Política

El discurso de la Sorbona de Olaf Scholz

Con motivo del sexagésimo aniversario del Tratado del Elíseo, Olaf Scholz quiso manifestar su deseo de volver a poner en marcha el motor franco-alemán tras varios meses marcados por un claro enfriamiento. Concebido principalmente como una celebración de la relación bilateral y de sus artífices, el discurso subraya el papel de "locomotora" desempeñado por París y Berlín en la secuencia abierta en febrero de 2022 con la invasión de Ucrania por Rusia -una lectura esencial-.

El canciller alemán Olaf Scholz, que desde noviembre de 2021 dirige una coalición a tres bandas formada por el Partido Socialdemócrata (SPD), Los Verdes (Grünen) y el Partido Liberal Democrático (FDP), pronunció en París su primer gran discurso sobre las relaciones franco-alemanas. Los actuales actos conmemorativos le brindaron la oportunidad de hacerlo. El Tratado del Elíseo fue firmado hace 60 años, el 22 de enero de 1963, por el Presidente Charles de Gaulle y el Canciller Konrad Adenauer. Un tratado mítico, que institucionalizó una relación política intensa y única, sentó las bases a largo plazo de una amistad beneficiosa para Europa.

Más allá de la necesidad de recordar juntos el largo camino recorrido, también era necesario aliviar las tensiones recientes, en las que París acusa principalmente a Berlín de ir por sí sola en Europa. La lista de agravios es larga, compuesta por medidas con efectos europeos decididas sin coordinación previa a pesar de sus buenas intenciones europeas o, por el contrario, del reproche de inacción. En noviembre de 2022, un claro enfriamiento de la relación había llevado al gobierno francés a aplazar un consejo de ministros franco-alemán, antes de que ambos países volvieran a buscar el diálogo con la necesidad de reparar la relación lo suficiente como para causar una buena impresión en las ceremonias del 60 aniversario del Tratado del Elíseo.

El viaje de todo el Gobierno federal a París en esta solemne ocasión debería servir, pues, para volver a poner en marcha el motor bilateral. Además de los dos ejecutivos en pleno, entre el público también se encuentra la Asamblea Parlamentaria Franco-Alemana, formada a partes iguales por diputados de ambos parlamentos, reunidos en el gran anfiteatro de la Sorbona, referencia obligada al discurso europeo del entonces recién elegido presidente Macron en otoño de 2017, que apenas había provocado reacción alguna en el Gobierno de gran coalición de Angela Merkel (CDU-CSU y SPD).

Por último, la situación política interna también es significativa. Ante la guerra en Ucrania, el canciller se enfrenta a crecientes disensiones entre los partidos miembros de su coalición tricolor, ya sea sobre cuestiones de política interior o sobre la actitud ante la guerra. Por un lado, el FDP y los Verdes presionan para que se envíen tanques Leopard 2 a Ucrania; por otro, el SPD, al que pertenecen el canciller y el nuevo ministro de Defensa, Boris Pistorius, no quiere autorizar este envío, en nombre de la coordinación con sus aliados franceses y estadounidenses. Este discurso tiene pues la función de reafirmar la autoridad del canciller frente a las diferentes fuerzas políticas que componen su coalición y la oposición democristiana (CDU-CSU).

En consonancia con estas cuestiones contrapuestas, el discurso hace pocos anuncios, por no decir ninguno. No obstante, el Canciller recordó su compromiso personal como plenipotenciario para las relaciones culturales franco-alemanas, una forma de contrarrestar la acusación de que personalmente no estaba interesado en la amistad franco-alemana. Una de las medidas concretas de su mandato como primer edil fue la fundación de un liceo franco-alemán en Hamburgo, el cuarto de este tipo tras los de Friburgo, Sarrebrück y Buc, en la región parisina.

Olaf Scholz, a menudo llamado «Scholz-o-mat» por su elocución sobria y breve, adopta conscientemente un estilo más vivo de lo habitual, citando repetidamente expresiones francesas en el texto, al tiempo que multiplica las referencias literarias y políticas a Rousseau y a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Francia, «nación indispensable» en Europa, es un país magnánimo y visionario, y franceses y alemanes forman, en palabras del Canciller, una «pareja fraternal». También utiliza el tuteo para subrayar la cercanía y el entendimiento con Emmanuel Macron, cuya acción europea elogia y reconoce con el discurso de la Sorbona.

