El Estado es la solución: la nueva política industrial estadounidense
Por primera vez traducido y comentado en español, publicamos el discurso del método de Brian Deese, Director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, sobre la estrategia industrial estadounidense en la era Biden. Más allá de los efectos del anuncio, muestra cómo la acción de esta administración pretende transformar en profundidad las estructuras productivas en Estados Unidos.
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- Louis de Catheu •
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- © TING SHEN/POOL/SIPA USA
Durante la última campaña presidencial, Joe Biden situó la reconstrucción de Estados Unidos en el centro de su mensaje al pueblo estadounidense. Bajo el lema «Build Back Better», se comprometió a reforzar los servicios públicos, las infraestructuras y el dinamismo tecnológico estadounidenses. Para alcanzar estos objetivos movilizando el presupuesto federal, la Administración Biden creó, junto con el Congreso, una serie de herramientas de política industrial: subvenciones para la producción de semiconductores o electricidad renovable, programas de investigación, cooperación público-privada, etcétera.
Brian Deese, Director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, desempeña un papel fundamental en la aplicación de esta estrategia industrial de nueva generación. Sus responsabilidades incluyen la coordinación de la política económica a través del poder ejecutivo y el asesoramiento al presidente en estos asuntos.
En este discurso sobre el método de la estrategia industrial de la Administración Biden, defiende el papel impulsor de la inversión pública en el desarrollo económico y la seguridad nacional, destaca los éxitos legislativos y esboza los retos que quedan para aplicar este programa y para gastar eficazmente los cientos de miles de millones de dólares que se le han asignado.
Este discurso es, por lo tanto, un punto de observación privilegiado para comprender la transformación en curso de la doctrina económica democrática. Después de 25 años de centrismo, está surgiendo la voluntad de adoptar políticas más activistas destinadas a transformar las estructuras productivas en una dirección progresista. Por primera vez traducido y comentado en español, publicamos el discurso del método de Brian Deese, Director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, sobre la estrategia industrial estadounidense en la era Biden. Más allá de los efectos del anuncio, muestra cómo la acción de esta administración pretende transformar en profundidad las estructuras productivas en Estados Unidos.
Gracias, Robyn, y gracias al City Club de Cleveland por recibirme. Me complace estar aquí para hablar de la estrategia industrial estadounidense.
Hace unos seis meses, dije que ya era hora de que Estados Unidos adoptara una estrategia industrial moderna.
En el fondo, la idea es sencilla: la inversión pública estratégica es esencial para aprovechar todo el potencial económico de nuestra nación.
Es una idea tan antigua como la propia América. Nuestro primer Secretario del Tesoro, Alexander Hamilton, dijo que «el dinero público debe complementar las deficiencias de los recursos privados» para «estimular […] y fortalecer los esfuerzos de la industria».
Estoy encantado de estar hoy aquí, en Cleveland, para renovar esa visión. La historia económica de Cleveland ilustra una simple verdad: trabajando juntos como socios, el gobierno, la industria y los trabajadores pueden liberar un tremendo potencial económico y, con esto, crear oportunidades económicas para nuestras familias y comunidades.
Hace dos siglos, cuando Estados Unidos construyó el Canal de Erie (la primera supercarretera de Estados Unidos), Cleveland se conectó, de repente, con el comercio mundial. El presidente Lincoln les concedió, entonces, a los Estados, la capacidad de realizar inversiones en beneficio de sus residentes y de las industrias locales, utilizando tierras federales para establecer land-grant colleges, lo que nos dio la Ohio State University y la Central State University.
Cleveland se convirtió rápidamente en un hub vital para el transporte ferroviario, en una sede de industrias de rápido crecimiento, sobre todo, como las de petróleo y de acero. Esta fuerza industrial impulsó, entonces, nuevas innovaciones.
En Cleveland, se construyó el primer parque público con iluminación eléctrica, el primer tranvía eléctrico y el primer semáforo eléctrico, lo que resulta muy apropiado, ya que Thomas Edison nació en las cercanías. Un fabricante de coches de Cleveland fue quien produjo el primer coche que cruzó el país de costa a costa. Y otro fabricante de automóviles de Cleveland fue quien, hace un siglo, creó algunos de los primeros vehículos eléctricos.
Estados Unidos ha invertido en Cleveland y en todo Ohio. A cambio, los habitantes de Ohio han innovado, desarrollado y generado beneficios para toda América.
Cuando la política estadounidense se apartó, finalmente, de esta gloriosa tradición, lugares como Cleveland fueron los que pagaron el precio. A partir de principios de los años 80, la conversión a la teoría del goteo condujo a varias décadas de descuido de estas fuentes de innovación. Y, por lo tanto, hubo un declive de la capacidad de innovación industrial y tecnológica de nuestra nación. Mientras nosotros recortábamos la inversión, otros países, encabezados por China, tomaron la delantera invirtiendo en infraestructuras, manufacturas y tecnologías emergentes.
