cuando una de las partes de un conflicto aumenta su armamento, lo que incita a la otra parte a aumentar el suyo, y esto lleva a los beligerantes a una carrera armamentística.

Los puntos de inflexión se producen en sistemas con alternancia de estados dinámicamente estables.

TIMOTHY LENTON

En general, estas reacciones son limitadas. El cambio inicial se amplifica, pero no indefinidamente: cada vuelta en el bucle de retroalimentación produce un cambio adicional menor hasta que el sistema se estabiliza de nuevo, sin ningún cambio radical en su estado. Pero hay veces en que la retroalimentación es lo suficientemente fuerte como para que un cambio inicial siga amplificándose de forma desbocada, y lleva al sistema de un estado a otro; como cuando una persona infectada por el virus Covid-19 llega a un país e infecta a otras cinco, que a su vez infectan a otras 25, y así sucesivamente, hasta que se produce una pandemia; o cuando el retroceso del gigantesco glaciar de la Isla Pine, en la Antártida Occidental, provoca un ajuste de las tensiones y presiones que se ejercen sobre él, acelerando al mismo tiempo el flujo de hielo3. Si la retroalimentación dentro de un sistema se descontrola, el punto en el que esto ocurre es el punto de inflexión.

Ahora nos acercamos a un calentamiento global de alrededor de 1.3°C; un grado entero durante mi vida.

En algunas partes del sistema terrestre, las retroalimentaciones amplificadoras se están volviendo lo suficientemente fuertes como para acercarnos peligrosamente a ciertos puntos de inflexión climáticos, en los que un pequeño aumento adicional del calentamiento desencadena un cambio considerable en los subsistemas. En Groenlandia, el deshielo de la capa de hielo disminuye la altitud de su superficie, lo que la calienta aún más y acelera el deshielo. Combinada con la de la Antártida Occidental, la pérdida irreversible de esas dos capas de hielo a lo largo de los siglos provocaría una subida del nivel del mar de varios metros y amenazaría con inundar una superficie ocupada hoy por mil millones de personas. Los suelos helados del permafrost ártico también podrían empezar a descongelarse bruscamente y a liberar dióxido de carbono y metano a la atmósfera, lo que contribuiría considerablemente al calentamiento global.

Si la retroalimentación dentro de un sistema se descontrola, el punto en el que esto ocurre es el punto de inflexión.

TIMOTHY LENTON

Junto a esos puntos de inflexión en la criosfera -las partes heladas del planeta- hay un punto de inflexión vinculado a la circulación: en el mar del Labrador, el proceso de convección profunda por el que el agua superficial se hunde hasta el fondo del océano Atlántico corre peligro de colapsarse.

Podría colapsar en el espacio de una década. Dicho cambio provocaría un aumento radical de la estacionalidad en Europa Occidental, para el que las infraestructuras en las que vivimos y utilizamos a diario simplemente no fueron diseñadas. Al otro lado del Atlántico, el nivel del mar podría subir 30 centímetros a lo largo de la costa noreste de Estados Unidos y Canadá, lo que significaría inundaciones generalizadas cada vez que un huracán azote Boston o Nueva York. En África Occidental, podría perturbar gravemente el monzón y desencadenar crisis de seguridad alimentaria y migraciones en la región del Sahel.

El punto de inflexión para la biosfera también es inminente: los arrecifes de coral ya están experimentando repetidos episodios de blanqueamiento debido a las olas de calor marinas4, lo que podría provocar el colapso irreversible de tales ecosistemas y amenazar el sustento de casi 500 millones de personas que dependen de ellos.

© Solent News/SIPA

Si no cumplimos el objetivo fijado por el Acuerdo de París y el calentamiento global supera los 1.5 °C, estos puntos de inflexión climáticos serán probables y habrá otros cinco a la vista, el más importante de los cuales es el colapso de la gran circulación de giro del océano Atlántico, también conocida como circulación termohalina5. Si esto ocurre, Europa se secará drásticamente y los monzones se interrumpirán en los trópicos. Según nuestros cálculos6, el doble efecto de este punto de inflexión y del calentamiento global reducirá a la mitad las zonas viables para el cultivo de trigo y maíz en el mundo, lo que desencadenaría crisis de seguridad alimentaria.

Si no cumplimos el objetivo fijado por el Acuerdo de París y el calentamiento global supera los 1.5 °C, estos puntos de inflexión climáticos serán probables.

