1 – ¿Es, realmente, la primera vez que el Papa Francisco visita Francia?

Aunque la visita a Marsella se presenta como una primicia, Francisco ya ha pisado suelo francés como Papa: acudió a Estrasburgo, el 25 de noviembre de 2014, para pronunciar un discurso ante el Parlamento Europeo, seguido de una alocución ante el Consejo de Europa. En realidad, este viaje exprés, el más corto en el extranjero jamás realizado por un Papa (Francisco, que llegó a Estrasburgo a las 10h, se marchó en la tarde, a las 13h501), estuvo dedicado íntegramente a las instituciones europeas y no dio lugar a ningún encuentro con funcionarios franceses, ni siquiera a ningún contacto con el público de Estrasburgo; es más, no estuvo marcado por ninguna ceremonia religiosa. El resultado fue una cierta frustración entre los católicos de Estrasburgo, que se sintieron excluidos, sobre todo, si se toma en cuenta que la diócesis de Estrasburgo celebraría, al año siguiente, el milenario de su emblemática catedral de Notre-Dame, sin duda, el monumento más conocido de Alsacia. Monseñor Grallet, entonces arzobispo de Estrasburgo2, le había pedido al Papa que viniera a celebrar la misa inaugural de las festividades, pero esta invitación no fue atendida. En aquel momento, muchos católicos tuvieron la sensación de haberse perdido algo. Para Francisco, ir a Marsella es, también, una forma de resarcirse de su decepción en Estrasburgo. 

2 – ¿Qué tan bien conoce Francia el Papa?

El Papa Francisco tiene una relación compleja con Francia. A diferencia de sus predecesores Benedicto XVI, Juan Pablo II y Pablo VI, no es muy buen francófono ni un gran francófilo. Será interesante ver en qué lengua elige expresarse Francisco durante su visita, considerando que, en sus viajes al extranjero, a menudo, ha preferido el italiano (y, ocasionalmente, el español), ya que, así, se siente más a gusto. Durante sus años de formación, viajó a España y, luego, a Alemania para comenzar una tesis doctoral, en lugar de a Francia. Como latinoamericano, el Papa Francisco ha experimentado una cierta distancia cultural entre su continente natal y las viejas naciones europeas. 

A diferencia de sus predecesores Benedicto XVI, Juan Pablo II y Pablo VI, no es muy buen francófono ni un gran francófilo.

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Sin embargo, también, se debe al perdurable prestigio de la cultura francesa en el mundo latinoamericano el hecho de que Jorge Mario Bergoglio haya podido familiarizarse, desde muy joven, con algunos de sus aspectos, en particular, su literatura y su filosofía: este jesuita es un gran admirador de Blaise Pascal, a quien, recientemente, le dedicó una Carta apostólica (Sublimitas et miseria hominis3). También, influyó mucho en el Papa Francisco su lectura de un escritor católico, hoy, un tanto olvidado, Joseph Malègue (1876-1940), autor de la novela de iniciación espiritual Augustin ou le maître est là; el pontífice se refiere a él con frecuencia y toma prestada la expresión «clases medias de santidad» para designar el fervor oculto de los cristianos ordinarios. 

3 – ¿Francia es un destino estratégico para el Vaticano?

Aunque Francisco no tiene ninguna rencilla conocida con Francia ni ninguna animadversión personal hacia ella, es innegable que Francia no es una de sus preocupaciones prioritarias. En varias ocasiones, ha rechazado invitaciones para visitar Francia por parte de la Conferencia Episcopal Francesa o del propio Emmanuel Macron. Esto se debe a que la atención diplomática de Francisco se centra, decididamente, en las «periferias», es decir, países donde el catolicismo suele ser muy minoritario, países que, tradicionalmente, tienen poco peso en la diplomacia de la Santa Sede y que parecen actores de segunda fila en la escena internacional. Al privilegiar estos destinos, el Papa pretende mostrar su preocupación pastoral por los católicos, a menudo, marginados y duramente golpeados por las guerras y reforzar su diálogo con las autoridades y las demás comunidades religiosas. Por ejemplo, ha visitado Birmania, Bangladesh, Sudán del Sur, Kazajstán, Irak y, más recientemente, Mongolia (donde vive una de las comunidades católicas más pequeñas del mundo). En la propia Europa, aunque el Papa ya ha visitado las periferias del mundo católico, como los Estados bálticos4, los Balcanes5 y Suecia, aún no ha visitado países tan importantes como Alemania, el Reino Unido y España6 -o Ucrania7-. 

