Capitalismos políticos en guerra

Redefinir la globalización, por Morris Chang

El 4 de julio, el discreto director de orquesta taiwanés de la última globalización pronunció un discurso clave para ayudarnos a repensarla. Por primera vez, traducimos y comentamos el intento de Morris Chang de definir la globalización en la era de la guerra de los capitalismos políticos.

Autor
Alexandre Antonio
Portada
© WANG YU CHING / OFFICE OF THE PRESIDENT OF TAIWAN

Morris Chang (張忠謀, 1931-) es un empresario taiwanés y uno de los actores históricos de la industria mundial de semiconductores, en calidad de fundador de la mayor empresa mundial de semiconductores fabless, TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company), y de vicepresidente de TI (Texas Instruments), el gigante americano de semiconductores en el que desarrolló una carrera de 25 años. El éxito de TSMC se cimentó, inicialmente, en la creencia en una «feliz globalización sin fronteras», basada en una división internacional del trabajo que permitió el desarrollo de este ecosistema fabless, lo que implica, necesariamente, la confianza entre todos los eslabones de la cadena de suministro. En nuestras páginas, Alessandro Aresu hizo un gran retrato de Morris Chang y TSMC.

Para Morris Chang, esta globalización 3.0 –marcada por la gran convulsión histórica, de mediados del siglo XX, de la descolonización, que desplazó el centro de atención de Europa hacia los países no occidentales– podría haber sido buena para su empresa, a través de un capitalismo liberal que habría permitido una interconexión creciente entre los actores y la integración económica entre los países. Ahora en crisis, este sistema, que debía marcar el fin de las fronteras, se ve cuestionado por la competencia de los capitalismos políticos entre los sistemas chino y estadounidense.

La guerra económica y tecnológica, en la que participa Estados Unidos mediante el mecanismo de sanciones violentas, ha puesto de relieve un cambio de paradigma del que Morris Chang está muy consciente. En su comentario sobre el caso de Huawei, afirma que el libre comercio viene, ahora, con «condiciones». Estamos presenciando un resurgimiento de importantes medidas industriales proteccionistas –la IRA americana– y de importantes políticas industriales diseñadas para apoyar a las empresas (un ejemplo importante de esto son las Nuevas Rutas de la Seda que lanzó China en 2013).

Éste es el propósito del discurso del fundador de TSMC, pronunciado el martes, 4 de julio, ante la Asociación Nacional de Industria y Comercio de Taiwán (CNAIC), que completa la reflexión que inició el pasado mes de diciembre, cuando declaró que la globalización y el libre comercio estaban «casi muertos». Morris Chang subraya una nueva definición que se opone al sentido original de la globalización, basado en el libre intercambio de bienes, de capitales y de personas. 

Aquí, Chang propone un nuevo marco que toma en cuenta las limitaciones políticas de la rivalidad sino-estadounidense y los evidentes vínculos intrínsecos entre la tecnología –los semiconductores son una de las claves de la guerra económica y tecnológica entre Pekín y Washington– y la seguridad nacional.  Consciente de ello, Xi Jinping expuso, en un discurso fundacional en 2016, que la necesidad del Partido era integrar la tecnología en el corazón del modelo económico y de seguridad de Pekín –y «atacar los cuellos estratégicos» de la innovación.

Hola a todos. Estoy muy contento de que la Asociación para la Promoción de la Industria y el Comercio me haya invitado a dar un discurso hoy, aunque no me hayan dado un título [para mi discurso]. Aunque llevamos décadas hablando de la globalización, últimamente, se han producido muchos cambios. Así que, hoy, me gustaría hablar de la globalización. Primero, hablaré de la historia de la globalización, luego, de las ventajas y desventajas de la globalización para el mundo y la humanidad en las últimas décadas y, después, de los cambios en la globalización de los últimos años; por último, haré una audaz predicción sobre el futuro de la globalización.

Éste es el título de mi intervención: «Redefinir la globalización».

En cuanto a la definición teórica de la globalización, hace poco, leí el libro de Alan Greenspan sobre la globalización. Alan Greenspan fue presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos durante 20 años, de 1987 a 2006. En Taiwán, también, hay un jefe de banco central que lleva 20 años en el cargo y ése es Peng Huainan. Tras abandonar el cargo, en 2006, Alan Greenspan escribió sus memorias, en las que, sin saberlo, definió la globalización, definición que utilizó cuando era presidente de la Reserva Federal. Era sencilla: perseguir intereses comerciales y asumir riesgos comerciales sin tomar en cuenta fronteras nacionales, es decir, permitir que unidades comerciales o individuos persigan intereses comerciales y que asuman riesgos comerciales sin tener en cuenta fronteras nacionales.

