El Negro. Homenaje a Samuel Paty
Antes de ser brutalmente asesinado el 16 de octubre de 2020, Samuel Paty era profesor. Como estudiante de historia, también fue autor de una tesis de maestría sobre el color negro. Para rendirle homenaje, publicamos fragmentos de su trabajo, en muchos sentidos innovador.
- Autor
- Olivier Faure y Christophe Capuano •
- Trad.
- Felipe Bosch
Homenaje a un ex alumno de historia
El color negro contiene lo imposible de vivir. Su campo mental es la sede de todos los imprevistos, de todos los paroxismos. Su prestigio escolta a los poemas y prepara a los hombres de acción 1.
El 16 de octubre de 2020, Samuel Paty, profesor de historia y geografía de 47 años, fue brutalmente asesinado por haber enseñado a sus alumnos caricaturas del profeta Mahoma 2 como parte de una clase sobre la libertad de expresión. Samuel Paty era originario de Moulins, donde viviría hasta que en 1991 se graduara en el instituto y se mudara a Lyon para realizar sus estudios superiores. Los diferentes lugares y etapas de su formación –clase preparatoria al concurso de la École normale supérieure y estudios universitarios en Lyon 3 y Lyon 2, Instituto Universitario de Formación de Profesores (IUFM)– le condujeron a la profesión de profesor, tras haber reunido las condiciones de admisibilidad de la Agregación de historia y ser admitido en el CAPES en historia-geografía. Tras una primera experiencia durante su año de prácticas en el instituto Les Battières del distrito 5 de Lyon, en el marco de su formación en el IUFM, asume la profesión con orgullo y entusiasmo. Al ser trasladado a la academia de Créteil y luego a la de Versalles, su carrera transcurre en la región de París, en escuelas de enseñanza media, donde se siente realizado entre adolescentes en ciernes, hasta que sobreviene la tragedia en vísperas de las vacaciones de otoño de 2020. Samuel Paty estaba divorciado y dejaría un hijo de cinco años.
Esta tragedia fundamenta nuestro enfoque. Nos resultó necesario honrar la memoria de este profesor que pagó con su vida el haber cumplido su misión: promover entre los alumnos el pensamiento crítico y abordar sin rodeos los desafíos propios de la libertad de expresión, particularmente los de la libertad de prensa. En un plano más personal, constituye también una forma de celebrar a esa persona que conocí y aprecié [Christophe Capuano], y con la que forjé una amistad durante mis años de formación en Lyon 3. Por mi parte [Olivier Faure], aunque probablemente me haya cruzado con Samuel Paty sin verlo, me pareció que, al haber sido nombrado profesor de la Universidad de Lyon 3 el mismo año de su maestría (1994), no podía permanecer inerte ante el atroz asesinato de un ex alumno de esa universidad.
Pero, ¿cómo rendir homenaje a Samuel sin traicionarlo? Muy poco después de la tragedia, con la ayuda de Christine Chadier, la bibliotecaria del Laboratoire de recherche historique Rhône-Alpes (LARHRA), y con la aprobación de su director Bernard Hours, tuvimos acceso a la tesis de maestría de Samuel Paty, defendida en 1995 y conservada en los archivos del laboratorio. Luego de tres lecturas cruzadas, nos pareció que este texto dedicado a la simbología del negro podía seguir enseñándonos las relaciones que nuestra sociedad mantiene con los colores. Además, publicarlo podía constituir una forma de dar voz a Samuel, de comprender el joven intelectual que había sido. Con este trabajo final de maestría se puede retratar el desarrollo de su pensamiento como estudiante y conocer al historiador en formación. Esta publicación ha sido posible gracias a la aprobación de sus padres y de sus hermanas, a quienes agradecemos muy sinceramente su confianza; gracias también a los miembros del equipo de las Presses universitaires de Lyon que se sumaron inmediatamente al proyecto y nos acompañaron y apoyaron en él. Les estamos muy agradecidos.