Estas tendencias implican claros riesgos para la seguridad económica y nacional de Estados Unidos.
Sin embargo, afortunadamente, ahora se está produciendo un cambio fundamental en Ohio y en todo Estados Unidos. Estoy aquí para decir que esto no es un accidente. Gracias al liderazgo del presidente Biden, hemos abierto un nuevo capítulo y estamos realizando la mayor inversión pública en el potencial industrial americano en décadas. Estamos reviviendo una poderosa tradición, encarnada por Cleveland, y adaptándola a una nueva era.
A diferencia de la linealidad histórica expuesta en esta introducción, el uso asertivo de la política industrial no es evidente en Estados Unidos. De hecho, a partir de los años 1980 y de la revolución de Reagan, el discurso neoliberal que hace de la intervención del Estado el problema y no la solución ha tenido gran influencia. El sociólogo Fred Block lo denomina «fundamentalismo de mercado». La intervención pública para apoyar el desarrollo de ciertos sectores considerados clave no ha desaparecido, pero se ha vuelto más discreta (fondos públicos de capital riesgo, DARPA, etcétera) o, cuando es demasiado visible, suele ser objeto de fuertes críticas por favoritismo y falta de eficacia (picking the winner). Así, la bancarrota de la empresa de paneles solares Solyndra, que se había beneficiado de un préstamo garantizado por la administración Obama, aflora frecuentemente entre los comentaristas conservadores y libertarios.
Por lo tanto, es interesante ver cómo Brian Deese trata de legitimar la estrategia industrial de la administración de Biden. Frente al discurso hegemónico que hace del sistema de libre mercado un pilar de la identidad americana y la única fuente de su dinamismo económico, moviliza símbolos americanos (Lincoln, el Canal de Erie, Hamilton, padre fundador) para demostrar el papel del Estado federal en el desarrollo del país. Sobre todo, hace de la desvinculación del Estado y de la reaganomics la causa de la desindustrialización.
La moderna estrategia industrial del presidente Biden
En los últimos 18 meses, el presidente Biden ha trabajado con el Congreso para aprobar cuatro leyes clave: el American Rescue Plan, que ayudó a nuestra economía a no caer al precipicio, y, más recientemente, la Ley de Infraestructura bipartidista, la CHIPS and Science Act y la Inflation Reduction Act.
El American Rescue Plan de marzo de 2021 incluye, en el contexto de la crisis de COVID, muchas ayudas para los hogares (cheque de 1400 dólares, prórroga de ayudas para desempleados, crédito fiscal familiar, etcétera), para empresas y para determinados servicios públicos (educación, salud y comunidades).
La Infrastructure Investment and Jobs Act de noviembre de 2021 prevé 1100000 millones de dólares, incluidos 550 de nuevos créditos, en un plazo de 10 años, para infraestructuras viarias, ferroviarias, portuarias y digitales (fibra). También incluye una serie de medidas a favor del clima, como un plan de apoyo a la industria del hidrógeno y un programa de adquisición de autobuses eléctricos.
La CHIPS and Science Act de agosto de 2022 asigna 52000 millones de dólares a un fondo para distribuir subvenciones para instalar fábricas de semiconductores y para la investigación y desarrollo en esta área y crea un nuevo crédito fiscal para la fabricación avanzada. También autoriza grandes aumentos en el financiamiento de la National Science Foundation y del Departamento de Energía.
La Inflation Reduction Act de agosto de 2022 genera múltiples créditos fiscales para las energías renovables y para un acelerador de bancos públicos verdes y amplía masivamente el programa de préstamos garantizados del Departamento de Energía.
Estas leyes están unidas por una fuerte visión movilizadora: una moderna estrategia industrial americana.
Esto es lo que hace. Identifica los ámbitos en los que la iniciativa privada, abandonada a su suerte, no movilizará la inversión necesaria para promover nuestros principales intereses económicos y de seguridad nacional. A continuación, utiliza la inversión pública para estimular la inversión privada y la innovación.
Esto significa que (en lugar de aceptar, como un destino inevitable, el hecho de que las decisiones individuales de aquellos preocupados sólo por sus beneficios privados nos dejarán atrás en áreas clave) nos embarquemos en inversiones estratégicas en las áreas que formarán la columna vertebral de nuestro crecimiento económico en las próximas décadas, áreas en las que necesitamos aumentar la capacidad productiva de la nación.
