Política

Discurso de Putin: la política interior del agresor

¿Qué dijo ayer Vladimir Putin? Se está prestando mucha atención al anuncio de suspender la participación de Rusia en el Tratado New Start. Pero en un país que se está convirtiendo en una economía de guerra, la única prioridad real de Putin está en otra parte -conservar el poder-.

Autor
Guillaume Lancereau
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© SERGEI SAVOSTYANOV, SPUTNIK, KREMLIN POOL FOTO VIA AP

Ante una asamblea reunida en el Gostinyj Dvor de Moscú, que aplaudía y se levantaba al unísono como un batallón bien ordenado, el presidente de la Federación Rusa pronunció, el martes 21 de febrero, casi un año después del inicio de la agresión contra Ucrania, un importante discurso en el que anunció las líneas maestras de su futura estrategia militar, política, económica y social.

Las premisas de su razonamiento son ya bien conocidas, puesto que Vladimir Putin las ha estado repitiendo una y otra vez desde hace muchos meses: Occidente dirige una lucha histórica en todos los frentes para destruir la Rusia eterna, para desintegrar su territorio y para erradicar sus valores, con el apoyo clandestino de «traidores nacionales» que atentarían contra la integridad de la civilización y el poder rusos desde el interior del país. En su sistemático debilitamiento del país, estos enemigos polifacéticos se apoyarían en Ucrania, una «anti-Rusia» dirigida por un régimen de «neonazis», cuyos planes amenazarían la existencia misma de la Gran Rusia, lo que justifica el lanzamiento de la «operación militar especial» en febrero de 2022.

El presidente ruso presentó también las orientaciones de una política económica nacional que adquiere, cada vez más, el cariz de una economía de guerra. Si el escenario original de un blitzkrieg que habría conducido a la toma de Kiev no se hizo realidad, Vladimir Putin tiene buenas razones para creer en la posibilidad de llevar a cabo su «plan B»: una guerra larga, apoyada en una movilización total de las capacidades humanas e industriales rusas. De hecho, el PIB del país no ha experimentado la caída catastrófica que pronosticaban los observadores y las empresas occidentales están lejos de haber abandonado de manera unánime el territorio: más allá de los ejemplos de Auchan o Leroy Merlin, que han recibido mucha atención mediática por su implicación deliberada en el apoyo a la «operación militar especial», se estima que menos del 10 % de las empresas occidentales han abandonado una o varias de sus filiales rusas tras nueve meses de guerra. En un tono triunfalista que hace recordar sus discursos durante el periodo de COVID o su largo discurso de marzo de 2022 sobre las medidas de apoyo a las regiones, Vladimir Putin se explayó sobre las reformas sociales y económicas (ventajas fiscales, beneficios sociales) que, supuestamente, le permitirán a Rusia continuar una guerra de varios años.

Ciertamente, la propaganda del régimen no puede engañarnos del todo. Cuando el presidente ruso destaca el progreso de la industria avanzada del país, hay que recordar que la estrategia nacional de industrialización mediante la sustitución de importaciones todavía está en pañales en muchos ámbitos y que Rusia aún es extremadamente dependiente de sus proveedores exteriores, empezando por China. Sin embargo, sus reservas y excedentes, unidos a las hábiles respuestas ante las sanciones occidentales que emprendió el Banco Central bajo la astuta dirección de Elvira Nabiullina, le ofrecen al país un margen de maniobra que Vladimir Putin pretende explotar al máximo. Así, el estado de guerra aparece, en este discurso, como una situación normalizada, controlada y asumida, una configuración duradera que crea oportunidades, más que un paréntesis crítico del que hay que escapar lo antes posible. 

Sin embargo, estos largos acontecimientos, acompañados de comentarios dirigidos a Occidente, fueron, sobre todo, para Vladimir Putin, el prólogo de su anuncio clave: la suspensión de la participación de Rusia en el tratado New Start de reducción de armas nucleares estratégicas (firmado con Estados Unidos en Praga, en 2010) que su última revisión había prorrogado hasta 2026. Con esta decisión, Rusia se reserva la posibilidad de realizar nuevas pruebas nucleares en caso de que lo hiciera la propia cabeza de Estados Unidos. De este modo, el presidente ruso sólo prolonga su estrategia de chantaje nuclear y se toma el cuidado de añadir que no deseaba abandonar el tratado.

