La anterior COP, celebrada en Glasgow, aunque contó con una buena asistencia, no alcanzó un acuerdo satisfactorio sobre los combustibles fósiles ni sobre las pérdidas ni los daños (loss and damage), una cuestión fundamental para los países del sur económico, que son incapaces de asumir la responsabilidad de los daños que se avecinan y a los que ya ha causado el calentamiento global.
A su vez, la pre-COP de Bonn de octubre de 2022 se saldó con un fracaso en estos dos temas, mermados por los desacuerdos entre países con economías extremadamente disímiles y con intereses opuestos. Por lo tanto, es difícil llegar a un consenso según el principio de decisiones unánimes que impone el funcionamiento del multilateralismo ecológico. En la COP28, se esperan revisiones de las emisiones país por país y a nivel mundial, así como asociaciones multilaterales bienales, lo que convierte a la COP27 en una COP «vacía» en cuanto a la agenda de la CMNUCC. Este hueco, o más bien respiro de procedimiento, le permite a la COP27 centrarse en aquellas cuestiones tan importantes y necesarias para preparar la aplicación de la agenda de Glasgow.
La presidencia egipcia también ha influido en la agenda de esta COP, con frecuencia denominada africana, al liderar a un grupo de países en desarrollo que piden que se aborde de forma prioritaria la cuestión de la adaptación al cambio climático, a riesgo de dejar de lado la mitigación de las emisiones y, por lo tanto, el alcance del propio calentamiento.
La COP27 se celebra, además, inmediatamente después de la publicación del sexto informe del IPCC, que es justamente alarmista y exige una acción concreta, global y de gran alcance para invertir la curva de emisiones en un plazo de tres años, a riesgo de no poder mantener el 1.5° C recomendado por el Acuerdo de París de 2015 para limitar la magnitud de las catástrofes previstas (sequías, hambrunas, ecocidio, migraciones masivas, ciclones, etcétera). Por lo tanto, podemos entender el lema de la COP de Egipto: «Together for implementation». En efecto, «aplicación» puede implicar también un calendario de «adaptación» o «mitigación». El título anuncia inmediatamente la ambigüedad.
Dicho esto, el actual presidente de la ONU, António Guterres, marcó la pauta de cara a la COP27: dijo, el 26 de octubre de 2022, que, si no se alcanzaba un pacto histórico entre países ricos y pobres en Sharm El-Sheikh, estaríamos condenados («we will be doomed«). Éste fue nuestro punto de partida 1.
Inmersión en la vorágine
Llegamos a Sharm El-Sheikh en avión tras treinta y dos horas de viaje: hicimos lo posible por reducir nuestra huella de carbono viajando a Nápoles en tren, pero, tras largos días de investigación, llegamos a la conclusión de que, en el contexto actual, sólo se puede entrar en territorio egipcio en avión. Por otro lado, es interesante señalar que es complejo abogar por vías alternativas dentro de una institución pública. La ENS respondió, finalmente, a algunas de nuestras peticiones a cambio de movilizar a varios departamentos de la escuela, cosa que les agradecemos. Sin embargo, era difícil dar cabida al argumento ecológico en la planificación logística del viaje ante las limitaciones de seguridad y presupuesto. Queda mucho por hacer en este tema, ya que la huella de carbono promedio de un francés incluye, hoy, entre 1 y 1.4 toneladas de CO2 al año, según el método de cálculo, sólo por el uso de servicios públicos.
Descubrimos la gran estación balnearia de Sharm El-Sheikh, extremadamente artificial, sin alma. Por todas partes, carreteras, hoteles, luces muy brillantes por la noche. Más tarde, nos enteramos de que las colosales aceras con pórticos cuadrados y muchos bancos vacíos que se extienden por kilómetros se construyeron en las semanas previas a la COP. Es la misma fecha de nacimiento de muchas de las carreteras que atraviesan el desierto entre las dos zonas de la conferencia.
