Política

Discurso de Praga: entender el giro de Scholz sobre la Unión

Hoy, en Praga, Olaf Scholz acaba de pronunciar un discurso que es necesario leer con atención. Publicamos la primera traducción en español, con comentarios línea por línea.

Autor
Pierre Mennerat
Portada
© CHRIS YOUNG/THE CANADIAN PRESS VIA AP

El canciller Olaf Scholz pronunció un discurso sobre política europea en la Universidad Carolina de Praga el lunes 29 de agosto por la mañana. Tras publicar una tribuna en el Frankfurter Allgemeine Zeitung a principios de verano, el jefe del gobierno alemán abrió un otoño de alto riesgo para Alemania y Europa con este discurso de cincuenta minutos. Mientras la guerra en Ucrania dura desde hace seis meses, el gobierno alemán se enfrenta al riesgo de una grave escasez de energía este invierno.

Concluida la presidencia francesa de la Unión Europea, el canciller socialdemócrata, que lleva ocho meses en el poder, acude a Praga con la intención de influir en la agenda de la presidencia checa y responder a las críticas que acusan a Alemania de ir demasiado a menudo sola o de no ser una fuerza propositiva a nivel europeo. Olaf Scholz pretende aclarar lo que quiere decir con su eslogan de Zeitenwende: este «cambio de época», que invoca aquí cuatro veces, se ha convertido rápidamente en el leitmotiv de los discursos del Canciller. Aunque a veces es bastante vago, el discurso propone, discute y afirma, y mientras que el primer discurso de febrero de 2022 era sobre todo una respuesta a la emergencia, la guerra en Ucrania es aquí sobre todo el trasfondo de un programa de reformas europeas.

Rector Profesor Králíčková,

Rectores y miembros de la facultad, el ministro Bek,

Sus Excelencias,

Estimados estudiantes,

Señoras y señores,

Muchas gracias por su amable invitación.

El discurso, pronunciado en una prestigiosa universidad con motivo del inicio del nuevo curso académico, recuerda al pronunciado por el nuevo presidente Emmanuel Macron en septiembre de 2017 en la Sorbona. Olaf Scholz multiplicó sus propuestas, esforzándose por hacer de Alemania una fuerza de iniciativa. «Pienso», «propongo», «imagino». El discurso también abunda en referencias a la prestigiosa historia europea de la capital checa. De Carlos IV a Tomas Masaryk, pasando por Kafka y Kundera, el Canciller recuerda el lugar central de Praga y su universidad en la historia política, cultural e intelectual del continente, al tiempo que aseguró a la República Checa y a su Primer Ministro Petr Fiala su pleno apoyo durante su Presidencia.

Es un gran honor para mí estar aquí, en este lugar histórico, en presencia del fundador de esta venerable institución, por así decirlo, para hablarles del futuro. Nuestro futuro, que creo que se puede resumir en una palabra: Europa.

Y probablemente no hay mejor lugar para hacerlo que aquí, en la ciudad de Praga, en esta universidad con sus casi 700 años de historia.

“Ad fontes», que significa «a las fuentes», era el lema de los grandes humanistas del Renacimiento europeo. Los que buscan acercarse a las fuentes de Europa vienen inevitablemente aquí, a esta ciudad cuyo patrimonio y carácter son más europeos que casi cualquier otra ciudad de nuestro continente.

Esto es inmediatamente evidente para cada turista estadounidense o chino que cruza el Puente de Carlos hacia el castillo. Por eso vienen aquí. Porque entre sus castillos y puentes medievales, sus lugares de culto y cementerios católicos, protestantes y judíos, sus catedrales góticas y sus palacios Art Nouveau, sus rascacielos de cristal y sus pintorescas calles con casas de entramado de madera y la mezcla de lenguas que se hablan en el casco antiguo, descubren la esencia de Europa: la mayor diversidad posible en un espacio muy reducido.

Así, si Praga encarna esta Europa en miniatura, la Universidad Carolina es como una crónica de nuestra historia europea, tan rica en luces y sombras. No puedo decir si su fundador, el emperador Carlos IV, se consideraba europeo. Su biografía sugiere que lo era. Nacido con el antiguo nombre de Bohemia «Václav», educado en Bolonia y París, hijo de un gobernante de la Casa de Luxemburgo y de un Habsburgo, emperador alemán, rey de Bohemia y de Italia. Por tanto, parece lógico que bohemios, polacos, bávaros y sajones hicieran su studium generale en «su» universidad junto a estudiantes franceses, italianos e ingleses.

Pero como esta universidad está en Europa, también ha tenido que soportar las horas oscuras de la historia europea: el celo religioso, la división lingüística y cultural y el radicalismo ideológico durante las dictaduras del siglo XX.

Fueron los alemanes quienes escribieron el capítulo más oscuro de esta historia: el cierre de la universidad por los ocupantes nacionalsocialistas, la ejecución de los estudiantes que protestaban y la deportación de miles de miembros de la universidad a los campos de concentración alemanes, donde posteriormente fueron asesinados.

Estos crímenes nos llenan de dolor y vergüenza a los alemanes hasta el día de hoy. También estoy aquí hoy para darle voz a esta tragedia. 

Sobre todo porque a menudo olvidamos que para muchos centroeuropeos la privación de libertad, el sufrimiento y la dictadura no terminaron con la ocupación alemana y la destrucción de la Segunda Guerra Mundial. Uno de los muchos grandes intelectuales formados en esta universidad nos lo recordó durante la Guerra Fría.

En 1983, Milan Kundera describió la «Tragedia de Europa Central», cómo, tras la Segunda Guerra Mundial, polacos, checos, eslovacos, bálticos, húngaros, rumanos, búlgaros y yugoslavos «se despertaron para descubrir que ahora estaban en el Este” -que habían «desaparecido del mapa del Oeste”-.

Nos enfrentamos a este legado, especialmente los que estábamos en el lado occidental del Telón de Acero. No sólo porque este legado forma parte de la historia de Europa y, por tanto, de nuestra historia común como europeos, sino también porque la experiencia de los ciudadanos de Europa Central y Oriental -el sentimiento de estar olvidados y abandonados tras un telón de acero- proyecta su sombra hasta hoy. Este sentimiento también pesa en los debates sobre nuestro futuro, sobre Europa.

En este momento, volvemos a preguntarnos dónde estará la línea divisoria entre esta Europa libre y una autocracia neoimperialista en el futuro. Hablé de un cambio de época tras la invasión rusa de Ucrania en febrero.