Este estruendoso anuncio es, en esencia, lo que los observadores retendrán de este discurso de casi dos horas. Sin embargo, no puede eclipsar otro elemento clave del discurso de Vladimir Putin: su referencia explícita a las elecciones presidenciales de 2024; anunció que se celebrarían en el más estricto respeto de la legalidad y las normas constitucionales. Esta declaración es un recordatorio oportuno de que el estallido de la guerra en Ucrania procede, al menos, tanto del revanchismo o de los sueños imperiales de un inconsciente colectivo ruso, como parecía argumentar Emmanuel Macron, unos días antes, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, como de la sed de poder de un hombre dispuesto, para mantenerlo, a provocar y prolongar una guerra todo lo que haga falta. 

Éste es un momento difícil para nuestro país: vivimos un periodo de cambios fundamentales e irreversibles a escala mundial, acontecimientos históricos decisivos que determinarán el futuro de nuestro país y de nuestro pueblo y en los que cada uno de nosotros tiene una enorme responsabilidad.

Hace un año, se tomó la decisión de lanzar una operación militar especial para proteger a la población de nuestras tierras históricas, para garantizar la seguridad de nuestro país, para eliminar la amenaza que supone el régimen neonazi de Kiev, que llegó al poder en Ucrania tras el golpe de 2014. […]

Me gustaría recordarles que, incluso, antes del inicio de esta operación militar especial, Kiev estaba negociando con Occidente la entrega de sistemas de defensa aérea, aviones de combate y otros equipos pesados. No nos hemos olvidado de eso y ya mencionamos públicamente las vanas gestiones de este régimen para adquirir armas nucleares. Al mismo tiempo, Estados Unidos y la OTAN se apresuraban a desplegar sus bases militares y laboratorios biológicos secretos lo más cerca posible de nuestras fronteras. Se apropiaban del teatro de las futuras hostilidades mediante maniobras militares. Sometieron al régimen de Kiev y lo prepararon para una guerra a gran escala. […]

Encontramos, aquí, el mismo engaño, la misma falta de escrúpulos que demostraron Estados Unidos y la OTAN al destruir Yugoslavia, Irak, Libia o Siria. […] A lo largo de siglos de colonialismo, de dictadura y hegemonía, Occidente se ha acostumbrado a complacerse en todo y a no preocuparse nunca por el resto del mundo. […] Por lo tanto, hay que subrayar que ellos fueron quienes empezaron la guerra; nosotros, en cambio, utilizamos la fuerza y seguiremos haciéndolo para ponerle fin. […]

Como ya destaqué en repetidas ocasiones, no estamos en guerra con el pueblo ucraniano, que se ha convertido en rehén del régimen de Kiev y de sus amos occidentales. Estos últimos han ocupado de facto el país, tanto política como militar y económicamente, y han destruido la industria ucraniana mediante el saqueo de sus recursos naturales durante décadas. […] La responsabilidad del estallido de este conflicto, de su escalada y del creciente número de sus víctimas recae enteramente en las élites occidentales y, por supuesto, en el actual régimen de Kiev, del que el pueblo ucraniano es ajeno en esencia. Este régimen no les sirve a los intereses de la nación, sino que vela por los de terceros países. Occidente utiliza a Ucrania como ariete contra Rusia y como campo de maniobras. […]

Sin embargo, es imposible que los occidentales no vean que no derrotarán a Rusia en el campo de batalla. Por eso, lanzan ataques informativos cada vez más agresivos contra nosotros, en especial, contra los jóvenes, contra las nuevas generaciones. En este caso, su discurso también es una mentira, una distorsión de los hechos históricos, una ofensiva contra nuestra cultura, contra la Iglesia Ortodoxa Rusa y otras organizaciones religiosas tradicionales de nuestro país. 

¡Miren lo que le están imponiendo a su propio pueblo! La negación de la familia, de la identidad cultural y nacional, la perversión, el abuso de menores e, incluso, la pedofilia; todo esto se instituye, ahora, como una nueva norma, una norma de vida, mientras que, a los ministros de religión y a los sacerdotes, se les exige que bendigan los matrimonios homosexuales. […] Nos gustaría decirles: «¡Pero, vean las Escrituras, los libros sagrados de todas las religiones del mundo! Todo está ahí, empezando por el hecho de que una familia es la unión de un hombre y una mujer. Sin embargo, hoy en día, incluso estos textos sagrados se ponen en duda… Incluso, hemos sabido que la Iglesia anglicana está considerando –por el momento, sólo está considerando– una reflexión sobre la idea de un Dios no genético… ¿Qué podemos decir, aparte de ‘Perdónalos, Dios mío, no saben lo que hacen’?». 