El complejo hotelero está hecho de la misma madera falsa: un pueblo entero de casas blancas, todas idénticas; doce piscinas en un país sometido a un grave estrés hídrico; aire acondicionado en todos los pisos…
Pabellones de los países: escaparates energívoros y lugares de intercambio
Tras una noche de sueño, tomamos el autobús -muy nuevo- hacia la COP y nos asaltó la misma perplejidad: los edificios están tan climatizados que nos alegramos de haber traído suéteres; los pabellones de los países son, para muchos, consumidores extremos de energía: proyectores, videos, pantallas de plasma… El pabellón egipcio es enorme; su suelo está cubierto de mármol, mientras que el país anuncia una clasificación de residuos de la COP que nunca tendrá lugar porque es demasiado cara. En este evento multilateral, los pabellones son un escaparate de lo que los países quieren que sea su imagen. Con frecuencia, la ecología es un pretexto y la mera mención de este tema debe ser examinada. Alice, miembro de la delegación, recuerda que la COP es una de las únicas cumbres mundiales de alto nivel en las que están representados muchos países pobres. Tanto en las negociaciones como en los pabellones, la Conference of Parties es una oportunidad para existir en el multilateralismo a nivel comercial y mediático, a veces, en detrimento de la lucha contra el calentamiento global. Sin embargo, incluso y sobre todo en el contexto de la COP, no todos los pabellones son iguales: los países más ricos y menos implicados en la lucha contra el cambio climático tienen los más grandes y lujosos.
Sin embargo, los pabellones tienen la cualidad de acoger «side events«, conferencias, reuniones y talleres a la par de negociaciones sobre el clima. Los side events son, a veces, interesantes por su relevancia, como cuando los ministros del Golfo acogieron la red cultural Climate Heritage Network al final de la COP, una reunión que se ganó a pulso y que quizás no sea ajena a la inclusión de dos líneas sobre cultura en la Cover Decision (acuerdo final).
Los pabellones también son los lugares donde se puede conocer gente y debatir con personas de orígenes, entornos socioprofesionales y compromisos personales muy diferentes. Los encuentros interpersonales son los momentos privilegiados en los que se puede tomar verdaderamente la medida de la inmensa máquina que son las negociaciones sobre el clima y de la complejidad de los temas que allí se debaten.
Elsa, una de nuestras amigas, recuerda, por ejemplo, a una mujer que dirigía el pabellón del Organismo Internacional de Energía Atómica. La reunión le pareció fascinante: habló largo y tendido sobre los trabajos de investigación nuclear, poco conocidos por el público en general, sobre todo, en la lucha contra la acidificación de los océanos y en cuanto al reciclaje del plástico. Elsa, quien no tiene una opinión muy positiva sobre la energía nuclear, no estaba familiarizada con estos campos de investigación y este encuentro le hizo querer saber más sobre estas soluciones. La investigadora también le señaló que las negociaciones y las banderas a veces tienden a separarse en dos mundos desconectados. Esta observación hizo eco de su impresión general de que los pabellones acogen una muestra de soluciones más o menos innovadoras en materia de cambio climático que tienen poca o ninguna resonancia en el ámbito de la negociación.
Independientemente de si fueron organizados por los dos delegados juveniles franceses o si se abordaron en la planificación de los side events, debido a la casualidad, a la creación de redes o a las encuestas, muchos de los jóvenes franceses presentes en la COP, no sólo de la delegación de la ENS, consideraron los encuentros interpersonales como los momentos más instructivos de su estancia en Sharm El-Sheikh.
Para muchas de las decenas de miles de participantes que acuden a las COP, éstas son una oportunidad para establecer una rica red profesional. Zoé, en su investigación sobre la cultura de la COP, trabajó para la asociación de arte y ecología Art of Change 21, que abrió la red privada de asociaciones culturales y de ONG en la periferia de las COP. Solicitó entrevistas que, a veces, se ganaban a pulso o que eran rechazadas por los miembros y directores de las organizaciones. Thibaud, mientras estudiaba negociaciones sobre el transporte, recibió una invitación para un side event informal en un hotel de cinco estrellas con los principales actores de las negociaciones sobre su tema de investigación.
