Grand Continent Summit: la doctrina Albares
José Manuel Albares inauguró el Grand Continent Summit. En un discurso muy escuchado, hizo balance de la Presidencia española de la Unión y esbozó las perspectivas de Europa para la próxima década. Entre realismo y ambición, tendremos que caminar por un estrecho sendero.
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- José Manuel Albares •
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- © MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES
Querido Gilles, querido Renzo, queridos todos, gracias por esta invitación a inaugurar la primera edición del Grand Continent Summit, organizada en colaboración con la región Valle de Aosta. En estos tiempos complejos, en los que los acontecimientos geopolíticos se suceden a un ritmo inédito desde hace décadas, es más importante que nunca crear foros de discusión y debate como esta Cumbre.
El Grand Continent goza ya de una sólida reputación como publicación europea que, por su alcance y vocación, se centra en las principales tendencias y dinámicas que afectan a nuestro continente. A través de sus trabajos y análisis, aporta una contribución esencial al proyecto europeo, acercando la Unión Europea a los retos globales a los que se enfrenta y a los que se enfrentan sus ciudadanos. Hoy, con la primera edición de esta Cumbre, el Grand Continent da un nuevo paso al reunir a personalidades políticas, pensadores y creadores de opinión para reflexionar desde una perspectiva europea.
Estoy convencido de la utilidad de este enfoque.
De hecho, en el marco de nuestra Presidencia del Consejo de la Unión Europea, lo pusimos en práctica creando el primer Foro de la Sociedad Civil para preparar nuestro programa, por una parte, y un grupo de expertos en asuntos europeos, por otra. Los grupos de reflexión han desempeñado un papel clave en este proceso de consulta, enriqueciendo nuestra labor de reflexión y peritaje. Acción y reflexión deben ir de la mano si queremos seguir siendo actores internacionales eficaces en un mundo cada vez más interconectado y complejo.
Porque hoy vivimos en un mundo más inestable y más peligroso que hace treinta años. La guerra en Ucrania, la crisis en Oriente Medio, la creciente inestabilidad en el Sahel son todos ejemplos de la misma tendencia: la lenta erosión del orden internacional basado en normas; la creciente atomización de la política internacional.
Como europeos, conocemos mejor que nadie la importancia de este orden basado en normas. Es esencial para mantener la coexistencia pacífica y promover la prosperidad. En última instancia, también puede ser una cuestión de vida o muerte.
Los valores y principios que sustentan el orden internacional son los mismos que están en el corazón de la Unión Europea: tolerancia, respeto, democracia, derechos humanos y no discriminación. No es de extrañar: el proyecto europeo nació de un periodo de competencia geopolítica desenfrenada que condujo al desastre. Ser europeo en 2023 es trabajar por un mundo pacífico y próspero.
Por eso también, como europeos, como Unión Europea, tenemos todo el interés en hacer todo lo que esté en nuestra mano para defender y proteger el multilateralismo y un orden basado en normas que ahora algunos actores ponen en entredicho.
El proyecto europeo beneficia a nuestro continente y a nuestros ciudadanos, pero es igualmente importante para el resto del mundo. Lo vemos hoy, cuando los ucranianos luchan contra una agresión brutal e injusta para poder formar parte de este proyecto.
Por eso, si la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea comenzó el 1 de julio con una visita del Presidente Sánchez a Kiev, termina con un acuerdo en el Consejo Europeo para abrir negociaciones de adhesión con Ucrania para que pueda ingresar en la Unión Europea. En esta cuestión crucial, hemos estado a la altura de nuestros valores.
Por eso también debo defender una posición sobre la crisis actual en Oriente Próximo que sea coherente con nuestros valores. Lo que se aplica a Ucrania debe aplicarse también a Gaza.
No podemos asegurar el futuro global de la Unión Europea y no podemos defender eficazmente el orden internacional si antes no contamos con el apoyo de los ciudadanos europeos: el proyecto europeo sólo es tan fuerte como sus ciudadanos creen en él y en su capacidad para aportar soluciones a los problemas que afectan a sus vidas.