Por ello, el Papa Francisco ha descuidado deliberadamente las naciones de la «vieja cristiandad», incluida Francia, que, durante mucho tiempo, fue considerada la «hija mayor de la Iglesia»8, aunque sea uno de los países europeos más secularizados ahora. Paradójicamente, como Francia aún es considerada un gran país de tradición católica, el Papa Francisco ha podido marginarla un poco en su disruptiva estrategia diplomática. 

4 – ¿Cuál es la relación del Papa con los obispos de Francia?

Una vez más, estas relaciones son complejas, aunque no tan tensas como la relación entre Francisco y la gran mayoría del episcopado en Estados Unidos9. Inicialmente, parece que el Papa Francisco se había interesado muy poco por los nombramientos episcopales en Francia y que había dejado esta tarea en manos de su nuncio en París, Luigi Ventura (que dimitió, en 2019, tras las acusaciones de agresiones sexuales a hombres adultos): por eso, los perfiles de los nuevos obispos siguieron siendo muy similares a los nombrados bajo Benedicto XVI. Esto provocó cierta tensión en los sectores progresistas y antisistema de la Iglesia católica, que consideraban que el «efecto Francisco» tardaba en hacerse sentir en Francia10. La situación cambió un poco tras el acceso de Celestino Migliore a la nunciatura, en 2020, con nombramientos y ascensos de hombres de tendencia, más claramente, bergogliana.  

Paradójicamente, como Francia aún es considerada un gran país de tradición católica, el Papa Francisco ha podido marginarla un poco en su disruptiva estrategia diplomática. 

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Al mismo tiempo, el episcopado francés se ha visto confrontado a crisis tan fuertes como recurrentes, debido a los escándalos de abusos sexuales y de pederastia en la Iglesia, que han revelado las profundísimas fallas de la gobernanza episcopal. Para esclarecer estos hechos, la Conferencia Episcopal Francesa, presidida por el arzobispo de Reims, monseñor Moulins-Beaufort, le encargó un informe sobre los abusos sexuales a una comisión ad hoc independiente, la Ciase, dirigida por Jean-Marc Sauvé. Las conclusiones de este informe, reveladas en octubre de 2021, fueron demoledoras por la amplitud y, al parecer, el carácter sistemático de los abusos ventilados y fueron respaldadas colectivamente por los obispos de Francia, que le confiaron a otra comisión la tarea de evaluar las reparaciones que debían efectuarse. Sin embargo, todo indica que el informe de Sauvé fue recibido con mucha más reserva por la Santa Sede: la metodología del informe fue duramente criticada en Roma y el encuentro previsto entre Jean-Marc Sauvé y el Papa fue, finalmente, aplazado sine die. La curia vaticana podría pensar que los obispos franceses cometieron la imprudencia de adoptar las conclusiones de la Ciase con demasiada rapidez. 

El Papa va, así, al encuentro de las necesidades de una Iglesia en Francia permanentemente traumatizada por los repetidos escándalos de abusos sexuales, que ya no perdonan al propio cuerpo episcopal: durante mucho tiempo, incriminados por su silencio, algunos obispos en ejercicio o eméritos lo están ahora, también, por sus acciones personales, lo que ha minado radicalmente la confianza de los fieles. En este contexto, la gestión episcopal de Francisco se ha hecho más presente, pero, también, más autoritaria: en los últimos tres años, se han multiplicado las dimisiones o «retrogradaciones» de obispos con carreras, antaño, mucho más lineales, signo de una mayor vigilancia de la Santa Sede y de los católicos franceses sobre sus pastores. 

El Papa Francisco saluda a los obispos al final de su audiencia semanal en la Plaza de San Pedro, Ciudad del Vaticano, miércoles 20 de septiembre de 2023. © Alessandra Tarantino/AP/SIPA

5 – ¿Cuál es su relación con Emmanuel Macron?

