Tras el pensamiento estratégico de Maquiavelo, nuestro análisis de la ruptura polemológica de las guerras de Italia y las prácticas de la guerra en el mundo griego, este nuevo episodio de nuestra serie de verano «Estrategias: de Cannas a Bajmut» repasa la «madre de todas las batallas», que configuró la política de defensa estadounidense y el orden internacional hasta la caída de Kabul hace hoy dos años, estudiada en otra de las series de verano del Grand Continent.

Para consultar otros episodios de la serie, es por aquí.

La Guerra del Golfo tuvo lugar del 2 de agosto de 1990 al 28 de febrero de 1991. La madre de todas las batallas, según la expresión utilizada por Saddam Hussein1 para galvanizar a sus tropas e intentar movilizar la opinión árabe2, fue el primer conflicto posterior a la Guerra Fría cuyo final oficial anticipó unos meses3. De hecho, aunque éste no fuera el significado que, inicialmente, sugerían las palabras del líder iraquí, la Guerra del Golfo fue la madre de todas las batallas. Fue el conflicto inaugural de una nueva era estratégica caracterizada, al menos, al principio, por el dominio político, económico, tecnológico y financiero de Estados Unidos sin rivales a su altura. La superioridad de los recursos militares del bando occidental era, también, indiscutible. La Guerra del Golfo fue, de igual manera, un conflicto fundamental en el sentido de que, como precedente, sentó las normas para la conducta operativa de los compromisos militares en los que los americanos y sus aliados europeos se verían implicados más adelante4. En nombre del derecho internacional, los principios humanitarios y los objetivos de seguridad, entre los que destacaban los riesgos de proliferación nuclear y la lucha contra el terrorismo, los ejércitos occidentales se convertirían en habituales de las intervenciones exteriores tras la Guerra del Golfo. Durante un ciclo de treinta años, que empezó en serio con la operación «Tormenta del Desierto» (la fase militar activa de la Guerra del Golfo), en febrero de 1991, y que terminó con la retirada total de las fuerzas americanas de Afganistán, en agosto de 2021, los países occidentales, la mayoría de las veces, como parte de coaliciones bajo mando americano, iban a participar en más de cien intervenciones militares externas, las más largas y violentas de las cuales iban a tener lugar en Medio Oriente, con Irak como epicentro5

La Guerra del Golfo fue la madre de todas las batallas. Fue el conflicto inaugural de una nueva era estratégica caracterizada, al menos, al principio, por el dominio político, económico, tecnológico y financiero de Estados Unidos sin rivales a su altura.

LOUIS GAUTIER

Un acontecimiento pionero y un precedente 

La Guerra del Golfo comenzó con la invasión de Kuwait por Irak el 2 de agosto de 1990, seguida de su inmediata anexión. Irak, que siempre había reclamado la soberanía sobre el país que, de antaño, formaba parte de la provincia otomana de Basora, aprovechó la relajación de las tensiones y disciplinas internacionales que surgió al final de la Guerra Fría para atacar a su vecino. Muy endeudado tras su largo conflicto con Irán (1980-1988), Irak también tiene en la mira los recursos petrolíferos de Kuwait. Sadam Husein parece haber considerado que, ante un hecho consumado, Estados Unidos, que, como la mayoría de los países occidentales, se había puesto del lado de Bagdad en el conflicto con Irán, no reaccionaría y que la URSS apenas estaba en condiciones de oponérsele. Se equivocó.

En esta foto del 7 de marzo de 1991, una patrulla de marines estadounidenses cruza el campo petrolífero carbonizado cerca de un pozo en llamas durante una patrulla de seguridad cerca de la ciudad de Kuwait. AP Photo/John Gaps III, Archivo

Ni Estados Unidos ni sus aliados europeos ni árabes querían que Irak dominara el mercado del petróleo una vez tomados los yacimientos kuwaitíes ni que ese país, gobernado con mano de hierro por Sadam Husein, tratara de impulsar sus ambiciones regionales6. La invasión de Kuwait fue condenada inmediatamente por la comunidad internacional. A medida que la Guerra Fría llegaba a su fin, se aprovechó, inmediatamente, la oportunidad para reiniciar el papel, hasta entonces, latente, de las Naciones Unidas7 en seguridad colectiva y gestión de conflictos. El 2 de agosto de 1990, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 660 e impuso sanciones económicas contra Irak. El 29 de noviembre de 1990, la Resolución 678 del Consejo de Seguridad de la ONU autorizó el uso de la fuerza contra el ejército iraquí si éste no había evacuado Kuwait antes del 15 de enero de 1991. Aprobada por 12 votos a favor, 2 en contra (Cuba, Yemen) y 1 abstención (China), fue la primera resolución de la ONU que autorizaba el uso de la fuerza desde la guerra de Corea (1950).

