El 27 de febrero, el canciller Scholz habló de una « Zeitenwende » («cambio de época»); el presidente de la República Federal de Alemania proclamó recientemente una ruptura de época. Hasta ahora, Alemania se ha definido en el exterior principalmente como una «potencia comercial y civil», pero quiere pasar de ser un consumidor de seguridad a un proveedor de seguridad. ¿Qué hay que hacer para lograr este objetivo?
No creo que Alemania haya sido antes un mero consumidor de seguridad1. Sin embargo, es cierto que la comprensión de nuestra seguridad se ha ampliado considerablemente desde el 24 de febrero. Ya estábamos comprometiendo muchas tropas a nivel internacional, con la Minusma en Malí, en Irak como parte de la coalición internacional contra el EI, pero también en Afganistán en el pasado. El día 24 de febrero les recordó a los alemanes que nuestras fuerzas armadas deben cumplir la misión de defensa del país y de la alianza atlántica y que deben estar equipadas, por ende. Por ello, el cambio de época va acompañado de un plan de 100000 millones de euros para equipar la Bundeswehr e invertir en nuevas capacidades, de modo que podamos cumplir nuestras obligaciones con la Alianza Atlántica.
Sin embargo, este cambio de época también significa que estamos considerando la seguridad de una manera mucho más integrada y que nos damos cuenta de que nuestra política económica y comercial, por ejemplo, está directamente relacionada con nuestra seguridad. En el pasado, algunos ignoraron esta verdad. Por ello, nuestra coalición trabaja, por primera vez, en una estrategia de seguridad nacional para Alemania. Estamos examinando todos los ámbitos de nuestra política, no sólo el de política exterior y el de defensa, sino también todos los ministerios; la cuestión que nos guía es el impacto de nuestras acciones en nuestra seguridad y, a la inversa, lo que la seguridad de Alemania, es decir, los efectos de la situación general de seguridad, implica en nuestro margen de maniobra política en otros ámbitos.
Por ello, el gobierno federal ha comenzado a desarrollar una estrategia de seguridad nacional. ¿Qué puede ganar Alemania con este proceso? ¿Y por qué su partido, los Verdes, está impulsando este proceso?
Cuando, en 1998, los Verdes participaron por primera vez en el gobierno federal y Alemania se comprometió militarmente, en Kosovo, con nuestros socios de la OTAN unos meses después, mi propio partido, Die Grünen, experimentó un cambio de época. En ese momento, se pusieron en duda muchas certezas, lo que llevó a mi partido a cuestionar a profundidad la justificación del uso de la fuerza militar y las condiciones necesarias para que un compromiso de la Bundeswehr en el extranjero sea una misión de paz exitosa.
Entonces, desarrollamos un concepto de seguridad interconectada. Esto significa que el compromiso militar debe combinarse siempre con medios civiles en el ámbito de la ayuda humanitaria, de la cooperación para el desarrollo, de la diplomacia y de la prevención de crisis. Sin embargo, ahora, estamos dando el siguiente paso. Queremos pasar de la «seguridad interconectada» a la «seguridad integrada». La pandemia nos ha mostrado cómo las cuestiones de salud, por ejemplo, pueden tener un impacto directo en nuestra seguridad. Con esta nueva estrategia de seguridad, queremos pensar en la seguridad como un bloque.
Alemania no es una isla; estamos en el corazón de Europa, por lo que estamos basando nuestra propio concepto en la brújula estratégica de la Unión Europea qué se publicó este año y en el concepto estratégico de 2019 de la OTAN. Sin embargo, también tenemos en cuenta las estrategias de seguridad de cada uno de nuestros aliados, como Francia. En la recientemente publicada Revisión Estratégica, encontramos los temas clásicos en los que nuestras dos naciones difieren, por así decirlo, por naturaleza. Francia, por ejemplo, tiene territorios de ultramar y sus propias armas nucleares, cosa que nosotros no tenemos. Lógicamente, la estrategia francesa tiene una perspectiva de disuasión nuclear diferente a la nuestra. Sin embargo, en Alemania, como ha subrayado repetidamente la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, seguiremos cumpliendo nuestras obligaciones en el marco de la OTAN. Seguiremos invirtiendo en ella.
Si dejamos de lado los aspectos en los que nuestros desacuerdos no se basan en posiciones políticas diferentes, sino en nuestra historia, hay muchas convergencias. Veo en esta estrategia un fuerte compromiso tanto con la OTAN como con la Unión Europea. En el texto, se nombra a Alemania como primer socio, lo que, por supuesto, también diríamos en Alemania sobre Francia. Nuestro primer socio en el planeta es la República Francesa. Desde el punto de vista francés, la soberanía estratégica de Europa tiene una importancia especial. Por supuesto, podemos discutir a detalle lo que queremos decir con esta palabra, pero la observación fundamental de que Europa, en el siglo XXI, debe tener más capacidad de acción en su política exterior y de seguridad para hacer frente a los retos políticos es un concepto que nos une y en el que seguiremos cooperando.