La Rusia de Putin quiere redibujar las fronteras mediante la violencia, precisamente lo que en Europa no queríamos volver a ver. El brutal ataque a Ucrania es, por tanto, también un ataque al orden de seguridad de Europa.

Nos oponemos a este ataque con la mayor firmeza posible. Para contrarrestar este ataque, debemos desarrollar nuestra propia fuerza: como países independientes, en la alianza con nuestros socios transatlánticos, pero también como Unión Europea.

Este proyecto de Unión Europea nació del deseo de asegurar la paz en Europa. Su objetivo era garantizar que la guerra no volviera a dividir a los Estados miembros. Hoy nos corresponde seguir desarrollando esta promesa de paz, permitiendo a la Unión Europea consolidar su seguridad, su independencia y su estabilidad en el exterior. ¡Esta es la nueva misión de paz de Europa, señoras y señores! Esto es probablemente lo que la mayoría de los ciudadanos esperan de Europa, tanto en el Oeste como en el Este de nuestro continente.

Por ello, es una suerte que la Presidencia del Consejo de la Unión Europea la ostente actualmente la República Checa, que reconoce desde hace tiempo la importancia de esta misión, y que está llevando a Europa en la dirección correcta.

La República Checa puede contar con el pleno apoyo de Alemania en este sentido. Y espero trabajar con el Primer Ministro Fiala para encontrar las respuestas europeas adecuadas a la actual agitación.

Una Europa geopolítica como respuesta al cambio de época

La primera respuesta que debemos dar es la de no aceptar sin hacer nada el ataque de Rusia a la paz en Europa. No nos quedaremos de brazos cruzados viendo cómo matan a mujeres, hombres y niños o cómo borran del mapa a países libres y los hacen desaparecer tras muros o cortinas de hierro. No queremos revivir las tragedias de los siglos XIX y XX con sus guerras de ocupación y sus desvíos totalitarios.

El discurso propone varias reformas bastante concretas para Europa, en cuatro líneas principales. El primero es preparar a la UE para la ampliación mediante una reforma institucional (extensión gradual del voto por mayoría cualificada en el Consejo Europeo, reorganización del equilibrio en el Parlamento y la Comisión para evitar un hinchamiento excesivo). Olaf Scholz también se posiciona a favor de la iniciativa de Emmanuel Macron de crear una comunidad política europea que incluya a los Estados vecinos destinados a entrar en la Unión, pero que el jefe del Gobierno alemán ve como un complemento a los foros existentes. Esta comunidad adoptaría la forma de «un intercambio regular a nivel político: un foro en el que nosotros, los Jefes de Estado y de Gobierno de la UE y nuestros socios europeos, nos reuniríamos una o dos veces al año para debatir cuestiones clave que afectan a todo el continente, como la seguridad, la energía, el clima y la conectividad».

Nuestra Europa está unida en la paz y la libertad. Está abierta a todas las naciones europeas que comparten nuestros valores. Pero sobre todo, rechaza activamente el imperialismo y la autocracia.

El lema de la Unión Europea no es la supremacía ni la subordinación, sino el reconocimiento de la diversidad, la igualdad entre todos sus miembros y la pluralidad y el equilibrio de los distintos intereses.

Es precisamente esta Europa unida la que representa un sinsentido para Putin. La Unión Europea no corresponde con su visión del mundo, según la cual los países pequeños deben someterse a un puñado de grandes potencias.

Es aún más importante que defendamos juntos nuestra idea de Europa.

Por eso apoyamos a Ucrania cuando está siendo atacada: económica, financiera y políticamente, con ayuda humanitaria, pero también militarmente -Alemania ha dado un cambio fundamental en esta cuestión en los últimos meses-.

Seguiremos prestando este apoyo de forma fiable y, sobre todo, mientras sea necesario.

Lo mismo ocurre con la reconstrucción del país destruido, que será una empresa gigantesca que tardará generaciones en completarse. Requerirá una coordinación internacional y un pensamiento estratégico coherente a largo plazo. Este será el tema de una conferencia de expertos en la que participaremos la Presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y yo, junto con Ucrania y sus socios de todo el mundo, el 25 de octubre en Berlín.

En las próximas semanas y meses, enviaremos a Ucrania nuevas armas avanzadas, como sistemas de defensa aérea, radares y drones de reconocimiento. Sólo nuestra última ronda de entregas de armas asciende a 600 millones de euros. Nuestro objetivo es un ejército ucraniano moderno, capaz de defender su país a largo plazo. 

Sin embargo, no debemos limitarnos a proporcionar a Kiev equipos de los que podamos prescindir por el momento. También aquí necesitamos más planificación y coordinación.

Por eso hemos puesto en marcha una iniciativa con los Países Bajos para lograr un reparto sostenible del trabajo entre todos los socios en Ucrania.

Puedo, por ejemplo, imaginar que Alemania se encargará especialmente de reforzar las capacidades de artillería y defensa aérea de Ucrania. No deberíamos perder tiempo en llegar a un acuerdo sobre este sistema de apoyo coordinado. Se trata de demostrar nuestro compromiso con una Ucrania libre e independiente a largo plazo.

En el Consejo Europeo de junio, tendimos la mano y dijimos «sí». Sí, Ucrania, la República de Moldavia y, a largo plazo, Georgia y, por supuesto, los seis países de los Balcanes Occidentales pertenecen a la parte libre y democrática de Europa. Su adhesión a la UE nos interesa.

Podría explicarlo en términos demográficos o económicos o, como decía Milan Kundera, en términos culturales, éticos o morales. Todas estas razones son válidas.

Pero lo que hoy está más claro que nunca es la dimensión geopolítica de esta decisión. La realpolitik en el siglo XXI no significa ignorar la importancia de los valores ni sacrificar a los socios en el altar del compromiso perezoso. La realpolitik debe implicar a los aliados y socios con valores comunes y apoyarlos para que podamos ser fuertes en la competencia global a través de esta cooperación.

Esta es también mi percepción de la propuesta de Emmanuel Macron de una Comunidad Política Europea. Y claro está, tenemos el Consejo de Europa, la OSCE, la OCDE, la Asociación Oriental, el Espacio Económico Europeo y la OTAN, importantes foros en los que los europeos colaboramos estrechamente, incluso más allá de las fronteras de la Unión.

Lo que falta, sin embargo, es un intercambio regular a nivel político: un foro en el que nosotros, los Jefes de Estado y de Gobierno de la UE, y nuestros socios europeos nos reunamos una o dos veces al año para debatir cuestiones clave que afectan a todo el continente, como la seguridad, la energía, el clima y la conectividad.