TIMOTHY LENTON

También es probable que los puntos de inflexión para los seres humanos y nuestros sistemas sociales se intensifiquen si el calentamiento global supera los 1.5 °C. El número de personas expuestas al calor y la humedad extremos, potencialmente mortales en los trópicos, pasará de unas pocas decenas a cientos de millones. Si yo fuera una de esas personas, y si pudiera permitírmelo, estaría pensando en mudarme. Como dijo un amigo, «van a venir a vivir con nosotros». Espero que estemos preparados para recibirlos con los brazos abiertos, pero estamos hablando de una migración humana a escala global que potencialmente podría ser cientos de veces mayor que la desencadenada por las guerras de Siria y Ucrania. El éxodo de sirios a Europa sugiere una respuesta más macabra: una escalada de nacionalismo de derecha, xenofobia, discursos de odio y conflictos violentos. Esta cadena de acontecimientos es solo una de las formas en que los riesgos pueden propagarse en cascada a través de los sistemas climáticos y humanos.

Para limitar el riesgo de puntos de inflexión climáticos perjudiciales, debemos esforzarnos colectivamente por alcanzar el objetivo del Acuerdo de París de 2015: limitar el calentamiento global a una temperatura lo más cercana posible a 1.5 °C.

Por desgracia, nos tardamos mucho en darnos cuenta de ello y tomar medidas. Las emisiones de gases de efecto invernadero siguieron aumentando después de 2015. Se redujeron en torno a un 5% con la pandemia y luego volvieron a su nivel anterior. Para tener alguna posibilidad de limitar el calentamiento global a 1.5 °C, tendrían que reducirse a la mitad para 2030 y detenerse a mediados de siglo. La quema de combustibles fósiles y la deforestación deben detenerse: pero en lugar de ello, la economía mundial se está «descarbonizando» cinco veces más despacio y las políticas actuales en todo el mundo nos están conduciendo hacia un calentamiento global de unos 2.5°C para finales de siglo.

Ecología de guerra

Pero no todo son malas noticias. Una transición energética fundamental está en proceso de autoamplificación.

Las fuentes de energía renovables son ya la forma más barata de generar electricidad en la mayor parte del mundo: son más baratas de lo que nunca lo han sido los combustibles fósiles. Su proporción en el mix energético no hará sino aumentar, gracias a las fenomenales economías de escala: cuanta más energía solar o eólica instalemos, más barata será la instalación de la siguiente unidad. En la última década, los precios de la energía solar y eólica han caído alrededor de un 90% y un 70% respectivamente. En 2022, ocurrió algo extraordinario en el sector eléctrico: el crecimiento de las energías renovables superó por primera vez el crecimiento de la demanda de electricidad. El resultado fue una reducción global del 1% en la generación de electricidad a partir de combustibles fósiles y las emisiones asociadas, a pesar de la fiebre por el carbón en Europa provocada por la guerra de Ucrania. Es un comienzo modesto, desde luego. Pero gracias a estas retroalimentaciones amplificadoras, el cambio se está acelerando exponencialmente, con un aumento de la producción de energías renovables superior al 10% anual.

Llamo a esto un «punto de inflexión positivo» por su potencial para acelerar hacia emisiones netas cero de gases de efecto invernadero, salvando vidas humanas y otras especies que de otro modo se perderían por el cambio climático y la contaminación atmosférica, como Andreas Malm demostró claramente utilizando el cálculo bressleriano en las páginas del primer volumen del Grand Continent7.

Sin embargo, no todo el mundo ve las cosas de la misma manera. Un estudio pionero de 2018 predice que el valor de mercado de los combustibles fósiles se desplomará en billones de dólares en todo el mundo, y que es probable que Rusia sea el mayor perdedor, ya que los productores más baratos como Arabia Saudita persiguen una «carrera hacia el fondo» para convertirse en los últimos vendedores de petróleo y gas.

Una transición energética fundamental está en proceso de autoamplificación.

TIMOTHY LENTON

¿Fue ésta una de las razones por las que Putin inició la guerra en Ucrania? ¿Quería recordar a muchos Estados europeos su dependencia del petróleo y el gas rusos y subir los precios? O dicho de otro modo: ¿quería vender caro mientras pudiera en esta carrera a la baja?

© Solent News/SIPA

A corto plazo, sin duda ha permitido que las empresas de combustibles fósiles obtengan beneficios inesperados. La guerra también ha restringido el suministro de minerales clave procedentes de Rusia -sobre todo cobre, níquel y silicio-, metales cruciales para las turbinas eólicas, los paneles solares y los vehículos eléctricos.

Pero el legado más duradero e importante de esta agresión se encuentra en otra parte.