El discurso es sobre todo una celebración de la relación franco-alemana y de sus artífices. Se abre con una cita de Robert Schuman, que recuerda que la amistad entre ambos pueblos se remonta a 1963. A continuación, el discurso destaca a los líderes que lo han practicado. Jacques Chirac y su interlocutor Gerhard Schröder están olvidados en la lista de «dúos» franco-alemanes, sin duda por la culpable proximidad del ex canciller a los intereses de la Rusia imperialista. La «pareja» Valéry Giscard d’Estaing, Helmut Schmidt, en cambio, se destaca como visionaria. A pesar de todos los altibajos, Olaf Scholz llega a la conclusión de que el proyecto inicial de paz ha sido un éxito, convertido en algo natural.

El elogio político de Francia es especialmente intenso: el país se presenta como la patria de los derechos humanos, la democracia y la libertad, y como fuente de inspiración reiterada para Alemania. Olaf Scholz alaba la grandeza de Francia como «nación indispensable» en Europa que tendió la mano al pueblo alemán tras la guerra.

Olaf Scholz subraya la vocación europea del motor franco-alemán, constituido por responsabilidades al servicio de Europa. Si los valores comunes están en peligro por la invasión rusa de Ucrania, el Canciller ve la relación franco-alemana como una respuesta a la «Zeitenwende», concepto que utiliza para describir el periodo que comenzó en febrero de 2022. Olaf Scholz había ido a Praga en septiembre de 2022 para pronunciar «su» discurso de la Sorbona, que menciona explícitamente aquí, sin por ello repetir en detalle sus medidas estrella: reforma institucional de la Unión con extensión del voto por mayoría cualificada, eventuales ampliaciones al Este y a los Balcanes, pero también el desarrollo de un sistema europeo de defensa aérea bajo liderazgo alemán. Las pocas políticas mencionadas específicamente son las que conciernen a París: la reciente entrega coordinada de varios tipos de vehículos blindados y sistemas de defensa antiaérea a Ucrania, y los suministros de gas y electricidad entre Francia y Alemania este otoño. El Canciller evita hablar en detalle de otros temas controvertidos: no menciona el fondo especial de 100.000 millones de euros para la Bundeswehr ni el esfuerzo presupuestario de 200.000 millones de euros para proteger a los consumidores alemanes frente a la subida de los precios de la energía. Dos proyectos de difícil desarrollo, el Sistema de Combate Aéreo del Futuro (SCAF) y el MGCS, se reafirman en el marco de la cooperación franco-alemana en materia de defensa.

El discurso de Olaf Scholz en la Sorbona, sin duda más solemne que operacional, debe situarse por tanto en el triple contexto de un canciller enfrentado al peso de la historia y a las contradicciones de la política interior, deseoso ante todo de enmendar sus inciertos comienzos en la relación franco-alemana evitando al mismo tiempo un paso en falso.

Señora Presidenta de la Asamblea Nacional,

Señora Presidenta del Bundestag,

Señor Presidente, querido Emmanuel,

Señoras Ministras y Señores Ministros,

Señoras y señores diputados,

Sr. Rector,

Señoras y señores,

«La reunificación de las naciones europeas exige que se elimine la secular oposición entre Francia y Alemania.

Al formular esta frase en 1950, Robert Schuman anticipó lo que Charles de Gaulle y Konrad Adenauer iban a sellar doce años más tarde con la firma del Tratado del Elíseo:

  • el fin de varios siglos de hostilidad hereditaria entre Alemania y Francia, 
  • el comienzo de una nueva era de cooperación que, con los años, se convertiría en una amistad indestructible, en un afecto fraternal.

Hoy es fácil decirlo, pero hace 60 años, cuando se firmó el Tratado del Elíseo, habían transcurrido menos de 20 años desde el final de la Segunda Guerra Mundial, iniciada por Alemania, y su terrible devastación. Las heridas infligidas no habían cicatrizado ni mucho menos. ¿Cómo podría haber sido de otro modo, dados los crímenes cometidos contra la humanidad?

