Dos días antes de la agresión rusa de febrero de 2022, el sociólogo ruso Grigori Yudin publicó un análisis que anunciaba el ataque que se avecinaba y explicaba la lógica con la que las autoridades rusas conducirían esta guerra. Sus predicciones se confirmaron ampliamente sobre el terreno. Un año después del inicio de la guerra, Yudin ofrece algunas claves para anticipar la continuación del conflicto en esta entrevista concedida al medio opositor ruso Meduza.
La guerra en Ucrania se considera un hito en la estrategia a largo plazo del Kremlin, basada en dos ideas: una visión imperial que niega el concepto mismo de fronteras y no establece límites a la esfera de influencia, y la afirmación del resentimiento antioccidental como fuerza motriz e ideología. El objetivo del poder ruso sería el control de una zona de influencia percibida como natural, que incluiría la antigua zona soviética, pero también una serie de países de Europa Central y Oriental, conseguido por la vía armada si fuera necesario.
Yudin refuta la idea de que el poder ruso se enfrente a un fracaso sobre el terreno. Al contrario, la guerra en Ucrania sería vista por el Kremlin como una «guerra de entrenamiento» que hasta ahora ha logrado sus objetivos. Las dificultades en el frente y la fuerza del apoyo occidental a Ucrania confirmarían, a ojos de Putin, la agresividad de Occidente y la solidez de su estrategia. Los combates en Ucrania le permitirían poner a prueba y corregir las debilidades de su propio ejército, con el fin de prepararse para lo que venga después. En este sentido, la repetida afirmación de Putin de que «todo va según lo previsto» correspondería efectivamente a su visión de la guerra. El siguiente paso en los planes del Kremlin sería una secuencia diplomática de negociación de la concesión de determinados territorios por parte de Ucrania, lo que legalizaría la anexión de parte del país y confirmaría las opiniones occidentales en la idea de un conflicto localizado que debe ser rápidamente contenido para volver a la normalidad. Yudin sostiene que la estrategia del Kremlin consistiría en utilizar este precedente para continuar su agresión a otros Estados vecinos. En esta estrategia, los rusos cuentan con la reticencia de la OTAN a comprometerse en la defensa de sus miembros orientales que no pertenecen a su perímetro «natural».
Lejos de ser un conflicto ruso-ucraniano, la guerra de Ucrania se presenta en este artículo como una etapa de un proyecto bélico a gran escala, estructurado y bien pensado. Yudin nos invita a no ser ciegos ante las intenciones del Kremlin, aunque -y sobre todo- parezcan difíciles de llevar a la práctica.
Anna Colin Lebedev
Existe la opinión generalizada, en la política rusa contemporánea, de que la guerra es un proceso interminable para Putin y de que el propio Putin confirmó esta idea en su reciente discurso ante la Asamblea Federal: no dijo nada sobre cómo ganará Rusia ni sobre qué ocurrirá después. ¿Cree que el plan de Putin es realmente una guerra eterna?
Sí, por supuesto, la guerra es, ahora, eterna. No tiene ningún objetivo que pueda alcanzarse ni conducir a su fin. Continúa simplemente porque en la imaginación de Putin son enemigos, porque quieren matarnos y porque nosotros queremos matarlos a ellos. Para Putin, se trata de una confrontación existencial con un enemigo decidido a destruirlo.
No hay que hacerse ilusiones: mientras Putin esté en el Kremlin, la guerra no terminará, sólo se extenderá. El tamaño del ejército ruso está aumentando rápidamente; la economía se está reorientando hacia las armas y la educación se está transformando en una herramienta de propaganda y preparación para la guerra. El Kremlin está preparando al país para una guerra larga y difícil.
Sin embargo, ¿es imposible que gane Putin?
Es absolutamente imposible. Nadie ha establecido un objetivo para la guerra ni ha propuesto una definición de la victoria.
Entonces, ¿podríamos decir que el objetivo es preservar la autoridad de Vladimir Putin?
Es casi lo mismo. Piensa en su gobierno como una guerra constante. Putin y la gente que lo rodea nos dijeron, hace mucho tiempo, que hay una guerra contra nosotros. Algunos han preferido no señalar sus palabras, pero creen seriamente que están en guerra desde hace mucho tiempo. Ahora es cuando esta guerra pasó a una fase tan agresiva, una fase de la que no hay salida. En su visión del mundo, la guerra, en sí, es normal. Deja de pensar que la paz es el estado natural y verás la situación a través de sus ojos. Como dijo la gobernadora de Khanty-Mansi, Natalya Komarova, «la guerra es una amiga».