Ha impulsado a muchos países a acelerar la transición a las energías renovables en aras de una mayor seguridad energética y unos precios más bajos de la energía. La vuelta temporal a la quema de carbón en Europa ha sido menor de lo esperado, gracias al despliegue acelerado de las energías renovables. Con 50 GW de nuevas energías renovables que se espera entren en funcionamiento en Europa en 2023, esto es más que suficiente para compensar el aumento de la quema de carbón en 2022. Mientras tanto, se ha moderado mucho cualquier tentación de empezar a explotar nuevas reservas de combustibles fósiles, con el riesgo de engrosar el número de activos potencialmente varados. La subida de los precios de los combustibles fósiles ha abierto nuevos mercados para las energías renovables alternativas.

La mayoría de los analistas coinciden en que es improbable que las exportaciones rusas de combustibles fósiles vuelvan a los niveles anteriores a la guerra. Es probable que Putin haya desencadenado una espiral descendente para la economía rusa de los combustibles fósiles, pero aparentemente eso no le importa. Su único objetivo es pasar a la historia como un gran líder ruso8.

Por el momento, pues, la búsqueda europea de la autosuficiencia energética ha sido un arma económica eficaz, como había previsto Pierre Charbonnier en los primeros meses de la guerra cuando introdujo el concepto de «ecología de guerra»9. Ha alineado dos objetivos: dejar de financiar la maquinaria bélica de Putin y acelerar la transición energética. Citando a Charbonnier: «Tenemos que romper con una dependencia tóxica, tanto en términos geoestratégicos como de política climática. La sobriedad, en el contexto de la ecología bélica emergente en Europa, mata dos pájaros de un tiro al alinear el imperativo de coerción contra el régimen ruso con el imperativo de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero»10.

El único objetivo de Vladimir Putin es pasar a la historia como un gran líder ruso.

TIMOTHY LENTON

Esta alianza, lejos de ser santa, aborda dos guerras a la vez, parafraseando a Bruno Latour11. Ambas son conflictos territoriales o coloniales, porque los efectos del cambio climático los provocan en gran medida los ricos de las zonas más frías del mundo, mientras que los sufren -hasta ahora- los pobres de las regiones más cálidas.

Las vidas de quienes ahora mueren de calor y humedad extremos -desde ancianos que viven en barrios marginales de la India hasta trabajadores agrícolas indocumentados en el sur de California- han sido invadidas por el cambio climático. Sin embargo, las cadenas de causalidad y responsabilidad son menos visibles inmediatamente, y hacen menos ruido que los tanques que arrollaron Ucrania, financiados por la dependencia europea de los combustibles fósiles rusos.

Un sistema para un mundo roto

Las implicaciones humanas y planetarias de la invasión de Ucrania ya se extendieron a escala mundial.

Están entrelazadas con las invasiones provocadas en todo el mundo por el cambio climático, así como con nuestros esfuerzos para combatirlo. Esto se suma a una sensación preexistente y creciente de inestabilidad, incertidumbre y acumulación de crisis en todo el mundo.

Antes de la guerra, la pandemia ya había desencadenado un aumento mundial de la deuda en relación con el PIB y una rápida inflación, las cadenas de suministro estaban bajo tensión y los precios mundiales de las materias primas se encontraban en sus niveles más altos de la última década. La escalada de los fenómenos climáticos extremos ya se había dejado sentir. Así que no es de extrañar que el sector de la defensa, el sector financiero y todos aquellos preocupados por la seguridad humana estén ahora intentando averiguar cómo evaluar los riesgos en cascada, para poder tomar decisiones con conocimiento de causa.

© Solent News/SIPA

Todo el mundo está de acuerdo en que nos encontramos en una situación formidablemente compleja, plagada de interacciones entre sistemas y escalas, y que no tenemos la sensación de que vayamos a volver pronto a un mundo previsible que podamos controlar, si es que alguna vez vivimos en uno.

Nos enfrentamos a una realidad compleja, dinámica, orgánica y marcada por el retorno de la pura voluntad. En este contexto, debemos imaginar un nuevo tipo de punto de inflexión: el de nuestra visión del mundo. Seguir confiando en la creencia en un mundo puramente determinista y racional, en el que el análisis macroeconómico de los costos y beneficios a gran escala es lo único que puede indicarnos la mejor manera de salir de los problemas, parece absurdo. Se trata de un requisito imprescindible: integrar la política internacional, la economía, la seguridad y la evolución de la tecnología en el sistema terrestre.

Como nos enseñó Jim Lovelock, debemos reconocer que «formamos parte, o estamos asociados, a una entidad muy democrática»12 que nos proporciona las condiciones mismas de la vida. Hemos hecho todo lo posible por ignorar esta realidad en la búsqueda frenética de un PIB cada vez mayor. Reconocerla significa identificar y vivir dentro de los «límites del sistema Tierra» que garantizan un futuro seguro y justo para las personas y el planeta. Este camino hacia la plenitud requerirá un objetivo diferente al de maximizar el PIB.