Una moderna estrategia industrial americana no aborda el riesgo de la falta de inversión tratando de sustituir o marginar al sector privado: utiliza la inversión pública para impulsar más inversión privada y garantiza que los beneficios acumulados de esa inversión construyan nuestra riqueza nacional. Fomenta la distribución de estas inversiones en todas las regiones y comunidades e invierte en los trabajadores, las personas que hacen posible toda esta productividad e innovación.
No se trata de que el Estado elija ganadores y perdedores. Nuestro enfoque es diferente. Nuestra moderna estrategia industrial americana refleja nuestra decisión de realizar inversiones audaces en áreas clave en las que existe un consenso, desde académicos hasta líderes empresariales, que serán fundamentales para el crecimiento económico. Estas inversiones ayudan a acelerar y a dar forma a la innovación de vanguardia, fomentan la inversión privada y la competencia en el mercado y, así, sólo se elige un ganador: el pueblo americano, su productividad, sus oportunidades y su nivel de vida.
Brian Deese trata de responder a las críticas que se suelen hacer a la política industrial: el riesgo de fragmentación, el efecto desalojo (la idea de que la inversión pública se limita a sustituir la inversión privada que habría tenido lugar en ausencia de la intervención pública) y el picking winners (la intervención pública les daría ventajas, de forma arbitraria, a determinados agentes económicos, que prosperarían sin relación alguna con sus resultados económicos).
Es cierto que las leyes mencionadas por Brian Deese se centran en unos pocos sectores (semiconductores, infraestructuras, energía verde) y que adoptan una lógica basada en los incentivos, en especial, a través de numerosos créditos fiscales y subvenciones, para dejar que las empresas privadas tomen sus propias decisiones. El objetivo es actuar como catalizador, pero también resolver los problemas de acción colectiva garantizando la coordinación entre los diferentes sectores afectados por el mismo reto tecnológico.
El primer ámbito es el de las infraestructuras de transporte.
Las infraestructuras sientan literalmente las bases de la inversión privada. Les permite a las empresas llevar los productos al mercado de forma más eficiente. Las cadenas de suministro pueden funcionar de forma más confiable. Los trabajadores pueden acceder a más oportunidades y a empleos de mayor productividad.
Y, hoy, estamos haciendo un esfuerzo histórico para sentar estas bases.
Nuestra estrategia industrial exige una inversión en nuestras infraestructuras aún mayor que la que se realizó bajo el mandato del presidente Eisenhower para construir la red de autopistas.
El segundo ámbito de acuerdo general es la innovación tecnológica.
La inversión pública en investigación e innovación alimenta el motor privado de la economía americana. Mantiene a Estados Unidos en la vanguardia, en especial, cuando está vinculada a la fabricación, debido a los fuertes bucles de retroalimentación entre los laboratorios de investigación y las fábricas. Una nación que abandona sus capacidades de fabricación también se arriesga a ceder su liderazgo tecnológico.
Durante décadas, hemos ido cediendo este terreno.
Sin embargo, ahora, con nuestra estrategia industrial, estamos invirtiendo más en innovación que el presidente Kennedy y el programa Apolo, que nos llevó a la luna.
Nos comprometemos a aprobar el mayor presupuesto quinquenal de la historia para investigación y desarrollo.
La CHIPS and Science Act crea nuevos programas dentro de las agencias federales de investigación: una Dirección de Tecnología e Innovación dentro de la NSF, una Fundación de Seguridad Energética dentro del DOE, etcétera. En consecuencia, sus límites de gasto autorizados se han incrementado considerablemente:
⦁ Fundación Nacional de la Ciencia (NSF): 81000 millones de dólares en 5 años (+36000 millones);
⦁ Oficina de Ciencia del Departamento de Energía: 50000 millones de dólares en 5 años (+13000 millones);
⦁ Instituto Nacional de Normas y Tecnología (NIST): 10000 millones de dólares en 5 años (+5000 millones).
Estos gastos aún deben ser aprobados por la legislación para asignar, finalmente, los fondos.
Estamos conectando a toda América con la economía digital ampliando el acceso a Internet de alta velocidad.
Y estamos abriendo nuevas oportunidades invirtiendo en educación y formación en ciencia y tecnología, en escuelas, universidades y organizaciones de formación profesional, para desarrollar una mano de obra calificada y diversa.
Y el tercer ámbito es la energía verde.
A nivel mundial, la transición a una economía con bajas emisiones de carbono es la transformación económica más importante desde la revolución industrial. Afectará no sólo la forma en la que producimos y consumimos energía, sino también la forma en la que nos movemos y vivimos.
Sabemos que la crisis climática no puede resolverse sólo con las fuerzas del mercado. Sabemos que la clave está en el liderazgo público y en la inversión. Y, sin embargo, nuestro país se ha mantenido al margen durante décadas.
No obstante, hoy, con nuestra estrategia industrial, estamos realizando la mayor inversión en energía verde de la historia de nuestro país.
