A escala europea, la tendencia subyacente es la secularización, es decir, el aumento del número de personas que se definen como «sin religión». En Francia, adonde llegó el Papa Francisco el viernes, la proporción de personas que se declaran «sin religión» alcanzó el 44% en 2022.

  • Esta tendencia está correlacionada con una renovación generacional, que también se observa en Polonia: como señala Vincent Tiberj, «cuanto más joven es la generación, menos personas hay que se declaren adscritas a una religión».

Existen grandes variaciones entre países en cuanto al nivel de práctica religiosa. En 2018, un índice comparativo agregado a partir de varias métricas realizado por el Pew Research Center situó a Rumanía a la cabeza de la lista de países con mayor observancia religiosa.

  • A nivel nacional, estas diferencias se reflejan en una disparidad significativa en las relaciones entre el Estado y las religiones. Sin embargo, como señala el profesor Gerhard Robbers, «a pesar de las diferencias históricas, existe hoy en Europa un enfoque común respecto a las comunidades religiosas que puede resumirse como un sistema de cooperación entre el Estado y las comunidades religiosas».

En toda la Unión Europea, el gasto al puesto definido por Eurostat como «Servicios religiosos y comunitarios» -una subcategoría de la categoría presupuestaria que incluye el gasto en ocio y cultura- representa sólo el 0,1% del presupuesto nacional de los Estados miembros.

  • Hungría es el país que más gasta en religión en proporción a su presupuesto.