El libro de Alan Greenspan es The Age of Turbulence: Adventures in a New World, publicado en 2007. En su libro, el antiguo presidente de la Reserva Federal describe cómo «abrir las fronteras para la mano de obra calificada de todo el mundo debe ser una prioridad política de primer orden en una economía global». 

Como dijo Alan Greenspan, todo el mundo tiene un hogar y un país. No se puede esperar que un hombre de negocios o un empresario se desarrolle en otro país o en otro lugar tan bien como en su país de origen. De hecho, no es lo mismo, pero, hace unos diez años, éste era ya el nivel más alto de globalización.

Hay otros dos libros, publicados en 2005 y 2002, que son bestsellers y cuyos autores son bien conocidos. Uno es The World is Flat, de Thomas Friedman, que concluye que el mundo se ha globalizado más que nunca, y que tiene la osadía de afirmar, con optimismo, que el mundo es plano. El libro también se subtitulaba «Breve historia del siglo XXI». Fue escrito en 2005, apenas cinco años después de iniciado el siglo XXI, justo cuando Francis Fukuyama afirmaba, en la década de 1990, que «la historia se terminó», que la democracia y el libre mercado son el fin de la historia. Han pasado 30 años desde entonces y Fukuyama lleva 30 años defendiendo su afirmación. También, está Joseph E. Stiglitz, que escribió un libro, en 2002, titulado Globalisation and Its Discontents. Este libro tiene mayor valor histórico porque menciona los aspectos negativos de la globalización.

Volviendo a la historia, he aquí la propuesta de Thomas Friedman. La globalización 1.0 tuvo lugar entre 1492 y 1800, cuando Cristóbal Colón descubrió el Nuevo Mundo, lo que marcó el inicio de la globalización. La globalización 1.0 y la globalización 2.0 fueron lideradas por países europeos y americanos, primero, con el descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón y, después, con el desarrollo de las Américas por España y Portugal. Sin embargo, desde el 2000, la globalización 3.0 ha sido impulsada por países no occidentales y no blancos. Éstos son los argumentos de Friedman y estoy de acuerdo con ellos.

Para Morris Chang, retomando los argumentos de Friedman, a diferencia de las dos globalizaciones anteriores, que fueron obra de los países europeos y americanos, la globalización 3.0 está marcada por la gran convulsión histórica de mediados del siglo XX, que fue la descolonización y que marca la emancipación política de los países no occidentales frente a los colonizadores de los países occidentales. Así pues, la globalización 3.0 vuelve a situar a estos países no occidentales en el centro de las convulsiones mundiales y debería favorecer un cambio de escala mucho menos eurocéntrico. 

Friedman también mencionó 10 razones por las que el mundo es plano, como la caída del Muro de Berlín y la entrada a bolsa de Netscape, una empresa que entró a bolsa en 1994, según recuerdo. Digamos que voy a Nueva York en octubre, que llevo casi 40 años viviendo en Taiwán, que he estado en Nueva York docenas de veces en esos 40 años y que, antes de tener acceso a la navegación por Internet, cada vez que iba a Nueva York, tenía que escuchar a la Filarmónica de Nueva York… Así que ¿cómo iba a saber lo que iban a tocar? Le pedía a mi amigo de Nueva York que me lo dijera y él se enteraba por el periódico local. Y le pedía que me reservara un restaurante. Eso es lo que solía pedirle, pero, ahora, no tengo que pedir nada porque puedo hacerlo por Internet.

La caída del Muro de Berlín fue un acontecimiento geopolítico, pero, aparte de eso, los otros nueve estaban relacionados con la tecnología. Además, cuando China entró a la OMC, en 2001, Taiwán también lo hizo; es decir, al día siguiente de la entrada de China a la OMC, Taiwán se adhirió. Esto debe considerarse un acontecimiento geopolítico: no sólo la caída del Muro de Berlín, sino, también, la adhesión de China a la OMC.

Esta globalización 3.0 en la que cree Morris Chang se caracteriza por una creciente interconexión e integración económica entre países, así como por el desarrollo de las infraestructuras y por la revolución digital. Contrariamente a lo que podría sugerir una forma de capitalismo liberal, los agentes privados y públicos se están dando cuenta de que los retos mundiales los unen, ya sea en términos de transición ecológica y digital o de necesidades en materia de infraestructuras e innovación. Como resultado, estamos presenciando un resurgimiento de las políticas industriales diseñadas para apoyar a las empresas; un ejemplo destacado de esto son las Nuevas Rutas de la Seda que se lanzaron en 2013, cuyo objetivo es reforzar la conectividad entre China y el resto del mundo a través de infraestructuras.