Al ofrecer incentivos a largo plazo, estamos animando al sector privado a invertir a gran escala. Junto con una normativa que ofrezca seguridad a los inversores, este plan fomentará el rápido despliegue de las tecnologías maduras, acelerará la comercialización de las innovaciones emergentes y reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero más rápidamente que en ningún otro momento de nuestra historia. A medida que las industrias crezcan, los precios de la energía para las familias bajarán y se crearán empleos de alta calidad para los trabajadores.
Lejos de desplazar a los mercados o de descartar la inversión privada, las inversiones básicas realizadas en estos tres ámbitos (infraestructuras, innovación y energías limpias) generarán un impulso extraordinario para la inversión privada.
En efecto, estimamos que la agenda legislativa del presidente Biden, teniendo en cuenta tanto el capital público como el privado, generará unos 3.5 billones de dólares en inversiones durante la próxima década.
Este número puede parecer difuso o distante; así que permítanme ser más preciso. Sólo en los últimos meses:
Intel inició la construcción de un complejo de semiconductores de 20000 millones de dólares en los suburbios de Columbus.
General Motors anunció inversiones de casi 1000 millones de dólares para producir componentes de vehículos eléctricos, con los trabajadores del sindicato UAW, en su planta de Toledo y se comprometió a ampliar una planta de baterías de iones de litio en Youngstown.
First Solar anunció que va a gastar casi 200 millones de dólares para mejorar y ampliar sus tres plantas de paneles solares cerca de Toledo.
Ford tiene previsto invertir 1500 millones de dólares en su planta de ensamblaje de Avon Lake, a las afueras de Cleveland, y crear 2000 nuevos puestos de trabajo sindicalizados.
Y, esta semana, Honda y LG anunciaron planes para invertir hasta 4400 millones de dólares en una planta de baterías para vehículos eléctricos en el condado de Fayette y otros 700 millones para reequipar las plantas de vehículos eléctricos de Honda en Ohio.
Y eso es sólo en Ohio. Podría seguir y seguir. En todo el país, las empresas están invirtiendo en la producción de los sectores del futuro.
Este dinamismo es el que nuestra estrategia industrial está ayudando a desencadenar: la afluencia de capital privado, el resurgimiento de la fabricación americana, la reubicación de las cadenas de suministro y el fortalecimiento de nuestra base industrial. Tomen en cuenta que no estoy hablando en futuro. Esto está ocurriendo aquí y ahora.
En 2022, el sector industrial tiene un verdadero dinamismo. La producción superó el nivel anterior a la pandemia, a finales de 2021, y siguió creciendo en 2022 a pesar de la inflación. Las inversiones en la ampliación de la herramienta de producción se multiplican, gracias a incentivos fiscales (sobre todo, en semiconductores, baterías, etcétera), pero también en una lógica de reubicación de la producción. Como resultado, el valor de los proyectos de construcción de fábricas en curso pasó de unos 70000 millones de dólares, antes de la pandemia, a 113000 millones de dólares, en septiembre de 2022. Esta tendencia se desencadenó tras la pandemia, que puso de manifiesto los riesgos que plantean las cadenas de suministro extensas y sin control. Además, el deterioro del entorno geopolítico la refuerza.
La necesidad de una estrategia industrial
Y todo esto ocurre en un momento económico crucial.
Nos enfrentamos a un complejo conjunto de retos económicos globales. Los choques en serie de la pandemia, las interrupciones en la cadena de suministro y la guerra de Putin. Las presiones inflacionistas mundiales, la desigualdad, la competencia con China y con otros países, una revalorización generalizada de la globalización y la incertidumbre sobre el potencial productivo de Estados Unidos.
Incluso cuando nos enfrentamos a la inmediatez de estos retos (e incluyo, en ellos, nuestro trabajo urgente para bajar los precios para las familias americanas), vemos una cuestión central subyacente: ¿Estados Unidos puede salir de esta transición postpandémica más fuerte, más dinámico, con un mayor potencial de crecimiento y con una prosperidad ampliamente compartida? ¿O corremos el riesgo de volver a un equilibrio prepandémico de baja inversión, de bajo crecimiento, de aumento de la desigualdad y de pérdida de ventajas competitivas?
Supongamos que quiere diseñar el mejor antídoto para este escenario, la mejor respuesta para quienes piensan que es probable que suframos una reducción de nuestra productividad y potencial económico en los próximos años.
Buscaría inversiones estratégicas a largo plazo en áreas que ofrecieran el mayor rendimiento para el potencial productivo de nuestra economía. Buscaría lugares en los que el capital público pudiera ayudar a ampliar la capacidad de oferta y a reducir la presión de los precios. Se orientaría hacia áreas de creciente demanda mundial, donde Estados Unidos pudiera obtener una ventaja competitiva y aumentar las exportaciones.