Esta agrupación -y es muy importante para mí subrayar esto- no es una alternativa al próximo proceso de ampliación de la UE. Después de todo, hemos dado nuestra palabra a nuestros candidatos a la adhesión, y en el caso de los países de los Balcanes Occidentales, eso fue hace casi 20 años. ¡Y a esas palabras deben seguirles finalmente los hechos!

En los últimos años, muchos han reclamado, con razón, una Unión Europea más fuerte, más soberana y más geopolítica, una Unión consciente de su lugar en la historia y en la geografía, que actúe con fuerza y cohesión en el mundo.

Las decisiones históricas adoptadas en los últimos meses nos han acercado a este objetivo.

  • Hemos impuesto sanciones de gran alcance a la Rusia de Putin con una determinación y rapidez sin precedentes.
  • Evitando los debates habituales del pasado, hemos acogido a millones de mujeres, hombres y niños de Ucrania que buscan refugio en nuestro país. La República Checa y otros países de Europa Central, en particular, han mostrado una gran solidaridad. ¡Tienen mi mayor respeto por ello!
  • Y hemos dado nueva vida a la palabra «solidaridad» en otros ámbitos. Estamos colaborando más estrechamente en el ámbito del suministro de energía. Hace apenas unas semanas, adoptamos los objetivos europeos de reducción del consumo de gas. Ambas cosas son esenciales de cara al próximo invierno. Y Alemania, en particular, está muy agradecida por esta solidaridad.

Todos ustedes conocen la determinación con la que Alemania intenta actualmente reducir su dependencia del suministro de combustible de Rusia. Estamos construyendo capacidades alternativas de importación de gas natural licuado y petróleo crudo. Y lo hacemos con un espíritu de solidaridad, pensando también en las necesidades de países sin litoral como la República Checa.

Esta es la promesa que hice al Primer Ministro Fiala durante su visita a Berlín en mayo. Y sin duda volveremos a subrayar esta solidaridad cuando nos reunamos hoy.

Al fin y al cabo, la presión de los futuros cambios sobre nosotros, los europeos, aumentará, independientemente de la guerra de Rusia y sus consecuencias. En un mundo de ocho o incluso diez mil millones de personas en el futuro, cada uno de nuestros Estados nacionales europeos es demasiado pequeño para defender sus intereses y valores por sí solo.

Por lo tanto, una Unión Europea que actúe conjuntamente es aún más esencial.

Y los socios fuertes, principalmente Estados Unidos, son aún más importantes. Es una bendición para todos nosotros que un firme defensor de la relación transatlántica, el Presidente Biden, haya sido elegido para la Casa Blanca. En los últimos meses hemos sido testigos del valor indispensable de la asociación transatlántica. La OTAN está ahora más unida que nunca; estamos tomando decisiones concertadas en la alianza transatlántica.

Pero por todo lo que el Presidente Biden en particular ha hecho por nuestra asociación, sabemos al mismo tiempo que la mirada de Washington se dirige cada vez más a China y a la región de Asia-Pacífico. Este será también el caso de los futuros gobiernos de Estados Unidos, quizás incluso más.

Por tanto, en un mundo multipolar -como el del siglo XXI- no debemos contentarnos con mantener las asociaciones preexistentes, por muy valiosas que sean. Invertiremos en nuevas asociaciones en Asia, África y América Latina.

Para hacer frente al ascenso de China y a la tríada «socio, competidor y rival», debemos primero diversificar nuestros enfoques políticos y económicos. También debemos hacer valer con mucha más fuerza el peso de nuestra Europa unida. Sólo actuando juntos tenemos la oportunidad de actuar y dar forma al futuro de Europa en este siglo.  

A finales de siglo, la Unión Europea podrá tener 27, 30 o 36 Estados, con más de 500 millones de ciudadanos libres e iguales en derechos, con el mayor mercado interior del mundo, con institutos de investigación punteros y empresas innovadoras, con democracias estables, con una protección social y unas infraestructuras públicas sin parangón en el mundo.

Esta es la ambición que asocio a una Europa geopolítica.

La experiencia de los últimos meses demuestra que los bloqueos pueden superarse. Las normas europeas pueden cambiarse, en muy poco tiempo, si es necesario. Y ni siquiera los tratados europeos son inamovibles. Si, juntos, podemos estar seguros de que hay que cambiar los tratados para que Europa avance, debemos hacerlo.

Pero las discusiones abstractas sobre esto no nos ayudarán. Es más importante que analicemos lo que hay que cambiar y luego decidamos concretamente cómo proceder. La fórmula de la arquitectura moderna -«La función define la forma»- también debe aplicarse urgentemente a las políticas europeas.

Para mí, es natural que Alemania haga propuestas en este sentido y se adapte a los tiempos.

Por eso estoy aquí, en la capital de la Presidencia del Consejo de la UE, para presentarles a ustedes y a nuestros amigos europeos algunas de mis ideas para el futuro de nuestra Unión. Se trata de ideas, propuestas, vías de reflexión, no de soluciones alemanas prefabricadas.

Creo que la responsabilidad de Alemania con respecto a Europa es encontrar soluciones con nuestros vecinos y tomar decisiones juntos. No quiero una UE de clubes o secciones exclusivas. Lo que quiero es una UE cuyos miembros tengan los mismos derechos. Y me gustaría añadir muy explícitamente que el hecho de que la UE siga desarrollándose hacia el Este es una situación en la que todos ganan.

Alemania, como país en el corazón del continente, hará todo lo que esté en su mano para acercar el Este y el Oeste, el Norte y el Sur de Europa.

Teniendo esto en cuenta, me gustaría compartir con ustedes las siguientes cuatro reflexiones.

Avanzar en la ampliación, abordar las reformas institucionales

En primer lugar, estoy a favor de la ampliación de la Unión Europea. Es necesario incluir a los países de los Balcanes Occidentales, Ucrania, Moldavia y a largo plazo, Georgia.

Una Unión Europea con 30 o 36 Estados miembros será muy diferente de la Unión actual. No hace falta decirlo. Se podría decir que el centro de Europa se desplazará hacia el este, inspirado por el historiador Karl Schlögel.

En esta Unión ampliada, las diferencias entre los Estados miembros aumentarán en cuanto a sus intereses políticos, su peso económico y sus sistemas de seguridad social. Ucrania no es Luxemburgo, y Portugal ve los retos del mundo de forma diferente a la de Macedonia del Norte.