El 22 de febrero de 2022, publicó un artículo en openDemocracy, en el que describía una guerra de grandes proporciones que se avecinaba y la actitud desdeñosa de Putin hacia las sanciones que los países occidentales le han impuesto en respuesta a esta situación. En la segunda parte del artículo, afirma que «la guerra con Ucrania será la más insensata de nuestra historia». ¿Cree que la sociedad rusa empezó a darse cuenta de eso en el último año?
No; en mi opinión, no. Estaba claro para mucha mucha gente desde el principio, pero, desde entonces, poca gente se ha unido a las filas de este grupo. En la Rusia de hoy, se respira un fuerte resentimiento; es uno de los pocos canales por los que Vladimir Putin se conecta con una parte significativa de la sociedad. No todo el mundo comparte sus descabelladas teorías ni mucho menos, pero se conecta con la gente. Y lo que es más importante: él mismo produce este resentimiento, un resentimiento monstruoso e interminable que no se puede calmar con nada; es imposible imaginar qué podría compensarlo. Esta emoción no permite pensar en establecer ninguna relación productiva con otros países.
El caso es similar al de un niño pequeño que se siente profundamente ofendido y que les hace daño a los que lo rodean. El daño se hace cada vez mayor y, en algún punto, empieza a destruir seriamente la vida de los demás para que estén igual que él. Sin embargo, el niño no piensa en eso, no piensa en que tiene que construir relaciones de alguna manera.
Creo que el resentimiento que se ha desbordado últimamente en Rusia está, en gran medida, respaldado por la sociedad rusa; aún no hemos llegado a un punto de inflexión en el que alguien pueda darse cuenta de que los rusos tenemos intereses normales y legítimos, de que también debemos conseguirlos estableciendo relaciones pacíficas con otros países.
Hay un buen dicho en Rusia: «El agua se lleva en hombros del ofendido» -dicción que significa que el rencor es una pesada carga-. Algún día, comprenderemos que este resentimiento va en nuestra contra, que nos perjudica, pero, por ahora, somos muchos los que queremos sentirnos ofendidos.
¿A quién culpan Vladimir Putin y la sociedad rusa? ¿A todo el mundo? ¿A Occidente? ¿A Estados Unidos?
Les molesta un orden mundial que, a sus ojos, es injusto y, por lo tanto, el que asume la responsabilidad de ser «superior» en ese orden mundial, es decir, Estados Unidos de América.
Siempre recordaré una declaración de Putin a mediados de 2021. Dijo, sin ninguna provocación, que no hay felicidad en la vida. Se trata de una afirmación contundente para un líder político que, por supuesto, no tiene que llevar a la gente al cielo, pero que, en teoría, debería mejorar sus vidas.
Era como si dijera: «No hay felicidad en la vida. El mundo es un lugar malo, injusto y difícil, donde la única forma de existir es luchar constantemente, pelear y, al final, matar».
El resentimiento hacia el mundo exterior está profundamente arraigado en Rusia y se proyecta sobre Estados Unidos, que se coloca como el responsable del mundo. En un momento dado, Estados Unidos realmente asumió la responsabilidad del mundo, pero no lo logró del todo. Y vemos que el resentimiento del que hablo no sólo existe en Rusia (donde adopta una forma catastrófica y horrible).
Una parte significativa del mundo se queja del orden actual y de Estados Unidos, que ha asumido la responsabilidad, que se ha convertido en una hegemonía y que se ha beneficiado del orden mundial de muchas maneras. Las partes del mundo abrumadas por este resentimiento simpatizan más con Vladimir Putin.
Yo no diría que este entendimiento se convierte en apoyo, simplemente, porque Putin no le ofrece nada al mundo. Putin quiere hacer las mismas cosas por las que critica a Estados Unidos. Así que es difícil apoyarlo, pero muchos quieren unirse al resentimiento.
¿Estaba arraigado el resentimiento en la sociedad rusa antes de Putin, en la década de 1990? ¿O se ha cultivado bajo Putin?
Hay motivos para el resentimiento en la sociedad rusa. Están relacionados con el papel paternalista que ha desempeñado Estados Unidos y parte de Europa Occidental. Ideológicamente, este papel formaba parte de la teoría de la modernización, según la cual hay países desarrollados y países en vías de desarrollo. Según esta teoría, los países desarrollados (con benevolencia y apoyo) ponen a los países en vías de desarrollo en la senda del crecimiento. Sin embargo, en general, a nadie le gusta que le den lecciones y menos, en especial, a un país grande con su propio pasado imperial.
De hecho, la situación que se desarrolló en la década de 1990 fue mucho más complicada. Tras el colapso de la URSS, Rusia fue invitada a unirse a toda una serie de clubes internacionales clave; pudo influir en las decisiones sobre las principales cuestiones mundiales. Sin embargo, ese tono paternalista hacia Rusia estaba ahí. Era el resultado de un profundo error ideológico: dado el colapso del proyecto socialista, a muchos les parecía que sólo había un camino correcto, el llamado «fin de la historia». Así que había condiciones previas para el resentimiento, pero también para otras emociones.