© Mikhail Metzel, Sputnik, Kremlin Pool Foto via AP

Millones de personas en Occidente están muy concientes de que los están conduciendo directamente a una catástrofe espiritual. Las élites, por decirlo sin rodeos, se están volviendo completamente locas y parece que no hay cura para este mal. Dicho esto, es su problema, es asunto suyo. Por nuestra parte, nuestro deber es proteger a nuestros hijos y eso es lo que pretendemos hacer: proteger a nuestros hijos de la degradación y de la degeneración.  

Es evidente que Occidente hará todo lo posible por socavar y dividir nuestra sociedad. Para ello, podrá contar con el apoyo de los traidores nacionales que siempre han difundido el veneno del desprecio a la patria y que nunca sueñan con otra cosa que no sea ganar dinero vendiendo este veneno a quien esté dispuesto a pagarlo. Siempre ha sido así.

Los culpables de traición directa mediante actos terroristas u otros atentados contra la seguridad de nuestra sociedad y la integridad territorial de nuestro territorio responderán ante la ley. Dicho esto, nunca nos rebajaremos a la «cacería de brujas» del régimen de Kiev y de las élites occidentales. No ajustaremos cuentas con quienes han abandonado su patria. Dejemos que vivan con ello: les corresponde a ellos vivir con eso. El pueblo, los ciudadanos de Rusia los han juzgado moralmente y eso es lo principal.

Siguen varios minutos de agradecimiento, por su devoción y patriotismo, para los rusos que apoyan activamente la guerra («la mayoría absoluta de nuestro pueblo multiétnico»), para los combatientes, soldados y oficiales de la infantería, la marina, la Rosgvardija (guardia nacional), los servicios especiales, los voluntarios y reservistas, sus padres, esposas y familias, los médicos, enfermeros y paramédicos, los chóferes de tren, los obreros e ingenieros de fábrica, los trabajadores agrícolas, los profesores y personalidades de la cultura, los periodistas y corresponsales de guerra, los ministros de las religiones tradicionales rusas y los sacerdotes militares, y para todos los pueblos de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y de las regiones de Zaporozhie y Kherson, que decidieron su futuro por referéndum y que van a beneficiarse de un programa de recuperación económica a gran escala.

Multiplicando las referencias a la «Gran Guerra Patriótica» de 1941-1945 y a las medidas de apoyo para sus veteranos, Vladimir Putin menciona, finalmente, la creación de un fondo de ayuda social, médica y psicológica para las familias de los soldados caídos. Este anuncio es el preludio de la presentación de un plan más general de desarrollo de la economía de guerra rusa.

Como saben, aprobé por decreto presidencial el plan de construcción y desarrollo de las fuerzas armadas para el periodo 2021-2025. […] Incorporaremos las tecnologías más avanzadas para impulsar específicamente el potencial cualitativo del ejército y la marina. Disponemos de innovaciones, muestras de armas y equipos en todos los ámbitos, muchos de los cuales son superiores por mucho a sus homólogos extranjeros. La tarea que tenemos por delante es iniciar la producción en serie de los mismos. Este trabajo está en marcha y el ritmo se acelera –y esto, hay que añadir, gracias a nuestra propia base científica e industrial nacional, como resultado de la receptividad de las pequeñas y medianas empresas de alta tecnología ante los pedidos estatales de defensa. […] Paralelamente, tenemos que reforzar el aseguramiento de la mano de obra, tanto en el plano salarial como en el de la seguridad social. Propongo lanzar un programa especial de alquiler de viviendas preferente para los trabajadores del complejo militar-industrial, con un precio muy inferior al del mercado gracias a una contribución sustancial del Estado. […]

Como ya puntualicé, Occidente ha desplegado contra nosotros no sólo un arsenal militar e informativo, sino económico también. Todavía no ha conseguido nada y no conseguirá nada. Además, hay que decir que los países que aplican las sanciones se las están infligiendo, de hecho, a sí mismos: mediante esta estrategia, han provocado subidas de precios en sus propios países, así como pérdidas de puestos de trabajo, cierres de empresas y una crisis energética. Así que, naturalmente, están intentando hacerles creer a sus propios ciudadanos que sólo los rusos tienen la culpa de esta situación… 