En París y otras capitales europeas, el fondo especial de 100 000 millones de euros para el ejército alemán anunciado el 27 de febrero y el recientemente anunciado escudo energético de 200 000 millones de euros también han sido recibidos con una especie de alarma ensordecedora. ¿Está Alemania cada vez más sola en Europa en estos temas?
No creo que estas preocupaciones estén justificadas porque, si realmente analizamos estas medidas a detalle, los intereses alemanes no son los únicos en juego. Los 100 000 millones destinados a la Bundeswehr nos permitirán cumplir con nuestras obligaciones en el marco de la OTAN con nuestros aliados y realizar la contribución para la defensa de la alianza que se nos exige. Con los 100000 millones, alcanzaremos el umbral del 2 % de nuestro producto interno bruto para gastos de defensa y, de este modo, responderemos a las reiteradas exigencias que se nos plantean a nivel americano y europeo.
Con los 200 000 millones para estabilizar nuestro mercado energético, protegemos, en primer lugar, nuestra propia economía nacional y aliviamos la carga de la población. No obstante, a toda Europa le interesa que Alemania no se vuelva económicamente inestable porque también mantenemos la demanda en todo el continente. Creo que todo el mundo quiere una Alemania eficaz en esta etapa.
Además, este invierno, vamos a suministrar electricidad a Francia y, por su lado, Francia nos suministrará gas. No puedo imaginar una asociación mejor y más concreta que este intercambio recíproco. Aquí, en Francia, hay problemas actualmente para conectar las centrales nucleares a la red. En Alemania, no tenemos problemas con la cantidad de electricidad, sino con la estabilidad de la red en ciertos lugares, pero tendremos excedentes. Em cuanto al gas, tenemos que tener cuidado; nuestros amigos franceses pueden ayudarnos. Creo que es un enfoque político razonable.
Usted ha observado al ejército alemán durante diez años para su partido. ¿Cómo debe transformarse, ahora, tanto en sus capacidades como en su relación con la sociedad alemana?
Nuestro primer reto está relacionado con la decisión que tomamos hace 12 años sobre poner fin al servicio militar obligatorio en Alemania, es decir, sobre iniciar la transición hacia un ejército profesional, algo que Francia hizo mucho antes que nosotros. Tenemos que trabajar en la visibilidad pública y en la imagen de los soldados en la sociedad. Es una tarea pesada, pero la situación ha mejorado. Muchos alemanes ven ahora lo que hacen los soldados tanto en las catástrofes naturales en su país como en el extranjero, no sólo en nuestras misiones «clásicas» en el exterior, sino también cuando reforzamos el flanco oriental de la OTAN, en Lituania, Estonia y Eslovaquia.
En segundo lugar, también tenemos que invertir en nuestras capacidades. Parte de esto consiste simplemente en la sustitución de equipos, como los jets de combate Tornado que adquirimos a principios de la década de 1980. Por último, tenemos que modernizar el equipamiento de nuestras fuerzas armadas en estos ámbitos, al mismo tiempo que invertimos en nuevas capacidades de ciberseguridad y en nuestros satélites.
Además, el gobierno alemán anunció recientemente un programa para reforzar su defensa aérea por iniciativa propia, lo que también ha provocado cierta irritación en Francia…
Creo que, tanto en Francia como en Alemania, tenemos que debatir juntos los siguientes puntos: dónde podemos desarrollar cosas juntos, dónde tenemos posibilidades tecnológicas, dónde tenemos industrias nacionales que queremos proteger –eso también existe– y dónde existen necesidades tan urgentes como para comprar soluciones internacionales juntos. Francia, por ejemplo, construye submarinos nucleares. Se trata de una competencia que Francia nunca compartirá con Alemania; y lo entiendo perfectamente. Es una competencia francesa clave. Con respecto a los aviones de combate, a los tanques e, incluso, al eurodrón, nuestros países pueden cooperar de manera excelente y aportar competencias y conocimientos que nos beneficien a ambos.
Se aplica el mismo enfoque para nuestros proyectos en el ámbito de la defensa aérea. En Alemania, hemos intentado, durante más de veinte años, desarrollar nuestro propio sistema moderno de defensa aérea. Al final, los socios internacionales se retiraron uno tras otro y los costos se dispararon. Por ello, nuestro nuevo enfoque consiste en modernizar y complementar gradualmente el sistema que tenemos, basado en el Patriot estadounidense. La canciller alemana también presentó esta idea en Praga. Precisamente, como queremos desarrollar rápidamente nuestra capacidad de defensa aérea, compraremos los sistemas internacionales disponibles en el mercado. Lo mismo ocurre con la compra de aviones F-35. No se trata de una declaración contra el FCAS, sino del hecho de que debemos sustituir el Tornado en los próximos cinco años por un avión que también sea capaz de transportar armas nucleares y que esté calificado por la OTAN para ello.
