Para entender el contexto de la Cumbre de París, hay que leer esta pieza de doctrina esencial de Laurence Tubiana y Elliott Fox: «Reparar un mundo roto: un nuevo consenso para las finanzas mundiales«.

¿Cómo se involucraron en la cuestión climática? ¿Cómo las impulsaron su activismo y trayectoria en este mundo? 

Helena Gualinga

Es hasta gracioso porque no me considero una activista. Siempre digo que lo soy, pero, en realidad, para mí y para la gente con la que crecí, todo empezó con la necesidad de proteger nuestros hogares. ¿Cuál es su reacción natural cuando atacan su hogar? Para nosotras, es la resistencia. 

Resistirnos fue la forma en la que pudimos echar a las petroleras de mi comunidad. La gente lo describe como activismo, pero, para nosotras, es un acto de supervivencia para nuestras comunidades y nuestras culturas.

La generación de mi madre fue increíblemente fuerte, una generación que luchó por el reconocimiento de nuestros derechos a las tierras. Sin ellas, hoy, no tendríamos tierra. 

La generación de mi madre fue increíblemente fuerte, una generación que luchó por el reconocimiento de nuestros derechos a las tierras.

helena gualingua

Creo que la próxima generación –la nuestra– se da cuenta de que aún tenemos muchos retos que afrontar en torno a los mismos temas: nos implicamos trabajando en nuestra comunidad. En cierto modo, seguimos los pasos de los compromisos del pasado. Todo el mundo contribuye. Por ejemplo, cuando alguien construye una casa, ayudamos recogiendo los materiales necesarios. Lo mismo ocurre con el trabajo que hacemos para proteger a nuestras comunidades. 

En 2002, cuando nací, surgieron problemas en mi comunidad de Ecuador. Una empresa petrolera intentó, sin nuestro consentimiento, explotar tierras allí, lo que provocó años de conflicto. Cuando era joven, fui testigo de persecuciones, violencia, intimidaciones y ataques contra mi familia y otros miembros de la comunidad. 

Estábamos seguros de que su plan no tendría éxito, pero, cuando nos dimos cuenta de que no bastaba con poner nuestros cuerpos en primera línea para impedir que los militares entraran en nuestras casas, decidimos llevar el caso ante los tribunales y tocar todas las puertas del país. Cuando el caso no fue aceptado por los tribunales provinciales ni nacionales, se llevó ante un Tribunal Internacional de Derechos Humanos.

Ahí, mi comunidad pudo demostrar que había habido claras violaciones de derechos humanos y ganamos el caso. En términos de jurisprudencia, esto creó un precedente increíble, una especie de sentencia internacional, ya que la decisión fue de importancia no sólo para Ecuador, sino para toda América Latina en cuanto a los derechos de las poblaciones indígenas. Gracias a este juicio, se consiguieron, posteriormente, muchas victorias en América Latina.

Más allá de la importancia de esta decisión, también, subraya que nada es imposible. Este caso en mi comunidad ocurrió hace 20 años. En aquella época, la gente ni siquiera sabía que existían pueblos indígenas en la Amazonia. No sabían lo que estaba ocurriendo en mi comunidad. Frente a esta realidad, esta pequeña comunidad, de unos pocos miles de personas, fue capaz de vencer a los mayores poderes del país, el gobierno y el ejército: los llevó ante los tribunales y ganó.

Si fuimos capaces de hacerlo, eso demuestra que nada es imposible. 

Mitzi Jonelle Tan

Vengo de un país del sudeste asiático, Filipinas. Vi el archipiélago inundado y devastado por las tormentas, pero no sabíamos que se trataba del cambio climático. Nos lo enseñaban en la escuela, pero de una forma técnica, alienante y distante, como si no nos preocupara. 

Hasta 2017, pude saber más sobre los derechos a las tierras y sus defensores, sobre cómo eran acosados y asesinados por proteger sus hogares. Me respondieron que no tenían elección, que estaban defendiendo sus hogares. Entonces, en ese momento, tomé la decisión consciente de convertirme en activista, de unirme a la lucha de nuestras mujeres activistas de primera línea.

Ahora, le estamos diciendo al mundo que éste es nuestro hogar: no tenemos más remedio que protegerlo. Necesitamos que todos se unan a esta lucha si queremos ver un mundo mejor.

Ineza Grace

Me dicen activista porque siempre he querido entender cómo participan las mujeres y las niñas en las decisiones prácticas de mi comunidad. 

Quería ser piloto de grande, hasta que vi, en televisión, que mujeres y niños de una región de mi país, Ruanda, se veían obligados a desplazarse a causa de las inundaciones. Eso me marcó de por vida. Me pregunté: «¿Por qué obligan a estas mujeres y niñas a desplazarse dentro de nuestro país? Las noticias de la televisión, simplemente, presentaban la situación como el resultado de un peligro natural. 