¿Qué medios han dirigido contra nosotros en esta agresiva política de sanciones? Han intentado cortar todos los lazos económicos con las empresas rusas, exprimir nuestra economía aislando nuestro sistema financiero de los canales de comunicación, golpear nuestros ingresos negándonos el acceso a los mercados de exportación. Sus métodos también incluyen el saqueo –no hay otra forma de decirlo– de nuestras reservas de divisas, así como intentos de hundir el rublo y de provocar una inflación devastadora. 

Una vez más, estas sanciones anti-Rusia no son más que un medio para alcanzar un fin: este fin, como declaran los propios dirigentes occidentales, no es otro que «hacer sufrir» a nuestros ciudadanos. «Hacer sufrir»: ¡qué humanistas! Quieren hacer sufrir a nuestros ciudadanos y, al mismo tiempo, desestabilizar nuestra sociedad desde adentro. 

Sin embargo, sus cálculos no se hicieron realidad. La economía y el sistema de gobierno rusos resultaron ser mucho más resistentes de lo que Occidente imaginaba. Gracias a los esfuerzos conjuntos del gobierno, del Parlamento, del Banco Central, de los súbditos de la Federación y, por supuesto, de la comunidad empresarial y de los colectivos de trabajadores, hemos sido capaces de estabilizar la situación económica, de proteger a los ciudadanos, de conservar los puestos de trabajo, de evitar la escasez, incluso, en el mercado de bienes básicos y de apoyar al sistema financiero y hasta a los empresarios que invierten en el desarrollo de las empresas y, por tanto, en el desarrollo del país. […]

Se nos pronosticó, como recordarán, una desaceleración económica del 10, 20 o, incluso, 25 %. Hace poco, la cifra que anuncié era, en realidad, del 2.9 %. Un poco más tarde, anuncié el 2.5 %. Finalmente, según los datos más recientes, el PIB de 2022 ha caído un 2.1% con respecto al año anterior, a pesar de que, en febrero-marzo, se nos dijo que nuestra economía se hundiría por completo. […] Este año, se espera que la demanda interna vuelva a subir con fuerza y estoy convencido de que nuestras empresas aprovecharán para aumentar su producción, fabricar bienes muy demandados y ocupar los nichos productivos que han quedado vacantes (o que están a punto de estarlo) por la huída de las empresas occidentales. […]

En el mundo actual, todo está cambiando, y rápido, muy rápido. Este periodo trae consigo nuevos retos, pero, también, nuevas oportunidades: así son las cosas y nuestra vida futura dependerá de cómo las pongamos en práctica. […]

Cualquier lanzamiento con éxito de nuevas empresas rusas, de pequeñas empresas familiares ya es una victoria. La apertura de fábricas modernas y de kilómetros de nuevas carreteras es una victoria. Una nueva escuela o jardín de niños es otra victoria. Los descubrimientos científicos y tecnológicos, por supuesto, también son una victoria. Lo que cuenta hoy es la contribución de cada persona al éxito colectivo. 

A continuación, el presidente de la Federación de Rusia habló de tres grandes orientaciones concretas que deben seguir el Estado, las regiones y las empresas rusas para coordinar sus actividades. En primer lugar, el desarrollo de relaciones económicas exteriores fructíferas y la construcción de nuevos corredores logísticos, en especial, hacia los mercados del sudeste asiático, la India y Medio Oriente. Vladimir Putin estima que estas medidas deberían garantizar una demanda de más de 10 billones de rublos de aquí a 2030. En segundo lugar, el presidente ruso insiste en la necesidad de desarrollar las capacidades tecnológicas de la industria nacional mediante un instrumento de préstamos preferenciales para apoyar la compra, construcción o modernización de instalaciones de producción. Por último, una tercera parte del programa consiste en estimular la inversión, para lo que recurre al Banco Central, al ahorro a largo plazo de los ciudadanos rusos y a nuevos mecanismos de incentivos fiscales. Sigue un largo discurso dirigido a los empresarios rusos, que pretende tanto tranquilizar a los oyentes que ven un regreso a los excesos del intervencionismo estatal como invitar a los empresarios que viven en el extranjero a volver al país para aprovechar estas nuevas oportunidades y contribuir al desarrollo colectivo de la economía nacional. 

