El contexto geopolítico y regional ha cambiado considerablemente más de un año después de la suspensión formal del proceso de negociación entre el gobierno de Venezuela y la Plataforma Unitaria de la oposición. El esquema, que cuenta con la facilitación del Reino de Noruega, y es bien visto por el gobierno estadounidense y la Unión Europea, se reanudará el próximo sábado 26 de noviembre.
Es el espacio donde es más factible que puedan darse acuerdos trascendentales que acerquen a Venezuela a una resolución de su prolongada y profunda crisis. Ello explica el reciente encuentro en París entre los presidentes de Francia, Argentina y Colombia y los jefes de la delegación del gobierno venezolana y la Plataforma Unitaria, acompañados por la Ministra de Exteriores de Noruega. Fue un esfuerzo diplomático para darle un nuevo impulso al proceso.
El camino a París
Emmanuel Macron asumió la presidente de Francia en mayo de 2017, justo cuando Venezuela vivía altas tensiones por la ola de protestas que sufrió el país durante abril y junio de ese año. La crisis institucional fue provocada luego que el Tribunal Supremo de Justicia, controlado por el gobierno de Nicolás Maduro, se atribuyó funciones de la Asamblea Nacional, que en ese momento estaba conformada mayoritariamente por la oposición.
A finales de agosto de 2017, Macron dijo que el gobierno venezolano era “una dictadura que intenta mantenerse en pie al precio de un sufrimiento humano sin precedentes y de una radicalización ideológica preocupante”, generando el rechazo de Caracas. A partir de entonces las relaciones diplomáticas entre Caracas y París se debilitaron, pero nunca cesaron. En febrero de 2019, Macron incluso reconoció al líder opositor Juan Guaidó “como presidente encargado para implementar un proceso electoral”.
Pero esas elecciones presidenciales no llegaron y las tensiones entre Venezuela y Francia continuaron. En enero de 2020, Macron recibió a Guaidó en el palacio del Elíseo. En mayo, el gobierno francés tuvo que citar al embajador de Venezuela en París designado por Maduro, porque la residencia de su embajador en Caracas sufrió cortes en el suministro de agua y electricidad, entre rumores de que Guaidó estaba ahí refugiado. Esto sucedió días después que un grupo de mercenarios intentaron realizar una incursión marítima con el supuesto objetivo de derrocar a Maduro. Esa operación, conocida con el nombre de Gedeón, al menos en su fase de preparación contó con el conocimiento y participación de subalternos de Guaidó.
La invasión de Rusia a Ucrania, con sus diversos efectos en la economía mundial y la demanda por recursos naturales, ocurrió en febrero de 2022 con un Nicolás Maduro ya más afianzado en el poder. A partir de entonces, la posición con respecto a Venezuela de varios países occidentales comenzó a cambiar con mayor claridad. Macron, conocido por su pragmatismo en el manejo de las relaciones internacionales, dijo durante la reunión del G7 en junio que había que explorar todas las opciones para detener el alza en los precios del petróleo, incluyendo el regreso al mercado occidental del petróleo iraní y venezolano.
Sin embargo, en el caso venezolano, ese eventual regreso sólo es posible en la medida que el gobierno de Estados Unidos al menos relaje el esquema de sanciones económicas que impuso sobre PDVSA y el gobierno de Maduro a partir del año 2019. Justamente, el gobierno de Biden, en parte por razones de política interna, ha condicionado el levantamiento de medidas restrictivas a avances concretos en la negociación en México. De esta forma, busca desalentar las críticas de senadores y congresistas que son reacios a otorgarle cualquier concesión a Caracas.
En octubre de 2021, el gobierno venezolano suspendió su participación en el proceso de negociación reaccionando a la extradición a Estados Unidos de Alex Saab, un empresario colombiano que lo estaba ayudando a sortear las sanciones estadounidenses, fortaleciendo los vínculos comerciales del estado venezolano con países como Turquía e Irán. Pero en marzo de 2022, logró establecer una negociación tras bastidores con el gobierno estadounidense, luego de una visita a Caracas de una delegación liderada por un funcionario de la Casa Blanca.
Mientras, las delegaciones del gobierno y la Plataforma Unitaria comenzaron a negociar un acuerdo que supondría el descongelamiento de fondos del Estado venezolano en el exterior por un monto aproximado de 3.000 millones de dólares, con el objetivo de financiar proyectos en el área de servicios públicos. La iniciativa francesa, tomando en cuenta este avance fraguado en Caracas, buscó impulsar el regreso de la negociación en México, sabiendo que la ejecución del acuerdo sólo es posible si el gobierno estadounidense, a través del Departamento del Tesoro, permite la movilización de esos fondos a otra cuenta que tenga el visto bueno de gobierno y oposición, y que probablemente sería administrada por Naciones Unidas.