La irritación que ha surgido se debe a que nunca nos hemos puesto de acuerdo. Tenemos que comprar a nivel internacional porque el tiempo es escaso y necesitamos una solución preparada. En otros ámbitos, queremos desarrollar nuestras propias capacidades porque podemos, porque es mutuamente beneficioso y porque sirve a la soberanía de Europa. Por eso, el FCAS y el MGCS son tan importantes.
En Europa, la guerra también toca el ámbito de la energía. Su gobierno decidió, finalmente, prorrogar las tres últimas centrales nucleares hasta el próximo mes de abril, pero también decidió reabrir las centrales de carbón. Al mismo tiempo, el desarrollo de las energías renovables, a veces, es lento. ¿Está Alemania en condiciones de llevar a cabo su plan de independencia energética?
La guerra de agresión rusa en Ucrania nos ha recordado muy dolorosamente que una buena política energética y climática es también una buena política de seguridad. Por eso, también tomamos decisiones a corto plazo. Esta mañana, se votó, en el Bundestag, la continuidad de la explotación de tres centrales nucleares hasta mediados de abril de 2023 como máximo. Nuestras dos sociedades difieren en el uso de la energía nuclear para la generación de electricidad y Alemania eliminará definitivamente la energía nuclear a mediados de abril de 2023.
La situación del carbón es diferente. Por un lado, necesitamos centrales eléctricas de carbón, pero recientemente se acordó, por ejemplo, en Renania del Norte-Westfalia, adelantar unos años el abandono del carbón. Por el momento, necesitamos la energía del carbón, pero, a cambio, garantizamos que la eliminación del carbón será un hecho que se concretará más rápidamente de lo previsto. Además, en los últimos meses, hemos eliminado algunos de los obstáculos para el desarrollo de las energías renovables. Ahora, es aún más fácil desarrollar las energías renovables en Alemania. Esto es importante porque nos permite, por ejemplo, sustituir el gas por fuentes de energía renovables para determinados usos sin tener que comprarlo fuera. Estoy firmemente convencido de que nuestra transición energética está estrechamente vinculada con la soberanía europea. Si la mayor economía de Europa reduce su dependencia energética de otros países, esto también contribuye a la soberanía de Europa.
Pero el desarrollo de la energía nuclear en Francia también va de la mano de este objetivo de soberanía…
Conocemos las diferentes actitudes de nuestros dos países hacia la energía nuclear. Lo peor que nos podría pasar en la relación franco-alemana sería darnos lecciones mutuas. Hemos tomado diferentes decisiones. Son cuestiones de identidad nacional y de convicciones políticas fundamentales. A final de cuentas, es importante que cooperemos razonablemente en el desarrollo de la red europea de electricidad y gas. Debemos seguir desarrollando juntos la infraestructura de oleoductos y gasoductos porque, en el futuro, suministraremos más hidrógeno verde a nuestras economías. Con respecto al desarrollo de la estructura del gasoducto, actualmente, es muy importante que Portugal, España, Francia y Alemania trabajen juntos.
De hecho, en los últimos meses, se ha hablado mucho de un gasoducto pirenaico entre España y Francia…
En efecto, hay dos planes diferentes para este proyecto de oleoducto. Lo que importa es que el oleoducto esté operando y que no perdamos tiempo. El cambio de era también implica saber dónde y cómo podemos acceder rápidamente a nuevas fuentes de energía y requiere que no esperemos indefinidamente, sino que actuemos con decisión ahora.
El viaje de Olaf Scholz a China ha sido criticado porque Pekín, que actualmente avanza hacia una mayor autocracia, planea adquirir infraestructuras críticas en Alemania. ¿Este país es un socio para afrontar grandes retos como el del clima o el de la energía o a un rival del que hay que desconfiar?
China ha cambiado en los últimos años. Tenemos que adaptar nuestras relaciones políticas, pero, sobre todo, económicas, a la China actual. En el acuerdo de coalición, decidimos establecer una nueva estrategia para nuestras relaciones con China. La relación con China puede ser en calidad de asociación en ciertos temas, por ejemplo, el de la lucha contra la crisis climática, pero también puede ser una competencia o rivalidad sistémica, como señala acertadamente la Unión Europea. Tenemos que encontrar un equilibrio entre estos tres pilares. Nuestra futura estrategia con China abordará, por un lado, nuestra propia relación bilateral con China, pero también contendrá pautas sobre cómo comportarnos con nuestros socios y aliados con respecto a China.