La invasión de Kuwait fue condenada inmediatamente por la comunidad internacional.

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Tras la movilización internacional en su contra, Irak se encontró frente a una coalición militar de una treintena de Estados liderada por Estados Unidos. Un total de 35 países aportaron fuerzas armadas o capacidades logísticas; 29 de ellos aceptaron participar en misiones de combate propiamente dichas. La guerra se dividió en dos fases. La primera, la operación «Escudo del Desierto», que duró del 2 de agosto de 1990 al 17 de enero de 1991, fue una fase en la que las fuerzas navales, aéreas y terrestres aliadas aumentaron sus efectivos e Iraq se vio sometido a presiones diplomáticas y militares. Durante esta primera etapa, las fuerzas de la coalición se concentraron en Arabia Saudita y se desplegaron en el Golfo Pérsico, que quedó bajo completo control. Al final de este primer curso, la relación de fuerzas parecía muy desequilibrada: unos 350.000 soldados del lado iraquí; 680.000 del lado de la coalición, incluidos 415.000 americanos8, es decir, el mayor despliegue de tropas y recursos desde la guerra de Vietnam. La segunda parte del conflicto, la operación «Tormenta del Desierto», se desarrolló entre el 17 de enero y el 28 de febrero de 1991. Fue la fase de combate. Comenzó con bombardeos aéreos y navales desde puntos clave, seguidos de operaciones antiaéreas y, a continuación, de una ofensiva terrestre limitada. Así pues, la Guerra del Golfo consistió en una campaña aérea de unas seis semanas de duración y una batalla terrestre de menos de cuatro días. En comparación con la mayoría de los conflictos posteriores en los que participaron ejércitos occidentales (Somalia, los Balcanes, Afganistán, Irak, Mali, etcétera), fue una guerra corta, incluso si añadimos las acciones preliminares de proyección de fuerzas y control marítimo. Terminó con una victoria inequívoca de la coalición.

La coalición logró todos sus objetivos de guerra políticos y militares. Pudo expulsar al ejército invasor de Kuwait, neutralizar por completo las capacidades militares iraquíes y avanzar en Iraq sin llegar a Bagdad ni amenazar con derrocar a Sadam Husein. Éstos eran los objetivos políticos asignados para la coalición sobre la base de un compromiso entre las principales potencias y de un acuerdo informal entre Washington, París y Londres. 

La Guerra del Golfo consistió, pues, en una campaña aérea de unas seis semanas de duración y una batalla terrestre de menos de cuatro días. 

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Desde un punto de vista operativo, la operación fue un caso de libro de texto para futuras operaciones exteriores9. Estados Unidos y sus aliados empezaron por asegurarse el control de los cielos y de las zonas marítimas en torno al teatro de operaciones, en particular, neutralizando sistemáticamente los centros de mando y de control iraquíes e imponiendo un bloqueo naval. Estas acciones preliminares o preparatorias se basaron en un perfecto conocimiento de la posición del enemigo, en especial, mediante la recopilación previa de información de inteligencia. La importancia estratégica de los satélites de observación militar (sólo al alcance de Estados Unidos en aquella época) quedó plenamente confirmada.

La maniobra también se vio facilitada por una decisión insólita tomada por Saddam Hussein, que, deseoso de proteger su fuerza aérea, transfirió un centenar de sus aviones a Irán en las primeras horas del conflicto10. Saddam Hussein consideró que sus fuerzas no estaban en condiciones de ganar la primera batalla aérea contra la coalición, más poderosa y mejor equipada, pero que sí podría vengarse explotando su conocimiento del terreno, durante las batallas terrestres, en una batalla del desierto. De hecho, esto nunca ocurrió, ya que su ejército, que había tomado posiciones en las dunas de arena del valle del Éufrates, había sido destruido previamente por bombardeos convencionales y ataques selectivos. La Guardia Republicana iraquí aguardaba con el aliento dentro; sus tanques inmovilizados en el suelo del desierto; hombres y equipos aniquilados bajo una alfombra de bombas antes, incluso, de que se pudiera disparar un obús11.