El Papa Francisco y Emmanuel Macron disfrutan de una relación cordial, que, incluso, puede llegar a cierta cercanía. Desde su elección, el presidente francés se ha reunido tres veces con el pontífice en el Vaticano (en 2018, 2021 y 2022), además de que han tenido varias conversaciones telefónicas; la relativamente larga duración de sus conversaciones cara a cara es un indicio de la consideración que la Santa Sede le concede a Emmanuel Macron. En muchos temas, como la transición energética o las respuestas que deben darse ante la crisis migratoria a escala europea, los dos jefes de Estado demostraron una convergencia real de puntos de vista, aunque divergieran en otros aspectos relacionados con la bioética, como la ley sobre el final de la vida, cuya examinación se aplazó para no interferir con la visita de Francisco. Es probable que la diplomacia vaticana vea, en la política de Macron, un baluarte contra la llegada al poder de movimientos populistas, cuyos desacuerdos con las grandes políticas del Papa Bergoglio son bien conocidos. La exhibición de esta cercanía también le permite a Francisco dejar atrás la desafortunada reacción ante su comentario durante el entreacto de las elecciones presidenciales de 2017, cuando afirmó, lacónicamente, que, mientras Marine Le Pen era de la «derecha fuerte», «la otra, [él] no la conoce[ía]», lo que pudo sonar como señal de desconfianza.  

En los últimos tres años, se han multiplicado las dimisiones o «retrogradaciones» de obispos con carreras, antaño, mucho más lineales, signo de una mayor vigilancia de la Santa Sede y de los católicos franceses sobre sus pastores. 

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En varias ocasiones, Emmanuel Macron ha hecho gala de esta cercanía mediante el uso inusual de tutearse con el Papa e, incluso, mediante gestos amistosos un poco sorprendentes (abrazos, etcétera), que, sin duda, se utilizan con otros jefes de Estado, pero que hacen alusión a las grandes muestras de amistad de Nicolas Sarkozy cuando le dio una palmada a Benedicto XVI en el hombro, durante su visita a la Santa Sede, en 2007, lo que tuvo resultó muy incómodo. Emmanuel Macron no se queda atrás a la hora de enviar señales al electorado católico, al que ha querido tranquilizar, aunque no se lo ha ganado unánimemente: su discurso de 2018, en el Colegio de los Bernardinos, en el que dijo que quería «reparar» el vínculo con las comunidades religiosas, fue muy bien recibido por la Iglesia en Francia. 

6 – ¿La asistencia de Emmanuel Macron a la misa papal contraviene el principio de laicidad?

En cuanto se supo que Emmanuel Macron asistiría a la misa que el papa Francisco celebraría en el Velódromo, estalló la polémica: ¿puede un presidente de la República Francesa asistir a un acto religioso sin contravenir el principio de laicidad? En derecho, nada lo impide: el artículo 1 de la ley de 1905 consagra la libertad de conciencia y de culto, sin excluir a los funcionarios públicos y, por supuesto, sin contravenir el artículo 2, que establece que la República no reconoce ninguna religión. La cuestión se refiere más bien al carácter oficial de la asistencia del Presidente a un oficio religioso. Sin embargo, no se trata ni mucho menos de un acontecimiento nuevo: la mayoría de los presidentes franceses, incluso los no practicantes, han tenido funerales religiosos a los que han asistido sus sucesores en el cargo, desde el de Sadi Carnot en Notre-Dame en 1894 hasta el de Jacques Chirac en Saint-Sulpice en 201911.

Se ha establecido una tradición republicana, escrupulosamente respetada por el devoto católico Charles de Gaulle: cuando asiste a un oficio religioso en calidad oficial, el Presidente se abstiene de cualquier signo visible de participación en el culto (comunión, arrodillarse, responder al oficiante, cantar, signos de la cruz, etc.). Esta actitud fue seguida en particular por François Mitterrand y Jacques Chirac. Tuvimos un buen ejemplo de ello en la ceremonia fúnebre del cantante Johnny Hallyday en la Madeleine, en diciembre de 2017: mientras que durante la ceremonia de absolución se invita a todos los fieles a rociar el féretro con agua bendita haciendo la señal de la cruz con un cuenco en forma de cruz, Emmanuel Macron se niega a realizar este gesto propiamente religioso y se limita a inclinarse ante el ataúd en actitud neutra. Fue esta última actitud la que el actual Presidente pareció querer adoptar en Marsella cuando dijo: «No iré como católico, iré como Presidente de la República […]. Yo mismo no practicaré ninguna religión durante esta misa». 