La base esencial de la soberanía económica es la libertad de emprender. Repito: las empresas privadas son, precisamente, las que, en un contexto de fuerte presión extranjera hostil hacia el poder ruso, han demostrado ser capaces de adaptarse a la situación económica más inestable y de garantizar el crecimiento de la economía en las condiciones más difíciles. […] 

Recordamos los problemas y desequilibrios de la economía soviética en sus últimos años. Por eso, tras el colapso de la Unión Soviética y de su sistema de planificación, en el caótico contexto de los años 90, el país entró en una nueva fase económica basada en las relaciones de mercado y la propiedad privada… y con razón. 

En gran medida, los países occidentales fueron los que sirvieron de ejemplo en este caso: como ustedes saben, sus «asesores» estaban siendo absorbidos por Rusia en aquella época. Durante un tiempo, pareció suficiente imitar su modelo. Al mismo tiempo, discutían entre ellos, recuerdo; los europeos discutían con los estadounidenses sobre cómo desarrollar la economía rusa. ¿Y cuál fue el resultado? Nuestra economía nacional se ha reorientado, en gran medida, hacia Occidente y ha fungido como fuente de materias primas principalmente. Las razones son claras: las nuevas empresas rusas que surgían buscaban, como en todas partes, beneficios rápidos y fáciles; de ahí, la venta de estas materias primas: petróleo, gas, metales, madera. 

Pocos imaginaban (y, tal vez, no había posibilidad objetiva) dedicarse a inversiones a largo plazo: por eso, otros sectores más sofisticados de nuestra economía seguían subdesarrollados. Para contrarrestar esta tendencia negativa –como todos los gobiernos vieron perfectamente–, fueron necesarios años de ajuste del sistema fiscal y de inversiones públicas a gran escala. Aunque se han producido cambios muy significativos en este ámbito, es importante señalar la forma específica en la que se ha desarrollado nuestro negocio, sobre todo, en el sector empresarial. Las tecnologías estaban en Occidente; las fuentes financieras más baratas y los mercados más rentables estaban en Occidente; así que el capital ruso empezó a afluir. Desgraciadamente, en lugar de desarrollar la producción, de invertir en equipos y tecnología y de crear nuevos puestos de trabajo aquí, en Rusia, los propietarios de este capital se gastaron su dinero en yates, propiedades e inmuebles de lujo en el extranjero. […]

Los últimos acontecimientos han demostrado que la imagen de Occidente como refugio seguro para el capital ruso era un fantasma, una mentira. Quienes no lo comprendieron a tiempo, quienes pasaron la mayor parte de su tiempo en el extranjero viendo a Rusia como una fuente de ingresos perdieron mucho: les robaron y los despojaron de los recursos que habían acumulado legítimamente. […] 

© Foto by Kremlin Pool/UPI/Shutterstock

Así que todo el mundo puede elegir. Algunos pueden soñar con pasar sus días en una mansión con las cuentas congeladas o pueden intentar buscarse un lugar en una atractiva capital occidental, en un centro turístico o en algún otro país extranjero bien avenido: están en su derecho. Sin embargo, es hora de darse cuenta de que, para Occidente, estas personas siempre han sido y serán extranjeros de segunda clase, personas a quienes se les puede tratar a su antojo y a quienes el dinero, las redes o un título de «conde» comprado a bajo precio no les ayudarán. Deben comprender que son personas de segunda clase y que tienen otra opción: volver a su patria, trabajar para sus compatriotas, no sólo para abrir nuevas empresas, sino para cambiar la vida colectiva a su alrededor, en las ciudades, en los pueblos, en su país. […] Todos deben comprender que el futuro y la prosperidad deben forjarse aquí, en nuestro país, en Rusia. Sólo entonces, seremos capaces de crear una economía verdaderamente robusta, autosuficiente, que aproveche todas sus ventajas competitivas sin cerrarse al mundo. […]

En este punto, Vladimir Putin se lanza durante varios minutos a elogiar al pueblo ruso, sus cualidades esenciales heredadas de sus gloriosos «antepasados», su soberanía absoluta, sus derechos y libertades inviolables, antes de deslizarse hacia la cuestión de las elecciones presidenciales de 2024. En este punto, el presidente ruso insta a los electores a votar por un proyecto de seguridad y de interés nacional, que, naturalmente, según sugiere, nadie encarnaría mejor que él.  