F-14 Tomcats del Mar Rojo y del Golfo Pérsico esperan su turno para ser reabastecidos por un KC-10A sobre Irak durante la Operación Tormenta del Desierto, como parte de una misión MIGCAP para repeler a los cazas iraquíes en fuga. © Archivos de la U.S. Air Force

En este sentido, la Guerra del Golfo, que tuvo un gran impacto en la gente por el uso de misiles de precisión americanos y por la guerra electrónica a tan gran escala por primera vez, demostró, claramente, que se estaba produciendo una revolución en los asuntos militares12. Sin embargo, en muchos aspectos (los bombardeos aéreos masivos de los B52 americanos, el tamaño de los destacamentos terrestres desplegados13, el número de vehículos blindados), sigue estando vinculada con conflictos anteriores. No cabe duda de que la gramática de la guerra está experimentando profundos cambios, pero su vocabulario no deja de ser anticuado.  

La Guerra del Golfo, que tuvo un gran impacto en la gente por el uso de misiles de precisión americanos y por la guerra electrónica a tan gran escala por primera vez, demostró, claramente, que se estaba produciendo una revolución en los asuntos militares.

LOUIS GAUTIER

La coalición detuvo su avance en Irak y declaró un alto el fuego 98 horas después del inicio de la campaña terrestre. Cumpliendo su palabra, sobre todo, con el expresidente François Mitterrand, el expresidente estadounidense George H. W. Bush (1989-1993) no empujó a sus tropas a tomar Bagdad. El régimen de Saddam Hussein, aunque derrotado militarmente, permaneció en el poder. Durante la guerra, los combates se limitaron, estrictamente, a Irak, Kuwait y las zonas fronterizas con Arabia Saudita. No obstante, los escasos combates fueron intensos y causaron muchas bajas civiles y militares en el bando iraquí (según las fuentes, entre 150.000 y 180.000 víctimas14), pero menos de mil en el bando de la coalición, de las cuales sólo 247 murieron en combate.  

La Guerra del Golfo marcó una ruptura con el antiguo orden de la Guerra Fría. Desde un punto de vista geoestratégico, fue un hito histórico tan significativo como lo fue, políticamente, la caída del Muro de Berlín. Su ausencia en la gestión del conflicto demuestra que la URSS ya había caído de rodillas15 internacionalmente antes de derrumbarse sobre sí misma unos meses más tarde. En cierto modo, este conflicto, sobre todo, para los países de la región, empezando por Irak, debe interpretarse también como un rebote de la guerra Irán-Irak, que, en sí misma, por sus motivos y la inversión de alianzas tras la revolución islámica en Irán, ya estaba fuera de la estricta lógica bipolar de la Guerra Fría.

La Guerra del Golfo también debe considerarse en el contexto de la serie de enfrentamientos militares y de episodios violentos que ensangrentaron, posteriormente, la tierra de los dos ríos, ya fuera la guerra de Irak en 2003 o la guerra contra el Estado Islámico a partir de 2014. Por último, la Guerra del Golfo dio paso a una sucesión de conflictos en los que participaron Estados Unidos y sus aliados en tierras islámicas. Aunque, en su momento, sólo recibió una atención relativa, también, estuvo en el origen de una dramaturgia que pretendía escenificar un antagonismo religioso, ideológico y cultural entre el mundo musulmán y Occidente. La intervención de la coalición en la Guerra del Golfo constituyó un poderoso estímulo para la propaganda de Al Qaeda hostil ante la presencia de Occidente en la península arábiga16. Falto de argumentos y recursos, el propio Sadam Hussein, que, en aquella época, era considerado un líder árabe nacionalista y laico, invocó la Yihad contra los americanos. A un nivel más fundamental, la Guerra del Golfo desempeñó un papel clave en la generación de conflictos posteriores a la Guerra Fría, que fue de inspiración tanto desde el punto de vista del mantenimiento de la paz y de la gestión del orden mundial emergente como desde un punto de vista operativo.  