Así que decidí estudiar ingeniería y aprender a cambiar las cosas. Aprendí que mi país y mi comunidad estaban expuestos a todos los efectos negativos del cambio climático. Me di cuenta de que nuestras voces y nuestros países no estaban plenamente representados en los principales órganos de decisión. Entonces, me propuse contribuir a la solución. En aquel momento, no me veía como una activista. Quería centrarme en las relaciones con el gobierno, lo que es posible en mi país porque nuestro gobierno escucha a las activistas por los derechos de las mujeres.

Sin embargo, cuando participé en foros internacionales, me di cuenta de la gran distancia que existía entre las voces de los jóvenes y de las mujeres y las de los grupos más privilegiados. Ese momento fue cuando me autodenominé ecofeminista. Lo hice por dos razones. En primer lugar, cada vez que estoy presente, la gente recuerda que vivimos en una época en la que estamos obligados a lograr la sustentabilidad de los ecosistemas porque sabemos qué daño le hemos hecho a nuestro planeta y qué medidas debemos tomar.

En segundo lugar, la palabra feminista de que todos y cada uno de nosotros podemos ser líderes dentro de nuestra comunidad, las mujeres, en particular, porque ellas son quienes sufren gran parte de los efectos del cambio climático y no participan en el proceso de toma de decisiones a escala internacional. Sin embargo, ellas son las que están a la vanguardia del cambio mediante la adopción de medidas concretas. Sus voces deben ser escuchadas.

Greta Thunberg 

Mi experiencia personal ha influido en mi compromiso. A lo largo de mi vida, he estado muy bien protegida de todas las consecuencias de la crisis climática. No he tenido que luchar por mi supervivencia. En la parte del mundo de la que vengo, no era, en absoluto, evidente que la emergencia climática se estaba intensificando. Tuve que investigar por mi cuenta y escuchar a las personas que se han visto afectadas por esta crisis para entender lo que estaba en juego. 

El activismo no era algo natural en mí, pero había tantas cosas mal que sentí que era mi deber averiguar más. Leí más sobre el problema climático y me quedé horrorizada. En ese punto, me dije que había que hacer algo, que todo el mundo tenía que hacer algo. Al principio, no sabía qué iba a hacer. Intenté hacer cosas hasta que encontrara algo que me conviniera.

En realidad, no tenemos elección. La crisis climática no es algo que vaya a desvanecerse ni que vaya a perder relevancia. A todos nos afecta, a unos más que a otros, pero todos tenemos el deber de expresarnos al respecto y, puesto que yo tengo el privilegio de expresarme y de actuar, eso también significa que tengo una responsabilidad.

A veces, la gente se muestra muy reticente y escéptica sobre el impacto de su participación. Pueden sentirse abrumados por la magnitud del asunto, lo que los lleva a una cierta forma de parálisis. ¿Se han sentido así alguna vez?

Mitzi Jonelle Tan

Esta ansiedad se apoderó de mí poco a poco: fue una lenta toma de consciencia y aceptación del trauma por el que había pasado mi comunidad. En Filipinas, tenemos una versión romántica de la resiliencia individual: nuestro gobierno nos aplaude por cada movilización colectiva y la califica de verdadero ejemplo de «resiliencia filipina». Aplauden la forma en la que nos ayudamos unos a otros, pero el propio gobierno no hace nada.

Poco a poco, fuimos perdiendo la sensibilidad ante los traumas que habíamos vivido, pero, cuando empecé a aprender más sobre la crisis climática, los recuerdos me invadieron. Me di cuenta de que había crecido con miedo a la catástrofe. Todo empezó a tener sentido.

Para describir cómo me siento, suelo utilizar el ejemplo de tener a un extraño en casa, cuyo comportamiento es perfectamente errático: a veces, se limita a mirar; a veces, lo destroza todo. Ante él, me siento paralizada, como si fuera algo con lo que tuviera que vivir. 

Además, esta ansiedad ya no se debe sólo a los fenómenos meteorológicos extremos. También, se debe a la inacción generalizada y, lo que es peor, a saber que hay gente ahí fuera que intenta impedir cualquier acción por el clima. ¿Qué puedo hacer para no dejar que me consuma ni que repercuta en mi trabajo ni en mi vida cotidiana? Depende del día. Muchas veces, he visto a activistas que quieren seguir diciéndose a sí mismos que no tienen derecho a estar preocupados. Es una traición a lo que sentimos, aunque esos sentimientos sean válidos, por lo que está pasando a nuestro alrededor. 