Debemos imaginar un nuevo tipo de punto de inflexión: el de nuestra visión del mundo.

TIMOTHY LENTON

La entidad democrática de Gaia está reaccionando y retrocediendo ante el cambio climático. Del mismo modo, los países democráticos de Europa se han visto transformados por el regreso de la guerra al continente. Como afirma Bruno Latour en su último gran texto, se trata de una oportunidad para encontrar una nueva identidad europea en un suelo común y vivo: «Afirmo […] que la ley del siglo en que vivimos es el momento en que Europa, no Europa concebida únicamente como Unión, sino Europa como suelo, encuentra por fin a su pueblo y el pueblo encuentra por fin su suelo; precisamente porque siente mucho más vivamente que las demás naciones hasta qué punto vive en un interregno, y que busca ‘la ley del siglo’ que no es la de los dos siglos anteriores».

En su esencia política, la guerra de Ucrania es el lugar y el momento de la confrontación entre dos realidades políticas alternativas -la autocracia y la democracia- y sus visiones del futuro. Pero cada una de ellas no es más que una variante del mismo sistema económico, cuyos extremos son fuente de desigualdad y malestar social crecientes, al igual que lo son de la aceleración del cambio climático.

En su corazón ecológico, la guerra ampliada expone las contradicciones que esto conlleva. Extendida en el tiempo y en el espacio, interactúa con los puntos de inflexión más amplios del cambio tecnológico y económico, que influyen y se ven influidos por las olas invasoras del cambio climático.

Una cosa es casi segura: el punto de inflexión de futuras guerras podría desencadenarse por esta compleja confluencia de cambios climáticos, económicos, tecnológicos y políticos. A medida que el suelo cambia bajo nuestros pies, necesitamos una visión sistémica si queremos afianzarnos.

Notas al pie
  1. Las corrientes en chorro son corrientes atmosféricas de circulación rápida. Se encuentran en los límites de las regiones tropicales, subtropicales y polares. Se forman cuando confluyen los frentes de masas de aire de estas regiones, con presiones y temperaturas diferentes.
  2. Edith Loring-Kuhanga, «L’incendie de Lytton : un témoignage depuis le “Guernica de l’anthropocène”», le Grand Continent, 2 de julio de 2021.
  3. Un glaciar se forma por la acumulación y progresiva compactación de capas de nieve, transformadas en hielo por la presión. Bajo el efecto de su propio peso, el hielo se vuelve más maleable en profundidad, por lo que puede fluir a lo largo de las líneas más escarpadas del terreno, a velocidades que oscilan entre centímetros y metros por día. La descarga del glaciar se organiza así en corrientes de hielo, cuyo frente marca el límite del glaciar. Los glaciares antárticos se orientan directamente hacia el mar, formando frentes de hielo flotante; el calentamiento de las aguas acelera el deshielo en su extremo, provocando el retroceso del frente.
  4. Los pólipos de los arrecifes de coral viven en simbiosis con unas algas microscópicas llamadas zooxantelas, que les proporcionan oxígeno y ciertos nutrientes. En determinadas condiciones de estrés -aumento de la temperatura o de la acidez del agua, escasez de zooplancton-, las zooxantelas, que sintetizan compuestos nocivos para el coral, son expulsadas por éste y provocan su decoloración. Aunque el coral no muere sin su huésped, se vuelve más vulnerable al menor estrés.
  5. La circulación termohalina es la circulación oceánica generada por las diferencias de densidad entre las masas de agua. La presencia de aguas superficiales más densas que las capas que cubren crea un movimiento de convección que hace que las aguas menos densas suban y las superficiales se hundan. La densidad es a su vez una función decreciente de la temperatura del agua y creciente de la salinidad: la afluencia de agua dulce y fría procedente del deshielo de los casquetes polares perturba la circulación habitual.
  6. «Climate Tipping Points. Insights for Effective Policy Action», OCDE, 2022.
  7. Andreas Malm, «Théorie et pratique de la violence du carbone», en le Grand Continent, Politiques de l’interrègne, op. cit.
  8. Timothy Snyder y Yuval Noah Harari, «The War in Ukraine and the Future of the World», YouTube, enero de 2021.
  9. En un artículo publicado en abril de 2022, entonces en un número de la revista GREEN dedicado a este tema.
  10. Ibid.
  11. Bruno Latour, «Le sol européen est-il en train de changer sous nos pieds ?», le Grand Continent.
  12. James E. Lovelock, La terre est un être vivant. L’hypothèse Gaïa, Flammarion, «Champs», 2010.