La Guerra del Golfo marcó una ruptura con el antiguo orden de la Guerra Fría. Desde un punto de vista geoestratégico, fue un hito histórico tan significativo como lo fue, políticamente, la caída del Muro de Berlín.

LOUIS GAUTIER

Un conflicto inaugural y matricial

La Guerra del Golfo de 1990 fue, en casi todos los aspectos, un conflicto inaugural. Anticipándose al final oficial de la Guerra Fría, pone de relieve sus principales consecuencias políticas y militares. Ante todo, la Guerra del Golfo reflejó la determinación de la comunidad internacional de aplicar, por fin, los principios de seguridad colectiva y de resolución pacífica de conflictos consagrados en la Carta de las Naciones Unidas. 

En segundo lugar, demuestra que una gran potencia puede implicarse abierta y masivamente en un conflicto con fuerzas convencionales sin que ningún otro Estado envíe una señal nuclear para fomentar la moderación. Ni Rusia ni China intentaron, a finales de 1990 o principios de 1991, limitar la acción norteamericana en Irak con una advertencia de este tipo. En cuanto a la Francia de François Mitterrand, se preocupó mucho por señalar que este conflicto, llevado a cabo en nombre del derecho internacional, no se libraba en una atmósfera nuclear. El conflicto del Golfo revela, así, una disyuntiva entre las estrategias nucleares de las grandes potencias y las estrategias convencionales que utilizan en sus operaciones militares exteriores. La guerra en Ucrania, desde 2022, ha restablecido, en cierta medida, este vínculo, ya que Rusia ha utilizado repetidamente la amenaza nuclear para poner límites a la participación de terceros en el conflicto.  

Tropas de la 1ª División de Caballería estadounidense se despliegan en el desierto saudí durante los preparativos para la Guerra del Golfo, tras la invasión de Kuwait por Irak. 4 de noviembre de 1990 © AP Photo/Greg English, Archivo

La lucha contra Irak aceleró el restablecimiento de las funciones clásicas, tanto estratégicas como tácticas, del uso de la fuerza. En un contexto geoestratégico en rápida evolución, la Guerra del Golfo puso de relieve la parálisis de Rusia y la inhibición temporal de su papel internacional. En términos más generales, destacó el poder sin rival de Estados Unidos en todos los aspectos. Como Alain Joxe17 mostró perspicazmente en su momento, la Guerra del Golfo fue un campo de pruebas para su nueva doctrina estratégica, sus capacidades tecnológicas y recursos militares. Al final de la Guerra Fría, demostró su absoluta superioridad militar. La Guerra del Golfo fue una gran demostración del poderío americano y de sus conocimientos militares y tecnológicos. Esta intervención contribuyó a darle credibilidad a su liderazgo mundial y a confirmar el margen de maniobra política y militar a su disposición en la posguerra. Fue entonces cuando empezaron a vislumbrar la posibilidad de ejercer, con sus aliados europeos, la responsabilidad de una especie de «policía mundial» al servicio del derecho y la paz internacionales. Somalia, en 1992, iba a ofrecerles una segunda experiencia más amarga. 

La Guerra del Golfo fue un campo de pruebas para su nueva doctrina estratégica, sus capacidades tecnológicas y recursos militares.

LOUIS GAUTIER

La Guerra del Golfo, la primera gran intervención condicionada por el uso de tecnología de la información y de medios de observación y control del campo de batalla, demostró hasta qué punto, en comparación con las capacidades americanas, las cajas de herramientas militares de los países europeos, empezando por Francia y, en menor medida, el Reino Unido, estaban mal adaptadas. Las capacidades convencionales de estas dos potencias, formateadas, principalmente, en la época de la Guerra Fría para posibles combates en Europa Central, están demostrando ser poco adecuadas para llevar a cabo un combate de alta intensidad lejos de sus fronteras. Una de las principales lecciones de la Guerra del Golfo, extraída, inmediatamente, por París y Londres y, después, por Moscú y Pekín, será la de reforzar considerablemente sus recursos de proyección militar para acciones a larga distancia18

Para Francia, este conflicto provocó un vuelco en su política de defensa y cuestionó muchos de los principios en los que se había basado19. Sin embargo, la experimentación de nuestras capacidades operativas no fue buscada, sino sufrida. La reacción fue muy violenta. No sólo hizo que dirigentes políticos y militares tomaran conciencia del paso a una «nueva realidad» bélica que se anunciaba como parangón de las futuras intervenciones militares occidentales, sino que, también, se dieron cuenta de la falta de preparación de nuestras fuerzas y de la necesidad de que los equipos convencionales de las fuerzas armadas francesas se pusieran al día tecnológicamente.