En la escala de las negociaciones, el «networking» entre los asesores de los diplomáticos puede ser decisivo, según nos dice Sébastien Treyer. Es lo que se llama «second track diplomacy«, una labor fundamental de instituciones como el IDDRI, el Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales, donde Sébastien Treyer es director.
La sociedad civil en una COP bajo un régimen autoritario
¿Quiénes son las personas que obtienen la acreditación? ¿Se les puede llamar «sociedad civil» en las negociaciones internacionales? En el contexto habitual de las COP, solemos hablar de tres círculos de actores: los diplomáticos, en la Blue Zone, dirigen las negociaciones interestatales; las empresas y las ONG predican para sus parroquias en la Green Zone; el tercer círculo, la sociedad civil, se organiza en torno a las COP en manifestaciones y contraeventos. Este año, en la COP27, el tercer círculo era muy pequeño.
La COP27 se celebró con el panorama de una abierta represión por parte del gobierno militar de Al-Sissi sobre las protestas de los egipcios contra el régimen. A esta represión activa, se le suma lo que podría llamarse represión pasiva: el precio de los viajes y, luego, de la vida en Sharm El-Sheikh, que supera con creces el poder adquisitivo de la clase media egipcia; las dificultades de acceso a la ciudad, que está literalmente rodeada de murallas, y a la Green Zone, el lugar donde las empresas y las ONG celebran tradicionalmente manifestaciones durante las COP.
Es difícil dar cuenta de las afiliaciones, los papeles, las acciones y los objetivos de la sociedad civil presente en la Blue Zone, y por ende, acreditada por la CCNUCC. Lo cierto es que, para permitirse el viaje, hay que estar financiado y, para obtener la acreditación, hay que pertenecer a una ONG, empresa o institución que haya hecho un planteamiento oficial (como la ENS) o ser enviado por un gobierno. En todos los casos, hay que pertenecer a una organización o institución influyente. ¿Podemos, entonces, hablar realmente de sociedad civil? Los únicos egipcios que pudimos encontrar en la Blue Zone eran ciudadanos afiliados al gobierno y miembros de ONG parcialmente financiadas por el gobierno egipcio.
Para organizar una manifestación, restringida a determinadas zonas de los patios exteriores, había que presentar una solicitud detallada con 36 horas de antelación. Agnès Callamard, directora de Amnesty International, declaró a Le Monde: «Las concesiones hechas para las autoridades egipcias por la CCNUCC, por ejemplo, sobre las condiciones para manifestarse, son escandalosas. Es una forma de ser cómplice del amordazamiento de los activistas».
Observar las negociaciones
Cada uno de nosotros se enfocó en un tema de estudio específico que nos permitía seguir el plan de las negociaciones relacionadas con nuestra investigación: Naama Drahy, quien acaba de regresar de unas prácticas de biología ambiental en México para estudiar la conservación de los manglares y quien está haciendo una maestría en química de los seres vivos, siguió las negociaciones de Research and Systematic Observations (10. (a) SBSTA) y el vínculo entre salud pública y cambio climático. Thibaud Schlesinger, licenciado en estudios urbanos y economía y estudiante de una maestría en geopolítica, siguió los temas de transporte y el poco discutido impacto medioambiental de los ejércitos. Adrien Fauste-Gay, del departamento de Física, activista y entusiasta de la imagen, fue a estudiar el tema de las loss and damage y de las aspiraciones climáticas de los jóvenes a través de la realización de un documental. Alice Munoz-Guipouy, estudiante de doble titulación de la ENS-Sciences Po, realiza actualmente prácticas en el Tribunal de Cuentas. Ha puesto la mira en el funcionamiento de las negociaciones sobre el clima, así como en la economía del medio ambiente y la geopolítica de la energía. Rémy Giacobbo, estudiante de una maestría en Humanidades de la ENS y secretario general de la revista de estudios Perspectives Libres, tiene una pregunta más meta: quiere saber dónde están las esperanzas climáticas de la sociedad civil y cuáles son sus opiniones sobre las COP, fundadas o infundadas. Elsa Bouly, estudiante de doble titulación de la ENS-Sciences Po, siguió, al igual que Alice, las cuestiones de salud pública y el funcionamiento de la diplomacia internacional en el marco de un evento multilateral. Zoé Brioude, del departamento de Artes de la ENS, escribió su tesis sobre la estética del teatro contemporáneo con conciencia ecológica y está pensando en realizar una tesis de investigación-creación sobre la aplicación de la transición ecológica en las artes escénicas. Quiere saber si hay un lugar para las artes y la cultura en los debates internacionales sobre el clima, tanto en los escenarios oficiales como en las reuniones en la periferia de la COP.