Con respecto a esto, me gustaría subrayar que las elecciones locales y regionales de septiembre de 2023, así como las elecciones presidenciales de 2024, se celebrarán respetando plenamente la ley y todos los procedimientos democráticos y constitucionales. […] 

Las elecciones siempre revelan distintos enfoques de los problemas sociales y económicos. Al mismo tiempo, las principales fuerzas políticas están, ahora, unidas y coinciden en lo esencial: la seguridad y el bienestar de nuestro pueblo, la soberanía y el interés nacional. Me gustaría darles las gracias [a los miembros de la Asamblea Federal] por esta postura firme y responsable, así como recordarles las palabras pronunciadas, en la Duma, hace más de cien años, por el patriota y estadista Pyotr Arkadevič Stolypin: «Para defender a Rusia, todos debemos unirnos y coordinar nuestros esfuerzos, deberes y derechos, para defender nuestro supremo derecho histórico: el derecho de Rusia a ser fuerte».

Tras este claro llamado a concentrar la unidad nacional en torno a su persona, supuesta encarnación de la unanimidad política del momento, el presidente de la Federación de Rusia enumera una serie de compromisos y reformas destinados a mejorar las condiciones de vida de las poblaciones del país: indexación del presupuesto de apoyo para las familias con hijos; extensión de esta medida a las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y a las regiones de Zaporozhie y Kherson; compensación de la inflación mediante el aumento del salario mínimo; apoyo a las iniciativas locales de renovación de las instalaciones culturales y deportivas y de las viviendas de emergencia; modernización de la atención médica primaria; compra de ambulancias; construcción de nuevas escuelas y renovación de 3500 edificios escolares en zonas rurales y en regiones supuestamente anexionadas por Rusia; aumento de los préstamos presupuestarios para el desarrollo del transporte y los servicios públicos; un programa para reducir las emisiones industriales y mejorar la gestión de residuos; estimulación del turismo interno. Tras esta larga lista de promesas electorales, Vladimir Putin concluyó su discurso con una arenga antiamericana unida a una nueva amenaza nuclear.  

A principios de febrero de este año, una declaración de la Alianza del Atlántico Norte le pedía a Rusia que cumpliera el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (firmado con Estados Unidos); incluso, se permitía la inspección de nuestros emplazamientos de defensa nuclear. Ni siquiera sé cómo llamarle a esto: ¡pura absurdidad! 

Sabemos que Occidente está directamente implicado en los intentos de ataque del régimen de Kiev contra nuestras bases aéreas estratégicas. Los drones utilizados para ello han sido equipados y modernizados en colaboración con especialistas de la OTAN. ¿Y ahora quieren inspeccionar nuestras infraestructuras de defensa? En las actuales condiciones de confrontación, esto es pura locura.

Al mismo tiempo, me gustaría subrayar que el marco del mismo tratado no nos permite, por nuestra parte, llevar a cabo inspecciones completas. Nuestras reiteradas peticiones para examinar determinadas infraestructuras se han quedado sin respuesta o han sido rechazadas por motivos formales: así que no estamos en condiciones de controlar nada. […] 

Sin embargo, lo que la OTAN ha hecho con esta declaración colectiva es confesar de facto que bien podría convertirse en parte del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas. Sólo pedimos esto: de hecho, la pregunta debería haberse formulado hace mucho tiempo, ya que la OTAN, les recuerdo, tiene más de una potencia nuclear; junto a Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia también tienen arsenales nucleares, que están perfeccionando, desarrollando y dirigiendo contra nosotros. Las últimas declaraciones de sus dirigentes no hacen más que confirmarlo. 

No podemos ignorar esto, en especial, hoy, como tampoco podemos ignorar el hecho de que el primer Tratado de Reducción de Armas Estratégicas fue firmado, originalmente, por la Unión Soviética y Estados Unidos en 1991, en una situación completamente diferente, es decir, en un contexto de tensiones reducidas y de creación de confianza mutua. […] ¡Pero, todo eso se olvidó hace mucho! Estados Unidos se retiró del Tratado ABM (Tratado sobre Misiles Antibalísticos de 1972), como sabemos, y todo eso pertenece al pasado. El hecho esencial es que nuestras relaciones se han deteriorado y que este deterioro es enteramente obra de Estados Unidos.