¿Qué logrará la globalización de aquí a 2020? Casi todos los países han hecho grandes progresos en términos de nivel de vida: Estados Unidos, Europa, Japón… Casi todos han hecho grandes progresos, pero, también, hay aspectos negativos, como la concentración de ingresos y de riqueza, que he experimentado de primera mano. En los años 80 y antes, los directores generales de grandes empresas, como IBM, GE y General Motors, ganaban unas 40 veces más que sus empleados subalternos, incluidos sueldos y primas. Hoy, en las grandes empresas, no hablamos de jefes, sino de directivos profesionales, cuyos salarios y primas son unas 400 veces superiores a los de los trabajadores de base.

Hace 40 años, los ingresos de un director general eran 40 veces superiores a los de los empleados subalternos, pero, hoy, son 400 veces superiores. Esto se debe a que la tecnología ha acelerado la globalización, como ya lo mencioné, y a que, también, ha hecho más grandes a las empresas.

Aquí, Chang retoma el argumento de que la globalización económica y sus desigualdades implican que hay «ganadores» –las grandes empresas– y «muchos perdedores» –trabajadores, ciudadanos e, incluso, gobiernos que, ahora, reclaman una mayor seguridad nacional.

Tuve una historia similar cuando estaba en Texas Instruments: el director general invitó a los 100 empleados más importantes a una reunión, en 1972, en un hotel de lujo, cuando TI ya tenía entre 50000 y 60000 empleados. Estas 100 personas estaban repartidas por todo el mundo y todos tenían que juntarse para una reunión del comité ejecutivo, que duraba, aproximadamente, una semana. El director general dijo que la empresa les ofrecía un plan de riqueza y la hipótesis de que las acciones de TI crecerían un 10 % cada año. Desafortunadamente, esa hipótesis no se hizo realidad, pero fue un buen año para TI y todo el mundo era muy optimista, sobre todo, cuando oímos al director general decir que toda la empresa había planeado la jubilación de todos, cosa que fue muy emocionante.

Para obtener más detalles sobre la carrera de Morris Chang entre Taipei y Washington, lea su biografía en la serie «Capitalismos políticos en guerra».

El director general fue muy sincero y dijo que la primera persona se jubilaría con 16 millones de dólares y que la segunda recibiría mucho menos. Yo fui el tercero en la empresa durante unos años y, si no me hubieran ascendido ni jubilado, en 20 años, habría recibido unos 8 millones de dólares. Habría recibido unos 8 millones de dólares, mientras que los 100 primeros habrían recibido unos 250000 dólares. En aquella época, la prima de jubilación para el primer ganador era de 16 millones de dólares, pero, hoy en día, el director general puede ganar 16 millones de dólares al mes.

Hay otro ejemplo. Gran parte de la industria manufacturera de Estados Unidos se ha ido al extranjero, sobre todo, a Asia y sin protección sindical. Ya no hay fabricación americana ni acero ni autos y eso es lo que el presidente de Estados Unidos está intentando solucionar. En diciembre del año pasado, el presidente Biden le dio, primero, las gracias a TSMC, pero, inmediatamente, cambió de tema y dijo: «Queremos celebrar el regreso de los puestos de trabajo de fabricación a Estados Unidos». Esto coincide con lo que acabo de decir: en las últimas décadas, con la tendencia a la globalización, se han perdido puestos de trabajo de fabricación en Estados Unidos. El Sr. Biden dijo que «la Unión está volviendo», lo que me pareció un poco duro.

El discurso al que se refiere Chang se pronunció el 6 de diciembre de 2022 en el marco de la ceremonia de instalación del primer equipo de la fábrica de TSMC en Phoenix, Estados Unidos. Asistieron múltiples responsables de las principales empresas de semiconductores. En su discurso, Chang recuerda su sueño «que se convirtió en pesadilla» en los años 80, cuando tomó la decisión de instalar su empresa en Estados Unidos, lo que atribuyó a «problemas de costos, de personas y culturales». 

El lado negativo de la globalización es la sensación de desigualdad entre las personas y los países. En resumen, aunque la globalización sea buena para ti, tiendes a pensar que es injusta y que tus vecinos disfrutan de más ventajas; lo mismo ocurre entre países.

Graham Allison es un profesor de Harvard que escribió un libro en 2017. Es un profesor muy famoso de la Harvard Kennedy School of Government y tiene una clase de estudiantes de doctorado desde hace cinco o seis años. Esto es lo que esa clase estaba estudiando.