En otras palabras, se trataría de una estrategia industrial moderna.
Algunos responsables políticos demócratas consideran que el uso de un enfoque más intervencionista de la política económica es una respuesta necesaria a la policrisis: el desafío geopolítico chino, la crisis climática, el auge del populismo y la descomposición del cuerpo social.
Ésta es, quizás, la principal tensión interna de esta «estrategia industrial moderna». Efectivamente, para reforzar la capacidad industrial americana, serán necesarias fuertes inversiones y, por lo tanto, transferencias al sector manufacturero, que ya comenzaron a través de la CHIPS Act y de la IRA.
Sin embargo, dado el nivel de desigualdad que existe hoy en día en Estados Unidos, esta tensión entre la reindustrialización y la lucha contra la desigualdad puede resolverse financiando la política industrial mediante impuestos para los más ricos. Así, se financia la Inflation Reduction Act, que, a pesar del importante gasto que prevé para el clima, debería reducir el déficit federal mediante la creación de una tarifa mínima de impuesto del 15 %, mediante el refuerzo de la lucha contra el fraude fiscal y mediante la eliminación de las lagunas fiscales.
En este contexto, es relevante el énfasis de la Secretaria Yellen en su descripción de nuestra estrategia económica sobre «[el enfoque] moderno de la oferta». Y, aquí, vemos la aparición de un consenso bipartidista a favor de un mayor papel del gobierno en el desarrollo industrial americano.
Como dijo recientemente el senador Todd Young, de Indiana: «es realmente importante, no sólo para nuestra seguridad nacional, sino también para nuestra seguridad económica y nuestro modo de vida, que tengamos un Estado eficaz y, a veces, agresivo».
En un momento en el que algunos sostienen que Estados Unidos está demasiado dividido y que la democracia ya no puede ofrecer resultados efectivos, nuestra estrategia industrial demuestra que podemos unirnos e invertir en nosotros mismos y en nuestro futuro.
Mientras que la lucha contra la amenaza de China y el financiamiento de infraestructuras son algunos de los últimos ámbitos de convergencia bipartidista, el cambio climático no lo es. Por ejemplo, la Infrastructure Investment and Jobs y la CHIPS and Science Act pudieron aprobarse de forma bipartidista, mientras que la Inflation Reduction Act tuvo que depender únicamente de los votos demócratas y del proceso de reconciliación para salir adelante.
Aplicar una estrategia industrial
En el futuro, nos centraremos en el duro trabajo de ejecutar esta estrategia industrial moderna. Quiero enfocarme en tres elementos clave de nuestro plan de aplicación o ejecución:
Implantación de nuevas herramientas y enfoques
En primer lugar, utilizaremos la inversión pública de una forma nueva.
El camino que va de la investigación y el desarrollo a la producción y la comercialización (del laboratorio a la fábrica y al mercado) suele ser largo y sinuoso. Nuestra estrategia industrial moderna utilizará una serie de herramientas para acelerar este proceso de nuevas maneras.
Déjenme darles un ejemplo: el hidrógeno verde.
El desarrollo del sector del hidrógeno plantea una serie de retos de acción colectiva para los que los enfoques tradicionales y aislados de las infraestructuras energéticas han resultado insuficientes. Requiere la aparición simultánea de innovaciones de vanguardia, casos de uso industrial, producción a gran escala, inversiones masivas en infraestructura y una base de consumidores.
Tradicionalmente, la inversión pública ha consistido en subvencionar la producción (como la construcción de una presa hidroeléctrica) o la distribución (como la construcción de líneas de transmisión). Esto es lo que hemos hecho con el hidrógeno, con créditos fiscales a largo plazo que animan a las empresas a invertir en la producción.
Sin embargo, esto puede no ser suficiente para captar todas las oportunidades a la escala y velocidad necesarias. Por eso, estamos lanzando un nuevo esfuerzo de colaboración nacional: los centros de hidrógeno. Estos centros crearán redes regionales de productores, distribuidores, usuarios finales y otras partes interesadas para llevar a cabo proyectos de demostración a gran escala.
Esta colaboración en toda la cadena de suministro de hidrógeno será esencial para crear capacidad y resolver este problema de acción colectiva. Podría permitir a Estados Unidos asumir un papel de liderazgo en el suministro de combustible limpio y barato a Europa y otros aliados. Incluso, podría remodelar otras industrias, como la del acero, y hacerlas más limpias y competitivas a nivel mundial.
Sí, estamos fomentando la inversión empresarial mediante créditos fiscales centrados en la aplicación. Sin embargo, con estos centros de hidrógeno, también estamos ayudando a las industrias a superar los obstáculos para la aplicación.