Ellos fueron quienes, tras el colapso de la Unión Soviética, quisieron cuestionar los resultados de la Segunda Guerra Mundial, construir un mundo a la americana en el que hubiera sólo un amo, un único señor. Para ello, sabotearon brutalmente todos los fundamentos del orden mundial establecido tras la Segunda Guerra Mundial y renegaron del legado de Yalta y Potsdam. Poco a poco, se dedicaron a desbaratar el orden mundial establecido y a desmantelar los sistemas de seguridad y de control de armamentos, al mismo tiempo que orquestaban una serie de conflictos armados en todo el planeta. Y todo ello, repito, con un único objetivo: abolir la arquitectura de las relaciones internacionales que se forjó tras la Segunda Guerra Mundial. No se trata de una figura retórica, sino de una realidad: tras la caída de la URSS, Estados Unidos quiso establecer su eterno dominio mundial, sin tomar en cuenta los intereses de la Rusia moderna ni de ningún otro país. 

Por supuesto, la situación mundial ha cambiado significativamente desde 1945. Han surgido nuevos centros de desarrollo e influencia que están cambiando rápidamente. Se trata de un proceso normal y objetivo que no puede ignorarse. Lo inaceptable es que Estados Unidos haya empezado a remodelar este orden mundial para su propio interés exclusivo, para sus propios intereses egoístas.

Hoy, a través de los representantes de la OTAN, nos envían una señal que equivale a un ultimátum: «Tú, Rusia, cumple todo lo que has acordado, incluso en el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, sin condiciones y nosotros nos comportaremos como creamos conveniente». Afirman que no existe relación alguna entre la cuestión del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas y el conflicto de Ucrania u otras actividades occidentales hostiles hacia nuestro país, del mismo modo que niegan haber hecho declaración alguna de que pretendan infligirnos una derrota estratégica. Esto es el colmo de la hipocresía o del cinismo o el colmo de la estupidez. Sin embargo, no se les puede llamar estúpidos: están lejos de serlo. Sólo quieren derrotarnos e interferir en nuestra infraestructura nuclear. 

Por lo tanto, me veo obligado a anunciar, hoy, que Rusia suspende su participación en el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas. Insisto: no abandona el Tratado, sino que suspende su participación. Antes de reanudar el debate sobre esta cuestión, debemos comprender qué desean países de la OTAN como Francia y Gran Bretaña y cómo vamos a tener en cuenta sus arsenales estratégicos, es decir, el potencial nuclear global de la alianza. 

Con su declaración conjunta, los países de la OTAN se han ofrecido de facto a participar en este proceso: mejor; sólo pedimos eso. No obstante, no tiene sentido intentar engañar a la gente una vez más haciéndose pasar por paladines de la paz y la distensión. Todos conocemos los pormenores: sabemos que los periodos de validez garantizados de ciertos tipos de cabezas nucleares estadounidenses están a punto de expirar. Sabemos con certeza que algunos políticos de Washington ya están pensando en la posibilidad de probar sus armas nucleares (Estados Unidos está desarrollando nuevos tipos de cabezas nucleares). Se trata de información que existe. 

En este contexto, el Ministerio de Defensa de Rusia y Rosatom deben garantizar que estamos preparados para realizar pruebas de armas nucleares. No seremos los primeros en hacerlo, pero, si Estados Unidos prueba sus armas, nosotros también lo haremos. Sería peligroso engañarnos creyendo que sería posible romper la paridad estratégica mundial. 

Queridos colegas, queridos conciudadanos:

Hoy, estamos recorriendo un camino complejo y difícil y juntos estamos superando todas las dificultades. No podía ser de otro modo, ya que nos hemos criado siguiendo las huellas de nuestros grandes antepasados y nos imponemos el deber de ser dignos de su herencia, transmitida de generación en generación. Siempre avanzamos, gracias a nuestra dedicación a la Patria, a nuestra voluntad y a nuestra unidad. […]

Rusia superará todos los retos porque juntos somos un solo país, un gran pueblo. Estamos seguros de nosotros mismos, seguros de nuestras fuerzas. La verdad está con nosotros. 

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