De hecho, acercar la Unión a nuestros ciudadanos ha sido uno de los temas dominantes de la Presidencia española del Consejo durante los últimos seis meses. Nuestro lema era «Europa, más cerca».
Queríamos empezar con una visión global de los retos estratégicos a los que nos enfrentamos, para después desarrollar un programa exhaustivo de prioridades para abordarlos. Y por eso decidimos estructurar la Presidencia española en torno a cuatro ejes que creemos que la Unión Europea debe seguir en su gran estrategia para hacerse más fuerte, tanto interna como externamente.
No podemos traer prosperidad a casa y actuar como un socio fuerte en el mundo si gran parte del bienestar de Europa y de sus ciudadanos depende de decisiones tomadas en el exterior. Por ello el primer eje de nuestros esfuerzos ha sido impulsar la reindustrialización de la Unión y reforzar su resiliencia.
Para que este esfuerzo tenga éxito, necesitamos una visión y una comprensión claras de nuestras vulnerabilidades. Con este objetivo en mente, la Declaración de Granada, adoptada en octubre, establece las directrices y prioridades que formarán parte de la próxima Agenda Estratégica Europea 2024-2029. Esta declaración se basa también en un trabajo de prospectiva que identifica los sectores clave en los que debemos centrar nuestra atención para reducir las vulnerabilidades estratégicas.
Esta declaración fue seguida de resultados a nivel legislativo. Uno de los acuerdos más importantes fue la legislación sobre materias primas críticas. La diversificación es tan importante en el ámbito económico como en el político; son dos líneas claras de actuación. La autonomía estratégica abierta no tiene sentido si no reforzamos los lazos con nuestros socios.
América Latina es la región del mundo más próxima a nuestros valores y más apegada a Europa. Sin embargo, hace 8 años que no se celebra una cumbre entre nuestras dos regiones. Hemos hecho de 2023 el Año de América Latina y el Caribe en Europa organizando una cumbre UE-CELAC con una asistencia récord.
En esta cumbre se lanzó la Agenda Global de Inversiones Gateway, se firmaron acuerdos y memorandos de entendimiento sobre cadenas de valor y energías limpias y, sobre todo, se dio continuidad a la relación acordando la celebración de cumbres cada dos años.
Hace menos de quince días, en Bruselas, junto con el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, y mi colega chileno, firmé el Acuerdo Marco con Chile, tras años de negociaciones. Es la prueba de nuestro compromiso permanente.
Durante nuestra Presidencia, la Cumbre Unión-Estados Unidos contribuyó a reforzar nuestros lazos tras la Cumbre de la OTAN en Madrid, donde aprobamos un nuevo Concepto Estratégico y organizamos la primera Cena Transatlántica, demostrando una renovada unidad, compromiso y cohesión transatlánticos.
También conseguimos desbloquear el acuerdo de Samoa en julio, renovamos nuestras relaciones comerciales con 79 países de África, el Caribe y el Pacífico, y firmamos acuerdos de asociación con Chile y Nueva Zelanda. Estos acuerdos amplían nuestro comercio con estos países y nos ayudan a diversificar nuestras cadenas de suministro.
Hay un ámbito en el que la Unión Europea predica con el ejemplo: el avance de la transición ecológica y la adaptación medioambiental. Esta cuestión verdaderamente existencial ha sido el segundo eje de nuestra Presidencia.
Demostramos nuestro liderazgo en la reciente COP 28 de Dubai, en la que la Unión desempeñó un papel decisivo en la consecución de un acuerdo pionero para abandonar los combustibles fósiles.
Reformar el diseño del mercado eléctrico, reducir nuestras dependencias, promover las renovables y hacer más estable nuestro sistema es una necesidad evidente. A pesar de los diferentes puntos de partida, la Presidencia española llegó a un acuerdo con el Parlamento Europeo el 14 de diciembre.
