Como joven activista medioambiental, está implicada en esta lucha desde 2012. ¿Hay algo en particular que haya motivado su deseo de actuar? ¿Se ha enfrentado directamente a las consecuencias del cambio climático y, en caso afirmativo, de qué forma?

Tenemos muchos problemas políticos en Sudán 1. La mayoría de estos problemas repercuten en el funcionamiento de las universidades, que son lugares de movilización política. En 2012, cuando cursaba mi primer año de estudios superiores, mi universidad estuvo bloqueada durante varios meses debido a un acontecimiento político. En aquel entonces estudiaba física. Esta movilización me hizo ver que no eran las ciencias ni los científicos los que dirigían las cosas, sino los políticos. Así que pensé en cómo vincular la ciencia a los movimientos políticos. Busqué en Google y encontré el concepto de diplomacia científica. Se trata de utilizar los conocimientos científicos en las discusiones diplomáticas. Los dos grandes temas de la diplomacia científica son el cambio climático y los recursos hídricos. Descubrí organizaciones en Sudán que trabajan sobre el cambio climático y me ofrecí como voluntaria allí. A través del voluntariado pudimos visitar diferentes comunidades y ver cómo les afectaba el cambio climático. 

Como activista del clima, he sido testigo de la degradación acelerada de nuestro medio ambiente en la última década.

NISREEN ABDELRAHMAN ELSAIM

Negociadora, activista, licenciada, mujer joven, ¿cómo define su identidad? ¿Y qué papel juega su activismo en su identidad? 

Mi identidad es la de una creadora de cambios. Cada vez que siento que puedo cambiar las cosas, actúo para hacerlo. Por eso trato de involucrarme en diferentes movimientos, pero también en diferentes niveles. Empecé a trabajar en las comunidades locales y a negociar normas con los políticos sudaneses. Después, traté de negociar a nivel multilateral. Ahora trato de influenciar en los jefes de Estado, incluso asesorando al Secretario de Estado de los Estados Unidos. Como activista del clima, he visto la aceleración de nuestra degradación medioambiental en los últimos diez años. 

Usted trata de movilizar a los jóvenes por el clima en el escenario mundial, ¿cómo percibe la organización de la resistencia medioambiental y las dinámicas dentro de ella? ¿Qué opina de la eficacia de esta movilización? ¿Cómo vincular todos los compromisos individuales que resisten? 

El movimiento de resistencia medioambiental siempre ha sido muy diverso. Al principio, se centraba más en el perfil técnico de las personas implicadas que en su número. Ahora, cada vez más personas se involucran en el cambio climático. Tenemos que encontrar la manera de que estas personas puedan tomar medidas concretas para combatir el cambio climático. 

¿Cómo ve su trabajo en este ámbito, tanto en Sudán como a nivel mundial? 

Nuestro trabajo está creciendo, tanto en Sudán como en todo el mundo. Sin embargo, todavía estamos muy atrasados y, por desgracia, se nos acaba el tiempo. No sólo hay mucho que hacer, sino que hay que hacerlo rápidamente. Realmente espero que todos nuestros esfuerzos tengan éxito, de lo contrario perderemos toda esperanza de que las futuras generaciones vivan en la Tierra. 

¿Cómo entiende la resistencia en su aspecto técnico? ¿Cuáles son las herramientas, los medios de expresión de esta lucha que le permiten oponerse a ella? ¿Cuáles son las estructuras en las que se basa esta lucha?

Cada movimiento tiene tres niveles. El primero es la expresión de oposición o apoyo a una causa. Es la etapa en la que se organizan manifestaciones, huelgas, actos públicos, etc. para dar voz a las reivindicaciones. El segundo nivel es más sustantivo y consiste en exponer las razones de la oposición. Se trata de intentar formular respuestas a los problemas y medir la probabilidad de ganar la lucha. Por último, el tercer nivel consiste en tomar medidas para alcanzar los objetivos definidos.

¿Cuáles son sus prioridades hoy, para usted y para su lucha?