7 – ¿Ha asistido algún presidente francés a una misa celebrada por el Papa?

Presidentes de la República ya han asistido a misas celebradas por el Papa: fue el caso, en particular, de Valéry Giscard d’Estaing durante la visita de Juan Pablo II a Francia en 1980, que suscitó protestas en algunos círculos laicos militantes12. En 1996, la visita de Juan Pablo II a Reims con motivo del decimoquinto centenario del bautismo de Clodoveo desencadenó otra polémica, debido al simbolismo monárquico que podía adquirir este aniversario, hasta el punto de desencadenar una contramanifestación «republicana» en Valmy, y Jacques Chirac no estuvo presente en la catedral de Reims (ni, al año siguiente, en la misa mayor de la Jornada Mundial de la Juventud en París). Más tarde, al igual que otros 89 jefes de Estado, el Presidente Chirac viajó a Roma en 2005 para asistir a los funerales de Juan Pablo II. Por último, durante la visita de Benedicto XVI a París en 2008, fue el Primer Ministro François Fillon quien, junto con otros miembros del Gobierno, asistió a la misa del Papa en los Campos de Marte, mientras que Nicolas Sarkozy había sido el encargado de dar la bienvenida oficial al pontífice el día anterior.

Se ha establecido una tradición republicana, escrupulosamente respetada por Charles de Gaulle, ferviente católico: cuando asiste a un oficio religioso en calidad oficial, el Presidente se abstiene de cualquier signo visible de participación en el culto (comunión, arrodillarse, responder al oficiante, cantar, firmar la cruz, etc.). 

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La controversia actual parece exacerbada por la confusión entre «asistencia» y «participación» en el culto, causada por una falta de comprensión más generalizada del significado y el proceso de una misa católica. Esto se reflejó en una cierta vacilación en el vocabulario utilizado tanto por los periodistas como por el Elíseo, que inicialmente se refirieron a su «participación» en un «acto popular y festivo», expresiones cuando menos incómodas. Algunos opositores al Presidente parecieron pensar que la misa en el Velódromo sería un momento oportuno para «silbarle» (el Presidente Macron ya fue silbado en el Stade de France durante la inauguración de la Copa del Mundo de Rugby): al hacerlo, podrían exponerse a un delito de obstrucción al culto religioso, penado por la ley. 

8 – ¿Qué significa el título de «Canónigo de Letrán» que lleva el Presidente francés?

Entre los títulos protocolarios que llevan los jefes de Estado franceses, uno destaca por su aspecto clerical: el de «canónigo de honor de Letrán», siendo San Juan de Letrán la catedral del Papa en Roma. Este título es vestigio de una dignidad honorífica conferida por el Papa a los reyes de Francia desde 1604. Como señala el historiador Benoît Schmitz, originalmente era un signo de reconciliación entre el rey Enrique IV, cuya conversión al catolicismo había puesto fin a las Guerras de Religión, y el papado de Clemente VIII13. Estos honores litúrgicos (la misión de un capítulo de canónigos es llevar la oración pública de la Iglesia) eran, entre otras cosas, una manifestación del vínculo entre la Santa Sede y Francia. A pesar de las vicisitudes de la historia, este título, a la altura del de copríncipe de Andorra (el otro copríncipe es el obispo español de Urgel), se ha mantenido para los presidentes franceses como fuente de influencia diplomática y de soft power. Desde René Coty, varios presidentes han tomado simbólicamente posesión de su título en Roma al visitar al Papa: Charles de Gaulle, Valéry Giscard d’Estaing, Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy y Emmanuel Macron. Fue sobre todo la toma de posesión de Nicolas Sarkozy en 2007 la que causó polémica en la prensa francesa, ya que el Presidente había firmado ostensiblemente con su nombre y participado en un «momento de oración» (según el Vaticano), que el comunicado del Elíseo cambió oportunamente por un «momento de recogimiento». François Hollande, alegando laicismo, se negó a aceptar la ceremonia de investidura; Jean-Luc Mélenchon, como candidato presidencial, fue más allá y pidió la abolición de este título, que comparó con el de «sacerdote honorario del Papa», aunque nunca ha implicado una función propiamente clerical.