Otro ejemplo son los semiconductores, los chips que hacen funcionar todo, desde teléfonos y electrodomésticos hasta coches y sistemas de defensa. Recuperar nuestro liderazgo es una necesidad económica y de seguridad nacional.
Por eso, estamos invirtiendo en toda la cadena de suministro de microelectrónica para que las tecnologías de vanguardia se inventen y se fabriquen en Estados Unidos. Utilizamos subvenciones e incentivos fiscales para la fabricación. Nuestras inversiones en R&D incluyen el apoyo a la creación de prototipos y equipos para estimular la colaboración entre la industria y los investigadores para diseñar y fabricar chips de nueva generación. Y, como ya hemos demostrado, utilizaremos el control de las exportaciones cuando sea necesario para proteger nuestra seguridad nacional y los intereses de la política exterior.
La comprensión de las cuestiones económicas y tecnológicas en términos de seguridad es directamente evidente aquí. La política industrial y tecnológica ocupa cada vez más espacio en el pensamiento estratégico y en la política de poder. Esto es particularmente obvio en la Integrated Review (de 2021) del Reino Unido o en la reciente National Security Strategy de la administración de Biden. Por el contrario, la seguridad nacional es una de las principales preocupaciones de los responsables de la política económica -el tecno-nacionalismo en acción-.
Estos ejemplos ponen de manifiesto cómo nuestra estrategia industrial podría desafiar las viejas divisiones. Para avanzar en nuestra estrategia industrial, ahora debemos defender el desarrollo rápido y responsable de las capacidades de la próxima generación. Esto nos lleva a la siguiente parte de nuestro plan.
Un compromiso nacional para construir de forma justa, amplia y rápida
En segundo lugar, vamos a construir. Y lo haremos a la escala y velocidad adecuadas.
Nuestra estrategia industrial está en el centro de un esfuerzo de movilización nacional de varios años. Esta empresa combinada (infraestructura, innovación, energía verde) no es menos ambiciosa de lo que fueron, en sus días, el Canal de Erie, el ferrocarril transcontinental, la electrificación rural o el sistema de carreteras interestatales.
Estamos hablando de 950 millones de paneles solares y de 120000 turbinas eólicas para finales de la década, de miles de millones de dispositivos alimentados por semiconductores, de millones de vehículos eléctricos y de miles de kilómetros de cables de fibra óptica y de líneas de transmisión.
La escala de esta tarea es enorme. Pondrá a prueba a nuestro país y a nuestras instituciones. Y exigirá que reformemos la manera de construir en Estados Unidos.
Es innegable que Estados Unidos ha quedado por detrás de otros grandes países con respecto a la construcción dentro del presupuesto y de los plazos previstos.
Tendremos que hacer las cosas de forma diferente. Necesitaremos una capacidad renovada para actuar con rapidez, no sólo a nivel federal, sino también con los socios estatales, locales y tribales. Incluso antes de que se aprobara gran parte de esta legislación, había señalado que ésta podría ser la parte más difícil de todo nuestro esfuerzo. Por eso, a lo largo de los últimos seis meses, hemos desarrollado un plan cuyo núcleo es construir de forma más rápida e inteligente.
Como en cualquier proyecto, todo comienza con la planificación. Un mejor proceso de concesión de permisos beneficia a todos. Los defensores y los grupos comunitarios quieren seguridad tanto como los promotores e inversores. Nuestro nuevo plan aumentará los recursos de las agencias para proporcionar esa seguridad agilizando sus revisiones medioambientales y los procesos de concesión de permisos.
Necesitamos una responsabilidad seria para medir y controlar el progreso de la construcción. Nuestro plan revisa los sistemas de seguimiento y gestión de los proyectos.
Estamos ampliando un programa de infraestructura llamado «Every Day Counts», que acelera los proyectos agrupando la contratación y la entrega de autopistas o ferrocarriles conectados, en lugar de hacerlos uno por uno. Utilizamos un enfoque llamado «Dig Once» para coordinar los proyectos, de modo que, si ampliamos una carretera, hacemos mejoras en la fibra y la electricidad al mismo tiempo. Y estamos ampliando el uso de los acuerdos de proyecto, que reducen el riesgo de costosos retrasos e interrupciones en proyectos complejos al garantizar que los llevan a cabo trabajadores altamente calificados.
De hecho, hoy, en la Casa Blanca, vamos a celebrar una cumbre innovadora sobre la mejora en la ejecución de proyectos con socios estatales y locales, para que podamos construir de forma más rápida e inteligente en todos los niveles de gobierno.