En 2012, no habría pensado que 10 años después, seguiría tratando de movilizar personas en torno a la cuestión del clima. Hoy me resulta particularmente difícil definir las prioridades a largo plazo. A corto plazo, mi objetivo es trabajar más en la selección de los perfiles de las personas que se unen a nuestro movimiento. Busco que los jóvenes sudaneses pasen de la primera etapa, en la que se encuentran cuando participan en los Viernes por el Futuro, a la segunda, que consiste en ser más sustantivos y plantear demandas claras. A medio plazo, también quiero que la participación del movimiento juvenil sea más significativa. Se trata de invitar a los jóvenes a la mesa de debate para que tengan una influencia real en el contenido de nuestro trabajo. 

¿Tiene algún modelo inspirador o incluso un marco teórico en el que basa sus acciones? 

Creo que Viernes por el Futuro, ha generado mucha conciencia en Europa. Hoy, la mayor parte del continente europeo ha admitido la existencia del cambio climático. Muchos políticos intentan incluir las cuestiones medioambientales en sus políticas. 

En Sudán, el movimiento Viernes por el Futuro carece de compromiso personal. Como país musulmán, el viernes es un día festivo.  Por lo tanto, el fin de semana comienza el viernes. Ir a la huelga en este día parece un poco paradójico. Además, más del 70% de los niños abandonan la escuela a una edad temprana en Sudán. El UNICEF ha declarado que, en 2021, más de seis millones de niños en edad escolar no iban a la escuela. 

Para ganar impulso, el movimiento también debe estar en sintonía con las necesidades del país. Tenemos que pensar de forma crítica en cómo las comunidades pueden beneficiarse de nuestras acciones climáticas. Los jóvenes sudaneses que quieran comprometerse con la causa climática deben pensar en nuevas formas de actuar.  La idea es dar a los jóvenes las herramientas para desarrollar un pensamiento crítico que les permita traducir sus demandas en planes de acción. Después, se trata de presentar un proyecto riguroso que sea lo suficientemente creíble para obtener financiación. 

El objetivo es dar a los jóvenes las herramientas para desarrollar un pensamiento crítico que les permita traducir sus demandas en planes de acción.

NISREEN ABDELRAHMAN ELSAIM

¿Cómo podemos entender el impacto del golpe de octubre en la acción medioambiental? ¿Cómo podemos entender las consecuencias de la inestabilidad política en la gestión de los problemas medioambientales? 

Cuando empecé a trabajar como activista del clima en 2012, fui a la conferencia de Doha. Yo era la única menor de edad sudanés de la delegación. Pensé que sería una buena idea sugerir al gobierno sudanés que aumentara la participación de los jóvenes en estas conferencias. Después de muchos ruegos, mi sugerencia fue finalmente aceptada y pudimos recaudar fondos para que quince jóvenes sudaneses asistieran a la próxima conferencia mundial sobre el clima. Sin embargo, el 25 de octubre de 2021 se produjo el golpe de Estado en Sudán, el aeropuerto cerro, las conexiones de Internet y las llamadas telefónicas dejaron de funcionar. Del 25 de octubre al 7 de noviembre, no tuvimos noticias de Sudán. Sólo dos días después del final de la COP26 se restableció parcialmente la conexión a Internet y las llamadas telefónicas. El golpe de estado no permitió que los jóvenes seleccionados participaran en la COP26. 

Este es sólo un pequeño ejemplo del impacto que la inestabilidad política puede tener en el trabajo sobre el cambio climático. También hay que mencionar la falta de seguridad en el país, la cual genera un número elevado de actividades ilegales. La tala de árboles para la producción y venta de carbón vegetal, así como la caza de especies raras volvieron a estar permitidas tras el golpe de Estado. La inestabilidad política está empeorando la situación económica. En consecuencia, el cambio climático y el derecho ambiental quedan relegados a un segundo plano. En este contexto, es imposible planificar políticas medioambientales a largo plazo. Por desgracia, a menudo son las comunidades que viven en países inestables las más vulnerables al cambio climático.

La inestabilidad política empeora la situación económica. En consecuencia, el cambio climático y el derecho ambiental quedan relegados a un segundo plano.

NISREEN ABDELRAHMAN ELSAIM

¿Cómo abordar los retos energéticos en Sudán teniendo en cuenta el uso masivo de carbón vegetal por parte de la población y las tensiones en torno al petróleo? 

Sudán tiene más de seis horas de sol constantes. Por tanto, el país tiene un gran potencial para el uso de la energía solar. Sin embargo, la aplicación de los planes de desarrollo de la energía solar requiere inversiones masivas y sostenibles. La situación actual no nos permite considerar esta solución. 