Por ello, los alemanes vemos con mayor emoción la grandeza humana del pueblo francés que, a pesar de todo, a pesar de todas las dudas justificadas, nos ha tendido la mano en señal de reconciliación.

Este gesto histórico de reconciliación marcó el inicio de la unificación europea. Simboliza en particular el papel de Francia como nación indispensable en la construcción de nuestra Europa unida. 

Francia era indispensable ayer y sigue siéndolo hoy.

Los alemanes estamos profundamente agradecidos de que así sea. Por eso quiero decir esto antes que nada:

Gracias, Sr. Presidente, ¡gracias de todo corazón!

Gracias, hermanos franceses, por vuestra amistad.

Esta amistad significa mucho para nosotros.

Y más aún: esta mano que Francia nos ha tendido y los 60 años de paz que nuestros dos países han vivido desde entonces crean una responsabilidad especial para nosotros, los alemanes.

  • La responsabilidad de reforzar nuestros puntos en común y no permitir más divisiones.
  • La responsabilidad de mantener nuestro interés mutuo y de profundizar en el conocimiento recíproco de nuestras culturas, nuestra literatura y arte, y nuestras lenguas, como hacen millones de ciudadanos de nuestros dos países en un espíritu de amistad a través de hermanamientos de ciudades, intercambios de jóvenes y multitud de encuentros humanos.

Cuando era Plenipotenciario para las relaciones culturales franco-alemanas, ya pude comprobar la intensidad de estos vínculos durante numerosas visitas, entre ellas a la Sorbona. Hamburgo, mi ciudad natal, también me lo recuerda, ya que su instituto franco-alemán data de esa época.

  • Por último, como alemanes y franceses, compartimos la responsabilidad de poner nuestra asociación al servicio de una Europa pacífica y unida. Para ello, nos guiamos por el legado de quienes se tendieron la mano por encima de las tumbas de las dos guerras mundiales: Charles de Gaulle y Konrad Adenauer, Georges Pompidou y Willy Brandt, Valéry Giscard d’Estaing y Helmut Schmidt, François Mitterrand y Helmut Kohl. Para ellos, que aún habían vivido la guerra, fue precisamente esta «vivencia» la que les animó a dejar atrás cualquier idealización nacionalista.

Su proyecto inicial de paz ya ha concluido. Y eso es una alegría para todos nosotros. Para nosotros, que hemos nacido en paz y libertad, una guerra entre nuestras naciones, una guerra entre los Estados miembros de la Unión Europea, es realmente inconcebible.

Esta posibilidad está tan lejos de nosotros que algunos incluso temen que nos haga perder la motivación para hacer avanzar a Europa.

¡Esto sería totalmente erróneo e imprudente!

Los retos a los que nos enfrentamos los europeos han cambiado radicalmente. Hoy ya no se trata de evitar la guerra dentro de nuestra Unión, sino de preservar y defender nuestro orden de paz europeo y nuestros valores frente a las fuerzas centrífugas dentro de nuestra Unión y, sobre todo, frente a las amenazas del exterior.

Este es, Señorías, el proyecto europeo de paz en este momento histórico decisivo.

La amistad franco-alemana constituye también una base sólida para este nuevo proyecto europeo de paz. Porque nuestra amistad simboliza

  • una Europa unida y un orden pacífico basado en los principios de la Carta de las Naciones Unidas,
  • el respeto de los derechos y libertades fundamentales de todo individuo establecido por sus predecesores, los miembros de la Asamblea Nacional, en 1789, año de la Revolución,
  • la idea de que la soberanía emana del pueblo, propuesta por Jean-Jacques Rousseau, filósofo de la Ilustración, y posteriormente el pensamiento de Kant, que veía en el Estado de Derecho un baluarte contra la arbitrariedad del poder estatal, 
  • el parlamentarismo democrático francés, que también empezó a arraigarse, aunque demasiado tímidamente, en suelo alemán hace 175 años, 
  • y, por último, la idea de sociedades liberales y solidarias, sociedades europeas que combinan la responsabilidad individual con el respeto a cada ciudadana y cada ciudadano. 