Tener un hilo conductor permite que nos hagamos una idea de los intereses y de las posiciones de las distintas partes sobre un tema concreto a medida que avanzan las negociaciones. Formar parte de un grupo de compañeros, cada uno con un ángulo de enfoque diferente, proporciona una visión más global y precisa de la resonancia de los temas, de las constantes y de los bloqueos.
Teníamos el estatus de observadores (observers): podíamos asistir a todas las negociaciones multilaterales, excepto a aquellas en las que una de las partes se opusiera a la presencia de observadores, quienes podrían haber provocado autocensura con su presencia. Los observadores suelen tener acceso a un mayor número de negociaciones que los acreditados de la «prensa», aunque, como muestra este artículo, el intento de distinguir entre ellos es, a veces, inútil.
Esta posición privilegiada como observadores cara a cara permite profundizar mejor en los temas menos conocidos de la COP, como el impacto de los ejércitos para Thibaud o la cultura para Zoé, que, muchas veces, quedan eclipsados por los temas de gran repercusión. Sin embargo, incluso los asuntos de gran repercusión, como la ausencia del presidente chino en la COP, suelen recibir un tratamiento mediático fácil, aunque, volviendo al tema de la representación china, el presidente chino rara vez está presente en una COP y los negociadores chinos estaban tan presentes como de costumbre, sin apenas cambios en su equipo.
No basta con tener un distintivo para acceder a las negociaciones: cada una de ellas remite a extensos conjuntos de informes, acuerdos y proyectos de decisión, acompañados de un sinfín de acrónimos y jerga forjados por 35 años de negociaciones climáticas. Muchas veces, la formación específica que recibíamos no era suficiente y teníamos que complementarla con rápidas búsquedas en Internet. Con frecuencia, en el caso de las negociaciones en las que participaban un gran número de partes (Estados representados) o todas ellas, el número de diplomáticos, que evidentemente tenían prioridad sobre los observadores, era demasiado grande y se preveían muy pocos asientos para los observadores (en aquel entonces, estaba «prohibido sentarse en el suelo o quedarse de pie»…): se nos pedía que nos incorporáramos a la sala en la que se retransmitía la sesión, llena casi siempre. La plataforma en línea de la COP, que debía retransmitir las negociaciones en directo, estaba en mantenimiento o fuera de servicio frecuentemente.
Afortunadamente, gracias al admirable trabajo de un grupo de voluntarios de la Asociación de Ecología de la ENS, quienes respondían diariamente a nuestras peticiones de resúmenes de informes, discursos, sesiones o notas de prensa, y a las reuniones con investigadores o negociadores franceses organizadas por los delegados de la juventud francesa, pudimos seguir el ritmo y mantenernos informados sobre los principales avances y bloqueos de los debates.
El tema central del financiamiento
El financiamiento en las negociaciones sobre el clima puede entenderse de dos maneras principales: el financiamiento de la mitigación para limitar el calentamiento global en sí mismo o el financiamiento de la adaptación al calentamiento global, que va de la mano con el tratamiento de las loss and damage, de pérdidas económicas, humanas y territoriales de los países que ya se han visto o se verán pronto afectados por el cambio climático. La presidencia de la COP27 por parte de un país africano ha influido en una agenda más centrada en la adaptación que en la mitigación del calentamiento global, lo que hace que se escuche la voz de muchos países ya muy afectados por sequías, inundaciones, hambrunas… Para Jean Jouzel, con quien tuvimos la oportunidad de reunirnos in situ, es problemático abandonar, aunque sea temporalmente, las negociaciones sobre la mitigación. En efecto, a pesar de la aparente ineficacia de las COP en este tema, dice que ha cambiado de tono con los años: mientras que, hace diez o quince años, hablaba de 4 o incluso 5 grados de calentamiento global, ahora, habla de 3 grados, lo que -no nos engañemos- no ha dejado de ser extremadamente perjudicial. Por ello, le hubiera gustado que la comunidad internacional no se viera obligada a centrar el debate en la adaptación, ya que los efectos del cambio climático están empezando a manifestarse.