Al comenzar este trabajo de investigación, Samuel Paty tiene 21 años. Es un estudiante brillante que transcurrió por los pasillos del Lycée Édouard Herriot, donde floreció intelectualmente gracias a la formación multidisciplinar de las clases preparatorias literarias antes de ingresar en la Universidad para obtener la licenciatura en Historia. Curioso por todo, desarrolla durante sus primeros años de estudio una sólida cultura general, en historia, por supuesto, pero también en filosofía, literatura, semiología e historia del arte. Aprecia, también, las diferentes formas de escritura y figuras retóricas, lo que le conduce a escribir poemas sobre el sentido de la vida o la belleza del mundo. Y se compromete con pasión y rigor en sus estudios. Samuel Paty aún no sabía si se convertiría en profesor-investigador universitario o en profesor de historia y geografía en la enseñanza secundaria, pero le entusiasmaba la idea de sumergirse en su primera experiencia en la investigación y sus métodos específicos. De naturaleza más bien reservada, pero con un carácter asertivo, desea tratar un tema original y cercano a su corazón, con el que pueda expresar su gusto por la historia de los colores, las novelas realistas del siglo XIX, la música contemporánea y la pintura simbolista. Es al negro al que dedica su apetito intelectual, en primer lugar por considerar su polisemia heurística, pero también por su atracción por los textos oscuros, que le parecían especialmente « vivos », y por su fascinación por la dimensión mística u onírica a la que remite este color, una especie de clave para los interrogantes existenciales del joven. Sin embargo, no nos confundamos: la elección de este tema no corresponde en absoluto a un temperamento saturniano o depresivo. Ciertos pasajes –como los dedicados a la obra de Odilon Redon– no deben leerse de forma premonitoria o anacrónica, aunque podamos sentir cierto malestar por las trágicas circunstancias de la muerte del autor. Por el contrario, la curiosidad y el gusto por lo desafiante son los que guían a un Samuel Paty juguetón y travieso por naturaleza, decidido a explotar toda la gama de sus talentos y su polifacética cultura. Decide entonces considerar el negro a través del prisma de la simbología que tanto le atrae por los diferentes niveles de interpretación que ofrece, y estudiar la evolución de los usos de ese color en la época contemporánea, a través del cruce de una historia social con una historia cultural y de representaciones.
El negro y el sabio (p. 77)
En realidad, las personas de negro suelen tener un vínculo con la instrucción. Esto es evidente para los uniformes negros de médicos, abogados y académicos, como se ha dicho. También hay que pensar en los que quieren saber: los escolares cuyas batas negras son garantía de seriedad. El árbitro de fútbol es otra figura social que sabe. El negro es también el color de las personas que no trabajan con sus manos, pero que han recibido una educación: los burgueses. El negro del sabio es un absoluto. El sabio debe olvidar el mundo de la superficialidad, del dorado descrito por Balzac, porque saber es ir más allá de las apariencias, es no conformarse con lo evidente. La toma de hábito (vestido o bata negra) separa los lugares del espíritu del mundo de las frivolidades. Por las razones que ya hemos explicado, especialmente la condición de no-color del negro, el color más oscuro es apropiado para traducir este desprendimiento de lo inesencial, es decir, de lo colorido. El negro no acerca aquí a lo divino, sino a los secretos de la naturaleza, la justicia o cualquier otra cosa. El negro lo hace a uno profundo, sabio; los otros colores (excepto el blanco) son atrevidos. Al igual que para el sacerdote o el monje, tanto para un universitario como para un escolar, vestirse de negro es morir simbólicamente para el mundo de las apariencias y renacer como un curioso en búsqueda, no de lo divino, sino de lo verdadero. Saber requiere el sacrificio de una realidad agradable pero falsa.
La lucha del blanco y el negro (p. 93)
La lucha entre el bien y el mal, entre el blanco y el negro, también está omnipresente en la literatura fantástica del siglo XIX. La novela gótica, plagada de espectros, pactos con el diablo, héroes malvados o puros, fue muy popular durante todo ese siglo. 4 Los grandes mitos de Frankenstein (1818) de Mary Shelley y Drácula (1897) de Bram Stoker son apenas los abanderados de un inmenso río negro de la literatura europea. El diabólico negro se combina con el rojo, el otro color del mal. En la iconografía, al diablo se le representa en negro o en rojo. Este éxito de la lucha metafísica entre la oscuridad y la luz es, sin duda, una reacción a una dominante ideología racionalista de la que el cientificismo es la caricatura. Una criatura tenebrosa como Drácula es un oasis de misterio y magia en un mundo que desea excluir lo desconocido con la luz de la ciencia. Tal vez exista una necesidad irreductible de magia, y esa necesidad se expresaría aún más en la literatura en tanto en cuanto se aleja el misterio de la vida cotidiana. Sería interesante determinar si la lucha metafísica entre el bien y el mal no tiene mayor éxito en un periodo de crisis socioeconómica. Lo irracional y la metafísica serían un refugio contra la hostilidad de la vida cotidiana. El pensamiento maniqueo también tiene un efecto tranquilizador. No hay nada más claro que una batalla entre el blanco y el negro. Esta claridad es la que agrada en un momento en que las referencias tradicionales dan paso a las dudas. Bajo estas condiciones, el pensamiento maniqueo puede invadir la realidad cotidiana mediante la búsqueda de chivos expiatorios, figuras negras que quieren desestabilizar el orden social. A priori, parece delicado establecer la correspondencia entre los periodos de crisis y el gusto por la oscuridad llena de espectros y vampiros. Cualquier interpretación en ese ámbito es cuestionable, ya que siempre se tiende a ver lo que se quiere ver cuando se pasa de la idea a los documentos y no de los documentos a la idea.