Ante este escenario, hasta hace pocas semanas todavía quedaba un escollo por sortear. Ese era la frágil relación entre París y Caracas. A finales de junio, Maduro ya había reaccionado positivamente a las declaraciones de Macron durante la reunión del G7, replicándole durante una alocución que “Venezuela está lista para recibir a todas las empresas francesas que quieran producir petróleo y gas”. El encuentro crucial ocurrió en los pasillos de la conferencia sobre el cambio climático de Sharm el Sheij, donde coincidieron ambos mandatarios. Allí tuvieron un breve intercambio, donde Maduro le confirmó a Macron que su representante, Jorge Rodríguez, acudiría a París para la reunión. También conversaron sobre la posibilidad de una llamada telefónica entre ambos mandatarios, que, de ocurrir, terminaría de certificar la mejora en las relaciones entre ambos gobiernos.
Un puente condicional para la reintegración
Los cambios políticos en Latinoamérica han sido un ingrediente fundamental que ha facilitado las intenciones del gobierno de Nicolás Maduro de buscar recuperar su legitimidad para reducir su aislamiento internacional. Las victorias de Pedro Castillo y Gabriel Boric en 2021, y de Gustavo Petro y Luiz Inácio Lula da Silva en 2022, han terminado por modificar el mapa político, especialmente si se compara con el que prevalecía en 2019.
Para el gobierno de Maduro, el cambio de gobierno más importante fue el que ocurrió este año en Colombia. Pese a intentos previos de otros mandatarios latinoamericanos de abrir un camino para que se produjeran movimientos hacia la resolución del conflicto venezolano, ha sido el gobierno de Petro el que, al optar un restablecimiento rápido de relaciones con su país vecino, ha podido entablar una relación que cuenta con un alto interés del gobierno venezolano. La oferta del gobierno colombiano, para ayudar a que Maduro logre sobreponerse al aislamiento surgido en 2019, también ha puesto sobre la mesa algunas condiciones, como por ejemplo el posible reingreso de Venezuela al sistema interamericano de protección de los derechos humanos.
Por un lado, Petro espera establecer con el gobierno venezolano una relación de cooperación efectiva para acabar con la informalidad en la frontera entre ambos países, un requisito fundamental para la recuperación del intercambio comercial. Sin embargo, el gobierno colombiano también ha transmitido que para poder presionar a Washington a que haga concesiones en el ámbito de las sanciones, el gobierno venezolano tiene que dar señales claras de que está dispuesto a permitir la celebración de una elección presidencial competitiva en 2024.
Todavía está por verse si Nicolás Maduro está dispuesto a cruzar el puente que le ha tendido su homólogo colombiano. Para el gobierno de Petro, será difícil inducir a Maduro a hacer concesiones, especialmente si se tiene en cuenta que Petro también necesita la colaboración de Maduro y su gobierno para convertir en realidad su promesa de lograr una “paz total” en Colombia. El desarrollo de las negociaciones iniciadas recientemente con el Ejército de Liberación Nacional, un grupo armado que además está presente en varios estados de Venezuela, será crucial. En su apuesta, Petro está necesitado de resultados en el corto plazo que reduzcan el costo político de haber reestablecido las relaciones con Maduro y también le permitan erigirse, sobre todo frente a Washington, como un líder regional.
También queda por ver cuál será la política exterior del gobierno de Lula con respecto a Venezuela. De entrada, es de esperarse que Brasil renueve sus vínculos con el gobierno de Maduro. Incluso, podría llegar a tener una relación con menos condicionamientos que la que ha establecido el gobierno de Petro con Caracas. En su oferta a Maduro, el presidente Petro parece estar sugiriéndole al presidente venezolano que dada la nueva configuración política en la región una vez que Lula asuma el poder, habrá una oportunidad excepcional para que el gobierno venezolano, haciendo ciertas concesiones, logre debilitar al extremo los cuestionamientos de los últimos años sobre su legitimidad.
Por su parte, el 2023 también será relevante para las relaciones entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe. A mediados de año se espera la celebración en Bruselas de una cumbre presidencial entre los mandatarios de ambas regiones, en coincidencia con el semestre en que España ocupará la presidencia temporal del Consejo Europeo.
El gobierno de Emmanuel Macron también buscará un rol protagónico en ese acercamiento a Latinoamérica, y ya ha anunciado un posible viaje a la región. A diferencia del gobierno de Pedro Sánchez, Macron parte con la ventaja de que movimientos arriesgados en su política exterior hacia Latinoamérica no tiene el mismo costo político que el que pudiese tener para Sánchez. El presidente del gobierno español ha estado muy cuidadoso de no asumir iniciativas con América Latina que con toda seguridad levantarían las críticas de los partidos de oposición como Vox y el Partido Popular, pudiendo llegar a tener un impacto electoral en las elecciones generales de España, previstas para finales de 2023 o inicios de 2024.