9 – ¿Por qué Marsella y el Mediterráneo son tan importantes en la visión del Papa?

La razón principal por la que Francisco decidió venir a Marsella fue para participar en la ceremonia de clausura de la 3ª edición de los Encuentros Mediterráneos, que anteriormente se habían celebrado en Italia, en Bari y Florencia, en el Palacio del Faro. Estos encuentros reunirán a 70 obispos y 70 jóvenes de todos los países ribereños del Mediterráneo para debatir cuestiones comunes a la zona mediterránea: en primer lugar, la cuestión de las migraciones, pero también el diálogo interreligioso e intercultural entre las civilizaciones de sus diferentes orillas. La prioridad concedida a la acogida de los migrantes –tema aún más candente por la crisis de Lampedusa– es una de las grandes orientaciones pastorales del pontificado de Jorge Mario Bergoglio. 

El Papa también se centrará en este tema durante otra etapa de su visita, una ceremonia interreligiosa de recuerdo en el Memorial de los marineros y migrantes perdidos en el mar. El Mediterráneo, tradicional «encrucijada de civilizaciones», se ha convertido así, en la visión del Papa, en un «cementerio marino», símbolo macabro de la indiferencia de los Estados hacia su humanidad común: las orillas que deberían unir ahora separan, y matan. El Papa es sin duda consciente de la gran discrepancia entre sus llamamientos a acoger a los migrantes y la creciente tendencia de la opinión pública europea a considerarlos una amenaza

El Mediterráneo, tradicional «encrucijada de civilizaciones», se ha convertido así, en la visión del Papa, en un «cementerio marino», símbolo macabro de la indiferencia de los Estados hacia su humanidad común. 

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En este sentido, el Mediterráneo se ha convertido en un lugar emblemático de las marcas proféticas que pretende dar a su pontificado. Lo mismo puede decirse de Marsella, una especie de microcosmos mediterráneo, un puerto cosmopolita donde se cruzan desde hace tiempo diferentes lealtades y, como tal, un campo de pruebas para el diálogo interreligioso (no es casualidad que el futuro cardenal Aveline fundara allí en 1998 el Institut Catholique de la Méditerranée), sin ocultar ninguno de sus graves problemas sociales (pobreza, tráfico de seres humanos, etc.). A la vez encrucijada intercultural y periferia social, Marsella es precisamente donde la Iglesia católica, según el Papa, debe estar «en salida», al encuentro de la alteridad. Ese es el sentido de lo que dijo a los periodistas el 7 de agosto en el avión de regreso de Lisboa, que tal vez se malinterpretó: «Voy a Marsella, no a Francia». Es la propia metrópoli mediterránea la que le interesa, no una visita oficial de Estado a Francia. François no tenía previsto reunirse con Emmanuel Macron, y fue a petición del presidente francés que cambió su programa para verle. 

10 – ¿Cuál fue el papel del cardenal Aveline, arzobispo de Marsella?

El arzobispo de Marsella, Jean-Marc Aveline (nacido en Argelia en 1958), ha demostrado que tiene el oído del Papa, y como tal es ahora una de las principales figuras del episcopado francés. Su trayectoria revela un profundo apego a la ciudad que es la sede de su diócesis, de la que es originario, y que nunca ha abandonado por mucho tiempo, ya que allí ha ejercido todo su ministerio como sacerdote desde 1984, llegando a ser vicario general (2007) y luego obispo auxiliar (2013). En 2019, el Vaticano le eligió para suceder como arzobispo a monseñor Georges Pontier, una figura moderada y consensual del episcopado francés (expresidente de la Conférence des évêques de France), algo inesperado, ya que los obispos auxiliares que son promovidos suelen ser trasladados para dirigir otra diócesis. Aunque comparte las líneas maestras del programa bergogliano, Mons. Aveline también sabe tranquilizar a los círculos católicos franceses más conservadores gracias a su personalidad equilibrada e intelectual (ha asistido a misas tradicionales celebradas en latín). 