Sobre todo, los países candidatos deben cumplir los criterios de adhesión. Los apoyaremos en ello en la medida de nuestras posibilidades.

Pero también debemos asegurarnos de que la propia UE esté preparada para esta gran ampliación. Esto llevará tiempo. Por eso debemos iniciar este proceso ahora. Como hemos visto en anteriores ampliaciones, las reformas en los países candidatos han ido de la mano de las reformas institucionales en la Unión Europea. Este será también el caso esta vez.

No podemos evitar este debate, al menos si nos tomamos en serio las perspectivas de adhesión. Y debemos tomarnos en serio nuestras promesas de adhesión, porque es la única manera de lograr la estabilidad en nuestro continente.

Así que hablemos de reformas.

Se necesita una acción rápida y pragmática en el Consejo de la UE, entre los ministros de los Estados miembros. En el futuro, debemos hacer que este diálogo sea más eficaz. 

Cuando se requiere unanimidad, el riesgo de que un país utilice su veto y obstruya la voluntad de todos los demás aumentará con las sucesivas ampliaciones. Esto es una realidad.  

Por eso he propuesto una transición gradual a la votación por mayoría en la política exterior común, pero también en otros ámbitos, como la política fiscal, sabiendo perfectamente que esto también tendría repercusiones para Alemania.

Debemos recordar que la adhesión al principio de unanimidad sólo funciona mientras la presión para actuar sea baja. Pero cuando hay una necesidad urgente de actuar, el principio de unanimidad no está a la altura de los desafíos. 

La alternativa a la votación por mayoría no sería mantener el statu quo. Se trata más bien de avanzar en grupos cada vez más diversos, con un abanico de normas y opciones diferentes de participación y no participación. Una forma de integración diferenciada no podría funcionar porque sería una maraña confusa, y una invitación a todos los que quieren socavar el surgimiento de una Europa geopolítica unida y enfrentarnos unos a otros. ¡No quiero eso!

Mi apoyo al voto por mayoría ha sido a veces objeto de críticas. Y puedo entender perfectamente las preocupaciones de los Estados miembros más pequeños en particular. También en el futuro hay que escuchar a todos los países, cualquier otra postura sería una traición a la idea europea.

Y como me tomo muy en serio estas preocupaciones, mi mensaje es: ¡busquemos juntos compromisos! Podría imaginar, por ejemplo, la introducción de la votación por mayoría en ámbitos en los que es especialmente importante que hablemos con una sola voz. En nuestra política de sanciones, por ejemplo, o en cuestiones de derechos humanos.

Y quiero que tengamos la valentía de hacer una abstención constructiva. Creo que los alemanes, y todos los que creen en el voto mayoritario, tenemos una obligación en este sentido.

Si el mayor número posible de personas se adhiere a esta idea, estaremos mucho más cerca de una Europa geopolítica capaz de imponerse en la escena internacional.

El Parlamento Europeo tampoco puede evitar la reforma. Los tratados prevén, con razón, un límite de 751 diputados. Pero superaremos este número cuando se incorporen nuevos países a la UE, en todo caso cuando ampliemos el Parlamento con los escaños a los que tendrían derecho los nuevos Estados miembros según las normas vigentes hasta ahora.

Si no queremos que el Parlamento Europeo se convierta en una institución abarrotada, debemos encontrar un nuevo equilibrio en su composición. Y debemos hacerlo respetando el principio democrático de que cada voto electoral tiene aproximadamente el mismo peso.

Por último, pero no por ello menos importante, en la Comisión Europea también está en juego el equilibrio adecuado entre representación y eficacia. Una Comisión con 30 o 36 Comisarios llegaría al límite de su capacidad de funcionamiento. Si, además, insistimos en que cada Comisario sea responsable de un ámbito político distinto, esto nos llevaría -si se me permite evocar a otro gran autor de esta ciudad- a una situación kafkiana.

Al mismo tiempo, sé lo importante que es para todos los Estados miembros estar representados en Bruselas por «su» Comisario. También significa que todos los Estados pueden hacer oír su voz en Bruselas. Todos toman decisiones juntos.

Por eso no quiero cambiar el principio de «un comisario por país».

Pero, ¿qué hay de malo en que dos Comisarios sean responsables conjuntamente de una misma Dirección General? Esta es una característica del trabajo diario no sólo en los órganos de decisión de las empresas de todo el mundo, sino que también existen soluciones de este tipo en los gobiernos de varios Estados miembros, tanto en lo que respecta a la representación externa como al reparto interno de responsabilidades.

Busquemos, pues, esos compromisos: ¡por una Europa que funcione!

Reforzar la soberanía europea

La segunda reflexión que me gustaría compartir con ustedes está relacionada con un término del que hemos hablado a menudo en los últimos años: la soberanía europea.

No me interesa la semántica aquí. Al fin y al cabo, la soberanía europea significa esencialmente que nos volvemos más autónomos en todos los ámbitos, que asumimos una mayor responsabilidad por nuestra propia seguridad, que estamos aún más unidos en la defensa de nuestros valores e intereses en el mundo.

No sólo nos vemos obligados a hacerlo por el ataque de Rusia a la paz en Europa.

El fortalecimiento de la soberanía europea es el segundo gran ámbito en el que Alemania quiere ser una fuerza de propuesta, ya para acabar con su excesiva dependencia de Rusia para sus importaciones energéticas. El Canciller menciona sin nombrarlo los esfuerzos de su ministro Robert Habeck, como el desarrollo de infraestructuras para el gas natural licuado. Alemania presenta este esfuerzo desde una perspectiva altruista, para ayudar a los países sin litoral, pero en cuanto a la realización de este objetivo de diversificación y conexión en red de los sistemas energéticos, el canciller se muestra bastante vaga. La soberanía deseada por Olaf Scholz es también industrial y técnica. Insiste especialmente en el control de las líneas de producción de semiconductores.

Las demás propuestas relativas a la energía (mercado interior de la energía hidráulica, eólica y solar, red europea de hidrógeno, multiplicación de los puntos de recarga de los vehículos eléctricos y desarrollo de combustibles de aviación neutros para el clima) están relacionadas con el objetivo de la neutralidad del carbono en 2050 y, por tanto, se sitúan en una perspectiva a largo plazo. No se aclara el futuro de la planta nuclear alemana, que ha recibido una prórroga por el estallido de la guerra en Ucrania. Olaf Scholz también menciona la necesidad de racionalizar el rearme europeo, para facilitar la interoperabilidad y el mantenimiento de los equipos, a lo que podría contribuir el fondo especial de 100.000 millones dedicado a la Bundeswehr. En particular, menciona el desarrollo de un moderno sistema de defensa antiaérea, radares y drones de reconocimiento, en el que podrían participar varios países (entre los que no se nombra a Francia). Sin embargo, tampoco se mencionan los grandes proyectos armamentísticos franco-alemanes, en particular el FCAS y el MGCS.