Griegos, españoles y portugueses se fueron incorporando poco a poco a nuestra comunidad tras liberarse de sus dictaduras. Los países del norte y oeste de Europa siguieron su ejemplo, atraídos por los logros de una Europa unida. Finalmente, tras la caída del Telón de Acero, los países de Europa Central y Oriental se unieron a nosotros. Su sed de libertad y su deseo de democracia revitalizaron y enriquecieron nuestra Unión. 

Juntos, hemos conseguido hacer retroceder con la fuerza de la ley el gobierno del más fuerte, en la Unión Europea y en todo el continente europeo. 

La guerra de agresión rusa contra Ucrania ha acabado brutalmente con este consenso establecido a escala del continente. El Presidente Vladimir Putin tiene una agenda imperialista. Busca mover las fronteras por la fuerza. Los ucranianos están pagando un precio terrible por ello.

¡Pero el imperialismo de Vladimir Putin no ganará! Seremos nosotros quienes, junto con nuestros vecinos y socios, escribiremos los próximos capítulos de la historia europea. Y no dejaremos que Europa vuelva a caer en una época en la que la violencia sustituía a la política y en la que el odio y las rivalidades nacionales desgarraban nuestro continente. 

Esto se refleja en las decisiones que hemos tomado en los últimos días en estrecha consulta y acuerdo con nuestros amigos estadounidenses para entregar a Ucrania vehículos blindados de combate y reconocimiento de infantería y otras baterías de cañones antiaéreos. 

Seguiremos prestando a Ucrania todo el apoyo que necesite mientras sea necesario. Juntos, como europeos, para defender nuestro proyecto europeo de paz. 

Esta voluntad común, esta determinación, es un paso decisivo hacia una Europa soberana, como pediste y expusiste en este mismo hemiciclo, querido Emmanuel, hace más de cinco años. ¡Te estoy muy agradecido por ello!

Hoy trabajamos uno junto al otro para reforzar la soberanía de Europa. Aunando fuerzas en aquellos ámbitos en los que los Estados nación por sí solos han perdido su eficacia: cuando se trata de defender nuestros valores en el mundo y proteger nuestra democracia frente a fuerzas autoritarias, pero también de imponernos en la carrera por las nuevas tecnologías, el acceso a las materias primas, el suministro energético o el espacio.

La soberanía europea no significa abandonar o sustituir la soberanía nacional, sino preservarla y reforzarla en un mundo que cambia rápidamente. 

Se están creando nuevos centros de poder. 

Países y formas de gobierno completamente diferentes luchan por el poder, la influencia y las oportunidades.

Puede que nos enfrentemos a un cambio de época aún mayor.

Un cambio de época hacia un mundo multipolar al que no podemos responder por un repliegue nacional. Un mundo en el que no sobreviviremos como una pequeña y frígida Europa presa de egoísmos nacionales y cavando zanjas entre el Este y el Oeste, el Norte y el Sur.

Valéry Giscard d’Estaing respondía en esencia a una pregunta que se le planteaba sobre las fronteras de una Europa unida: al norte y al oeste, el Atlántico constituye una frontera natural, al sur es el Mediterráneo. Pero en el este, esta frontera está abierta, difuminada.

Por eso era aún más importante expresar nuestra solidaridad como Unión Europea, como hicimos el verano pasado: 

Sí, Ucrania y Moldavia, y a largo plazo Georgia, forman parte de nuestra familia europea. 

Sí, los seis países de los Balcanes Occidentales también forman parte de ella, desde hace mucho tiempo para ser francos.

Todos ellos tienen su lugar en una Unión Europea ampliada, una Unión Europea capaz de pacificar nuestro continente y capaz de actuar geopolíticamente.

Pero aún nos queda mucho camino por recorrer. 

Como en anteriores rondas de ampliación, la capacidad de actuación de la Unión ampliada debe garantizarse mediante reformas institucionales. Por encima de todo, una Unión Europea geopolítica debe convertirse en un actor fuerte y creíble en la escena mundial.

En la Universidad Carolina de Praga, universidad hermana de la Sorbona en Europa Central, hice varias propuestas sobre este tema este verano.