La Guerra del Golfo condujo a cambios en el concepto del uso de la fuerza, de la disuasión y del servicio nacional, que se hicieron inevitables con el final de la Guerra Fría unos meses más tarde, con el colapso del Pacto de Varsovia y la disolución de la Unión Soviética, en diciembre de 1991. Estos cambios de doctrina y las importantes reformas que conllevaban iban a producirse durante un largo periodo, principalmente, durante la década de 1991 a 2001, en la que se redimensionó el arsenal nuclear, se suspendió el servicio militar obligatorio y se empezó a normalizar el lugar de Francia en la OTAN. Así pues, la Guerra del Golfo marcó el inicio de un amplio proceso de transformación de la defensa francesa, que iba a tener lugar a largo plazo. También, se aprendieron muchas lecciones prácticas. El aire, el mar, con la operación Artimon, y la tierra, con Daguet, sirvieron de banco de pruebas para los ejércitos franceses (su organización y su material). Eso puso de manifiesto el envejecimiento de algunos equipos, toda una serie de deficiencias en nuestro arsenal convencional, la inadaptación al nuevo contexto de algunos equipos importantes en fase de desarrollo y, sobre todo, importantes retrasos tecnológicos en comparación con armas de última generación en servicio en las fuerzas armadas americanas. Esta experiencia también reveló dificultades con la cadena de mando. La validación del concepto Air-Land-Battle y, más en general, de la pertinencia de las acciones combinadas tierra-aire-mar ha conducido a la «interarmistización» no sólo de la gestión de fuerzas en operaciones, sino, también, de su configuración. Tras la intervención en el Golfo, se ha hecho evidente el papel central y, hasta ahora, descuidado de la inteligencia, en particular, de la inteligencia espacial y electromagnética. La adquisición, actualización en tiempo real e integración de la información son elementos clave en la preparación y conducción de los conflictos modernos. Por último, la Guerra del Golfo puso de manifiesto la necesidad de adaptar todo el apoyo logístico y cadenas de suministro para operaciones a distancia.

En esta foto del 12 de febrero de 1991, marines estadounidenses se preparan para subir a bordo de helicópteros CH-46 Chinook durante un ejercicio de despliegue en el desierto de Arabia Saudí durante la Guerra del Golfo. © AP Photo/Sadayuki Mikami, Archivo

Tras la Guerra del Golfo, nuevas ideas y nuevas prioridades inspiraron una importante reforma de nuestro sistema de defensa. Se perseguirán, sistemáticamente, los objetivos de profesionalización de nuestras fuerzas armadas, de modernización y de mantenimiento de equipos listos para su uso en condiciones operativas, de interarmamento y de interoperabilidad de nuestros recursos con los de nuestros aliados, identificados tras este conflicto. Las lecciones de la Guerra del Golfo han perdurado y generado el segundo ciclo de reformas de defensa francesa bajo la V República. Hoy en día, estas enseñanzas han surtido efecto, prácticamente, en su totalidad y el contexto geoestratégico y tecnológico está experimentando una transformación completa; el ciclo de reformas generado por la Guerra del Golfo está en proceso de cerrarse sobre sí mismo. Un nuevo ciclo comienza ahora, a la espera de decisiones importantes.

La Guerra del Golfo fue, también, una advertencia contra la generalización de las amenazas que estaban a punto de surgir. El uso, por parte del régimen iraquí, de misiles SCUD20, disparados, principalmente, contra Israel, contra las ciudades de Haifa y Tel Aviv, y contra una base americana en Arabia Saudita, cerca de Dharan, fue una advertencia tangible de los riesgos asociados a la proliferación balística, un problema creciente para la seguridad internacional. Irak, constantemente dominado desde el punto de vista militar, ha intentado evitar la escalada del conflicto que estos disparos habrían provocado si hubieran dado lugar a una respuesta israelí. Sadam Hussein no pudo obtener más que un efecto de distracción puramente simbólico. Al hacer olvidar que el origen del conflicto era la agresión de un país árabe contra otro país árabe, movilizó la opinión árabe, que no tardó en encenderse en cuanto se planteó la cuestión árabe-israelita. Con sus acciones contra Israel y sus llamados a la Yihad, Sadam Hussein intentó darle a la Guerra del Golfo una significación política que no tenía y a la que apenas le dio credibilidad por lo que él mismo representaba al frente de Irak, pero que otros, en el mundo árabe y musulmán, supieron explotar en su propaganda en apoyo de teorías radicales contra las acciones de Occidente21.

