En su opinión, existe un vínculo directo entre el 7 de octubre y la caída del régimen de Bashar al-Assad. ¿Podría explicarnos por qué?

Lo que acaba de ocurrir en Siria está directamente relacionado con las consecuencias del 7 de octubre. Escribí en sus páginas que la invasión israelí de Gaza el 21 de octubre de 2023 conduciría a una reorganización de toda la región, incluida Siria.

El vínculo entre el 7 de octubre y la caída del régimen de Damasco es bastante sencillo de entender. En primer lugar, la guerra en Siria nunca se había resuelto. El acuerdo tripartita de Astaná en 2018 entre Rusia, Turquía e Irán –los tres Estados fuertemente implicados sobre el terreno– reunió a potencias con objetivos distintos, a pesar de una unión circunstancial vinculada a la lucha contra el Estado Islámico. En esta situación, la presencia de grandes fuerzas militares bloqueó la región, con los rebeldes reunidos en Idlib bajo protección turca, entre ellos el grupo Hayat Tahrir al-Sham (HTS), por un lado, el régimen apoyado por Rusia e Irán, por otro, y las fuerzas kurdas al norte.

Todo esto se mantuvo hasta el 7 de octubre. Después de esa fecha, estalló un conflicto indirecto entre Irán e Israel, que se intensificó con la invasión israelí de Líbano a finales de verano. En ese momento, Irán se vio obligado a repatriar a un gran número de tropas de élite de Hezbolá del norte de Siria, vaciando así de tropas esa región, y llevarlas a Líbano para luchar contra Israel. Además, desde la guerra de Ucrania y el desmantelamiento de Wagner, los rusos también han desmantelado el frente sirio. Así pues, las fuerzas del HTS se encontraron ante una oportunidad, un vacío, un régimen que se había vuelto vulnerable. La organización llevaba un año preparándose, viendo cómo la balanza de poder se inclinaba a su favor. Se trata de un ejemplo típico de cambio en el equilibrio de poder sobre el terreno que permite a los grupos islamistas que operan en marea baja proyectarse hacia el activismo en marea alta. 1

En catorce meses, todo lo que representaba el apoyo a Irán en esa región ha quedado en entredicho. Hamás ha sido ampliamente decapitado, Hezbolá ha sido ampliamente desmantelado en Líbano y el régimen sirio ha caído. El eje que iba de Teherán a Beirut ha sido sustituido por un vacío con Siria en su centro.

¿Qué analogías históricas podrían ayudarnos a comprender la situación actual?

Este vacío, sólo parcialmente colmado por el HTS y sus subvenciones, recuerda la situación histórica de Siria antes del golpe del partido Baaz en 1963. En aquella época, Siria se encontraba en el corazón de Medio Oriente, sujeta a golpes de Estado, susceptible a movimientos panárabes y panislámicos, sometida a las influencias contradictorias del bloque oriental y del bloque occidental, y por tanto marcada por una inestabilidad crónica.

El eje que iba de Teherán a Beirut ha sido sustituido por un vacío con Siria en su centro.

Hugo Micheron

Debido a su inestabilidad, Siria fue escenario de recomposiciones geopolíticas en Medio Oriente durante la primera Guerra Fría. Bajo el férreo gobierno de los Assad, Siria exportó su inestabilidad interna más allá de sus fronteras, desempeñando un papel decisivo en la guerra civil libanesa a partir de 1975.

Por consiguiente, el fin del régimen de Bashar al-Assad significa sin duda el fin de la influencia de Irán sobre el país, pero también la eliminación de un cerrojo geopolítico sobre toda la región. Siria vuelve a estar, como en el pasado, en el centro de la reconfiguración geopolítica en curso en Medio Oriente, con el telón de fondo de una segunda Guerra Fría entre Estados Unidos y China.

Así pues, antes de saber quién gobernará Siria mañana, debemos preguntarnos si de este interregno sirio puede surgir una nueva estabilidad.

Demos un paso atrás para comprender mejor los orígenes y la evolución de Abu Mohammed al-Julani. ¿Dónde encaja el HTS en la historia del yihadismo?

Existen dos ramas principales de la yihad, a partir de las cuales se han desarrollado numerosas variantes. La primera es la yihad global de Al-Qaeda, considerada a menudo como la matriz original. Esta forma de yihad fue la primera en ganar visibilidad internacional, con sus raíces en la Oficina de Servicios de Peshawar, fundada en 1984 por Abdallah Azzam, con Osama Bin Laden como principal financiador. A partir de 1996, Al-Qaeda promovió la idea de una yihad global, es decir, una yihad llevada a cabo por una organización nómada para combatir a las potencias occidentales, en particular Estados Unidos, multiplicando los atentados en todo el mundo contra los intereses estadounidenses, especialmente en Medio Oriente. Al atacar a Estados Unidos, esperan reducir gradualmente la influencia estadounidense y derrocar a los regímenes opuestos a los yihadistas.