También hemos llegado a un planteamiento general sobre el reglamento para una industria «neta cero», que promueve la fabricación de tecnologías limpias en Europa, combinando competitividad y transición ecológica.
Los diversos acuerdos alcanzados con el Parlamento Europeo incluyen, por ejemplo, la Directiva de Diligencia Debida, el Reglamento de Restauración de la Naturaleza y la Directiva de Emisiones Industriales.
Ya he mencionado lo crucial que es conservar el apoyo de nuestros conciudadanos. Ahora más que nunca. Tras una década de crisis sucesivas, necesitamos promover una Europa más integradora y garantizar que todos los europeos puedan prosperar, vivir con dignidad y hacer realidad sus sueños de progreso social. Esta es la piedra angular de nuestro contrato social. No hay imperativo moral más importante para nuestros gobiernos.
Por eso el tercer eje, la promoción de una mayor justicia social y económica, es una prioridad que ha formado parte del ADN de todas las presidencias españolas.
La Presidencia española ha aprobado medidas que reforzarán los derechos de los consumidores y mejorarán las condiciones laborales de millones de trabajadores. Por ejemplo, la semana pasada alcanzamos un acuerdo sobre las condiciones de los trabajadores de plataformas.
Nos hemos centrado en proteger a los grupos vulnerables. Uno de ellos reviste especial importancia: la tarjeta europea de discapacidad, para la que hemos alcanzado un acuerdo preliminar. Beneficiará a más de 84 millones de europeos, haciendo tangibles sus ventajas. Es la mejor representación del lema de la Presidencia española «Europa, más cerca».
También hemos avanzado en el refuerzo de la acción europea en materia de asistencia y salud mental desde distintas perspectivas, como la precariedad laboral y la juventud europea.
Por último, la cuarta prioridad de la Presidencia ha sido reforzar la unidad europea. Para una política formada por pueblos y naciones de diferentes orígenes, regiones e historias, la diversidad y la pluralidad son una de nuestras mayores fortalezas, que debemos proteger siempre. En España lo sabemos mejor que nadie.
Pero, naturalmente, también hace que mantener la unidad sea uno de sus principales retos, que sólo puede afrontarse construyendo una visión estratégica compartida de las amenazas a las que nos enfrentamos y del camino que seguimos en el mundo. Ante las crecientes tensiones geopolíticas, ello ha sido uno de los principales objetivos de la Presidencia. Debemos seguir desarrollando herramientas que nos permitan hacer frente, juntos, a los grandes retos de nuestro tiempo. La Declaración de Granada fue un gran paso en la dirección correcta.
La Unión Europea lidia con muchos desacuerdos. Pero cuando llega un momento crítico, podemos mostrar una unidad sorprendente, sin precedentes. Lo hicimos en nuestra respuesta a la crisis de Covid, con la creación de los fondos de recuperación y la compra conjunta de vacunas.
Volvimos a demostrarlo con el conjunto de sanciones sin precedentes impuestas a Rusia tras su injustificable agresión contra Ucrania.
Nuestro apoyo político se expresó en la reunión de ministros de Asuntos Exteriores en Toledo y en la reunión de la Comunidad Política Europea. Este apoyo adoptó la forma de contribuciones humanitarias, financieras y militares en el marco del Fondo Europeo para la Paz.
Todos sabemos lo divisiva que puede ser la cuestión de la migración. Durante más de una década, hemos escuchado llamamientos a favor de una respuesta europea a este fenómeno. Tras muchos años de negociaciones, hemos llegado a un acuerdo sobre las cuestiones pendientes del Pacto sobre Migración y Asilo, que se está negociando actualmente con el Parlamento Europeo. Por fin está al alcance de la mano una respuesta europea.
Quisiera destacar dos expedientes importantes que nos esforzamos por concluir lo antes posible y en los que se ha avanzado mucho para alcanzar un acuerdo unánime: la revisión del marco financiero plurianual, sobre la que 26 Estados miembros alcanzaron un acuerdo la semana pasada sobre la base de la propuesta de la Presidencia española; y la reforma de las normas fiscales, sobre la que se espera un acuerdo en breve. Todo ello nos permitirá actualizar y mejorar nuestra gobernanza económica y nuestra respuesta macroeconómica.