Por eso, es tan importante encontrar una comunidad cuando se está en este tipo de batallas. Creo que ya lo hicimos y que hemos construido una maravillosa en todo el mundo, donde tienes gente que te apoya, que te abraza, que te cuestiona, gente que llora, que se ríe y que baila contigo. Este acto de gritar y protestar juntos ayuda mucho. Alivia parte de la ansiedad. 

También, te ayuda a ver que desahogarte no es tanto una respuesta al miedo, a la ira y a la tristeza, que son muy importantes, sino que todo ese miedo, tristeza e ira tienen sus raíces en el amor, en la comunidad y en la vida.

Ineza Grace

Mi ansiedad proviene, principalmente, de lo que sé. Por un lado, vengo de un país cuyo desarrollo económico se basa, en teoría, en las energías renovables y que vela por que la población se adapte al cambio climático. Sin embargo, cuando veo a nivel internacional, me doy cuenta de que este mismo país no dispone de los recursos financieros necesarios para aplicar esta política, por lo que no todas las medidas se ejecutan como se debería sobre el terreno.

Hay momentos en los que el panorama que tengo ante mis ojos es aterrador, pero, al final, puedo confiar en mi sentido de la esperanza y mi sentido de la fuerza. Cuando veo una coalición mundial de jóvenes que adoptan cada acción en la perspectiva de una cierta idea de un futuro deseable y que comprenden que cada uno de nosotros puede emprender acciones concretas para nuestra comunidad, eso me da esperanza. 

Mi ansiedad proviene, principalmente, de lo que sé. 

INEZA GRACE

Y, sin embargo, cuando voy a España, puede que me encuentre con gente que me pregunte: «¿Cómo sabes de lo que hablas? ¿Cómo puedes decir que eres investigadora?». Y, si aporto elementos que forman parte de una consciencia real, lo llamarán conocimiento indígena… Es absurdo. ¿Cómo pueden desacreditar el conocimiento desarrollado por las comunidades que están presentes sobre el terreno, que intentan trazar un mapa de la situación para tratar de entender cómo ser resilientes y tener capacidad de respuesta?  

La gente tiene mucho miedo de actuar, aunque, afortunadamente, sabe que, ahora, todos estamos en el mismo barco: ya no es como si pudiéramos ocultarlo. Nuestra responsabilidad histórica está clara. Y me llena de esperanza ver que los jóvenes y la sociedad en su conjunto se están uniendo, que están tratando de formar una fuerza común para influir en la política y, al mismo tiempo, sensibilizar la opinión pública. 

Greta Thunberg

Lo más difícil es no pensar en los escenarios potencialmente cataclísmicos que nos depara el futuro. Personalmente, lo que más me ha costado –sin duda, porque soy autista– es la disonancia cognitiva: éstas son las personas con las que interactúo a diario, las que dicen que el cambio climático es realmente importante, a las que les importa y las que consideran que mi trabajo es importante; y, por otro lado, estas mismas personas siguen fingiendo que todo está bien.

Se ocupan de sus asuntos cotidianos y vuelven a casa con sus hijos y padres. Se dedican a sus pasatiempos. Y, al día siguiente, vuelven a hacerlo todo. No parece, en ningún momento, que crean que hay que hacer algo diferente. Es como si no hubiera urgencia existencial en ninguna parte. El nivel de consciencia es terriblemente bajo cuando se trata de la crisis climática. 

Creo que lo más preocupante no es sólo que la gente esté sufriendo ni que la situación vaya a empeorar, sino, también, que hayamos permitido e, incluso, fomentado esta situación: el planeta no se está muriendo, fue asesinado. Y sabemos muy bien quién empuña el arma homicida. Creo que eso es lo más difícil de afrontar.

El planeta no está muriendo, fue asesinado. 

GRETA THUNBERG

Ésa es la parte más dolorosa, eso y el hecho de que todo el mundo está esperando a que pase algo: quieren hacer algo, pero no saben cómo; así que no hacen nada. Además, suele tratarse de personas que lo tienen todo, que no tienen que luchar por su supervivencia. Proceden de las empresas que más carbono emiten. En resumen, podrían alzar la voz y hacer algo que marcara la diferencia, pero deciden no hacerlo.

Si tuvieran una sala llena de gente escuchándolas ahora mismo, ¿qué les dirían?

Helena Gualinga

Cada vez que tengo la oportunidad de hablar o de comprometerme públicamente, me hago estas dos preguntas: «¿Qué quieren que diga? ¿Qué puedo decir que no se haya dicho ya?». 

Esto nos lleva a otra pregunta: ¿Qué necesitan nuestros dirigentes de nosotros para empezar a actuar? Creo que lo hemos intentado todo; no lo digo para ser pesimista, sino que es la realidad.  