Hubo también muchas narrativas contrapuestas sobre lo que significó el colapso de la URSS para sus ciudadanos. Una de ellas era que se trataba de una revolución popular, un momento glorioso en la historia de Rusia y de otras naciones porque los ciudadanos rusos habían conseguido hacerse del control de un régimen tiránico y odioso. Este punto de vista, por supuesto, no conduce al resentimiento.
No obstante, Putin eligió el resentimiento, en parte, por sus cualidades personales, sin duda. Además, el resentimiento es contagioso. Es una emoción cómoda: siempre sientes que tienes razón y te sientes inmerecidamente menospreciado.
Usted dijo, más de una vez, que Putin no se detendrá en Ucrania. ¿Qué prevé exactamente? ¿Moldavia, los Estados bálticos, una guerra autodestructiva con Estados Unidos?
Su visión del mundo no ve fronteras. Esta fórmula se ha convertido en una línea prácticamente oficial: Rusia no se detiene en ninguna parte. Es la definición estándar de un imperio porque un imperio no reconoce fronteras.
Les recordaré el ultimátum de Putin para Estados Unidos y para la OTAN de diciembre de 2021. Éste es muy claro: dice, en blanco y negro, que toda Europa del Este es la esfera de influencia de Vladimir Putin. Dicho esto, ¿qué más da cómo se ejecute o si significa una pérdida formal de soberanía? Además, esta zona incluye, sin duda, a Alemania oriental porque Putin tiene recuerdos personales de ella. Me resulta muy difícil imaginar que considere que este territorio no es suyo. Putin pretende restaurar la zona del Pacto de Varsovia los antiguos países del bloque oriental de influencia soviética.
Muchas veces, oigo a la gente decir: «Esto es irracional. No tiene sentido. Es imposible que esto ocurra». No hace mucho, la gente decía exactamente lo mismo sobre Ucrania. Lo mismo decían aún más recientemente sobre Moldavia y, ahora, escuchamos que los líderes de Moldavia, Ucrania y Estados Unidos piensan que Moldavia está en grave peligro. Ya vimos que Moldavia estaba incluida en los planes de la actual operación militar; es sólo que aún no ha terminado.
La estrategia general de Rusia es, más o menos, la siguiente: tomemos un pedazo; entonces, este pedazo será reconocido como legítimo y, en la siguiente fase, en función de este reconocimiento, podremos tomar algo más.
En la lógica de esta estrategia, morderemos el este de Ucrania, con la ayuda de algún tipo de tregua. Pronto, empezaremos a oír voces desde Europa que digan: «Bueno, era su tierra después de todo. Todo el mundo estaba de acuerdo; no pasa nada». Sin embargo, se puede ver de esta manera: si es «su» tierra (la tierra rusa) porque la gente habla ruso ahí, entonces, ¿qué pasa con el este de Estonia? Ustedes podrían decir: «¡Pero Estonia está en la OTAN!». No obstante, ¿luchará la OTAN por Estonia? Putin está absolutamente seguro de que, si la durabilidad del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte se pone a prueba en el momento oportuno, la OTAN se derrumbará.
Para que quede claro: no considero que lo que estoy diciendo sea lo más probable. Estoy describiendo la estrategia de Putin, pero Putin no gobierna el mundo. Conseguirá todo lo que se le permita, pero un escenario así no es imposible de imaginar.
Es fácil imaginar que Putin y su equipo tenían esas opiniones el 24 de febrero de 2022, pero ya pasó un año. Occidente no se ha derrumbado y está prestando un importante apoyo a Ucrania. ¿Podrían los acontecimientos de este año, en especial, los resultados de la campaña militar rusa, haber influido en las percepciones que acaba de describir?
Es posible y, sin duda, es el caso. Todo el año, le ha demostrado a Putin que, desde que Occidente se apoderó de Ucrania, es un claro indicio de que es una región clave y de que Occidente estaba planeando un ataque contra él desde ahí. Aparte de eso, según Putin, es bueno que los problemas de este año hayan llegado antes de la guerra real, cosa que los dirigentes rusos consideran inevitable. Sería mucho peor según su lógica, llevar semejante ejército a una futura gran guerra. Así que todo lo que sucede reivindica a Putin a sus propios ojos.
El Kremlin lleva muchos años preparándose para esta guerra. Sería extraño que entraran en ella con un único plan. La lógica de Putin es ésta: «Sí, no todo salió según el mejor escenario, pero no hay problema; continuaremos. Estamos dispuestos a derramar tanta sangre como sea necesario por esto; ellos no».
