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La coalición de centro-derecha obtuvo un resultado que se sitúa en la parte baja de las encuestas, con un 44% de los votos. Giorgia Meloni ganó las elecciones por un amplio margen, con un 26%, pero no alcanzó dos objetivos. La primera es la mayoría de dos tercios, que le habría permitido reformar la Constitución y adoptar un régimen presidencialista. La segunda es la posibilidad de gobernar sin Silvio Berlusconi. El Cavaliere, a pesar de su avanzada edad, sigue siendo el centro del juego. Sin él, la derecha no tiene mayoría. Por tanto, Giorgia Meloni actuará bajo coacción, a riesgo de ver cómo su aliado se aleja más tarde en la legislatura a favor de un hipotético gobierno técnico o de unidad nacional.

Los resultados de las elecciones han deparado pocas sorpresas, salvo quizá el honroso resultado del M5S, que ha obtenido el 15% de los votos. La buena campaña de Giuseppe Conte ha dado un nuevo rumbo a esta fuerza que parecía desordenada desde el final del gobierno de Conte II. De forma muy simbólica, el antiguo líder del M5S, Luigi Di Maio, que había abandonado el movimiento para fundar Impegno Civico, fue eliminado en Nápoles por un candidato de Cinquestelle.

El PD, por su parte, puede arrepentirse. Su campaña fue un fracaso total. Su resultado, relativamente decepcionante en comparación con su potencial de precampaña, empujó a Enrico Letta a dimitir como secretario del Partido Democrático. La ausencia de una alianza con uno de los socios potencialmente compatibles, el M5S o Azione e Italia Viva (Calenda), le costó muchos distritos electorales, así como su liderazgo en la oposición.

Lo mismo ocurre con Matteo Salvini, que debería ser relegado a un papel secundario al haber perdido gran parte de su soberbia. Después de haber ejercido un claro liderazgo sobre la derecha radical en 2018 y 2019, la Lega acaba empatada con Forza Italia, lo que supone una derrota para su principal líder. Este desplome a favor de Fratelli d’Italia puede atribuirse a la participación en el gobierno de unidad nacional, así como a las incesantes volteretas de Salvini. Expresa la radicalidad de una parte del electorado de derechas que prefirió la candidatura de una de las únicas fuerzas políticas, FdI, que se ha mantenido en la oposición durante todo este periodo.

El desplome de la Lega expresa la radicalidad de una parte del electorado de derechas que prefirió la candidatura de una de las únicas fuerzas políticas, FdI, que se ha mantenido en la oposición durante todo este periodo.

JEAN-YVES DORMAGEN

¿Qué gobierno saldrá de estas elecciones?

Es difícil decirlo en este momento. Giorgia Meloni no gobernará sola, sino en alianza con la Lega y Forza Italia. Se esperaba un gran arbitraje a la espera de los resultados de las elecciones y el equilibrio de poder entre cada miembro de la coalición. Si el partido de Meloni es bastante pobre en candidatos ministeriales, no es el caso de FI y la Lega. Igualmente, parte de la ecuación dependerá de la voluntad de Sergio Mattarella, que no dudó en vetar a Paolo Savona como ministro de Economía en 2018 por las posiciones euroescépticas de éste.

En cualquier caso, lo que está en juego es el Ministerio de Hacienda, que es muy poderoso en Italia, ya que engloba también las competencias del Ministerio de Economía. Lo lógico sería que el partido de Giorgia Meloni se encargara de nombrarlo. En este caso, circulan muchas hipótesis: Daniele Franco, Giulio Tremonti, Giancarlo Giorgetti (Lega), Domenico Siniscalco, Lorenzo Bini Smaghi… Sin embargo, es inútil especular. La cuestión principal es que parece muy poco probable que Giorgia Meloni proponga un perfil que preocupe a los mercados por al menos dos razones. La primera es que la coalición de centro-derecha ha dado prioridad a la renegociación del plan de recuperación europeo y el Gobierno italiano no tiene interés en asustar a sus socios europeos. La segunda es que los rendimientos italianos a 10 años superan el 4% y una elección heterodoxa podría desencadenar una corrida del mercado, ya que parece inevitable que Italia entre en recesión en los próximos meses.

Draghi al acecho

La postura conciliadora de Mario Draghi hacia Giorgia Meloni tiene varias explicaciones. En primer lugar, Draghi ha confirmado en repetidas ocasiones su deseo de convertirse en presidente de la República. No le interesa insultar al futuro, especialmente en un contexto tan incierto. Sergio Mattarella tiene 81 años y podría dimitir durante su mandato, lo que convertiría a Draghi en una elección natural.

La segunda razón es que el sistema italiano es un sistema parlamentario con un bicameralismo perfecto. Las mayorías son inestables y tienen la costumbre de deshacerse durante su mandato. El trasformismo sigue siendo una práctica habitual en la vida parlamentaria italiana. A Draghi no le interesa alienar al centro-derecha. Todavía puede desempeñar un papel, tanto en los negocios como fuera del cargo de Presidente del Consejo.

Por último, Mario Draghi no parece especialmente asustado por el plan de la coalición de centro-derecha. Giorgia Meloni insistió a lo largo de la campaña en su voluntad de hacer promesas, y no dudó en arremeter contra Matteo Salvini cuando éste propuso masivos y costosos recortes fiscales inspirados en el proyecto de Liz Truss. Quería distanciarse para tranquilizar. Sin embargo, sobre el papel, su programa parece expansionista.