Esta yihad global, teorizada por Ayman al-Zawahiri y encabezada por Bin Laden y Al-Qaeda, se agotó en la década de 2000, dando paso a una segunda rama, el Estado Islámico, que tiene sus orígenes en la yihad en Irak dirigida por Abu Musab al-Zarqawi, el Estado Islámico de Irak, y antes en el Grupo Islámico Armado (GIA) de Argelia. La ideología de esta forma de yihad fue estructurada por Abu Mohammed al-Maqdisi, también en Peshawar, a finales de la década de 1980. A diferencia de Al-Qaeda, este yihadismo está arraigado en un territorio, propugna una ideología milenarista y espera acelerar la dinámica apocalíptica.

Antes de saber quién gobernará Siria mañana, debemos preguntarnos si de este interregno sirio puede surgir una nueva estabilidad.

Hugo Micheron

Este yihadismo territorial implica una purificación inmediata y rigurosa de los territorios mediante la interpretación más rigurosa posible de la sharia, lo que a menudo conduce a masacres, no sólo contra los regímenes en vigor, sino también contra quienes no se unen a ellos. Este es el escenario que también presenciamos en Argelia durante la guerra civil con el GIA, en Irak con las masacres de suníes y chiíes, y con el Estado Islámico, que por oponerse a todos acabó desencadenando conflictos internos, autodestruyéndose bajo su propia violencia. A menudo perdemos de vista el hecho de que el Estado Islámico fue ciertamente derrotado por fuerzas externas, pero también se derrumbó debido a su violenta dinámica interna de ultrapurificación. Aunque hubo escisiones con otros grupos —como Jabhat al-Nosra, que más tarde se convirtió en el HTS—, los combatientes del Estado Islámico empezaron a matarse entre sí a partir de 2019.

¿Dónde encaja Hayat Tahrir al-Sham en este panorama?

En 2003, Al-Julani tenía 19 años y se unió al Estado Islámico de Irak, la segunda rama de la yihad antes mencionada. Tras ser encarcelado y pasar un tiempo en contacto con los dirigentes del Estado Islámico, fue enviado a Siria en 2011. Creía que el fracaso del Estado Islámico de Irak se debía en particular a su ideología apocalíptica y a su extrema hostilidad hacia los grupos que no se unían a él.

Su planteamiento consistió entonces en anclar la yihad localmente en Siria, teniendo en cuenta su complejidad social: allí conviven varias comunidades religiosas y étnicas. Cree que para que la yihad tenga éxito, la lucha contra Bashar al-Assad, punto central de todas las rebeliones, debe convertirse en esencial y limitar territorialmente la yihad a Siria. Tras crear Jabhat al-Nosra, la rama local de Al-Qaeda, se alió con los distintos grupos rebeldes.

A partir de 2012, aportó una férrea disciplina a la rebelión siria. Jabhat al-Nosra destacó por su eficiencia militar, atrayendo a combatientes desilusionados por la falta de estructura y la corrupción del Ejército Sirio Libre y otros grupos yihadistas. Varios combatientes que conocí y que querían unirse a la rebelión contra Bashar al-Assad se quejaban del caos existente en el Ejército Sirio Libre. La estrategia de Jabhat al-Nosra, que más tarde se convirtió en HTS, se basaba por tanto en una estructura militar fuerte y una disciplina rigurosa, teniendo en cuenta al mismo tiempo las complejidades sociopolíticas locales para ayudar a arraigarse en Siria.

Aprovechando este impulso, se les unieron grupos sirios, pero también grupos extranjeros —en particular los iraquíes que habían enviado a Al-Julani a Siria— y yihadistas extranjeros que empezaron a converger en Siria a partir de 2012. Estos combatientes vieron en Siria la posibilidad de una nueva yihad a una escala extraordinaria y se encontraron bajo el liderazgo de Al-Julani, partidario de una yihad más bien nacional, similar a las yihads locales de la década de 1990.

Pero el enfoque nacional de Al-Julani chocó con la llegada a Siria de yihadistas globales de diversos orígenes, incluida Europa, que estaban convencidos de que era necesario apoyar a los sirios en su lucha como parte de una lucha global. También estaban influidos por los iraquíes, enviados por Abu Bakr al-Baghdadi, que querían aprovechar el caos para instaurar un califato. Al-Julani se oponía a este último enfoque.