No digo que esta táctica vaya a tener éxito. De hecho, creo que la lógica de Putin lo condena a la derrota y que, inconscientemente, quiere perder. La cuestión es cuánta gente morirá antes de que eso ocurra. Sin embargo, si queremos hacer predicciones, tenemos que entender la lógica en la que operan los que están en el poder en Rusia.
¿Cree que algo podría hacer dudar a Putin de su propia percepción del mundo?
No, nada.
Cuando discutimos el tema de esta conversación, antes de la entrevista, habló sobre el estado actual de la sociedad rusa, su atomización y sobre el bloqueo de la acción colectiva y señaló que una conversación como ésta puede, en realidad, reforzar la sensación de impotencia. ¿Hay formas de hablar con la sociedad que no alimenten esa sensación de impotencia?
Si la principal emoción en Rusia es el resentimiento, el principal afecto, sobre el que, ahora, se construye todo, es el miedo. Es un miedo existencial: miedo a la ira de una persona concreta, miedo a la guerra o miedo abstracto al caos.
La esperanza derrota el miedo; es el efecto contrario. Hay que darle esperanza a la gente. En este sentido, las acusaciones contra el pueblo ruso, absolutamente comprensibles y fundamentadas, carecen de visión política. Repito: son comprensibles, fundamentadas y legítimas, pero carecen de visión política.
La cuestión es cómo darle esperanza a la gente en esta situación. La esperanza está ligada con la demostración de que todo puede ser diferente, de que Rusia puede organizarse de otro modo. En realidad, hasta que los rusos no se den cuenta de que están en un callejón sin salida, no estarán muy motivados para escuchar este tipo de cosas porque dan miedo, porque son un desafío al statu quo, lo bastante amenazador como para convencer a la gente de que no se implique.
En Rusia, se ha sofocado todo discurso normativo. Durante mucho tiempo, ha sido difícil preguntarse cómo debe organizarse la sociedad, cómo debe hacerlo de forma justa, honesta y eficaz. Hace unos años, las personas entrevistadas en una encuesta sociológica que realicé decían: «¿En Rusia? No hay manera». Esto da fe de la desaparición del discurso normativo; pero habrá una demanda, inevitablemente, cuando la gente se dé cuenta de que está en un callejón sin salida. En esta situación, es importante que la gente tenga esperanza.
Usted presentó el discurso más famoso, actualmente, sobre la cultura rusa: que es imperial, que ha engendrado y alimentado una mentalidad esclavista…
Creo que existe un importante elemento imperial en la cultura rusa y que ha llegado el momento de abordarlo. El colapso de un imperio es un buen momento para hacerlo. ¿Hará que desaparezca la cultura rusa? No. Puede que ni siquiera consiga eclipsar la obra de ningún autor. ¿Se puede encontrar ideas imperiales en la obra de un autor determinado? Se puede y se debe. ¿Por qué la necesidad de rechazar completamente o de aceptar completamente? Uno no se casa con alguien y hace un voto de amor incondicional.
La cultura se desarrolla reelaborándose, incluso, criticándose; pero la crítica no debe ser un rechazo total.
La propia cultura proporciona las posiciones para criticar. No hay nada degradante en ello; no hay ningún problema con verlas las ideas imperiales en la cultura rusa ni con aislarlas ni con examinar cómo se relacionan con otros elementos.
¿Puede dar un ejemplo de sabiduría y esperanza de la cultura rusa?
El crítico clásico del imperialismo en la historia del pensamiento político es Vladimir Lenin. Lenin fue el que habló del «gran chovinismo ruso» en relación con Ucrania y el que atacó el imperialismo en otros países. Hoy, en las universidades de todo el mundo, el estudio del imperialismo comienza con Lenin.
Rusia también le aportó al pensamiento político mundial la capacidad de pensar más allá del Estado: las obras de Mijaíl Bakunin, León Tolstoi, Pedro Kropotkin y, en algunos aspectos, Lenin. La lista es larga. Rusia no ha producido ni un solo pensador estatista o centralista significativo. Todas las ideas sobre la centralización en Rusia son importadas. Las ideas sobre la libertad, la autoayuda y la dignidad van en sentido contrario.
¿Qué opina de la diferencia entre los que se fueron de Rusia y los que se quedaron?
Me parece que todos tenemos problemas, al igual que nuestro propio país. Sería bueno que todos los que actualmente están fuera de Rusia pensaran en cómo ayudar a los que están en Rusia y que todos los que están en Rusia pensaran en cómo ayudar a los que sufren lejos. Saldremos de ésta, pero sólo podremos hacerlo juntos.