El plan económico de Meloni se basa en tres medidas clave: recortes del impuesto sobre la renta mediante la reducción del número de tramos a tres, la reducción de los tipos y la adición de un impuesto plano sobre la renta marginal, así como recortes sectoriales; fijación de las pensiones mínimas en 1.000 euros; renegociación del plan de recuperación europeo para adaptarlo a la crisis energética. Excluyendo el plan de recuperación europeo, el gasto adicional estimado varía entre 60.000 y 80.000 millones de euros. Giorgia Meloni pretende financiar este proyecto reduciendo el número de lagunas fiscales, luchando contra la evasión fiscal y suprimiendo la renta de ciudadanía (3.000 millones de euros al año), lo que parece muy incierto e insuficiente.

La Lega y el M5S también tenían propuestas onerosas de cara a las elecciones de 2018. El plan original de la renta de ciudadanía iba a costar 20.000 millones de euros al año. El proyecto que salió de la tierra costó 3.000 millones al año. Lo mismo ocurre con el proyecto de impuesto plano de la Lega. Draghi parece estar tranquilo sobre las intenciones de Meloni, ya que anticipa que revisará rápidamente ciertas medidas en cuanto se ponga a prueba la ley de financiación de octubre.

Draghi parece estar tranquilo sobre las intenciones de Meloni, ya que anticipa que revisará rápidamente ciertas medidas en cuanto se ponga a prueba la ley de financiación de octubre.

JEAN-YVES DORMAGEN

Nuevas perspectivas para las relaciones franco-italianas

Meloni ha expresado regularmente duras críticas a Francia. Ha explicado en repetidas ocasiones que Francia desempeña un papel impulsor de la inmigración masiva en África debido a su política «neocolonial» (franco CFA, intervenciones militares), mientras controla firmemente su frontera con Italia. También culpa a Francia de la intervención en Libia, ya que Gadafi era un aliado del poder italiano: era una garantía de control de la inmigración y un proveedor de hidrocarburos a la península. En un contexto de crisis energética, la debilidad de la producción libia es un verdadero problema para Italia. Esta es una de las razones por las que Draghi no dudó en negociar los suministros con Argelia a espaldas de Francia.

Sin embargo, hay otros argumentos a favor de una actitud moderada por parte del futuro gobierno de centro-derecha. El más importante es el hecho de que Italia necesitará el apoyo firme de Francia en dos temas candentes: la renegociación del plan de recuperación europeo y la reforma del pacto presupuestario.

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La coalición: ¿una fuerza pro-Putin que desestabiliza la UE?

Giorgia Meloni es una atlantista decidida. Así que no hay ningún problema sobre este punto. La extrema derecha se asocia a menudo con posiciones pro-Putin en Europa. Esto no es tan obvio, y ciertamente no es cierto para Fratelli d’Italia. No hay que olvidar que el Movimento Sociale Italiano (MSI), precursor del FdI, tenía conocidos vínculos con la CIA en el marco de la lucha anticomunista. El proyecto Gladio, también conocido como stay behind, se apoyó en parte en la red MSI, que siempre estuvo en la vanguardia de la lucha anticomunista. Estas redes históricas han perdido su fuerza, pero no han desaparecido. Vox y los Demócratas de Suecia tienen una posición similar, a favor de la integración atlántica.

Por el contrario, Silvio Berlusconi y Matteo Salvini tienen vínculos bien establecidos con Vladimir Putin. Sin duda, serán aliados problemáticos en esta cuestión. Sin embargo, Meloni puede reclamar un alineamiento con Sergio Mattarella y su posición debería prevalecer.

Pasemos a las relaciones con las instituciones europeas. Giorgia Meloni no podrá gobernar sin el apoyo de Silvio Berlusconi. Una mayoría de la Lega-FdI podría haber sido un verdadero desafío para las instituciones, especialmente en un contexto italiano en el que el euroescepticismo es fuerte, sobre todo entre los votantes de la derecha neoconservadora. Por lo tanto, este riesgo se reduce considerablemente. Asimismo, la derecha no cuenta con la mayoría de dos tercios para reformar la Constitución y poner en marcha un rápido proceso de transformación antiliberal del marco institucional. Por último, a corto plazo, Meloni tendrá que convencer a sus socios de que renegocien el plan de recuperación europeo y tranquilizar a los mercados. Es muy poco probable que se enzarce en una verdadera lucha por el poder, sobre todo tras el malestar del otoño de 2018 del gobierno Lega-M5S en este terreno.

Sin embargo, está claro que Italia hará oír sus posiciones «reformistas» respecto a la UE y que deberá hacer valer su interés nacional de forma aún más clara, en detrimento de un mayor proceso de integración europea. El resultado del domingo por la noche no es una buena noticia para los defensores de una profundización política de la UE.

El resultado del domingo por la noche no es una buena noticia para los defensores de una profundización política de la UE.

JEAN-YVES DORMAGEN

Por último, en el plano social y migratorio, digamos sin ingenuidad que el endurecimiento de la opinión pública europea en su conjunto hace poco probable que los demás Estados miembros de la Unión se posicionen en contra de Italia. Por tanto, es muy posible que veamos discursos y teatros de firmeza sobre la inmigración. Es probable que la coalición gobernante se sienta más tentada a hacerlo porque le resultará difícil satisfacer a su electorado en otras cuestiones más costosas o divisivas.