Ya he mencionado las dependencias a las que nos enfrentamos. Las importaciones rusas de energía constituyen un ejemplo especialmente llamativo, pero no son ni mucho menos el único. Por ejemplo, la escasez de suministro de semiconductores.

Tenemos que acabar con estas dependencias unilaterales lo antes posible.

Cuando se habla del suministro de recursos minerales o de tierras raras, se piensa principalmente en países alejados de Europa. Sin embargo, a menudo olvidamos que gran parte del litio, el cobalto, el magnesio y el níquel que nuestras empresas necesitan tan desesperadamente se encuentra en Europa.

En cada teléfono móvil, en cada batería de coche, hay recursos preciosos esperando a ser aprovechados. Así que cuando hablamos de soberanía económica, también deberíamos pensar en utilizar este potencial de forma mucho más eficiente.

En muchos casos, la tecnología para hacerlo ya está disponible. Lo que necesitamos son normas comunes para la transición a una economía circular verdaderamente europea, lo que yo llamo una actualización estratégica de nuestro mercado interior.

La independencia económica no significa autosuficiencia. Ese no puede ser el objetivo de una Europa que siempre se ha beneficiado, y se sigue beneficiando, de la apertura de los mercados y del comercio. Pero tenemos que establecer un plan, algo así como una estrategia «Made in Europe 2030».

Para mí, esto significa que en las áreas en las que Europa ha quedado por detrás de Silicon Valley, Shenzhen, Singapur o Tokio, tendremos que trabajar para cerrar la brecha.

Gracias a un importante esfuerzo europeo, ya hemos avanzado en los chips y semiconductores que son tan esenciales para nuestra industria. Hace poco, por ejemplo, Intel anunció sus planes de invertir miles de millones en Francia, Polonia, Alemania, Irlanda y España, un gran paso hacia una nueva generación de microchips «made in Europe».

Y esto es sólo el principio. Junto con empresas como Infineon, Bosch, NXP y GlobalFoundries, estamos trabajando en proyectos que harán de Europa un líder mundial en tecnología.

Nuestra ambición no debe limitarse a fabricar en Europa productos que pueden producirse en otros lugares. Quiero que Europa esté a la vanguardia de la producción de tecnologías clave.

Tomemos el ejemplo de la movilidad futura. Los datos digitales desempeñarán un papel crucial, no sólo para los sistemas de conducción autónoma, sino también para la coordinación de los distintos medios de transporte y la gestión inteligente de los flujos de tráfico. Por eso necesitamos cuanto antes un espacio único europeo para el tratamiento transfronterizo de los datos de movilidad.

Hemos empezado en Alemania con el espacio de datos de movilidad. Vinculémoslo a toda Europa. Está abierto a todos los que quieran hacer que las cosas sucedan. De este modo, podemos ser pioneros a nivel mundial.

Cuando se trata de la digitalización, tenemos que pensar a lo grande e incluir el espacio en nuestras políticas. Al fin y al cabo, preservar nuestra soberanía en la era digital dependerá de nuestras capacidades espaciales. El acceso independiente al espacio, los satélites modernos y las megaconstelaciones, todo ello es crucial no sólo para nuestra seguridad, sino también para la acción medioambiental, la agricultura y, sobre todo, para la transición digital. Se trata de construir un internet paneuropeo.

Los agentes comerciales y las empresas de nueva creación desempeñan un papel cada vez más importante en este ámbito, como vemos en Estados Unidos. Por eso, en interés de un sector espacial europeo fuerte y competitivo, debemos promover estas empresas innovadoras junto a los actores establecidos. Sólo entonces habrá una posibilidad de que el próximo SpaceX sea una empresa europea.

Por último, nuestro gran objetivo de lograr la neutralidad climática como Unión Europea para 2050 nos ofrece una enorme oportunidad de ser los primeros en actuar en un ámbito crucial para el futuro de la humanidad, desarrollando aquí en Europa las tecnologías que se necesitan y utilizan en todo el mundo.

  • En cuanto a la electricidad, pienso en la creación de una red y una infraestructura de almacenamiento para un verdadero mercado interior de la energía que abastezca a Europa con energía hidráulica del norte, eólica de las costas y solar del sur, de forma fiable, tanto en verano como en invierno.
  • Pienso en una red europea de hidrógeno que vincule a productores y consumidores y que dé lugar a un auge de la electrólisis en Europa. Sólo si se aprovecha el hidrógeno, el sector industrial podrá ser neutro desde el punto de vista climático.
  • Pienso en la creación de una red lo más densa posible de puntos de recarga de vehículos en cada uno de nuestros países, para los coches eléctricos, pero también para los camiones.
  • Y estoy pensando en las inversiones en nuevos combustibles de aviación neutros para el clima y en la infraestructura asociada, por ejemplo en los aeropuertos, para que el objetivo de un transporte aéreo neutro para el clima no se quede en un deseo, sino que se convierta en una realidad, aquí en Europa. Esta transformación medioambiental y digital de nuestra economía requerirá una considerable inversión privada. Para lograrlo, es esencial que creemos un mercado de capitales europeo solvente y un sistema financiero estable. La unión de los mercados de capitales y la unión bancaria son, por tanto, cruciales para nuestra futura prosperidad.

Señoras y señores,

Todas estas medidas son pasos hacia la soberanía europea.

Permítanme pasar a otro punto, porque es crucial en términos de soberanía y en términos de la guerra en Europa del Este. Necesitamos una mejor sinergia en Europa en cuanto a nuestras capacidades de defensa. Tenemos que reforzar nuestra interoperabilidad. 

En comparación con Estados Unidos, hay muchos más sistemas de armas diferentes en la UE. Esto es ineficiente porque significa que nuestras tropas tienen que entrenar en diferentes sistemas. El mantenimiento y la reparación también son más caros y difíciles.

A la descoordinada reducción de las fuerzas armadas europeas y de los presupuestos de defensa del pasado debería seguir ahora un crecimiento coordinado de las capacidades europeas. Además de la fabricación y las adquisiciones conjuntas, nuestras empresas tendrán que cooperar aún más estrechamente en proyectos de armamento.