Tomemos el ejemplo de los minerales esenciales, que componen muchas tecnologías modernas, incluidas las baterías de los vehículos eléctricos. Algunos dudan de que Estados Unidos esté a la altura del reto de desarrollar su propia industria de minerales esenciales, un sector dominado por China, tanto en las fases iniciales como en las finales. Sin embargo, la semana pasada, se abrió la primera mina de cobalto de Estados Unidos, en buena lid con los grupos ecologistas locales. Las empresas se apresuran a construir nuevas plantas para recolectar el litio de las salmueras de California, cerca del Mar de Salton, apodado el «valle del litio» por sus vastos recursos.
Como parte de nuestro plan, este mes, lanzaremos un esfuerzo específico en torno a los minerales esenciales, que reunirá nuevos enfoques para el compromiso de la comunidad, subvenciones y préstamos que apoyen la extracción, el procesamiento y el reciclaje de minerales esenciales y esfuerzos diplomáticos para construir cadenas de suministro globales confiables.
Y nuestro plan de construcción se centrará en la ubicación y la equidad (dónde y cómo construimos) porque nos ayudará a liberar aún más el potencial económico de nuestro país.
Las acciones de la Administración Biden no serán posibles sin la construcción de nuevas y enormes carreteras y ferrocarriles, de parques eólicos y paneles solares, de nuevas líneas eléctricas y fábricas de semiconductores y de baterías en el territorio americano.
El sistema de permisos de desarrollo de Estados Unidos ha sido muy criticado por su lentitud y por los costos adicionales que genera en los proyectos. Como parte del compromiso entre el senador Manchin, del ala derecha del Partido Demócrata, y el líder del partido en el Senado, Chuck Schumer, Manchin había obtenido la promesa de la adopción de una ley que reformara estos procedimientos en otoño. Su proyecto de Energy Independence and Security Act of 2022 prevé el establecimiento de plazos claros para los procedimientos de evaluación ambiental de los proyectos (2 años o 1 año, según el tamaño del proyecto). Por su parte, la administración ya puso en marcha una serie de acciones destinadas a mejorar la entrega de autorizaciones por parte de los organismos federales y a reforzar las competencias en la realización de proyectos de infraestructura.
El enfrentamiento político en torno a la reforma de los permisos de urbanización y a las evaluaciones medioambientales no se solapa con la división entre republicanos y demócratas. Dentro de esta última, los líderes de la izquierda progresista, incluido Bernie Sanders, manifestaron su oposición al proyecto de reforma de Manchin, que facilitaría la realización de proyectos de combustibles fósiles. Sin embargo, cuenta con el apoyo de quienes se preocupan por las dificultades de construir nuevos proyectos de energía verde y, más aún, de líneas eléctricas necesarias para un sistema eléctrico más descentralizado.
Detrás de este debate, parece que hay una oposición entre una tradición más libertaria (en la tradición de los movimientos ecologistas cuya actividad ha consistido durante mucho tiempo, con razón, en oponerse a los proyectos de combustibles fósiles) y una tradición más intervencionista (más preocupada por transformar el sistema energético). Surgió el movimiento pro-construcción YIMBY (Yes In My Back Yard), dominado por demócratas, que reclama una relajación de las normas contra la densificación y la velocidad de los proyectos, así como más esfuerzos para desarrollar viviendas sociales públicas.
De nuevo, Cleveland encarna claramente esta empresa. Para los que huían del sur de Jim Crow, los empleos industriales disponibles en Cleveland representaban un rayo de esperanza y de oportunidades económicas, aunque siguieran enfrentándose a la discriminación.
Entre ellos, estaba el gran inventor Garrett Morgan. Nacido tras la Guerra Civil, de padres que habían sido esclavizados, y sin haber pasado del sexto grado, se trasladó a Cleveland y comenzó a reparar máquinas de coser. Con el tiempo, desarrolló «cascos de seguridad» para bomberos y semáforos con una tercera señal. Hoy, los conocemos como máscaras de gas y luz amarilla.
En efecto, cada vez que nuestra nación se ha embarcado en un nuevo esfuerzo de construcción, hemos dado un paso hacia el perfeccionamiento de nuestra imperfecta unión. Ahora, esta oportunidad de reconstruir puede ser una oportunidad de reparar.
Construir rápidamente y construir de forma justa no debería ser una tensión.
La construcción de infraestructuras en todas las regiones de nuestro país, incluidas las comunidades que no han cosechado los beneficios de las inversiones pasadas y las que se han visto perjudicadas por proyectos construidos hace tiempo, es, precisamente, lo que libera el potencial productivo de nuestra economía. Por eso, uno de los elementos más poderosos e importantes de nuestro plan es que, por primera vez, las empresas obtengan un aumento del 10 % en sus créditos fiscales para energías limpias si establecen proyectos en comunidades que han dependido de los empleos de la industria energética tradicional.