A partir de 2016, Al-Julani identificó las causas de su fracaso: la intervención rusa, el apoyo iraní, pero también el carácter repulsivo del Estado Islámico, sobre todo por los atentados en Europa y la decapitación de un estadounidense en 2014, que implicaron de nuevo a la administración estadounidense en Siria.

Hugo Micheron

Cómo se produjo la ruptura entre Jabhat al-Nostra y el Estado Islámico en el Levante?

A partir de abril de 2013 estalló un gran conflicto entre Jabhat al-Nosra, leal a Al-Julani, que abogaba por una yihad siria, y quienes, sobre todo iraquíes, impulsaban la creación inmediata de un Estado Islámico. Este conflicto —conocido como fitna— desembocó en batallas fratricidas entre los partidarios de cada tendencia. La cuestión central era la lealtad de Al-Julani: ¿era leal a Abu Bakr al-Baghdadi o a Ayman al-Zawahiri, el líder de Al Qaeda global? Baghdadi afirmaba que Al-Julanile había jurado lealtad directamente y que debían construir juntos el Estado Islámico en Irak y el Levante, mientras que Al-Julani mantenía que su lealtad era a Zawahiri, aunque, mientras estaba en Irak, había jurado lealtad a Baghdadi como lugarteniente de Zawahiri en Irak. Ahora, en Siria, Al-Julani se consideraba igual a Baghdadi, uno en Siria y otro en Irak.

Este desacuerdo revela dos concepciones diferentes de la yihad: la del Estado Islámico, bajo el liderazgo de Baghdadi, que aspiraba a un califato universal, y el concepto más localizado de Al-Julani, que quería adaptar la yihad al contexto sirio.

Este conflicto desembocó en un cisma en 2013, cuando los seguidores del Estado Islámico abandonaron Alepo para expandirse hacia el este, tomando Raqqa, Deir ez-Zor y luego Mosul, y proclamando el 29 de junio de 2014 la creación del Estado Islámico en Irak y Siria, el cumplimiento de su lógica milenarista. Por su parte, los partidarios de Al-Julani, principalmente sirios, que habían permanecido en Alepo, empezaron a perder terreno frente al régimen aliado de Irán y Rusia, y se retiraron a la provincia de Idlib a partir de 2016.

A partir de 2016, Al-Julani identificó las causas de su fracaso: la intervención rusa, el apoyo iraní, pero también el carácter repulsivo del Estado Islámico, sobre todo por los atentados en Europa y la decapitación de un estadounidense en 2014, que implicaron de nuevo a la administración estadounidense en Siria. Los horrores del Estado Islámico provocaron que la comunidad internacional dejara de apoyar a la rebelión siria, lo que facilitó que Al-Assad se mantuviera en el poder. También creía que las acciones del Estado Islámico habían permitido a los rusos legitimar su apoyo a Al-Assad.

Como resultado, Al-Julani rompió con Al-Qaeda en 2016 y se embarcó en un proceso de normalización, estableciendo alianzas con grupos rebeldes locales, principalmente bajo influencia turca. Después estableció un orden político-religioso estable en Idlib y cree que para garantizar un futuro duradero debe lograr establecer un modus vivendi con Turquía, que le ofrece protección indirecta al reducir el riesgo de bombardeos rusos.

Al-Julani rompió con Al-Qaeda en 2016 y se embarcó en un proceso de normalización, estableciendo alianzas con grupos rebeldes locales, principalmente bajo influencia turca.

Hugo Micheron

El único objetivo de Al-Julani se convirtió entonces en «sirianizar» la yihad en Siria. Por eso cambió sus métodos, aunque manteniendo un objetivo ostensiblemente salafista. En la provincia de Idlib, reconstruyó su movimiento y preparó un discurso político que tuviera peso a nivel internacional, en una fase que yo califico de «marea baja» y que duró casi ocho años, antes de esperar que llegara su hora.

Hoy, Al-Julani parece haber comprendido que los occidentales no quieren implicarse en nuevos conflictos y están dispuestos a dar crédito a todo lo que pueda tranquilizarlos. Para ello, ha jugado hábilmente con la comunicación, probablemente formándose en técnicas mediáticas en Turquía. Su transformación en una nueva figura contribuyó a suscitar dudas y a convencer a algunos de que ahora era un hombre diferente, aunque siguiera siendo salafista. Desde este punto de vista, Al-Julani parece haberse inspirado en los talibanes de Afganistán, quienes, nada más llegar al poder, afirmaron que habían roto con el objetivo de la yihad global y luchaban contra grupos terroristas en su propio territorio. De la misma manera, Abu al-Julani está poniendo en práctica un yihadismo pragmático que ha conseguido convertirse en lo más sirio posible y hacer promesas a los países occidentales.