  • Entre ellas, la política de seguridad. En concreto, se trata de mejorar la sinergia de nuestros esfuerzos de defensa, de reforzar la cooperación de nuestras industrias de armamento y de garantizar un desarrollo coordinado de nuestras capacidades europeas. 
  • Por eso es tan importante que desarrollemos juntos, en Alemania y Francia, y en asociación con nuestros amigos españoles, la próxima generación de aviones y tanques europeos.
  • Es igualmente importante que garanticemos la sostenibilidad del modelo económico y social europeo. Y no debemos dejarnos engañar por quienes hablan de desglobalización o desacoplamiento.

Ambas son recetas que ponen en peligro nuestra prosperidad, basada en la apertura, el libre comercio, la innovación y la competencia leal. 

Al mismo tiempo, no seguiremos ignorando que en el pasado a veces hemos dependido demasiado de determinados países, proveedores o compradores. Esto también es claramente cierto para nosotros, los alemanes.

Nuestra respuesta como europeos es la siguiente: elegimos la diversificación porque nos permitirá reducir las arriesgadas dependencias unilaterales.

  • Esto incluye asegurar nuestro suministro de materias primas y energía, así como reforzar nuestras relaciones comerciales globales, con nuestros socios de América del Norte y del Sur, el Indo-Pacífico y África.
  • También incluye inversiones que harán de la Unión Europea un centro mundial de las tecnologías del futuro y el primer continente del mundo con neutralidad climática. 

Señorías, esto también forma parte de una Europa geopolítica soberana. Me complace, querido Emmanuel, que compartamos estos objetivos.

Porque el futuro, tanto como el pasado, reside en la cooperación de nuestros dos países: 

  • como motor de una Europa unida;
  • como países que superan las diferencias entre ellos y entre los países de Europa.

No me cabe duda de que juntos lo lograremos. Y no en último lugar gracias a tu inquebrantable compromiso con Europa, querido Emmanuel, y con nuestra amistad.

El tan citado «motor franco-alemán» no sólo funciona bien cuando ronronea suavemente y de forma apenas audible, como suele ocurrir. 

El motor franco-alemán es una máquina de compromiso, una máquina bien engrasada, pero que a veces puede ser ruidosa y es un testimonio de trabajo duro. No funciona a base de halagos y simbolismos sin sentido. Lo que hace que funcione es nuestra firme voluntad de transformar siempre las controversias y los intereses divergentes en acciones convergentes.

Porque sabemos que es cuando logramos encontrar compromisos, a pesar de nuestras diferentes estructuras estatales y económicas, a pesar de la disparidad de nuestras instituciones políticas y a pesar de nuestra memoria colectiva, nuestras tradiciones de Estado-nación y nuestra geografía, cuando surgen soluciones igualmente prometedoras para los demás.

Y sabemos que sólo si el otro, el amigo y socio más cercano, está a nuestro lado como una pareja fraternal, nuestro propio país también podrá asegurarse un buen futuro.

Ante la pandemia, un acuerdo franco-alemán permitió poner la primera piedra de un fondo europeo de recuperación. En la situación actual, también nos apoyamos mutuamente: electricidad de Alemania a Francia y gas de Francia a Alemania.

Nuestro afecto fraterno se traduce así en una solidaridad real y concreta.

  • Las consultas diarias entre nuestros gobiernos contribuyen a ello.
  • Las reuniones nocturnas en Bruselas contribuyen a ello. 
  • Y a ello contribuyen también nuestros Consejos de Ministros, como el de hoy, en el que tenemos que lograr resultados tangibles para nuestros ciudadanos.

Si lo pensamos bien, es precisamente en el día a día, en la evidencia de lo franco-alemán, que se ha convertido en una segunda naturaleza para nosotros, que está verdaderamente su dimensión excepcional, su dimensión única.

Utilicemos nuestra amistad indestructible, nuestro afecto fraternal, para forjar juntos, con nuestros socios europeos, el presente y el futuro de nuestro continente.

¡Viva la amistad franco-alemana en una Europa fuerte y unida!

¡Viva la amistad fraternal entre nuestros pueblos! 

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