En ambos casos, independientemente de si el financiamiento se destina a la adaptación o a la mitigación, la demanda es unánime por parte de los países en desarrollo: los países ricos deben pagar. Los 100000 millones anuales que los países desarrollados se comprometieron (en 2009) a pagar a partir de 2020 para la transición ecológica de los países pobres no se han entregado. Este déficit, unido al carácter ridículo de la suma comparada con el billón recomendado por un informe del Independent High-Level Expert Group on Climate Finance, publicado durante la COP 2, se ha puesto sobre la mesa en todas las negociaciones a las que hemos asistido, sea cual sea su tema.
En los primeros días de la COP, continuaron las negociaciones iniciadas el año pasado sobre la Santiago Network, cuyo objetivo es facilitar la asistencia técnica para países en desarrollo que se enfrentan a catástrofes climáticas actuales o futuras. Las discusiones se han alargado, aunque no tengan que ver directamente con la ayuda financiera. Liberia, en particular, alzó la voz para exigirles esfuerzos al Reino Unido y a los países de la UE. Jamaica y Samoa también se pronunciaron para destacar su falta de conocimientos técnicos. Como resultado, se elaboró un texto en el que se establecen los órganos institucionales de la Santiago Network, lo que representa una victoria a medias para los países en desarrollo que han reclamado constantemente acciones concretas.
Para obtener el financiamiento necesario para su transición ecológica y hacer frente a los efectos del calentamiento global, los países en desarrollo llevan años utilizando el argumento moral de que los países ricos son los responsables del calentamiento global, mientras que los países pobres son los más afectados. El presidente nigeriano, por ejemplo, ha sabido recordar el controvertido principio de «quien contamina paga». Sin embargo, el Grupo de los 77 (G77), una coalición de países en desarrollo concebida para promover los intereses económicos y políticos colectivos de sus miembros y crear una mayor capacidad de negociación en las Naciones Unidas, ya no cree en el argumento moral que ha resultado tan ineficaz. Los países en vías de desarrollo exponen ahora, por un lado, los recursos que poseen, a veces en combustibles fósiles, y, por otro, su experiencia de los fenómenos previstos en los primeros informes del IPCC, a los que se refieren sistemáticamente.
Tensiones y ritmo de las COP
Frente a estas legítimas demandas, Estados Unidos propone soluciones basadas en el comercio de carbono, un método adoptado por el artículo 6 del Acuerdo de París, pero que es objeto de un gran debate destinado a eliminar las cláusulas que lo permiten. Europa se une a Estados Unidos en su deseo de recurrir al FMI para establecer préstamos, lo que, según Alice, quien ha seguido de cerca el asunto, es poco realista: estas deudas climáticas nunca se reembolsarán. China, actual número uno en contaminación, se niega a contribuir porque no es un contaminador histórico, lo que ya no es aceptable para la Unión Europea o Estados Unidos, que ya no quieren ser los únicos en pagar.
Estas tensiones están, en parte, relacionadas con la clasificación de los países según su nivel de desarrollo, que es la referencia en las negociaciones sobre el clima. Esta clasificación se remonta a 1992 (Anexo 1 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) y sólo puede ser una fuente de tensión dada su caducidad de facto. Sin embargo, según Béatrice Cointe, socióloga medioambiental del CNRS y profesora de la École des Mines, serían necesarios años de informes y debates para revisar esta clasificación, que sería igual de perjudicial ante la emergencia climática.