Además, actualmente sólo el 30% de los sudaneses tiene acceso a la electricidad. Esto significa que alrededor del 70% de la población utiliza carbón vegetal. De hecho, es más barato que la gasolina, cuyo precio ha subido desde que se suspendieron las subvenciones del Banco Mundial. Sin embargo, es posible introducir mecanismos limpios, como las bombas que funcionan con energía solar. Se puede hacer mucho. También podríamos desarrollar la energía hidroeléctrica. Sin embargo, cualquier inversión a largo plazo requiere la confianza de los inversores. Para ello, necesitamos instituciones políticas, leyes y legislación estables, y no contamos con estas cosas actualmente. 

¿Cómo podemos entender las consecuencias medioambientales y sociales del conflicto de Darfur? 

En tres ocasiones he podido informar al Consejo de Seguridad de la ONU de los vínculos entre la situación de seguridad y el cambio climático. En 2007, el anterior Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, declaró que la guerra de Darfur era la primera guerra relacionada con el cambio climático de la nueva era. De hecho, la mayoría de los informes indican que el conflicto comenzó entre los agricultores a causa de las sequías. A las tensiones étnicas se sumó un efecto del calentamiento global. El gobierno sudanés decidió armar a las tribus árabes y no a las africanas. Estos últimos se dirigieron a países vecinos como Chad y África Central en busca de armas. La esencia inicial del problema era, por tanto, medioambiental. El impacto del cambio climático en la seguridad de un territorio puede producirse de dos maneras: o bien directamente provocando conflictos entre las partes por los recursos naturales, o bien provocando sequías o inundaciones en una región, obligando a la población a desplazarse. 

¿Cómo analizar el abandono del proyecto Gezira y sus consecuencias en el medio ambiente y la agricultura? 

Desgraciadamente, el gobierno de Omar al-Bechir no ha intentado desarrollar otros sectores aparte del petróleo y los combustibles fósiles. El proyecto de Gezira ha estado abandonado durante muchos años. Tras la partición de Sudán en 2011, la mayoría de los recursos petrolíferos se asignaron a Sudán del Sur. En lugar de intentar utilizar los ingresos del petróleo y el gas para desarrollar otros sectores generadores de ingresos, el gobierno decidió centrarse en la minería y el oro. Como resultado, se han gastado menos recursos en proyectos agrícolas o en servicios como la educación y la salud. 

Otro aspecto problemático en Sudán es la falta de carreteras. El coste del transporte de las materias primas a través del país es muy elevado. La exportación de ellas se convierte en la única forma de generar valor añadido. Sin embargo, la explotación de las tierras de cultivo para la exportación también tiene un costo medioambiental muy elevado para la población local. El 70% del sector agrícola de Sudán no cuenta con un sistema de riego. Por ello, con las lluvias cada vez más escasas, la seguridad alimentaria de los habitantes se ve amenazada. 

Ahora que los etíopes van a llenar por tercera vez la Gran Presa del Renacimiento, ¿qué debemos aprender de sus efectos, beneficiosos o no, sobre Sudán y su gestión del agua? 

El llenado de la presa del Renacimiento hará que la zona que la rodea esté muy húmeda. Nuevos insectos podrán vivir allí y propagar enfermedades. También significa que una variedad de frutas y verduras plantadas por la población local dejarán de crecer debido a la humedad de la zona. Por lo tanto, habrá que reconsiderar el tipo de cultivos plantados. El llenado de la presa también requiere que los sudaneses lleguen a un acuerdo con los etíopes sobre la gestión del agua, para evitar la escasez de electricidad. Por último, si la presa se derrumba, debido a su tamaño, más de un tercio de la parte oriental del país, incluido Jartum, quedará sumergida. 

En términos más generales, ¿es la influencia extranjera en Sudán un tema que encuentra en su trabajo? Por ejemplo, el hecho de que China, los países del Golfo u otros intenten invertir o comprar tierras en Sudán…

Esto es una realidad. Muchos de los países del Golfo poseen tierras en Sudán que son más grandes que el tamaño de su propio país. Pero no estudio específicamente estas influencias en mi activismo. Considero que la división entre el Norte y el Sur sigue siendo válida cuando se trata del cambio climático. Por ello, busco actuar principalmente con personas que se enfrentan a los mismos retos. 