Esto hace indispensable una coordinación aún más estrecha a nivel europeo. Por tanto, ya es hora de celebrar reuniones específicas en Bruselas, y no sólo de nuestros ministros de agricultura o medio ambiente. Necesitamos un Consejo de Ministros de Defensa.

Ya tenemos una serie de herramientas para mejorar la cooperación de nuestras fuerzas armadas de forma muy concreta. Además de la Agencia Europea de Defensa y del Fondo de Defensa, pienso sobre todo en una cooperación como la que ya se lleva a cabo en el seno de la OCCAR, la Organización Conjunta de Cooperación en Materia de Armamento. De la misma manera que al principio empezamos a abrir las fronteras del espacio Schengen con siete países, la OCCAR puede convertirse en el núcleo de una Europa de defensa y armamento común.

Para que estos avances se hagan realidad, tendremos que revisar todas nuestras normativas nacionales, especialmente las relativas a la utilización y exportación de sistemas fabricados en asociación. Pero esto debe hacerse en interés de nuestra seguridad y soberanía, que dependen de las capacidades armamentísticas europeas.

La OTAN sigue siendo el garante de nuestra seguridad. Pero también es justo decir que cada paso hacia una mayor compatibilidad entre las estructuras de defensa de los Estados miembros de la UE refuerza a la OTAN.

Debemos aprender de lo que ocurrió en Afganistán el verano pasado. En el futuro, la UE debe ser capaz de reaccionar con rapidez y eficacia. Por ello, Alemania colaborará con otros Estados miembros para garantizar que la fuerza de reacción rápida de la UE esté lista para ser desplegada en 2025, y aportará los efectivos necesarios para su despliegue.

Esto requerirá una estructura clara de mando y control. Por tanto, debemos dotar a la capacidad de planificación y conducción militar de la UE -y, a medio plazo, a un auténtico cuartel general de la UE- de todos los medios financieros, personales y tecnológicos necesarios. Alemania asumirá esta responsabilidad cuando lideremos la fuerza de reacción rápida en 2025.

Además, a largo plazo, debemos flexibilizar nuestros procesos de decisión política, especialmente en tiempos de crisis. Para mí, esto significa aprovechar al máximo el margen de maniobra que ofrecen los Tratados de la UE. Y sí, esto incluye hacer un mayor uso de la posibilidad de confiar tareas a grupos de Estados miembros dispuestos, las llamadas «coaliciones de voluntarios». Esta es la mejor división del trabajo de la UE.

Ya se ha acordado que Alemania apoyará a Lituania con una brigada de despliegue rápido y la OTAN con fuerzas adicionales de alta disponibilidad. Apoyamos a Eslovaquia en el campo de la defensa aérea y en otros ámbitos. Suministramos a la República Checa y a otros países tanques de fabricación alemana como compensación por el suministro de tanques soviéticos a Ucrania. Al mismo tiempo, hemos concluido un acuerdo para que nuestras fuerzas armadas colaboren mucho más estrechamente.

Los 100.000 millones de euros con los que modernizaremos la Bundeswehr en Alemania en los próximos años también reforzarán la seguridad europea y transatlántica.

Tenemos mucho que hacer en Europa en materia de defensa contra las amenazas aéreas y espaciales. Por eso, en Alemania vamos a invertir de forma muy significativa en nuestra defensa aérea en los próximos años. Todas estas capacidades pueden desplegarse en el marco de la OTAN. Al mismo tiempo, Alemania diseñará esta futura defensa aérea de forma que nuestros vecinos europeos puedan participar en caso necesario, como los polacos, los bálticos, los holandeses, los checos, los eslovacos o nuestros socios escandinavos.

Un sistema europeo de defensa aérea desarrollado conjuntamente no sólo sería más eficaz y rentable que la construcción de sistemas propios, caros y muy complejos, sino que también supondría una ganancia en seguridad para toda Europa y un ejemplo destacado de lo que queremos decir con el fortalecimiento del pilar europeo dentro de la OTAN.

Superar viejos conflictos, buscar nuevas soluciones

El tercer gran ámbito de actuación que veo para Europa es la continuación del reciente cambio de época, y va mucho más allá.

La Rusia de Putin parece querer seguir definiéndose por su oposición a Europa. Cualquier desunión entre nosotros, cualquier debilidad, es combustible para Putin.

El tercer plan de acción pretende superar las divisiones en dos ámbitos muy controvertidos en la Europa de los últimos diez años: las políticas migratorias, por un lado, y las políticas fiscales y financieras, por otro. En este último ámbito, el gobierno alemán está abierto a cambios en el tratado, pero quiere volver a una forma de estabilidad presupuestaria, en línea con la presión interna del ministro de finanzas liberal Christian Lindner. Por ello, Olaf Scholz propone un nuevo acuerdo de reducción de la deuda, que sustituiría a los criterios vigentes, pero que ya quedaron en suspenso con la pandemia de Covid-19. Este acuerdo debe permitir la inversión pública y al mismo tiempo ser políticamente vinculante para los miembros de la zona. En cuanto a la migración, el método es similar, ya que se trata de reforzar tanto los controles fronterizos como de cubrir las necesidades de mano de obra cualificada de las empresas europeas, multiplicando las asociaciones vinculantes pero beneficiosas con los países de origen y de tránsito.

Otros autócratas están siguiendo el ejemplo; basta con ver cómo el dictador bielorruso Lukashenko intentó presionarnos políticamente el año pasado manipulando a miles de refugiados de Oriente Medio.

Y China y otros países están aprovechando las lagunas que los europeos exponemos cuando estamos desunidos.

Así que tenemos que cerrar filas, aliviar los viejos conflictos y encontrar nuevas soluciones. Esto puede parecer obvio, pero es un trabajo enorme el que tenemos por delante. 

Veamos las dos áreas que probablemente han causado más tensiones entre nosotros en los últimos años: la migración y la política financiera.

Somos capaces de avanzar en política migratoria; lo demostramos tras el ataque de Rusia a Ucrania, cuando la UE activó por primera vez su Directiva de Protección Temporal. Tras su oscuro nombre, la activación de esta directiva ha permitido a millones de ucranianos recuperar una apariencia de normalidad lejos de casa: un permiso de residencia rápido y seguro, la posibilidad de trabajar, el derecho a estudiar, en una universidad como ésta. 

En el futuro, la gente también vendrá a Europa, ya sea para protegerse de la guerra y la persecución o para buscar trabajo y una vida mejor.

Europa sigue siendo el destino preferido de millones de personas en todo el mundo. Por un lado, esto es una clara indicación del atractivo de nuestro continente. Por otro lado, es una realidad con la que tenemos que lidiar los europeos.