Las negociaciones están empantanadas en casi todos los temas de la agenda; el tono está subiendo. El G77 y el Global South están alzando la voz contra la burocracia de la ONU, la lentitud de los informes, la tecnocracia y, definitivamente, según muchos diplomáticos de estos países, una pérdida de tiempo. Para obtener ayuda, la ONU pide informes muy costosos y que requieren mucho tiempo a países que no tienen ni medios ni tiempo. Es cierto que nuestra delegación se ha visto a menudo decepcionada por el contenido de la mayoría de los debates, que muchas veces ocupan el lugar de una coma en una cláusula del tratado mientras el barco se hunde. Aunque estamos conscientes de la importancia de los términos utilizados en estos textos, cuya interpretación, tan delicada como la de un texto legal, puede dar lugar a grandes dificultades si no se domina, no hemos podido evitar sentirnos frustrados por el hecho de que se hayan dedicado tantos esfuerzos a evitar o permitir lecturas de mala fe en un momento en el que la emergencia climática es más acuciante que nunca. Llegamos a creer (o a esperar) que las negociaciones interesantes y sustanciales se desarrollaban, sobre todo, a puerta cerrada entre dos o tres partes, con la mediación de la ONU o de la presidencia de la COP. En efecto, al gobierno de un país le interesa que se produzcan avances históricos al final de la COP que preside y ésta era la ambición declarada de la presidencia egipcia también este año. No se puede culpar a Egipto por no haber desempeñado su papel de «facilitador» en el intento de encontrar un consenso.
En la tarde del 15 de noviembre, la ministra de Medio Ambiente de Congo-Brazzaville dio un portazo a la COP27: consideraba que los discursos no habían llegado a ninguna parte. Dijo: «Tengamos la honestidad de avanzar claramente hacia el mercado soberano del carbono. ¿Saben que, hace un momento, en el contexto de la mitigación, ni siquiera se mencionó la cuestión de la cuenca del Congo ni la de África en absoluto? Así que me temo que quieren asfixiarnos».
El tema de las negociaciones internacionales sobre transporte, cosa que Thibaud estudia, es un caso perfectamente representativo de los intereses contrapuestos de los distintos países que conducen a un patinazo en las negociaciones: la Unión Europea aboga por adelantar la fecha del objetivo de neutralidad; China sostiene que la fecha propuesta de 2050 sería alcanzable siempre que ayude a los países en desarrollo, de los que técnicamente forma parte (es decir, sin incluirse entre los donantes); India considera que el objetivo de 2050 es demasiado ambicioso, señala el crecimiento actual del sector de la aviación y pide propuestas concretas para reducir las emisiones. Los países en desarrollo no quieren ni pueden pagar la renovación de sus flotas si las consideran demasiado contaminantes. Arabia Saudita se negó, de hecho, a tomar los informes de la OMI y de la IATA como base de las negociaciones, ya que consideraba que estos textos eran demasiado penalizadores para los países del Golfo a los que representa. Desde que comenzaron los debates, se consideró que la cuestión era más bien qué debates se pospondrían y cuándo, más que la toma de decisiones.
Desde el 16 de noviembre, los ánimos están bajos y estamos lejos del pacto histórico reclamado por el presidente de la ONU. Las reducciones anunciadas en relación con el pacto de Glasgow son mínimas y sólo afectan a un puñado de países.
Las discusiones iniciaron hasta el jueves, 17, y llegaron al meollo del asunto: las negociaciones debían terminar el sábado y los cofacilitadores instan a los negociadores a alcanzar un consenso sobre cada tema.
Una conclusión débil
Desde la publicación del decepcionante borrador de la Cover Decision, en la tarde del día 17, había esperanzas de un cambio de rumbo. El borrador fue rechazado casi unánimemente por ser demasiado largo, demasiado jergal y por carecer de cualquier mención sobre lo que había sido el tema central de las dos semanas: las pérdidas y los daños.