Por último, la Guerra del Golfo también fue precursora de conflictos que incorporaron dimensiones colaterales a la intervención militar: comunicación en tiempo real con la opinión pública22, compromiso humanitario con la población kurda, víctimas de actos colaterales de represión perpetrados por el régimen de Saddam Hussein, protección del medio ambiente, continuidad del derecho internacional y, en la medida de lo posible, incluso en la zona de conflicto, continuación del comercio. Esta consideración simultánea de varias dimensiones como condición para una gestión positiva del conflicto no hará sino desarrollarse en el futuro. 

La Guerra del Golfo también fue precursora de conflictos que incorporaron dimensiones colaterales a la intervención militar: comunicación en tiempo real con la opinión pública, compromiso humanitario con la población kurda, víctimas de actos colaterales de represión perpetrados por el régimen de Saddam Hussein, protección del medio ambiente, continuidad del derecho internacional.

LOUIS GAUTIER

La división política, económica y jurídica entre tiempos de paz y tiempos de guerra es mucho menos pronunciada que antes. 

Un tanque iraquí destruido descansa cerca de una serie de incendios de pozos petrolíferos durante la Guerra del Golfo, en esta foto tomada el sábado 9 de marzo de 1991 en el norte de Kuwait.© AP Photo/David Longstreath, File

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La Guerra del Golfo condensó, en un «punto de acumulación histórica«23, los efectos inmediatos y retardados de la transformación del sistema internacional provocada por el final de la Guerra Fría. En términos políticos, la Guerra del Golfo puso de manifiesto el triunfo de Estados Unidos, que había salido victorioso de la Guerra Fría, y, en términos prácticos, su papel como potencia reguladora del nuevo orden internacional. Este primer conflicto dirigido por Estados Unidos contra Irak supuso, a la vez, una restauración de la guerra convencional en toda su pureza y una introducción a los conflictos de alta tecnología. Ciertas dimensiones del conflicto, como la guerra electrónica, el espacio, el papel de los misiles y las municiones guiadas, no harán sino desarrollarse en el futuro. Otras, en cambio, que vemos en acción en los conflictos contemporáneos siguen ausentes: los drones y la robotización del campo de batalla, la cibernética y la IA. La Guerra del Golfo aún es una referencia operativa para muchas intervenciones militares posteriores. Tiene valor de precedente en la medida en que la implicación militar de Estados Unidos y de sus aliados occidentales en tierras islámicas provocará o agravará otros enfrentamientos en los que serán los actores principales, en particular, en Afganistán, en el teatro sirio-iraquí y en Libia. Irak, entre 1991 y 2021, habrá sido, así, el crisol y el cementerio de las políticas expedicionarias de americanos y europeos unidos en la misma ambición de regular la seguridad mundial. 