Significa gestionar mejor la migración a largo plazo, en lugar de reaccionar siempre a las crisis de forma puntual. También significa reducir la migración irregular al tiempo que se permite a las personas emigrar legalmente. Porque necesitamos la inmigración. Actualmente vemos en nuestros aeropuertos, nuestros hospitales y en muchas empresas que falta mano de obra cualificada en todas partes.

Hay una serie de puntos que me parecen esenciales:

  • En primer lugar, necesitamos más asociaciones vinculantes con los países de origen y de tránsito, como socios en igualdad de condiciones. Si ofrecemos a los trabajadores más vías legales para llegar a Europa, los países de origen deben estar a cambio más dispuestos a permitir que sus propios ciudadanos regresen a casa cuando no se les permite quedarse.
  • En segundo lugar, una política migratoria eficaz incluye una protección eficaz de las fronteras exteriores que cumpla con nuestras normas de procedimiento. El espacio Schengen, que permite viajar, vivir y trabajar sin fronteras, se basa en esta protección.

Schengen es uno de los mayores éxitos de la Unión Europea, y debemos protegerlo y desarrollarlo. Esto significa cerrar las brechas restantes. Croacia, Rumanía y Bulgaria cumplen todas las condiciones técnicas para convertirse en miembros de pleno derecho del espacio Schengen. Me esforzaré por que se incorporen al espacio Schengen.

  • En tercer lugar, Europa necesita un sistema de asilo basado en la solidaridad y la resistencia. Tenemos el deber de proporcionar un hogar seguro a las personas que necesitan protección. Durante la Presidencia francesa de los últimos meses, hemos acordado un enfoque gradual.

Ahora el Parlamento Europeo también debería prestarle la atención necesaria. La Presidencia checa puede contar con nuestro pleno apoyo en las negociaciones con el Parlamento.

Por último, debemos ser más rápidos que antes para dar a las personas que se encuentran legalmente en la UE como beneficiarios de protección la oportunidad de trabajar en otros Estados miembros de la UE, para que utilicen sus habilidades donde se necesiten.

Y como no somos ingenuos, debemos evitar al mismo tiempo los abusos, en los casos, por ejemplo, en los que no hay un deseo real de trabajar. Si lo conseguimos, la libertad de circulación no supondrá un atasco de los sistemas de seguridad social. De este modo, obtendremos un apoyo público sostenible para garantizar esta gran libertad europea.

Señoras y señores,

El ámbito que, después de la política migratoria, más ha dividido a los europeos en los últimos años es la política fiscal.

Sin embargo, el histórico plan de recuperación adoptado durante la crisis de COVID marcó un punto de inflexión. Por primera vez, dimos una respuesta europea común y apoyamos los programas nacionales de inversión y reforma con fondos europeos. Elegimos invertir juntos para fortalecer las economías de nuestros países. Esto nos ayuda en la crisis actual.

La ideología ha sido sustituida por el pragmatismo. Debemos inspirarnos en esto cuando pensemos en cómo desarrollar nuestras normas comunes más allá del contexto de la crisis del COVID. Una cosa está clara: una zona monetaria común necesita normas comunes que puedan aplicarse y controlarse. Esto genera confianza y hace posible la solidaridad en caso de emergencia.

Las crisis de los últimos años han provocado un aumento de los niveles de deuda en todos los Estados miembros. Por lo tanto, necesitamos un acuerdo sobre cómo vamos a reducir estos altos niveles.

Este acuerdo debe ser vinculante, facilitar el crecimiento y ser políticamente negociable. Y, al mismo tiempo, debe permitir a todos los Estados miembros de la UE abordar la transformación de nuestras economías mediante la inversión.

A principios de este mes, el Gobierno alemán expuso su visión de la evolución de las normas de la deuda europea. Esta visión sigue esta lógica. Queremos discutirlo abiertamente con todos nuestros socios europeos, sin prejuicios, sin lecciones, sin culpas. Queremos debatir juntos cómo puede ser un marco regulador sostenible después de este momento decisivo.

Aquí está en juego algo muy fundamental. Se trata de garantizar a los ciudadanos que nuestra moneda es segura e insustituible, que pueden confiar en sus Estados y en la Unión Europea incluso en tiempos de crisis.

Uno de los mejores ejemplos de nuestros éxitos recientes en este ámbito es el programa europeo SURE. Lo creamos durante la crisis de COVID para financiar programas de reducción de la jornada laboral. Más de 30 millones de personas en la UE se beneficiaron de ella: uno de cada siete trabajadores que, de otro modo, probablemente se habría quedado sin trabajo.

Al mismo tiempo, la creación de este incentivo a nivel europeo ha permitido introducir con éxito el modelo de reducción del tiempo de trabajo en casi toda Europa. El resultado es un mercado laboral más sólido y empresas más sanas en toda Europa.

Así es como veo las soluciones pragmáticas en Europa, ahora y en el futuro. 

Defender los valores de Europa, respetar el Estado de Derecho

Este cambio de época debería animar a la política europea a tratar de construir puentes en lugar de cavar trincheras.

Los ciudadanos esperan que la UE cumpla sus promesas. Los resultados de la Conferencia del Futuro lo demuestran claramente.

Los ciudadanos esperan cosas muy concretas de la UE: una acción climática más rápida, alimentos sanos, cadenas de suministro más fiables y una mayor protección de los trabajadores. En resumen, esperan la «solidaridad de facto» que ya se mencionaba en la Declaración de Schuman de 1950. Nos corresponde seguir defendiendo esta solidaridad de hecho y adaptarla a los retos de los nuevos tiempos.

En las décadas de fundación de nuestra Europa unida, esto significaba principalmente hacer imposible la guerra entre los miembros mediante una integración económica cada vez más estrecha. El hecho de que se haya conseguido es un éxito histórico para nuestro sindicato.

Pero en los años siguientes, el proyecto de paz se convirtió en un proyecto paneuropeo de libertad y justicia. Y esto fue principalmente gracias a los países que se unieron a nuestra comunidad sólo más tarde: los españoles, griegos y portugueses, que se volcaron en una Europa de libertad y democracia tras décadas de dictadura, y luego los pueblos de Europa Central y Oriental, cuya lucha por la libertad, los derechos humanos y la justicia puso fin a la Guerra Fría.

Entre ellos había muchos estudiantes valientes de esta universidad, cuya llamada a la libertad en una noche oscura de noviembre de 1989 fue tan fuerte que se convirtió en una revolución. Esta revolución del terciopelo dio un verdadero impulso a Europa.