Desde su toma de posesión, se rumoreaba que Monseñor Aveline estaba causando muy buena impresión en Roma gracias a su compromiso con el diálogo interreligioso, una de las prioridades del Papa. Esto se confirmó en agosto de 2022, cuando el Papa Francisco le nombró cardenal. La promoción fue tanto más notable cuanto que Francia, por primera vez en la historia, ya no tenía un cardenal al frente de una diócesis14. Jean-Marc Aveline es ahora una figura importante en el Vaticano. Como demuestra una investigación de La Croix, fue él quien persuadió al Papa Francisco para que viniera a Marsella, y le convenció para que se quedara más tiempo del previsto, para celebrar misa y reunirse con los católicos y el clero de Marsella15. A nivel de la Iglesia universal, el cardenal Aveline es sin duda una de las voces que contarán en vísperas de un cónclave.

Notas al pie
  1. Alexandre Tandin, « Strasbourg, la plus courte visite officielle d’un pape à l’étranger », France Bleu, 18 de noviembre de 2014.
  2. Se jubiló en 2017 y fue sustituido por monseñor Luc Ravel, que se vio obligado a dimitir en mayo de 2023 por problemas de gobernanza. En 2022, monseñor Grallet fue acusado de agresión sexual a una mujer adulta, que admitió.
  3. En una probable ocurrencia, llegó a considerar que Pascal merecía ser canonizado: sin duda, esto debe considerarse como una forma magnánima del primer papa jesuita de zanjar la vieja disputa de su orden con el autor de las Provinciales.
  4. Estonia, Letonia y Lituania, con mayoría de católicos sólo en este último país.
  5. Albania, Bosnia-Herzegovina, Macedonia del Norte, Grecia, Bulgaria y Rumanía.
  6. No obstante, visitó algunos países europeos de tradición católica: aparte del caso especial de Italia, se trataba de Polonia, Irlanda, Portugal, Hungría y Eslovaquia.
  7. Para un análisis crítico de la actitud del Papa Francisco ante la guerra de Ucrania, véase el artículo de Jean-François Bouthors, «François, la Russie et la Chine: un désastre obstiné», Desk Russie, 16 de septiembre de 2023.
  8. Sobre esta expresión, que no es tan antigua como se cree, véase Bernard Barbiche, «Depuis quand la France est-elle la fille aînée de l’Église?», Bulletin de la Société nationale des antiquaires de France, 2008, p. 163-175.
  9. Véase el libro de Nicolas Senèze, Comment l’Amérique veut changer de pape, Paris, éditions Bayard Presse, 2019.
  10. Los divertidos Trombinoscopios de los obispos publicados anualmente por la revista Golias, abiertamente católica, reflejan claramente esta disonancia.
  11. Entre el monárquico católico Mac-Mahon (1873-1879), al principio de la III República, y el moderado René Coty (1953-1958), al final de la IV República, ningún presidente parece haber sido católico practicante habitual; Gaston Doumergue (1924-1931) fue el único jefe de Estado francés de tradición protestante. Sin embargo, el Elíseo siempre ha tenido una capilla, hoy desconsagrada, para celebraciones privadas, utilizada en particular bajo De Gaulle. Emmanuel Macron, que fue bautizado católico a petición propia a los 12 años, se declara actualmente agnóstico.
  12. Cf. la placa «reparadora» de esta visita colocada por la asociación Libre-Pensée en la rue des Fossés-Saint-Jacques de París. En este caso, la práctica de los «librepensadores» está muy próxima al simbolismo católico.
  13. Benoît Schmitz, « Pourquoi le président de la République est chanoine honoraire de Saint-Jean-de-Latran », Le Figaro, 26 de junio de 2018.
  14. En 2017, el cardenal André Vingt-Trois fue sustituido como arzobispo de París por monseñor Michel Aupetit, que no fue creado cardenal y se vio él mismo obligado a dimitir del arzobispado de París en diciembre de 2021 (tras un asunto indecente poco claro y diversas presiones); en 2020, el cardenal Philippe Barbarin, implicado (aunque absuelto en apelación) por no haber denunciado a un sacerdote pederasta, dimitió del arzobispado de Lyon; en 2022, el cardenal Jean-Pierre Ricard, arzobispo emérito de Burdeos, admitió haber agredido sexualmente él mismo a un menor. El efecto acumulativo es abrumador. Además de Aveline, François-Xavier Bustillo, obispo franciscano de Ajaccio, acaba de ser nombrado cardenal.
  15. Loup Besmond de Senneville y Mikael Corre, «François à Marseille, le voyage improbable», La Croix, 21-24 de agosto de 2023.