Graham Allison mencionó a un historiador griego que, en el siglo V a.C., observó la guerra entre Atenas y Esparta y que estudió las razones por las que luchaban. Fue porque había una potencia existente que veía a una potencia emergente; la potencia existente era Atenas y la potencia emergente era Esparta. Atenas sentía que Esparta, que había sido un país muy pequeño, se había vuelto un país muy grande y que, si no luchaba, nos alcanzaría en el futuro.

El historiador griego al que nos referimos es Tucídides, en La guerra del Peloponeso. La conocida teoría de las relaciones internacionales a la que se hace alusión es la de la trampa de Tucídides, que se refiere a una situación en la que una potencia dominante (en este caso, Estados Unidos) entra en guerra con una potencia emergente (China), impulsada por el temor que despierta el ascenso al poder de tal potencia emergente. En otras cosas, para comprender los dilemas a los que se enfrentan las naciones en guerra, lea nuestra perspectiva sobre las lecciones de Tucídides en cuanto a la guerra de Ucrania. 

Las investigaciones de Graham Allison muestran que, en los últimos 500 años, ha habido casi 20 casos similares, de los cuales casi dos tercios han sido guerras y sólo un tercio no. Graham Allison afirma que, ahora, se da otro caso de potencia americana y de potencia emergente de China.

Así que, entre países, Estados Unidos se beneficia de la globalización, pero China también se beneficia: Estados Unidos ve que China se beneficia más. No hablemos de guerra todavía. China está encerrada. En 2015, China declaró que sería autosuficiente en semiconductores para 2025 y Estados Unidos empezó a responder declarando, en 2017, que elevaría los aranceles sobre las importaciones chinas, que prohibiría la exportación de semiconductores avanzados y de herramientas de diseño a China y que les prohibiría a las empresas americanas y a las aliadas de Estados Unidos, como Taiwán, Japón y Holanda, trabajar con China.

La globalización se basa en la división del trabajo entre los países en función de sus intereses comparativos. Cada país tiene su ventaja comparativa: teoría desarrollada por Ricardo en los siglos XVIII y XIX. En aquella época, no existían los chips; así que el ejemplo que se da es éste: Francia es un buen productor de vino y Gran Bretaña es un buen productor de whisky, por lo que Gran Bretaña no debería producir vino y Francia no debería producir whisky; deberían decidir producir según sus ventajas comparativas, dividir el trabajo y cooperar.

Esta visión histórica de la globalización y de la división internacional del trabajo son, también, los elementos en los que se ha basado el éxito de TSMC, con el desarrollo de un ecosistema fabless que requiere, necesariamente, una confianza total entre todos los eslabones de la cadena de suministro de semiconductores. Este sistema es el que, ahora, se ve cuestionado por la competencia, mucho más política, entre los sistemas chino y estadounidense.

Ésta es la base de la globalización, pero, hoy, hablamos, ante todo, de seguridad nacional, de nuestro país (por ejemplo, China), y, luego, de sus países (por ejemplo, Estados Unidos). Estados Unidos debe estar a la vanguardia de la tecnología y China debe estar a la vanguardia de la tecnología, si no hoy, en el futuro. Lo mismo ocurre con el liderazgo económico: la economía americana ya está a la cabeza y China dice que, en el futuro, nuestra economía también lo estará, por lo que la relación entre Estados Unidos y China se ha definido como de competencia y cooperación.

Frente a una globalización y un libre comercio «casi muertos», por utilizar las palabras de su discurso de diciembre de 2022, Morris Chang propone una nueva definición de la globalización, antitética al significado original de la globalización basada en el libre intercambio de bienes, de capitales y de personas, para dar una definición que tome nota de las limitaciones políticas de la competencia sino-estadounidense y de los vínculos intrínsecos mostrados por los dirigentes políticos entre las tecnologías clave y la seguridad nacional. Éste es, particularmente, el caso de un discurso seminal de Xi Jinping, en 2016, que expuso, por primera vez, la necesidad de que el Partido se apoderara del tema integrando las tecnologías en el corazón del modelo económico y de seguridad de Pekín –y «atacando los cuellos estratégicos» de la innovación.

Mi nueva definición de globalización consiste en permitir que las empresas nacionales obtengan beneficios en el extranjero y que los productos y servicios extranjeros entren al país, siempre y cuando no perjudiquen la seguridad nacional del país y siempre y cuando no perjudiquen el liderazgo tecnológico y económico actual o futuro del país. Esto es lo que, hoy, considero globalización, pero ¿esto se puede seguir llamando globalización? ¡Ustedes dirán!

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