La paz y la libertad, la democracia y el Estado de Derecho, los derechos humanos y la dignidad humana: estos valores de la Unión Europea son un patrimonio que hemos ganado juntos. Ante las nuevas amenazas a la libertad, el pluralismo y la democracia en el este de nuestro continente, sentimos este vínculo con especial intensidad.

Los Estados se sustentan en los ideales que los hicieron nacer -uno de los más famosos profesores de esta universidad expresó esta idea-: Tomáš Masaryk, que más tarde se convirtió en Presidente de Checoslovaquia. Esta frase se aplica a los Estados, pero también a la UE, nuestra comunidad de valores compartidos. Y como los valores son esenciales para que la UE siga existiendo, a todos nos preocupa cuando se violan esos valores, ya sea fuera de Europa o, más aún, dentro de ella.

Este es el cuarto pensamiento que deseo compartir con ustedes hoy.

Por eso nos preocupa cuando se habla de «democracias antiliberales» en Europa, como si esto no fuera una total contradicción en los términos.

Por último, la cuarta parte del programa alemán está dedicada a los valores y al respeto del Estado de Derecho en los Estados miembros. Según Olaf Scholz, lo único que da consistencia a la Unión Europea y justifica su lucha contra Rusia junto a Ucrania es una comunidad de valores. Como explicó en su columna para el FAZ, el conflicto actual tiene también una dimensión moral. Pero también es importante mantener estos valores en casa para evitar el desarrollo de «democracias iliberales». Las medidas mencionadas por el Canciller incluyen el uso del artículo 7 del Tratado de la UE y condicionar el pago de ciertos fondos en el marco presupuestario 2021-2027 al cumplimiento de los principios de independencia judicial. Sin embargo, Olaf Scholz se cuida de no adoptar un tono demasiado combativo. No nombra a ninguno de los países infractores y se muestra personalmente partidario de una solución política de las infracciones de los miembros que acompañe o sustituya a los procedimientos judiciales, basándose en los informes de la Comisión Europea sobre el Estado de Derecho.

Así que no podemos quedarnos de brazos cruzados cuando se violan las garantías procesales y se desarticula el control democrático. Y para que quede absolutamente claro, en Europa no debe haber tolerancia con el racismo y el antisemitismo.

Por eso apoyamos a la Comisión en su trabajo por el Estado de Derecho. El Parlamento Europeo también está siguiendo este tema con gran atención. Estoy muy agradecido por ello.

No debemos dudar en utilizar todos los medios a nuestro alcance para denunciar las deficiencias. Las encuestas muestran que en todas partes -incluyendo, por cierto, Hungría y Polonia- una gran mayoría de los ciudadanos quiere que la UE haga más por defender la libertad y la democracia en sus países.

Entre los medios de que dispone la Unión Europea está el procedimiento del Estado de Derecho previsto en el artículo 7 del TUE. Aquí, como en todas partes, debemos liberarnos de los procesos que impiden el progreso.

También tiene sentido vincular sistemáticamente la financiación al cumplimiento del Estado de Derecho, como hemos hecho con el marco financiero 2021-2027 y el fondo de recuperación de la crisis COVID.

Y deberíamos dotar a la Comisión de un nuevo mecanismo para iniciar procedimientos de infracción por violaciones de lo que nos une en el fondo: nuestros valores fundamentales, consagrados en el Tratado de la UE, de dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y defensa de los derechos humanos.

Al mismo tiempo, preferiría que los conflictos relacionados con el Estado de Derecho no se llevaran a los tribunales. Así que lo que más necesitamos, junto a todos los procedimientos y sanciones, es un diálogo abierto a nivel político sobre los fallos, que existen en todos los países.

El informe de la Comisión sobre el Estado de Derecho, con sus recomendaciones específicas para cada país, es una buena base. Estaremos atentos a la aplicación de estas recomendaciones, y también haremos nuestra propia introspección.

Al fin y al cabo, el Estado de Derecho es un valor fundamental que debe unir a nuestra unión. Especialmente en este momento, cuando la autocracia está desafiando nuestras democracias, este valor es más importante que nunca.

Conclusión

Señoras y señores,

Ya he mencionado a los valientes estudiantes de esta universidad que iniciaron la Revolución de Terciopelo en la noche del 17 de noviembre de 1989. En el campus universitario, en la calle Albertov, donde comenzó su protesta, una pequeña placa de bronce conmemora hoy ese momento. Está adornado con dos frases, que espero que se pronuncien más o menos correctamente: «Kdy, když ne teď? Kdo, když ne my«. ¿Cuándo, si no es ahora? ¿Quién, si no soy yo?

Este discurso es a la vez un ejercicio de método y un intento de introspección moral: Olaf Scholz parece estar convencido de que Europa sólo se construye realmente en respuesta a sucesivas crisis, por lo que retoma la fórmula de la declaración de Robert Schuman de 1950 sobre la «solidaridad de hecho». Al referirse repetidamente a la valentía política de los estudiantes democráticos checos de los años 30 a los 80, el Canciller Scholz también intenta vincular su lucha histórica con la lucha de la Europa actual. Así, parece convencido de que el reto de la integración europea ha cambiado: si en un principio pretendía garantizar la paz y la prosperidad, luego también la justicia y la libertad, ahora la Unión también debe defenderse de las amenazas exteriores, lo que exige reformas para ampliar su misión y una nueva narrativa común que justifique los esfuerzos de todos.

Hablando hoy desde Praga, quiero dirigir estas palabras a todos los europeos: a los que ya viven en nuestra unión y a los que, espero, se unirán pronto a nosotros. Quiero dirigirlas a los responsables políticos, a mis colegas y homólogos, con los que luchamos a diario para encontrar soluciones en Bruselas, en Estrasburgo y en nuestras capitales.

Se trata de nuestro futuro, de Europa. Esta Europa está siendo desafiada hoy como nunca antes.

¿Cuándo, si no es ahora -mientras Rusia intenta desplazar la línea que separa la libertad de la autocracia-, pondremos las piedras angulares de una unión ampliada de libertad, seguridad y democracia?

¿Cuándo, si no ahora, crearemos una Europa soberana capaz de mantenerse en un mundo multipolar?

¿Cuándo, si no ahora, superaremos las diferencias que nos han frenado y dividido durante años?

¿Y quién, si no nosotros, puede proteger y defender los valores de Europa, tanto interna como externamente?

Europa es nuestro futuro. Y ese futuro está en nuestras manos. Gracias por su atención.

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