El negro de lo absoluto (p. 96)
Es imposible trazar un retrato perfecto de la simbología de un color. Siempre hay que producir una lectura entre otras de tal o cual color. El negro contiene una idea de lo absoluto, que puede encontrarse en el negro de la humildad cristiana, en las vestimentas del sabio, en el uso político extremista del color negro o en el lirismo negro del Romanticismo. También remite a las nociones de autoridad y respetabilidad. El negro del absoluto y el negro honorable tienen una connotación positiva, pero también hay un negro que da miedo: el negro de la tristeza, la muerte y el mal. Hemos elegido centrarnos en el negro de lo absoluto y en el negro de la autoridad, porque revelan cómo la realidad está vinculada a una simbología. Y es difícil eludir los atributos más evidentes del negro: la tristeza, la muerte y el mal. Cada gran tema se subdivide en subtemas. Habitualmente, los subtemas evolucionan, se diversifican, mientras que el tema general no cambia o lo hace muy lentamente. Esta observación es especialmente cierta en el caso del negro de lo absoluto, cuyas expresiones varían con el tiempo. El tercer conjunto denominado « mal negro » no es en sí mismo un tema simbólico: en realidad reúne tres temas generales que hemos agrupado por sus connotaciones negativas y porque a menudo están relacionados. Por ejemplo, el mal trae consigo la muerte, que siembra la tristeza. Esta lectura simbólica nos ha llevado a no tratar otros posibles temas por separado. Para completar lo ya dicho, podemos agregar que este poder del negro está ciertamente ligado a la historia del pensamiento occidental. Desde Platón, al mundo exterior se le percibe como una apariencia que nos oculta la esencia de las cosas. Los colores que pertenecen a la evidencia sensible nos distraen del ser. Sin embargo, el negro no es realmente un color porque se dice que es incoloro (el blanco tiene la misma condición de incoloro, pero niega menos los colores porque remite a la luz del día y, entonces, a los colores, y porque científicamente los reúne). Por lo tanto, el negro no oculta la esencia: la revela. Este tema simbólico se encuentra en la moda de la fotografía en blanco y negro, que abordaremos luego. Esa condición particular del negro también lo hace el más apto a apartar socialmente. Al ser extraño, este color es el ideal para aislar a un grupo de la sociedad.
Las relaciones simbólicas del negro con otros colores (p. 97)
Las relaciones simbólicas del negro con otros colores son interesantes. El negro está relacionado con el blanco y el rojo. El rojo, color de la sangre y la vida, se opone al color de la muerte, el negro. El cuadro abstracto de Franz Marc Formas de lucha (1914)59 (véase el anexo VI), que representa la lucha de dos entidades, una roja y otra negra, puede interpretarse como una figuración de la eterna guerra de la vida y la muerte. El negro y el rojo se reconcilian en el reino de Satán, con el arcángel a veces negro, a veces rojo, que gobierna un mundo de fuego y oscuridad. El negro maligno se opone al blanco benéfico, y el negro, color de la desesperanza, se opone al blanco, color de la esperanza. Estos vínculos simbólicos impregnan nuestro subconsciente y por esa razón combinamos el blanco y el negro, el negro y el rojo en nuestra vestimenta o en nuestro entorno. Instintivamente combinamos el negro con el rojo o el blanco.
Lejos de ser instintivo, nuestro hábito de combinar colores contrastados obedece a un código cromático social que no siempre ha existido. Las imágenes de los trajes del Antiguo Régimen muestran combinaciones de colores (marrón, naranja, verde) que hoy nos parecen de muy mal gusto.
Evidentemente, estas combinaciones de colores también se explican por la psicología de la visión: el color más oscuro contrasta con el color más claro y el color más pálido contrasta con el color más vivo.
Notas al pie
- René Char, « Fragments nº 229 », en Feuillets d’Hypnos, 1946, p. 230. Este poemario fue escrito mientras René Char estaba comprometido con la Resistencia bajo el nombre de Capitaine Alexandre.
- Según la terminología utilizada en los programas escolares y, presumiblemente, por Samuel Paty.
- Durante el homenaje nacional que se le rindió en el patio de la Sorbona el 21 de octubre de 2020, quise honrar la memoria de Samuel eligiendo la lectura de « La lettre aux instituteurs et institutrices » de Jean Jaurès (La Dépêche de Toulouse, 1888).
- Liliane Abensour & Françoise Charras (éd.), Romantisme noir, op. cit.