Quiero referirme ahora al proceso de ampliación, porque la Presidencia española ha llegado en un momento decisivo. Nuestra Presidencia ha servido de plataforma positiva y útil para avanzar en los procesos de adhesión de varios países que desean incorporarse a nuestra Unión.
En la Declaración de Granada se confirmó que la ampliación es una inversión geoestratégica en paz, seguridad, estabilidad y prosperidad, así como «un motor para la mejora de las condiciones económicas y sociales de los ciudadanos europeos».
Estamos muy orgullosos de que la semana pasada, bajo nuestra Presidencia, el Consejo Europeo decidiera entablar negociaciones con Ucrania y Moldavia, y reconocer la condición de candidato de Georgia, sujeta a determinadas condiciones.
Estas decisiones proporcionan un inestimable apoyo político y moral a estos países, que se enfrentan a una situación extremadamente difícil, en particular Ucrania, y confirman el compromiso de la Unión con la ampliación.
En resumen, la Unión ha recorrido un largo camino para convertirse en un actor más asertivo y eficaz en el escenario mundial.
Como decía al principio, nos hemos despertado en un nuevo contexto de mayor competencia geopolítica y geoeconómica entre las grandes potencias. Está surgiendo un orden mundial más multipolar con actores internacionales más seguros de sí mismos. Y el revisionismo está contribuyendo a la erosión del orden internacional que ha regido el mundo durante treinta años.
La Unión ha demostrado que puede estar a la altura del desafío, hablar diplomáticamente y actuar geopolíticamente, sin comprometer sus valores y principios fundamentales. Lo hemos demostrado imponiendo sanciones sin precedentes a Rusia y dando el paso verdaderamente histórico de abrir negociaciones de adhesión con Ucrania.
Los retos mundiales, como el cambio climático, la salud mundial, las cuestiones digitales y la migración, sólo pueden abordarse con un enfoque multilateral. Si queremos desempeñar un papel central en la preservación del multilateralismo, debemos participar activamente en estas cuestiones, asegurándonos de proteger a Europa al tiempo que proyectamos una agenda positiva en el escenario mundial.
Sólo entonces podremos marcar la diferencia.
El mundo se encuentra en un momento decisivo en el que el valor añadido de Europa, la democracia y la libertad es más importante que nunca.
Durante los últimos seis meses de nuestra Presidencia, la Unión Europea ha contado con el liderazgo y el compromiso de España para avanzar y fortalecer el proyecto europeo. Todos nuestros esfuerzos han partido de esta convicción: Europa es el único futuro que puede garantizar la prosperidad y el bienestar de todos los europeos; Europa puede y debe convertirse en una gran fuerza de cambio en el mundo.
Durante nuestra Presidencia, hemos trabajado para que la Unión Europea sea más capaz de responder a las necesidades de nuestros ciudadanos y de hacer frente a los retos que nos aguardan, porque los tiempos son inciertos. Estoy convencido de que lo que hagamos en los próximos años, cómo resolvamos las múltiples crisis que se están desarrollando en el mundo, cómo encontremos la manera de responder a las preocupaciones de nuestros ciudadanos aquí en Europa, será decisivo no sólo para nosotros, sino también para el mundo. Si reforzamos nuestra unidad y encontramos las herramientas adecuadas, Europa contribuirá a aportar la tan necesaria estabilidad a su vecindad y al orden internacional.
Desafíos de esta magnitud requieren un pensamiento estratégico y una reflexión profunda. Esto es lo que ha aportado el Grand Continent desde su creación hace unos años, y lo que sigue haciendo con la celebración de esta Cumbre. Estoy convencido de que los debates que tendrán lugar aquí en los próximos días serán esenciales para el futuro de toda Europa.