Este año, que se celebra el 30º aniversario del Día Internacional, la ONU pretende «poner en práctica la dignidad para todos». Según los últimos datos del Banco Mundial, casi 650 millones de personas vivían por debajo del umbral internacional de pobreza en 2019, fijado en 2,15 dólares al día.

  • Alrededor del 10% de la población mundial vive en la extrema pobreza y lucha por satisfacer necesidades básicas como la salud, la educación, el acceso al agua potable y el saneamiento. 

En términos generales, la situación económica internacional no augura nada bueno en cuanto a la lucha contra la pobreza. La semana pasada, el FMI publicó sus previsiones de crecimiento más débiles desde 2001, con la excepción de la pandemia y la crisis financiera de 2008. La organización espera que el crecimiento mundial caiga del 6% en 2021 al 3,2% en 2022, y sólo al 2,7% en 2023.

Aunque se ha producido una reducción considerable de la pobreza extrema desde la década de 1990, la pandemia de Covid-19 ha frenado el impulso que habría supuesto que en 2022 hubiera menos de 600 millones de pobres en el mundo.

  • En el contexto actual esta cifra se estima más bien entre 667 y 685 millones de personas en todo el mundo, dependiendo de si se tiene en cuenta o no la inflación de los precios de los alimentos y su impacto en la pobreza1.
  • La inflación de los precios de los alimentos, que genera inseguridad alimentaria, afecta más a las poblaciones que viven en el África subsahariana.

La guerra de Rusia contra Ucrania y el aumento de los precios de los alimentos y la energía han empeorado mucho la situación. Si se cumplen las previsiones actuales (que la situación geopolítica parece confirmar en estos momentos), éste será el segundo peor año para la lucha contra la pobreza en el mundo desde el año 2000.

Para frenar este fenómeno, el Banco Mundial recomienda una mayor movilización de la herramienta presupuestaria mediante importantes reformas. La organización destaca tres ámbitos principales: los programas de ayuda y prestaciones dirigidos a las poblaciones más pobres, la continuación de las inversiones a largo plazo a pesar de la sucesión de crisis y el aumento de los ingresos fiscales para favorecer la distribución2.