En cualquier caso, su trayectoria es la de un sirio arraigado localmente, que refleja todas las complejidades del país y su historia contemporánea.

¿Podrían la estructura y la evolución del HTS convertirse en un modelo para otros movimientos?

Al-Julani es el producto de la evolución del yihadismo sirio en su propio contexto. Su modelo, dado su fulgurante éxito, podría inspirar a otros grupos de todo el mundo, como ocurrió con los talibanes. Es importante entender una cosa: Al-Julani no es un moderado, sino un actor pragmático que comprende las necesidades sobre el terreno. Los yihadistas no son sólo fanáticos milenaristas sedientos de sangre; son capaces de adaptarse a las limitaciones y desarrollar estrategias a largo plazo.

El discurso de Al-Julani en la Mezquita de los Omeyas es extraordinario en este sentido. A diferencia de Baghdadi, que proclamó el califato en la Mezquita de al-Nuri de Mosul, Al-Julani optó por no adoptar una postura provocadora. En cambio, su discurso se refirió al «comienzo de la justicia» y a «un gran día para la Umma», un discurso que pretendía básicamente ser unificador, con un fuerte simbolismo islámico que atrajera a todo el mundo. Ha tenido éxito en ambos aspectos: los que lo ven como un moderado pueden considerar que ha evitado la provocación; los que comprenden el significado islamista de su mensaje ven que ha logrado el objetivo histórico de todos los yihadistas en Siria: la Mezquita de los Omeyas.

Al-Julani no es un moderado, sino un pragmático que comprende las necesidades sobre el terreno.

Hugo Micheron

¿Qué papel desempeña Siria en el discurso de Al-Julani?

El discurso de Al-Julani no es en absoluto nacionalista. Nunca menciona explícitamente a Siria. Al contrario, se refiere a «la comunidad de creyentes» y llama a su grupo Hayat Tahrir al-Sham, que literalmente significa «Organización para la Liberación del Levante». Del mismo modo, Al-Julani ha establecido un poder religioso en Idlib, con la sharia como ley y jueces religiosos.

Este modelo no encaja en la lógica de un Islam nacional, defendida a menudo por los revolucionarios de 2011, que se proyectan en un marco nacional multiétnico. Al-Julani opera dentro de una lógica panislamista, basada en una interpretación rigorista de la sharia. También está sometido a la presión de grupos aliados que desean establecer un gobierno fundamentalmente salafista. Aunque intente encontrar un equilibrio, esto no indica el camino hacia un sistema democrático en Siria.

¿Cómo nos ayuda a comprender el HTS la investigación que llevó a cabo para su libro Le djihadisme français, Syrie, quartiers, prison?

Muchas de las personas que conocí eran antiguos combatientes de Jabhat al-Nosra, el predecesor del HTS, porque este grupo fue uno de los primeros en acoger a combatientes europeos. Muchos de esos yihadistas se habían unido inicialmente a Jabhat al-Nosra en 2013 antes de pasarse al Estado Islámico cuando ambos grupos se separaron. Entre 2013 y 2014, los extranjeros —en particular los europeos— se hicieron cada vez más numerosos en el seno del Frente al-Nosra, lo que preocupaba a Al-Julani. Comprendió que su presencia corría el riesgo de perturbar la dinámica de la yihad siria y reorientar el proyecto hacia un califato islámico, que no era su objetivo inicial.

Los enfrentamientos fratricidas entre los combatientes de Jabhat al-Nosra y los que apoyaban al Estado Islámico fueron extremadamente violentos. Algunos yihadistas se vieron enfrentados a quienes recientemente habían considerado como camaradas: ¡uno de ellos relata que luchó contra el hombre con el que había roto el ayuno del Ramadán la semana anterior!

El propio Al-Julani era visto con ambivalencia entre los yihadistas franceses: para algunos, era visto como un líder reflexivo, mientras que otros lo veían como un traidor. De hecho, la propaganda del Estado Islámico presenta a los miembros de Al-Nosra como cobardes que abandonaron el proyecto del Estado Islámico por el camino, contribuyendo así a su derrota final. El Estado Islámicoy sus afiliados odian a Al-Julani tanto como a los talibanes.

Aunque intente lograr un equilibrio, el proyecto de Al-Julanino traza un camino hacia un sistema democrático en Siria.