Creo que esto nos da aún más motivos para encontrar nuevas formas de expresarnos, de actuar y de ser activos a nuestra manera, a través de nuestro propio trabajo.

¿Cuáles son los límites del activismo hoy en día?

Ineza Grace

Creo que volveré a hablar sobre lo que se acaba de decir. No sabemos qué añadir porque ya se dijo todo. La información ya está ahí. Lo que puedo añadir, desde mi punto de vista, es que intentamos presentar ejemplos reales de acciones positivas que deben ampliarse. Cuando lanzamos un llamado a la acción, no queremos que sea una nueva variación de lo que ya existe. 

Y, sin embargo, esto no cambia nada: la gente sigue actuando como si no hubiera pasado nada, a pesar de que comprenden que esto le va a causar muchos problemas a una gran parte de la población mundial. Eligen continuar a sabiendas y priorizar los beneficios. 

Me gustaría que esta cumbre se llamara la cumbre de Mia porque ella es la voz de los países en desarrollo. Ella es la que les pide a todas las estructuras que cambien. Esta voz le servirá a esta generación y a la siguiente porque no queremos que la solución llegue en los próximos tres o dos años. Todo tiene que empezar hoy. La agenda de Mia es muy clara: tenemos que empezar a trabajar y a actuar ya por los más vulnerables.

Dijo que la gente se muestra escéptica a la hora de unirse al movimiento por el clima. En Filipinas, existe la práctica de la etiqueta roja. ¿Podría explicar en qué consiste y cómo limita sus acciones?

Mitzi Jonelle Tan

Filipinas es uno de los países más peligrosos del mundo para los ecologistas y activistas porque nuestro gobierno nos llama terroristas. Cuando hablamos de etiqueta roja, quiere decir que existe una guerra civil entre el Partido Comunista de Filipinas y el gobierno de la República de Filipinas. Para el gobierno filipino, digno heredero de la antigua potencia colonial americana, cualquiera que luche por nuestros derechos –defendiendo nuestra tierra o combatiendo a los comunistas– es comunista. 

Por eso, la semana pasada, mataron a una familia que luchaba por la tierra. Eran pequeños agricultores, con dos hijos, y todos fueron asesinados por los militares.

Así es el activismo. Creen que somos terroristas porque aterrorizamos al statu quo, porque aterrorizamos a la gente en el poder.

Creen que somos terroristas porque aterrorizamos al statu quo, porque aterrorizamos a la gente en el poder.

MITZI JONELLE TAN

Eso es lo que está ocurriendo aquí, en Francia, y en todo el mundo, a medida que los activistas y la gente –no sólo los activistas– empiezan a reconocer la contaminación y la destrucción que han causado las potencias imperialistas. Por dar la voz de alarma, se nos considera una amenaza y se nos llama terroristas. 

Mi respuesta es sencilla: tenemos que seguir adelante. Cuantos más seamos, más seguros estaremos. No pueden llamarle terrorista a todo el mundo. Así que pongámosela difícil. Pongámosela tan difícil que no tengan más remedio que cambiar.

Helena Gualinga

Quisiera terminar con una nota esperanzadora y hablar de algo que está ocurriendo en mi país. Mañana, en Perú, se negocia un proyecto de ley muy peligroso que pretende anular los derechos reconocidos a los pueblos indígenas. Esto abrirá enormes oportunidades para las compañías petroleras.  

Por eso, es muy importante hablar de ello. El 20 de agosto, Ecuador celebra un referéndum para preguntarle a la población si se debe dejar el petróleo bajo tierra en el parque nacional. Es la primera vez en la historia que la gente tiene el poder de votar sobre un proyecto de combustibles fósiles. Demuestra que es posible devolverle el poder a la gente y esto es exactamente de lo que hemos estado hablando y lo que hemos estado defendiendo durante tantos años. Lo que queremos no es que la gente tome decisiones a puerta cerrada. Queremos que el pueblo tome las decisiones.

Esto se ha hecho en muy poco tiempo y en un momento muy inestable políticamente en Ecuador, pero, si este proyecto tiene éxito, establecerá un precedente mundial para la protección de la naturaleza, de la selva amazónica y de los pueblos indígenas que viven en esta región.

No se trata de un lugar cualquiera de la Amazonia; de hecho, es el lugar considerado más rico en biodiversidad no sólo de Ecuador ni de la Amazonia, sino de todo el planeta. Así que es crucial que la comunidad internacional se implique en esto porque sentará un precedente que puede reproducirse en otros lugares. Tenemos que animar a todos los ecuatorianos a proteger los tesoros que tenemos en nuestro país.  

Créditos
El Grand Continent publica esta conversación excepcional con Debatable, que la organizó en el Théâtre du Châtelet en París.