Notas al pie
  1. El quinto Presidente de la República de Irak, Sadam Husein, líder de facto del país durante diez años, asumió oficialmente el cargo el 16 de julio de 1979 y lo ocupó ininterrumpidamente durante casi 24 años, hasta el 9 de abril de 2003. Fue derrocado en 2003 tras la invasión estadounidense de Irak. Juzgado por crímenes contra la humanidad por un tribunal iraquí, fue condenado a muerte y ejecutado en la horca el 30 de diciembre de 2006.
  2. Discurso radiofónico de Sadam Husein el 24 de febrero de 1991, antes del inicio del ataque de la coalición: Combatidlos, oh iraquíes, con todos los valores que son vuestros. Oh soldados de la Madre de todas las batallas, (…) luchad contra ellos con vuestra fe en Dios, dijo. ¡Descubrirán que el glorioso pueblo de Iraq y sus valerosas fuerzas armadas no son lo que creen e imaginan!
  3. El final de la Guerra Fría fue consecuencia directa del colapso del bloque comunista. La caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 puso en marcha una dinámica autodestructiva que continuó con la disolución del Pacto de Varsovia y terminó con la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas el 25 de diciembre de 1991. Los historiadores coinciden en que la Guerra Fría terminó en diciembre de 1991.
  4. Louis Gautier, Guerres sans frontières, Mondes en Guerre, IV, Passés composés, Humensis, Paris, 2021
  5. Henry Laurens, L’Orient arabe à l’heure américaine, de la guerre du golfe à la guerre d’Irak, Paris, Hachette, 2008
  6. Rick Atkinson, Crusade : The Untold Story of the Persian Gulf War, Boston : Houghton Mifflin, 1993
  7. A falta de cualquier posibilidad de acuerdo entre Moscú y Washington durante la Guerra Fría, el Consejo de Seguridad había quedado en realidad paralizado como órgano de resolución de conflictos. No obstante, las funciones deliberativas de las Naciones Unidas, especialmente en la Asamblea General, continuaron durante este periodo, al igual que la útil «diplomacia de pasillo» dentro de la organización.
  8. Estas son las cifras operativas reales. Con las reservas teóricamente movilizables, podemos estimar 540.000 soldados iraquíes y 950.000 soldados de la coalición.
  9. Anthony H. Cordesman, Abraham Wagner, The Gulf War. Lessons for modern War, IV, 1996
  10. Se suponía que los enemigos de ayer estaban unidos en un antagonismo común contra los Estados Unidos de América y Occidente. Posteriormente, la devolución de estos aviones, exigida por Sadam Husein tras la guerra, fue objeto de controversia entre Bagdad y Teherán.
  11. Sin embargo, para matizar esta observación, cabe señalar las pocas batallas significativas que tuvieron lugar durante el conflicto, como la última batalla en 73 Easting (26-27 de febrero de 1991) entre unidades blindadas estadounidenses y británicas y la Guardia Republicana iraquí como parte de la breve ofensiva terrestre Desert Sabre que puso fin definitivamente al conflicto.
  12. Laurent Murawiec « La révolution dans les affaires militaires », CommentairesN°831998 et La guerre au XXIème siècle, Odile Jacob, 2000
  13. Con su destacamento terrestre de Daguet, Francia despliega 12.000 hombres. Desde la guerra de Argelia no había desplegado un contingente semejante, y nunca antes en ningún conflicto había desplegado tantos en el mismo teatro de operaciones al mismo tiempo.
  14. Las estimaciones de bajas en el lado iraquí siguen siendo objeto de debate. El rango indicativo que se ofrece aquí se concentra en promedios, sin tener en cuenta las estimaciones más bajas (menos de 100.000 muertos) ni las más altas (más de 300.000 muertos).
  15. Graham Fuller, « Moscow and the Gulf War », Foreign Affairs, Summer, 1991, pp. 55-76.
  16. Jean-Pierre Filiu, Les Frontières du jihad, Fayard, 2006
  17. Alain Joxe, Le débat stratégique américain et la guerre du Golfe, GRISP/DEG 1992
  18. Lawrence Freedman y Karsh Efraim, The Gulf Conflict, 1990-1991, London, Faber and Faber, 1993.
  19. Louis Gautier, « La mère de toutes les réformes : la guerre du Golfe et la politique de défense française », Revue Défense Nationale2021/8 (N° 843), páginas 61 a 71 y Louis Gautier, « Les guerres de François Mitterrand »,  Matériaux pour l’histoire de notre temps2011/1-2 (N° 101-102), Acte du colloque Les Leçons militaires de la guerre du Golfe, 18 de junio de 2021, Service Historique de la Défense
  20. Familia rusa de misiles balísticos de corto alcance
  21. Gilles Kepel, Chronique d’une guerre d’Orient, Paris, Gallimard, 2002
  22. El conflicto fue ampliamente cubierto por retransmisiones en directo desde el frente, principalmente por la cadena estadounidense CNN, pionera de los canales de noticias 24 horas.
  23. Poirier, Lucien. « La guerre du Golfe dans la généalogie de la stratégie » Stratégique n° 51 : 52 FEDN 1991, p 33