Hugo Micheron

¿Cuáles son las causas del yihadismo sirio que desaparecerán con la caída del régimen de Bashar al-Assad? Por el contrario, ¿cuáles son las causas restantes a las que Al-Julani tendrá que hacer frente?

Para responder a esta pregunta, es esencial dar un paso atrás en la situación geopolítica y el tejido socioeconómico de la región. Desde la primera parte de la guerra en Siria, existe un eje estructurador iraní que une Teherán a Beirut, pasando por Bagdad y Damasco. Este eje ha configurado una parte importante de la geopolítica regional.

Pero la existencia de este eje ha ocultado otro, el eje de la impotencia: Trípoli, Idlib, Deir ez Zor, Raqqa y Mosul. Esta región es uno de los núcleos del sunismo histórico de Medio Oriente, y su población vive una gran incertidumbre y desposesión como consecuencia de décadas de conflicto, sobre todo desde la invasión estadounidense de Irak y la guerra de Siria. Los desplazamientos masivos, los combates extremos, los bombardeos del régimen y la persecución del Estado Islámico han hecho que su futuro sea muy incierto. Varios millones de habitantes de la región viven en una precariedad material y psicológica comparable a la que padecen los palestinos de Gaza.

Todas las condiciones son propicias para la aparición de grupos terroristas.

HTS es producto de esta historia. ¿Será capaz de canalizar la necesidad de estructuración política y económica en una región ya muy militarizada, habitada por grupos armados con agendas variadas, incluso con la ayuda de Turquía y Qatar? Si no consiguen estructurar este vacío, los riesgos de inestabilidad serán muy elevados.

La oportunidad que brinda el «deshielo» de la crisis siria podría marcar el regreso de las maniobras geopolíticas en Medio Oriente. Esta dinámica no debe verse desde una perspectiva estrictamente nacional. La crisis siria forma parte de un patrón transnacional que abarca Líbano, Irak y los territorios palestinos. El marco del Estado-nación está cada vez más cuestionado y predominan las identidades moldeadas por el conflicto, lo que dificulta el establecimiento de una nueva organización política estable. ¿Estructurarán este vacío una o varias fuerzas regionales? ¿O el vacío estructurará por defecto un nuevo orden regional altamente volátil y violento?

Hoy en día, las relaciones internacionales y la dinámica del poder están muy influidas por grupos no estatales que están redefiniendo el equilibrio de poder e incluso obligando a los Estados a adaptarse a las nuevas realidades. Es crucial comprender cómo estas entidades configuran las trayectorias políticas y sociales, en un momento en que parecen detentar un notable poder sobre las dinámicas regionales.

La crisis siria forma parte de un patrón transnacional que abarca Líbano, Irak y los territorios palestinos. El marco del Estado-nación está cada vez más cuestionado y predominan las identidades moldeadas por el conflicto, lo que dificulta el establecimiento de una nueva organización política estable.

Hugo Micheron

En resumen, el desarrollo del HTS y de otros grupos no estatales en la región ilustra la incapacidad de los Estados para controlar su entorno. El caso sirio y la caída de Bashar al-Assad demuestran que el Estado-nación no es la escala más relevante para entender las recomposiciones políticas en Medio Oriente. Sin embargo, la diplomacia occidental sigue estando demasiado marcada por un enfoque interestatal.

¿Qué puede ocurrir con los kurdos?

A medida que el HTS extiende su influencia, las fuerzas kurdas también han ampliado su territorio, ocupando zonas en el sur y asegurando la frontera entre Siria e Irak. Es probable que hayan actuado en coordinación con Estados Unidos. Sin embargo, los kurdos se encuentran en una posición delicada. Enfrentados al HTS y a los grupos rebeldes apoyados por Turquía, su posición está amenazada. Turquía, movida por su deseo de alejar lo más posible a los kurdos del Mediterráneo y de su frontera, podría aprovechar para aumentar la presión sobre ellos. Ciertamente, están protegidos por los estadounidenses, pero no sabemos cuál será el enfoque de la administración de Trump hacia ellos.

Por último, los kurdos gestionan cárceles y campos que albergan a yihadistas, sobre todo de origen extranjero, especialmente europeo. Por ello, los europeos prestan especial atención a esta cuestión. En definitiva, la situación no es muy favorable para los kurdos, que tendrán que demostrar una vez más su capacidad de adaptación a los elementos adversos.

Notas al pie
  1. Hugo Micheron, La Colère et l’oubli. Les démocraties face au djihadisme européen, Gallimard, 2023.