En la tarde, tras dos larguísimas horas de pleno estéril, Frans Timmermans, representante de la Unión Europea, de cuya Comisión es vicepresidente, anunció que era partidario de publicar un texto que prometiera financiamiento para los países del sur este año, con marcha atrás en su postura de esperar hasta el año que viene para contemplar otras soluciones, como una revisión del sistema monetario internacional. Hubo una ronda de aplausos en la sala y nuestra pequeña delegación estaba encantada. Entonces, nuestros compañeros presentes en esta sesión fueron testigos de la reacción en cadena de los países ante la «oferta» de la Unión. En particular, Bolivia, representada por el jefe de su delegación, Diego Pacheco, contextualizó la posición europea, recordando que esta última era parte de los países que bloqueaban la decisión de crear un fondo para pérdidas y daños y que su marcha atrás era más un levantamiento parcial del bloqueo que una oferta generosa.
Como los países no consiguieron llegar a un acuerdo a tiempo, el viernes, se celebraron negociaciones bilaterales durante todo el día y la COP27 se prolongó hasta el sábado en la noche. Mientras tomábamos el tren a Nápoles para volver a París, nos enteramos de la Cover Decision. Los resultados son tibios, negativos en general: se aprobó la creación de un fondo para pérdidas y daños; la red de Santiago encontró su sede y su órgano asesor, pero la vaguedad es abismal. En efecto, no se han designado los países donantes; no se menciona ninguna suma, ni hay plazos establecidos. El texto final de la COP27 tampoco contendrá ninguna novedad sobre la mitigación del cambio climático ni, sobre todo, nada sobre los combustibles fósiles, principal fuente de emisión de gases de efecto invernadero y eterno bloqueo internacional. Si hacemos un resumen de las declaraciones por países, hay pocos objetivos nuevos de reducción de emisiones.
Cabe señalar que, aunque el calentamiento global ya es un desastre para muchas personas que sólo se destina a empeorar, al escuchar el discurso de los representantes de los países desarrollados, parece que nadie es la causa del problema. La COP es, por desgracia, el escenario del autodiagnóstico de la perfección y de un modelo a seguir. Sin embargo, en palabras de Sébastien Treyer, ya citadas anteriormente, para tener éxito en la evaluación que se espera en la COP28 del año que viene, dependerá de las partes someterse a un examen realista: «el reto será ser capaces de decirnos honestamente, si no hemos hecho nada, qué es lo que nos ha llevado al fracaso. […] Seamos muy sinceros sobre lo que no hemos hecho y sobre por qué no lo hemos hecho, para, así, poder entender lo que hay que desarrollar». Admitir el fracaso es, por lo general, muy difícil.
Concluiremos con una historia, desgraciadamente, difícil también. Durante una sesión sobre el objetivo de reducción de emisiones para 2030, Zoë fue testigo de los discursos de intención de algunos países. Luego, llegó el turno del representante de Tuvalu, un país que, incluso con 1.5 grados, probablemente terminará bajo el agua. Lo que le llamó la atención primero fue el silencio emocional que rodeó cada una de las palabras del hombre. «Una COP que no aborda directamente los combustibles fósiles es cómplice de la devastación de mi pueblo». Una pausa en el ritmo, un respiro doloroso, pero sincero, entre dos discursos leídos o recitados. «1.5 grados no son sólo un objetivo, son un derecho humano». Una llamada de auxilio.
Notas al pie
- Desde 2018, la École normale supérieure de París ha enviado una delegación de estudiantes a cada COP Clima: cuatro en total, saltándose el año del covid. Bien preparada por los cursos RESES (Réseau Étudiant pour une Société Écologique et Solidaire) y JAC (Jeunes Ambassadeurs pour le Climat), así como por los Jóvenes Delegados Climáticos franceses, que forman a los numerosos estudiantes que van a la COP, Nosotros, la delegación de la COP-ENS (Zoé Brioude, Naama Drahy, Thibaud Schlesinger, Alice Munoz-Guipouy, Elsa Bouly, Adrien Fauste-Gay y Rémy Giacobbo) teníamos en mente, al partir hacia Sharm El-Sheikh, la apuesta diplomática de este año.
- Finance for climate action : Scaling up investment for climate and development. Report of the Independent High-Level Expert Group on Climate Finance, Vera Songwe, Nicholas Stern and Amar Bhattacharya, Noviembre 2022.