El rol de la comunidad internacional en la negociación
Si se reanudara el proceso de negociación en México, uno de los asuntos acordados por el gobierno y la Plataforma Unitaria en el memorándum de entendimiento y que tendría que ser implementado, es el rol de la comunidad internacional. De entrada, habrá que ver si en el contexto de la guerra en Ucrania, el gobierno de Rusia sigue estando dispuesto a ejercer de acompañante del gobierno venezolano.
Por otro lado, está pendiente la constitución de un Grupo de Amigos del proceso. El desarrollo de la iniciativa de la presidencia de Francia demostró que la coordinación regional, aunque en mejor estado que en el pasado reciente, todavía no es del todo óptima. Varios países se vieron sorprendidos por los movimientos desde el Elíseo, certificando que los contactos entre los países occidentales sobre el país suramericano han disminuido, tornándose esporádicos.
El gobierno de Nicolás Maduro tiene razones para hacer algunas concesiones que le permitan recuperar no sólo legitimidad sino la posibilidad de exportar petróleo a mercados de países occidentales. Pero tampoco se plantea cortar sus alianzas con países como Rusia, China, Irán, Cuba, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos.
La Unión Europea, por su parte, ya ha ofrecido formalmente la posibilidad de restaurar los mecanismos de cooperación con el Estado venezolano. Esto podría suponer mayor financiamiento para proyectos que podrían tener un impacto en el bienestar de los venezolanos. También está interesada en ofrecer asistencia para implementar reformas electorales, conforme a las recomendaciones de la Misión de Observación Electoral que desplegó para las elecciones regionales y municipales de 2021. Pero al igual que el gobierno de Estados Unidos, necesita ver avances tangibles en el proceso de México.
En 2021, la constitución del Grupo de Amigos no fue posible por la falta de acuerdo entre el gobierno y la Plataforma Unitaria. En este momento, una alternativa que está bajo consideración y que podría destrabar esas diferencias, sería la realización por cada parte de una lista de entre 10 y 15 países, para que finalmente sean invitados los países que coincidan en ambas listas, si se diera el caso. No es un secreto que para parte de la oposición venezolana el nuevo mapa regional resulta incómodo, pero no tiene otra alternativa que tratar de avanzar bajo este escenario. Que Francia esté tratando de jugar un rol activo le ayuda. Sin embargo, también sería fundamental que ambas partes definan a priori cuál sería el rol específico que esos países jugarían en el proceso, ya que ello pudiese reducir las resistencias a que participen ciertos gobiernos, además de definir qué es lo que realmente se espera de ellos.
De finalmente constituirse, es probable que la mayoría de los países miembros del Grupo de Amigos termine siendo de América y Europa. Allí Francia, quizás como miembro del Grupo, tendría un papel importante que jugar. El presidente Macron está bien posicionado no sólo para ejercer de puente entre Europa y Latinoamérica, sino también tiene una relación de trabajo con otros actores relevantes para Venezuela como podría ser China.
El camino por recorrer
Incluso bajo el entendido que el reinicio de la negociación viene acompañado de un acuerdo para financiar proyectos que podrían tener un impacto positivo en la calidad de vida de los venezolanos, es evidente que todavía queda un arduo camino por recorrer. Siguen pendientes los asuntos más espinosos, como las garantías electorales de cara a las elecciones presidenciales previstas para el año 2024 y las garantías políticas para las fuerzas políticas que resulten derrotadas en ese evento. También en el horizonte están las elecciones parlamentarias previstas para el año 2025.
El gobierno de Nicolás Maduro busca el levantamiento de las sanciones impuestas fundamentalmente por Estados Unidos, pero también Canadá, Reino Unido y la Unión Europea. La posición y acciones del gobierno estadounidense serán una pieza clave, especialmente si se toma en cuenta que es quién puede hacer las concesiones de mayor interés para el gobierno venezolano. En otras palabras, las circunstancias internacionales parecen favorecer la posibilidad de avances, pero casi todo sigue pasando por la voluntad del palacio de Miraflores y Washington.
Otro tema importante que la negociación debería abordar es el restablecimiento del estado de derecho y la reparación a las víctimas de la violencia política, más aún si se tiene en cuenta que es probable que la Corte Penal Internacional termine autorizando la continuación de la investigación internacional que adelanta su Fiscalía, un desarrollo con giros inciertos y riesgos para el gobierno de Nicolás Maduro.