Alemania suministra varios sistemas de armas a Ucrania, como obuses y sistemas de defensa aérea, pero no quiere suministrar tanques directamente. ¿Cómo se toman estas decisiones, incluso dentro de la coalición?
En principio, sólo hablamos de las entregas de armas una vez que se han hecho y no especulamos sobre ellas, pero lo que el ministro de Asuntos Exteriores y el canciller han repetido mucho se aplica en general: siempre nos consultamos, en especial, en el G7, y ningún socio va solo sin consultar. Sin embargo, en cuanto a los sistemas de defensa aérea Iris-T, fuimos la primera nación que le proporcionó a Ucrania dichas capacidades. Por lo tanto, podemos suministrar armas que otros países no suministran, pero siempre lo hacemos de forma coordinada y con un reparto razonable de funciones. Para todos los sistemas de armas suministrados, tenemos en cuenta diferentes parámetros: lo que se puede suministrar de nuestras existencias y lo que está disponible de industria. La Bundeswehr también tiene obligaciones en la alianza. Sin embargo, con respecto a los obuses PzH2000, a los lanzamisiles MARS, a los sistemas de defensa aérea Iris-T, pero también a la munición, Alemania se encuentra en el primer grupo de naciones que apoyan a Ucrania con armas y seguiremos haciéndolo mientras sea necesario.
En los últimos meses, Ucrania ha conseguido importantes victorias sobre los invasores rusos y puede esperar, por fin, recuperar su integridad territorial. ¿Qué deberían hacer y aportar Alemania y la OTAN para garantizar una victoria ucraniana?
Para mí, una victoria ucraniana en esta guerra de agresión rusa significa que la guerra se acabe en los términos decididos en Kiev y no en Moscú. La definición de estas condiciones, incluidas las territoriales, es decisión soberana del pueblo ucraniano y de su gobierno.
Hoy en día, el modelo de orden internacional basado en las negociaciones colectivas y en las obligaciones mutuas es ciertamente indispensable, pero está recibiendo ataques por todas partes. ¿El multilateralismo todavía tiene una oportunidad, en especial, en tiempos de la ecología de guerra?
Si queremos preservar el orden internacional basado en normas, tenemos que revivirlo nosotros mismos y ceñirnos a él. El tiempo transcurrido desde el 24 de febrero también ha demostrado que toda la palabrería sobre el fin del multilateralismo es falsa. Por ejemplo, con frecuencia, se ha dicho que la Unión Europea no es capaz de actuar: ahora, estamos trabajando a nivel europeo en una novena serie de sanciones contra Rusia. Los obituarios de la ONU también fueron prematuros: recibimos 143 votos, en la última resolución de la Asamblea General, que condenaban las anexiones rusas: dos más que en la anterior resolución sobre la guerra de Ucrania.
Esto demuestra muy claramente que este orden internacional multilateral y basado en normas es más fuerte de lo que algunos reconocen. También sabemos que nada llega sin esfuerzo. Nuestros dos gobiernos utilizaron mucho sus teléfonos para prever esta votación y llamaron a sus aliados y amigos para preguntarles por adelantado qué iban a escoger. Vivimos en un mundo sostenible en el que tenemos que ganarnos la confianza de nuestros socios y hacer ofertas. Sin embargo, este sistema es más poderoso y resistente de lo que a veces creemos.
La ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, anunció una ambiciosa política exterior feminista. ¿Cuáles son las consecuencias concretas, en especial, con respecto a los países donde los derechos y la vida de las mujeres están en peligro, como Irán y Afganistán?
Tras los acontecimientos de los últimos meses y la brutal represión de las manifestaciones en todo el país, volvimos a adaptar nuestra política hacia Irán en varios puntos. Vemos cada día cómo este régimen trata a sus ciudadanos, en especial, a los que tienen doble nacionalidad. Por eso, les recomendamos a todos los ciudadanos alemanes que abandonen Irán inmediatamente. Vemos la presión que se ha estado ejerciendo desde el comienzo de las protestas, hemos sancionado a personas y entidades en dos paquetes de sanciones. Estamos examinando todos los aspectos de nuestra cooperación bilateral con Irán.
Desde el pasado mes de noviembre, no han sucedido muchas cosas según lo previsto. ¿Cuál es su evaluación personal de este primer año como ministro de de Estado en el ministerio de Asuntos Exteriores?
Es brutalmente exigente, pero ya estaba consciente de ello. No hay formación para los ministros de Estado. Normalmente, los nuevos gobiernos en Alemania hacen una especie de compilación después de cien días y eso es lo que hizo nuestro gobierno federal. Sin embargo, el Ministerio de Asuntos Exteriores no suele hacer compilaciones a los cien días y, enseguida, entendí por qué. En la tarde, haces el juramento y, luego, te lanzan a lo más profundo para que aprendas a nadar. ¡Por ahora, mi cabeza está fuera del agua!