A través de su activismo a nivel internacional, especialmente en las Naciones Unidas y en el continente africano, ¿cómo ha entendido el papel y el impacto de la Unión Europea en la lucha contra el cambio climático? 

Creo que Europa lo está haciendo mucho mejor que otros países como Estados Unidos, por ejemplo, pero desgraciadamente no es suficiente. El «Green Deal» europeo se introdujo con éxito, pero la renovación de la PAC ha contradicho este proyecto. Este acuerdo agrícola contiene muchos elementos que se oponen al contenido del Green Deal. Aunque el lobby agrícola de la UE es muy fuerte, no es posible tener dos políticas contradictorias. 

¿Cómo percibe las interacciones entre Europa y África en la cuestión del clima? ¿Cree que Europa es lo suficientemente receptiva a los problemas medioambientales, tanto en su territorio como en otros? 

En términos de fondos y ayudas, la UE proporciona muy poco apoyo bilateral a los países en desarrollo. En Sudán, la UE ha llevado a cabo muchos proyectos con el gobierno. Personalmente, creo que debería haberse centrado en la consulta con las ONG locales. 

El programa europeo de financiación Life también es muy interesante. Hablé con Frans Timmermans sobre la posibilidad de duplicar este proyecto en otros países fuera de Europa. El programa Erasmus se ha ampliado con Erasmus+, así que podríamos imaginarnos haciendo lo mismo con Life+. Sin embargo, en cuanto a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, aún queda mucho camino por recorrer. Sustituir los combustibles fósiles por electricidad parece una buena idea, pero estos objetos requieren baterías de litio, extraído ilegalmente por muchos países europeos en países africanos y eso aumenta la deforestación. 

Europa se enfrenta actualmente a un trastorno de su modelo energético a causa de la guerra en Ucrania. ¿Cómo entiende este momento y la actitud de los países europeos ante esta oportunidad de repensar su consumo energético? 

La situación actual es chocante por varias razones. En primer lugar, vivo en un país donde la guerra es constante. El pánico que se ha instalado en la Unión Europea por la guerra de Ucrania me resulta incomprensible. La invasión rusa es obviamente un gran problema, pero debemos distinguir entre el gobierno ruso, que es responsable de la guerra, y el pueblo ruso, que puede no estar de acuerdo con esta decisión. Estas guerras ocurren en todas partes y la UE incluso participa en ellas a veces, ya sea como mediador o apoyando a los ejércitos. 

Además, la guerra en Ucrania no significa el fin de todos los demás problemas mundiales. Es evidente que la dependencia de los combustibles fósiles está alimentando las guerras. Seguimos utilizando los combustibles fósiles porque es fácil continuar con un patrón establecido.  La negativa a reconocer la urgencia de la acción climática me choca mucho. 

La dependencia de los combustibles fósiles está alimentando claramente las guerras.

NISREEN ABDELRAHMAN ELSAIM

En cuanto a la relación entre la guerra y la lucha contra el cambio climático, también existe el pensamiento persistente ahora en Europa de lo que llamamos en estas columnas «la ecología de la guerra».  Este pensamiento se refiere al hecho de que con la invasión de Ucrania por parte de Putin y los países europeos que siguen financiando la guerra comprando gas y petróleo a los rusos, las políticas climáticas tienen más sentido para la población. Es más vital y obvio para la gente que tenemos que dejar de alimentar a Putin en Europa. ¿Cree que la perspectiva de una guerra en Europa podría ayudar de alguna manera a las políticas europeas sobre el cambio climático? ¿Cree que este ejemplo podría reproducirse en otros lugares? 

En tiempos de guerra, la gente y los gobiernos tienden a entrar en pánico. Esto es exactamente lo que está ocurriendo ahora. La gente entra en pánico y se niega a innovar con sus prácticas. 

Notas al pie
  1. Nisreen Abdelrahman Elsaim es licenciada en física y energías renovables y negociadora de transferencia de tecnología. Además, es activista de la plataforma Youth and Environment – Sudan (Yes), que ella misma fundó. Como parte de su compromiso, viaja por Sudán y comprueba el alcance del impacto del cambio climático y la vulnerabilidad del país ante este fenómeno. Este año ha sido galardonada con la flamante iniciativa Marianne para los defensores de los derechos humanos, lanzada por el Presidente de la República Francesa en diciembre de 2021.