Por una cuestión de economía política, con el fin de aglutinar el apoyo a las acciones de la Administración, en particular, a la política climática, las disposiciones de la legislación reciente incluyen un refuerzo para ciertas comunidades frágiles y normas de contenido doméstico. Al traer nuevas industrias a América y a territorios desindustrializados, los demócratas quieren reforzar su apoyo político y electoral.
No debemos hacernos ilusiones de que será fácil. Tampoco es una tarea exclusiva del gobierno. Requerirá la movilización nacional y el desarrollo de capacidades en todos los niveles, pero estamos a la altura.
Cooperación más estrecha con aliados y socios
En tercer lugar, nos ocuparemos de la situación mundial junto con el reforzamiento de la capacidad americana.
Un mayor compromiso con nuestros socios en el extranjero es una cuestión de necesidad económica y geográfica. No es factible ni aconsejable que produzcamos todo en el país. Necesitamos alianzas internacionales con socios confiables que refuercen las cadenas de suministro seguras y que amplíen nuestras propias fuentes.
También es una cuestión de necesidad geopolítica. La seguridad nacional y económica de América se ve reforzada por alianzas sólidas. Eso es lo que hemos estado trabajando en todo el mundo. Estamos desarrollando un nuevo marco económico para la región Indo-Pacífica. Estamos reforzando nuestra relación económica con Europa. Nos hemos asociado con nuestros aliados del G7 en materia de infraestructuras globales. Estamos liderando un acuerdo global sobre el impuesto de sociedades.
También estamos plenamente comprometidos con la «diplomacia de la cadena de suministro». Este verano, acordamos, con 18 socios comerciales cercanos, hacer que nuestras cadenas de suministro colectivas sean más seguras, diversas, resistentes y sostenibles frente a las perturbaciones. Continuaremos estos esfuerzos explorando nuevas ideas, como las pruebas de resistencia de la cadena de suministro para identificar las vulnerabilidades antes de que se conviertan en crisis.
Seamos claros: se trata de un compromiso estratégico, no de aislacionismo.
Algunos han expresado la legítima preocupación de que los gobiernos concedan subvenciones industriales cada vez mayores para superar a sus competidores, lo que reduciría, así, su eficiencia. Sin embargo, las inversiones que hagamos darán enormes dividendos a nivel mundial al ampliar la oferta, acelerar la adopción de la tecnología y reducir los costos. Y, en sectores como el de los semiconductores y el de las energías limpias, estamos lejos de alcanzar el punto de saturación global de inversiones necesarias. Deberíamos acoger con satisfacción las acciones de la mayoría de los países si se estructuran de forma justa y se aplican adecuadamente.
La política industrial americana ha provocado algunas fricciones con Europa. En particular, algunas subvenciones y créditos fiscales en virtud de la Inflation Reduction Act están sujetos a normas de contenido nacional, como es el caso de las subvenciones para los vehículos eléctricos. La Comisión Europea y varios socios europeos han expresado sus críticas.
Toda esta construcción requerirá tiempo y vigilancia. Como explicó el Secretario de Estado Blinken, para competir con China, tendremos que hacer «inversiones a gran escala en nuestras fuentes clave de fortaleza nacional, empezando por una estrategia industrial moderna».
Conclusión
Ya hablé de cómo la inversión pública ha impulsado el crecimiento y la innovación en lugares como Cleveland durante dos siglos.
Y, cuando se trata de innovación, la historia puede avanzar rápidamente. Aquí, en Ohio, los hermanos Wright abrieron una tienda de bicicletas que cambió el mundo. Hicieron su primer vuelo en Kitty Hawk, pero Dayton fue el lugar donde perfeccionaron su arte. Y, justo 66 años después, bajo el liderazgo de Neil Armstrong, nativo de Ohio, los astronautas americanos se lanzaron al espacio con Apolo 11.
Pasamos de una tienda de bicicletas a la luna en una vida.
Estados Unidos ha invertido en Ohio y los habitantes de Ohio han invertido en Estados Unidos.
Hoy, la historia vuelve a avanzar rápidamente. Como nación, debemos seguir el ritmo. Con esta moderna estrategia industrial americana, nos embarcamos en una misión que Estados Unidos no ha intentado hacer seriamente en décadas. Debemos estar a la altura de este momento.
Participar en esta empresa debe ser un motivo de orgullo nacional, comunitario e individual.
A los líderes empresariales aquí presentes: ahora que Estados Unidos está haciendo estas inversiones, espero que hagan todo lo posible para invertir en las industrias, en los trabajadores y en las comunidades de Estados Unidos.
Estados Unidos siempre ha sido una nación de constructores. Cleveland lo sabe tan bien como cualquier otro lugar de Estados Unidos. Esta ciudad ya demostró al mundo cómo puede funcionar una estrategia industrial y podemos volver a hacerlo en nuestra época. Avancemos y construyamos juntos.